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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Ezequiel»
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Mensaje 4

EL VIENTO, LA NUBE, EL FUEGO Y EL ELECTRO CONSTITUYEN LA HISTORIA DE LA VIDA ESPIRITUAL DE UN CRISTIANO

  Lectura bíblica: Ez. 1:4; Sal. 75:6-7a; Ez. 37:9; Jn. 3:8; Hch. 2:2, 4a; Éx. 24:16; 40:34; Dt. 4:24; He. 12:29; Ez. 1:27-28; 8:2, 4; Ap. 4:3; 22:1

  En este mensaje quisiera decir algo más con respecto a la experiencia que tenemos del viento, la nube, el fuego y el electro. Siento la carga de mostrarles que el viento, la nube, el fuego y el electro deben constituir la historia de la vida espiritual de un cristiano. A lo largo de nuestra vida cristiana, nuestras experiencias espirituales deben ser un ciclo continuo que incluya estos cuatro asuntos.

NO UNA TEORÍA, SINO UNA EXPERIENCIA DEL VIENTO QUE SOPLA, LA NUBE QUE CUBRE, EL FUEGO QUE CONSUME Y EL ELECTRO REFULGENTE

  Lo dicho en el mensaje anterior con respecto al viento, la nube, el fuego y el electro no es de ningún modo una teoría, sino algo referente a la experiencia espiritual. Si una persona jamás ha experimentado el viento, la nube, el fuego y el electro, tal persona ciertamente no es un cristiano normal. Es posible poseer cierto conocimiento doctrinal de la verdad acerca de la salvación y después ser bautizado de manera formal, sin haber tenido experiencia alguna del viento, la nube, el fuego y el electro. Una persona que ha sido auténticamente salva es alguien que ha tenido transacciones espirituales con Dios, alguien que ha experimentado el soplar del viento y el cubrir de la nube.

  Antes que usted fuera salvo, es posible que haya tenido una vida pacífica y tranquila, pero un día usted escuchó el evangelio y experimentó el soplar de un viento poderoso. Como resultado de ello, fue despertado y comenzó a preguntarse acerca del significado de la vida humana y, en particular, acerca del significado de su propia vida. Comenzó a preguntarse: “¿De dónde vine y a dónde voy? ¿Cuál es el propósito de mi vida? ¿Qué significado tiene? Si continúo viviendo de la manera en que hasta ahora lo he hecho, ¿dónde acabaré?”. El viento continuó soplando sobre usted y dentro de usted hasta que creyó en el Señor y recibió Su salvación completa.

  Un viento espiritual no solamente sopló sobre nosotros cuando fuimos salvos, sino que sopla cada vez que experimentamos un avivamiento espiritual. Cierto creyente puede ser muy descuidado con respecto a su vida espiritual y, no obstante, sentirse contento con su condición espiritual. Si este creyente se siente bien, tal vez lea la Biblia y ore, pero si no se siente bien, probablemente deje de orar y leer la Biblia. La situación es muy diferente con un creyente que experimenta el soplar de un poderoso viento espiritual. Cuando el viento sopla sobre él, le es imposible sentirse satisfecho con su condición espiritual; por el contrario, no tendrá paz y estará preocupado por su situación, por lo cual comenzará a hacer preguntas acerca de la condición de su vida espiritual. El principio que rige con respecto a la iglesia corporativamente es el mismo que se aplica a un creyente personalmente. El soplido del viento siempre hace que no tengamos paz con respecto a nuestra situación y condición y que nos preocupemos por ello. Tengo el profundo anhelo de que un viento recio y poderoso sople sobre todos los santos en todas las iglesias, de modo que no tengan paz y sean instados a buscar al Señor con relación a su condición espiritual.

  El viento que sopla trae consigo la nube que cubre. Hemos aprendido con base en nuestra experiencia espiritual que cuando el Espíritu Santo sopla sobre nosotros y nos toca, percibimos que Dios nos cubre y cuida de nosotros. Su presencia es como una nube que nos cubre y rodea, y podemos percibir tanto Su presencia como Su cuidado. A continuación experimentamos el incinerar del fuego consumidor. Esta incineración nos hace comprender que estamos equivocados de muchas maneras y con muchas personas. Tal incinerar pone al descubierto nuestra condición y hace que confesemos nuestras transgresiones y tomemos medidas con respecto a nosotros mismos delante de Dios. Cuanto más arde el fuego, más confesamos y más somos santificados y purificados.

  Quisiera pedirles que consideren estos asuntos del viento que sopla, la nube que cubre y el fuego que incinera, a la luz de su propia experiencia espiritual. ¿No han experimentado el viento que soplaba sobre ustedes, la nube que los cubría y el fuego que los consumía y purificaba? Antes de experimentar el soplar e incinerar del Espíritu, tal vez usted haya tenido el sentir de que los demás siempre estaban errados y que usted siempre estaba en lo correcto. Pero entonces, debido al soplar del viento, al estar bajo la cubierta de la nube y por el incinerar del fuego, comenzó a ver cuán pecaminoso y corrupto es usted. El fuego lo incineró a usted al extremo que llegó a comprender que incluso su amor era un amor egoísta y carnal.

  Este fuego no solamente consume nuestro orgullo, sino también nuestra humildad; no solamente consume nuestra maldad, sino también nuestra bondad; no solamente consume nuestro odio, sino también nuestro amor. Cuando estamos bajo el soplar del viento, la cubierta de la nube y el incinerar del fuego, no tendremos el sentir de que estamos bien. Al contrario, nuestro “yo” se desmoronará y será disuelto. Con el tiempo, este fuego eliminará todo lo que no sea Dios. Únicamente Dios puede pasar a través de esta incineración.

LA EXPRESIÓN RADIANTE DEL DIOS REDENTOR

  Agradecemos al Señor que en el fuego está el electro refulgente. Quisiera recordarles que el electro, una aleación de oro y plata, representa al Dios redentor. Después de haber sido incinerados por Dios como fuego consumidor, percibimos que estamos llenos de la naturaleza y gloria de Dios. Esto significa que una vez que hemos experimentado el viento, la nube y el fuego, lo único que permanece es el electro refulgente, el Dios redentor. El viento y la nube traen el fuego, y el fuego manifiesta el electro refulgente. El resultado de las transacciones espirituales que conllevan el viento que sopla, la nube que cubre y el fuego que purifica, es siempre la expresión radiante del Dios redentor.

  En esta coyuntura, me parece oportuno darles un breve testimonio de mi experiencia cuando tenía veintitantos años de edad. Habiendo sido atraído por el Señor, casi todas las mañanas subía a un monte cerca de mi casa para orar. Al considerar mi experiencia a la luz de Ezequiel 1:4, puedo testificar que ciertamente experimenté el viento, la nube, el fuego y el electro. Poco después de alcanzar la cima de aquel monte, percibía el mover del Espíritu Santo, el soplar del viento. Con frecuencia, mientras cantaba, las lágrimas brotaban sin cesar. En tales ocasiones también percibía estar cubierto por una gran nube, la nube de la presencia del Señor. Al mismo tiempo, tenía la fuerte convicción de ser una persona pecaminosa y corrupta, por lo cual confesaba mis pecados al Señor. Después de orar de este modo y leer la Biblia, estaba lleno de algo dulce y glorioso: el Dios redentor como electro refulgente. Esta experiencia se repitió una mañana tras otra durante un buen tiempo.

LA HISTORIA ESPIRITUAL DE TODO CRISTIANO

  La historia espiritual de todo cristiano debe incluir el viento, la nube, el fuego y el electro. Cuando fuimos salvos, experimentamos al Señor de estas cuatro maneras, y debemos continuar experimentándolo de este modo. De hecho, cada vez que recibimos gracia del Señor, tenemos transacciones espirituales con Él que incluyen el viento, la nube, el fuego y el electro. Cuando usted se despierte por la mañana, tal vez perciba que el viento del Espíritu sopla sobre usted y que una nube lo cubre. Entonces, al pasar cierto tiempo en oración, quizás perciba que un fuego está ardiendo en usted a fin de incinerar su corrupción, mundanalidad y muchas otras cosas negativas. A la postre, probablemente percibirá que en usted hay algo resplandeciente, hermoso y lleno de dignidad, esto es: el electro refulgente. Como resultado de esta experiencia, usted podrá vivir el día entero en el disfrute del electro refulgente. Sin embargo, puesto que vive y anda en este mundo corrupto, no puede evitar ensuciarse y contaminarse, por lo cual es posible que al terminar ese día o a la mañana siguiente usted experimente nuevamente el viento, la nube, el fuego y el electro. Una vez más el viento sopla, la nube se cierne sobre usted y el fuego arde. Entonces usted confiesa sus pecados y toma medidas con respecto a su inmundicia, después de lo cual nuevamente disfruta del resplandor del electro que está en usted.

  Esta clase de experiencia es inagotable y no tiene fin. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes y año tras año, debemos experimentar el viento, la nube, el fuego y el electro. Cada vez que el viento sopla, la nube cubre y el fuego arde, seremos iluminados para ver que necesitamos tomar medidas con respecto a asuntos de los cuales antes no teníamos conciencia. A medida que estas cosas negativas son eliminadas por el fuego, experimentamos una purificación adicional y un disfrute más profundo del electro refulgente.

RECIBIR GRACIA DE PARTE DEL SEÑOR

  Algunos creyentes han sido salvos por bastante tiempo, pero su condición espiritual sigue siendo la misma. En su vida cristiana casi no han tenido experiencias del viento, la nube, el fuego y el electro. El viento no sopla sobre ellos, la nube no los cubre y el fuego no arde en ellos, por lo cual tampoco tiene lugar la manifestación del electro. Tal situación es por completo anormal. Si un creyente desea recibir gracia de parte del Señor, necesariamente deberá experimentar el viento espiritual y la nube espiritual: cuanto más, mejor. A veces, necesitamos experimentar el soplar del viento poderoso, un viento que hace que experimentemos un giro importante en nuestra vida. Siempre que efectuamos tal giro, recibimos mucha gracia de parte del Señor.

  Quisiera recalcar que el hecho de recibir gracia de parte del Señor es algo relacionado con el viento, la nube, el fuego y el electro. El Espíritu Santo sopla sobre nosotros como viento procedente de Dios. Éste es el comienzo de nuestra experiencia de recibir gracia. Entonces, al estar bajo la nube de la presencia del Señor que se cierne sobre nosotros y nos cubre, espontáneamente comprendemos cuán pecaminosos e impuros somos. Tal vez tengamos una experiencia que, en principio, es como la del profeta Isaías. Cuando él recibió una visión del Señor en Su gloria, exclamó: “¡Ay de mí, porque soy muerto! / Pues soy hombre de labios inmundos, / y habito en medio de un pueblo de labios inmundos; / mas han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Is. 6:5). Después que él confesó su pecaminosidad, fue limpiado. Con respecto a esto, Isaías dijo: “Después voló hacia mí uno de los serafines con un carbón encendido en su mano, que había tomado del altar con unas tenazas. Y con él tocó mi boca, y dijo: / He aquí que esto ha tocado tus labios, / y es quitada tu iniquidad, y limpio tu pecado” (vs. 6-7). Siempre que el viento sopla, la nube cubre y el fuego arde, habremos de percibir nuestra pecaminosidad y comprender que todas las cosas negativas en nuestro ser tienen que ser eliminadas por el fuego. Todo cuanto no corresponda con la naturaleza santa y gloriosa de Dios será consumido por el fuego. Todo cuanto no sea de Dios —todo lo relacionado con el pecado, el mundo, la carne y Satanás—, tiene que ser eliminado por el fuego. Lo único que puede pasar a través del fuego consumidor es el Dios redentor, quien es el electro refulgente.

  Cuanto más usted vaya en pos del Señor, más comprenderá que el fuego santo incinera no solamente aquello que usted considera sus puntos débiles, sino también los fuertes, incluyendo su bondad natural, sus virtudes naturales y todo lo que en usted es admirado, apreciado y tenido en alta estima tanto por usted mismo como por los demás. Al igual que Agustín, con el tiempo quizás sienta que incluso su confesión misma y sus lágrimas de arrepentimiento requieren ser purificadas por el Señor.

LA MANIFESTACIÓN DEL ELECTRO

  El resultado del viento que sopla, la nube que cubre y el fuego que arde es la manifestación radiante del electro. Al experimentar la incineración del fuego consumidor, Dios mismo es manifestado en nosotros. Cuanto más experimentamos el viento de Dios, Su nube y Su fuego, más el Señor es manifestado en nosotros de una manera dignificada y gloriosa. Cuando Él es manifestado de tal modo, percibimos que únicamente Él es precioso, adorable, resplandeciente, majestuoso y glorioso. Al igual que los discípulos en el monte de la transfiguración, vemos entonces “a nadie [...] sino a Jesús solo” (Mt. 17:8). El único a quien vemos, el único que está en escena para nosotros, es el adorable, precioso y glorioso Señor Jesús. Entonces no podemos hacer otra cosa que inclinarnos delante de Él, adorarle, exaltarle, coronarle y derramar nuestro todo sobre Él. De este modo ganamos al Señor, y Él nos gana.

  Que todos seamos profundamente impresionados con el cuadro presentado en Ezequiel 1:4 y que nuestra vida cristiana sea una experiencia continua e inagotable del viento, la nube, el fuego y el electro.

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