Mensaje 29
Lectura bíblica: Fil. 4:10-13; 3:9
En este mensaje hablaremos del secreto por el que Pablo lo podía todo en Cristo. El había aprendido el secreto de la suficiencia y del contentamiento. En realidad, este secreto es Cristo mismo. En el primer capítulo, Cristo es la vida que debemos vivir; en el capítulo dos, El es el modelo que debemos seguir, y en el capítulo tres, es la meta y el premio que debemos perseguir. Ahora, en el capítulo cuatro, vemos que Cristo es el secreto y también el poder que podemos disfrutar. En cualquier actividad que emprendamos, lo primero que necesitamos es conocer el secreto, y en segundo lugar, contar con el poder, fuerza o energía para realizarla.
Cuando le enseñamos a alguien a hacer algo, por insignificante que sea, nuestra principal tarea consiste en enseñarle el secreto que hay en ello. Tomemos, por ejemplo, el arte de asar carne en una parrilla. Si no conocemos el secreto, es posible que echemos a perder la carne asándola demasiado por un lado y dejándola cruda por el otro. Del mismo modo, es posible que no conozcamos el secreto que nos presenta Filipenses 4, de poder hacerlo todo en Cristo. Podemos hablar mucho de Filipenses sin conocer el secreto de experimentar a Cristo. Pero a menos que tengamos la llave, no podremos abrir la puerta que nos lleva a experimentar a Cristo. Repito una vez más que el capítulo cuatro nos revela el secreto y el poder. Por una parte, Pablo declara: “He aprendido el secreto” (v. 12), y por otra, testifica: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (v. 13).
En el versículo 11, Pablo declara: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. El había aprendido a contentarse en cualquier situación, y por esto podía declarar: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”.
Luego, en el versículo 12, él añade: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. La frase “he aprendido el secreto” es la interpretación de una expresión griega que significa “he sido iniciado”. La metáfora usada aquí se refiere a una persona iniciada en una sociedad secreta, la cual es instruida en sus principios rudimentarios. Pablo no sólo había aprendido el secreto, sino que había sido iniciado y había aprendido ciertos principios básicos.
Entre los griegos existían numerosas sociedades secretas, y todo aquel que deseara hacerse miembro de alguna de ellas debía aprender los principios básicos de la misma. Aquellos que lo iniciaban debían enseñarle dichos principios. Pablo empleó esta metáfora para indicar que una iglesia, la cual es una entidad misteriosa, posee ciertos principios fundamentales. Una vez que Pablo se convirtió a Cristo, fue iniciado en la vida de iglesia, lo cual implica que aprendió el secreto, aprendió cómo disfrutar a Cristo, cómo tomarlo como su vida, cómo vivirlo, magnificarlo y ganarlo, y cómo llevar la vida de iglesia. Estos son los principios básicos de la vida de iglesia.
Aunque la iglesia como Cuerpo de Cristo es en cierto sentido una entidad misteriosa, definitivamente no es una sociedad secreta. Por el contrario, es una ciudad resplandeciente asentada sobre un monte. Además, la iglesia recibe a todos aquellos que deseen venir a ella. Sin embargo, puesto que posee un aspecto misterioso, requiere de una iniciación espiritual para conocer los principios de la vida de iglesia.
Los principios fundamentales de la vida de iglesia difieren completamente de los principios elementales del mundo. Podemos conocer todos los principios básicos del mundo sin saber nada de la vida de iglesia. Por lo tanto, después de ser salvos y de venir a la vida de iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, tuvimos que ser iniciados y aprender ciertos principios fundamentales. El secreto del Cuerpo consiste en tomar a Cristo como nuestra vida, vivirlo, seguir en pos de El, ganarlo, magnificarlo y expresarlo. Estos son los principios fundamentales de la iglesia como Cuerpo de Cristo. Pablo había sido iniciado en el Cuerpo y, por ende, había aprendido el secreto.
Son pocos los cristianos que han sido iniciados en la vida de iglesia de esta manera. A pesar de que se convierten a Cristo, son bautizados y se afilian a una denominación, no son iniciados en el Cuerpo de Cristo. Es por eso que aún no han aprendido a tomar a Cristo como vida, ni a vivirlo, ni a tomarlo como su modelo ni a estimar todas las cosas religiosas, culturales y filosóficas como basura, para ganar a Cristo. Si los comparamos con el apóstol Pablo, tendremos que reconocer que aún no conocen el secreto de experimentar a Cristo. Pablo había sido iniciado apropiadamente tanto en la vida cristiana como en la vida de iglesia.
Conforme a Filipenses 4:10-13, Pablo aplicaba el secreto a todo lo que le sucedía en la cárcel. El se encontraba en una prisión de Roma, lejos de los creyentes y de las iglesias que había establecido mediante su ministerio. Sin duda alguna, él sufría tanto psicológica como físicamente. Ciertamente tenía necesidades materiales y no le resultaba fácil estar en la cárcel en tales circunstancias.
Conforme al relato del Nuevo Testamento, la iglesia en Filipos fue una iglesia ejemplar en la forma en que suplió las necesidades de Pablo, mientras éste viajaba por Europa llevando a cabo su ministerio. En 4:15 Pablo declara: “Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al comienzo del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y de recibir, sino vosotros solos”. La provisión material por parte de los filipenses les abrió una cuenta con el apóstol. Como veremos en el siguiente mensaje, los creyentes de Filipos habían abierto una cuenta con Pablo, tal como se abre una cuenta bancaria hoy en día. En más de una ocasión, los filipenses habían depositado su dinero en dicha cuenta. Así que, en el versículo 16 Pablo les dice: “Pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades”. Luego, en el versículo 17, Pablo se refiere a la cuenta que los creyentes habían abierto con él: “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que aumente en vuestra cuenta”.
Como dijimos, los creyentes de Filipos habían abierto una cuenta celestial con el apóstol y se habían distinguido por la forma en que le proveían para sus necesidades materiales. No obstante, mientras que Pablo estaba en la cárcel, ciertamente tenía necesidades materiales, y puesto que era humano, esperaba que los filipenses siguieran acordándose de él. Sin embargo, ellos dejaron de hacerlo por algún tiempo. Podemos deducir esto por las palabras de Pablo en el versículo 10: “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis hecho florecer de nuevo vuestro interés por mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. Observemos las expresiones “al fin” y “florecer de nuevo”. Al parecer durante algún tiempo, el sentir que tenían los filipenses hacia Pablo había quedado adormecido, y aun se había marchitado. Pero cuando el apóstol escribió este versículo, leemos que el invierno había pasado y que ya había entrado la primavera. Es por eso que dijo que el sentir de ellos hacia él había vuelto a florecer. Pablo mostró su bondad al añadir: “De lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad”. Sin embargo, queda implícito en sus palabras que antes de que el sentir de ellos para con él volviese a florecer, él había estado esperando recibir algún apoyo material de parte de ellos, quienes eran la única iglesia que tenía una cuenta celestial con él. Pero había transcurrido algún tiempo y ellos aún no habían depositado nada en dicha cuenta. No obstante, ahora las “flores” que se habían marchitado por el invierno, habían vuelto a florecer con la venida de la primavera.
En la soberanía del Señor, los filipenses dejaron de enviar apoyo material a Pablo por un tiempo. Ciertamente, ellos habían abierto una cuenta con él, pero ¿de qué sirve una cuenta si no se deposita nada en ella? Ese tiempo fue para Pablo un periodo de prueba que le hizo aprender a estar humillado. Sin duda, cuando Epafrodito llegó con la ayuda, efectuando así un gran depósito en la cuenta celestial, esto hizo que Pablo experimentara abundancia. Es por eso que declaró en el versículo 12: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia”. El sabía estar humillado, en una condición baja, y también sabía vivir en la abundancia.
En el versículo 12, Pablo usa algunas expresiones difíciles de entender. El escribe: “En todas las cosas y en todo”. Podemos preguntarnos: ¿Cuál es la diferencia entre “todas las cosas” y “todo”? ¿Acaso no es lo mismo? Además, al comienzo del mismo versículo, Pablo afirma que él sabía “estar humillado” y “tener abundancia”, pero al final, él invierte el orden y declara haber aprendido el secreto “así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. Cuando estudiamos la Palabra, debemos estar atentos a esta clase de matices.
En estos versículos Pablo da a entender que padecía necesidad y que requería de algún apoyo material. Cuando padecía necesidad, era humillado. En presencia de los carceleros, de los guardias, y aun de todo el pretorio él padecía necesidad y era humillado. Quizás algunos decían de él: “¡Pobre prisionero! No tiene a nadie que lo cuide ni le brinde ningún apoyo”. Pero luego, de forma inesperada, se presentó Epafrodito con una dádiva de parte de los filipenses. Así que, en el versículo 18 Pablo exclama: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios”. En ese momento, Pablo acababa de recibir el rico suministro de ellos y ya no le faltaba nada. Por eso, podía declarar: “Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia”.
El apóstol estaba humillado antes de la llegada de Epafrodito, pero cuando éste llegó con la ayuda económica, Pablo tuvo abundancia. Sin embargo, él no sabía cuánto tiempo iba a durar ese periodo de abundancia. El apóstol sabía bien que después vendría otro tiempo de necesidad. A pesar de que había pasado por una situación difícil, y ahora se encontraba en la cumbre, estaba consciente de que tal vez sería humillado nuevamente, en un futuro no muy lejano. Esa es la razón por la que primero dijo: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia”. Pero luego, dado que Epafrodito había llegado con el suministro, él invirtió el orden y declaró: “He aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad”. Puesto que estaba consciente de que su situación podía cambiar nuevamente, él afirmó que había aprendido a estar saciado, así como a tener hambre.
Insisto en este asunto porque quiero resaltar el hecho de que nuestras circunstancias son siempre preparadas por la mano soberana de Dios. En ocasiones y bajo Su soberanía, Dios nos hace pasar por situaciones de humillación, y otras veces nos pone en situaciones muy favorables. Pablo sabía bien que, aunque había recibido el apoyo de la iglesia en Filipos, su entorno siempre estaría en las manos de Dios. Su mano soberana había dispuesto que la iglesia en Filipos se hubiera tardado en enviarle la ayuda material. Tal vez ellos tenían la intención de hacerlo, pero no habían tenido la oportunidad, hasta cuando Epafrodito pudo ir. Finalmente, los creyentes filipenses tuvieron la oportunidad y le enviaron su dádiva a Pablo. La ayuda que le enviaron lo sacó del estado de humillación y de necesidad en que se encontraba, y lo elevó a la cumbre más alta. Sin embargo, él no sabía cuánto tiempo iba a durar esto. Lo único de lo cual estaba seguro era de haber aprendido a estar humillado y a tener abundancia, así como a tener abundancia y a padecer necesidad. El había aprendido el secreto; había sido iniciado en los principios fundamentales en cuanto a Cristo y la iglesia.
En el versículo 13 vemos un principio básico en cuanto al secreto que el apóstol había aprendido, esto es, el secreto de poder hacerlo todo en Cristo. El dijo: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Pablo era un hombre que estaba en Cristo (2 Co. 12:2), y deseaba que otros lo hallaran en El, es decir, en Aquel que lo revestía de poder. Esta es una declaración concluyente en cuanto a su experiencia de Cristo, la cual conlleva muchas implicaciones. Es el reverso de lo que el Señor dijo en Juan 15:5 en cuanto a nuestra relación orgánica con El: “Separados de Mí nada podéis hacer”.
En 4:13 Pablo declara que Cristo es Aquel que lo reviste de poder. Revestir de poder significa ser hecho dinámico interiormente. Cristo mora en nosotros (Col 1:27); El nos da poder, nos hace dinámicos desde adentro, no desde afuera. Era por medio de este poder dado a Pablo, que él lo podía todo en Cristo.
En 4:13 se halla el secreto al que Pablo se refiere en el versículo 12. En dicho versículo declara que él está en Cristo, esto es, en Aquel que lo reviste de poder, mientras que en el capítulo tres, Pablo testificó que seguía a Cristo con el fin de ganarlo y ser hallado en El. Pero ahora en 4:13, él declara que está en El. Pablo lo podía todo en Cristo, en Aquel que lo revestía de poder; él bien podría decir: “Cristo es el secreto de mi suficiencia. Mientras lo posea y sea hallado en El, todo lo podré en El”.
Para apreciar las palabras de Pablo debemos relacionar la expresión “en Aquel”, mencionada en 4:13, con la expresión “en El” que aparece en 3:9. En Filipenses 3:9 Pablo expresa su anhelo de ser hallado en El, y luego, en 4:13, él declara que, hallándose en El, lo podía todo en Aquel que lo revestía de poder. Este era su secreto.
¿Ya descubrió usted cuál es el secreto? ¿Ya lo tiene? Nuestras circunstancias pueden cambiar. A veces tenemos abundancia, y otras veces estamos humillados; pero ya sea que tengamos abundancia o estemos humillados, nuestro disfrute del Señor no cambia. Es posible que incluso Pablo haya disfrutado más a Cristo mientras estuvo humillado que cuando tuvo abundancia. Quizás haya disfrutado más de Cristo cuando experimentó pobreza que cuando tuvo riquezas. Al menos, eso es lo que yo puedo ver. Pablo tal vez diría: “Yo disfruto a Cristo cuando estoy humillado de la misma manera que cuando tengo abundancia. Para mí es lo mismo ser rico que ser pobre; lo alto o lo bajo me es igual. Mi deleite en Cristo no varía”. Aunque el disfrute sea siempre el mismo, es probable que varíe el sabor. Pero aun si hubiera alguna diferencia de disfrute o sabor, ciertamente Pablo había aprendido el secreto.
Si aprendemos el secreto sabremos contrarrestar la ansiedad. Si experimentamos pobreza, no debemos estar ansiosos ni preocupados, pues el Señor siempre estará cerca y cuidará de nosotros. Por naturaleza, nos preocupamos y nos ponemos ansiosos. Esto pasa con los ricos y también con los pobres. Los pobres tienen sus preocupaciones, y los ricos, las suyas. Sólo aquellos que tienen la experiencia de estar verdaderamente en Cristo y de ser revestidos de poder interiormente por El, nunca estarán ansiosos, ni preocupados.
Como dijimos, Pablo padeció necesidad porque la iglesia en Filipos no había tenido la oportunidad de apoyarle. El estaba humillado y en necesidad. ¿Piensa usted que Pablo estuvo preocupado durante ese tiempo? Creo que podríamos responder que sí y que no. Por una parte, podemos decir que Pablo no estaba preocupado, pues él afirmó haber aprendido el secreto de estar humillado y de tener abundancia. Pero por otra parte, cuando él habla de su situación, percibimos que sí había un sentimiento de preocupación o de ansiedad. Si el apóstol no hubiera estado preocupado, entonces ¿por qué habló de su situación? Mientras pasaba por necesidades, es probable que se sintiera intranquilo interiormente. De lo contrario, no habría escrito a los filipenses que se gozaba en gran manera en el Señor de que “al fin” hubieran hecho florecer su interés por él. Por estas palabras positivas podemos percibir que antes de recibir el suministro por mano de Epafrodito, Pablo ciertamente estuvo preocupado. Era como si les dijera: “Por fin vuestro interés por mí ha vuelto a florecer. Sentí que durante algún tiempo os habíais olvidado de mí y que habías perdido toda preocupación por mí; que vuestro interés por mí atravesaba por cierta clase de invierno. Pero ahora, me regocijo de que vuestro interés hacia mí haya vuelto a florecer”.
Si Pablo no hubiera estado en absoluto preocupado ni ansioso, ¿entonces por qué consideró necesario escribir tales palabras en su epístola a los filipenses? Como ser humano, él había sufrido la falta de recursos materiales. El no era un ángel ni una estatua inerte, sin sentimientos. Pero había aprendido el secreto de tomar a Cristo como su suficiencia. Por consiguiente, mientras padecía necesidades y era tentado a preocuparse por su situación, ponía en práctica este secreto. De este modo, experimentaba que este secreto eliminaba su inquietud. Por tanto, él podía testificar confiadamente que sabía estar humillado, así como tener abundancia. El hecho de que Pablo dijera que sabía estar humillado indica que él experimentaba cierto sentimiento de humillación. En efecto, él sabía lo que era preocuparse y tener ansiedad en medio de los sufrimientos; sin embargo, en esos momentos, él sabía aplicar el secreto, quien era el Cristo que moraba en él. El aplicaba a este Cristo en el cual podía ser hallado. Este Cristo es real, viviente, cercano, accesible y prevaleciente. Tal Cristo era el secreto de Pablo.
Pablo usó una palabra de los estoicos al afirmar que había aprendido a contentarse en cualquier situación; sin embargo, él no era estoico en absoluto. Antes bien, era una persona que estaba en Cristo y que había aprendido a experimentarlo y aplicarlo a todas sus situaciones. Podía estar contento, no porque hubiera recibido las enseñanzas de los estoicos, sino porque aplicaba a Cristo, a Aquel en quien vivía y permanecía. Repito una vez más que este Cristo había llegado a ser el secreto de Pablo.
En nuestra vida cristiana, experimentamos días y noches. Según el primer capítulo de Génesis, la noche se menciona antes que el día. Cuando Pablo estaba humillado, pasaba por una noche, y cuando tenía abundancia, experimentaba el día. Tal como el día viene después de la noche, así la noche viene después del día. Para Pablo, el día de la abundancia vino después de la noche de la humillación. Sin embargo, él sabía que después de ese día vendría otra noche. No podemos cambiar el principio que Dios estableció en el universo. En el universo vemos que hay noche y día, y también día y noche.
La vida cristiana no permanece siempre en el mismo nivel; por el contrario, tiene muchos altibajos. Así que es normal tener altibajos. De hecho, es anormal que nos mantengamos siempre en el mismo nivel sin pasar por altibajos. Sería como si sólo disfrutáramos de días y nunca tuviéramos noches. ¿Quién de entre nosotros puede afirmar que ha tenido un día espiritual de doscientas horas? Yo nunca he tenido días así; experimento noches así como días, momentos elevados así como momentos bajos. Sin embargo, nuestra cuenta debe mantenerse en equilibrio, es decir, que los momentos altos deben igualar a los bajos, de la misma manera que los débitos deben ser iguales a los créditos. Si mantenemos tal equilibrio en nuestra experiencia, seremos cristianos normales.
El Señor lo dispone todo en Su soberanía; El sabe que necesitamos altibajos a fin de experimentar a Cristo. Le doy gracias al Señor por todos los valles por los que me ha hecho pasar. Pero puedo testificar que además de los valles, también he experimentado colinas. La vida cristiana no es una gran llanura; más bien, es una tierra de vegas y montes. Gracias a estos numerosos montes y valles, podemos experimentar a Cristo.
Jóvenes, no sueñen con una vida totalmente nivelada y plana. Al contrario, se encontrarán con muchos valles y montes. Tendrán que afrontar toda clase de situaciones, pero en medio de ellas, podrán aplicar a Cristo como su secreto y experimentarlo. Es crucial que aprendamos a aplicar a Cristo.
Como dijimos anteriormente, Pablo usó una expresión en el versículo 12 que es difícil de entender: “En todas las cosas y en todo”. ¿Cuál es la diferencia entre “todas las cosas” y “todo”? Por lo general experimentamos una sola cosa a la vez. Nadie tiene la capacidad de experimentarlo todo al mismo tiempo. Por lo tanto, según nuestra experiencia en el tiempo, hablamos de “todas las cosas” considerándolas en un sentido particular. Pero después de haber transcurrido mucho tiempo y de haber acumulado muchas experiencias, podemos considerar “todas las cosas” como “todo”.
Recordemos que el libro de Filipenses fue escrito desde el plano de la experiencia. En el tiempo, experimentamos una cosa y después otra. Esta es la noción que comunica la frase “todas las cosas”. Pero después haber pasado por un largo período de experiencias, “todas las cosas” en conjunto vienen a ser “todo”. Por tanto, la expresión “todas las cosas” alude a un periodo de tiempo en el que experimentamos cierto aspecto del Señor y denota una amplia gama de experiencias que se extienden por un largo período. Pablo podía declarar que había aprendido el secreto tanto en una circunstancia particular, así como en todas las situaciones; en un momento específico, así como durante todo el transcurso de su vida. El verdaderamente experimentaba a Cristo a cada instante. Por una parte, lo experimentaba en situaciones y momentos específicos, y por otra, en todas las cosas y en todo momento.
¡Que gran bendición poder recibir una palabra acerca de la experiencia que tenemos de Cristo! Espero que en especial los jóvenes comprendan cuán bendecidos son, y oren de la siguiente manera: “Señor, aun desde mi juventud, deseo buscarte e ir en pos de Ti, experimentándote de la manera descrita en Filipenses. Deseo ser como Pablo en cuanto a la experiencia y disfrute que él tuvo de Ti. No busco ser un gran apóstol, evangelista o colaborador. Lo único que anhelo es ser un cristiano normal que te experimente y te disfrute diariamente en todas las cosas, así como en todo, por el resto de mi vida”. Espero que nuestro anhelo sea disfrutar a Cristo a tal grado.