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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 51

VIVIR AL SER LLENOS EN EL ESPIRITU

  En este mensaje hablaremos de cómo llevar una vida en la que somos llenos en el espíritu. Pablo habla de esto en Ef. 5:15-21.

I. EL QUINTO ASPECTO DE UN ANDAR DIGNO DEL LLAMAMIENTO DE DIOS

  Llevar una vida en la que somos constantemente llenos en el espíritu es el quinto aspecto de un andar digno del llamamiento de Dios. Los primeros cuatro aspectos de este andar son: guardar la unidad; crecer en la Cabeza; aprender a Cristo; y vivir en amor y en luz. En el capítulo cuatro, Pablo habla de guardar la unidad, de crecer en la Cabeza y de aprender a Cristo. En el capítulo cinco, él habla de vivir en amor y en luz y de llevar una vida en la que somos constantemente llenos en el espíritu. Así que, en el capítulo cinco hay tres palabras cruciales: amor, luz y espíritu. Los primeros catorce versículos tratan del amor y la luz, y la siguiente sección trata del espíritu mezclado.

  Ser llenos en el espíritu (v. 18) significa ser llenos en nuestro espíritu regenerado, en el espíritu humano, en el cual mora el Espíritu de Dios. Nuestro espíritu no debe estar vacío; debe estar lleno de las riquezas de Cristo hasta la medida de toda la plenitud de Dios (3:19). Todo lo que se menciona en 5:18—6:9 está ligado al hecho de estar llenos en el espíritu. Muchos de los que leen este capítulo enfocan su atención en detalles tales como el que la esposa debe someterse al esposo y que el esposo debe amar a su esposa, pero no ven la fuente de todas estas virtudes, a saber, ser llenos en el espíritu. Al estar llenos de Cristo en el espíritu hasta la medida de toda la plenitud de Dios, las esposas se someterán a sus maridos, los maridos amarán a sus esposas, los padres cuidarán a sus hijos, los esclavos obedecerán a sus amos y los amos tratarán debidamente a sus esclavos. Todo esto es el fruto de estar llenos en el espíritu.

  Los que tienen un trasfondo pentecostal o carismático posiblemente consideren que el espíritu del versículo 18 alude al Espíritu Santo. Quizás interpreten lo dicho por Pablo como que debemos ser llenos del Espíritu Santo y hablar en lenguas. Pero según el texto griego, Pablo no indica que debemos ser llenos del Espíritu, sino que debemos llenarnos en nuestro espíritu, o sea, en nuestro espíritu regenerado. Es posible que nuestro espíritu esté vacío, como una llanta desinflada. Si nuestro espíritu está “desinflado”, necesitamos ser lleno del pneuma. Necesitamos ir a la “estación” celestial y llenar nuestro espíritu de pneuma. De esta manera estaremos llenos en el espíritu. Conforme al capítulo tres, debemos llenarnos de las riquezas de Cristo hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Cuando nuestro espíritu está lleno de las riquezas de Cristo, no habrá problemas en nuestra vida cristiana.

  Ya mencionamos que llevar una vida en la que somos llenos en el espíritu constituye el quinto aspecto de un andar digno del llamamiento de Dios. El primer aspecto es guardar la unidad por causa de la vida del Cuerpo, la vida de iglesia. El segundo aspecto es crecer en todas las cosas en Cristo, quien es la Cabeza, por causa de la edificación del Cuerpo. Después de esto, aprendemos a Cristo al ser puestos en el molde, la norma de una vida que concuerda con la realidad que está en Jesús. Nosotros los cristianos tenemos una norma alta y un principio elevado, y éstos gobiernan nuestro diario andar. Aprender a Cristo es tomarlo a El como nuestra norma y tomar Su vida como el principio básico que nos gobierna. En cuarto lugar, una vida digna del llamamiento de Dios es una vida de amor y luz. Debemos vivir no sólo conforme a la verdad y por la gracia, sino también en luz y en amor. Tenemos que ser los que viven en intimidad con Dios y andan en Su presencia. Nuestra vida diaria debe concordar con el corazón de Dios y con Su presencia. Si tenemos estos cuatro aspectos, espontáneamente seremos llenos en nuestro espíritu.

  Estos cinco aspectos llevan una secuencia maravillosa. Primero, guardamos la unidad, y después crecemos en Cristo. Luego aprendemos a Cristo y vivimos en amor y en luz. Después, somos llenos espontáneamente en nuestro espíritu con las riquezas de Cristo hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Como resultado de llenarnos interiormente, brotarán la sumisión, el amor, la obediencia, el cuidado y todos los demás atributos necesarios para una vida cristiana, una vida de iglesia, una vida familiar y una vida comunitaria apropiadas. Por consiguiente, el quinto aspecto de un andar digno del llamamiento de Dios es producto de los primeros cuatro, es decir, es el resultado de guardar la unidad, crecer en Cristo, aprender a Cristo y vivir en amor y en luz. ¡Qué vida tenemos cuando manifestamos los cinco aspectos de un andar digno! Si estamos llenos interiormente hasta la medida de toda la plenitud de Dios, no habrá problemas en el hogar, en la iglesia, ni en la comunidad. Este es el punto crucial de este mensaje.

II. NO ANDAR COMO NECIOS, SINO COMO SABIOS

  El versículo 15 dice: “Mirad, pues, atentamente cómo andéis, no como necios sino como sabios”. La palabra “pues” indica que el versículo 15 es la conclusión de los versículos del 1 al 14. Si andamos en amor y en luz, no andaremos como necios, sino como sabios. Los necios son los gentiles del capítulo cuatro, mientras que los sabios son los amados hijos de Dios.

III. REDIMIR EL TIEMPO

  El versículo 16 está relacionado con el andar presentado en el versículo 15. En el versículo 16 Pablo dice: “Redimiendo el tiempo, porque los días son malos”. Redimir el tiempo es aprovechar cada oportunidad posible. Esto es ser sabios en nuestro andar.

  Debemos redimir el tiempo porque los días son malos. En este siglo maligno (Gá. 1:4), cada día es un día malo, lleno de cosas perniciosas que nos roban y arrebatan nuestro tiempo y nos llevan a usarlo de manera inadecuada. Por esto debemos andar sabiamente y redimir el tiempo, aprovechando cada oportunidad. Si no lo hacemos, desperdiciaremos el tiempo. Muchas cosas malignas se presentarán para distraernos y estorbarnos. Es posible que seamos distraídos por llamadas telefónicas, cartas o personas que nos visitan. Tal vez estemos disfrutando la presencia del Señor y de repente recibamos un ataque a través de una llamada telefónica negativa. Ya que los días son malos, tenemos que estar alerta y aprovechar cada oportunidad disponible.

IV. NO SER INSENSATOS, SINO ENTENDER CUAL ES LA VOLUNTAD DE DIOS

  El versículo 17 añade: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entended cuál es la voluntad del Señor”. La mejor manera de redimir nuestro tiempo es entender cuál es la voluntad del Señor. No conocer la voluntad del Señor es la principal causa por la cual desperdiciamos el tiempo.

V. NO DEBEMOS EMBRIAGARNOS CON VINO, SINO SER LLENOS EN EL ESPIRITU

  En el versículo 18 Pablo declara: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos en el espíritu”. Embriagarnos con vino es llenarse en el cuerpo, mientras que ser llenos en nuestro espíritu regenerado es ser llenos de Cristo (1:23) hasta la medida de la plenitud de Dios (3:19). Embriagar el cuerpo con vino nos trae disolución, pero ser llenos de Cristo hasta la medida de toda la plenitud de Dios nos hace rebosar de El, y, como resultado, hablamos, cantamos, salmodiamos, damos gracias a Dios y nos sometemos unos a otros. Día tras día necesitamos ser llenos en nuestro espíritu de todas las riquezas de Cristo.

A. Hablar, cantar y salmodiar

  Los versículos del 19 al 21 están relacionados con las palabras “sed llenos en el espíritu” del versículo 18. Los salmos, himnos y cánticos espirituales no sólo se pueden cantar y salmodiar, sino que también se pueden usar para hablarnos los unos a los otros. Hablar, cantar y salmodiar de esta manera no sólo representa el rebosamiento de alguien que está lleno en su espíritu, sino que también constituye la manera de ser llenos en el espíritu. Los salmos son poemas largos, los himnos son más cortos y los cánticos espirituales son aún más cortos. Todos son necesarios para que nos llenemos del Señor y rebosemos de El en nuestra vida cristiana.

  Según el Nuevo Testamento, los salmos, los himnos y los cánticos espirituales no sólo se deben cantar, sino también proclamar. Algunas veces somos inspirados al cantar los himnos, pero en otras ocasiones, las palabras del himno que proclamamos estando llenos de pneuma pueden ser más inspiradoras. Si estamos vacíos, si nos falta pneuma, lo que hablemos no inspirará a nadie. Pero si estamos llenos de pneuma, nuestras palabras causarán impacto e inspirarán a otros. Esto no es elocuencia; es hablar con impacto.

  En 1967 visité la iglesia de Yakarta, Indonesia. En una de las reuniones sugerí que los santos no sólo cantaran los himnos, sino que también los proclamaran, conforme a Efesios 5:19. De inmediato lo pusimos en práctica, y aquella proclamación fue maravillosa, llena del Espíritu Santo.

  A veces es necesario practicar esto en las reuniones; por supuesto, sin hacer de ello una legalidad. Antes de cantar un himno, podemos hablárnoslo unos a otros. Los hermanos declaran la primera línea y las hermanas responden con la segunda línea. Sin embargo, debemos tener cuidado de no caer en un formalismo. Tengo que reconocer que algunas de nuestras reuniones no son tan vivientes como deberían ser. Así que, debemos experimentar de forma viviente al Espíritu cuando cantamos y hablamos.

  El versículo 19 habla también de salmodiar. El cantar por lo general es corto, mientras que el salmodiar es más largo. Muchas veces el cantar es insuficiente para expresarle al Señor lo que sentimos por El, por ello es necesario salmodiar, para hacer rebosar nuestra alabanza a El plenamente.

B. Dar gracias

  El versículo 20 añade: “Dando siempre gracias por todo a nuestro Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Debemos darle gracias a Dios el Padre, no sólo en los tiempos buenos, sino en todo tiempo, y no sólo por las cosas buenas, sino por todas las cosas. Aun en los peores momentos debemos darle gracias a nuestro Dios y Padre.

  Este versículo nos dice que demos gracias en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. La realidad del nombre del Señor es Su persona. Estar en Su nombre es estar en Su persona, en el Señor mismo. Esto implica que debemos darle gracias a Dios siendo uno con el Señor.

C. Sujetarnos unos a otros en el temor de Cristo

  En el versículo 21, Pablo habla de estar “sujetos unos a otros en el temor de Cristo”. Someternos unos a otros también es una manera de ser llenos del Señor en el espíritu y es también lo que rebosa cuando estamos llenos. La sujeción debe ser mutua, los unos a los otros; no sólo los jóvenes a los mayores, sino también los mayores a los jóvenes (1 P. 5:5).

  Conforme al contexto de los versículos siguientes, estar en el temor de Cristo es tener temor de ofender a la Cabeza. Esto está relacionado con la autoridad de Cristo (v. 23) e incluye la sujeción de unos a otros. Cristo es la Cabeza del Cuerpo. Si maltratamos a cualquier miembro del Cuerpo, ofendemos la Cabeza. Debemos relacionarnos con los miembros del Cuerpo en el temor de Cristo, la Cabeza.

  Una vida de hablar, cantar, salmodiar y dar gracias, es una vida de sujeción. Cuando hablamos, cantamos, salmodiamos y damos gracias en el nombre del Señor Jesucristo, estamos dispuestos a someternos los unos a los otros. Todos nos sometemos a Cristo, la Cabeza, y también al Cuerpo. Pero este sometimiento es fruto de una vida en la que hablamos, cantamos, salmodiamos y damos gracias, lo cual a su vez es el resultado de ser llenos en el espíritu. Cuando estamos llenos en nuestro espíritu, cantamos, salmodiamos, hablamos, damos gracias. Además, nos sometemos espontáneamente. No obstante, si no estamos llenos, no hablaremos, no cantaremos, no salmodiaremos, no le daremos gracias a Dios, y consecuentemente, no nos someteremos los unos a los otros. Los miembros normales de una iglesia son aquellos que se someten unos a otros como resultado de llevar una vida en la que, desde lo más recóndito de su ser, hablan, cantan, salmodian y dan gracias a Dios. Su modo de vivir se basas en ser llenos en el espíritu de todas las riquezas de Cristo hasta la medida de toda la plenitud de Dios.

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