Mensaje 7
(4)
Vimos ya que el hombre es el centro de la obra creadora de Dios y que la vida humana es la vida creada más elevada. Nunca debemos olvidar las nueve entidades vivas mencionadas en Génesis 1: el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las bestias, los animales que se arrastran, y el hombre. El hombre es la vida creada más elevada. Según el relato de Génesis 1, cuando Dios llegó al momento de crear al hombre, tuvo un concilio. Este concilio celebrado en la Deidad fue muy impresionante. Dios dijo: “Hagamos...” Esto es bastante significativo. Eran necesarias las tres Personas de la Deidad para crear al hombre. Los demás libros de la Biblia desarrollan el tema de la obra que llevó a cabo el Dios Triuno sobre el hombre. Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Luego Dios dijo: “Señoreen” (heb.). Dios no dijo hagamos a los hombres, sino al hombre. Hombre es un sustantivo singular, pero señoreen está en plural [en el hebreo]. “Hagamos al hombre ... señoreen...” ¿Había un solo Dios o varios dioses? ¿Había un solo hombre o varios hombres? Nuestro Dios es único, pero es triuno. El hombre es uno, pero es corporativo. ¡Aleluya! Nunca olvide los dos términos de Génesis 1:26. Dios dijo: “hagamos” y “señoreen”. La palabra “hagamos” revela que el Dios único es triuno; el verbo “señoreen” revela que el único hombre es corporativo. El Dios Triuno creó un hombre corporativo.
Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen ... y señoreen...” Dios creó un hombre corporativo para que ejerciera Su dominio (Gn. 1:26-28). El verbo “señorear” incluye más que autoridad. Señorear significa tener autoridad para gobernar y establecer un reino y también significa tener un reino como esfera en la cual ejercer autoridad. Si tengo autoridad sin ninguna esfera sobre la cual gobernar, no tengo ningún señorío, ningún dominio. Dios dijo: “Señoree el hombre...” Al hombre se le dio dominio sobre todas las cosas. Recuerde las palabras “imagen” y “señorear”, y subráyelas en su Biblia.
Muy pocos cristianos prestan atención a la palabra señorear cuando leen Génesis 1. Debemos considerar un poco más las palabras imagen y señorear. Una imagen es una expresión. Dios creó al hombre a Su imagen con la intención de que el hombre lo expresara. El Dios invisible desea ser expresado. El necesita una expresión. Señorear denota reino y autoridad. El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarle, y recibió autoridad para representar a Dios y señorear. Somos la expresión de Dios y somos Sus representantes. Los jóvenes deben asirse particularmente de estas dos palabras con estas dos revelaciones fundamentales: imagen y señorío. El propósito de Dios al restaurar y formar Su creación adicional era doble: obtener al hombre corporativo para que lo expresara y para que ejerciera Su señorío.
Este asunto del señorío incluye una esfera. Existen tres puntos relacionados con esta esfera:
El hombre debe señorear sobre los mares. Los mares son la morada de los demonios (Mt. 8:32; 12:43). Por tanto, la esfera del señorío de Dios debe incluir los mares.
El hombre debe señorear sobre todos los seres que vuelan por el aire, donde están Satanás y sus ángeles (Ef. 2:2; 6:12). Existen potestades malignas en los aires con Satanás como cabeza. Efesios 2:2 describe a Satanás como príncipe de las potestades del aire.
El hombre debe señorear sobre todo lo que hay en la tierra, el campo de las actividades de Satanás. Satanás está muy activo en la tierra (Lc. 4:5-6). Así que aquí en Génesis 1:26 dice específicamente que el hombre debe señorear “en toda la tierra”. La tierra fue usurpada por Satanás. Por consiguiente, debe ser gobernada por el hombre, el representante de Dios.
Recuerde que la esfera del dominio que Dios confió al hombre incluye tres secciones: los mares, la morada de los demonios; el aire, el lugar donde están Satanás y sus ángeles; y la tierra, el campo de actividades de Satanás.
Cuando el Señor Jesús estuvo sobre esta tierra, tuvo que vencer a Satanás, a los ángeles caídos o a los demonios por dondequiera que iba. Esta fue la razón por la cual el Señor Jesús reprendió el viento y las olas durante una tempestad. El viento procedía de los ángeles caídos que estaban en el aire, y las olas venían de los demonios que estaban en el agua. El Señor dijo al viento: “¡Calla!” y a las olas “¡Aquietaos!” En seguida el viento cesó y las olas se calmaron. Los ángeles caídos y los demonios fueron sometidos y dominados por el Señor Jesús. Si sabemos cómo leer la Biblia, veremos que en los cuatro evangelios, el Señor Jesús ejerció la autoridad de Dios sobre los mares, el aire y la tierra. Esta es la esfera del dominio que Dios confió al hombre.
El señorío de Dios no sólo tiene una esfera, sino también una intención. ¿Cuál era la intención de Dios al dar señorío al hombre?
El primer aspecto de la intención de Dios es vencer a Su enemigo, Satanás, tipificado por los seres que se arrastran (Gn. 1:26). En la Biblia lo que se arrastra es demoníaco, diabólico y satánico. En el último mensaje, destacamos el hecho de que sólo los cuatro seres vivientes, los cuales representan a toda la creación, están presentes delante del trono de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Los seres que se arrastran como las serpientes o los escorpiones no están representados delante de Dios. En la Biblia, Satanás es tipificado por la serpiente (Gn. 3:1). En Apocalipsis 12:9, Satanás es llamado “la serpiente antigua”. El se ha envejecido desde que apareció por primera vez en Génesis 3.
En la creación original, Dios tenía un solo propósito: expresarse a Sí mismo. Pero debido a la rebelión de Satanás, Dios tiene ahora otro propósito: vencer a Su enemigo. Cuando Dios creó al hombre, tenía estos dos propósitos. Por consiguiente, El creó al hombre a Su propia imagen para que lo expresara, y le dio señorío para que venciera a Su enemigo. Ambas cosas se deben cumplir. Necesitamos la imagen de Dios para poder expresarle, y necesitamos Su señorío para someter al enemigo.
Debemos expresar a Dios y vencer a Satanás en nuestra vida de familia. Muchas veces cuando el esposo llega a casa, la esposa no expresa a Dios, sino a la serpiente. La cara de la esposa tiene la apariencia de una serpiente insidiosa. A menudo el marido también expresa a la serpiente. He aprendido eso por experiencia. A veces, cuando vi a Satanás expresado en los miembros de mi familia, no dije ni una sola palabra. Iba a mi cuarto, me arrodillaba y oraba: “Señor, ata a la serpiente”. Muchas veces me di cuenta de que yo mismo expresaba a la serpiente. Corría de nuevo a orar: “Oh Señor, perdóname. Ata a la serpiente”. En muchas ocasiones, no se ejerce la autoridad divina de Dios, sino que se expresa el poder maligno de Satanás. Hace poco, me enteré de que muchos hermanos jóvenes viven en casas de hermanos solteros. No obstante, me temo que aun en dicha casa exista la posibilidad de que se exprese la imagen de Satanás, y no la de Dios, de que se ejerza el poder maligno y no la autoridad de Dios. Todos debemos entender que ahora Dios quiere llevar a cabo esta doble meta: expresarse a Sí mismo y vencer a Su enemigo. En realidad, no es el esposo de usted el que se enoja, sino la serpiente. No es su esposa la que dice algo para provocarlo, sino la serpiente. No se enoje con su esposo y no se enfade con su esposa. No es culpa de su cónyuge. Debemos vencer a la serpiente que está detrás de nuestro cónyuge. Intercambiar ofensas nunca vencerá a Satanás. Cuanto más alegamos, más terreno gana Satanás. La única manera de vencer a Satanás es arrodillarnos, orar, invocar el nombre de Jesús, y pedir que El ate a la serpiente.
El segundo aspecto de la intención de Dios al dar señorío al hombre es recobrar la tierra (Gn. 1:26-28). El hombre ha de señorear sobre la tierra, sojuzgarla y conquistarla. Puesto que es necesario conquistar la tierra, queda implícito que el enemigo ya está allí, que se libra una guerra. Por consiguiente, debemos luchar y conquistar.
Los jóvenes que se están preparando para casarse deben entender que el matrimonio es una batalla. Muchos de nosotros sabemos eso por experiencia. Aun cuando estábamos en nuestra luna de miel, estábamos en el campo de batalla, peleando con nuestro cónyuge. Si no luchábamos exteriormente, lo hacíamos interiormente. Cada área de la vida, la vida escolar, el trabajo y la vida familiar, constituye un campo de batalla. El enemigo nunca duerme. El está alerta todo el día, no sólo en la vida de familia, sino también en la vida de iglesia. Aun en la vida de iglesia, Satanás y todos sus mensajeros están ocupados. En la tierra se está librando una guerra. La intención de Dios es recobrar la tierra.
Satanás usurpó y sigue usurpando a la tierra. Mire la sociedad actual. Mire cómo el enemigo sigue usurpando toda la tierra.
Dios desea recobrar la tierra. La tierra se ha convertido en un lugar crítico, un lugar que Satanás desea conservar en su poder y que Dios quiere recuperar. La batalla se libra por la tierra. El que obtenga la tierra será el ganador. Si Satanás puede conservar la tierra en su mano, tendrá la victoria. Si Dios la puede recuperar, obtendrá la victoria. El Señor Jesús no ha regresado porque la tierra todavía se encuentra bajo la usurpación de Satanás. Esta es la razón por la cual Dios necesita la iglesia. La iglesia debe pelear la batalla para recobrar la tierra, si no toda la tierra, por lo menos algunos lugares donde el Señor Jesús pueda poner Sus pies, algunos frentes de ataque donde el Señor Jesús pueda poner Sus pies. La tierra es un lugar crucial.
Este punto quedó plenamente demostrado en el salmo 8. Este salmo empieza con las palabras: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán admirable es Tu nombre en toda la tierra!” También termina de esta manera. Sin lugar a dudas, el nombre del Señor es admirable en los cielos, pero en cierto sentido, el nombre del Señor no es admirable en esta tierra. Su nombre no es excelente entre tantas personas caídas. Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre” (Mt. 6:9). El nombre del Señor debe ser santificado sobre esta tierra. El problema no está en los cielos, sino aquí en la tierra.
Dios desea que Su reino venga a esta tierra y que Su voluntad se cumpla en la tierra (Mt. 6:10). Ahora podemos entender la oración que el Señor Jesús estableció. El dijo: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino”. Indudablemente esto se refiere a venir de los cielos a la tierra. La oración continúa: “Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. La voluntad de Dios se cumple ahora en los cielos; sin embargo, en esta tierra existen muchos obstáculos que impiden que se cumpla. Debemos orar: “Santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Debemos pelear para recobrar la tierra.
En el milenio la tierra será el reino de Dios. Eso se revela en Apocalipsis 11:15. Cuando el Señor Jesús venga a inaugurar el milenio, toda la tierra se convertirá en el reino de Dios. Entonces Dios recuperará la tierra.
En la eternidad la morada de Dios bajará de los cielos a la tierra nueva (Ap. 21:1-2). Muchos cristianos sueñan con ir al cielo. Es un buen sueño e indudablemente todos nosotros estaremos allí. Sin embargo, Dios desea descender a la tierra. Nos gustan los cielos, pero a Dios le agrada la tierra. Nosotros estamos subiendo, y El está bajando. ¡Aleluya! Déjenme decirles la verdad: cuando vayamos al cielo, el Señor dirá: “Hijos Míos, descendamos; bajemos para señorear en la tierra”. En la eternidad los cielos no serán la morada de Dios. La morada de Dios será la Nueva Jerusalén, y la Nueva Jerusalén descenderá del cielo a la tierra nueva. Esto demuestra que Dios desea poseer la tierra.
Satanás, el usurpador, no sólo será derribado de los aires, sino que también será expulsado de la tierra. Según Apocalipsis 12:9, Satanás primero será derribado del aire y echado a la tierra, y después será atado y expulsado de la tierra y echado en el abismo (Ap. 20:2-3). No habrá más contaminación espiritual. Tendremos aire fresco, y la tierra estará limpia de toda corrupción. Esto se producirá durante el milenio. Al final del milenio, Satanás será echado en el lago de fuego (Ap. 20:10). Después del milenio, tendremos la eternidad, donde estará la morada eterna de Dios en la tierra nueva. Dios desea poseer la tierra.
El tercer aspecto de la intención de Dios al dar el señorío al hombre es traer Su autoridad para que se ejerza en la tierra. El hombre debe ejercer la autoridad de Dios para que el reino de Dios venga a la tierra, a fin de que en la tierra se cumpla la voluntad de Dios, y la gloria de Dios se manifieste. Todo eso ocurrirá en la tierra. Dios nunca estará satisfecho con un reino solamente en los cielos. Tampoco le complacerá ver que Su voluntad se cumpla solamente en los cielos, ni ver Su gloria expresada solamente en los cielos. El desea que todas estas cosas sucedan en la tierra. Esta es la responsabilidad de la iglesia hoy. En la iglesia tenemos el reino de Dios. En la iglesia se cumple la voluntad de Dios. En la iglesia se expresa la gloria de Dios. ¡Aleluya! Tenemos un anticipo. Ahora podemos ver por qué Dios dio señorío al hombre sobre todo lo que está en los mares, en el aire y en la tierra. La intención de Dios es eliminar al enemigo, recobrar la tierra y manifestar Su gloria.
¿Se ha llevado a cabo eso? Ciertamente no. Pero Dios creó al hombre con esta intención. Satanás sabe eso mucho mejor que nosotros. La Biblia nos dice que inmediatamente después de la creación del hombre, Satanás se infiltró a fin de destruir al hombre que Dios había creado para Su propósito. El hombre cayó. Sin embargo, Dios no lo abandonó. Dios mismo se hizo hombre. El vino para entrar en el hombre y hacerse uno con él. Vino como el hombre llamado Jesús para ser el segundo hombre (1 Co. 15:47). El primer hombre no cumplió el propósito de Dios, pero el segundo hombre sí. El primer hombre era un hombre corporativo, y el segundo hombre también lo es. Adán era la cabeza del primer hombre corporativo, y Cristo es la cabeza del segundo hombre. El propósito de Dios es cumplido por el segundo hombre.
El cumplimiento del propósito de Dios al dar señorío al hombre empezó con Cristo.
En el Nuevo Testamento, la predicación empieza de una manera particular, de una manera opuesta a nuestros conceptos. Dice: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Las palabras “se ha acercado” significa “ha venido”. Cuando Cristo vino, llegó el reino de Dios. Cristo trajo el reino. Ese pequeño hombre llamado Jesús era el reino de Dios. Muchos cristianos piensan que el reino no llegó cuando Jesús vino. Tienen la idea de que el reino fue suspendido y la edad de la iglesia empezó cuando el pueblo judío rechazó a Jesús y al reino. Creen que la iglesia no es el reino, que después de la edad de la iglesia, el reino será establecido con el regreso de Jesús. En la Biblia hay cierta base para afirmar esto y en cierto sentido está correcto, pero sólo parcialmente. Romanos 14:17 nos dice que la iglesia actual es el reino. La vida de iglesia es el reino. En cierto sentido, el pueblo judío rechazó el reino. En otro sentido, el Señor estableció el reino al establecer la iglesia. Nunca podemos separar la iglesia del reino. En Mateo 16:18 el Señor Jesús dijo a Pedro: “Pedro, tú eres una piedra, y sobre Mí mismo, la roca, edificaré Mi iglesia. Las puertas del Hades no prevalecerán contra esta iglesia”. Inmediatamente después de eso (v. 19), el Señor Jesús dijo: “A ti te daré las llaves del reino”. En el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio, Pedro estableció la iglesia al usar las llaves del reino que abrieron la puerta a los judíos y a los gentiles para que entraran en el reino. Por tanto, cuando la iglesia empezó, allí estaba el reino. La iglesia es el reino. Indudablemente el reino se manifestará plenamente en el futuro. Sin embargo, la realidad del reino está aquí ahora. Esta es la vida de iglesia.
Los cuatro evangelios nos muestran que Jesús encontraba demonios adondequiera que iba. El nunca pudo tolerar demonios y los echaba inmediatamente. En Mateo 12:28 Jesús nos dice que el hecho de que El echara demonios correspondía a la venida del reino. Eso era el dominio de Dios. Adán fracasó y no introdujo el reino, pero cuando Jesús vino, El introdujo el reino echando demonios. Echar demonios equivale a traer el reino de Dios.
Cristo dio también a Sus discípulos autoridad sobre todo poder de Satanás. En Lucas 10:19 el Señor Jesús dijo: “Os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo”. Las serpientes y los escorpiones están en plural, lo cual indica que son muchos. En el versículo 18 del mismo capítulo vemos a Satanás. En el versículo 20 vemos los espíritus, es decir los demonios. Las “serpientes” representan el poder satánico, y los “escorpiones” representan el poder demoníaco. Satanás, las serpientes y los escorpiones tienen poder, pero nosotros tenemos autoridad. Nuestra autoridad supera su poder. Hay muchos potentes automóviles en las calles. No obstante, cualquier policía, aun el más pequeño, tiene autoridad sobre ellos. Cuando él dice: “¡Alto!”, ellos se detienen. Los automóviles tienen poder, pero el policía tiene autoridad. Satanás y sus demonios tienen poder, pero nosotros somos los policías de Dios. Debemos dar a Satanás el mandamiento: “¡Detente!” Cuando Jesús dio a Sus discípulos esta autoridad y ellos la usaron para expulsar demonios, se entusiasmaron. No obstante, el Señor Jesús les dijo: “No os regocijéis de esto ... regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Cuando Jesús vino, llegó el reino. Cuando Jesús echó fuera demonios, trajo el reino de Dios. Además, Jesús hizo eso mediante Sus discípulos. El les dio autoridad para echar demonios, y ellos lo hicieron.
Cristo, después de la resurrección, recibió toda la autoridad en los cielos y en la tierra (Mt. 28:18). Como el Señor Dios, El tenía autoridad antes de Su resurrección. Como el hombre llamado Jesús de Nazaret, se le comisionó toda la autoridad en los cielos y en la tierra después de Su resurrección. Jesús es el verdadero Adán. A El se le confió el dominio de Dios.
El cumplimiento de la intención de Dios al dar dominio al hombre, tiene que ver con Cristo como Cabeza y con la iglesia, la cual incluye a todos los santos, el Cuerpo. El cumplimiento de la intención de Dios no está solamente relacionado con la Cabeza, sino también con el Cuerpo. Las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia (Mt. 16:18). La Biblia no dice que las puertas del Hades (las cuales representan el poder de Satanás) no prevalecerán contra los santos; mas prevalecerán contra ellos si están separados o son individualistas. Usted debe ser edificado, hecho parte de la iglesia. El Cuerpo edificado con Cristo nunca puede ser vencido por Satanás. Satanás nunca puede prevalecer contra la iglesia edificada.
Los santos recibieron autoridad para atar al enemigo (Mt. 16:19; 18:18). En Mateo 16:19 se habló a Pedro; en Mateo 18:18 se habla a cada creyente. La Iglesia Católica asevera que Pedro tenía la autoridad de representar a Cristo. Se basan en Mateo 16:19. No obstante, debemos decirles que también tenemos Mateo 18:18. Pedro no fue el único en recibir la autoridad de atar y desatar, también nosotros la hemos recibido. A todos los creyentes se les dio la autoridad de atar y desatar. Hoy en día, la iglesia, constituida de todos los santos, tiene la autoridad de atar y desatar. A menudo, no deberíamos orar solamente, sino atar y desatar.
En Romanos 16:20 dice: “El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies”. Pablo dijo: “en breve”. No sé que pensaba Pablo cuando dijo eso hace diecinueve siglos. Nos puede parecer que ha transcurrido mucho tiempo desde aquel entonces. Sin embargo, nosotros creemos que no ha pasado tanto tiempo. Dentro de poco, Satanás será aplastado. El verbo “aplastar” no significa solamente golpear o quebrantar, sino también someter. Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En nuestra vida de familia, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En la vida matrimonial, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. En la vida de iglesia, Satanás debe estar debajo de nuestros pies. Tenemos que decirle: “Satanás, tú debes estar debajo de nuestros pies”. Aquí y ahora Satanás debe estar debajo de nuestros pies.
En 2 Corintios 10:3-5 y Efesios 6:11-13 se nos exhorta a luchar contra el enemigo. No sólo peleamos, sino que luchamos. Luchar es más difícil que pelear. Debemos luchar contra las potestades malignas de los aires.
Los santos vencedores tendrán autoridad sobre las naciones (Ap. 2:26-27) y en el milenio serán reyes que regirán con Cristo en toda la tierra (Ap. 20:4, 6). Para entonces, Dios señoreará plenamente en esta tierra. Este será el cumplimiento de lo que El deseaba conseguir en Génesis 1.
Finalmente todos los santos regirán como reyes sobre la tierra por la eternidad en la Nueva Jerusalén. En ese tiempo, Satanás, los ángeles malignos del aire, y el mar con todos los demonios serán echados en el lago de fuego (Ap. 20:10, 13-14; Mt. 25:41). Toda la contaminación desaparecerá. El aire, el agua y la tierra fueron contaminados. Cuando llegue la eternidad, desaparecerá toda contaminación. Todo estará limpio, y el señorío de Dios prevalecerá allí. Se ejercerá la autoridad de Dios en la tierra. En esa esfera, la imagen de Dios se expresará plenamente y Su gloria se manifestará totalmente. Ese será el reino eterno, el dominio de Dios.
Génesis 1 es un vivero. Todas las semillas de la verdad fueron sembradas allí. Vimos que la palabra “luz” fue sembrada en Génesis 1 y desarrollada en toda la Biblia hasta llegar a Apocalipsis 22, donde ya no se necesitan el sol, la luna ni luminar alguno. Dios mismo es la luz. Del mismo modo, la palabra “imagen” aparece por primera vez en Génesis 1 y se desarrolla en toda la Biblia hasta que vemos la Nueva Jerusalén llevar la imagen de Dios y expresarle. Según el mismo principio, la palabra “señorío” también necesita la explicación de toda la Biblia. Pasamos de la palabra “señorear” en Génesis 1 a Apocalipsis 22:5, donde vemos que todos los santos reinarán con Dios por la eternidad. Ese será el cumplimiento final del señorío de Dios.
El hombre fue hecho a la imagen de Dios para expresarle, y recibió el dominio de Dios para representarle y vencer a Su enemigo. Hoy en día, la iglesia es la parte más importante del segundo hombre. La responsabilidad y el deber de la iglesia son, por un lado, expresar a Dios y, por otro, vencer al enemigo de Dios. Este es nuestro deber. Debemos asumir esta responsabilidad.