Mensaje 20
Lectura bíblica: Ez. 40:17-47; 46:21-22
En el mensaje anterior abarcamos muchos detalles acerca de las puertas. Las puertas estaban divididas en cuatro secciones: el primer umbral, un pasaje, el umbral adicional y el vestíbulo. Cada puerta medía seis codos de alto y diez codos de ancho. El número seis representa la humanidad del Señor, mediante la cual Él cumplió con todos los requisitos de los Diez Mandamientos. Esto indica que el número seis cumple el número diez, esto es, el hombre Jesús cumple los Diez Mandamientos. Como señalamos, las dimensiones de las cámaras de la guardia son las mismas que las dimensiones que tendría un corte transversal del muro, a saber: seis codos por seis codos. Esto indica que para nosotros, las cámaras de la guardia son Cristo mismo, Dios mezclado con el hombre. El pasaje, donde tenemos el número ocho, indica un nuevo comienzo en resurrección. El vestíbulo, que es la sección final de la puerta, tiene los números dos, seis y ocho, lo cual indica que el Señor como hombre se halla plenamente en resurrección.
Todos los números usados en Ezequiel con respecto al edificio de Dios son muy significativos. Los números tres, cinco y los múltiplos de cinco son usados con frecuencia. Por ejemplo, se hace uso extenso del número treinta, el cual representa al Dios Triuno en resurrección que sobrelleva plenamente toda responsabilidad. Cuando Ezequiel vio las visiones en el capítulo 1, él tenía treinta años de edad. Hay treinta postes de apoyo, treinta cámaras situadas en el atrio exterior y treinta cámaras que rodean el templo. En Ezequiel el número treinta indica tanto madurez capaz de sobrellevar alguna carga como también disfrute y expresión de Cristo.
Las palmeras esculpidas en los postes representan victoria y poder imperecederos. Debido a que las columnas tienen que soportar el peso del techo y sustentar el edificio entero, tienen que estar en victoria y ser imperecederas. Cristo es la columna que sustenta y sobrelleva el edificio de Dios con una vida victoriosa e imperecedera.
También hemos visto que la puerta tiene treinta ventanas para permitir el ingreso de la luz y del aire. Estas ventanas están cubiertas por celosías, o entramados, a fin de mantener fuera las cosas negativas. Todo esto es precisamente la obra del Espíritu vivificante: Él trae la luz y el aire, pero continuamente filtra las cosas negativas.
En este mensaje procederemos a ver que el templo en Ezequiel tiene dos atrios: el atrio exterior y el atrio interior. Consideremos primero qué está en el atrio exterior, y después lo que está en el atrio interior.
Si entrásemos en el templo que Ezequiel vio en su visión, primero tendríamos que subir por los siete peldaños de la entrada para luego pasar por su espaciosa puerta. Esto nos introduciría en el atrio exterior del templo.
La primera cosa a la que debemos prestar atención en el atrio exterior es el pavimento. Hay pavimento alrededor del muro en los tres lados del atrio exterior, esto es, al este, al sur y al norte.
Hay seis diferentes secciones, o áreas, de pavimento, y en cada sección hay cinco cámaras. Esto significa que hay treinta cámaras. Aquí el número treinta está compuesto de cinco veces seis.
Además de las treinta cámaras sobre el pavimento, hay cuatro atrios pequeños, uno en cada esquina del atrio externo. Estos cuatro atrios en las cuatro esquinas son lugares donde la gente cocía los sacrificios. En términos modernos, estos lugares son cocinas, lugares donde se cocinan los alimentos. Estos lugares para cocinar son usados por el pueblo, no por los sacerdotes. Los sacerdotes comen en el atrio interior, mientras que la gente come en el atrio exterior.
Afuera de estas cocinas hay algunas cámaras. Estas cámaras son para comer, tal como en nuestras casas el cuarto conectado a la cocina es el comedor, un lugar para comer los alimentos preparados en la cocina. En Ezequiel, las cámaras conectadas a las cocinas son comedores donde el pueblo podía disfrutar de los sacrificios. Esto indica que dichas cámaras son lugares para disfrutar a Cristo. Con base en esto podemos ver que lo más importante en el atrio externo es el disfrute de Cristo, Aquel que es las ofrendas y los sacrificios. Después que pasamos por la puerta, venimos al atrio exterior y entramos en las cámaras para comer, para disfrutar, al Cristo que es la realidad de todas las ofrendas.
Ezequiel nos dice que estas cámaras que sirven de comedores están edificadas sobre el pavimento (40:17). En tiempos antiguos, el pavimento del atrio estaba hecho de piedras. Esto indica que siempre que nos disponemos a disfrutar de Cristo, debemos estar afirmados sobre un pavimento de piedras. El pavimento de piedras nos separa del polvo de la tierra. De otro modo, nuestros pies estarían tocando el polvo. Como creyentes en Cristo, tenemos el pavimento de piedras que nos separa del polvo. Aunque todavía estamos en la tierra y en el mundo, estamos separados de toda clase de polvo.
Originalmente, al ser la vieja creación, éramos de barro y teníamos la misma naturaleza que la tierra. Veníamos de la tierra y éramos uno con la tierra. Pero cuando fuimos salvos, nos convertimos y fuimos regenerados, llegamos a ser piedras, las cuales sirven para el pavimento. Ahora, si tenemos la intención de disfrutar a Cristo, debemos estar de pie sobre las piedras de nuestra regeneración.
Sin embargo, en situaciones cotidianas, muchos cristianos genuinos no están afirmados sobre estas piedras. Después del trabajo, tal vez participen en ciertas actividades y entretenimientos mundanos. Ellos son cristianos genuinos, pero están de pie sobre el polvo; ellos no tienen un pavimento de piedras bajo sus pies.
Por ser aquellos que están en la vida de iglesia en el recobro del Señor, nuestra situación debe ser diferente. Cuando venimos al hogar después del trabajo o la escuela, tal vez descansemos o cenemos; después, ejercitamos nuestro espíritu para invocar el nombre del Señor y nos reunimos a fin de disfrutar al Señor. Esto indica que estamos de pie sobre el pavimento de piedras; más aún, en nuestra experiencia el pavimento sobre el cual estamos de pie se convierte en un lugar, una “cámara”, en la que disfrutamos a Cristo. Muchos de nosotros podemos testificar que día tras día estamos en las cámaras disfrutando a Cristo. Esto es especialmente cierto en el día del Señor. Cuando contactamos al Señor temprano por la mañana, ponemos nuestros pies sobre las piedras y nos preparamos para entrar en las cámaras; entonces, en las reuniones de la iglesia, disfrutamos a Cristo al comerle.
El número treinta, usado en relación con las cámaras, está compuesto ya sea de cinco veces seis o de tres veces diez. Si el treinta está compuesto de cinco veces seis, tenemos entonces al hombre (seis) multiplicado por responsabilidad (cinco). Si el treinta está compuesto de tres veces diez, tenemos entonces al Dios Triuno en resurrección (tres) que cumple con todos los requisitos (diez). El Cristo a quien disfrutamos es el número treinta. Él no es meramente el cinco, el seis o el tres. Como número treinta, Él incluye el seis, el cinco, el tres y el diez. En Él tenemos al hombre, al Dios Triuno, la resurrección, la responsabilidad y el cumplimiento de todos los requisitos. El número diez también significa compleción y perfección. Esto indica que en Cristo tenemos compleción y perfección. ¡Alabado sea el Señor que tenemos a un Cristo tan rico para nuestro disfrute!
El número treinta corresponde a los treinta lados de los postes. Esto indica que nuestro disfrute de Cristo depende de que Él sea los postes, o pilares, sustentadores. El grado en que Él sobrelleva, soporta y sustenta, es el grado en que le podemos disfrutar. Además, las treinta cámaras corresponden a las treinta ventanas. Si el Espíritu todo-inclusivo no fuera del número treinta, no podríamos tener el rico disfrute de Cristo como número treinta.
Si consultamos el diagrama del plano del terreno, veremos que el ancho del pavimento equivale a la longitud de la puerta. Esto significa que el Cristo a quien disfrutamos es el Cristo a quien experimentamos. Cuánto podamos disfrutar a Cristo dependerá de cuánto experimentemos a Cristo. Si nuestra experiencia de Cristo mide cincuenta codos, entonces nuestro disfrute de Cristo también medirá cincuenta codos. ¿Cuánto podemos disfrutar a Cristo? Esto depende de cuánto experimentemos a Cristo. Cuanto más pasamos a través de Cristo, más de Cristo experimentamos, y cuanto más experimentamos a Cristo, más disfrutamos a Cristo. No podemos disfrutar de Cristo si solamente le tenemos en términos doctrinales. Esto significa que no podemos disfrutar del Cristo que no hemos experimentado. Podemos disfrutar únicamente del Cristo que hemos experimentado. La anchura de nuestro disfrute de Cristo siempre equivale a la longitud de nuestra experiencia de Cristo.
El pavimento está conectado a la puerta, pues se encuentra a ambos lados de la puerta. Esto indica que el disfrute de Cristo está conectado a la experiencia de Cristo. Si no tenemos la experiencia de Cristo, no podemos tener el disfrute de Cristo. Nuevamente vemos que el disfrute de Cristo depende de la experiencia de Cristo.
En el atrio exterior, en las cuatro esquinas, están los fogones. Esto indica que, por la gracia de Dios, la preparación de Cristo para que sea disfrutado por los demás se propaga de continuo a cada rincón, llegando a estar disponible en todo lugar. En cada “esquina” hay una “cocina” en la que Cristo es “cocinado” para nuestro disfrute. Dondequiera que nos encontremos, hay una cocina para nosotros. Damos gracias al Señor que las iglesias locales se propagan a todos los rincones de este país. En todos los rincones de este país se necesita de una “cocina” para preparar a Cristo a fin de que sea disfrutado por la gente.
Las cámaras en las esquinas medían treinta por cuarenta codos. Hasta ahora hemos visto cuatro treintas: treinta lados de los postes, treinta ventanas, treinta cámaras y treinta codos. Todos estos treintas guardan relación con nuestra experiencia y corresponden a ella. Debemos pasar a través de Cristo y después debemos disfrutar a Cristo, quien ha sido “cocinado”.
Aquí tenemos un nuevo número: cuarenta. El número cuarenta representa tribulaciones y pruebas. El pueblo de Israel estuvo en el desierto por cuarenta años, y el Señor Jesús estuvo en el desierto por cuarenta días para ser examinado y puesto a prueba. Esto indica que sin el sufrimiento, las pruebas y las tribulaciones, Cristo no podría haber sido “cocinado”, preparado, para nuestro disfrute. Cristo fue “cocinado” para nuestro disfrute. Su sufrimiento bajo el proceso por el cual fue “cocinado” tenía por finalidad que nosotros disfrutemos de Él al comerle.
Sin los sufrimientos y pruebas por los que pasó el Señor, Él no podría haber sido preparado para que le disfrutásemos. En cierto sentido, cuando las hermanas preparan los alimentos en la cocina, éstos “sufren”. Mientras el Señor Jesús estuvo en la tierra y, especialmente, cuando Él moría en la cruz, Él sufría, esto es, era “cocinado”, para que nosotros pudiésemos disfrutarle al comerle.
Del atrio exterior procedemos al atrio interior.
Al entrar en el atrio interior también ascendemos más alto. En la entrada al atrio interior hay otra serie de escaleras, las cuales no consisten de siete peldaños sino de ocho. En la parte de afuera, la que da a la calle, hay siete peldaños que conducen a la puerta que da acceso al atrio exterior, y ahora vemos que hay ocho peldaños que conducen a la puerta interior del atrio interior. Esto nos permite ver que entrar en el atrio interior significa que cuanto más avanzamos internamente, más nos elevamos. A medida que entramos más adentro, llegamos a estar en un nivel más elevado. Una vez que pasamos por la puerta que da acceso al atrio interior, nos encontramos quince peldaños más arriba que aquellas personas que están del lado externo del muro.
El número siete representa compleción, y el número ocho representa resurrección. Esto indica que si hemos de entrar en el atrio interior, debemos estar en resurrección. Todo lo que es de la vida natural y del hombre natural tiene que ser repudiado y anulado. Tal como lo indica el hecho que haya ocho peldaños, debemos estar absolutamente en resurrección.
En el atrio interior repetimos nuestra experiencia de Cristo. Experimentamos a Cristo nuevamente al pasar a través de otra puerta. Experimentamos al mismo Cristo, pero experimentamos más de Él. Esto nos conduce al atrio interior.
En el atrio exterior hay cierto disfrute mediante el cocer y el comer, pero no hay servicio, no se ministra al Señor. Pero cuando pasamos a través de la puerta y entramos en el atrio interior, tal ministerio se inicia de inmediato.
Hay una cámara, probablemente adentro de la puerta norte del atrio interior, que servía para que los sacerdotes lavaran los holocaustos (v. 38). Se tenía que cumplir una serie de pasos al preparar un holocausto para el sacrificio. Primero, se tenía que matar al animal; después, el animal era desollado y cortado en pedazos. Después de esto, se lavaba la ofrenda. Después de lavarla, la ofrenda estaba lista para ser incinerada. Por tanto, lavar la ofrenda era el último paso en la preparación del holocausto. Esta cámara no era para matar el holocausto, ni tampoco para quitarle la piel ni cortarla en pedazos; más bien, esta cámara servía únicamente para lavar el holocausto. Esto indica que en tal punto de nuestra experiencia, estamos listos a fin de ser holocausto para Dios. Únicamente cuando estamos en resurrección y en un nivel más elevado, estamos listos para ser personas absolutamente entregadas a Dios.
Aquí en el atrio interior se comienza la vida dedicada a Dios. No vemos esto en el atrio exterior. En el atrio exterior tenemos el disfrute de Cristo; pero en el atrio interior vemos mejora y progreso, pues aquí hay algo que es más interno y también más elevado. Aquí los sacerdotes están listos para ofrecer el holocausto, lo cual significa que están listos para ser personas absolutamente entregadas al Señor.
Adentro de la puerta del norte hay ocho mesas. Hay cuatro a un lado, y cuatro al otro lado, lo cual hace un total de ocho. Estas mesas sirven para degollar las ofrendas (vs. 39-41). Éste es el verdadero servicio, el auténtico ministerio. Los únicos que participan en este servicio son los sacerdotes. En la actualidad, en la era del Nuevo Testamento, todos somos sacerdotes. Sin embargo, de acuerdo con nuestra experiencia concreta, si permanecemos en el atrio exterior, seguimos siendo únicamente el pueblo; todavía no somos sacerdotes. En términos de nuestra experiencia, no podemos ser sacerdotes hasta que estemos en una situación que es simultáneamente más elevada y más interna. Únicamente después que avanzamos más alto y más adentro obtenemos la madurez en vida. Entonces estaremos listos para ser un holocausto. Sólo entonces podemos, en realidad, servir al Señor y ministrarle. Ahora ya no somos solamente el pueblo, sino que somos sacerdotes listos para servir al Señor con un ministerio particular.
Con las mesas, nuevamente tenemos el número ocho, el cual representa la resurrección. Las ocho mesas estaban divididas en dos grupos de cuatro, y también en cuatro grupos de dos. Estos números muestran que seres creados están en resurrección para constituir un testimonio. Podríamos afirmar que el ocho está compuesto de dos veces cuatro, donde cuatro es el número que representa a los seres creados. También podríamos afirmar que el ocho está compuesto de cuatro veces dos. El número cuatro representa a los seres creados, el número ocho representa la resurrección y el número dos representa el testimonio. Por tanto, aquí tenemos los seres creados en resurrección para constituir un testimonio.
Las mesas tenían una superficie que formaba un cuadrado de codo y medio, y su altura era de un codo. El número uno representa al único Dios. Si sumamos el codo y medio de longitud y el codo y medio de anchura, tenemos tres codos. Nuevamente, el número tres representa al Dios Triuno en resurrección. El Dios Triuno ha sido “partido”, según indica el hecho de que las mesas se hallaban en ambos lados de la puerta así como por el hecho de que el ancho de ellas medía la mitad de tres codos. En cuanto a las ocho mesas, vemos que el Dios Triuno, el único Dios, quien se hizo una criatura, fue “partido” en la cruz, pero luego Él fue resucitado. Ahora, en resurrección, Él es un testimonio. Hoy en día nuestro servicio, nuestro ministerio, tiene que llevarse a cabo en el Dios Triuno, el único Dios, quien, como criatura, fue “partido” y ahora, en calidad de testimonio viviente, está en resurrección.
Ahora quisiera hacer un resumen de lo que hemos abarcado hasta aquí con respecto al holocausto y las mesas. Las cámaras sirven para lavar el holocausto, el cual es algo absolutamente entregado al Señor. Estar preparados para ofrecer el holocausto significa estar listos para ser personas absolutamente entregadas al Señor. Las ocho mesas, que conforman cuatro grupos de dos mesas cada uno, sirven para degollar los sacrificios. El número ocho representa la resurrección, el número cuatro representa a los seres creados y el número dos representa el testimonio. Ahora bien, las mesas miden un codo de altura. El número uno representa al único Dios. El número tres (los tres codos que resultan de la suma del codo y medio que las mesas tienen de longitud y de anchura) representa al Dios Triuno en resurrección. Que este tres esté dividido en dos partes indica que el Dios Triuno, quien se hizo una criatura, fue “partido” mediante la muerte y que ahora Él está en resurrección. Hoy en día nuestro servicio se lleva a cabo en el Dios Triuno, el único Dios, quien fue “partido” y ahora está en resurrección para constituir un testimonio.
De la puerta procedemos al atrio, donde encontramos dos cámaras más, una al norte y otra al sur. Estas dos cámaras son para dos grupos de sacerdotes: los que están a cargo del templo y los que están a cargo del altar. La cámara que está al sur es para los sacerdotes que están a cargo del templo (v. 45), y la cámara que está al norte es para los sacerdotes que están a cargo del altar (v. 46). Estas cámaras indican que en esta etapa el servicio, el ministerio, de dichos sacerdotes ha sido establecido y es fijo, estable y constante. Ellos son plenamente aptos para su ministerio y lo ejercen con constancia.
Originalmente estábamos deambulando del lado externo del muro. Alabamos al Señor que entramos en Cristo y pasamos a través de Cristo para ingresar al atrio exterior. Con el tiempo, por la misericordia del Señor, entramos en las cámaras y allí comenzamos a gustar de Cristo y a disfrutarle. Una vez gustamos de Él, no queremos dejar estas cámaras. Sin embargo, después de un considerable disfrute del Señor comprendemos que debemos ascender nuevamente y experimentar lo representado por el número ocho para estar por completo en resurrección. Para esto, debemos pasar a través de Cristo nuevamente e ingresar al atrio interior. Una vez que estamos en el atrio interior, debemos estar listos para ser personas absolutamente entregadas al Señor. Aquí comenzamos el ministerio, el servicio, con el Dios Triuno, quien se hizo una criatura y fue “partido”, el cual ahora está en resurrección como testimonio. Ahora llegamos a ser sacerdotes plenamente aptos que han sido establecidos para estar, con la debida constancia, en las cámaras y hacerse cargo del templo y del altar.