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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 19

EXPERIMENTAR A CRISTO COMO EL MISTERIO DE DIOS

  Lectura bíblica: Col. 2:2-9

  En este mensaje llegamos al tema de experimentar a Cristo como el misterio de Dios. Hablaremos de varios asuntos que nos ayudarán a experimentar a Cristo en este aspecto.

I. AL ALCANZAR EL PLENO CONOCIMIENTO DE CRISTO COMO EL MISTERIO DE DIOS

  Si hemos de experimentar a Cristo como el misterio de Dios, primero debemos obtener el pleno conocimiento de Él como el misterio de Dios. Hemos mencionado que Pablo luchó para que los corazones de los colosenses fuesen consolados “hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo” (2:2). Para obtener el pleno conocimiento de este misterio, se requiere el ejercicio de todo nuestro ser. Si sólo creemos en Cristo pero no le amamos, no podremos obtener este conocimiento. Asimismo, si le amamos a medias pero no totalmente, tampoco obtendremos el pleno conocimiento de Él. Para ello debemos amar al Señor Jesús con todo nuestro ser. Es por eso que Marcos 12:30, que es una cita de Deuteronomio 6:5, dice: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. Cuando ejercitemos todo nuestro ser para amar al Señor Jesús, recibiremos el pleno conocimiento de Él.

  A algunos cristianos les gusta mucho el himno: “Oh, cuánto amo a Cristo”. No obstante, podemos cantar este himno de una forma superficial, y no conforme al pleno conocimiento del Cristo que es el misterio de Dios. Sólo cuando ejercitemos todo nuestro ser, podremos conocer a Cristo en este aspecto.

  Aconsejo a todos los que están en el recobro del Señor a que estudien tres libros cruciales del Nuevo Testamento: Mateo, Juan y Hebreos. Se han dado muchos mensajes de estudio-vida sobre estos libros, que son muy provechosos. Los estudios que hicimos de Juan y Hebreos son bastante completos. Si ustedes dedican suficiente tiempo para estudiar estos tres libros, obtendrán mucho conocimiento acerca de Cristo.

II. AL RECIBIRLE A ÉL

  En 2:6 Pablo dice que los colosenses recibieron “al Cristo, a Jesús el Señor”. Cristo es la porción de los santos (1:12) y nos ha sido dado como tal para nuestro deleite. Creer en Él equivale a recibirlo. Como Espíritu todo-inclusivo Él entra en nosotros (2 Co. 3:17) y mora en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22) para ser nuestro todo.

  Una vez que hemos recibido a Cristo Jesús, no necesitamos recibirle de nuevo. No obstante, debemos aplicar lo que ya hemos recibido. Lamentablemente, sólo un porcentaje muy pequeño de aquellos que han recibido a Cristo lo aplican en sus vidas. Todos debemos aplicar al Cristo vivo diariamente y de una manera práctica. Sencillamente, diremos que necesitamos “hacer uso” de Cristo. Por más de cincuenta años, he estado aprendiendo cómo hacer uso de Cristo. Puedo testificar que esto no es nada fácil, ya que ninguno de nosotros nace con la inclinación de usar a Cristo, y la educación que hemos recibido tampoco nos ayuda para tal fin. Últimamente, le he confesado al Señor principalmente el fracaso de no aplicarlo a Él. La lección más difícil para nosotros los creyentes es la lección de aprender a aplicar a Cristo y a hacer uso de Él. Hemos oído muchos mensajes que nos enseñan a vivir a Cristo, a cultivarlo y a producirlo. No obstante, en nuestra vida práctica espontáneamente “hacemos uso” del yo en lugar de aplicar a Cristo. No nos cuesta ninguna dificultad hacer uso del yo; lo usamos automática y espontáneamente.

  En los Evangelios, el Señor nos exhorta a velar y a orar. He examinando esta exhortación por muchos años. Al principio pensé que este mandato era innecesario, pero con el tiempo descubrí que ciertamente necesito velar y orar, especialmente en el asunto de aplicar a Cristo. Al despertarnos cada mañana, debemos velar para no hacer nada sin antes aplicar a Cristo. Muchas veces cuando nos madrugamos, sentimos como si un enjambre de demonios estuviera en la cabecera de nuestra cama. Pero aunque estemos protegidos por el Señor y cubiertos con Su sangre prevaleciente, debemos seguir velando y resistir los pensamientos malignos que el enemigo trata de inyectar en nosotros. No piense en nada sin antes aplicar a Cristo. Ciertamente necesitamos estar en guardia, es decir, debemos velar y orar. Sin embargo, son muy pocos los cristianos que velan y oran para aplicar a Cristo.

  A pesar de que todos nosotros hemos recibido al Señor Jesús, nos hace falta aplicarle. Si no le aplicamos, entonces en un sentido práctico el hecho de haberlo recibido no tendrá mucha importancia en nuestra vida diaria. Nuestra experiencia de Cristo no debe ser tan superficial; no debemos dar por sentado tantas cosas. Damos gracias a Dios por la salvación que Él nos ha otorgado en Cristo, y también nos sentimos agradecidos de haberle recibido. Pero ahora debemos avanzar y aplicar al Cristo que recibimos.

III. AL SER ARRAIGADOS EN ÉL

  En 2:7 Pablo habla de ser arraigados en Cristo. Ser arraigados en Él tiene como fin que crezcamos en vida. En este versículo, Pablo considera a los creyentes plantas que han sido arraigadas en Cristo, la tierra. Sin embargo, muchos creyentes no han sido debidamente arraigados en Cristo.

  Si hemos sido arraigados en Cristo de una manera adecuada, no es necesario hablar mucho acerca del terreno de la iglesia. El terreno de la iglesia es la unidad, y la base de la unidad es un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Dios y Padre, tal como menciona Pablo en Efesios 4. Si hemos sido verdaderamente arraigados en Cristo, Él será la base de nuestra unidad en nuestra experiencia. Algunos adventistas del séptimo día piensan que la observancia del sábado constituye otro testimonio en la tierra aparte de las iglesias locales. Esta afirmación demuestra que no están suficientemente arraigados en Cristo. Si hemos sido arraigados en Él de manera profunda y adecuada, nunca diremos que Dios ha establecido otro testimonio. El único testimonio de Dios es Jesucristo. Si realmente hemos sido arraigados en Él, nada nos distraerá de Él. Todos deberíamos decir: “Señor Jesús, te doy gracias por haberme arraigado en Ti. No tengo ninguna otra base fuera de Ti”. En el recobro del Señor, podemos testificar que nuestra base de unidad es única y exclusivamente Cristo.

  Si examinamos la situación del cristianismo actual, veremos que las distintas denominaciones y los grupos independientes tienen como base algo que no es Cristo. Los adventistas del séptimo día tienen como base la observancia del séptimo día, mientras que la base de la denominación bautista es el bautismo por inmersión. Incluso algunas denominaciones, como la Iglesia de Cristo, han llegado al extremo de decir que solamente en sus aguas se puede bautizar apropiadamente a un creyente. Algunos grupos insisten en el bautismo por inmersión y otros se oponen, diciendo que el bautismo es estrictamente una experiencia espiritual y que se lleva a cabo en el Espíritu.

  En 1964 conocí un hombre que se oponía mucho al bautismo en agua. Él insistía en que el bautismo mencionado en Romanos 6 se refería al bautismo en el Espíritu. Según su interpretación, cada referencia al bautismo en el Nuevo Testamento, aparte de los versículos que mencionan directamente a Juan el Bautista, trata del bautismo en el Espíritu. Incluso se disgustó mucho cuando le leímos algunos versículos que contradecían su punto de vista. Días después, mientras yo ministraba en cierto lugar, una mujer de la Iglesia de Cristo me desafió acerca del bautismo en agua. Primero un hombre había discutido conmigo acerca del bautismo en el Espíritu, y luego, unos días después, una mujer me confrontó agresivamente acerca del bautismo en agua. Sin duda, ni ese hombre ni esa mujer había sido arraigado en Cristo adecuadamente. Estos ejemplos muestran el hecho vergonzoso de que los cristianos están divididos por tomar otra base que no es Cristo.

  Pablo comprendía cuán importante es ser arraigados en Cristo. Él sabía lo grave que era ser trasplantados de Cristo y arraigados en algo diferente, tal como la filosofía pagana o las ordenanzas judías. Él deseaba que los colosenses entendieran que ellos no habían sido arraigados en la filosofía, sino en Cristo. Sólo Él es nuestro suelo.

IV. AL SER SOBREEDIFICADOS EN ÉL

  Primero somos arraigados en Cristo, y luego comenzamos a ser “sobreedificados en El” (2:7). Ser sobreedificados tiene como fin la edificación del Cuerpo. Ya fuimos arraigados; pero todavía estamos en el proceso de ser sobreedificados. Éste es un proceso corporativo así como individual. Un edificio no se compone de una sola pieza, sino de muchas que han sido entrelazadas. Por lo tanto, debemos ser arraigados en Cristo y también sobreedificados en la iglesia.

  Pablo estaba preocupado por los colosenses, pues temía que fuesen distraídos de Cristo y la iglesia. Ellos habían sido arraigados en Cristo, pero tenían que proseguir y ser sobreedificados en la iglesia, de una forma corporativa. Para ello, los colosenses debían desechar las observancias judías y las ordenanzas y filosofías paganas. De lo contrario, serían trasplantados de Cristo y arraigados en algo diferente. Además, se extraviarían de la vida de iglesia. Cada vez que aceptamos alguna filosofía, ordenanza, observancia o práctica en lugar de Cristo, la vida de iglesia queda anulada, o sea, nosotros quedamos separados de aquellos creyentes que tienen diferentes opiniones acerca de estos asuntos. Los que se preocupan por estas cosas, terminan perdiendo su aprecio por la vida de iglesia.

  En principio, esto fue lo que les sucedió a algunos santos, quienes se dejaron afectar por ciertos conceptos y, como consecuencia, perdieron su interés por la vida de iglesia. Fue por ello que se les hizo imposible ser sobreedificados de una forma corporativa. ¡Cuán crucial es ser arraigados en Cristo y sobreedificados en Cristo y en la iglesia! De esta manera, podemos experimentar a Cristo como el misterio de Dios.

V. AL SER CONFIRMADOS EN LA FE ABUNDANDO EN ACCIONES DE GRACIAS

  El versículo 7 concluye con las siguientes palabras: “Confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias”. Aquí “en la fe” significa en nuestra fe, esto es, la fe subjetiva con la cual creemos. Si estamos distraídos de Cristo y prestamos atención a cosas que lo reemplazan, nuestra fe será debilitada, e incluso podrá ser sacudida; pero si permanecemos en Cristo y somos sobreedificados en la iglesia, nuestra fe será fortalecida.

  Los que disienten y llegan a abandonar la vida de iglesia, experimentan un debilitamiento en su fe. Aunque externamente proclamen que tienen una comunión agradable con el Señor, interiormente su fe ha disminuido. Cuando están solos, quizás se pregunten qué está pasando en lo profundo de su ser. Las dudas los invaden, y en su interior saben que han perdido la comunión que disfrutaban con el Señor. Debido a que tienen tantas dudas y preguntas, no pueden ser confirmados en su fe. En cambio, los que permanecen en Cristo y en la iglesia tienen una fe sólida y una certidumbre firme.

  Hemos mencionado que “la fe” del versículo 7 se refiere a nuestra fe, es decir, a la fe subjetiva con la cual creemos. ¿Por qué menciona Pablo “la fe” en lugar de decir “nuestra fe”? La respuesta es que él considera la fe como nuestra fe, y nuestra fe como la fe. La fe no necesita ser confirmada, pero nosotros sí; por eso, necesitamos ser confirmados en nuestra fe. Esto significa que nuestra fe debe convertirse en la fe y que la fe tiene que ser nuestra. Somos confirmados en nuestra fe, la cual es la fe.

  La manera de ser confirmados en la fe es abundar en acciones de gracias. Cuando estamos bien con el Señor y en comunión con Él, nos sentimos llenos de agradecimiento; pero cuando no estamos bien con Él, no podemos dar gracias. Si usted preguntara a los que disienten si abundan en acciones de gracias, esto cerraría sus bocas. Si decimos que tenemos buena comunión con el Señor pero no podemos darle gracias, entonces nuestra afirmación es falsa.

  En este versículo las palabras “abundando en acciones de gracias” están relacionadas con “ser confirmados en la fe”. Esto indica que el hecho de ser confirmados en la fe depende de si abundamos en acciones de gracias. Si hacemos algo en comunión con el Señor, estaremos llenos de acciones de gracias. Sin embargo, si hacemos algo fuera de Él, no podremos darle gracias. Por ejemplo, ¿puede usted dar gracias al Señor cuando participa en algún entretenimiento mundano? Puede afirmar que está feliz, pero no puede sinceramente darle gracias al Señor. Algunas veces parece que podemos dar gracias al Señor por cierta cosa, pero después de poco tiempo, nos arrepentimos de aquello mismo por lo cual dimos gracias. No debemos engañarnos a nosotros mismos. Al contrario, debemos preguntarnos si abundamos en acciones de gracias. Si es así, entonces estamos siendo confirmados en la fe.

VI. ANDAR EN ÉL

  Otra forma de experimentar a Cristo como el misterio de Dios es andar en Él (2:6). De la manera que hemos recibido a Cristo, debemos andar en Él. En este contexto, andar significa vivir, actuar, conducirnos y ser. Debemos andar, vivir y actuar en Cristo para poder disfrutar de Sus riquezas, así como los hijos de Israel vivieron en la buena tierra, disfrutando de todo su rico producto.

  En nuestra experiencia Cristo debe ser la buena tierra en la cual vivimos y andamos. Esto no debe ser una simple doctrina para nosotros. Debemos orar: “Señor, quiero vivir y andar en Ti. Señor, te ruego que seas la buena tierra para mí en mi experiencia, y que cada aspecto de mi vida diaria esté en Ti”.

VII. NO SER ENGAÑADOS NI SER LLEVADOS CAUTIVOS

  En 2:4 Pablo dice: “Esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas”, y en el versículo 8 añade: “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. Si hemos de experimentar a Cristo como el misterio de Dios, debemos estar atentos para no ser engañados y llevados cautivos, lejos de Él. No debemos dejarnos distraer por nada que reemplace a Cristo; más bien, debemos permanecer en Él. Mientras permanezcamos en Cristo, permaneceremos también en la iglesia. Cristo debe ser nuestra única base, nuestra única posición sobre la cual permanecemos firmes.

  En los últimos años algunos santos fueron distraídos por tomar otras cosas como base, en lugar de tomar a Cristo. No es cuestión de si éstas eran correctas o no; el hecho es que fueron usadas como base, en lugar de Cristo. Cristo debe ser nuestro único enfoque; no debemos permitir que nada le reemplace, por más correcto y bíblico que sea. Si le damos importancia a algo que no es Cristo mismo, seremos engañados y llevados cautivos, y de esta manera nos convertiremos en los colosenses de hoy. Todo aquel que haya sido engañado y apartado de Cristo, debe recibir la exhortación que Pablo hace en este libro y regresar al Cristo todo-inclusivo. ¡Que todos le experimentemos a Él como el misterio de Dios!

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