Mensaje 68
El propósito eterno de Dios consiste en obtener la iglesia. Su propósito no es simplemente crear al hombre, rescatarlo de su condición caída y llevarlo al cielo. Además, el propósito de Dios no es simplemente que seamos santos, espirituales y victoriosos. La creación, la salvación, la santificación, la espiritualidad y la victoria forman parte del procedimiento que Dios usa para realizar Su meta, mas no son la meta misma.
Si hemos de participar en el recobro de la vida adecuada de iglesia, debemos ver cuál era el propósito de Dios en el principio. Debemos comprender que existen tres comienzos distintos. En Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo”. Este principio se refiere a la eternidad. Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. En este versículo se alude al principio de la creación. Por último, el principio también se refiere al comienzo de la vida de iglesia. Por consiguiente, remontarse al principio es remontarse al principio de la eternidad, al principio de la creación o al principio de la iglesia.
El libro de Efesios revela que la iglesia llegó a existir en conformidad con el propósito eterno que Dios se propuso en Cristo. En 3:11 dice: “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”. El propósito eterno es el propósito de la eternidad, el propósito de los siglos. Este es el propósito que Dios hizo en la eternidad pasada con miras a la eternidad futura. Dios es un Dios de propósito. Antes de la creación, antes de la fundación del mundo, El hizo un plan. Este plan es el propósito de los siglos, o el propósito eterno.
En 1:9 Pablo declara: “Dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo”. Este versículo también habla del propósito de Dios, pero en esta ocasión Pablo usa la palabra propósito como verbo, no como sustantivo. Dios se propuso en Sí mismo un beneplácito, el cual concuerda con Su voluntad. Esta voluntad, la cual El se propuso, es un misterio, el cual estaba escondido en Dios; este misterio no les fue revelado a los santos del Antiguo Testamento. En 1:11 Pablo también habla del propósito de Dios: “En El asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad”. El propósito de Dios mencionado en estos versículos se refiere a lo que Dios planeó en el principio, en la eternidad pasada.
En el principio, Dios planeó obtener la iglesia. La Biblia revela claramente que ésta es la intención de Dios. Dios creó los cielos, la tierra y billones de cosas porque deseaba obtener la iglesia. Los dos primeros capítulos de Génesis aparentemente dejan constancia de la creación, pero en realidad, ellos revelan la intención de Dios. Los minerales existen para las plantas; las plantas, para los animales; los animales, para el hombre; y el hombre, para Dios. En otras palabras, todas las cosas fueron hechas para nosotros, y nosotros fuimos creados para Dios, a fin de que El pueda cumplir Su deseo de tener la iglesia. Por tanto, Dios creó todas las cosas con el fin de obtener la iglesia.
Además, la iglesia también es el objetivo por el cual Dios nos redimió, nos regeneró y nos llamó. Dios efectuó la redención con el fin de obtener la iglesia. El vino a usted, lo llamó y lo regeneró con miras a obtener la iglesia. Además, El ahora mora en usted por causa de la iglesia.
Ahora llegamos al asunto crucial y difícil de dar una definición de la iglesia. Podríamos decir que la iglesia es un híbrido, porque es una entidad producida por la mezcla de dos vidas. Las dos vidas que se mezclan para producir la iglesia son la vida divina y la vida humana. Así vemos que la iglesia no es una entidad constituida únicamente de la vida divina ni solamente de la vida humana, sino de una vida divino-humana. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, El vivió una vida divino-humana. La iglesia también posee una vida divina y humana. Damos gracias al Señor de que, aunque esto estuvo escondido de los santos a través de los siglos, El nos lo ha revelado a nosotros en Su recobro.
Es muy importante ver que la iglesia es un híbrido producido por la mezcla de la vida divina y la vida humana. Dios desea impartirse en el hombre y forjarse en él. Andrew Murray, en su libro, El Espíritu de Cristo, afirma que la vida divina está entretejida con la vida humana. Aunque el término entretejido es muy bueno, no es tan exacto. La vida divina no sólo está entretejida en la vida humana, sino que ambas están mezcladas y forman una sola entidad. Pablo confirma esto en Gálatas 2:20, donde declara: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Pablo afirma que es él quien vive, pero no él, sino Cristo, lo cual indica que él y Cristo estaban mezclados. La iglesia es producto de dicha mezcla.
Así como los miembros de nuestro cuerpo no viven para sí mismos, sino para el cuerpo, de igual manera, nosotros somos cristianos por causa de la iglesia. Sin el cuerpo, los miembros no tienen razón de ser. Siguiendo el mismo principio, sin la iglesia, nosotros los cristianos tampoco tenemos razón de ser. Por tanto, como cristianos debemos entregarnos a la iglesia.
En Gálatas 3:27 y 28 Pablo dice que todos los que hemos sido bautizados en Cristo, estamos vestidos de Cristo y que todos somos uno en Cristo Jesús. Esta unidad es la iglesia. La iglesia es la unidad que se tiene entre los que se han mezclado con Dios, una unidad que se halla únicamente en el Dios Triuno.
La unidad que se halla en el Dios Triuno está revelada claramente en el capítulo diecisiete de Juan. En Juan 17:21 el Señor Jesús oró así: “Para que todos sean uno; como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros”. En esta unidad no hay lugar para la carne, el pecado, lo natural ni lo mundano. En esta unidad sólo hay cabida para la humanidad apropiada que se ha mezclado con el Dios Triuno.
Posiblemente algunas personas dirán que, a causa de la caída, no tenemos una humanidad adecuada. Y estoy de acuerdo; sin embargo, mediante la redención efectuada por Cristo, Dios nos recobró y elevó nuestra humanidad caída. En la resurrección de Cristo, nuestra humanidad fue elevada. Esta humanidad resucitada y elevada ahora está mezclada con el Dios Triuno. Esta mezcla es el elemento mismo del que está constituida la iglesia. En la vida adecuada de iglesia no se encuentra la cultura, la religión ni la mundanalidad. La iglesia está compuesta de una humanidad apropiada, la humanidad creada por Dios y elevada por Cristo, la cual ha sido mezclada con el Dios Triuno. Esta es la entidad que Dios planeó tener en la eternidad pasada para la eternidad futura.
El libro de Efesios, que trata especialmente de la iglesia, es una miniatura de toda la Biblia. Esto lo comprueba el contenido del libro. Primero, como ya vimos, este libro habla del propósito de los siglos, del propósito eterno de Dios. En segundo lugar, menciona la creación. Efesios 3:9 habla de “la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”. En esto vemos que existe una relación entre la creación y la iglesia, pues Dios creó todas las cosas para la iglesia.
Dios creó todas las cosas, incluyendo al hombre, con la intención de que éste fuese mezclado con Dios para que se produjera así la iglesia. Zacarías 12:1 declara que el Señor extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. Esto indica que los cielos existen para la tierra, que la tierra fue hecha para el hombre y que el hombre, en quien fue formado un espíritu humano, fue creado para Dios. La maravillosa creación, cuyo centro es el hombre, existe con el propósito de que se produzca la iglesia. Por consiguiente, Efesios habla de la creación de todas las cosas.
Este libro también hace referencia varias veces al espíritu humano. En 1:17 Pablo pide en oración que el Padre de gloria nos dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El. Para la vida de iglesia no se necesita una mente naturalmente ingeniosa, sino un espíritu de sabiduría y de revelación.
En 2:22 Pablo vuelve a hablar del espíritu humano: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. Este versículo indica que la morada de Dios está en nuestro espíritu. La morada de Dios es Su edificio, el Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, el espíritu es justo donde practicamos la vida de iglesia. Si deseamos estar en la iglesia, la cual es el edificio de Dios, tenemos que estar en nuestro espíritu.
En 3:5 Pablo hace notar que el misterio de Cristo “es revelado a Sus santos apóstoles y profetas en el espíritu”. El misterio oculto se revela a los apóstoles y a los profetas, pero no a la mente de ellos, sino a su espíritu, el cual ha sido regenerado y en el cual mora el Espíritu Santo de Dios. El hombre interior mencionado en el versículo 16 alude a este espíritu. Nuestro hombre interior, o sea, nuestro espíritu regenerado por el Espíritu de Dios y en el cual mora el Espíritu de Dios, necesita ser fortalecido con poder por el Espíritu para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones.
En 4:23 Pablo añade lo siguiente en cuanto al espíritu humano: “Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Este espíritu es el espíritu humano mezclado con el Espíritu Santo. Cuando el espíritu mezclado se extiende a nuestra mente, llega a ser el espíritu de nuestra mente. Es entonces que nuestra mente está bajo el control de nuestro espíritu. Este espíritu, el cual nos renueva, es imprescindible para que nos despojemos del viejo hombre y nos vistamos del nuevo, el cual es la vida de iglesia.
En 5:18 Pablo da la siguiente exhortación: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien, sed llenos en el espíritu”. Nos hace falta ser llenos de Cristo en nuestro espíritu regenerado hasta la medida de toda la plenitud de Dios (3:19).
Por último, en 6:18 Pablo habla de orar “en todo tiempo en el espíritu”. Cada vez que oremos, debemos hacerlo en nuestro espíritu.
En cada capítulo de Efesios se menciona el espíritu humano. Esto muestra la importancia que tiene nuestro espíritu en la vida de iglesia. La razón por la que en el cristianismo actual prácticamente no hay vida de iglesia es que los cristianos en su mayoría desconocen el espíritu humano. Casi todas las enseñanzas cristianas de hoy apelan más a la mente. Sin embargo, el libro de Efesios no se centra en la mente, sino en el espíritu. Nuestro espíritu debe ser un espíritu de sabiduría y de revelación, el lugar donde se halla el edificio de Dios, el órgano en el cual Dios nos revela Su misterio, y el hombre interior que es fortalecido por el Espíritu de Dios. Además, necesitamos ser renovados en el espíritu de nuestra mente y orar en el espíritu. Por medio del ejercicio apropiado, nuestro espíritu será finalmente lleno hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esta es la mezcla de Dios y el hombre, la cual produce la vida de iglesia.
Además, el libro de Efesios revela al Dios Triuno de una manera más completa que cualquier otro libro de la Biblia. Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Este versículo habla de Dios el Padre y de Cristo el Hijo. Aunque no se hace mención explícita del Espíritu, éste queda implícito en las bendiciones espirituales. Estas son bendiciones que provienen del Espíritu y que se experimentan en el Espíritu. Por consiguiente, en un solo versículo tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu. En 2:18 vemos que por medio de El, del Hijo, tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre. Aquí vemos una vez más, en un solo versículo, al Dios Triuno: el Hijo, el Espíritu y el Padre. Por medio del Hijo y en el Espíritu, tenemos acceso al Padre. Esto habla de la experiencia que tenemos del Dios Triuno con miras a la vida de iglesia.
En el capítulo tres también vemos al Dios Triuno. Pablo oró al Padre que nos concediera el ser fortalecidos en el hombre interior por Su Espíritu, a fin de que Cristo hiciera Su hogar en nuestros corazones. Aquí vemos al Padre, al Espíritu y a Cristo el Hijo. Según el versículo 19, al final seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Por lo tanto, el Espíritu nos fortalece, Cristo hace Su hogar en nosotros, y luego somos llenos hasta toda la plenitud de Dios. Esta revelación del Dios Triuno no se encuentra en ningún otro pasaje de las Escrituras.
En 4:4-6 también encontramos al Dios Triuno: el Espíritu (v. 4), el Señor (v. 5) y Dios el Padre (v. 6). Esta secuencia es muy significativa. Primero tenemos al Espíritu, luego al Hijo y después al Padre. En la vida del Cuerpo, la primera persona de la Deidad con la que tenemos contacto es el Espíritu. Cuando tocamos al Espíritu, tocamos al Hijo; luego, al tener al Hijo, tenemos al Padre, quien es el origen y la fuente de todo. El Padre es la fuente, el Hijo es el caudal y el Espíritu es el fluir de ese caudal. Cuando participamos del fluir, estamos en el caudal, y cuando estamos en el caudal, somos conducidos a la fuente. Aquí tenemos la realidad del único Cuerpo, del único Espíritu, del único Señor y del único Dios y Padre.
Efesios revela al Dios Triuno de esta manera porque este libro trata de la iglesia, la cual es una entidad que se produce al impartirse el Dios Triuno en la humanidad. La iglesia se produce sólo a medida que el Dios Triuno se imparte en nosotros y se mezcla con nosotros. Efesios nos presenta no sólo la doctrina de la Trinidad, sino también el aspecto práctico de la misma, por el cual la Trinidad se imparte en el hombre. El Dios Triuno no se revela como tal para que lo enseñemos como doctrina, sino para impartirse en nuestro ser.
Ya mencionamos que el Dios Triuno, el Dios procesado, es ahora el Espíritu vivificante. Como Espíritu, El se imparte en nuestro ser. Esto propicia que seamos llenos en nuestro espíritu hasta la medida de toda la plenitud de Dios, y que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Cristo no sólo mora dentro de nosotros, sino que busca constantemente la oportunidad de hacer Su hogar en nuestro corazón, lo cual equivale a mezclarse con cada parte de nuestro ser interior. Cristo, quien es el Hijo de Dios y la corporificación misma de Dios, es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu con el fin de extenderse a todas las partes de nuestro ser. Como resultado de esto, no sólo llegamos a ser santos, espirituales y victoriosos, sino que se efectúa la maravillosa mezcla de lo divino con lo humano, lo cual produce la iglesia.
La iglesia que se produce al mezclarse lo divino con lo humano es el Cuerpo de Cristo. Algunos maestros cristianos consideran que el Cuerpo de Cristo es simplemente una metáfora; pero esto no es una simple metáfora, sino la expresión misma de Cristo. Así como mi cuerpo físico es la expresión de mi persona, el Cuerpo espiritual de Cristo es la expresión de Cristo. Por tanto, la iglesia como Cuerpo de Cristo es una realidad.
Además, la iglesia es el nuevo hombre, el cual tiene a Cristo como su vida y su persona. Un cuerpo necesita vida, pero un hombre necesita una vida y una persona. Los árboles tienen vida, pero no son personas, o sea, no tienen mente, voluntad ni parte emotiva. La iglesia, por ser el Cuerpo de Cristo y el nuevo hombre, tiene a Cristo como vida y como persona. Entender esto con respecto a la iglesia es fundamental.