Mensaje 24
Lectura bíblica: Ez. 43:1-5, 43:6-12, 43:18-27; 44:4, 44:5
Después de la compleción de la edificación de la casa, la gloria del Señor retornó. En sus primeros años de ministerio, Ezequiel vio que la gloria del Señor partió en varias etapas. Primero, la gloria del Señor dejó el templo y vacilaba sobre el umbral (Ez. 9:3; 10:4). Después, dejó el umbral y salió a la ciudad. Luego, de la ciudad la gloria del Señor fue aún más lejos al monte de los Olivos, al oriente de la ciudad (11:23), y desde allí la gloria del Señor ascendió a los cielos.
Cuando al salir el Señor se detuvo sobre el umbral de la casa, esto indicaba que Él no estaba feliz de tener que salir. Él no quería salir, pero se veía obligado a ello. Su renuencia a dejar la casa está indicada por el hecho de que Él vaciló y se demoró sobre el umbral. Con el tiempo, Él se vio obligado a dejar la casa debido a la abominación, la fornicación y la degradación del pueblo. Pero ahora la gloria del Señor retornaba por el mismo camino por el que se había ido. Él había salido por el lado oriental de la casa y ahora retornaba por ese mismo lado (43:1-3).
Es importante que entendamos por qué la gloria del Señor retornó. La gloria del Señor regresó porque la edificación del templo había sido completada. Éste es el punto crucial. ¡Cuánto desea el Señor retornar a la tierra! Pero para Su retorno Él necesita de un lugar donde posar las plantas de Sus pies, un lugar sobre el cual Él pueda poner Sus pies. Su habitación, Su casa, es aquel lugar en la tierra donde Él puede poner Sus pies.
A lo largo de los siglos el enemigo, en su astucia, ha impedido que los cristianos sepan acerca del edificio. Los maestros cristianos enfatizan grandemente el asunto de la salvación y hasta cierto grado la espiritualidad, pero rara vez hacen énfasis en lo relacionado con el edificio. A Dios no le importa meramente la salvación o la espiritualidad, sino el edificio. Por años el Señor nos ha “cargado” con una sola cosa: el edificio. El edificio no es otra cosa que la iglesia.
El hermano Watchman Nee fue plenamente comisionado por el Señor con la carga de la iglesia. Yo lo conocí bien y sabía que él había recibido carga por la iglesia y por la edificación de la iglesia. Él comprendía que para la edificación de la iglesia era necesaria la vida espiritual interior, y el Señor le dio muchos mensajes acerca de esta vida interior. Sin embargo, estos mensajes no fueron dados para que la gente pudiese ser espiritual de manera individual, sino para que la iglesia pudiese ser edificada. Todos sus mensajes sobre la vida interior tenían por finalidad la edificación de la iglesia. Pero el astuto enemigo, Satanás, ha utilizado a algunas personas supuestamente espirituales para publicar dichos mensajes sobre la vida interior a fin de que sean usados para buscar espiritualidad individual. Aquellos que publicaron libros del hermano Nee sobre la vida interior no tenían mucha estima por sus libros acerca de la vida de iglesia. Muchas librerías cristianas venden libros tales como La vida cristiana normal; Sentaos, andad, estad firmes; ¿Qué haré Señor?; El Cantar de los Cantares, y así por el estilo —todos ellos libros que tratan sobre la vida espiritual—, pero muy pocas librerías venden los libros del hermano Nee que tratan sobre la iglesia. Rara vez ellas venden libros tales como La vida cristiana normal de la iglesia; La iglesia gloriosa; Pláticas adicionales sobre la vida de iglesia; u otros libros del hermano Nee que tienen la palabra iglesia en el título. Esto nos permite ver la astucia sutil del enemigo.
¿Creen ustedes que lo único que le interesa al Señor es nuestra espiritualidad? Puedo asegurarles que al Señor no le importa meramente la espiritualidad; a Él le importa la edificación de la iglesia. Al respecto, debemos poner al descubierto la astucia del enemigo. Hay quienes dicen que Witness Lee difiere de Watchman Nee, esto es, que Watchman Nee le da importancia a la vida espiritual, pero que a Witness Lee le interesa en demasía la iglesia. El hecho de que el hermano Nee daba importancia no solamente a la vida espiritual, sino también a la iglesia queda demostrado por libros tales como Pláticas adicionales sobre la vida de iglesia; La ortodoxia de la iglesia; y La iglesia gloriosa.
Hoy en día el Señor no está interesado meramente en la espiritualidad individual. Incluso cuando muchas personas espirituales tales como Daniel hayan surgido en Babilonia, la gloria del Señor no habría ido allá para llenar a dichas personas. La gloria del Señor no retornó para Daniel; más bien, retornó al templo después que éste fue reedificado.
Después de la medición del edificio entero, el Espíritu llevó a Ezequiel a la puerta del este donde él vio la apariencia de la gloria del Señor que retornaba. “Y fue semejante a la apariencia de la visión que yo había visto, es decir, como la visión que había visto cuando vine a destruir la ciudad; y las visiones eran como la visión que había visto junto al río Quebar” (Ez. 43:3). Cuando leí por primera vez este versículo, pensé que la palabra vine debía ser Él vino. Según mi impresión inicial, el versículo debería decir: “Cuando Él vino a destruir la ciudad”; no obstante, la traducción apropiada es: “Cuando vine a destruir la ciudad”. Parece extraño que Ezequiel dijera que él vino a destruir la ciudad. Esto significa que cuando el profeta fue a Jerusalén, el Señor también fue a Jerusalén. El Señor fue allí al Ezequiel ir allí. En sus primeros años de ministerio Ezequiel vio que la gloria del Señor dejó el templo y la ciudad, pero en su ministerio posterior él vio que la gloria regresaba a la casa del Señor.
Debemos ser profundamente impresionados con el hecho de que la gloria de Dios retornó únicamente después que la edificación del templo fue completada. Si queremos morar en la iglesia y manifestar la gloria de Dios en la iglesia, la iglesia tiene que ser completada. Si la iglesia en la actualidad se conforma a todos los detalles del edificio santo de Dios que se abarcan en estos capítulos de Ezequiel y, por ende, es edificada en todo aspecto, entonces Dios morará gloriosamente en la iglesia. Por tanto, a fin de que el Dios de gloria more en la iglesia, la iglesia tiene que ser edificada para llegar a ser la morada de Dios.
Dios desea que la iglesia sea edificada en la tierra porque Él desea obtener una morada en la tierra. Él, el Dios de los cielos, desea vivir en la tierra. El lugar donde Él vive, Su morada, es la iglesia. Puesto que Dios mora en la iglesia, aquellos que quieren buscar a Dios y contactarle tienen que venir a la iglesia. Nuestra carga principal en este estudio de Ezequiel es que veamos la morada que Dios desea tener en la tierra. Si obtenemos la gracia de ser edificados en la iglesia, el Dios de gloria vivirá entre nosotros.
El versículo 2a dice: “Y he aquí, la gloria del Dios de Israel venía del camino que conduce al oriente”. La gloria retornó desde el oriente, esto es, la dirección de donde se levanta el sol. La dirección de donde se levanta el sol representa la gloria (Nm. 2:3). El Señor regresó desde la gloria. Él salió hacia el oriente y regresó desde el oriente.
Ezequiel 43:2 también dice: “Y Su voz era como el estruendo de muchas aguas”. El Señor regresó no solamente con gloria, sino también con un gran estruendo, pues Su voz era como el estruendo de muchas aguas. Esto indica que allí donde la gloria del Señor retorna a la iglesia, habrá un gran estruendo. Cuando la gloria del Señor sale, debemos estar callados. Tal silencio indica que la gloria se ha ido, pero el estruendo es señal de que la gloria ha regresado. En Hechos 2, en el día de Pentecostés, no hubo silencio. “Vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” (v. 2). Siempre que la iglesia es avivada, habrá un gran estruendo y mucho ruido.
Según Ezequiel 43:2, “la tierra se iluminó con Su gloria”. La tierra vino a estar bajo la luz, bajo el resplandor de la gloria del Señor. No había tinieblas. En el día de Pentecostés, la ciudad de Jerusalén estuvo bajo el resplandor de tal luz. Siempre que la iglesia experimenta un avivamiento, la gloria de Dios es expresada, la voz de Dios es oída y la gloria de Dios resplandece. Sin embargo, sin la manifestación de Dios y la voz de Dios, hay tinieblas.
Ezequiel 43:3 dice que la apariencia que el Señor tenía al retornar era la misma que tenía cuando Él vino con el profeta para destruir la ciudad. Estas palabras de consuelo revelan cuán misericordioso es el Señor. Incluso mientras Ezequiel estuvo en cautiverio, la visión del Señor estaba presente allí. La visión del Señor vino no solamente a la Tierra Santa, sino que también vino al lugar del cautiverio.
En Zacarías 1:8 el Señor cabalgó sobre un caballo bermejo entre los mirtos de la hondonada. En aquel entonces el pueblo del Señor se encontraba en una hondonada, había tocado fondo, pero el Señor cabalgaba entre ellos a fin de sacarlos de allí. Esto indica que Él estaba con quienes estaban en cautiverio. El Señor seguía estando con Su pueblo, pero no de una manera normal.
Ezequiel 43:4 dice: “La gloria de Jehová entró en la casa por la puerta que miraba hacia el oriente”. El Señor regresó por la puerta del este.
El templo tiene tres entradas, una que da al oriente, otra que da al sur y otra que da al norte. Las puertas al sur y al norte sirven para conveniencia del pueblo; pero la puerta al este, además de servir para conveniencia del pueblo, está al servicio de la gloria del Señor. En la vida de iglesia tenemos varias puertas, pero la más importante es la puerta del este: la puerta que se abre a la gloria del Señor. Esto significa que en la vida de iglesia tenemos necesidad de una puerta que esté abierta a la gloria del Señor. No debiéramos preocuparnos únicamente por lo que nos conviene, sino que debemos preocuparnos de manera especial por la gloria del Señor. En la vida de iglesia la primera consideración debe ser la gloria del Señor. Las decisiones en la vida de iglesia tienen que ser tomadas principalmente en conformidad con la gloria del Señor. Incluso al tomar decisiones con respecto al día y la hora de las reuniones, debemos preocuparnos por la gloria del Señor y no simplemente por lo que conviene a las personas. La iglesia tiene que estar abierta a la gloria del Señor a fin de que Su gloria pueda entrar en la iglesia.
La gloria del Señor entró en la casa, y “he aquí, la gloria de Jehová llenó la casa” (v. 5). Finalmente, la casa y el templo interior fueron llenos con la gloria del Señor.
Aquí vemos que el Señor había retornado a la tierra. Debido a que Él había perdido Su posición en la tierra, regresó a los cielos. La posición del Señor sobre la tierra es la edificación de Su casa. A fin de que el Señor regrese a la tierra, Él tiene necesidad de una iglesia edificada que sea Su base sobre la tierra. El Señor no regresará meramente a la tierra, sino que regresará particularmente a la iglesia.
En aquel tiempo que Ezequiel vio la gloria del Señor, también vio a un hombre de pie a su lado. Él vio la gloria del Señor y vio al Señor como hombre. El hombre que estaba de pie junto a él le dijo: “Hijo de hombre, éste es el lugar de Mi trono y el lugar de las plantas de Mis pies, donde habitaré en medio de los hijos de Israel para siempre” (v. 7a). Las palabras el lugar de Mi trono son prueba de que el hombre que estaba de pie junto a Ezequiel era el Señor mismo. Según su construcción gramatical, la frase el lugar de Mi trono y el lugar de las plantas de Mis pies, donde habitaré, no parece ser una buena composición. Es posible que esto sea debido a que el anhelo del Señor y Su gozo estaban centrados en Su casa, por lo cual Él descuidó toda gramática. Él estaba plenamente ocupado en Su casa.
El Señor estaba tan feliz con Su casa que aparentemente no le importaba la gramática. Cuando retornó al templo, el Señor estaba muy feliz. La casa había sido recobrada y, nuevamente, Él tenía un lugar para las plantas de Sus pies. Por tanto, Él dijo: “Hijo de hombre, éste es el lugar de Mi trono y el lugar de las plantas de Mis pies”.
Aquí vemos el anhelo que el Señor tiene por Su casa, por la iglesia. El Señor se preocupa por el recobro de la vida de iglesia. Por mucho tiempo Él ha deseado y esperado regresar a la iglesia. A esto se debe que tengamos tanto gozo en nuestras reuniones. Estamos gozosos y felices porque el Señor dentro de nosotros está gozoso y feliz. Él está feliz porque en la iglesia Él tiene un lugar: un lugar para Su trono, un lugar para las plantas de Sus pies. Por siglos el Señor no tenía un lugar donde posar las plantas de Sus pies. Cuán feliz está Él porque habiendo sido mantenido lejos de la tierra por tanto tiempo, ¡ahora Él tiene a las iglesias locales como lugar de Su trono y lugar para las plantas de Sus pies! Es maravilloso que el Señor, el Dios todopoderoso, pueda haber dicho las palabras que aparecen en el versículo 7: “El lugar de Mi trono y el lugar de las plantas de Mis pies”.
Si yo hubiera sido Ezequiel, habría preguntado: “Puesto que Tú eres el Dios todopoderoso ¿por qué te importa tanto un lugar tan pequeño? ¿Por qué este lugar te hace tan feliz?”. Si Ezequiel hubiera hecho esta pregunta, el Señor podría haberle respondido: “Amo este lugar particular en la tierra debido a que éste es el lugar de Mi trono y el lugar de las plantas de Mis pies”.
El lugar de las plantas de los pies del Señor es el lugar de Su trono. El trono tiene por finalidad el gobierno de Dios, Su administración y Su reino; es el lugar desde el cual Él puede ejercer Su administración. Las plantas de los pies del Señor tienen por finalidad el mover del Señor sobre la tierra. Aparte del templo como lugar de Su trono y lugar de las plantas de Sus pies, el Señor no tiene otra base desde la cual ejercer Su administración y llevar adelante Su mover en la tierra. A menos que la iglesia sea edificada, el Señor carece de la posición requerida para administrar Su gobierno así como para moverse sobre la tierra; más aún, la iglesia es el lugar donde el Señor puede morar para obtener reposo y satisfacción.
En el versículo 7b el Señor le dijo a Ezequiel que el pueblo le había ofendido con sus fornicaciones y con sus cuerpos muertos. Aquí el Señor no reprende a la casa de Israel por su comportamiento y conducta, sino por sus fornicaciones y por sus cuerpos muertos. La prostitución es fornicación. No importa cuán bondadosa y amable sea una esposa y no importa cuántas obras buenas haga, si ella ama a otro hombre aparte de su propio marido, esto es fornicación. En principio, ésta era la situación en que se encontraba la iglesia en Éfeso según Apocalipsis 2. El Señor dijo que ellos habían realizado muchas buenas obras, pero que habían perdido su primer amor (v. 4). Él estaba diciéndoles que, aparte de Él mismo, ellos amaban otras cosas. Esto es fornicación. No importa cuán bueno, puro o santo pueda ser algo, si lo amamos más que al Señor mismo, esto es fornicación. No son muchos los cristianos en la actualidad que se ocupan sólo del Señor mismo. En lugar de esto, ellos se ocupan de muchas otras cosas, incluyendo cosas que son buenas, fundamentales, espirituales y santas. Esto es fornicación.
Los cuerpos muertos son cosas inertes. Ezequiel 43:7b habla sobre “los cuerpos muertos de sus reyes en sus lugares altos”. Al interpretar esta parte del versículo, después de la frase lugares altos podemos insertar de Sion para indicar que estos lugares altos podrían referirse a los lugares altos del monte Sion. Conforme a la costumbre, los cuerpos (los cadáveres) de los reyes eran sepultados detrás del templo. Por eso el Señor dice que el umbral de los cadáveres estaba cerca a Su umbral y el poste de ellos junto a Su poste en el templo (v. 8). A un lado estaba el santuario del Señor; al otro lado estaba el sepulcro de los cuerpos de los reyes. Por tanto, éstos no eran los cadáveres de la clase baja, sino de los reyes, gente de posición elevada.
Después de hacer notar todas estas abominaciones, el Señor le dijo a Ezequiel cómo debía instruir al pueblo: “Tú, oh hijo de hombre, describe la casa a la casa de Israel, para que se sientan humillados por causa de sus iniquidades” (v. 10a). A diferencia de lo que hizo con Moisés, aquí el Señor no le encargó a Ezequiel que enseñara la ley y los Diez Mandamientos al pueblo de Dios; más bien, le dijo a Ezequiel que mostrara la casa de Dios al pueblo. Aquí el Señor parecía decir: “De ahora en adelante, no estamos bajo la dispensación de la ley, sino bajo la dispensación de Mi casa. No basta con simplemente guardar la ley. Tienen que guardar el modo, las formas, las ordenanzas, los estatutos, las leyes, las entradas y salidas relacionadas con la casa. Deberán comportarse no solamente conforme a los Diez Mandamientos, sino también conforme a Mi casa”.
Según el versículo 10, Dios quería que Ezequiel mostrase el templo a la casa de Israel a fin de que el pueblo se avergonzase de sus iniquidades. El templo de Dios es un modelo, y si el pueblo se examinase a la luz de este modelo, verían sus deficiencias. La intención de Dios era examinar el vivir y la conducta del pueblo de Israel de acuerdo con Su casa, Su morada, como la regla y el modelo. El vivir del pueblo de Dios tiene que corresponder al templo de Dios. Mostrar el templo de Dios a Su pueblo hace que los pecados y deficiencias de ellos sean puestos al descubierto y causa que se avergüencen de sus iniquidades.
La mayoría de creyentes en la actualidad cree que las normas morales y los principios espirituales son suficientes como reglas de comportamiento y conducta. Pocos comprenden que nuestro comportamiento y conducta deben ser examinados no solamente en conformidad con normas morales y principios espirituales, sino también en conformidad con la iglesia, la casa de Dios.
Las enseñanzas comunes, o inferiores, impartidas en la cristiandad actual les indican a los creyentes cómo comportarse, esto es, qué hacer y qué no hacer. A los creyentes se les dan muchas normas de conducta. Hay también enseñanzas más elevadas que instan a los creyentes a ser espirituales. Estas enseñanzas representan una mejora con respecto a las enseñanzas que atañen sólo al comportamiento. Pero el Señor no le dijo a Ezequiel que mostrara a la casa de Israel la ley o los principios espirituales; más bien, el Señor encargó a Ezequiel que mostrara Su casa a la casa de Israel. Debido a que la casa debía ser la regla de ellos, el Señor le ordenó a Ezequiel que les mostrase “el diseño de la casa, su disposición, sus salidas y sus entradas, todo su diseño y todos sus estatutos, sí, todo su diseño y todas sus leyes” (v. 11).
Nuestra principal preocupación hoy en día no debiera ser portarnos bien, ni siquiera llegar a ser espirituales. Nuestra preocupación debiera ser encajar en la casa de Dios, esto es, cómo conducirnos en la casa de Dios. El Señor no ordenó a Ezequiel que mostrase la ley, los Diez Mandamientos, a la casa de Israel; tampoco le mandó que mostrase los principios espirituales a la casa de Israel. Por el contrario, el Señor encargó a Ezequiel que mostrase Su casa a la casa de Israel.
Supongamos que un joven es salvo. Antes de ser salvo, él trataba mal a sus padres y a su hermana. Ahora que ha sido salvo, él aprende cómo debe tratarlos con el debido respeto y cómo debe conducirse en relación con su padre, su madre y su hermana. Después, él aprende a ser espiritual y a practicar cosas tales como considerarse muerto. Él tiene una buena conducta y en ciertos asuntos incluso es espiritual; no obstante, él es una persona completamente independiente. Él es tan independiente que no está dispuesto a orar con otros. Tal persona, que es extremadamente independiente, no sabe nada acerca de la casa de Dios. A él no le importa la iglesia. Todo cuanto hace, lo hace para sí mismo de manera individualista; no hace nada en pro de la iglesia, del Cuerpo, la expresión corporativa de Cristo.
Si esta clase de persona es medida por la casa, se dará cuenta de sus deficiencias en muchos aspectos. Por ejemplo, comprenderá que carece de ventanas, esto es, del Espíritu vivificante. Él debe obtener tales ventanas al invocar el nombre del Señor Jesús. Cuanto más invoque el nombre del Señor, más ventanas tendrá. Este hermano también necesita ser examinado por las puertas de la casa y ser comparado con ellas. Esto quizás haga que él comprenda que tiene muchas puertas por las cuales puede salir de la vida de iglesia. Con respecto a la vida de iglesia, tal vez él entre y salga a su antojo, pues entra un día y sale al día siguiente. Aunque él tiene muchas puertas, el templo no tiene muchas puertas. Él no tiene ventanas, pero sí tiene muchas puertas, muchas maneras de dejar la vida de iglesia.
Todos debemos ser examinados por el edificio, por la casa, en nuestras salidas y entradas. Si hemos de entrar en la vida de iglesia, tenemos que hacerlo por una puerta. Después, debemos progresar hacia adentro y hacia arriba, ascendiendo cada vez más alto. Una vez que llegamos a la parte de atrás del tercer piso, nos damos cuenta de que no podemos escapar, pues ya no hay puertas por las que podamos salir.
En el libro de Ezequiel, Dios mide a Su pueblo por el templo. Por ejemplo, en el templo el número seis es usado muchas veces. Como ya hicimos notar, el número seis aquí, el cual es usado en el muro, en la entrada y en otras partes del templo, representa la humanidad del Señor Jesús. Esto indica que necesitamos examinar nuestra humanidad por el edificio y tomar la humanidad del Señor Jesús como nuestra humanidad.
Otro ejemplo está relacionado con la madera usada en el templo. La madera que era usada para determinados propósitos tenía que tener ciertas medidas apropiadas. Esto significa que la madera tenía que mantener su posición y función de la manera debida. Si una pieza de madera era más larga o más corta que la medida requerida, no encajaría apropiadamente en el edificio. Al aplicar esto a nuestra experiencia en la vida de iglesia hoy, debemos considerar si nuestra situación corresponde a las medidas del templo de Dios. Supongamos que Dios desea que usted mida tres codos. ¿Usted se conforma a esta medida, o mide más o menos de tres codos? Una hermana debe mantener la posición que le corresponde como hermana. Si ella pretende tomar la posición de un hermano, no estará dentro de su medida, y esto no corresponderá con el edificio ni encajará en el mismo.
Hay, incluso, otro ejemplo respecto a ser medidos por el edificio de Dios, y éste se relaciona con los querubines y las palmeras. Si somos medidos por los querubines y las palmeras talladas en las paredes, consideraremos los asuntos referentes a la expresión de la imagen gloriosa de Cristo y la expresión de la victoria de Cristo. Como alguien que está en la vida de iglesia, ¿tiene usted la imagen de Cristo? ¿Expresa usted la gloria de Cristo y la victoria de Cristo? ¿Ha experimentado ser “tallado” por Dios? ¿Tiene alguna herida o cicatriz que testifique que Dios lo ha estado tallando? Si somos medidos por el templo de este modo, tal vez comprendamos que todavía somos “madera suave”, esto es, madera que no tiene tallados en ella los querubines ni las palmeras.
Un punto particularmente importante es que en el edificio no hay piezas independientes. Todas las piezas forman parte de la edificación. Todas las piezas están relacionadas entre sí, y no hay piezas independientes. ¿Qué de usted? ¿Es usted independiente? ¿Ha sido usted edificado en el edificio? ¿Su forma y manera de ser encajan en el edificio? Quizás usted diga que le gusta esto o aquello, pero la cuestión no es qué le gusta o disgusta a usted, sino si usted encaja o no en el edificio, en la iglesia. ¿Será que su manera de proceder encaja en la vida de iglesia?
A Ezequiel le fue dicho que a partir de entonces, la casa de Israel debía conducirse en conformidad con la casa de Dios. Esto indica que al presente debemos conducirnos no conforme a ciertas enseñanzas, sino en conformidad con la iglesia. La iglesia tiene que ser nuestra regla. Debemos ser regulados por el diseño de la iglesia, por las salidas y entradas de la iglesia, por las ordenanzas, estatutos y leyes propias de la iglesia. Esto significa que debemos ser el pueblo de Dios no en conformidad con la ley de Moisés, sino en conformidad con el plano del templo en Ezequiel.
Hoy en día lo que le preocupa al Señor no es la ley, sino la casa. Lo que le preocupa al Señor no es la espiritualidad, sino la iglesia. Lo que le importa al Señor es la iglesia, esto es, el lugar de Su trono, el lugar de las plantas de Sus pies, el lugar donde Él puede descansar y obtener satisfacción. Debido a que al Señor le importa tanto la iglesia, Su casa, a nosotros también nos debe importar la iglesia, Su casa, y amoldarnos en conformidad a ella. Si comprendemos esto, no solamente nos importarán las enseñanzas bíblicas o la vida espiritual interior. Asimismo, no nos preocuparemos por hablar en lenguas o por orar de cierta manera. En lugar de ello, lo que nos debe importar es por completo la iglesia y amoldarnos nosotros mismos conforme a la iglesia, la casa de Dios.
La vida de iglesia, o la vida del Cuerpo, es la mayor prueba de la verdadera espiritualidad. Si no podemos pasar la prueba de la vida de iglesia, entonces nuestra espiritualidad no es genuina.
Debemos ver, con base en el libro de Ezequiel, que el requisito del Cristo que mora en nosotros no es conforme a la ley, sino conforme a Su casa. Todos deben ser medidos y examinados en conformidad con la medida de la casa de Dios. No estamos bajo la dispensación de la ley; estamos bajo la dispensación de la casa. Ésta es la era de la iglesia, no la era meramente de ser espirituales. Éste es el tiempo de la vida de iglesia. Si lo que somos y lo que hacemos no puede encajar en la vida de iglesia, no es de valor alguno a los ojos de Dios y podría incluso ser abominación para Él, una especie de fornicación. Por tanto, debemos amoldarnos en conformidad con la iglesia y permitir que la iglesia nos mida y examine en todo aspecto.
Después del templo, procedemos al altar. En 43:18-27 tenemos los estatutos del altar. El altar es el lugar donde el pueblo de Dios es redimido y consagrado. Conforme al relato de estos versículos acerca del altar, se requerían siete días para que el pueblo fuese purificado. Ellos tenían que ofrecer una ofrenda por el pecado acompañada de la sangre redentora todos los días durante siete días. Después, al octavo día, el día de resurrección, ellos debían consagrarse al ofrecer un holocausto (v. 27). Después del holocausto, ellos disfrutaban de la ofrenda de paz a manera de banquete celebrado juntamente con el Señor y con Su pueblo. Esto indica que después de la purificación, el lavamiento que tiene lugar en el altar durante siete días, el pueblo del Señor era aceptado por Él, llegaba a ser Su satisfacción y celebraba banquete con Él.
Actualmente en la vida de iglesia tenemos necesidad del altar tanto para purificación como para consagración. Debemos ofrecernos al Señor como holocausto. Hacer esto significa que nos hemos entregado absolutamente al Señor. Primero tenemos que ser lavados, purgados y purificados, y después podemos consagrarnos al Señor. A fin de mantener el templo, necesitamos el altar. A fin de salvaguardar la vida de iglesia, necesitamos la purificación, la santificación y la consagración mediante la cruz.
La purificación requiere un período de siete días (v. 26). Esto indica que la purificación no puede ser lograda rápidamente; se requiere un período de tiempo para que seamos lavados y purificados, un tiempo durante el cual nos apartamos de todo lo negativo. Luego, al octavo día, en resurrección, debemos ofrecernos al Señor como holocausto para Su satisfacción. Después de esto, a partir del octavo día en adelante, podemos tener un banquete con el Señor disfrutando las riquezas de Cristo en la presencia de Dios.
El versículo 12 dice: “Ésta es la ley de la casa: Todo su territorio sobre la cumbre y todo alrededor del monte será santísimo. He aquí que ésta es la ley de la casa”. Aquí vemos que la ley de la casa puede resumirse en dos puntos: la casa tiene que estar sobre la cumbre del monte, y la casa tiene que ser sumamente santa. Estar en el monte equivale a estar en resurrección y en la posición de ascensión. Esto indica que la vida de iglesia tiene que ser elevada, o sea, debe estar sobre la cumbre del monte. La iglesia también tiene que ser santa, separada y santificada de todo lo que sea mundano.
La ley de la casa, la ley del templo, guarda relación con el carácter de Dios. Dios es un Dios de alturas, y Él es un Dios santo. Por tanto, Él desea que Su morada también sea elevada y santa. Todo en la vida de iglesia tiene que ser elevado y santo, en plena conformidad con la ley del templo.
Ser elevado y ser santo: éstos son los dos grandes principios con respecto a la iglesia. La altura es la posición de la iglesia, y la santificación es la naturaleza de la iglesia. En cuanto a su posición, la iglesia es elevada, y en cuanto a su naturaleza, la iglesia es santa. No debemos rebajar a la iglesia ni debemos hacerla común. Más bien, siempre tenemos que respetar la altura de la iglesia y considerar la santidad de la iglesia, sabiendo que en cuanto a su posición, la iglesia está en resurrección y en ascensión, y que en cuanto a su naturaleza, la iglesia es sumamente santa.
¿Está su vida de iglesia en la cumbre del monte? ¿Es santa su vida de iglesia? Todos debemos ser examinados por estos dos aspectos de la ley de la casa. Si en nuestra vida de iglesia estamos en resurrección, estamos en la posición de ascensión y somos sumamente santos, entonces podremos ser la morada de Dios.