Mensaje 3
El libro de Apocalipsis revela primeramente a Cristo, y luego el testimonio de Jesús. En otras palabras, este libro trata de Cristo y la iglesia. En Apocalipsis Cristo y la iglesia se revelan de una forma única y específica. En el mensaje anterior dijimos que en Apocalipsis se revelan muchos aspectos de Cristo que no se encuentran en los demás libros de la Biblia. Lo mismo sucede con la iglesia. El Apocalipsis presenta la iglesia de una manera muy específica. En este mensaje presentaremos una síntesis de los aspectos de la iglesia hallados en Apocalipsis, y en los siguientes mensajes abarcaremos los detalles.
En primer lugar, en Apocalipsis las iglesias son reveladas como candeleros (Ap. 1:11-20). En ningún otro libro del Nuevo Testamento se usa este término con respecto a la iglesia. En otros libros se nos dice que la iglesia es la asamblea de los escogidos de Dios, el cuerpo de Cristo y también la casa de Dios. Con excepción de Apocalipsis, no se nos dice que la iglesia es un candelero. Como candeleros, las iglesias brillan en la obscuridad. La palabra candelero nos permite entender mucho sobre la iglesia y su función. La iglesia no es la lámpara, sino el candelero, lo que sostiene la lámpara. Sin la lámpara, el candelero es vano y no tiene utilidad. El candelero sostiene la lámpara que resplandece. Como vimos en el mensaje anterior, Dios es la luz, y el Cordero es la lámpara (Ap. 21:23). Por consiguiente, Cristo es la lámpara, y la iglesia es el candelero que sostiene la lámpara. Dios está en Cristo, y Cristo, la lámpara, es sostenido por el candelero, de modo que emana la gloria de Dios. Este es el testimonio de la iglesia.
Los candeleros, las iglesias locales, son de oro, o sea divinidad, la naturaleza de Dios. Todas las iglesias locales son divinas en naturaleza; están constituidas de la naturaleza de Dios. Decir esto es perfectamente bíblico, pues el libro de Apocalipsis dice que las iglesias locales son candeleros de oro (1:20). Estos candeleros no están hechos de barro, madera u otro material inferior; están hechos de oro puro. Esto significa que todas las iglesias locales deben ser divinas. Sin divinidad, la iglesia no puede existir. Aunque la iglesia está compuesta de humanidad y divinidad, la humanidad no debe ser la naturaleza básica de las iglesias locales. La naturaleza básica de las iglesias locales debe ser la divinidad, que es la naturaleza de Dios. Con estas dos expresiones —los candeleros y el oro— podemos comprender muchas cosas sobre la iglesia: que en la iglesia resplandece Cristo y que ella está constituida de la naturaleza divina.
Los candeleros resplandecen en la oscuridad. Si no hubiera oscuridad, no sería necesario que alumbrara la luz de la lámpara. El resplandor de la lámpara es muy particular. Para que la lámpara brille, debe arder el aceite que contiene. Si el aceite arde dentro de la lámpara, la luz brillará y penetrará las tinieblas. Esta es la función de la iglesia. La función de la iglesia no es simplemente predicar o enseñar doctrinas. En la noche oscura de esta era, la iglesia debe resplandecer y expresar la gloria de Dios. Este es el testimonio de la iglesia.
Todos los candeleros son idénticos entre sí. Muchos cristianos, basándose en un concepto erróneo, desean ser diferentes de los demás cristianos. Cuando llegué a este país hace catorce años, conocí a algunos amados cristianos que estaban preocupados porque todas las iglesias locales eran iguales. Dijeron que harían lo posible por ser diferentes de los demás. Esto no es correcto. Todas las personas tienen una cabeza, dos hombros, dos brazos, dos manos y cinco dedos en cada mano, y todas las cabezas humanas tienen siete orificios: dos oídos, dos ojos, dos fosas nasales y una boca. Es absurdo decir: “No quiero parecerme a los demás. Para ser diferente, quisiera tener sólo cinco orificios en mi cabeza”. ¡Qué absurdo sería esto! Aquellos que proclaman que cada iglesia local debe ser única basan sus conceptos en las diferencias de las Algunos han dicho: “Note que las siete iglesias son diferentes”. En mis primeros años, cuando aún era muy joven, fui afectado por este concepto y enseñaba lo mismo. Pero un día fui iluminado y vi que todas las diferencias de las iglesias locales de Apocalipsis dos y tres eran negativas, y no positivas. Efeso perdió su primer amor, lo cual es algo negativo; Pérgamo era una iglesia mundana, lo cual es negativo; Tiatira era demoníaca, que también es algo negativo; y Laodicea estaba en tibieza e indiferencia, lo cual es negativo. Sin embargo, todas las iglesias locales eran idénticas en lo positivo, pues vemos que todas ellas son candeleros de oro. Si pusieran los siete candeleros sobre una mesa delante de usted, no podría diferenciarlos, a menos que los numerara. Los siete candeleros son iguales.
No obstante, desde 1962 algunas personas en este país han declarado con vehemencia que ellas nunca se parecerán a la iglesia en Los Angeles. ¿Dónde están esas personas hoy? Se han desvanecido, y todos los conceptos extraños que sostenían fracasaron. No estoy diciendo que todos deben seguir la iglesia en Los Angeles. Pero si la iglesia en Los Angeles tiene siete “orificios”, sería absurdo insistir en que otros tengan cinco. Por el lado positivo, todas las iglesias locales deben ser idénticas. Sin embargo, por el lado negativo, son diferentes. Si la iglesia en Los Angeles adora ídolos, debemos rehusar seguirla. En asuntos de esta índole, debemos ser diferentes. Pero no es correcto decir que en el aspecto positivo las iglesias locales deben ser diferentes. No debemos tratar de hacernos peculiares ni diferentes, esto es orgullo. Un día el Señor me mostró que los cuatro lados de la Nueva Jerusalén son exactamente iguales. Cada lado del muro es construido del mismo material, de jaspe. Un lado no está construido de jaspe y otro de bronce. No, los cuatro lados son iguales. De la misma manera, universalmente, todas las iglesias deben ser iguales. No necesitan ser iguales en organización, pero sí deben ser idénticas en apariencia. Por ejemplo, las iglesias de Nueva Zelandia deben ser iguales a las iglesias de Japón. Todas las iglesias de la tierra deben ser universalmente iguales debido a que todos nosotros somos una sola iglesia. Localmente, somos las iglesias; universalmente, somos la iglesia. Este es el testimonio de Jesús.
En Apocalipsis 7:9-17 vemos el testimonio de Jesús expresado en la gran multitud. Según lo narrado en el capítulo siete, esta gran multitud es la colectividad de todos los redimidos, los cuales fueron rescatados “de toda nación y tribu y pueblo y lengua” (7:9). Todos ellos han pasado por tribulación. Esto indica que no ha existido una iglesia, en ningún lugar, que nunca haya pasado por tribulación. El mundo siempre persigue a las iglesias (Jn. 16:33). Dondequiera que esté la iglesia, siempre habrá cierto grado de persecución. Apocalipsis 7:14 indica que todos los redimidos pasarán por tribulación; allí dice: “Estos son los que han salido de la gran tribulación”. Esta gran multitud ha salido victoriosa de la tribulación, pues todos ellos tienen palmas en las manos, lo cual representa su victoria sobre la tribulación (7:9). Finalmente, en la eternidad, ellos serán protegidos por Dios con Su tabernáculo, según lo indica 7:15: “Y Aquel que está sentado sobre el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos”. Este es el destino de los redimidos de Dios. ¡Cuán maravilloso! Además, el Cordero los pastoreará en los manantiales de agua de vida por la eternidad (7:17).
Apocalipsis 7:9-17 no nos muestra un grupo particular de creyentes, sino la condición general del conjunto de los redimidos de Dios en la eternidad. En la eternidad ellos disfrutarán la protección de Dios y el pastoreo de Cristo. Este es nuestro destino. Este pasaje revela que mientras Cristo trae el juicio de Dios sobre la humanidad, cuida de los redimidos. Finalmente, todos los redimidos de Dios serán arrebatados al trono de Dios, y allí disfrutarán la protección de Dios y el pastoreo del Cordero.
En 12:1-17 podemos ver otro símbolo de la iglesia: la mujer con el hijo varón. La iglesia no es solamente el candelero y la gran multitud redimida; también es la mayor parte de la mujer con el hijo varón. La mente humana jamás concebiría la iglesia de esta manera. La mujer de este capítulo representa la totalidad del pueblo de Dios, y el hijo varón representa la parte fuerte del pueblo de Dios. De la manera que hay un hijo varón en la mujer, también en el pueblo de Dios hay una parte fuerte. Esta mujer, que está vestida del sol, la luna y doce estrellas (12:1) y que es perseguida por Satanás, el gran dragón rojo, representa al pueblo de Dios de todas las generaciones. En cada generación una porción del pueblo de Dios ha sido perseguida por Satanás. Sin embargo, durante los tres años y medio de la gran tribulación Dios protegerá a Su pueblo del ataque de la serpiente.
Como vimos, el hijo varón es la parte fuerte del pueblo de Dios. En el pueblo de Dios, incluso entre nosotros hoy en el recobro del Señor, hay una parte fuerte. Esta parte será arrebatada al trono de Dios antes de la gran tribulación. En otras palabras, la mujer será dejada en la tierra y pasará por la tribulación, pero la parte fuerte, el hijo varón, será arrebatada al trono de Dios antes de la tribulación. ¿Por qué será arrebatado el hijo varón antes de la tribulación? Porque Dios necesita al hijo varón para que pelee contra Satanás y lo arroje del cielo. Aunque Dios tiene muchos ángeles que pelearán, la victoria final sobre el enemigo no la ganarán los ángeles sino el hijo varón. Dios necesita al hijo varón. El avergonzará al enemigo y lo derrotará usando al mismo hombre que Satanás corrompió. Es como si Dios dijera: “Satanás, corrompiste al hombre que Yo creé. Pero de ese hombre corrupto, he obtenido un hijo varón para que te derrote. El no te derrotará principalmente en la tierra sino en el cielo”. El hijo varón, al ascender hasta el trono, peleará contra Satanás, y lo arrojará del cielo a la tierra. Esto es parte del testimonio de Jesús. Aunque Jesús derrotó a Satanás en la cruz, es menester que la iglesia ejecute esa victoria sobre el enemigo. Solamente la parte fuerte del Cuerpo, el hijo varón, ejecutará la victoria de Cristo sobre Satanás, pues muchos miembros del Cuerpo fracasaron en esto. El hijo varón será arrebatado a los cielos para cumplir este cometido.
El arrebatamiento no tiene el único fin de bendecirnos. No debemos decir: “¡Qué bueno para mí ser arrebatado a los cielos!” Tenemos que entender que Dios necesita arrebatarnos; debemos ser arrebatados a los cielos para pelear contra el enemigo. Si al oír esto uno dice: “No quiero ir y participar en una guerra”, esto quiere decir que está descalificado para ser arrebatado antes de la tribulación. Si usted no va al cielo al encuentro de Satanás para arrojarlo, él vendrá a la tierra al encuentro suyo, y usted será derrotado. Debemos ser el hijo varón. Deseo intensamente ser parte del hijo varón. No estoy satisfecho con ser parte de la mujer. Quiero ser incluido en esa parte fuerte. Esto también es un aspecto del testimonio de Jesús.
Ahora llegamos a las primicias y la cosecha (14:1-5, 14-16). La iglesia no es solamente el candelero que resplandece y el hijo varón que guerrea, sino también un campo donde crece y madura una cosecha. Cualquier cosecha que todavía está verde es demasiado tierna para ser cosechada. Pero una vez que madura en el campo, es recogida.
La parte de la cosecha que madura primero es llamada las primicias. Las primicias serán arrebatadas a Sión en los cielos antes de la tribulación. Según lo indica 14:4, las primicias son los que “siguen al Cordero por dondequiera que va”. Las primicias son arrebatadas a la casa de Dios en Sión como ofrenda fresca para el deleite de Dios. Esto trae satisfacción a Dios. De acuerdo con el tipo del Antiguo Testamento, las primicias de la cosecha madura no eran llevadas al granero, sino al templo de Dios (Ex. 23:19). Esto indica que los primeros vencedores serán llevados a la casa de Dios en el cielo para el deleite de El. No somos arrebatados principalmente para nuestro deleite, sino para el deleite de Dios. El objetivo del arrebatamiento es derrotar al enemigo y satisfacer a Dios. Nosotros no debemos ser solamente los candeleros de hoy, sino también el hijo varón que guerrea contra el enemigo de Dios, y además las primicias que satisfacen el deseo de Dios.
Después de las primicias, mencionadas en el capítulo catorce, tenemos la cosecha. El versículo 15 dice: “Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete Tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura”. La cosecha será recogida casi al final de la gran tribulación. Esta será arrebatada a los aires, donde Cristo estará en la nube. ¿Por qué será dejada la cosecha en la gran tribulación? Porque los campos verdes, que no han madurado, necesitan un sol fuerte para madurar. En un sentido, la gran tribulación será el sol intenso que madurará a todos los santos que no lo estén en ese entonces. Dicho en palabras sencillas: si hoy usted no renuncia al mundo ni vive para Cristo, El lo dejará en la tierra y permitirá que pase por la gran tribulación. En ese tiempo, usted sin duda renunciará al mundo y entenderá que la mejor manera de vivir es vivir para Cristo. Todos los hijos de Dios tienen que hacer esto; de no hacerlo, nunca madurarán. Si no creen lo que les digo esperen y verán. Es probable que usted piense que el mundo es demasiado agradable para renunciar a él. Si es así, tal vez el Señor diga: “Como amas tanto al mundo, te dejaré con él, para que compruebes si en verdad el mundo es agradable”. Entonces el Señor sacudirá el mundo, y a la postre, usted dirá: “Señor, me arrepiento”. Sin embargo, para ese entonces tal vez sea demasiado tarde. No espere hasta que llegue la gran tribulación para arrepentirse. ¡Arrepiéntase ahora! Tarde o temprano todos los cristianos genuinos deben arrepentirse. Tengo la plena seguridad de que al final cada uno de los salvos sabrá que el mundo no es placentero sino venenoso. Cuanto más ama usted al mundo, más es envenenado por él. El mundo es enemigo de Dios, y todos nosotros debemos despreciarlo. Tarde o temprano el Señor nos mostrará conocer cuánto aborrece El a este mundo. Vendrá el día cuando todos nosotros estaremos maduros. No diga: “No me preocupa si estoy maduro. En tanto que sea salvo, todo va a estar bien”. Es probable que usted pueda argüir conmigo con vehemencia, pero un día comprenderá que necesita madurar. Le aconsejo que no espere la siega de la cosecha. Por la gracia de Dios, avance y sea parte de las primicias.
En 15:2-4 vemos a los que vencieron a la bestia. Dios es soberano. Aun durante la gran tribulación, habrá algunos vencedores, a quienes podríamos llamar vencedores tardíos. Estos pasarán por la gran tribulación, en la cual el anticristo, la bestia, obligará a la gente a adorarlo como si él fuera Dios, y a adorar su imagen en el templo de Dios. Nosotros esperamos ver la reconstrucción del templo en Israel, pues esto será una señal de que la venida del Señor está muy cerca. La Biblia profetiza que el anticristo erigirá su imagen en el templo de Dios y obligará a la gente a adorarla (Mt. 24:15). En ese tiempo, muchos cristianos vencerán a la bestia y serán muertos. Le recomiendo que sea un vencedor temprano y que ame al Señor hoy. No espere ser muerto durante la gran tribulación para ser vencedor.
Según el capítulo quince, los vencedores tardíos serán arrebatados y estarán en pie sobre el “mar de vidrio mezclado con fuego” (15:2), y alabarán a Dios con el cántico de Moisés y el cántico del Cordero (15:3). Los que están sobre el mar de vidrio son los que “habían salido victoriosos sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre” (15:2). Estos son los que vencieron a la bestia, su imagen y la adoración del ídolo del anticristo. Apocalipsis 20:4 y 20:6 indican que algunos de los correyes de Cristo serán los vencedores tardíos. Repito que prefiero ser un vencedor temprano que uno tardío. Si usted es descuidado, será dejado y pasará por la gran tribulación. Debemos acercarnos al Señor y decirle: “Señor, quiero ser un vencedor temprano”. Veremos los detalles al respecto cuando lleguemos a Apocalipsis 15 en este estudio-vida.
En Apocalipsis 19:7-9 vemos la iglesia como la novia. Efesios 5 revela que la iglesia es la novia de Cristo, mas no revela la novia de un manera tan profunda. Pero en Apocalipsis 19 vemos cuán profunda es la revelación de la iglesia como la novia. En este pasaje vemos que la novia vestirá un atavío de justicia pura y resplandeciente, pues será llamada a la fiesta de bodas del Cordero (vs. 7-9). Este es un aspecto muy profundo. Con relación al enemigo de Dios, debemos ser el hijo varón; en cuanto a la satisfacción de Dios, debemos ser las primicias; y con relación a Cristo debemos ser la novia. Cuando estamos ansiosos por ser la novia, Cristo recibe satisfacción. No solamente El será satisfecho, sino que también nosotros nos alegraremos. Apocalipsis 19:7 dice: “Gocémonos y alegrémonos y demos gloria”. En principio, una novia es la persona más agradable y feliz. Hoy como iglesia, como complemento de Cristo, sufrimos y somos quebrantados. Pero llegará el día cuando no habrá más persecución ni sufrimiento. Nunca he visto una novia que sufra el día de su boda. Tenemos que ser la novia. Cuando seamos la novia, todas las dificultades terminarán.
La iglesia también es el ejército (19:14-19; 17:14). La parte de la iglesia que será el hijo varón y que peleará contra el enemigo en los cielos, también será el ejército que guerreará junto a Cristo contra Satanás en la tierra. Después de completarse todos los arrebatamientos y de que los creyentes hayan sido juzgados ante el tribunal de Cristo, todos los vencedores regresarán a la tierra como ejército de Cristo y con El para pelear en contra del anticristo y su ejército. Ambos tendrán un ejército. Aunque un ejército es celestial y el otro terrenal, ambos pelearán en la tierra. En otras palabras, el anticristo peleará contra Cristo y Su ejército, y Cristo y Su ejército responderán peleando contra el anticristo. El falso Cristo tendrá el atrevimiento de pelear contra el verdadero Cristo, y éste guerreará contra aquél. En 17:14 vemos que el ejército celestial estará compuesto de todos los vencedores, los que han sido llamados y escogidos. Al final de esta guerra, Cristo derrotará al anticristo.
Finalmente, el testimonio de Jesús será la Nueva Jerusalén, (21:1—22:5). Comenzando con el candelero, y siguiendo con la gran multitud, el hijo varón, las primicias, los vencedores tardíos, la novia y el ejército, al final todos los salvos serán la Nueva Jerusalén, la cual será una composición viva de todos los redimidos de Dios, la consumación final del edificio de Dios constituido de Su pueblo. Por toda la eternidad, la Nueva Jerusalén expresará a Dios en el Cordero con el fluir del Espíritu. En los capítulos veintiuno y veintidós, veremos un cuadro claro de esta consumación.