Mensaje 14
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Lectura bíblica: Dn. 9
Dn. 9:24-27 constituye el pasaje más precioso de todo el libro de Daniel. Las setenta semanas mencionadas en estos versículos son la clave para entender las profecías de la Biblia. En este mensaje consideraremos la visión de las setenta semanas.
El año de esta visión fue el primer año de Darío (alrededor del año 538 a. C.), hijo de Asuero (Esd. 4:6; Est. 1:1-2), un descendiente medo (Dn. 9:1-2a).
La causa de la visión es descrita en 9:2b: “Yo, Daniel, pude entender por medio de las Escrituras el número de los años, lo cual vino como palabra de Jehová al profeta Jeremías, en los que habían de cumplirse las desolaciones de Jerusalén, esto es, setenta años”. La palabra de Jehová dada a Jeremías se halla en Jeremías 25:11-12; 29:10-14.
En Daniel 9:3-23 vemos la manera de captar la visión, a saber: Daniel busca con desesperación al Señor Dios en oración y súplicas con ayuno.
En su oración Daniel confesó sus propios pecados y los pecados de los reyes, los príncipes y los padres de Israel, y los de todo el pueblo de Israel (vs. 3-15, 20a).
En su oración Daniel también suplicó por la santa ciudad de Jerusalén, por el santo monte de Dios y por el santo pueblo de Dios (vs. 16-17, 19b, 20b). Esto quiere decir que él suplicó por todos los intereses de Dios sobre la tierra, no por sus propios intereses.
Además, Daniel pidió al Señor que los perdonase, no con base en la justicia de ellos, sino con base en la gran compasión de Dios (vs. 18-19a).
Del versículo 21 al 23 vemos la respuesta de Dios a la oración y súplica de Daniel. La respuesta de Dios consistió en el relato hecho por Gabriel respecto a las setenta semanas ordenadas por Dios.
En su oración desesperada, Daniel pidió que Dios recobrase la Tierra Santa, enviase a Su pueblo de regreso y reedificase la ciudad santa (vs. 15-19). Pero Dios le respondió informándole, mediante el ángel Gabriel, acerca de las setenta semanas (vs. 20-27). Esta respuesta excedió lo pedido por Daniel.
Del versículo 24 al 27 tenemos el contenido de la visión. El contenido son las setenta semanas.
Las setenta semanas son el destino determinado por Dios para Su pueblo y para Su santa ciudad (v. 24a).
El propósito de las setenta semanas es cerrar la transgresión, poner fin a los pecados, hacer propiciación por la iniquidad, traer la justicia de los siglos, sellar la visión y al profeta y ungir el Lugar Santísimo (v. 24b). Al presente, en la vieja creación sujeta al gobierno humano prevalecen la transgresión, los pecados y la iniquidad. Cuando Cristo venga a desmenuzar el gobierno humano, en el tiempo señalado, será cerrada la transgresión, se pondrá fin a los pecados y se hará propiciación por la iniquidad.
Entonces vendrá la justicia de los siglos. La expresión de los siglos es una expresión idiomática del hebreo que significa “eternidad” o “eterna”. Por tanto, la justicia de los siglos es una justicia eterna. La era del reino venidero será una era de justicia divina y, en el cielo nuevo y la tierra nueva, habrá justicia eterna (2 P. 3:13).
Daniel 9:24b también habla de sellar la visión y al profeta. La visión y el profeta serán sellados debido a que todo se habrá cumplido. Por tanto, ya no habrá necesidad de visiones ni profetas. En la era del reino, habrá únicamente reyes y sacerdotes, mas no profetas.
El último aspecto del propósito de las setenta semanas es ungir el Lugar Santísimo. En los tiempos en que Daniel hizo su oración, el Lugar Santísimo estaba contaminado, profanado y devastado. Pero cuando el tiempo determinado llegue, el Lugar Santísimo será ungido apropiadamente. Esto quiere decir que será recobrado el servicio a Dios. ¡Qué bendición!
Daniel 9:24-27 nos habla de las setenta semanas. Las setenta semanas están divididas en tres partes, en la que cada semana consta de siete años, no siete días, de duración.
Primero, siete semanas que constan de cuarenta y nueve años fueron determinadas, las cuales transcurren a partir de la promulgación del decreto dado para restaurar y reedificar a Jerusalén hasta la compleción de la reedificación (v. 25).
Segundo, sesenta y dos semanas que constan de cuatrocientos treinta y cuatro años fueron determinadas, las cuales transcurren desde la compleción de la reedificación de Jerusalén hasta quitarle la vida al Mesías (vs. 25-26). “Se quitará la vida al Mesías, y no tendrá nada” (v. 26). Esto se refiere a la crucifixión de Cristo. Que se le quitase la vida al Mesías —la crucifixión de Cristo— significó ponerle fin a la vieja creación, incluyendo al gobierno humano en la vieja creación, y hacer germinar la nueva creación de Dios por medio de la resurrección de Cristo, con el reino eterno de Dios como administración divina en la nueva creación de Dios. Por tanto, la cruz de Cristo es la centralidad y universalidad de la obra de Dios.
Lo dicho aquí con respecto a que se le quitará la vida al Mesías no es una mala noticia, sino una buena noticia. Mediante Su muerte en la cruz, Cristo puso fin a la vieja creación. Después, en Su resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para que hiciese germinar a quienes Dios escogió e hiciese de ellos una nueva creación. Si vemos esto, comprenderemos que lo dicho en 9:26 acerca de la muerte de Cristo son buenas nuevas.
Mientras que la primera parte del versículo 26 habla de la muerte de Cristo, el resto del versículo habla de otro asunto. “El pueblo del príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario” (v. 26b). Esto revela que el príncipe del Imperio romano, Tito, vendría con su ejército a destruir la ciudad y el santuario, esto es, el templo. El Señor Jesús también profetizó acerca de esta destrucción en Mateo 24:2. Esta destrucción ocurrió en el año 70 d. C. Tal como dice Daniel 9:26c, su fin será con inundación, y hasta el fin habrá guerra. Las desolaciones están determinadas.
Finalmente, en el versículo 27 tenemos una semana que consta de siete años. Esta semana será para que el anticristo haga un pacto firme con el pueblo de Israel.
Entre la semana sesenta y nueve y la última semana hay un intervalo, el cual ha durado por unos dos mil años. Durante este intervalo la iglesia es edificada, en secreto y de manera misteriosa, por Cristo en Su resurrección para que ella llegue a ser el Cuerpo de Cristo y la novia de Cristo. Además, durante este intervalo Israel ha padecido sufrimientos, tales como haber perdido la tierra natal de sus padres y haber sido dispersados. No obstante, Dios no ha olvidado a Su pueblo Israel, sino que continúa concediéndoles cierto grado de misericordia. A la postre, vendrán los siete años de la última semana.
El anticristo hará un pacto firme con el pueblo de Israel, prometiéndoles estar de su lado. El pacto que él hará con ellos será un acuerdo de paz. Sin embargo, en medio de la semana setenta, el anticristo cambiará de opinión, combatirá contra Dios y hará que cesen el sacrificio y la oblación (v. 27b). Éste será el inicio de la gran tribulación (Mt. 24:21), la cual durará por tres años y medio. Durante la gran tribulación, tanto los judíos fieles como los cristianos que hayan quedado sobre la tierra padecerán la persecución del anticristo.
Después que él haga cesar el sacrificio y la oblación, el anticristo los reemplazará con las abominaciones (los ídolos del anticristo, 2 Ts. 2:4) del desolador (Dn. 9:27c). Este desolador es el propio anticristo.
Finalmente, la destrucción completa —que ya está determinada— será derramada sobre el desolador, el anticristo (v. 27d).
Lo recibido por Daniel con respecto a las setenta semanas no solamente es una visión, sino también un informe. Daniel entendió las setenta semanas, pero debido a que estamos casi en la finalización del intervalo, creo que nosotros entendemos este asunto incluso mejor que Daniel. Al estudiar la visión de las setenta semanas en relación con la economía de Dios, seremos ayudados a comprender dónde estamos, qué debemos ser y qué deberíamos estar haciendo en la actualidad.