Mensaje 40
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Lectura bíblica: Hch. 14:21-28
En este mensaje estudiaremos 14:21b-28.
Después de anunciar el evangelio en la ciudad de Derbe y de hacer muchísimos discípulos (vs. 20-21a), Pablo y Bernabé “volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía” (v. 21b). Esta no es la ciudad de Antioquía de donde partieron en su viaje ministerial (13:1), sino Antioquía de Pisidia, localizada en Asia Menor.
Hechos 14:22 declara que Pablo y Bernabé confirmaron “las almas de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Este versículo no menciona que los apóstoles se preocuparan por el espíritu de los discípulos, sino por sus almas. El alma del hombre está compuesta de la mente, la parte emotiva y la voluntad. Confirmar las almas de los discípulos consiste en confirmar su mente, para que conozcan y entiendan al Señor y las cosas con El relacionadas (1 Co. 2:16; Fil. 3:10); su parte emotiva, para que amen al Señor y tengan un corazón conformado a los intereses del Señor (Mr. 12:30; Ro. 16:4); y su voluntad, para que sean decididos y permanezcan con el Señor, y hagan lo que a El le agrada (Hch. 11:23; Col. 1:10; 1 Ts. 4:1). Por tanto, confirmar las almas de los discípulos equivale a confirmarlos en su mente, su parte emotiva y su voluntad.
Según Hechos 14:22, Pablo y Bernabé exhortaron a los discípulos a que permaneciesen en la fe, mientras que en 13:43 exhortaron a los creyentes a que perseverasen en la gracia de Dios. Permanecer en la fe es más difícil que permanecer en la gracia de Dios.
Así como en Hechos 6:7, la fe mencionada en 14:22 es objetiva. Se refiere a lo que los creyentes creen en cuanto a Cristo y Su obra. Todo lo que revela el Nuevo Testamento con respecto a la persona de Cristo y Su obra redentora constituye la fe de la economía neotestamentaria de Dios (Ro. 16:26).
Si entendemos lo que es la fe, veremos que es más profundo permanecer en la fe que en la gracia. Para permanecer en la gracia de Dios necesitamos disfrutar al Dios Triuno; en cambio, para permanecer en la fe, no sólo se requiere que ejercitemos nuestro espíritu para disfrutar al Dios Triuno, sino también nuestra mente para estudiar la revelación contenida en el Nuevo Testamento, lo cual es el contenido de la fe objetiva.
Hoy en día, muchos cristianos no conocen la revelación completa del Nuevo Testamento tocante a la economía de Dios. ¡Cuán lamentable es esto! Si no sabemos en qué consiste la fe objetiva, ciertamente no podremos perseverar en ella.
La exhortación que hicieron los apóstoles en 14:22 es más profunda que la de 13:43. Hemos visto que en 13:43, ellos persuadieron a los creyentes a que permanecieran en la gracia de Dios, es decir, los alentaron a que continuaran disfrutando al Dios Triuno como Gracia. Ahora, en 14:22, les instaron a permanecer en la fe, es decir, los motivaron a conocer y a permanecer en la revelación completa de la economía neotestamentaria de Dios, que es un asunto muy profundo.
Los creyentes de Listra, Iconio y Antioquía tenían cerca de un año de haber sido salvos. Cuando Pablo y Bernabé visitaron por primera vez estas ciudades, levantaron iglesias. Luego, partieron a otros lugares, y finalmente volvieron a Listra, Iconio y Antioquía. Como dijimos, ellos exhortaron a los discípulos a permanecer, no solamente en la gracia, sino también en la fe. Sin embargo, en el capítulo trece, exhortaron a los recién convertidos a que perseverasen solamente en la gracia de Dios, es decir, a que permaneciesen en el disfrute del Dios Triuno. Por su parte, los creyentes en Listra, Iconio y Antioquía probablemente habían permanecido en la gracia de Dios por algún tiempo. Según lo indica Hechos 14, ellos deben de haber aprendido mucho acerca de la economía neotestamentaria de Dios durante ese tiempo. Lo que aprendieron llegó a ser para ellos el conocimiento de la fe. Basándose en esto, los apóstoles los exhortaron a permanecer en la fe.
En 14:22, vemos que Pablo y Bernabé dijeron a los discípulos: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”. Muchos se imaginan que el reino de Dios es simplemente una esfera en la que Dios gobierna como un rey. Según dicho concepto, el reino de Dios estaría limitado a un dominio en el cual Dios gobierna a Su pueblo. No pretendo decir que dicho concepto esté equivocado, pero ciertamente es superficial y natural.
El reino de Dios era el tema principal de la predicación de los apóstoles en Hechos (8:12; 19:8; 20:25; 28:23, 31). Este no era un reino material ni visible, sino un reino constituido de la vida divina. Es la extensión de Cristo como vida a Sus creyentes para formar un dominio en el cual Dios gobierna con Su vida.
En el Estudio-vida de Marcos, indicamos que el reino de Dios es el Salvador mismo (Lc. 17:21) como la semilla de vida sembrada dentro de Sus creyentes, el pueblo escogido de Dios (Mr. 4:3, 26), la cual se desarrolla hasta crear un dominio en el cual Dios puede gobernar en Su vida divina. La entrada a este reino es por la regeneración (Jn. 3:5), y su desarrollo se da mediante el crecimiento de los creyentes en la vida divina (2 P. 1:3-11). En la actualidad, el reino es la vida de iglesia, en la cual viven los creyentes fieles (Ro. 14:17), y se desarrollará hasta convertirse en el reino venidero, una recompensa que han de heredar (Gá. 5:21; Ef. 5:5) los santos vencedores en el milenio (Ap. 20:4, 6). Finalmente, tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén como reino eterno de Dios, un dominio eterno que contiene la bendición eterna de la vida eterna de Dios, la cual todos los redimidos de Dios disfrutarán en el cielo nuevo y la tierra nueva, por la eternidad (Ap. 21:1-4; 22:1-5, 14).
En Hechos 14:22, Pablo exhortó a los creyentes a que perseveraran en la fe y comprendieran que era necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios. ¿Cree que Pablo consideraba el reino de Dios solamente como un dominio en el cual Dios gobierna a Su pueblo, y que los creyentes necesitaban pasar por tribulaciones a fin de entrar en él? Es posible que Pablo estuviera de acuerdo en que el reino de Dios es la esfera en la cual Dios gobierna a Su pueblo, pero ciertamente éste no era su pensamiento central en cuanto al reino de Dios. Debemos recordar que él dirigió esta exhortación a creyentes que habían alcanzado cierta madurez. Ellos perseveraban no solamente en la gracia de Dios, sino también en la fe, lo cual es más profundo y más elevado. Eran creyentes que tenían más conocimiento respecto de las cosas divinas. Por consiguiente, el hecho de que Pablo les dijera que les era necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios, ciertamente indica que él consideraba que el reino era algo más que una esfera objetiva en la que Dios gobierna como Rey.
¿Cómo era entonces que Pablo entendía el reino de Dios? A fin de conocer esto, debemos ver que el Nuevo Testamento enseña que el reino de Dios no es un dominio visible o material. En realidad, el reino de Dios es una persona, el Señor Jesucristo mismo. Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús acerca del reino, El “les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse, ni dirán: Helo aquí, o helo allí, porque he aquí, el reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17:20-21). Como lo comprueba el contexto, el reino de Dios es el Salvador mismo, quien estaba entre los fariseos cuando ellos lo interrogaron. Dondequiera que esté el Salvador, allí está el reino de Dios. Esta fue la razón por la cual declaró que el reino estaba entre ellos. Como lo indican las palabras del Señor en Lucas 17:20, el reino no viene de modo que pueda observarse, lo cual quiere decir que es un reino espiritual, no material ni visible.
En los cuatro evangelios el Señor Jesús es la semilla del reino que se sembró en Sus discípulos. El crecimiento de esta semilla empieza en Hechos y continúa en las epístolas. Finalmente, dicho crecimiento llegará a su consumación: la cosecha que se menciona en el libro de Apocalipsis. Según las palabras del Señor y la comprensión que tenía Pablo, el reino de Dios no radica en una esfera material. Por el contrario, es un reino espiritual, divino, incluso consiste de personas. El reino es Cristo mismo, la semilla, sembrado en los corazones de Su pueblo escogido. Nuestro corazón es el terreno donde se siembra y crece la semilla del reino. Como indicamos anteriormente, la semilla del reino fue sembrada en los evangelios, crece en Hechos y en las epístolas, y llega a su consumación en la cosecha de Apocalipsis. Esta es la definición más precisa respecto del reino de Dios.
Ya hemos visto que el reino de Dios es Cristo, la semilla, la cual fue sembrada en nosotros, crece y llega a su consumación en la cosecha. Ahora debemos preguntarnos qué significa entrar en el reino. Entrar en el reino de Dios equivale entrar en el disfrute pleno de Cristo como reino de Dios. Sin embargo, es posible que no entendamos lo que significa disfrutar a Cristo de este modo. El mundo entero se opone a que el pueblo de Dios entre al disfrute pleno de Cristo como reino. Considere cómo Satanás ha usurpado y usado al judaísmo para frustrar a los creyentes e impedirles que entren en este disfrute. A través de los siglos el enemigo de Dios ha usado también otras formas de religión: el catolicismo, el protestantismo, y el Islamismo, con el fin de impedir que el pueblo elegido de Dios entre en el disfrute pleno del Cristo todo-inclusivo como reino de Dios.
Hechos 1:3 relata que durante un período de cuarenta días, el Cristo resucitado se apareció a los discípulos y les habló “lo tocante al reino de Dios”. Pedro y los ciento veinte fueron traídos al Señor y recibieron el Espíritu esencial para su existencia y andar espirituales. Aunque desde el primer capítulo de Hechos ellos eran verdaderos seguidores de Jesucristo, aún no habían entrado en el pleno disfrute de Cristo como reino de Dios, el dominio donde Dios gobierna. Aún les faltaba entrar en la esfera del pleno disfrute del Cristo resucitado como reino de Dios. En el día de Pentecostés, Pedro y los demás discípulos ciertamente entraron en este dominio: el dominio del disfrute pleno del Cristo resucitado y ascendido, que es la esfera donde Dios gobierna a Su pueblo. Cuando Pedro predicó el evangelio en Hechos 2, vemos en él y los demás apóstoles un cuadro del reino de Dios. En Hechos 2, los ciento veinte disfrutaban plenamente al Cristo resucitado y ascendido como la esfera donde Dios gobierna. Tal esfera es el reino de Dios.
No obstante, poco tiempo después de que los creyentes entraran en el disfrute de Cristo como reino de Dios, la religión judía se introdujo para estorbarlos. Si en los capítulos tres, cuatro y cinco, Pedro, Juan y los demás creyentes se hubieran mostrado débiles, habrían perdido el pleno disfrute del Cristo resucitado, y por ende, habrían errado al blanco en cuanto al reino de Dios.
A la luz de lo que hemos visto en cuanto al reino de Dios, volvamos ahora a Hechos 14 y preguntémonos si los discípulos a quienes Pablo exhortaba, habían entrado en la esfera del pleno disfrute de Cristo como reino de Dios. No, estos creyentes aún no habían entrado plenamente en dicho disfrute, sino que aún se hallaban en camino. Por tanto, Pablo les exhortó a que entraran en la esfera del pleno disfrute del Cristo resucitado y ascendido como reino de Dios. El parecía decirles: “Os he predicado que el Cristo resucitado es las cosas santas y fieles, la gracia de Dios, la vida eterna y el Espíritu todo-inclusivo y vivificante. El disfrute pleno de estos tres aspectos conforma una esfera, la cual es el reino de Dios. Vosotros sólo habéis entrado en parte. Por esta razón, os exhorto a que a través de muchas tribulaciones entréis en el reino de Dios. Debéis estar preparados para enfrentar oposición. Sufriréis muchas tribulaciones, pero es preciso que por medio de ellas entréis en el reino de Dios, que es la esfera en donde se obtiene el disfrute máximo del Cristo resucitado y ascendido. Cuando disfrutéis a Cristo de este modo, estaréis bajo el gobierno divino y os convertiréis en el reino de Dios, el cual es la vida apropiada de iglesia”.
Romanos 14 indica que la vida de iglesia es el reino actual de Dios. En este capítulo, Pablo habla acerca de la vida de iglesia. Luego en el versículo 17, él declara: “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. La justicia, la paz y el gozo son el resultado de disfrutar al Cristo todo-inclusivo como reino de Dios. El reino de Dios es la vida de iglesia, y ésta es la esfera en la cual disfrutamos al Cristo resucitado y ascendido.
Leamos Hechos 14:23: “Y después que constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”. Las palabras griegas traducidas “en cada iglesia” contienen la preposición kata, la cual comunica la noción de distribución, y en este caso, distribución por iglesias. Además, dicha expresión equivale a la frase “en cada ciudad” que aparece en Tito 1:5. Cuando ponemos estas dos expresiones juntas, vemos que la jurisdicción de una iglesia local se limita a la ciudad en la cual esté ubicada, y que debe existir una sola iglesia por ciudad. La administración que ejercen los ancianos de una iglesia local debe restringirse a los límites de esa ciudad. Tener un solo grupo de ancianos por ciudad preserva la unidad del Cuerpo de Cristo. En una ciudad sólo debe haber una iglesia y un grupo de ancianos. Esta práctica se muestra claramente en el modelo del Nuevo Testamento (Hch. 8:1; 13:1; Ro. 16:1; 1 Co. 1:2; Ap. 1:11), y es un requisito indispensable para mantener el debido orden en una iglesia local.
Todas las iglesias en las cuales los apóstoles designaron ancianos en Hechos 14:23, habían sido establecidas en menos de un año. Por consiguiente, no era posible que dichos ancianos hubieran madurado completamente. Sin embargo, deben haber sido considerados como ancianos porque comparativamente, eran los más maduros de entre los demás creyentes. Sus congregaciones no los eligieron por votación, sino que los apóstoles los designaron conforme a la madurez en vida que tenían en Cristo. Los apóstoles los exhortaron a que se ocuparan del liderazgo y del pastoreo en sus iglesias.
Según 14:26, Pablo y Bernabé partieron desde Atalia y “navegaron a Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido”. Hemos dicho que esta gracia es el Cristo resucitado, quien se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para, en resurrección, impartir en nosotros al Dios Triuno procesado como nuestra vida y provisión de vida, a fin de que nosotros vivamos en resurrección. Así que, la gracia es el Dios Triuno quien llega a ser nuestra vida y nuestro todo. Es por medio de esta gracia que Saulo de Tarso, el primero de los pecadores (1 Ti. 1:15-16), llegó a ser el apóstol principal, el cual laboraba mucho más que todos los apóstoles (1 Co. 15:10). Su ministerio y su vida, llevados a cabo mediante esta gracia, son un testimonio innegable de la resurrección de Cristo. La gracia que lo motivó y obró en él no era una cosa, sino una persona viva, a saber, el Cristo resucitado, la corporificación misma de Dios el Padre hecho el Espíritu todo-inclusivo y vivificante, el cual moraba en Pablo como su todo.
Hechos 14:27 y 28 concluyen así: “Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron lo que Dios había hecho con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles. Y se quedaron allí mucho tiempo con los discípulos”. En el versículo 27 vemos el final del primer viaje ministerial de Pablo, el cual inició en 13:4.
Cuando Pablo y Bernabé llegaron a Antioquía, reunieron a la iglesia y refirieron todo lo que el Señor había hecho con ellos. Esta reunión tenía como fin tener comunión tocante al mover de Dios para propagar Su evangelio, y no simplemente dar un informe acerca de su misión.