Mensaje 49
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En Ap. 15:2 dice: “Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían salido victoriosos sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios”. Podemos llamar a los aquí mencionados los vencedores tardíos, los creyentes que pasan por la mayor parte de la gran tribulación y vencen al anticristo y no lo adoran. A ellos se refiere Ap. 14:12-13, aquellos que mueren como mártires bajo la persecución del anticristo, y luego resucitan para reinar con Cristo en el milenio (Ap. 20:4).
Los vencedores tardíos vencerán a la bestia, su imagen y el número de su nombre. Aunque ellos son inmolados por el anticristo, a los ojos de Dios son victoriosos. Hablamos de ellos como los vencedores tardíos porque obtienen la victoria después de los demás vencedores.
El versículo 2 dice que los vencedores tardíos están en pie sobre un mar como de vidrio. Esto significa, en primer lugar, que resucitaron de entre los muertos.
En segundo lugar, el hecho de que los vencedores tardíos estén en pie sobre el mar de vidrio indica que fueron arrebatados a los cielos. En 4:6 no hay nadie sobre el mar de vidrio, pero los vencedores tardíos estarán allí de pie después de ser arrebatados a los cielos.
En el versículo 2 el apóstol Juan vio “como un mar de vidrio mezclado con fuego”. El hecho de que los vencedores estén de pie sobre el mar de vidrio también indica que están sobre todos los juicios que trae Dios, y que tales juicios no tienen ninguna relación con ellos.
El mar como de vidrio no es de agua sino de fuego. Según la Biblia, Dios ejerce Su juicio sobre la tierra, los ángeles y la humanidad, los cuales se rebelaron, y los castiga por medio de agua y luego por fuego. Después de que Dios juzgó a los ángeles rebeldes y la tierra por medio del agua, el agua de juicio se convirtió en el mar. El lago de fuego será la consumación de los diversos fuegos que Dios ha usado para juzgar las cosas rebeldes. Por lo tanto, los dos medios que Dios usa para traer juicio, los cuales son el agua y el fuego, se mezclarán, primero como el mar que parece de vidrio y por último como el lago de fuego. El mar que parece de vidrio, el antecesor del lago de fuego, se desarrollará hasta convertirse en el lago de fuego.
Desde el diluvio Dios, según Su promesa de no juzgar la tierra ni los seres vivos con agua (Gn. 9:15), siempre ha ejecutado Su juicio sobre el hombre usando fuego (Gn. 19:24; Lv. 10:2; Nm. 11:1; 16:35; Dn. 7:11; Ap. 14:11; 18:8; 19:20; 20:9-10; 21:8). El tribunal de Dios es semejante a una llama ardiente de la cual sale un río de fuego (Dn. 7:9-10). La llama del juicio de Dios barre con todo lo negativo que hay en el universo entero y lo arroja en el mar de vidrio, que vendrá a ser luego el lago de fuego (20:14), el conjunto de todos los juicios que Dios ejecuta por fuego.
Los vencedores tardíos tienen en su mano las arpas de Dios. Ellos no tendrán ningún instrumento musical de la tierra. Dios hará estas arpas para que ellos le alaben.
El versículo 3 dice que los vencedores tardíos “cantan el cántico de Moisés, esclavo de Dios, y el cántico del Cordero”. El cántico de Moisés que consta en Exodo 15:1-19 alaba a Dios por la victoria que les dio sobre los ejércitos de Faraón por medio de su liberación triunfal mediante las aguas de juicio del mar Rojo. Moisés y los hijos de Israel entonaron ese cántico junto al mar Rojo. Ahora los vencedores tardíos lo cantan otra vez sobre el mar de vidrio, lo cual indica que ellos tienen victoria sobre el anticristo, a quien Dios juzga con el fuego del mar de vidrio (19:20). El cántico de Moisés denota el juicio triunfal que Dios trae sobre el enemigo de Su pueblo, mientras que el cántico del Cordero denota la obra redentora de Cristo que el pueblo de Dios experimenta en presencia de su enemigo. Por lo tanto, en el cántico de Moisés se alaba a Dios por Su juicio, mientras que en el cántico del Cordero se le alaba por Su redención. Los vencedores tardíos han sido puestos en la posición de estar en pie sobre el mar de vidrio, por causa del juicio de Dios sobre el enemigo y por causa de la redención que Cristo confiere a Su pueblo. En las alabanzas que los vencedores tardíos ofrecen a Dios, declaran a todo el universo que ellos están por encima del juicio que Dios trae sobre Sus enemigos y que participaron de la obra redentora de Cristo. La experiencia de estas dos cosas se convertirá en dos clases de cánticos.
Los vencedores tardíos, al entonar el cántico de Moisés y el cántico del Cordero, dirán: “Grandes y maravillosas son Tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son Tus caminos, Rey de las naciones. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará Tu nombre? pues sólo Tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y adorarán delante de Ti, porque Tus justos juicios se han manifestado” (vs. 3-4). Aquí vemos que los vencedores tardíos alabarán la obra de Dios y Sus caminos.
Muchos no pueden diferenciar entre las obras de Dios y Sus caminos. Las obras de Dios son Sus hechos, los cuales son grandes en manifestación y maravillosos en carácter. Las obras de Dios mencionadas en este versículo se refieren principalmente a Su juicio sobre el anticristo. Todos los juicios serán grandes en manifestación y de carácter maravilloso.
Las obras de Dios son Sus hechos, mientras que Sus caminos son los principios en que se basa. Moisés conocía los caminos de Dios, pero los hijos de Israel sólo conocían Sus obras (Sal. 103:7). Los caminos de Dios son justos en Sus principios y veraces en Sus promesas. Si usted conoce los caminos de Dios, no necesita esperar para ver Sus obras. Aunque Sus obras no hayan venido, usted sabe que vendrán porque conoce los principios por los cuales Dios opera. Ya destacamos el hecho de que los caminos de Dios son justos y concuerdan con Sus principios. Dado que estos mártires pasan por padecimientos y persecución, ellos verán que Dios es justo y que según Sus principios gubernamentales de justicia, intervendrá un día para juzgar al anticristo y vengar la sangre de ellos. Aunque este juicio no ha llegado todavía, los mártires conocen los principios de Dios y le alaban por Sus caminos, por los principios que El aplica. Estos principios también son veraces en las promesas de Dios. Dios promete a Su pueblo que juzgará a los malvados, reivindicará Su camino y vengará la sangre de Su pueblo. Los vencedores tienen la certeza de que Dios hará lo que prometió, debido a que conocen los caminos de Dios.
En el versículo 4 los vencedores alaban a Dios diciendo: “Pues sólo Tú eres santo”. La palabra griega traducida “santo” en este versículo, se refiere a la totalidad de las cualidades que corresponden al carácter divino y lo constituye. De ahí que, “santo” se refiere a la naturaleza de Dios, mientras que “justo” se refiere a Sus principios.
Los vencedores tardíos de Apocalipsis 15 estarán incluidos entre los que vivan y reinen con Cristo mil años (20:4). Apocalipsis 20:6 también indica que los vencedores tardíos “tienen parte en la primera resurrección”, y son “sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con El mil años”. Los vencedores tardíos serán bienaventurados y santos, y la segunda muerte no tendrá poder sobre ellos (20:6). Ellos serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Cristo sobre las naciones en el reino milenario.
En Apocalipsis 14 y 15 vemos la sabiduría de Dios al relacionarse con varios pueblos y al cuidar a Su pueblo en diferentes maneras. Los vencedores que mueran serán el hijo varón; los vencedores que vivan serán las primicias, y los que mueran como mártires durante la gran tribulación serán los vencedores tardíos. La mayoría de los creyentes que pasan por la gran tribulación será incluida en la cosecha. Después de que la cosecha sea arrebatada, el Señor recogerá la rebusca, los que maduran después de la cosecha y quienes necesitan que la luz del sol los queme más y los haga madurar. Por último, vimos que el Señor recogerá las uvas, los malvados, y los reunirá en el lagar al final de la gran tribulación y hollará el lagar del furor de la ira de Dios.
Llegamos ahora a las siete copas (16:1-21).
En 8:13 un águila volando en medio del cielo dice: “¡Ay, ay, ay, de los que moran en la tierra, a causa de los restantes toques de trompeta, los cuales están para sonar los tres ángeles!”. Los tres ayes de las últimas tres trompetas (9:12; 11:14) serán los ayes de la gran tribulación (Mt. 24:21). El primer ay es la quinta trompeta que se toca en el capítulo 9, y el segundo ay es la sexta trompeta, también descrita en el capítulo 9. El tercer ay (11:14), parte del contenido negativo de la séptima trompeta, es las siete copas. Estas son las últimas siete plagas (15:1). El sexto sello y las primeras cuatro trompetas del séptimo sello pueden considerarse preliminares a la gran tribulación, pero la gran tribulación misma se compone de la quinta trompeta, la sexta trompeta y parte del contenido negativo de la séptima trompeta.
Se nos revela la escena de lo que sucede en el cielo antes de abrirse los siete sellos, de nuevo antes de tocarse las siete trompetas, y una vez más antes de derramarse las siete copas. Antes de la apertura de los sietes sellos, vemos la escena descrita en los capítulos 4 y 5. En dicha escena hay un trono en el cielo, uno sentado en él, un arco iris alrededor del trono, veinticuatro ancianos sentados en veinticuatro tronos, cuatro seres vivientes y el León-Cordero que es digno (4:2-8; 5:5-6). Esta escena indica que Dios, quien está sentado en el trono, administra Su economía por medio del León-Cordero, quien está calificado para revelar la economía de Dios que estaba escondida. El trono de la administración de Dios en esta escena es principalmente un trono de juicio.
En 8:3-5 vemos la escena de lo que sucede en el cielo antes de tocarse las siete trompetas. En esta escena todo el cielo guarda silencio como por media hora (8:1). Aquí Cristo, quien es el otro Angel, ministra como Sumo Sacerdote delante de Dios al traerle las oraciones de los santos y al añadirles a éstas incienso, a fin de que sean aceptables a Dios. Por medio de Su incienso, las oraciones de los santos se convierten en suave aroma para Dios y traen Su juicio sobre la tierra. Esta escena revela que Dios está a punto de responder a las oraciones de los santos, ofrecidas por Cristo y con Cristo, trayendo los juicios de las siete trompetas.
En 15:5-8 tenemos la escena de lo que sucede en el cielo antes de que se viertan las siete copas. Para entonces ya han pasado muchas cosas: el sexto sello ha sido abierto; las primeras seis trompetas han sonado, y también parte de la séptima trompeta. Ahora es el momento para que concluya la ira de Dios (15:1). La ira de Dios que se menciona en 15:1, 7 y en 16:1 indica que Dios está airado contra Su enemigo, especialmente contra el anticristo y su reino. Aunque Dios ha llevado a cabo una gran parte de Su juicio y ha logrado casi todo lo que debía hacer, Su furia no se ha desfogado. El furor de la ira de Dios todavía no se ha derramado. Sin embargo, antes de que esto suceda, se nos revela otra escena en el cielo. Ahora consideremos los aspectos de esta escena.
En Apocalipsis 15:5 leemos: “Después de estas cosas miré, y fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio”. En cierto modo es difícil comprender la expresión el templo del tabernáculo del testimonio porque históricamente el tabernáculo precedió al templo y fue remplazado por éste. En realidad, el tabernáculo y el templo son uno solo. La palabra griega traducida “templo”, naos, no significa el templo en general, sino el templo interior, el Lugar Santísimo. Así que, el templo del tabernáculo significa el Lugar Santísimo del tabernáculo. El tabernáculo del Antiguo Testamento constaba del lugar santo y de la parte de más adentro, el Lugar Santísimo. El templo mencionado en este versículo es la parte interior del templo, el Lugar Santísimo, donde está el arca. El testimonio es la ley de Dios, la cual daba testimonio de Dios y estaba dentro del arca (Ex. 25:16). Puesto que el arca fue puesta en el tabernáculo, éste era llamado el tabernáculo del testimonio. Aquí vemos que el templo del tabernáculo del testimonio fue abierto en el cielo. Ya no estaba escondido, sino revelado a todo el universo.
El versículo 5 es la continuación de 11:19 y debe entenderse en conjunción con dicho pasaje. Apocalipsis 11:19 dice: “Y fue abierto el templo de Dios que está en el cielo, y el arca de Su pacto se veía en Su templo”. El trono rodeado del arco iris, que se describe en 4:2-3, es el centro de todo el juicio que cae sobre la tierra en los capítulos del 6 al 11; mientras que el templo, donde está el arca, es el centro de todos los logros de Dios en el universo, mencionados en los capítulos del 12 al 22. Por consiguiente, en la primera sección del libro de Apocalipsis, del capítulo 1 al 11, el centro de la revelación es el trono rodeado del arco iris. En la segunda sección, los capítulos del 12 al 22, el centro de la revelación no es el trono con el arco iris, sino el templo que contiene el arca.
El trono que está rodeado del arco iris se relaciona principalmente con el juicio que Dios ejecuta sobre la tierra, pero el templo, que contiene el arca, se relaciona principalmente con el edificio de Dios, el cual lo expresa. En otras palabras, el templo y el arca manifiestan el testimonio de Dios.
El testimonio de Dios es la expresión que El obtiene mediante Su edificio. Al final del capítulo 11 ocurre un gran terremoto, probablemente el peor terremoto de la historia. Pero al final de la segunda sección está la Nueva Jerusalén, que es el edificio de Dios, Su expresión y Su testimonio. Toda la Nueva Jerusalén es el Lugar Santísimo. Esta ciudad será un cubo de doce mil estadios (unos dos mil kilómetros; más o menos la distancia entre Los Angeles y Dallas) de longitud, anchura y altura (21:16). Este es el templo agrandado, el resultado de los últimos once capítulos del libro de Apocalipsis. Los primeros once capítulos llegan a su culminación con el gran terremoto, y los últimos once, con la Nueva Jerusalén. ¡Qué contraste!
El terremoto que sucede al final del capítulo 11 viene del trono que está rodeado del arco iris. Aunque Dios causará este tremendo terremoto, no destruirá a toda la humanidad. El arco iris que rodea el trono le recuerda Su pacto. El arco iris es Cristo. En 10:1 se nos dice que otro ángel fuerte, o sea Cristo, descenderá del cielo, vestido de una nube y con el arco iris sobre la cabeza. Cristo es el arco iris universal. Mientras Dios en Su ira derrama Su juicio sobre la humanidad rebelde, Cristo está en la nube como arco iris que le recuerda a Dios Su pacto con Noé. Parece que el Señor, como arco iris, dijera: “Dios, estoy de acuerdo contigo en Tu justa ira, pero te recuerdo que Tú eres fiel. No puedes olvidar el pacto que hiciste con Noé. Yo soy el arco iris que está en la nube”. Finalmente, el juicio de Dios llevado a cabo con el recordatorio del arco iris, perdonará la vida a las “ovejas” que se mencionan en Mateo 25, las cuales serán las naciones del reino milenario. De no ser por ese arco iris, nadie sobreviviría para ser las naciones del reino venidero.
El templo, que contiene el arca, es la expresión de Dios con el Cristo de Dios. El templo es la morada de Dios, Su expresión, y el arca es Cristo como testimonio de Dios. Puesto que los últimos once capítulos de Apocalipsis presentan la expresión de Dios y Su Cristo, el centro de dicha sección es el templo de Dios y el arca de Dios. Por último, la Nueva Jerusalén será el templo agrandado, y en ella estará el arca, Cristo, quien es el Cordero. Por lo tanto, como resultado de lo que Dios hace en los capítulos del 12 al 22, vemos el templo eterno y el arca eterna.
A fin de comprender el libro de Apocalipsis, necesitamos una visión así de amplia. Sólo al tener esta visión podemos saber dónde estamos. La mujer y el hijo varón son necesarios para obtener el templo y el arca de Dios. La mujer resplandeciente es revelada para la obtención de la Nueva Jerusalén. Finalmente, la ciudad será la mujer, y como ciudad y mujer será la esposa del Cordero (21:9-10).
Dios también usará el dragón, por el lado negativo, para cumplir Su propósito. Cuando Satanás ya no le sea útil, le dirá: “Satanás, vete al lago de fuego”. Dios es grande y soberano. Este libro revela que Satanás está completamente en las manos de Dios. No crea que es injusto que Dios utilice a Satanás. Dios es más que justo, mucho más de lo que usted pueda ser. ¿Quién tendría la arrogancia de poner en tela de juicio Sus acciones? En Romanos 9:20 y 21 Pablo dice: “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el objeto moldeado al que lo moldeó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?”. Si usted tuviese la osadía de altercar con Dios, El podría responder: “Yo soy el Hacedor, y tú eres el barro. ¿No sabes que tengo potestad para hacer de ti lo que me plazca? ¿Quién eres tú para altercar conmigo?”. Dios es soberano. Después de leer varias veces el libro de Apocalipsis, sólo puedo decir: “Oh Dios, te adoro por Tu soberanía. Te adoro porque me has escogido para ser uno de Tus hijos y uno de Tus siervos”. ¡Cuánta adoración le debemos al Señor!
El versículo 6 dice: “Y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro”. Los siete ángeles están vestidos como sacerdotes (Ez. 44:17), no como soldados. En mi opinión, los ángeles que derraman las siete copas deberían de estar vestidos de uniforme militar. El hecho de que tengan vestiduras sacerdotales tiene mucho significado, pues indica que el derramamiento de las siete copas que llevan a cabo los siete ángeles es la respuesta a las alabanzas de los vencedores tardíos, que están de pie sobre el mar de vidrio mezclado con fuego. Estos vencedores adorarán a Dios con sus alabanzas. En ese entonces, la oración habrá acabado y comenzará la alabanza. Al abrirse el quinto sello vimos un clamor, que era la oración de los santos que fueron mártires (6:9-11). Pero en el capítulo 15 no hay ni clamor ni oración, sino alabanzas. Los vencedores tardíos no oran diciendo: “Oh Señor, el anticristo nos ha perseguido y nos ha hecho mártires. Ahora debes intervenir y vengar nuestra sangre y destruir su reino”. En vez de orar con ese tono, ellos alaban a Dios. Inmediatamente después de las alabanzas de ellos, se nos revela la escena del cielo antes de que se viertan las siete copas. Del templo, del tabernáculo del testimonio que está en el cielo, vienen los siete ángeles trayendo las siete plagas. Estos ángeles no están vestidos como soldados sino como sacerdotes y vienen a cumplir su ministerio. Ya no es asunto de juzgar, pues este juicio está mezclado con el cumplimiento de la economía de Dios por medio de la cual El obtiene Su expresión.
En este punto debemos prestar mucha atención a 16:17. Este versículo dice: “El séptimo ángel derramó su copa sobre el aire; y salió una gran voz del templo desde el trono, diciendo: Hecho está”. Nótese que en este versículo se mezclan dos cosas: el templo y el trono. Es difícil comprender la estructura gramatical de este versículo. ¿Qué significa esto de que “salió una gran voz del templo desde el trono”? Ya vimos que las acciones que realiza Dios en la primera sección de este libro proceden del trono y que las que realiza en la segunda sección proceden del templo. El libro de Apocalipsis muestra en primer lugar que el centro del juicio de Dios es el trono, y luego nos muestra que el centro del testimonio de Dios es el templo. En este versículo el trono y el templo están combinados. Ahora el juicio de Dios está mezclado con Su expresión, con Su testimonio. Dicho de otro modo, el testimonio de Dios proviene de Su juicio, y el juicio de Dios expresa Su testimonio. El templo procede del trono, y el trono manifiesta el templo.
Este principio se aplica a nosotros hoy. Si queremos estar entregados al templo de Dios, a Su expresión, tenemos que ser juzgados. El principio central de los primeros once capítulos de Apocalipsis debe aplicarse a nuestra vida diaria, a nuestra vida pública, y a nuestra vida de iglesia. ¡Cuánto en nosotros necesita ser juzgado! Hay muchos “escorpiones”, “serpientes” y “ranas” en nuestras vidas. Muchos “escorpiones” aun se infiltran en nuestra vida familiar, en nuestra vida conyugal, y algunas “ranas” incluso plagan la vida de iglesia. Todos estos “escorpiones” y “ranas” tienen que ser juzgados. El resultado de dicho juicio será el testimonio que sale “del templo desde el trono”.
Dijimos ya que los siete ángeles que tienen las siete copas no son soldados sino sacerdotes y que el derramamiento de las siete copas es la respuesta a las alabanzas de los vencedores tardíos. Dios responde a la alabanza de ellos, no sólo desde el trono, sino también desde el interior del templo. Esto significa que la respuesta de Dios no tiene como único propósito traer juicio, sino, más aún, traer Su testimonio y Su expresión, Su templo. Los siete ángeles que tienen las siete copas no tienen como único fin traer el juicio de Dios, sino expresar Su testimonio, y es por eso que salen del templo. Ellos no proceden sólo del trono de juicio, sino del templo que es Su expresión. Después de derramarse la última copa, todo lo negativo del universo habrá sido erradicado. Inmediatamente después, aparecerá la Novia (19:7-9).
El capítulo 19 es la continuación del capítulo 16. Los capítulos 17 y 18 fueron insertados para darnos los detalles de los dos aspectos de Babilonia, a saber, la Babilonia religiosa y la Babilonia material. No obstante, el capítulo 19 es la continuación del derramamiento de las copas mencionadas en el capítulo 16. Esta es otra indicación de que las siete copas no solamente traen juicio desde el trono, sino que expresan el testimonio de Dios desde Su templo de un modo especial. Este es el significado de la frase del templo desde el trono.
El versículo 7 dice: “Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, quien vive por los siglos de los siglos”. Las siete copas que uno de los seres vivientes da, están llenas de la ira de Dios. Las siete copas significan limitación puesto que son pequeñas. Aunque las últimas siete plagas son la ira final de Dios, Su furia es limitada; de no ser así, toda la tierra y sus habitantes serían destruidos. Dios se limita en Su ira final al traer juicio sobre la tierra, a fin de poder realizar Su plan eterno. Este derramamiento de la ira de Dios es extremadamente severo, pero sigue siendo limitado. Dios es misericordioso. La bestia, sus ciudadanos y todo su reino merecen ser completamente destruidos sin reserva alguna, pero Dios limita el derramamiento de Su ira a una pequeña escala. ¡Damos gracias al Señor por ello!
En el versículo 8 leemos: “Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por Su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles”. Esto significa que nadie puede entrar en el templo para orar tratando de apaciguar la ira de Dios, hasta que ésta sea derramada plenamente sobre el pueblo rebelde instigado por Satanás e influido por el anticristo.