Mensaje 38
La carga y el deseo que tengo es que recibamos la visión que hay en el capítulo Ap. 12. No piensen que el cuadro presentado allí es algo insignificante que muestra algunos asuntos sin importancia; en absoluto. Es una gran visión que se relaciona con lo que ocurre en el universo. La mujer de esta visión representa al pueblo de Dios desde la caída del hombre, en Génesis 3. La mujer no sólo representa al pueblo de Dios, sino también a Dios mismo. Frente a la mujer está el dragón, que representa al enemigo de Dios. A lo largo de los siglos, ha habido guerra entre la mujer y la serpiente, el dragón.
Esta visión nos revela la verdadera condición del universo. Las personas mundanas sólo pueden ver cosas obvias y externas: el comercio, la política, la industria, la educación, la guerra. Si uno les pregunta qué sentido tiene todo esto, dirán que no saben. Sólo saben que necesitan adquirir cierta educación para luego trabajar y ganarse el sustento. No tienen la visión de lo que está aconteciendo en el universo actualmente. Pero nosotros vemos claramente lo que está ocurriendo. La mujer simboliza el pueblo de Dios y representa a Dios. En un sentido positivo, la mujer siempre representa al marido. Si su esposa no lo representa adecuadamente, usted quedará en vergüenza. Pero es admirable tener una esposa que lo represente a uno bien. Esto significa que nosotros, el pueblo de Dios, somos Su esposa y que lo debemos representar como es debido. Dios es el único esposo, y nosotros, la única esposa, lo representamos a El. Pero Dios tiene un enemigo. Originalmente, este enemigo era una pequeña serpiente. Con el tiempo, llegó a ser un gran dragón que está ahora frente a nosotros. Si uno no tiene esta visión, estará ciego y no sabrá lo que está ocurriendo en el universo. Alabado sea el Señor porque aquí no se trata de la educación, la industria, el comercio, la diplomacia, etc., sino de una guerra entre el pueblo de Dios y el enemigo de Dios. Esta guerra se ha venido librando por siglos y sigue peleándose hoy.
Todos nosotros debemos estar conscientes de la lucha que se libra entre la mujer y el dragón. En realidad, no es la mujer la que lucha, sino la parte fuerte que está dentro de ella. Algunos de los que están en el recobro del Señor pertenecen a esa parte fuerte. La parte fuerte tiene la responsabilidad de pelear la batalla. El medio que usamos para pelear es la oración. En los últimos cuatro mensajes hemos revelado y puesto en evidencia al dragón, y ahora está desnudo ante nuestro ojos. Aleluya, sabemos qué es el dragón y quién es, y sabemos cuál es su destino. Todos debemos predicarle a Satanás al respecto. Esto lo aterrará.
Los cristianos en su gran mayoría saben que el hombre cayó, que Dios amó tanto al mundo que envió a Su Hijo unigénito como Salvador, y que los pecadores necesitan oír el evangelio, arrepentirse y ser perdonados de sus pecados para ser salvos, a fin de que algún día puedan ir al cielo. Pero necesitamos una visión más elevada. El libro de Apocalipsis revela una escena, un panorama universal. El hecho no es sólo que el hombre cayó; el problema es que el enemigo está peleando contra Dios. Dios, dentro de Su economía, escogió un pueblo para que fuese una mujer gloriosa. Nosotros anteriormente éramos pecadores, pero ahora somos parte de la mujer gloriosa. Yo era un pobre pecador antes de ser salvo, pero después de ser regenerado, vine a ser parte de una mujer gloriosa. Miren cuán resplandeciente es ella. En ella no hay nada de tinieblas. En ella todo es luz: la luz del sol, de la luna y de las estrellas. En frente de esta mujer gloriosa hay un dragón asesino y sangriento. No tenemos otra alternativa que pelear contra él. Pero según la visión, no es la mujer en su totalidad quien pelea; la parte fuerte que está dentro de ella es la que lucha contra el dragón.
Habrá guerra en el cielo debido a que el hijo varón será arrebatado al cielo. Muchos cristianos tienen un concepto muy pobre en cuanto al arrebatamiento, pues creen que la finalidad del mismo es llevarlos a pasar un tiempo placentero en un lugar agradable. El arrebatamiento no se centra en nosotros; tiene gran importancia en la economía de Dios y dentro de Su estrategia. El enemigo todavía está en los cielos. Este enemigo ya fue juzgado y sentenciado, pero durante los últimos diecinueve siglos Dios no ha obtenido a aquellos que puedan llevar a cabo la sentencia que El pronunció sobre el enemigo. Satanás, el enemigo de Dios, fue juzgado por el Señor Jesús en la cruz (Jn. 12:31; 16:11). Después de esto, es necesario que los creyentes vencedores lleven a cabo el juicio y ejecuten la sentencia. La guerra que hacen los creyentes vencedores contra Satanás, en realidad es la ejecución del juicio que el Señor pronunció sobre él. Finalmente, en la lucha librada por los vencedores, el enemigo será arrojado de los cielos (v. 9). ¿Quién irá a los cielos para llevar a cabo el juicio de Dios sobre el enemigo que ha sido condenado, juzgado y sentenciado, y quién le ordenará que se vaya? Los ángeles no harán esto, puesto que no están calificados. Los ángeles carecen de la posición para hacerlo, ya que por ser ángeles, están al mismo nivel que Satanás, quien anteriormente era uno de ellos. Dios necesita un hombre para lograr esto. Este hombre tiene una Cabeza, el hombre Jesús. Jesús es la Cabeza del hijo varón y el Pionero de todos los vencedores. Dios necesita que este hombre ejecute la sentencia pronunciada sobre Satanás. Dios ha estado esperando que aparezca este hombre desde hace mucho tiempo. El no lo tiene todavía, pero un día lo obtendrá.
Tenemos que ser arrebatados a los cielos para que Dios pueda obtener lo que desea. No debemos preocuparnos mucho por nuestro bienestar. Preocuparnos por nuestra felicidad es un concepto babilónico. Esta también es una idea que el catolicismo extrajo de Babilonia y es muy similar a la filosofía budista. La religión se centra en la felicidad del hombre, en que el hombre viva bien y vaya a un lugar de placer después de la muerte. Este es un pensamiento diabólico. Es lamentable que semejante idea se haya propagado en todo el cristianismo. Los cristianos sólo están interesados en su felicidad y bienestar, y dicen: “Nos agrada tener gozo y una vida feliz. Queremos ir al cielo cuando muramos, pues allí todo será dicha”. En el cristianismo usted probablemente nunca oyó que Dios tiene un propósito eterno y que nosotros tenemos que cumplir dicho propósito. Necesitamos ser arrebatados al cielo, mas no para obtener felicidad, sino para cumplir el propósito de Dios. Tenemos que ir allá para ejecutar el juicio que Dios pronunció sobre Su enemigo. Dios está esperando esto.
El versículo 7 dice: “Después estalló una guerra en el cielo”. Inmediatamente después de que el hijo varón es arrebatado, comenzará una guerra entre Miguel, y sus ángeles, contra Satanás. Esto indica que el hijo varón, la parte fuerte del pueblo de Dios, siempre está en guerra con Satanás, el enemigo de Dios. Los vencedores han peleado con Satanás continuamente, hasta la muerte, y lo han derrotado sobre la tierra. Pero el cielo siempre ha estado esperando que lleguen allí para que se libre una guerra en la que Satanás sea expulsado del cielo.
El Señor nos ha mostrado la manera más eficaz de derrotar al enemigo. Lo que necesitamos para vencer al enemigo es valernos del pacto, la palabra de Dios, y predicarle a Satanás en cuanto a lo que el Señor logró en nuestro favor. Por ejemplo, anteriormente cuando nos enojábamos, primero confesábamos el pecado, y luego pedíamos perdón al Señor; orábamos pidiéndole al Señor Su ayuda, y por último decidíamos no volver a enojarnos. He tenido esta experiencia reiteradas veces. Pero no debemos seguir haciendo esto. Cuando nos exasperamos, debemos olvidarnos del asunto y predicarle a Satanás. Vaya a la raíz del problema, a Satanás, y predíquele usando estas palabras: “Satanás, Cristo te clavó en la cruz”. Cuanto más le predica uno a Satanás, más libertad experimenta.
Cuando el hijo varón nazca y sea arrebatado al cielo, dirá: “Satanás, te vencí en la tierra. ¿Te escondes aquí en el cielo? ¡Ahora he venido aquí a predicarte! ¿No recuerdas los mensajes que te predicaba en la tierra?” No estoy bromeando. Cuando lleguemos allí, eso será lo que acontecerá. Entonces el hijo varón dirá: “Satanás, ¡no tienes nada que hacer aquí! ¡Fuera!”. Tan pronto como el hijo varón pronuncie estas palabras, el arcángel Miguel conducirá a todos sus ángeles a pelear contra el dragón. Después de que el ejecutor da la palabra, toda la policía la lleva a cabo. Dios está esperando en los cielos que llegue este ejecutor. ¿Quién es el ejecutor? Nosotros, el hijo varón. Vayamos allí a predicarle a Satanás. Antes de que podamos hacer esto, debemos derrotarlo en la tierra. Después de vencer a Satanás en la tierra, ascenderemos al cielo peleando, y finalmente pelearemos al descender a la tierra. Ahora cuando nos enfrentamos a Satanás, tenemos que darle muchos mensajes. Más adelante, iremos a los cielos, nos encontraremos con el enemigo allí y le predicaremos de nuevo. Entonces, después de que sea arrojado a la tierra, nosotros descenderemos y le diremos: “Satanás, ¿todavía estás aquí? Déjame darte otro sermón. Es tiempo de ir al abismo”. Luego, después del milenio, le daremos el cuarto sermón a Satanás. En ese entonces, él instigará a la humanidad a rebelarse contra Dios. Pero nosotros le diremos: “Satanás, escúchanos. Este es nuestro último sermón. Ahora tienes que irte a tu destino, al lago de fuego”.
Si usted desea estar calificado para tener parte en esto, tiene que pelear desde ahora. No sea indiferente. Espero que después de leer este mensaje le dé una palabra penetrante al enemigo, diciendo: “Satanás, me has engañado por años. Pero al leer estos mensajes, mis ojos han sido abiertos y veo que tengo que dejar de ser indiferente. Satanás, no sólo eres el enemigo de Dios, también eres mi enemigo. Desde ahora, me entregaré por completo al Señor, y nunca te haré caso”. Cuanto más largo sea el mensaje, mejor. Además, es mejor que prediquemos individualmente. Si usted le predica así a Satanás, usted cambiará, y probablemente será incluido en la parte fuerte de la mujer. Empiece desde ya para que esté calificado, y sea equipado y perfeccionado a fin de estar entre los que son arrebatados a los cielos para ejecutar el juicio sobre Satanás. Tenemos que decirle al enemigo: “Satanás, te predicaré en la tierra desde hoy. Te predicaré más adelante en el cielo. Después te veré en la tierra y te predicaré otra vez. Por último, te daré un último mensaje, y luego serás arrojado al lago de fuego”.
Les digo nuevamente que el arrebatamiento no tiene como fin darnos felicidad; su meta es el cumplimento del propósito de Dios. Nuestro Dios está esperando que los vencedores, el hijo varón, llegue al cielo y ejecute la sentencia pronunciada sobre el enemigo. ¡Qué privilegio es participar en esto! Los ángeles no están en la posición de tener parte en este privilegio, pero nosotros sí. Ahora tenemos una base para decir: “¡Alabado sea al Señor porque estoy en la posición de ser un vencedor!”.
Ya vimos que tan pronto como el hijo varón es arrebatado al cielo, comienza la guerra. Cuando yo era joven, procuraba entender por qué esta guerra comenzará inmediatamente después de ser arrebatado el hijo varón al cielo. También quería saber por qué el hijo varón no peleará directamente, sino que la lucha la darán Miguel y sus ángeles. La razón es que el hijo varón es el ejecutor, y como tal, no necesita pelear. El simplemente da la orden. Después de que nosotros, que somos el ejecutor, demos la orden, los ángeles que nos sirven pelearán por nosotros. Los ángeles son nuestros siervos. Cuando digamos: “Vete Satanás”, Miguel entrará en acción y peleará contra él. Cuando el ejecutor da la orden, el organismo policial la lleva a cabo. ¿Está usted dispuesto a conformar la parte fuerte de la mujer? Si lo está, tiene que aprender a predicarle a Satanás. Satanás lo molesta a usted constantemente, pero después de que usted decida predicarle, él huirá de usted, porque sabe lo que usted ha determinado hacer. De modo que usted debe decirle: “Satanás, no te vayas todavía. No te permito retirarte hasta que yo te lo ordene. Quédate aquí hasta que yo termine de hablar”.
Los ángeles están preparados para hacer guerra contra el dragón. Miguel parece estar diciendo: “Hijo varón, sube acá y danos la orden. Nosotros la llevaremos a cabo”. Pero si deseamos estar calificados para ir a los cielos y ejecutar la sentencia pronunciada sobre Satanás, tenemos que empezar a ejecutarla aquí en la tierra. Díganle: “Satanás, no te dejaré en paz. Te ataré y te derrotaré”.
A esto se refiere Pablo en Efesios 6:12 cuando dice que no tenemos lucha contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Estas potestades son los ángeles de Satanás. Satanás es un usurpador, un rey que se nombró a sí mismo. Bajo su domino hay muchos ángeles que son los príncipes, los principados, y las potestades de los aires. Según la Biblia, los principados y las potestades que están bajo el dominio de Satanás rigen los países del mundo. Por ejemplo, en Daniel 10:20 se habla del “príncipe de Persia”, y del “príncipe de Grecia”. Todos los países paganos están bajo el gobierno de estos principados satánicos que están en los aires. En el capítulo 10 de Daniel, éste oró durante tres semanas. Aunque él tenía la carga de orar, no recibió respuesta. Finalmente, un visitante del cielo le dijo a Daniel: “Desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido. Mas el príncipe del reino de Persia se me opuso durante veintiún días” (Dn. 10:12-13). Este ser celestial había sido enviado a Daniel, pero el príncipe de Satanás lo estorbó. Pero el versículo 13 añade: “Miguel, uno de los principales príncipes, vino para ayudarme”. La antigua Persia y la antigua Grecia estaban bajo el dominio de los principados de los aires. Pero la nación de Israel no estaba bajo el gobierno de un príncipe satánico, sino bajo Miguel, el defensor de Israel. Mientras Daniel oraba esas tres semanas, se libraba una batalla en las regiones celestes. Si deseamos ser vencedores, la parte fuerte de la mujer, tenemos que orar. Los rumores, las críticas y la oposición no vienen de fuentes humanas sino de Satanás, quien está detrás de todo ello. Si usted ora de este modo, estará calificado para ser un vencedor. No malgaste el tiempo peleando con su mal genio o con el pecado que lo asedia. Estas cosas son pequeños “bichos”. Más bien dígale a Satanás: “Satanás, he estado distraído por años prestando atención a mi mal genio y al pecado que me asedia. Pero ahora te paso esto a ti. No tengo tiempo de orar en cuanto a mi falta de paciencia, pero sí tengo tiempo para darte otro sermón”. Todos hemos estado engañados cuando hemos dicho: “Ah, mi mal genio y este pecado que me persigue. Si no los venzo, no podré ser santo ni podré ver el rostro del Señor ni podré tener la vida de iglesia apropiada”. Sálgase de ese pecado y dele un sermón a Satanás. Puedo testificar por experiencia que si uno trata de vencer el mal genio, éste se acrecentará. No ore tratando de vencer su falta de paciencia; ore para vencer al “príncipe de Persia” y al “príncipe de Grecia”. Ore para que se le abra paso a Miguel. Pida que el recobro del Señor no se quede en la parte débil, la mujer, y que llegue a ser el hijo varón. Si oramos así, nacerá el hijo varón, y el arcángel Miguel entrará en guerra en los cielos contra el dragón y lo arrojará a la tierra.
Cuando el hijo varón resucite y sea arrebatado a los cielos, no tolerará la presencia de Satanás allí. Aun hoy, nosotros no debemos tolerar la presencia de Satanás en la iglesia, sino que debemos pelear contra él. Si peleamos contra Satanás hoy, estaremos calificados para pelear contra él en los cielos. Después de ser arrebatados al trono de Dios, veremos allí a Satanás, y él estará espantado de nosotros. Cuando le veamos no toleraremos su presencia allí, y le diremos: “Satanás, ¿todavía estás en el santuario de nuestro Dios? No te corresponde estar aquí. Te tienes que ir”. Inmediatamente, Miguel entrará en acción por nuestra palabra y hará guerra contra él.
¿Por qué Miguel y los ángeles no pelean ahora contra el dragón? La razón es que ellos no son los ejecutores legales, ni están calificados como tales. Ellos son simplemente la fuerza policiaca. Nosotros, el hijo varón, seremos los ejecutores legales. Ya vimos que después de dar la orden de ejecución, el capitán y sus oficiales pelearán contra el enemigo.
La Biblia revela los nombres de dos ángeles, Miguel y Gabriel. Gabriel es un mensajero que trae noticias al pueblo de Dios (Dn. 8:16; 9:21-22; Lc. 1:19, 26), mientras que Miguel es un guerrero que contiende por el pueblo de Dios (Dn. 10:13, 21; 11:1; 12:1; Jud. 1:9; Ap. 12:7). Judas 9 revela que el arcángel Miguel peleó con el diablo por el cuerpo de Moisés. Dios tenía un propósito con el cuerpo de Moisés. Moisés tenía que estar presente en el monte de la transfiguración y, según el capítulo 11, tiene que regresar para ser uno de los dos testigos. Esta fue la razón por la cual Dios preservó su cuerpo. No obstante, Satanás procuró destruirlo. Pero Miguel peleó en contra de Satanás por él.
En Daniel 10:13, 21 y en 11:1 se revela que Miguel peleó contra los príncipes de Satanás por el pueblo de Israel. Miguel siempre ha peleado por los intereses de Dios.
Miguel ha sido un guerrero a lo largo de los siglos. Cuando el hijo varón sea arrebatado al cielo y le dé la orden a Miguel, éste peleará de nuevo contra el dragón y lo arrojará de los cielos a la tierra. Yo quisiera estar allí para ver esto, para dar la orden, y ver cómo Miguel la lleva a efecto. Espero que muchos de nosotros estemos allí.
Los versículos 7 y 8 dicen: “Pelearon el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron”. “Sus ángeles” debe de referirse a los ángeles caídos que siguen a Satanás en su rebelión contra Dios (Mt. 25:41). Satanás nunca tendrá victoria sobre Miguel y sus ángeles. Siempre será derrotado.
El versículo 8 también habla del dragón y sus ángeles, y dice que “ni se halló ya lugar para ellos en el cielo”. Después de ser derrotados el dragón y sus ángeles, ya no habrá lugar para ellos en el cielo.
En el versículo 9 leemos: “Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña a toda la tierra habitada; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”. Vemos aquí que el dragón y sus ángeles son lanzados a la tierra. Esto ocurrirá cuando suene la quinta trompeta. Apocalipsis 9:1 dice: “El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo”. La “estrella” de este versículo es Satanás. Después de caer del cielo a la tierra, usará la llave del abismo para causar el tormento mencionado en la quinta trompeta. En ese entonces, el pozo del abismo se abrirá y de él saldrán langostas poseídas de demonios. Dijimos ya que estas langostas atormentarán a los hombres durante cinco meses. Recuerden que la quinta trompeta marcará el comienzo de los últimos tres años y medio. Después de que Satanás, la estrella del cielo, es arrojado a la tierra, le queda muy poco tiempo, sólo tres años y medio.
Después de que el dragón y sus ángeles son arrojados del cielo, habrá una declaración a gran voz en los cielos. El versículo 10 dice: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo; porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche”. La pelea de los creyentes vencedores contra Satanás tiene como fin traer el reino de Dios. El Señor nos enseña que debemos orar pidiendo que venga el reino (Mt. 6:10). Junto con nuestra oración por el reino venidero, tenemos que pelear por él.
El arrebatamiento del hijo varón a los cielos, la expulsión de Satanás a la tierra, y la declaración hecha en los cielos significa que el hijo varón traerá el reino a la tierra. Cuando el hijo varón es arrebatado al cielo y Satanás es arrojado a la tierra, vendrá el reino de Dios. Entonces no sólo vendrá el reino, sino también la salvación de nuestro Dios. Aunque tenemos la salvación hoy, no la disfrutamos en plenitud. Pero cuando venga el reino de Dios, disfrutaremos plenamente Su salvación. Lo mismo sucede con el poder de Dios y la autoridad de Cristo. Hemos participado del poder de Dios y de la autoridad de Cristo, pero el pleno disfrute lo tendremos en la edad del reino.
Vimos que el reino de Dios tiene dos aspectos: la realidad del reino (Mt. 5:3) y la manifestación del reino. Actualmente en la vida adecuada de iglesia tenemos la realidad del reino. Sin embargo, en la vida de iglesia no tenemos la manifestación del mismo. La manifestación del reino, la cual será introducida por los creyentes vencedores, vendrá después de que el hijo varón sea arrebatado al cielo. La expresión ahora ha venido ... el reino de nuestro Dios denota la manifestación del reino de Dios. Si somos vencedores, vivimos en la realidad del reino hoy. Puesto que ahora estamos en la realidad del reino, ciertamente estaremos en la manifestación del reino en el futuro. Para estar en la manifestación del reino se requiere que estemos en la realidad del mismo.
En estos mensajes hemos considerado la visión acerca de lo que ocurre en el universo. Somos sobrios y sabemos lo que está aconteciendo. No estamos observando los eventos desde la tierra, sino desde las regiones celestiales. Vemos una mujer resplandeciente, la cual representa a Dios, y un dragón, que representa al enemigo de Dios. También vemos que ambos seres están en guerra. Alabado sea el Señor porque no sólo somos parte de la mujer sino que estamos llegando a ser parte del hijo varón, el aspecto fuerte de la mujer, el cual peleará contra el dragón. Estamos peleando con el dragón hoy, y un día estaremos en los cielos dándole la orden de que salga de ahí. La mente humana jamás habría podido concebir un cuadro semejante. Una vez más nos vemos obligados a creer que ésta es la revelación divina. ¿Quién podría haber redactado semejante crónica? Nadie, ni siquiera Platón o Confucio, tendría la sabiduría para hacerlo. Este relato es sencillo, maravilloso, profundo y lo abarca todo. Nos presenta una vista panorámica de lo que está ocurriendo en el universo. De aquí en adelante, ninguno de nosotros puede decir que no sabe lo que está pasando. Todos debemos decir: “Tengo la visión de lo que está ocurriendo; ya sé qué está pasando”. ¡Aleluya por la visión! Me alegro de que entre los muchos elementos cruciales de la segunda sección de Apocalipsis, el primero es la visión de la mujer universal resplandeciente y el hijo varón que está en guerra con el dragón. Esta debe ser la visión que nos guíe. En tanto que la tengamos presente, sabremos en dónde estamos, qué debemos hacer y dónde estaremos. Estamos en la iglesia, tenemos que ser el hijo varón, y nuestro destino es ser arrebatados a los cielos para poder darle la orden a Miguel de expulsar a Satanás y sus ángeles del cielo. Si tenemos esta visión, nos embargarán el gozo y el asombro.