Mensaje 49
Lectura bíblica: Col. 1:27-29; Ef. 4:13
El libro de Colosenses revela que el Cristo todo-inclusivo y extenso debe reemplazar cada factor, elemento y aspecto de nuestra vida humana natural. En gran parte, nuestra vida diaria se compone de la cultura. Comúnmente se considera que la cultura es algo muy positivo. La cultura es lo que conserva y mantiene la armonía en cada sociedad. Si la gente no tuviese cultura, la policía y los tribunales tendrían mucho más trabajo. Actualmente, el trabajo que realizan la policía y los tribunales es suplementario a la cultura de una sociedad. Cuando una persona no se comporta debidamente según la cultura, la policía puede intervenir. Cada nación, sociedad y comunidad se conserva en orden gracias a la cultura, las leyes y la policía.
Si las familias cristianas, después de leer estos mensajes que describen cómo Cristo es contrario a la cultura, les dijesen a los hijos que no necesitan más la cultura, esto constituiría un grave error. Sin la cultura, los niños actuarían como animales. Los niños deben ser educados conforme a las normas de la cultura. Antes de que nuestros hijos tengan la edad adecuada para recibir a Cristo, ellos deben ser educados conforme a la cultura. Cuanto más intensa sea la educación que ellos reciban, mayor beneficio les traerá. Los niños deben aprender a honrar a sus padres, a amar a sus hermanos, a comportarse apropiadamente con sus vecinos, a ser buenos estudiantes, a obedecer todas las leyes, y a respetar a sus maestros y demás adultos. Puesto que los niños aún no tienen la edad para comportarse según Cristo, es necesario enseñarles a comportarse según las normas de la cultura. Sin la cultura seríamos como bárbaros.
Podemos comparar la aplicación correcta de la cultura con la función que cumple la ley en las Escrituras. La ley fue decretada por Dios. Romanos 7:12 dice que “la ley es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”. En su uso apropiado, la ley mantuvo a los escogidos de Dios bajo custodia hasta la venida de Cristo. Antiguamente, las familias adineradas tenían ayos que vigilaban a los hijos. Del mismo modo, hoy la cultura mantiene a los niños bajo custodia. Sin embargo, como lo indica el libro de Gálatas, los judaizantes usaron la ley indebidamente. Cuando Cristo vino, la ley debía haber liberado a los escogidos de Dios y los debía haber entregado a Cristo. Sin embargo, los judaizantes usaron indebidamente la ley, e incluso abusaron de ella, ya que en lugar de permitir que ésta liberara a los escogidos de Dios y los entregara a Cristo, ellos se valieron de ella para mantenerlos alejado de Cristo. Los conceptos de los judaizantes se infiltraron en la iglesia para distraer a algunos verdaderos creyentes judíos y llevarlos nuevamente a la ley. De la misma manera, aunque la cultura es buena y necesaria, es susceptible de ser usada indebidamente, y de hecho, puede llegar a apartar a las personas de Cristo. La cultura debe usarse para guardar a los niños hasta que tengan la capacidad para recibir a Cristo y vivir conforme a Él. Los niños deben ser guardados por la cultura mientras crecen.
Así como Moisés dio los mandamientos a los escogidos de Dios, debemos dar mandamientos a nuestros hijos. Pero una vez que ellos toman conciencia de su necesidad de Cristo y se arrepienten, debemos ministrarles al rico Cristo y ayudarles a recibirlo. Debemos decir a nuestros hijos que la cultura que les inculcamos era buena solamente por cierto tiempo y que ahora necesitan recibir a Cristo. Así que, Dios usa la cultura mediante los padres, para guardar a los hijos bajo custodia hasta que llegue el tiempo en que ellos reciban a Cristo. Es importante ver que éste es el uso apropiado que debemos darle a la cultura.
Ya que hemos recibido a Cristo, debemos permitir que esta persona todo-inclusiva y extensa reemplace todos los aspectos de nuestra cultura. Hemos visto que el hombre caído usa la cultura como un sustituto de Dios. Primero la cultura se convierte en un sustituto de Dios, y después Cristo viene para reemplazar este sustituto consigo mismo. Puesto que ya no somos niños, debemos permitir que Cristo reemplace todos los elementos de nuestra cultura. Esto no quiere decir que debamos menospreciar la cultura; más bien, significa que debemos amar a Cristo. Si nos llenamos de Cristo hasta desbordar, no quedará ningún espacio en nuestro ser para nada más. Cada una de las partes de nuestro ser será ocupada por Cristo y con Cristo. Entonces, experimentaremos la plenitud de Cristo, es decir, seremos llenos de Cristo hasta la medida de nuestra capacidad. Así, el Cristo que llena nuestro ser reemplazará nuestra cultura consigo mismo. Ésta es la revelación que nos presenta el libro de Colosenses.
Puesto que Cristo es todo-inclusivo y extenso, no tendremos escasez con Él. Si experimentamos a este Cristo, no necesitaremos nada más. No existe ninguna necesidad que Él no pueda satisfacer, y ninguno tiene una capacidad tan grande que Él no pueda llenar. Ya que tenemos al Cristo todo-inclusivo, no necesitamos el judaísmo, el gnosticismo ni el ascetismo. Tenemos al Cristo todo-inclusivo y extenso con Su plenitud. Él podría llenar el universo entero, y no llegar a agotarse. No necesitamos nada, que sea antiguo o moderno, que reemplace a Cristo. Ni siquiera necesitamos la cultura que hemos elaborado nosotros mismos y que nos hemos impuesto. Me preocupa el hecho de que entre nosotros muchos sigan viviendo conforme a la cultura que se han impuesto. Estos santos siempre andan imponiéndose restricciones y tratando de vivir conforme a ellas. Nosotros no necesitamos permanecer bajo la custodia de la cultura que nosotros mismos elaboramos; más bien, debemos permanecer en Cristo y en la libertad que obtuvimos en Él. Debemos llenarnos completamente de Cristo. Ésta es la idea subyacente del libro de Colosenses. Cristo, Aquel que es extenso, debe reemplazar todos los elementos de nuestra vida humana natural. Pero para esto se requiere que abandonemos todo apego que tengamos por nuestra cultura, ya que se produciría una mezcla. Permitamos que solamente Cristo llene nuestro ser y reemplace todos los aspectos de nuestra vida humana natural consigo mismo.
Algunos santos pueden sentirse muy orgullosos de su carácter amable o de sus virtudes naturales, tales como la humildad, la paciencia y la bondad. Si usted tiene un carácter así o virtudes como éstas, no debería aborrecerlas pero tampoco apreciarlas. En lugar de ello, permita que el Cristo extenso reemplace su buen carácter y sus virtudes. Dios no quiere que expresemos nuestro ser natural y sus virtudes. Si vivimos conforme a nuestro carácter y virtudes, no podremos declarar las palabras de Pablo: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). En lugar de ello, tendremos que reconocer que para nosotros el vivir es nuestro ser natural. En la iglesia, como nuevo hombre, no hay lugar para ninguna persona natural. En el nuevo hombre, Cristo debe ser el todo y estar en todos (3:11).
Hemos hecho notar que no deberíamos aborrecer nuestro ser natural ni tampoco apreciarlo. Aborrecernos de esta manera sería lo mismo que practicar el ascetismo, que es una forma de suicidio. En lugar de aborrecer nuestro ser natural, deberíamos poner en práctica las palabras del Señor con respecto a negarnos a nosotros mismos. Negarnos al yo significa olvidarnos de nuestro yo, y no prestarle ninguna atención. Imaginemos que usted va caminando por la acera, y alguien lo detiene para pedirle dinero. Suponga que le pide dinero repetidas veces. Usted no debería odiar a esa persona ni tampoco amarla; más bien, no debería prestarle ninguna atención. Una vez que él se dé cuenta de que no va a recibir nada de usted, se irá. Este ejemplo nos muestra la actitud que debemos tener con respecto al yo. Nuestro yo es muy codicioso, siempre está pidiéndonos cosas. En lugar de aborrecer o amar el yo, simplemente deberíamos rehusarnos a prestarle atención.
No obstante, si queremos evitar prestar atención al yo, debemos concentrarnos en algo superior. Ésta es la razón por la cual necesitamos una visión de lo extenso que es Cristo, la misma visión que nos presenta el libro de Colosenses. Si tenemos esta visión, centraremos toda nuestra atención en el Cristo extenso, quien luego llenará y ocupará nuestro ser. Debido a que el Cristo extenso nos llena, no necesitaremos el judaísmo, el gnosticismo, el misticismo ni el ascetismo. El Cristo vasto, extenso e inescrutablemente rico ocupará nuestro ser. Espontáneamente, este Cristo empezará a reemplazar cada aspecto de nuestra vida humana natural consigo mismo.
El libro de Colosenses presenta una visión del Cristo maravilloso, extenso y todo-inclusivo. Una vez que recibimos esta visión, todo nuestro ser será atraído por este Cristo, y será poseído y ocupado por Él. Este Cristo entonces comenzará a reemplazar poco a poco cada uno de los elementos de nuestra vida humana natural. Él reemplazará consigo mismo nuestra bondad, nuestra humildad y nuestro amor hacia nuestros padres. Cuando mucho, nuestras virtudes naturales son como cobre bruñido, pero Cristo es el oro. Él es mucho más valioso que cualquiera de nuestras cualidades naturales. Cuanto más experimentemos al Cristo que sobrepasa todo lo nuestro y que lo reemplaza consigo mismo, más podremos declarar: “Para mí el vivir es Cristo”. No viviremos conforme a la humildad, la bondad o la paciencia. Para nosotros, el vivir será el Cristo que se ha adueñado de nosotros y que nos ocupa y llena consigo mismo. El mensaje que nos trasmite el libro de Colosenses es que este Cristo debe reemplazar todos los elementos de nuestra vida humana natural. Si captamos esta idea subyacente en Colosenses, esta epístola será un libro abierto para nosotros.
Si tenemos la perfecta certidumbre de entendimiento acerca del Cristo extenso que reemplaza todos los aspectos de nuestra vida natural, comprenderemos lo que significa ser perfectos, plenamente maduros, en Cristo. En 1:25 Pablo dice que él fue hecho ministro, según la mayordomía de Dios. La meta de la mayordomía de Pablo era impartir al Cristo extenso en el pueblo escogido de Dios. Este Cristo es un misterio, especialmente para los gentiles. En 1:27 Pablo dice: “Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Este misterio es un misterio lleno de gloria, y esta gloria contiene riquezas. El misterio glorioso lleno de riquezas es Cristo en nosotros.
En 1:28 y 29, Pablo añade: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la operación de El, la cual actúa en mí con poder”. En el versículo 28, Pablo no dice que él predica a Cristo, sino que lo anuncia. Para anunciar algo se requiere tener mayor certidumbre que para predicar. Por ejemplo, cuando los hermanos que toman la delantera dan los anuncios al final de la reunión, no les predican a los santos. Ellos dan los anuncios con certidumbre. Del mismo modo, Pablo no simplemente predicó a Cristo, sino que lo anunció. Yo también deseo anunciar al Cristo todo-inclusivo y extenso.
En el versículo 28 Pablo dice que amonesta a todo hombre. Los que son convencidos y subyugados al anunciar nosotros a Cristo, necesitan ser amonestados. Después de haber oído hablar acerca del Cristo todo-inclusivo, ellos desearán ser llenos de Cristo y vivir a Cristo. Sin embargo, es posible que muchas cosas negativas surjan en contra de esto. El enemigo es como una bestia agazapada, que espera la menor oportunidad para saltar sobre nosotros e impedirnos vivir a Cristo. Si usted amara el mundo y le interesaran las diversiones mundanas, y no tuviera ningún deseo de ser lleno de Cristo o de vivirlo a Él, el enemigo no le prestaría mucha atención. Sin embargo, si usted ama al Señor y procura vivir conforme a Él, ciertamente enfrentará oposición.
Hace muchos años, los hijos de algunos de los líderes cristianos de mi ciudad natal se volvieron muy mundanos y se fueron en pos de placeres mundanos. Después de que se estableció una iglesia en ese lugar, muchos de estos jóvenes se volvieron al Señor y a la iglesia. En muchos casos, los padres se opusieron a sus hijos, como nunca lo hicieron cuando sus hijos estaban en el mundo. Estos jóvenes habían entrado a la iglesia buscando a Cristo. Este hecho en sí provocó la más terrible oposición contra ellos. Esto demuestra que el enemigo está siempre al asecho, esperando ver en qué momento atacar a aquellos que siguen en pos del Señor.
Cuando Pablo escribió a los colosenses, la filosofía griega y el judaísmo se contaban entre las cosas que distraían a los creyentes. Aquellos que promovían la filosofía griega buscaban la oportunidad de convertir a los creyentes gentiles nuevamente a la filosofía griega. Del mismo modo, los judaizantes querían seducir a todo judío que había creído en Cristo. Puesto que la filosofía griega y el judaísmo representaban un peligro a los creyentes, él amonestaba a todo hombre. En una epístola tan breve como Colosenses, Pablo hace muchas amonestaciones. En 2:4 él dice: “Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas”. Luego, en 2:8 dice: “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas”. Más adelante, en 2:16, Pablo amonesta a los creyentes colosenses a no permitir que nadie los juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados. Después, en el versículo 18, dice: “Que nadie ... os defraude juzgándoos indignos de vuestro premio”. Pablo estaba consciente de muchas cosas que podían ser usadas para desviar a los creyentes y separarlos de Cristo y de la vida de iglesia. Lo mismo sucede hoy en día. Tal vez los creyentes no experimenten oposición mientras llevan una vida mundana, pero ciertamente la experimentarán si se vuelven al recobro del Señor y van en pos de Cristo en la iglesia.
Ser perfectos, plenamente maduros, en Cristo significa ser llenos y saturados de Cristo. Por un lado, seguimos siendo los mismos, pero por otro, somos empapados, saturados y llenos de Cristo. Así, espontáneamente, nuestro vivir llega a ser Cristo. No deberíamos decir solamente: “Cristo vive en mí”. Debemos entregarnos sin reserva al Señor y permitirle que viva en nosotros día a día. Si su esposo o esposa lo contraría, no se defienda ni se justifique. Simplemente deje que Cristo viva en usted. No obstante, reconocemos que es fácil hablar de esto, pero muy difícil practicarlo.
La vida cristiana apropiada no se centra en la ética ni en la moralidad, ni tampoco consiste en mejorar nuestro carácter o comportamiento. La vida cristiana es una vida en la cual Cristo vive en nosotros. Debemos vivir según Cristo, y no conforme a nuestra docilidad, humildad o franqueza naturales. Debemos vivir a Cristo, y Cristo debe saturarnos, empaparnos y llenarnos. Así, en nuestra vida diaria Él se expresará desde nuestro interior.
Para entender nuestra relación con Cristo, podemos usar el ejemplo del injerto producido entre la rama de un olivo silvestre y un olivo cultivado. Cristo es el olivo cultivado, y nosotros somos las ramas del olivo silvestre. En primer lugar, nosotros somos cortados del olivo silvestre, y luego insertados en el olivo cultivado, en el punto donde se hizo la incisión. Después de esto, la conexión entre la rama del olivo silvestre y el olivo cultivado es fortalecida con ligaduras. En esto consiste el injerto. Mediante el injerto, la savia del olivo cultivado penetra en la rama del olivo silvestre y fluye en ella hasta llenarla y saturarla completamente. Con el tiempo, la rama da su fruto. De la misma manera, nosotros somos las ramas que fueron injertadas en Cristo, quien es el olivo cultivado. Cuando la savia del olivo cultivado nos empapa, nos llena y nos satura, podemos decir: “Para mí el vivir es el olivo cultivado”. Una rama que llega a esta etapa, es una rama que ha madurado plenamente en el olivo cultivado. Esto es lo que significa ser perfectos, plenamente maduros, en Cristo. Ser perfectos en Cristo significa ser saturados y llenos de Cristo. Significa que cada parte de nuestro ser llega a ser ocupada por Cristo. En esto consiste el pleno crecimiento en vida y la madurez en Cristo; éste es el resultado de la vida revelada en el libro de Colosenses.
La palabra griega traducida “perfecto” en 1:28, es la misma que usa Efesios 4:13, donde Pablo dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. La medida de la estatura de la plenitud de Cristo no es otra cosa que un hombre de plena madurez. Con el tiempo, esta madurez dará por resultado el Cuerpo, la expresión corporativa de Cristo. Todos debemos crecer y llegar a la plena madurez, a fin de que Cristo obtenga un hombre corporativo plenamente maduro, el cual es el Cuerpo, el organismo que lo expresa.