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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 28

La manera de salvarse de la tercera caida del hombre

(1)

  En este mensaje, proseguimos con nuestro estudio sobre la tercera caída del hombre. A nadie le gusta oír la palabra “caída”, pero debemos entender que las caídas descritas en el libro de Génesis forman el fondo de un cuadro muy positivo de lo que Dios ha hecho con el linaje humano caído. El propósito principal de Génesis no es mostrar la caída, sino todo lo que puede hacer la gracia de Dios por los seres caídos. La caída constituye un fondo oscuro que nos ayuda a ver un cuadro blanco. Sin un fondo negro, el cuadro blanco no sería muy notorio. En Gn. 3 vimos la primera caída y lo que Dios hizo por la humanidad caída. En Gn. 4 vimos la segunda caída del hombre y cómo Dios obró una vez más en favor de los seres caídos. En este mensaje veremos lo que Dios hizo como resultado de la tercera caída del hombre.

5. La manera de salvarse de la tercera caída

  Al considerar la tercera caída del hombre, veremos más acerca de lo que Dios hizo por el hombre caído. Después de la primera caída, Adán y Eva fueron salvos. Ser salvos no es algo insignificante. Adán y Eva eran salvos a pesar de haber caído. Adán dijo: “Viviente” y Eva dijo: “He adquirido”. Adán y Eva no fueron salvos por sus propios esfuerzos; fue Cristo, el Cordero de Dios y la simiente de la mujer, quien los salvó. Después de ver cómo Dios trató a Adán y a Eva, vemos que Abel le ofreció sacrificios y dones (He. 11:4). El ofreció un sacrificio por sus pecados, y presentó dones para complacer a Dios. ¿Puede un hombre caído complacer a Dios? Abel era un hombre caído; sin embargo, complació a Dios. El fue salvo y además satisfizo a Dios. Abel no complació a Dios por sí mismo ni consigo mismo, sino por Cristo y con Cristo. Pasamos de Adán a Abel y de Abel a Enós. Enós empezó la práctica de invocar el nombre del Señor para disfrutar de todas Sus riquezas. En el caso de Enós, no se trataba solamente de salvación ni de complacer a Dios, sino de invocar al Señor a fin de disfrutar todo lo que El es. Al pasar de Génesis 4 a Génesis 5, encontramos más riquezas. En el capítulo cinco, descubrimos que los salvos vivían, engendraban y caminaban con Dios. Después de todo eso, vemos aún más cosas en el capítulo seis, donde se nos muestra que Noé ciertamente fue salvo, complació a Dios, invocó el nombre del Señor y disfrutó de todo lo que El es. Noé también vivió y engendró, pues tuvo tres hijos. Aparte de todos los aspectos positivos de la vida de los salvos, Génesis 6 nos muestra otros aspectos.

a. Caminar con Dios

  Génesis 6:9 nos dice que Noé caminaba con Dios. Indudablemente, Noé heredó de sus antepasados Adán, Abel, Enós, Enoc... todas las bendiciones espirituales y siguió el ejemplo de su bisabuelo Enoc, quien caminó con Dios en medio de una generación maligna, perversa y adúltera. Estoy convencido de que lo que oyó del caminar piadoso de su bisabuelo Enoc ejerció una gran influencia sobre él. Noé continuó firmemente la línea de la vida, y la prolongó y desarrolló bastante.

1) Halló gracia a los ojos del Señor

  En Génesis 6:8 dice: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová”. Hallar gracia a los ojos del Señor no es algo insignificante. ¿Qué significa “hallar gracia”? Observe que este versículo no dice que Dios le mostró gracia a Noé, ni que el Señor concedió gracia a Noé. No, dice que Noé halló gracia. Recuerde que Génesis es un libro lleno de semillas espirituales. En 6:8 vemos la gracia mencionada por primera vez en la Biblia. Noé pudo ser lo que fue porque halló gracia a los ojos del Señor.

  En Hebreos 4:16 se nos exhorta a acercarnos confiadamente al trono de la gracia, a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Cuando yo era joven, oraba casi todos los días así: “Señor, me acerco al trono de la gracia. En Tu trono de gracia encuentro gracia para mi oportuno socorro. Señor, necesito Tu gracia cada minuto. Necesito Tu gracia cada año, cada semana, cada día, cada hora, y también cada minuto. Sin Tu gracia, no puedo soportar nada”. Ahora sigo necesitando la gracia del Señor cada minuto. Tal vez mis parientes me mortifiquen dentro de unos minutos, o algún hermano me moleste. Quizás reciba una llamada telefónica de una hermana. Por tanto, le sigo diciendo al Señor: “Señor, necesito Tu gracia cada minuto. Sé que estás lleno de gracia y que Tu gracia está disponible para mí. Señor, puesto que la gracia necesita mi cooperación, me arrodillo delante del trono de gracia para hallar gracia, la cual satisface mis necesidades”. A menudo no podemos soportar nuestra situación y no podemos enfrentarnos a lo que nos sucede. No obstante, existe un lugar llamado el trono de la gracia. Acérquese confiadamente al trono de gracia a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

  ¿Cree usted que Noé podía hallar gracia a los ojos del Señor por sus propios esfuerzos? No creo que él haya hecho por su propia cuenta lo que hizo. El diluvio vino 1,656 años después de que Dios hizo a Adán, quien vivió novecientos treinta años. Transcurrieron setecientos veintiséis años entre la muerte de Adán y el diluvio. Cuando Adán tenía seiscientos veintidós años de edad, nació Enoc y fue contemporáneo de Adán trescientos ocho años. Después de la muerte de Adán, Enoc vivió cincuenta y siete años más antes de ser arrebatado por Dios. Sesenta y nueve años más tarde, nació Noé. Por consiguiente, Noé nació solamente ciento veintiséis años después de la muerte de Adán. Cuando Enoc tenía sesenta y cinco años de edad, engendró a Matusalén y luego vivió otros trescientos años antes de ser arrebatado. Matusalén vivió novecientos sesenta y nueve años, y murió cuando Noé cumplió seiscientos años, cuando llegó el diluvio. Indudablemente, Enoc aprendió de sus antepasados las cosas de Dios; es posible que haya aprendido directamente de Adán. El hecho de que Enoc llamara a su hijo Matusalén, que significa “cuando muera, será enviado”, demuestra que él enseñó a su hijo lo relacionado con Dios. Matusalén debe de haber enseñado a su hijo Lamec, y éste a su hijo Noé. Noé venía de una familia piadosa y aprendió de sus antepasados todas las cosas piadosas. Por tanto, él se dio cuenta de que necesitaba la gracia. Su generación era corrupta y estaba llena de violencia. El linaje humano se había hecho carne. Noé vivía entre una generación torcida, perversa y maligna. Sin embargo, sus padres y abuelos le habían enseñado las cosas de Dios, y él se había dado cuenta de que necesitaba la gracia de Dios.

  Ahora podemos ver por qué Noé halló gracia. El versículo 3 del mismo capítulo indica que Dios estaba dispuesto a conceder gracia al hombre caído, porque Su espíritu contendía con el hombre, y estaba listo para conceder gracia a los necesitados. No obstante, esta gracia necesitaba la cooperación humana. Noé proporcionó la cooperación necesaria y halló gracia.

  ¿Qué es la gracia? La mayoría de los cristianos piensan que esa gracia es simplemente algo dado por Dios. Si yo le regalo a usted una Biblia, eso es gracia. A pesar de que eso es correcto, en la Biblia la gracia significa mucho más que eso. La gracia no es solamente algo dado por Dios, sino que es el propio Dios que obra por nosotros. La gracia no es simplemente algo objetivo que Dios nos ha dado. La gracia es Dios mismo que viene a nosotros y actúa por nosotros. ¿Es usted débil? Dios vendrá para ser su fortaleza, y dicha venida es gracia. ¿Es usted incapaz de enfrentar su situación? Esto no debe preocuparle, porque Dios vendrá para permanecer con usted y enfrentar esa situación por usted y en usted. Eso es gracia. Si usted lee Génesis 6 detenidamente, verá que esa gracia no significa que Dios le dio muchas cosas a Noé sino que vino a Noé y estuvo con él. La presencia de Dios era la fortaleza y el poder de Noé. El no sólo disfrutó algo que Dios le había dado objetivamente, sino a Dios mismo. En medio de una generación torcida, perversa y adúltera, una generación cuyas tentaciones no podía resistir nadie, Noé halló gracia a los ojos del Señor. Dios intervino y fortaleció a Noé, permaneció con él y lo mantuvo firme. Esta era la gracia que Noé halló, y es la gracia que necesitamos ahora.

  Considere la condición de la sociedad moderna. Yo ni siquiera me atrevo a leer un periódico. Contiene demasiadas tentaciones. Mientras camino por la calle, no me atrevo a mirar las vitrinas de las tiendas. Esta es la razón por la cual no me gusta entrar en las tiendas. Las tiendas son muy diabólicas, y lo que exhiben y ofrecen proviene del infierno. La conversación que usted oye en la radio, en el trabajo y en la escuela es maligna, corrupta y diabólica. A cualquiera le resulta difícil, como persona caída, permanecer firme en esa situación. Este siglo es verdaderamente corrupto, perverso y adúltero; está lleno de fornicación e inmoralidad. La gente habla de inmoralidad sin ninguna vergüenza. ¿Quién podría permanecer firme en esta generación? Ninguno de nosotros podría hacerlo. Todos tenemos una naturaleza caída, la misma naturaleza maligna que tienen los demás. Necesitamos la gracia. Debemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia y decir: “Señor, aquí estoy. Necesito Tu gracia. No vengo a pedirte que me des bienes materiales. Vengo para buscar gracia a fin de satisfacer mis necesidades. Señor, no puedo ir al trabajo o a la escuela sin Tu presencia. Señor, no puedo ir a una tienda sin Tu presencia. Señor, necesito que permanezcas conmigo. Ven y sé mi fortaleza. Señor, Levántame y sostenme”.

  El divorcio tienta a los jóvenes hoy en día. Las tentaciones están afuera y la lujuria se encuentra adentro. ¿Quién puede mantenerse firme en esa era? ¡Qué tentación más grande! Como no podemos permanecer, necesitamos que la gracia nos haga el Noé de hoy. Sólo la gracia lo puede capacitar a uno para permanecer con su cónyuge. Sólo la gracia puede ayudarnos a amar a nuestro cónyuge sin cambiar jamás. Ninguno de nosotros puede lograrlo sin la gracia, pues hay demasiadas tentaciones. El ritmo, la corriente y la tendencia de esta edad son demasiado fuertes. A la gente le parece que si usted no se ha divorciado, no es una persona moderna. Dicen que para actualizarse, debe divorciarse. ¡Cuánta gracia necesitamos! Necesitamos que Dios venga a nosotros y sea nuestra fortaleza y todo lo que necesitamos. El es la gracia. El es a quien Noé necesitaba y a quien nosotros también necesitamos hoy. Noé halló gracia, y nosotros también debemos hallarla. A Noé le fue fácil caminar con Dios porque halló gracia.

  Los padres se preocupan por los hijos que tienen estudiando. La mayor tentación que enfrentan los niños en las escuelas hoy en día es las drogas. Incluso en las escuelas de primaria hay niños que consumen heroína. ¡Qué lástima! Los niños pequeños no pueden resistir esta clase de tentaciones. Necesitan la gracia. No existe ningún vicio que usted pueda vencer solo. Usted debe acercarse al trono de la gracia para hallar gracia. Noé halló gracia y caminó con Dios. La gracia le ayudó a andar con Dios.

2) Por la fe

  Noé caminó con Dios por la fe (He. 11:7). Como destacamos en el Estudio-vida de Romanos, la fe no es algo que salga de nosotros. La fe proviene de Dios y El la infunde en nuestro ser. Cuanto más tocamos el trono de Dios y más acudimos al Señor, más recibimos lo que El es. Cuando El se infunde en nuestro ser, Su elemento divino infundido en nosotros se convierte en nuestra fe. Cuando uno toca el trono de la gracia y Dios es impartido en uno, espontáneamente uno cree en El. Usted no necesita esforzarse por creer en El. Cuando el elemento de Dios se infunde en usted, algo dentro de usted brota y lo impulsa a creer en El. Es Dios mismo el que se ha infundido dentro de usted y quien cree por usted. No sabemos cómo creer y no podemos creer. No obstante, si usted se acerca simplemente al trono de la gracia, acudiendo al Señor, tocándole y buscando la gracia, le será infundido el Dios que cree. El creerá, y lo hará por usted. El será su fe. La fe procede de esta fuente.

3) Justificado por Dios

  Noé creyó en Dios y, como resultado, llegó a ser justo. El era justo ante Dios, ante los demás y ante sí mismo. Ninguna persona mundana es justa ante Dios, ante los demás ni ante sí misma. Pero Noé era un hombre justo (Ez. 14:14), y Hebreos 11:7 dice que él “fue hecho heredero de la justicia que es según la fe”.

  Primero, Noé halló gracia. En segundo lugar, creyó en Dios porque Dios se había infundido en él. Noé tenía la facultad de creer porque el elemento de la fe en Dios le había sido impartido. El creyó en Dios, e inmediatamente Dios contó su fe por justicia como lo hizo con Abraham (Ro. 4:3, 9). Además, esta gracia lo fortaleció y le ayudó a llevar una vida justa porque él halló gracia a los ojos del Señor. En su andar diario, expresaba la justicia. Esta clase de justicia no era solamente objetiva, sino también subjetiva. Primero, él recibió la justicia objetiva, y luego expresó la justicia subjetiva. Por tanto, a los ojos de Dios, Noé fue heredero de la justicia.

  En el capítulo seis de Génesis, vemos tres semillas importantes: la carne, la gracia y la justicia. Vemos este asunto de la carne desarrollado plenamente en el Nuevo Testamento, particularmente en las epístolas, y sobretodo en Romanos 7 y 8. No necesitamos repetirlo ahora, puesto que ya abordamos ese tema en el Estudio-vida de Romanos.

  ¿Se da cuenta usted de que la gracia de Dios vino a causa de la carne? “El Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros ... lleno de gracia...” (Jn. 1:14). En cierto sentido, donde está la carne, allí está la gracia. ¿Qué es la carne? La carne es la obra maestra de Satanás. ¿Sabe usted dónde está Satanás hoy? Está en nuestra carne. La carne es el lugar de Satanás, del pecado y de la muerte. Estos tres grandes enemigos se reúnen continuamente en nuestra carne, y su reunión nunca acaba. No podría decirles desde cuántos miles de años ha durado esa reunión. La carne es algo horrible.

  Entonces, ¿qué es la gracia? La gracia es el propio Dios a quien disfrutamos y quien nos ayuda a enfrentarnos con la carne. En cierto sentido, si no tuviéramos la carne, no necesitaríamos tanto la gracia. Si no fuese por la carne, Dios probablemente no nos habría dado tanta gracia. Hemos visto que, según Hebreos 4:16, podemos hallar gracia para nuestro oportuno socorro. ¿Qué elemento hace que necesitemos la gracia? Principalmente la carne. Comprendo a los jóvenes, pues yo también fui joven. Al pasar por todas las experiencias humanas, llegué a entender cuánto permanecemos en la carne. Aunque no me gusta estar en la carne, la carne está ahí. Una vez me enfadé con el Señor y le dije: “Señor, ¿por qué no quitas mi carne?” El me mostró que en cierto sentido, yo necesitaba la carne, pues ella es el factor que me obliga a acercarme al trono de la gracia. No puedo hacer nada con esta carne. Todo lo que puedo hacer es acudir al trono de la gracia. Aunque no hay nada que podamos hacer, aún así hay un lugar al que podemos acudir: el trono de la gracia.

  Si usted lee detenidamente el Nuevo Testamento, verá que donde está la carne, allí está también la gracia. Lo vemos particularmente en la Epístola a los Gálatas. Gálatas 5:4 dice que si intentamos justificarnos por la ley, caemos de la gracia. Estamos en la carne. Gálatas habla de la carne, y también abarca el tema de la gracia. No diga que no tiene carne. Tiene muchísima carne. Ahora mismo, al leer este mensaje, usted está combatiendo contra la carne. ¿Qué haremos? Acerquémonos al trono de la gracia para solucionar el problema de la carne. Necesitamos la gracia porque la carne está aquí con nosotros.

  La carne es la misma presencia del diablo, y la gracia es la misma presencia de Dios. Necesitamos la presencia de Dios para enfrentarnos a Satanás. ¿Dónde está Satanás? No se imagine que Satanás está lejos. El está dentro de usted. Cada minuto, aun mientras usted ora, Satanás está en su carne. Muchas veces mis oraciones son entorpecidas por la carne. Incluso en tiempo de mucha santidad, de oración, la carne es un estorbo. Este impedimento nos obliga a acercarnos al trono de la gracia. La carne es la presencia de Satanás, pero tenemos la gracia, que es la presencia de Dios, para superarla y combatirla. ¿Qué tan fuerte es usted? ¿Lo suficientemente fuerte como para vencer a Satanás? ¿Cree usted que puede vencerlo? Olvídese de eso. Satanás es mucho más grande que nosotros. Pero Dios es más grande que Satanás. Dios es más grande que cualquier ser. Como Satanás está con nosotros, necesitamos que Dios esté presente. Debemos decir: “Señor, Tú sabes que Tu enemigo está aquí mismo. Ven y permanece a mi lado para oponerte a él”. Cuando Dios se nos presenta y permanece con nosotros, lo que obtenemos es la gracia.

  Dios es soberano y sabio. El sabe que si quitara la carne de en medio, muy pocos de nosotros buscaríamos desesperadamente Su gracia. En Su soberanía y sabiduría, El deja la carne aquí, sabiendo que, en cierto sentido, nos resulta útil. Día y noche la carne nos ayuda a volvernos al trono de la gracia. Cuando seamos maduros, es decir, cuando seamos arrebatados, podremos volvernos a la carne y decir: “Pequeña carne, te ha llegado la hora. Debes irte ahora”. Antes de llegar a la madurez de la vida, necesitamos la carne en cierta medida, no para perjudicarnos, sino para que nos obligue a acercarnos al trono de la gracia.

  Donde está la carne, allí está la gracia, y donde está la gracia, allí está el resultado de la gracia: la justicia. Romanos 5:17 cita la gracia junto con la justicia. Este versículo dice que “reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. La justicia siempre va con la gracia. Ningún marido puede estar bien con su esposa si no tiene la gracia, y ninguna esposa puede ser justa con su marido si no aplica la gracia. Existe una sola clase de cónyuge justo: el que halla gracia. Cuando hallemos gracia, la gracia nos pondrá en paz con nuestro cónyuge. Considere el caso de un marido a quien se le dijo durante años que debería tratar mejor a su esposa. Sin embargo, no está convencido. Una noche, halla gracia, y la gracia lo lleva a la justicia. Esto cambia inmediatamente su actitud.

  Mediante el poder de la gracia, la fortaleza de la gracia, y la vida de gracia, podemos estar bien con Dios, con los demás y aun con nosotros mismos. La gracia produce la justicia. La justicia es el producto más elevado de la gracia. Por lo tanto, Romanos 5:21 dice que la gracia reina “por la justicia para vida eterna”. Por consiguiente, la justicia y la gracia siempre van juntas. Donde está la carne, allí está la gracia, y donde está la gracia, se produce justicia.

  Nosotros los que hallamos gracia somos justos. Somos más justos que los demás a causa de la gracia. No somos justos por nosotros mismos, sino por la gracia. Aun podemos jactarnos de que los miembros de la iglesia son más justos que los demás. Son justos porque han hallado gracia. La justicia llegó a ser un motivo de jactancia no solamente para Noé, sino para Dios mismo. Dios podía jactarse ante Su enemigo. Dios podía jactarse de la justicia de Noé ante aquella generación torcida y perversa. La justicia de Noé reforzó la posición de Dios y le permitió ejecutar Su juicio sobre aquella generación impía.

b. Construyó el arca

  Dios estaba muy contento con Noé porque éste había hallado gracia, caminaba con El por fe, y era heredero de la justicia. Dios sonreía continuamente a Noé. Cuando Noé estaba con Dios, Dios le sonreía. ¿Y qué diremos de usted? ¿Le está sonriendo Dios? ¿Está feliz con usted? Si es así, usted debería decir: “Amén” secretamente a Dios. Por estar feliz con Noé, Dios se abrió a él. Por tanto, Noé no solamente caminaba con Dios, sino que también construyó el arca, la cual servía para salvar. En aquel tiempo, el arca de salvación fue construida por Noé. Abel ofreció dones a Dios, Enós invocó el nombre del Señor, Enoc caminó con Dios, pero Noé hizo todas estas cosas, y además construyó al arca.

1) Recibió la revelación

  Primero, Noé construyó el arca al recibir la revelación (6:14-16). Mientras Noé andaba con Dios y Dios estaba contento con él, abrió Su corazón a Noé y le reveló Sus secretos. Aparte de él, nadie sabía cuál era la verdadera situación. La gente mundana de aquel tiempo quedó atónita, cegada, cubierta, velada y embotada. No sabía dónde estaba ni lo que iba a suceder. Estaban cegados y embotados por su lujuria. Considere la situación actual. Sucede exactamente lo mismo hoy. La gente ama el dinero, se ama a sí misma y ama los placeres, como la gente descrita por Pablo en 2 Timoteo 3:1-3. La gente mundana además de amar el dinero, los placeres y a sí misma, no ama a Dios. Todas las personas fueron embotadas por su lujuria, sus placeres, sus riquezas y las demás cosas mundanas. No saben dónde están, adónde van, ni qué les sucederá. Ocurrió lo mismo en la antigüedad. Pero Noé estaba con Dios. El vio la verdadera situación porque Dios le había revelado Sus secretos. Dios dijo a Noé que la tierra estaba llena de violencia, que había llegado el fin de toda carne y que destruiría toda carne y a la tierra (6:13). Además, Dios le dijo a Noé lo que debía hacer: construir un arca. Noé construyó el arca conforme a la revelación de Dios.

  En cierto sentido, nosotros también estamos bajo la misma revelación. ¿No está usted consciente de la situación actual? ¿No sabe usted lo que vendrá ni adónde va? Puedo jactarme de saber todas estas cosas. Sé dónde estoy. Sé lo que ocurre en el mundo. Sé lo que ha de venir. Sé adónde iré, y sé donde estará la iglesia. No somos personas cubiertas con velos ni cegadas por los placeres modernos. La gente mundana está cubierta con varios velos. Van al cine, a la discoteca, a las fiestas, a toda clase de diversión, placeres y deportes. No conocen otra cosa. Sin embargo, todo esto no es más que “narcotizantes”. La gente mundana ha sido “narcotizada” y cegada. ¿Cabe usted en esa categoría de personas? Alabado sea el Señor porque nos quitó el velo. Estamos conscientes de nuestra condición, conocemos la situación mundial, y sabemos lo que ha de suceder. Sabemos lo que hará el Señor con esta generación impía, y sabemos dónde estaremos nosotros. Entendemos todas estas cosas. Estamos construyendo el arca, no solamente para nuestra propia salvación, sino también para la de los demás. Hermanos y hermanas, ¿qué hacemos aquí? Construimos el arca de salvación para cumplir el propósito de Dios. Inclusive cuando nos reunimos, edificamos. No sólo ofrecemos un don a Dios, invocamos el nombre del Señor para disfrutar de todas Sus riquezas, vivimos, engendramos, y caminamos con Dios, sino que también hallamos gracia, recibimos revelación y construimos el arca. Alabado sea el Señor porque estamos construyendo.

2) Creyó en la palabra de Dios

  Después de recibir la revelación, él creyó inmediatamente en la Palabra de Dios (He. 11:7). La Biblia revela que creer siempre significa creer por medio de la Palabra. En Romanos 10:14 Pablo pregunta: “¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído?” Sin la predicación de la Palabra, a la gente le resulta difícil creer. El creer viene de escuchar la Palabra. Es por eso que Romanos 10:17 dice: “Así que la fe proviene del oír, y el oír, por medio de la palabra de Cristo”. Indudablemente Noé oyó la Palabra de Dios y creyó la Palabra que oyó. No diga que usted no tiene fe. No diga que no puede creer. Nosotros no tenemos una fe de nosotros, pero la fe es el mismo Dios que cree dentro de nosotros. Debemos acudir a El y recibirlo. Dios debe infundir en nosotros lo que El es. Dios es fe. Dios es nuestra fe. Cuando usted se acerca a El, cuando El se infunde en usted y cuando usted escucha Su Palabra, espontáneamente el Dios que se ha infundido en usted cree por usted. Este es el significado de creer en Su Palabra.

3) Predicó la justicia

  Noé predicó lo que creía y practicaba. El era un heraldo de justicia (2 P. 2:5). ¿Por qué predicó Noé la justicia? Porque en su generación nada era justo. La tierra estaba llena de violencia, y esa violencia incluía el robo, el homicidio, la fornicación y la iniquidad. Noé era heraldo de justicia, exhortando a las personas a enderezar su camino delante de Dios, de los demás y de sí mismas; de lo contrario caería el justo juicio de Dios sobre ellas. Noé predicó esta clase de justicia probablemente durante un período de ciento veinte años (6:3). Quizás la gente haya pensado que estaba loco, y le haya dicho: “Noé, ¿de qué estás hablando? ¿Qué quieres decir cuando hablas del diluvio que está por venir? Mira el cielo. Es el mismo de siempre”. Yo creo que Noé sufrió muchísimo por las burlas que le hicieron durante ciento veinte años.

4) Preparó el arca

  Mientras Noé predicaba la justicia, él construía y preparaba el arca (1 P. 3:20). Tal vez la gente le haya dicho: “Noé, ¿estás construyendo una casa para tu nieto? Estás loco al pensar que vendrá un diluvio. ¿Por qué construyes esa arca: trescientos codos de longitud, cincuenta codos de anchura, treinta codos de altura, de tres pisos, una puerta a un lado, y una ventana abierta hacia los cielos? ¡Qué absurdo!” Si usted fuese Noé, ¿habría construido esa arca? Tal vez su querida esposa se hubiera opuesto. Aquellos años no debieron de ser nada fáciles para Noé.

5) Entró en el arca con su familia y con los demás seres vivientes

  Un día, después de que Noé preparó el arca, quizás mientras el cielo todavía estaba despejado, Dios le pidió a Noé que entrara en el arca y trajera consigo a su esposa, sus hijos y sus nueras (7:13-16). La esposa de Noé, sus hijos y sus nueras eran muy sumisos. Entraron en el arca con todos los seres vivientes. Si yo fuese la esposa de Noé, probablemente habría vacilado, pero todos entraron allí.

6) El Señor lo encerró en el arca

  Después de entrar en el arca, Dios lo encerró (Gn. 7:16). Su entrada en el arca tipifica nuestra entrada en Cristo. A pesar de entrar libremente, una vez que estamos adentro, no tenemos ninguna posibilidad de salir. Cuando usted crea en el Señor Jesús, nunca podrá salir de El. Le corresponde a usted entrar, pero no le corresponde salir. Puedo testificar con firmeza que en estos cincuenta años he intentado salir de Cristo varias veces. Lo intenté, pero descubrí que estaba encerrado. Cuando usted entra en Cristo, queda encerrado.

  Cuando Noé, su familia y los animales entraron en el arca, la gente probablemente dijo: “Miren a esos locos. ¿Qué están haciendo? No se preocupan por sus hogares ni por nada. Lo han dejado todo sólo para entrar en esa arca”. El Señor Jesús dijo que en el día del Hijo del hombre la situación será como la que prevalecía en los días de Noé (Mt. 24:37-39). La gente comerá, beberá, se casará y se dará en casamiento. De repente, El vendrá, así como vino el diluvio en los tiempos de Noé. Cuando llegó el diluvio, Noé y su familia estaban en el arca, protegidos, preservados y a salvo.

  Todos debemos ser los Noés de hoy. Sigamos los pasos de Noé, a saber: hallar gracia, caminar con Dios por fe, recibir la revelación, creer en la Palabra de Dios, testificar de nuestra fe a la gente, laborar sobre lo que creemos, y entrar en lo que creemos. Finalmente, Dios nos encerrará en el arca, y seremos preservados y salvos.

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