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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 5

INTRODUCCION Y PREPARACION

(3)

  Lectura bíblica: Hch. 1:1-26

  Hch. 1:3-26 es una sección relacionada con la preparación. Ya vimos que en Hch. 1:3-8, Cristo prepara a los discípulos en Su resurrección. Ahora estudiaremos la ascensión de Cristo (Hch. 1:9-11) y veremos cómo los discípulos se prepararon (Hch. 1:12-26).

LA ASCENSION DE CRISTO

  Hechos 1:9 dice: “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”. El Evangelio de Lucas concluye con la ascensión del Señor al cielo (Lc. 24:51), y el libro de Hechos comienza con esto mismo. Lucas narra el ministerio terrenal del Jesús encarnado, mientras que Hechos relata el ministerio del Cristo resucitado y ascendido, efectuado desde el cielo mediante Sus creyentes en la tierra. En los evangelios, el ministerio terrenal del Señor, que El mismo efectuó, consistió solamente en sembrarse como semilla del reino de Dios en Sus creyentes, sin que la iglesia fuera aún edificada. En el libro de Hechos, el ministerio celestial del Señor, llevado a cabo por medio de los creyentes en la esfera de la resurrección y ascensión, consiste en propagarle a El por todo el mundo, como desarrollo del reino de Dios, a fin de que la iglesia sea edificada (Mt. 16:18) y se produzca Su Cuerpo, el cual es tanto la plenitud de Cristo, Su expresión (Ef. 1:23), como la plenitud de Dios (Ef. 3:19), la expresión de Dios.

  Leamos Hechos 1:10-11: “Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, mientras El se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué os quedáis mirando al cielo? Este Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera que le habéis visto ir al cielo”. La ascensión del Señor hace alusión a Su segunda venida. Entre estos dos eventos se encuentra la dispensación de la gracia, en la cual el Señor, quien es el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), aplica Su redención todo-inclusiva a los escogidos de Dios a fin de que reciban la plena salvación, y así El pueda producir y edificar la iglesia como Su Cuerpo, con miras al establecimiento del reino de Dios en la tierra.

  La visión de la ascensión de Cristo al cielo fortaleció la fe que los discípulos tenían en El y en lo que El había hecho por ellos mediante Su muerte y Su resurrección. También amplió la perspectiva que ellos tenían de la economía celestial de Dios, lo cual los había llevado a cooperar con el ministerio celestial de Cristo, todo esto con miras al cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios en la tierra.

  El Señor Jesús, después de hablar con Sus discípulos durante cuarenta días acerca del reino de Dios, fue tomado de ellos de manera visible. El ascendió físicamente ante sus propios ojos. Podemos afirmar que eso también formó parte de la manera en que el Señor “educaba” a Sus discípulos.

  Probablemente los discípulos quedaron muy asombrados y entusiasmados cuando presenciaron la ascensión de Cristo. Al verlo ascender, ciertamente no lloraron. Por el contrario, deben de haber estado muy felices de presenciar algo tan maravilloso.

  Mientras los discípulos miraban al cielo, dos varones con vestiduras blancas se pusieron junto a ellos. Estos varones, quienes en realidad eran ángeles, les preguntaron a los discípulos por qué se quedaban mirando al cielo. Luego les dijeron que este Jesús que había sido tomado de ellos al cielo vendría de la misma manera que lo habían visto ir al cielo. Esto indica que así como el Señor Jesús ascendió físicamente, volverá del mismo modo. Cristo ascendió al cielo llevado por una nube, visible a los ojos humanos, y volverá de la misma manera (Mt. 24:30). Además, El ascendió desde la cumbre del monte del Olivar (Hch. 1:12), y volverá al mismo monte (Zac. 14:4). Creemos firmemente que al regresar, el Señor Jesús posará Sus pies sobre este monte.

LA PREPARACION DE LOS DISCIPULOS

Regresan a Jerusalén

  Después de presenciar la ascensión del Señor, los discípulos “volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de sábado” (v. 12). Los discípulos regresaron a Jerusalén obedeciendo lo que el Señor les había dicho en Lucas 24:49 y Hechos 1:4, para recibir el Espíritu económico de poder como lo había prometido el Padre. Todos ellos eran galileos (v. 11). Así que, al quedarse en Jerusalén, especialmente bajo las amenazas de los líderes judíos, ellos arriesgaban su vida.

  El versículo 12 declara que Jerusalén se encontraba camino de un día de sábado desde el monte del Olivar. Según la tradición judía, el camino de un día de sábado equivalía aproximadamente a un kilometro.

Perseveran en oración

  Leamos Hechos 1:13-14:“Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Juan y Jacobo y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo. Todos estos perseveraban unánimes en oración, con las mujeres y con María la madre de Jesús, y con Sus hermanos”. Esta es la última vez que se menciona a María en el Nuevo Testamento.

  Antes de la muerte del Señor, los discípulos no tenían interés en orar por asuntos espirituales (Lc. 22:40, 45-46); al contrario, contendían entre sí tocante a quién era mayor (Lc. 22:24). Sin embargo, después de la resurrección y ascensión del Señor, la condición espiritual de ellos cambió radicalmente. Ya no contendían entre sí, sino que tenían la carga de perseverar unánimes en oración, aun antes del día de Pentecostés, cuando recibirían el Espíritu económico de poder (Hch. 2). Esta es una clara señal que comprueba que habían recibido en su interior el Espíritu esencial de vida el día de la resurrección del Señor (Jn. 20:22). Esto también demuestra que estaban fortalecidos en la economía neotestamentaria de Dios por haber visto la ascensión del Señor.

  En 1:14, vemos que los discípulos, junto con las mujeres, María y los hermanos del Señor, perseveraban unánimes en oración. La palabra griega traducida “unánimes” se puede traducir también: “con un mismo sentir”.

  Es posible que en su oración los discípulos hayan pedido ser revestidos del Espíritu de poder, conforme a la promesa del Padre, para lo cual el Señor les había mandado que permanecieran en Jerusalén (Lc. 24:49; Hch. 1:4). Quizá también hayan orado por la comisión que el Señor les había dado en Lucas 24:47-48 y Hechos 1:8 en cuanto a llevar Su testimonio hasta lo último de la tierra.

  Al prometer que derramaría Su Espíritu, Dios demostró que quería llevar a cabo Su economía neotestamentaria. Sin embargo, El aún necesitaba que Sus escogidos oraran por esto. El Dios que está en los cielos necesita hombres en la tierra que cooperen con El en la realización de Su plan. La oración de los ciento veinte discípulos durante esos diez días, satisfizo la necesidad de Dios.

  Los discípulos probablemente estaban muy contentos y entusiasmados de reunirse para orar en el aposento alto. Podemos deducir que mientras perseveraban en oración, ellos pidieron el derramamiento del Espíritu Santo. En esos diez días, ellos deben haber orado por el baptismo del Espíritu.

  El Cristo resucitado había regresado a los discípulos y con su soplo se había infundido en ellos como Espíritu vivificante para ser su vida y su persona. Luego, por un período de cuarenta días, El continuó apareciendo y desapareciendo ante Sus discípulos. En aquellos días, les enseñó acerca del reino de Dios. Luego ascendió al cielo de manera visible. Para ese tiempo, el Señor ya había completado la educación y la preparación de Sus discípulos. Su ascensión marcó la culminación del curso de cuatro años que tomaron los discípulos en la “universidad divina”.

  Pedro había terminado este curso y ahora era otra persona. Como veremos, en Hechos 1, él entendió e interpretó la profecía del Antiguo Testamento acerca de Judas y enseñó a los demás conforme a las Escrituras. ¿Es éste el mismo Pedro que vemos en los evangelios? ¡Claro que no! En Hechos 1 vemos a un Pedro muy diferente, porque el Cristo resucitado había entrado en él para ser su vida y su persona.

  Es muy significativo el hecho de que los ciento veinte hubieran orado unánimes durante diez días. Ellos pudieron orar en unanimidad por tanto tiempo, porque tenían a Cristo dentro de ellos como su vida y persona. Además, debemos notar que ellos eran galileos que estaban en Jerusalén y que además se encontraban bajo las amenazas de los judíos que perseguían a los seguidores de Jesús. No obstante, ellos no temieron tales amenazas, sino que permanecieron en Jerusalén y oraron unánimes. Ciertamente ellos no lograron hacer esto valiéndose del esfuerzo humano, sino porque habían experimentado un cambio en su esencia; habían sido trasladados esencialmente del viejo ser al nuevo ser. Como resultado de este traslado, tenían a Cristo como su vida y persona y así pudieron orar unánimes sin temer la persecución.

Escogen a Matías

Para reemplazar a Judas, como uno de los doce apóstoles

  Leamos Hechos 1:15-16: “Y en aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (un grupo como de ciento veinte estaba reunido allí), y dijo: Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura, en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, quien se hizo guía de los que prendieron a Jesús”. Antes de la muerte del Señor, Pedro a menudo hablaba desatinadamente (Mt. 16:22-23; 17:24-26; 26:33-35), pero después de la resurrección del Señor, expuso las profecías del Antiguo Testamento adecuadamente y con el significado correcto en los versículos del 16 al 20. Esto también demuestra que los discípulos, antes de recibir el Espíritu económico de poder el día de Pentecostés, habían recibido el Espíritu esencial de vida el día de la resurrección del Señor.

  En 1:16 Pedro usa la expresión: “Varones hermanos”. Esta expresión es más digna y solemne que decir simplemente “hermanos” (véase 1:11, 2:22, 29; 3:12).

  Hablando de Judas Pedro añade en el versículo 17: “Y era contado con nosotros y se le asignó una porción de este ministerio”. Este ministerio, mencionado también en el versículo 25, se refiere al ministerio que lleva el testimonio de Jesús (v. 8). Aunque los apóstoles eran doce, su ministerio era uno solo: “este ministerio”, un ministerio corporativo conforme al principio del Cuerpo de Cristo. Todos los apóstoles tuvieron parte en un solo ministerio, el cual lleva el testimonio del Jesucristo encarnado, resucitado y ascendido, el Señor de todos, y no el testimonio de alguna religión, doctrina o práctica.

Para ser testigo de la resurrección de Cristo

  Después de continuar hablando de la muerte de Judas y de las profecías dadas acerca de él, Pedro continúa: “Es necesario, pues, que de estos hombres que nos han acompañado todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue llevado arriba, uno sea hecho testigo con nosotros de Su resurrección” (vs. 21-22). La resurrección del Señor era el énfasis del testimonio de los apóstoles; la cual evoca Su encarnación, humanidad, Su vida humana en la tierra, la muerte que Dios le asignó (2:23), y apunta a Su ascensión, Su ministerio y Su administración en el cielo, y también a Su regreso. Por lo tanto, el testimonio que daban los apóstoles acerca de Jesucristo, Señor de todos, incluía todos estos pasos, tal como se describe en Hechos. Ellos predicaban y ministraban al Cristo todo-inclusivo que se revela en toda la Escritura.

  El versículo 23 declara que fueron propuestos dos hombres para que reemplazaran a Judas: José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. Los apóstoles oraron y dijeron: “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que se desvió Judas para irse a su propio lugar” (vs. 24-25). Las palabras griegas traducidas “conoces los corazones de todos” significan literalmente “Conocedor del corazón de todos”. En el versículo 25, la frase “se desvió” puede ser traducida también “cayó”.

  Después de orar, “les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles” (v. 26). Así vemos que los apóstoles, después de la ascensión del Señor y antes del día de Pentecostés, estaban en un período de transición como lo muestra la manera en que buscaron la dirección del Señor. El día de la resurrección del Señor, ellos recibieron al Espíritu, el cual mora en los creyentes, y antes de Su ascensión, el Señor los adiestró durante cuarenta días a vivir en Su presencia invisible (v. 3). Sin embargo, todavía les era difícil abandonar la antigua forma de buscar la dirección de Dios, la cual consistía en echar suertes (Lv. 16:8; Jos. 14:2; 1 S. 14:41; Neh. 10:34; 11:1; Pr. 16:33). Ellos todavía no estaban acostumbrados a buscar la guía del Espíritu que moraba en ellos (Ro. 8:14), como lo hizo más adelante el apóstol Pablo en 16:6-8, sino que aún estaban en la etapa inicial de la economía neotestamentaria de Dios, antes del día de Pentecostés.

  En la era de la economía neotestamentaria no se necesita echar suertes para recibir la dirección del Señor. Lo que necesitamos es seguir al Cristo que mora en nosotros, o sea, seguir la unción interior. Cristo, en el aspecto económico, había dejado a los apóstoles; no obstante, en el aspecto esencial de vida, aún se encontraba en ellos. Si en Hechos 1 ya hubieran estado acostumbrados a la presencia esencial de Cristo, no habrían regresado a la antigua tradición de echar suertes. El hecho de que lo hicieran demuestra que, pese a que el Señor ya estaba en ellos como vida, todavía permanecían en su viejo hábito.

  Matías fue escogido mediante el método de echar suertes y fue añadido a los once para completar el número de los apóstoles. La elección de Matías concluye la sección de la preparación de los discípulos con miras a la propagación venidera.

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