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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 60

LA PROPAGACION EN ASIA MENOR Y EUROPA MEDIANTE EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA DE PABLO

(26)

  Lectura bíblica: Hch. 21:27-40; 22:1-29

  Hechos 21:27—26:32 es una extensa sección que narra la última persecución que sufrió Pablo de parte de los judíos, y en 21:27—23:15, tenemos el relato del alboroto suscitado en contra suya. En este mensaje veremos que el apóstol cae en manos de los judíos de Jerusalén (Hch. 21:27-30), que el tribuno romano interviene (Hch. 21:31-39) y le da a Pablo la oportunidad de defenderse ante la turba de los judíos (21:40—22:21), y finalmente veremos que Pablo es atado por los romanos (Hch. 22:22-29).

PABLO CAE EN MANOS DE LOS JUDIOS DE JERUSALEN

  Leamos Hechos 21:27-28: “Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar”. Efectivamente, la enseñanza del Nuevo Testamento, conforme a la economía neotestamentaria de Dios, realmente estaba en contra de los judíos, quienes se oponían a ésta (Mt. 21:41, 43-45; 22:7; 23:32-36; Hch. 7:51; 13:40-41), y también era contraria a la ley de la letra muerta (Ro. 3:20, 28; 6:14; 7:4, 6; Gá. 2:19, 21; 5:4), y contra el lugar santo, el templo (Mt. 23:38; 24:2; Hch. 7:48). Dado que el ministerio de Pablo consistía en llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios, no podía agradar a los judíos, a quienes Satanás había poseído y usurpado con el judaísmo tradicional y deformado para que se opusieran al mover neotestamentario de Dios y lo asolaran. Por esta razón, el ministerio de Pablo ofendió tanto a los judíos, y provocó al máximo su celo y su odio, aun hasta el grado de tramar un complot (20:3) para matar al apóstol (21:31, 36).

  En 21:28 las expresiones “este lugar” y “este santo lugar” se refieren al templo. Los versículos 29 y 30 declaran: “Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo. Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y echando mano de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas”. Las palabras “se agolpó el pueblo” significan literalmente en el griego “corrieron todos juntos”.

EL TRIBUNO ROMANO INTERVIENE

  En Hechos 21:31-33, dice: “Y procurando ellos matarle, llegó la noticia al tribuno de la cohorte, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada. Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho”. Este tribuno tenía bajo su mando a mil soldados, o sea, a una cohorte. Una cohorte era una de las diez divisiones de una antigua legión romana. Por la providencia del Señor, este tribuno intervino para rescatar a Pablo de manos de los judíos, quienes tenían intenciones de matarlo.

PABLO SE DEFIENDE ANTE LA TURBA DE LOS JUDIOS

El necesitaba presentar su defensa

  El apóstol Pablo pidió al tribuno romano que le permitiera hablar ante el pueblo (v. 39). Cuando el tribuno le concedió permiso, Pablo se dirigió al pueblo en dialecto hebreo. Este era arameo, el idioma que se hablaba en Palestina en aquel tiempo.

  En 22:1, Pablo declara: “Varones hermanos y padres, oíd ahora mi defensa ante vosotros”. Pablo se enfrentó a sus opositores de una manera diferente a como lo hizo Cristo. Al efectuar la redención, Cristo actuó como un Cordero que es llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, El enmudeció y no abrió Su boca al ser juzgado por los hombres (Is. 53:7; Mt. 26:62-63; 27:12, 14). Pablo, en cambio, un fiel y osado apóstol enviado por el Señor, tuvo que presentar una defensa y actuar con sabiduría para salvar su vida de manos de sus perseguidores, y así poder completar el curso de su ministerio. Aunque estaba dispuesto y listo para sacrificar su vida por el Señor (20:24; 21:13), se esforzó por vivir más tiempo, a fin de llevar a cabo, hasta donde le fuera posible, el ministerio que el Señor le había encomendado.

Perseguía anteriormente este Camino

  En 22:3 y 4, Pablo declara: “Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, en el rigor de la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros. Perseguía yo este Camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres”. Como hemos visto, la expresión “este Camino” alude a la plena salvación efectuada por Señor en la economía neotestamentaria de Dios.

  En el versículo 5, Pablo continuó diciendo que el sumo sacerdote y todo el consejo de los ancianos podían testificar de él. La palabra griega traducida “asamblea” en este versículo es presbutérion, es decir, presbiterio, cuerpo de ancianos, (del sanedrín), por ende, el sanedrín mismo. Esta era la corte suprema de los judíos formada por los principales sacerdotes, los ancianos, los intérpretes de la ley y los escribas.

Pablo narra la experiencia que tuvo camino a Damasco

  En 22:6 y 7 Pablo declara: “Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente brilló en derredor mío una gran luz del cielo; y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?” La palabra griega traducida “gran” literalmente significa considerable. Como mencionamos anteriormente, la palabra “me” en el versículo 7 alude a una entidad corporativa, que incluye a Jesús el Señor y a todos Sus creyentes, es decir, a todos los miembros de Su Cuerpo. Desde aquel tiempo el apóstol empezó a ver que el Señor Jesús y Sus creyentes conforman una sola persona, una entidad grande y maravillosa.

  El versículo 8 dice: “Yo entonces respondí: ¿Quién eres Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”. Pablo llamó a Jesús “Señor” aún sin conocerlo. Además, el Señor le indicó que al perseguir a Sus seguidores, quienes estaban unidos a El mediante la fe, en realidad lo perseguía a El.

  En el versículo 9, Pablo declara: “Y los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que hablaba conmigo”. Declarar que no oyeron la voz significa que no la comprendieron, como en Marcos 4:33 y 1 Corintios 14:2. Ellos oyeron la voz (Hch. 9:7), pero no la entendieron, del mismo modo que contemplaron la luz, pero no vieron a nadie.

  En el versículo 10 Pablo continuó su discurso: “¿Qué haré Señor? Y el Señor me dijo: Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas”. Aquí vemos que inmediatamente después de que Pablo se convirtió, el Señor no quiso decirle directamente lo que deseaba que hiciera. Esto se debió a que Pablo necesitaba que un miembro del Cuerpo lo iniciara en la identificación con el Cuerpo de Cristo.

  Leamos Hechos 22:11: “Y como yo no veía a causa de la gloria de aquella luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, entré en Damasco”. Esto muestra cómo el Señor disciplinó a Pablo, quien antes de su conversión se creía un gran conocedor, alguien que lo sabía todo con respecto al hombre y Dios.

Iniciado en la identificación con el Cuerpo de Cristo

  Leamos los versículos 12 y 13: “Entonces cierto Ananías, varón devoto según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y poniéndose a mi lado, me dijo: Hermano Saulo, ¡recibe la vista! Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré”. En 9:11-17 vemos que el Señor envió a Ananías, un miembro de Su Cuerpo, a Pablo, para que éste fuera iniciado en la identificación con el Cuerpo de Cristo. Esto también debe haber causado una profunda impresión en Saulo con respecto a la importancia del Cuerpo de Cristo, y probablemente lo ayudó a comprender que un creyente salvo necesita de los demás miembros del Cuerpo de Cristo.

  Según 22:14-16, Ananías dijo a Pablo: “El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para que conozcas Su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de Su boca. Porque serás testigo Suyo a todos los hombres de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando Su nombre”. El pronombre “Su” en este versículo reviste gran significado, dado que se refiere particularmente al nombre de Aquel a quien Pablo había odiado y perseguido (v. 8).

  La palabra griega traducida “invocando” es epikaléo. Esta palabra se compone de epi, sobre, y kaléo, llamar audiblemente, en voz alta, a una persona, como lo hizo Esteban en 7:59-60.

  Conforme a 22:16 invocar el nombre del Señor fue la manera en que Pablo se lavó de los pecados cometidos al arrestar a tantos creyentes que invocaban al nombre del Señor. Todos los creyentes sabían que Pablo había tomado la invocación del nombre del Señor como una señal que le indicaba a quiénes debía arrestar (9:14-21). Ahora él se había vuelto al Señor. Por tanto, Ananías le mandó que invocara el nombre que tanto había aborrecido antes, con el fin de que Pablo, ante Dios y ante los creyentes, se lavara de los pecados de perseguir y arrestar a los que invocaban al Señor. Así que Pablo, mientras era bautizado, tuvo que hacer algo que iba en contra de su práctica anterior, con lo cual confesó públicamente que ahora se adhería al Señor, a quien había perseguido.

Enviado a los gentiles

  En 22:17 y 18, Pablo agrega: “Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio acerca de Mí”. La palabra griega traducida “éxtasis”, significa sacar algo de su lugar, y se refiere a un estado en el cual un hombre siente que sale de sí mismo y desde el cual vuelve a sí mismo (12:11), como en un sueño, pero mientras uno está despierto. Esto difiere de una visión, en la cual se ven objetos bien definidos.

  En 22:19 y 20, Pablo dijo al Señor: “Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en Ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, consintiendo en ello y guardando las ropas de los que le mataban”. No obstante, el Señor le dijo: “Ve, porque Yo te enviaré lejos a los gentiles” (v. 21). Luego, se nos dice respecto del pueblo: “Y le oyeron hasta esta palabra” (v. 22). Al escuchar la palabra “gentiles”, ellos empezaron a gritar: “¡Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva!” (v. 22). En realidad, la palabra “gentiles” que pronunció Pablo en el versículo 21 tiene que ver con el traslado dispensacional. Tal pareciera que tan pronto pronunció esta palabra, hubiera venido un torbellino que incitó a todo el pueblo. Todos se airaron al oír dicha palabra y no estuvieron dispuestos a escuchar más.

  En Hechos 22, Pablo fue bastante cuidadoso al relatar la experiencia que tuvo camino a Damasco. No obstante, no pudo evitar presentar un aspecto particular de la verdad: el hecho de que la palabra del Señor fuera lejos a los gentiles. Dado que el Señor le había dicho eso, ¿cómo no testificar de ello al pueblo? Ellos, sin embargo, no pudieron soportar tal palabra. El principio es el mismo entre muchos cristianos de hoy. Al igual que los judíos del pasaje de Hechos 22, que se rehusaron a oír de los gentiles, también hoy muchos cristianos cierran sus oídos cuando hablamos de las denominaciones, de la iglesia, del terreno de la iglesia y del hecho de que Cristo que se hizo el Espíritu vivificante. Por experiencia sabemos que si mencionamos estos asuntos a ciertos cristianos, ellos se ofenderán.

ATADO POR LOS ROMANOS

  Leamos Hechos 22:23-24: “Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el tribuno que le metiesen en el cuartel, y ordenó que fuese interrogado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él”, pero cuando le estiraban con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: “¿Os es lícito azotar a un romano sin haber sido condenado?” (v. 25). Esto muestra la sabiduría de Pablo. El se valió de su ciudadanía romana para evitarse más sufrimientos.

  En estos pasajes de Hechos vemos que la mano providencial del Señor ciertamente estaba con Pablo. El Señor en Su providencia, sabiduría y bondad, lo rescató y lo protegió. En el capítulo veintiuno, Pablo fue puesto en una situación muy difícil, de la cual no podía liberarse. No obstante, el Señor preparó el entorno mediante el cual logró rescatarlo de dicha situación. El apóstol se encontraba en peligro de muerte, pero el Señor intervino por medio del tribuno romano para protegerlo de los judíos que lo querían matar.

  Como veremos más adelante, después de que Pablo fue colocado en un cuartel romano, “algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración” (23:12-13). El hijo de la hermana de Pablo oyó hablar de tal asechanza y dio aviso a Pablo (v. 23:16). Entonces él llamó a uno de los centuriones y le pidió que llevara al joven ante el tribuno. Cuando el tribuno oyó acerca del complot, pidió a dos centuriones que preparasen “para la hora tercera de la noche doscientos soldados, setenta jinetes y doscientos lanceros para que fuesen hasta Cesarea; y que también proveyesen cabalgaduras en que poniendo a Pablo, le llevasen a salvo a Félix el gobernador” (23:23-24). Es sorprendente que tantos soldados, jinetes y lanceros estuvieran involucrados en el traslado de Pablo de Jerusalén a Cesarea. Quizás el tribuno haya dado esta orden por el número considerable de judíos que estaban involucrados en el complot contra Pablo. En cualquier caso, lo que deseamos resaltar es la providencia del Señor al proteger a Pablo.

  En Cesarea, Pablo fue mantenido en custodia por dos años. Durante todo ese tiempo, él estuvo a salvo, guardado y protegido de los judíos que querían matarle. Este fue un tiempo muy valioso en el que Pablo pudo reflexionar sobre su futuro, y en especial, sobre los asuntos que escribiría más tarde en las epístolas a los Hebreos, Efesios, Filipenses y Colosenses. El Señor en Su providencia dispuso un entorno particular para salvaguardar a Pablo y para que éste pudiera llevar a cabo su ministerio escrito, que culminaría su ministerio y la revelación neotestamentaria.

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