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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Isaías»
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Mensaje 51

EL CRISTO TODO-INCLUSIVO EN SUS CUATRO ETAPAS CONFORME A LA ECONOMÍA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS

(2)

  Lectura bíblica: Is. 53:10-11b; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Jn. 14:17-20; Col. 1:18; Ap. 1:5a; Gá. 6:15; 2 Co. 5:17; Hch. 13:33; Ro. 8:29; 1 P. 1:3; He. 2:10-12; Ef. 2:19; Gá. 6:10; Ef. 1:11; Jn. 12:24; 3:30a; Ef. 1:22-23; 1 Co. 10:17; Ap. 1:18a; Ef. 1:5, 9; Fil. 2:13; Ro. 4:25b; Col. 3:4, 10-11

  Oración: Señor, queremos decirte que seguimos necesitándote. Te necesitamos como Espíritu vivificante. Te necesitamos como ungüento de la unción. Señor, habla por medio de nuestro hablar y sé un espíritu con nosotros. Señor, cúbrenos contra todos los ataques del enemigo. Nos escondemos en Ti. Creemos que Tú estás aquí con nosotros. Nos reunimos dentro de Tu nombre. Señor, honra Tu nombre y unge a todos los presentes. Visítanos a todos y toca todos los corazones. Amén.

  Este mensaje es el segundo de una serie de tres mensajes sobre el Cristo todo-inclusivo en Sus cuatro etapas conforme a la economía neotestamentaria de Dios. En este mensaje consideraremos la etapa de la resurrección de Cristo.

  Isaías 53:10b-11b dice: “Cuando Él se entregue como ofrenda por el pecado, / verá descendencia, prolongará Sus días, / y el deleite de Jehová será en Su mano prosperado. / Verá el fruto de la aflicción de Su alma, / y quedará satisfecho; / por el conocimiento de Él, el Justo, Siervo Mío, hará justos a muchos”. En este pasaje de la Palabra hay cuatro puntos: (1) Cristo se entrega como ofrenda por el pecado; (2) Él verá descendencia y prolongará Sus días; (3) Él verá el fruto de la aflicción de Su alma y quedará satisfecho; y (4) por el conocimiento de Él hará justos a muchos. El primer ítem de los cuatro pertenece a la segunda etapa, la etapa de la crucifixión de Cristo. Los otros tres puntos pertenecen a la tercera etapa, la etapa de la resurrección de Cristo.

  En Isaías 53:11a, las palabras el fruto han sido insertadas; éstas no se encuentran en el texto hebreo. El fruto es el producto, el resultado, de la aflicción del alma de Cristo. Cristo padeció al derramar Su alma hasta la muerte (v. 12b). Ciertamente debe haber un fruto, un producto, resultado de tal aflicción. Isaías dice que Cristo vería el producto, esto es, el fruto, de la aflicción de Su alma y que, entonces, habría de quedar satisfecho.

  Después, Isaías 53:11b dice: “Por el conocimiento de Él, el Justo, Siervo Mío, hará justos a muchos”. La frase por el conocimiento de Él no significa el conocimiento que Cristo posee, sino el hecho de conocerle a Él, el Justo, el Cristo resucitado en calidad de Siervo de Dios. Por tal conocimiento de Él, Cristo hará justos a muchos. Muchas versiones de la Biblia traducen este versículo: “justificará a muchos”. El texto hebreo tiene ambos significados. Pero preferimos traducirlo: “hará justos a muchos”, porque esto se refiere a Cristo en Su resurrección. La justificación se relaciona principalmente con la muerte de Cristo. Sin embargo, que Cristo nos haga justos no sólo consiste en justificarnos objetivamente mediante Su muerte por Su sangre; más bien, significa primordialmente hacernos justos subjetivamente. Tiene que ser en resurrección que el Cristo viviente viva en nosotros a fin de ser expresado en nuestro vivir como justicia. Por eso, Apocalipsis 19:7-8 dice que cuando la novia esté preparada para su matrimonio con el Cordero, ella estará vestida de lino fino, el cual es las acciones justas de los santos. Las acciones justas de los santos se refieren a la justicia subjetiva expresada en nuestro vivir cuando vivimos a Cristo. Cristo en Su resurrección nos hará justos en virtud de Sí mismo como vida de resurrección que se expresa en nuestro vivir.

  Isaías 53:12a dice: “Por tanto, Yo le daré porción con el Grande, / y Él con el Fuerte repartirá el botín”. Este breve pasaje en Isaías 53 hace referencia a la ascensión de Cristo. Fue en Su ascensión que Cristo nos llevó a los cielos como cautivos Suyos. Éramos cautivos de Satanás, pero mediante Su muerte y resurrección, Cristo nos libertó. Después, en cierto sentido, nos hizo cautivos. Ahora, somos Sus cautivos. En Su ascensión Él nos llevó a todos nosotros, Sus cautivos, con Él a los cielos. Efesios 4:8 dice que en Su ascensión Él, “subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres”. Una versión traduce así: “Él llevó un séquito de enemigos derrotados” (The Amplified New Testament). Esto quiere decir que Cristo venció a Satanás e hizo cautivos a los cautivos de Satanás, haciéndolos Sus cautivos. En Su ascensión, Cristo llevó a todos estos cautivos al Padre. Allí en los cielos Él y el Padre, quien es el Grande y el Fuerte, compartieron la presa y se repartieron el botín.

III. EN LA ETAPA DE SU RESURRECCIÓN

  A fin de considerar la resurrección de Cristo y todo lo producido en dicha resurrección y por medio de ella, es menester serenidad y una mente sobria. Tanto la descendencia como el fruto mencionado en Isaías 53:10 y 11 tienen importantes implicancias. Debido a esto, es necesario que incluyamos muchos ítems en la definición de la resurrección de Cristo en el Nuevo Testamento. En sus escritos, Pablo explicó y definió la resurrección de Cristo al máximo. En la definición de la resurrección de Cristo hecha por Pablo, son revelados muchos ítems referentes a lo producido por la resurrección de Cristo.

A. Como Aquel que pasa por un proceso, el postrer Adán, Cristo, llega a ser el Espíritu vivificante

  En Su resurrección, como Aquel que pasó por un proceso, Cristo, el postrer Adán, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). Después de Su resurrección, el proceso por el cual pasó Cristo llegó a su consumación. Originalmente, Cristo era Dios mismo en la eternidad pasada (Jn. 1:1; Fil. 2:6). Él era únicamente Dios; con Él había únicamente divinidad y todos los atributos de dicha divinidad. Juan 1:1 indica esto al decir: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Luego, unos cuatro mil años después de la creación del hombre, hace unos dos mil años, el único Dios se encarnó. Ésa fue la primera etapa de Su proceso. Cuando Él se encarnó, entró en el “túnel” de Su proceso. Así, Él se hizo hombre, un Dios-hombre. En Su porte exterior, Él era un hombre; internamente, Él era Dios mismo. Después de Su encarnación, Él ya no era únicamente Dios. Aquel bebé de María que yacía en un pesebre no era solamente Dios, sino un Dios-hombre. Es incorrecto decir que únicamente Dios estaba allí en ese pesebre, pues Él no sólo estaba allí como Dios, sino también como un niño. Asimismo, es incorrecto afirmar que únicamente un niño estaba en el pesebre, pues dentro de ese niño estaba Dios.

  En Su encarnación, Cristo llevó la vida de un Dios-hombre por más de treinta años. Él viajó por toda la Tierra Santa, de norte a sur, principalmente de Galilea a Jerusalén, por la orilla occidental del río Jordán. El Señor Jesús recorrió esa faja tan estrecha de tierra una y otra vez por tres años y medio. Aunque como Dios-hombre Él era muy importante, únicamente en una ocasión Él hizo algo para manifestar Su grandeza. En Mateo 17:1-8 Él ascendió con Sus discípulos, Pedro, Jacobo y Juan, al monte Hermón y allí se transfiguró delante de sus ojos. Seis días antes, Él les había dicho a Sus discípulos que algunos entre ellos no gustarían la muerte hasta que vieran al Hijo del Hombre venir en Su reino. En Su transfiguración en el monte, Su apariencia seguía siendo la de un hombre, pero Su rostro resplandecía como el sol, y Sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. En aquel momento, Él era un hombre en gloria. Esto formaba parte integral de Su proceso.

  Al final de Su encarnación, esto es, al finalizar Su vida humana, Él entró voluntariamente en la muerte. La muerte de Cristo fue maravillosa en tres aspectos. En cuanto a Su humanidad, Él fue muerto. Él fue llevado como un cordero al matadero (Is. 53:7), y fue inmolado por los hombres durante tres horas, desde las nueve de la mañana hasta el mediodía. Después, desde las doce hasta las tres de la tarde, Dios intervino. Cuando Dios puso todos nuestros pecados sobre Él, Él lo consideró como el único pecador en el universo. Por tanto, Cristo murió una muerte vicaria por nosotros, los pecadores. En la cruz, Dios lo hirió, lo molió, lo cortó de la tierra de los vivientes y lo juzgó (vs. 5, 6, 8, 10a). Debido a esto, Su muerte fue considerada por Dios como una muerte vicaria en beneficio nuestro.

  Durante esas tres horas, desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el universo se oscureció y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo (Mt. 27:45, 51a). Esto significa que Cristo, por medio de Su muerte, anuló la separación que había entre el hombre y Dios. Además, la tierra tembló, se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían muerto se levantaron (vs. 51b-52). Ellos todavía no habían sido resucitados, sino que esperaron por algún tiempo. En el tiempo en que Cristo resucitó, ellos también resucitaron y, saliendo de los sepulcros, entraron en la santa ciudad y aparecieron a muchos (v. 53). No sabemos a dónde fueron estas personas después. Todas estas cosas indican que la muerte de Cristo no fue simplemente otra muerte causada por los hombres, sino una muerte llevada a cabo directamente por Dios en conformidad con Su justicia.

  Después, en el tercer aspecto, Él mismo estaba dispuesto a morir. Él no fue forzado ni obligado a morir, sino que Él derramó Su vida, Su alma, a fin de morir por nosotros (Is. 53:12b).

  En Su resurrección, como Aquel que pasó por un proceso, el postrer Adán, Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante. En Juan 7:37-38, al final de la Fiesta de los Tabernáculos, el Señor Jesús se puso de pie y clamó: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Estas palabras indican que Sus creyentes recibirían el Espíritu. Sin embargo, en aquel tiempo aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado (v. 39). El Espíritu Santo de Dios estaba presente, pero no el Espíritu como tal, pues antes de la resurrección de Cristo, el Espíritu Santo de Dios todavía no había logrado Su consumación. Aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado. Jesús fue glorificado cuando resucitó. Cuando Jesús entró en resurrección, Él fue glorificado de inmediato. Por tanto, en el día de Su glorificación, es decir, en el día de Su resurrección, Él retornó a Sus discípulos como el Espíritu. Él no volvió a ellos para enseñarles; más bien, sopló en ellos y les dijo que le recibieran como Espíritu (Jn. 20:19-22). Antes de la resurrección de Cristo, aún no había tal Espíritu.

  Debido a que muchos cristianos saben muy poco sobre lo producido por la resurrección de Cristo, no han visto que en la resurrección de Cristo, Él, como postrer Adán, llegó a ser Espíritu vivificante. Muchos ni siquiera creen que hoy en día Cristo sea el Espíritu. Ellos consideran que esto es una herejía. Ellos consideran que los tres de la Trinidad están separados —el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo, y el Espíritu es el Espíritu— y que no es correcto decir que el Hijo es el Espíritu. Según ellos, es una herejía afirmar que el Hijo un día llegó a ser el Espíritu. Sin embargo, si decimos que Cristo no es el Espíritu, anulamos 1 Corintios 15:45 y 2 Corintios 3:17, dos versículos que indican claramente y confirman sin lugar a dudas que el Señor es el Espíritu. Jesús fue hecho tal Espíritu al pasar por los procesos de Su muerte y resurrección. Cuando Él llegó a la etapa de la resurrección, fue hecho Espíritu vivificante. Éste es el primer ítem de lo producido por la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo produjo el Espíritu vivificante.

1. Para ser la realidad del Cristo pneumático

  Este Espíritu vivificante es la realidad del Cristo pneumático. La palabra pnéuma en griego significa “espíritu”. Por tanto, la palabra pneumático significa “espiritual”. Cristo es el pnéuma; por tanto, Él es muy pneumático. En español, la raíz de la palabra pneumático significa aquello que es “relativo al aire”. Así pues, ser pneumático significa estar lleno de aire. Nuestro Cristo hoy en día es pneumático, lleno del aire espiritual, divino y celestial. En la actualidad, solemos ir a una estación de gasolina para reabastecernos de gasolina, aire y agua. Acudamos a Cristo como nuestra “estación de gasolina” para obtener la gasolina espiritual, el aire espiritual y el agua espiritual. Necesitamos de estas cosas para “conducir” nuestro “automóvil” espiritual. El Espíritu vivificante es la realidad de tal Cristo pneumático. Hoy en día nuestro Cristo no es físico, sino espiritual. Él posee un cuerpo físico (Lc. 24:39-43), pero Su cuerpo es un cuerpo espiritual (1 Co. 15:44). Hoy en día Cristo es pneumático; Él es el Espíritu vivificante.

2. Tiene por finalidad la propagación mediante la impartición de vida

  Esto tiene por finalidad la propagación de Cristo, Su reproducción, Su expansión, mediante la impartición de vida. Todos formamos parte de Cristo. Antes de ser salvos, no formábamos parte de Cristo. Luego, el Espíritu vivificante acompañó la predicación del evangelio para impartir a Cristo en nuestro ser, con lo cual fuimos regenerados y llegamos a formar parte de Cristo. Ésta es la expansión de Cristo; ésta es la propagación de Cristo. En un sentido muy real, no somos estadounidenses, chinos, japoneses o coreanos. Somos la propagación de Cristo; formamos parte de Cristo.

B. Como Aquel que es preeminente, Cristo llega a ser el Primogénito de entre los muertos

  En Su resurrección, como Aquel que es preeminente, Aquel que ocupa el primer lugar en todo, Cristo llegó a ser el Primogénito de entre los muertos (Col. 1:18; Ap. 1:5a). En 1 Reyes 17 Elías levantó de entre los muertos al hijo de una viuda, y en Juan 11 Jesús levantó de entre los muertos a Lázaro. Puesto que por lo menos estas dos personas fueron resucitadas antes que el Señor Jesús, ¿cómo es que Jesús puede ser considerado el Primogénito de entre los muertos? La respuesta es que lo hecho por Elías con el hijo de la viuda e incluso lo hecho por el Señor Jesús con Lázaro no puede ser considerado como una resurrección plena, porque después de tal resurrección ambas personas murieron. Sin embargo, el Señor Jesús resucitó a fin de vivir para siempre (Ap. 1:18). Además, en resurrección el Señor hoy está en gloria. Ni Lázaro ni aquel que Elías resucitó entró en ninguna clase de gloria. Pero Jesús, cuando dejó el sepulcro, entró en la gloria. Él no solamente fue resucitado, sino que Su cuerpo físico fue transfigurado para convertirse en un cuerpo físico espiritual. Ésta es una resurrección que llega a la norma. Antes de Jesús, nadie experimentó tal resurrección. Por tanto, Él es el Primogénito de entre los muertos. Éste es el segundo ítem de lo que fue producido en la resurrección de Cristo.

  La resurrección de Cristo, en la cual Él llegó a ser el Primogénito de entre los muertos, tenía por finalidad hacer germinar la nueva creación de Dios (Gá. 6:15; 2 Co. 5:17) y hacer de Cristo la Cabeza del Cuerpo. En Su resurrección, Cristo se convirtió en Aquel que hizo germinar la nueva creación, así como en la Cabeza, el líder, del Cuerpo. Esto también forma parte de lo producido en Su resurrección.

C. Como el Dios-hombre, Cristo, en Su humanidad, es engendrado por Dios

  En Su resurrección, como el Dios-hombre, Cristo, en Su humanidad, fue engendrado por Dios (Hch. 13:33). Antes de Su resurrección, Cristo ya era el Hijo de Dios. ¿Por qué, entonces, era necesario que Él fuese engendrado por Dios? La respuesta es que antes de Su resurrección, Cristo era el Hijo unigénito de Dios (Jn. 1:18). Además, como Hijo unigénito de Dios, Él únicamente era divino; Él no era humano. Él únicamente poseía la divinidad; Él no poseía la humanidad. Mediante la encarnación, Él llegó a ser un Dios-hombre. En lo referente al aspecto de ser Dios, sin duda alguna Él era divino; pero en lo referente al aspecto de ser hombre, Él no era divino antes de Su resurrección. En Su resurrección Él “hijificó” Su humanidad. Antes de Su resurrección, Él era el Hijo de Dios en Su divinidad, pero Él no era el Hijo de Dios en Su humanidad. Sin embargo, Hechos 13:33 dice que la resurrección de Cristo fue un nacimiento. En Su resurrección, Él fue engendrado por Dios para ser el Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29b). La resurrección de Cristo fue el gran nacimiento, el gran parto, de un niño corporativo, que incluye tanto a Cristo como a todos Sus creyentes (Jn. 20:17). Él, como Hijo del Hombre, nació de Dios para ser el Hijo primogénito de Dios. Ahora, como Hijo primogénito de Dios, Él es tanto divino como humano. Él posee dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. Hebreos 1:6 dice que cuando el Señor regrese, no vendrá como Hijo unigénito, sino como Hijo primogénito de Dios. Esto también forma parte de lo producido en la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo produjo al Hijo primogénito de Dios.

  Cristo, como Hijo primogénito de Dios, es un modelo a cuya imagen han de ser conformados muchos hijos (Ro. 8:29a). Si Él no fuera humano, ¿cómo podríamos nosotros, quienes somos humanos, ser conformados a Su imagen? Si Él no fuera humano, no poseería una imagen humana. Pero hoy en día Él es tanto divino como humano. Él es Dios en la forma de Dios, en la imagen de Dios; y Él también es hombre en la forma de hombre, en la imagen de hombre. Él es tanto divino como humano, y nosotros somos tanto humanos como divinos. Por tanto, podemos ser conformados a Su imagen. Él es el modelo; nosotros somos la reproducción en masa, los muchos hijos de Dios. Por tanto, la resurrección de Cristo también produjo muchos hijos de Dios.

D. Como la vida de resurrección, Cristo regenera a todos Sus creyentes

  En Su resurrección, como la vida de resurrección, Cristo regeneró a todos Sus creyentes (1 P. 1:3). Los creyentes de Cristo son Sus hermanos, y Sus hermanos son los muchos hijos de Dios (He. 2:10a, 11b-12; Ro. 8:29b). De este modo, Cristo se ha convertido en nuestra vida interior. Él es el Hijo primogénito de Dios y nos ha hecho los muchos hijos de Dios.

  Los muchos hijos de Dios son los miembros de la familia de Dios para ser el reino de Dios (Ef. 2:19; Gá. 6:10) y la preciosa herencia de Dios (Ef. 1:11). Antes de la resurrección de Cristo, Dios tenía un hogar, pero en ese hogar, no había niños. Antes de la resurrección de Cristo, Dios, en cierto sentido, no tenía descendencia. Fue por medio de la resurrección de Cristo que Dios engendró al Hijo primogénito y a los muchos hijos. Por tanto, desde entonces Dios comenzó a tener una familia, una casa. A la postre, esta casa se convierte en el reino de Dios, y los hijos de Dios, la familia de Dios, llegan a ser la preciosa herencia de Dios. Por ser los muchos hijos de Dios, nosotros somos la herencia de Dios. Dios considera que únicamente nosotros, Sus hijos, somos Su herencia.

E. Como el único grano de trigo, Cristo produce muchos granos

  En Su resurrección, como el único grano de trigo, Cristo produjo muchos granos (Jn. 12:24). Por medio de Su muerte y resurrección, este único grano, Cristo, llegó a ser los muchos granos. Cuando un solo grano de trigo es sembrado en la tierra, éste crece y, con el tiempo, produce muchos granos. En cierto sentido, el grano original deja de existir; éste se convierte en muchos granos. Todos estos granos juntos equivalen al grano original. Puesto que Cristo está en nosotros, los muchos granos, Él está dondequiera que nosotros estemos. Por tanto, Él ha llegado a ser nosotros. Él es la suma total de todos los granos, y nosotros somos los muchos granos producidos por Su resurrección.

1. Para que sean Su aumento

  Los muchos granos producidos por la resurrección de Cristo son Su aumento (Jn. 3:30a). Los agricultores se ganan la vida mediante el aumento de sus semillas. Ellos siembran una cantidad relativamente pequeña de semillas en la tierra, y después de tres meses cosechan mucho fruto. Esa cosecha es el aumento de las semillas que sembraron. Cuando Jesús estaba en la tierra viajando por la Tierra Santa, Él era el único grano. Pero hoy en día, consideren cuántos “Cristos” hay sobre la tierra: no solamente miles, sino millones alrededor del globo. Ésta es la vid mencionada en Juan 15. Esta gran vid abarca la tierra entera. La iglesia, que es Cristo como Su aumento (1 Co. 12:12), es la vid verdadera. Esto también es producto de la resurrección de Cristo. Esto es el aumento, la propagación y el excedente de Cristo.

  La cuarta estrofa de Himnos, #93 dice:

  Somos Tu expresión, Tu Cuerpo,     Plenitud y habitación, Tu excedente y Tu Novia,     Tu total reproducción. Como aumento de Tu vida     Somos Tu propagación; Eres Tú nuestra Cabeza,     Somos Tu continuación.

  En esta estrofa se usan diversas palabras para expresar el hecho de que la iglesia es el aumento de Cristo y Su expansión.

2. Los componentes de Su Cuerpo: el único pan, la iglesia

  Más aún, los muchos granos como aumento de Cristo son los componentes de Su Cuerpo, esto es, el único pan, la iglesia (Ef. 1:22-23; 1 Co. 10:17). Todos los días del Señor tomamos la mesa del Señor para participar del pan. Ese pan representa, en primer lugar, el cuerpo físico de Cristo, que Él entregó por nosotros en la cruz, y, en segundo lugar, el Cuerpo místico de Cristo, el cual es el único pan, la iglesia.

F. Mediante Su muerte que liberó la vida y con Su resurrección que impartió dicha vida, Cristo produce una descendencia corporativa que es fruto de la aflicción de Su alma, descendencia que Él vio en Su resurrección y por la cual fue satisfecho

  Mediante Su muerte que liberó la vida y con Su resurrección que impartió dicha vida, Cristo produjo una descendencia corporativa, que es fruto de la aflicción de Su alma, descendencia que Él vio en Su resurrección y por la cual fue satisfecho (Is. 53:10c-11b). Isaías 53:10b dice: “Cuando Él se entregue como ofrenda por el pecado, / verá descendencia”. Como dijimos anteriormente, el hecho de que Cristo se entregue como ofrenda por el pecado guarda relación con Su crucifixión. Ésta es la “causa”, y el “efecto” de dicha causa es que Él pudiera ver una descendencia en Su resurrección. Aquí descendencia está en singular, lo cual indica que es una descendencia corporativa. En esta descendencia corporativa se hallan incluidos todos los muchos granos, todos los miembros del Cuerpo de Cristo, todos los hermanos de Cristo y todos los hijos de Dios. El gran “parto” de la resurrección de Cristo todavía no ha cesado. Este parto continúa; ha producido, y continúa produciendo, millones de santos. Nosotros, los que predicamos el evangelio, somos las parteras. Cuando salimos a tener contacto con los pecadores, ayudamos a acelerar tal parto.

  Todos los que fueron engendrados mediante la predicación del evangelio son los componentes de esta descendencia corporativa. Esto fue logrado mediante la muerte de Cristo que incrementó y liberó la vida y con Su resurrección que impartió dicha vida, lo cual produjo una descendencia corporativa que es fruto de la aflicción de Su alma, descendencia que Él vio en Su resurrección y por la cual fue satisfecho. Creo que, incluso en la actualidad, cuando el Señor Jesús nos contempla, Él se siente satisfecho. Nosotros formamos parte de esta descendencia; somos parte del fruto, del producto, de Su aflicción.

1. Para ser Su continuación a fin de prolongar Sus días

  Esta descendencia es la continuación de Cristo a fin de prolongar Sus días (Ap. 1:18a). Debido a que Cristo continúa viviendo al vivir en nosotros, somos la prolongación de Sus días.

2. Por causa del deleite de Jehová, el cual es prosperado en Su mano

  Esto tiene por finalidad el deleite de Jehová (Ef. 1:5, 9; Fil. 2:13), el cual será prosperado en Su mano. Esto es el cumplimiento de la economía de Dios. Efesios 1:5 y 9 son dos versículos que mencionan el beneplácito de Dios. La economía de Dios procede del beneplácito de Dios. La impartición de Dios tiene por finalidad llevar a cabo el beneplácito de Dios, el cual consiste en producir muchos hijos para que éstos sean los componentes del Cuerpo de Cristo, la iglesia. Éste es el beneplácito de Dios. En todo el universo únicamente la iglesia podría ser el beneplácito de Dios.

  Al predicar el evangelio, sería inadecuado tener como única meta salvar almas. Debemos comprender que nuestra predicación del evangelio tiene por finalidad producir algo que sea el deleite de Dios, algo que haga feliz a Dios. Cuando una alma es salva, miles de ángeles en los cielos se regocijan (Lc. 15:10). Los ángeles están llenos de gozo debido a que éste es el beneplácito de Dios.

  Isaías 53:10c dice que el deleite de Jehová será prosperado en la mano del Cristo resucitado. La mano de Cristo todavía continúa accionando, laborando y operando a fin de producir más y más creyentes para el beneplácito de Dios.

3. A fin de hacer justos a muchos, quienes le conocerán como el Justo

  Isaías 53:11b dice que Cristo hará justos a muchos, quienes le conocerán como el Justo. Hoy en día, siempre y cuando alguien diga: “Señor Jesús, Tú eres el Justo”, el Justo entrará en él para hacerlo justo. Esto no sólo consiste en justificarnos objetivamente, sino también en hacernos justos subjetivamente al vivir Él en nosotros y ser expresado en nuestro vivir. Ésta es la justicia subjetiva producida en nuestro ser, no por nosotros mismos, sino por Cristo, quien como vida de resurrección vive en nosotros.

G. Como la vida de los creyentes, Cristo es todos los miembros y está en todos los miembros del nuevo hombre

  Como la vida de los creyentes, el Cristo resucitado es todos los miembros y está en todos los miembros del nuevo hombre (Col. 3:10-11). Antes de la resurrección de Cristo, no existían el Espíritu vivificante, el Hijo primogénito de Dios, el Primogénito de entre los muertos, los muchos hijos de Dios, los muchos otros granos de trigo, la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la nueva creación y el nuevo hombre. Todo esto fue producido mediante la resurrección de Cristo.

  Como uno de los ítems producidos mediante la resurrección de Cristo, el nuevo hombre es la nueva creación de Dios, es decir, la iglesia. Este nuevo hombre lleva a cabo la economía neotestamentaria de Dios conforme al beneplácito de Dios.

H. Produce los siguientes ítems

  Como vimos en este mensaje, la resurrección de Cristo produjo los siguientes ítems:

  1. El Cristo encarnado llegó a ser el Espíritu vivificante, todo-inclusivo, consumado y compuesto.
  2. El Cristo preeminente llegó a ser el Primogénito de entre los muertos a fin de hacer germinar la nueva creación de Dios y ser la Cabeza del Cuerpo.
  3. El Hijo unigénito de Dios fue engendrado para ser el Hijo primogénito de Dios tanto en la naturaleza divina como en la naturaleza humana.
  4. Muchos hijos de Dios fueron hechos la familia de Dios como reino de Dios:
    1. Por ser los muchos hermanos de Cristo, ellos forman la iglesia.
    2. Por ser los muchos miembros de Cristo, ellos constituyen el Cuerpo de Cristo.
    3. Por ser los muchos granos de trigo, ellos forman un solo pan.
    4. Por ser la descendencia corporativa, ellos son Su continuación a fin de prolongar Sus días y llevar a cabo el beneplácito de Dios conforme a la economía neotestamentaria de Dios.
  5. El Cristo todo-inclusivo es todos los miembros y está en todos los miembros del nuevo hombre.

  Todo esto fue producido por la resurrección de Cristo. Ésta es la revelación del Cristo todo-inclusivo conforme a la santa Palabra. Aunque Isaías escribió sólo unas líneas sobre Cristo en Su resurrección, sus escritos comprenden todo lo mencionado anteriormente, lo cual constituye la explicación, la definición, de la resurrección de Cristo dada por el apóstol Pablo.

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