Mensaje 45
Lectura bíblica: Col. 3:11, 15-16
En este mensaje hablaremos de una manera general acerca de la extensa revelación del Cristo todo-inclusivo. Muchos de nosotros hemos visto el hecho de que Cristo es todo-inclusivo, pero no hemos visto que Cristo es extenso. El libro de Colosenses precisamente recalca el hecho de que Cristo es extenso. El propósito de Pablo al escribir esta epístola era presentar la extensa revelación de Cristo.
Cristo es universalmente extenso. No hay científico que pueda decirnos las dimensiones del universo. En Efesios 3 Pablo dice que las dimensiones de Cristo son la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Al igual que el universo, Cristo es inconmensurable. Este Cristo inconmensurable es nuestro universo. El Cristo inconmensurable que vemos en Efesios 3 no es solamente el Cristo todo-inclusivo, sino también el Cristo extenso, Aquel que es universalmente extenso.
Al presentar una revelación sobre lo extenso que es Cristo, el libro de Colosenses usa muchas expresiones extraordinarias. Por ejemplo, en 1:12, vemos que Cristo es la porción de los santos. La palabra griega traducida “porción” significa un lote o parcela asignada. Después que los hijos de Israel entraron en la buena tierra, la tierra llegó a ser su lote, su porción. La buena tierra que fluía leche y miel era un tipo todo-inclusivo de Cristo. Como nuestra buena tierra, Cristo es nuestra porción, la porción de los santos.
Esta porción es también la imagen del Dios invisible (1:15). En 2 Corintios 4:4, Pablo usa la expresión “la imagen de Dios”; sin embargo, en este versículo, no expone que Cristo es la imagen del Dios invisible. De acuerdo con Colosenses 1:15, el Dios invisible tiene ahora una imagen visible.
En el versículo 15 la expresión “el Primogénito de toda creación”, está en aposición a “la imagen del Dios invisible”. El hecho de que no haya ninguna conjunción entre estas dos expresiones, indica que son sinónimas. La imagen del Dios invisible es el Primogénito de toda creación, y el Primogénito de toda creación es la imagen del Dios invisible.
En la Biblia encontramos el principio de que el primero de cierta categoría a menudo incluye a todos los demás elementos de dicha categoría. Por ejemplo, en el libro de Apocalipsis leemos que Cristo es el Alfa y la Omega. Esto, no obstante, no significa que Cristo sea solamente estas dos letras, y excluya a las demás. Puesto que Él es la primera letra, Él también es todas las demás. El mismo principio se aplica a la muerte de los primogénitos en el libro de Éxodo. El primogénito de los egipcios representaba a todos los egipcios. De la misma manera, cuando la Biblia dice que Cristo es el Primogénito de toda creación, implica que Él incluye todas las cosas creadas. Este concepto lo confirma Colosenses 2, donde Pablo afirma que cosas tales como la comida, la bebida, los días de fiesta, la luna nueva y los sábados, son sombras, pero que el cuerpo, la sustancia, de todas ellas es Cristo. Basándonos en este ejemplo, podemos decir que Cristo también es nuestro vestido, nuestro transporte, nuestra vivienda y todo para nosotros. Sin embargo, esto es totalmente lo opuesto de decir que todas las cosas materiales son Cristo, lo cual sería panteísmo. Conforme a la Biblia, podemos decir que Cristo es nuestra comida, nuestra bebida, nuestra ropa y nuestra morada. Pero no podemos invertir el orden y decir que cosas físicas como nuestra comida, ropa y casa sean Cristo. Esto equivaldría a la terrible herejía del panteísmo. No obstante, sí tenemos una base bíblica para afirmar que Cristo es la realidad de todas las cosas positivas del universo: Él es la puerta, la luz, la vida, el Pastor y los pastos. Todos estos aspectos de Cristo se encuentran directa o indirectamente en el Evangelio de Juan. Por tanto, podemos decir que Cristo lo es todo para nosotros, Él es la realidad de todas las cosas positivas.
En 1:16 y 17 Pablo dice: “Porque en El fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y todas las cosas en El se conservan unidas”. Aquí vemos que todas las cosas fueron creadas en Cristo, por medio de Él y para Él. Además, vemos que en Él todas las cosas se conservan unidas. Aquel en quien, por medio de quien y para quien todas las cosas fueron creadas, y en quien todas ellas se conservan unidas, es la imagen, la expresión, de Dios. Así, Dios es expresado en la creación de todas las cosas en Cristo.
En 1:18 vemos que Cristo no es solamente el Primogénito de toda creación, sino el Primogénito de entre los muertos. Esto se refiere a la nueva creación. La vieja creación llegó a existir por la actividad creadora de Dios, mientras que la nueva creación llegó a existir mediante la resurrección de Cristo. Cristo tiene el primer lugar tanto en la vieja creación como en la nueva creación, la cual es la iglesia, el Cuerpo de Cristo. En la iglesia como nueva creación, Cristo lo es todo. Conforme a 3:10 y 11, Cristo es todos los miembros del nuevo hombre y está en todos ellos.
En 1:19 y 20 Pablo añade: “Por cuanto agradó a toda la plenitud habitar en El, y por medio de El reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de Su cruz”. A la plenitud de Dios le agradó habitar en Cristo y reconciliar consigo todas las cosas. En otra parte del Nuevo Testamento vemos que la reconciliación incluye a los escogidos de Dios, pero aquí vemos la reconciliación de todas las cosas con Dios. Todas las cosas fueron creadas en Cristo, por medio de Él y para Él, pero mediante la caída del hombre, sufrieron pérdida. De ahí la necesidad de que todas las cosas sean reconciliadas con Dios en Cristo. Mediante la redención que Cristo efectuó, todas las cosas fueron reconciliadas con Dios.
Observemos que el versículo 20 no dice “todos los hombres”, sino “todas las cosas”, refiriéndose a todas las cosas que, según los versículos 16 y 17, fueron creadas en Cristo y ahora se conservan unidas en Él. Por medio de la redención de Cristo, todas las cosas fueron reconciliadas con Dios. Esto no sólo incluye a los seres humanos, sino a todas las demás criaturas.
Cuando el libro de Colosenses fue escrito, el concepto gnóstico sobre el mal intrínseco de la materia, tenía una fuerte influencia en Colosas. Según este concepto, algunos pensaban que todo lo relacionado con el mundo material era maligno. Pero Pablo dijo que las cosas que los gnósticos consideraban malignas, habían sido creadas en Cristo. Aun más, dijo que éstas fueron reconciliadas con Dios mediante la muerte de Cristo. Todas las cosas fueron reconciliadas con Dios, “las que están en la tierra como las que están en los cielos”. ¡Cuán extenso es nuestro Redentor Cristo y cuán extensa es la reconciliación que Él logró!
Pablo, al referirse a la reconciliación, deseaba resaltar el hecho de que Cristo es el Redentor no sólo de la humanidad, sino también de todas las cosas. Consideremos el ejemplo del arca que Noé construyó. El arca no solamente salvó a ocho miembros de la familia de Noé, sino que además salvó animales de todas las especies. En Hechos 10 vemos que el concepto que tenía Pedro en cuanto a la obra salvadora de Dios era muy estrecho debido a la influencia del judaísmo. De la misma manera, nuestro concepto respecto a la obra de reconciliación de Cristo ha sido limitado por la influencia de las enseñanzas tradicionales. Cuando era joven, aprendí que Cristo era nuestro Redentor. Pero un día, me sentí confundido con los versículos de Colosenses que hablan de la reconciliación de todas las cosas. Me pregunté si esto incluía a las criaturas. Efectivamente, la extensa reconciliación efectuada por Cristo incluye todas las cosas.
En 1:17 Pablo dice que todas las cosas se conservan unidas en Cristo. Los científicos reconocen el hecho de que existe cierto poder en el universo que conserva todas las cosas unidas. Este hecho científico concuerda con el concepto de Pablo, según el cual todas las cosas se conservan unidas en Cristo. Cristo es el centro que mantiene todas las cosas unidas, el eje que sostiene todos los radios de la rueda. Todo lo que existe en el universo, tenga o no tenga vida, se conserva unido en Cristo como eje. Si Cristo no fuera el eje que lo sostiene todo, el universo entero se derrumbaría. Aparentemente existimos en este globo terrestre, en la tierra, pero en realidad existimos en Cristo. Todas las cosas se conservan unidas en Él. Éste es otro aspecto que nos muestra lo extenso que es Cristo.
En 2:16 y 17 hallamos otro aspecto, donde Pablo dice que la comida, la bebida, los días de fiesta, la luna nueva y los sábados son “sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. Las palabras de Pablo nos dan a entender que Cristo es la realidad de todas las cosas positivas. Él es nuestra verdadera comida y bebida, nuestro verdadero vestido, nuestra morada y nuestro transporte, así como nuestro verdadero sol, luna y tierra Por lo tanto, las palabras sencillas de Pablo en estos versículos, contienen extraordinarias implicaciones; implican lo extenso que es el Cristo todo-inclusivo.
Luego en 3:4 Pablo nos dice además que el Cristo extenso es nuestra vida. Aunque Cristo es universalmente extenso, Él también es nuestra vida de una manera concreta y específica. ¡Alabado sea el Señor porque el Cristo extenso ha llegado a ser nuestra vida personal! Universalmente, Él es extenso; pero en nuestra experiencia personal, Él es nuestra vida.
Además, en 3:10 y 11 vemos que en la iglesia, el nuevo hombre como nueva creación de Dios, el Cristo extenso es el todo y está en todos. Él es todos los miembros del nuevo hombre, y está en todos ellos. Basándonos en 3:11, podemos afirmar que Cristo es todos nosotros. ¡Cuán extenso y todo-inclusivo es el Cristo que se revela en el libro de Colosenses!
En los distintos libros del Nuevo Testamento, Cristo se revela con un propósito específico. En 1 Corintios Cristo fue revelado para resolver los problemas que había en la iglesia, como el problema de la fornicación y la división. En el libro de Gálatas Cristo se revela en contraste con el judaísmo y la ley. Debido a que los gálatas se habían distraído con la ley y la circuncisión, Pablo les mostró que Cristo reemplaza la ley, que el Hijo de Dios es contrario a la religión del hombre. Ahora, en el libro de Colosenses Cristo se revela como Aquel que es extenso y todo-inclusivo, debido a que los santos se habían desviado con una mezcla cultural de religión judía y filosofía griega. Esta mezcla había llegado a ser muy prevaleciente en Asia menor e incluso había invadido la vida de iglesia hasta saturarla. Por tanto, la revelación del Cristo extenso y todo-inclusivo tenía como fin confrontar el problema de la cultura.
Colosenses 3:11, 1 Corintios 12:13 y Gálatas 3:28 son versículos paralelos. Pero Colosenses 3:11 específicamente menciona la circuncisión, la incircuncisión, los bárbaros y los escitas. Los términos circuncisión e incircuncisión tienen que ver con la religión, mientras que las palabras bárbaro y escita están relacionadas con la cultura. En la antigüedad, a la gente inculta se le consideraba bárbara. Los escitas eran los más incultos de entre los bárbaros. Colosenses 3:11 indica que la extensa revelación de Cristo presentada en esta epístola tenía como fin hacer frente no al pecado ni la ley, sino a la cultura.
La intención de Dios es que nosotros, Sus escogidos, seamos saturados, empapados, llenos y revestidos de Cristo, a fin de que le vivamos. Dios desea que Cristo sea nuestra vida y nuestro vivir, y todo para nosotros en nuestro andar diario. Éste es el plan eterno de Dios y Su economía presente. Sin embargo, la cultura reemplaza a Cristo. Cuando Dios creó al hombre, Dios deseaba ser el todo para el hombre: vida, gozo, pasatiempo, provisión y protección. Pero cuando el hombre cayó, perdió a Dios y, por ende, perdió el factor que le proporcionaba sentido y propósito a su vida. Es por eso que hoy en día la gente vive en la tierra sin ningún sentido o propósito. Ha perdido a Dios, quien es el factor que trae sentido y propósito a la vida humana. Habiendo perdido a Dios, el hombre recurrió a la cultura para que ocupara el lugar de Dios en su vida diaria. Todos los aspectos de la cultura humana constituyen un sustituto de Dios. Por supuesto, la cultura es de hecho un sustituto de Cristo. Según lo que Dios ha ordenado, el hombre ciertamente no puede vivir sin Cristo. Sin Cristo, nuestra existencia en la tierra carece de sentido y propósito. Hoy millones de personas no viven por Cristo sino por su cultura. Si se les quitara su cultura, no tendrían forma de vivir.
Dios en Su obra salvadora nos libra no sólo del pecado, del juicio, del lago de fuego, del mundo y del yo, sino también de todo lo que reemplaza a Cristo, incluyendo la cultura. Debido a que la cultura reemplaza a Cristo de una manera práctica en nuestra vida diaria, resulta detestable a los ojos de Dios.
¿Qué clase de Cristo puede reemplazar nuestra cultura? El Cristo que reemplaza nuestra cultura es el Cristo extenso, no el Cristo limitado que conoce la mayoría de los cristianos. Todos los verdaderos cristianos creen que Cristo es el Dios que se encarnó para ser hombre, que Él murió en la cruz por nuestros pecados, que resucitó, que ascendió a los cielos donde ahora está sentado como Señor de señores y Rey de reyes, y que regresará a la tierra para establecer Su reino junto con los creyentes, quienes reinarán juntamente con Él. Todo esto es cierto, pero sigue siendo una perspectiva muy estrecha y limitada de Cristo. Este Cristo limitado no llegará a reemplazar la cultura en nuestra experiencia. ¿Cómo puede este Cristo ser nuestra comida, vestido y morada? El Cristo que puede reemplazar nuestra cultura y ser nuestro todo es el Cristo extenso y todo-inclusivo.
Pese a que perdimos a Dios, Cristo nos rescató y nos reconcilió con Él. Ahora podemos una vez más tener a Dios como el factor que trae sentido y propósito a nuestra existencia. Como hemos dicho repetidas veces, el libro de Colosenses fue escrito con el fin de revelar al Cristo extenso y todo-inclusivo, quien pone fin a nuestra cultura y aun la reemplaza. No necesitamos guardar ordenanzas acerca de la comida, ya que Cristo es nuestra comida; tampoco necesitamos guardar ciertos días, días de fiesta y lunas nuevas, pues Cristo es nuestra luna nueva, nuestro día de fiesta y nuestro sábado. Ya que Cristo es siempre el mismo y ya que Él es la realidad de todos los días de la semana para nosotros, todos los días son iguales. Pero si insistimos en tener ordenanzas en cuanto a la comida o días, otros nos juzgarán con respecto a estas cosas. Si lo único que nos importa es el Cristo todo-inclusivo, y vivimos conforme a Él y no conforme a nuestra cultura, nadie tendrá ninguna base para juzgarnos. Cristo es el sentido y propósito de nuestra vida. Todos necesitamos ver la extensa revelación del Cristo todo-inclusivo.
Recientemente, después de escuchar un mensaje de cómo la cultura reemplaza a Cristo en nuestra experiencia, un hermano testificó firmemente que quería abandonar toda su cultura. Sin embargo, no es posible hacer esto. Si tratáramos de hacerlo, simplemente crearíamos otro tipo de cultura, la cultura de abandonar la cultura. Pero si decimos que no necesitamos abandonar la cultura, esta actitud nos conducirá a otra clase de cultura. En lugar de tratar de tomar medidas con respecto a nuestra cultura, simplemente debemos vivir a Cristo.
Así como la cultura se ha convertido en un sustituto de Dios, de la misma forma Cristo puede convertirse en un sustituto de nuestra cultura. Hemos visto que después de que el hombre perdió a Dios mediante la caída, la cultura humana vino a ocupar en su vida el lugar que le correspondía a Dios. La redención de Cristo no sólo nos redime de muchos asuntos negativos, sino también de la cultura. Pero en lugar de tratar de liberarnos de la cultura, debemos simplemente reconciliarnos con Cristo y tomarlo como el factor que da sentido y propósito a nuestra vida. Debemos orar: “Señor Jesús, de ahora en adelante no aceptaré ninguna meta y propósito que no seas Tú. Señor, Tú eres mi norma y el factor que da sentido y propósito a mi existencia. No quiero expresar en mi vida diaria nada que no sea Tú mismo. Señor, deseo vivirte única y exclusivamente a Ti”. Cuando vivimos a Cristo, espontáneamente somos liberados de nuestra cultura, y automáticamente el Cristo al cual vivimos reemplaza nuestra cultura. Ésta es la revelación que nos presenta el libro de Colosenses.
Debemos reconocer que, aunque estamos en el recobro del Señor y amamos profundamente al Señor y le buscamos, vivimos mucho más por nuestra cultura que por Cristo. Por ejemplo, es posible que algunas hermanas se abstengan de usar maquillaje no porque viven a Cristo, sino porque tratan de ajustarse a una práctica que es común en la vida de iglesia. Algunas quizás digan que no usan maquillaje por amor a Cristo y la iglesia, y puede ser que sea cierto. Sin embargo, amar al Señor Jesús es una cosa y vivir a Cristo es otra cosa. Puede ser que hagamos muchas cosas por amor al Señor y que, aun así, en todo ello no estemos viviéndolo a Él.
En la vida de iglesia es posible vivir conforme a ciertos hábitos o costumbres, es decir, conforme a cierta cultura que hemos creado en la iglesia, en lugar de vivir por Cristo. Por ejemplo, cierto hermano puede sentir que no debería ir al cine. Sin embargo, se abstiene de ir no porque viva a Cristo, sino porque vive conforme a cierta práctica común en la vida de iglesia. Debemos asegurarnos que la razón por la cual dejamos de hacer ciertas cosas es que vivimos a Cristo. No necesitamos tener una regla que nos prohibe ir al cine. Simplemente debemos experimentar lo que es vivir a Cristo en la iglesia. Si realmente vivimos a Cristo en la iglesia, entonces cuando nos abstengamos de hacer algo, no lo haremos porque consideremos que aquello es incorrecto, sino porque estamos viviendo a Cristo. Nuestra necesidad hoy en día no consiste simplemente en amarle, sino también en vivirle.
Es común que los esposos discutan. Cuando la esposa de un hermano expresa una opinión distinta de la de él, es probable que él comience inmediatamente a discutir y se niegue a darse por vencido. En los primeros años de mi vida matrimonial, mi actitud era la de no ceder nunca cuando mi esposa expresaba una opinión diferente. Insistía en mi posición como cabeza y esperaba que mi esposa se sometiera a mí. Aunque no lo expresaba con palabras, ésta era mi actitud y lo que acostumbraba hacer.
Más tarde me di cuenta que, como alguien que tomaba la delantera en la iglesia y ministraba la Palabra, no era correcto que discutiera con mi esposa. Debido a ello, comencé a contener mi enojo y a no discutir. Puesto que amaba al Señor, hacía todo lo posible por no discutir con mi esposa. Con todo, no vivía a Cristo; más bien, hacía un enorme esfuerzo.
Hoy en día puedo testificar que, por la gracia del Señor, ya no me reprimo a mí mismo; simplemente vivo a Cristo, tal como lo expresan las palabras de Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Cristo es mi cultura, mi meta y el sentido y propósito de mi vida humana. En mi vida diaria todo el espacio es para Cristo. Debido a esto, no hay lugar para el pecado, el mundo, la carne ni el yo. Puesto que todo mi ser es para Cristo, tampoco hay lugar para la cultura. Simplemente vivo a Cristo, no un Cristo limitado, sino un Cristo extenso, Aquel que todo lo llena en todo.
Cristo descendió de los cielos a la tierra y luego, en el intervalo entre Su muerte y resurrección, descendió al Hades. En la resurrección Él ascendió del Hades a la tierra, y luego, en Su ascensión, subió de la tierra a los cielos. Como resultado de este viaje universal, Cristo llenó todas las cosas. Así que, Él es una persona extensa. Como tal, Él es nuestra vida, y nosotros podemos vivirle. En el libro de Colosenses Pablo presenta a este Cristo extenso para impresionarnos con el hecho de que este Cristo debe reemplazar nuestra cultura. No tratemos de dejar nuestra cultura. Todos nuestros esfuerzos serán en vano. Simplemente vivamos a Cristo, y Cristo reemplazará nuestra cultura consigo mismo.
No debemos estimar ninguna clase de “ismo”, ya que todos están relacionados con la cultura. En lugar de tratar de vivir conforme a algún “ismo”, debemos vivir a Cristo, una persona viviente, quien es la porción para los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito tanto de la vieja creación como de la nueva, Aquel en quien todas las cosas fueron creadas y es nuestra vida en el nuevo hombre. Este extenso Cristo es el que reemplaza nuestra cultura.
En el libro de Colosenses, la preocupación de Pablo no tiene que ver con el pecado, el mundo ni el yo. Su preocupación tiene que ver con la cultura, el factor que reemplaza a Dios y le impide dar sentido y propósito a nuestra vida. Ahora que Cristo nos ha reconciliado consigo mismo, debemos vivirle y permitir que Él reemplace todos los aspectos de nuestra cultura. Por lo tanto, vemos en Colosenses una revelación del Cristo extenso. Necesitamos tomar a este Cristo como el sentido, propósito y meta de nuestra vida; necesitamos vivir por Él.