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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 48

LA VIDA EN RESURRECCIÓN

(3)

  El Espíritu Santo, al escribir el Evangelio de Juan, tenía como intención demostrar que fuimos hechos hijos de Dios por medio de la resurrección de Cristo, lo cual es un hecho maravilloso y glorioso. Nosotros los seres humanos éramos personas despreciables, indignas, pecaminosas, viles, miserables e impuras, pero por la muerte y resurrección del Señor fuimos hechos hijos de Dios. Tenemos la vida de Dios, la naturaleza de Dios y la plenitud de Dios. Así que, somos los hijos de Dios, así como el Hijo unigénito de Dios. ¡Cuán maravilloso es esto! El Señor nos dio la gloria que el Padre le dio a Él en la eternidad pasada. ¿Qué es esta gloria? Es la vida y la naturaleza de Dios que hemos recibido y que nos ha constituido hijos de Dios para ser la expresión de Dios.

  Ser hijos de Dios simplemente significa ser la expresión y manifestación de Dios. En otras palabras, Cristo es el Hijo de Dios y, como tal, tiene la vida y la naturaleza de Dios y es la manifestación misma de Dios. Ésta es la gloria que Dios el Padre le dio al Hijo y es la misma gloria que el Hijo nos dio a nosotros mediante Su muerte y resurrección. El Señor mediante Su muerte y resurrección se liberó a Sí mismo y se impartió en nosotros con el fin de hacernos exactamente igual a Él. Él es el Hijo de Dios, e hizo que nosotros fuéramos hechos los muchos hijos de Dios. Él tiene la vida y la naturaleza de Dios, e hizo que nosotros tuviéramos la vida y naturaleza de Dios. Él es la expresión y manifestación de Dios, e hizo que nosotros fuéramos hechos la expresión y manifestación de Dios. Por lo tanto, tenemos la misma vida, naturaleza y posición que Él tiene. Ésta es la gloria que el Señor nos dio. ¡Esto es verdaderamente maravilloso!

  Como vimos anteriormente, el Señor nos envió tal como el Padre lo envió a Él (Jn. 20:21). El Padre lo envió estando en Él y siendo uno con Él. De igual manera, Cristo nos envía estando en nosotros y siendo uno con nosotros. Ahora somos la expresión y la manifestación de Dios porque el Hijo de Dios ha sido impartido en nosotros y está ahora en nuestro ser. Ya que ahora Él es el Espíritu, Él está en nosotros y es uno con nosotros; por lo tanto, tenemos lo que Él tiene, estamos donde Él está y somos exactamente igual que Él. Como resultado, Él puede enviarnos y darnos la comisión divina y celestial. Éste es el propósito de Dios que fue planeado desde la eternidad pasada, el cual consiste simplemente en que Dios se forje a Sí mismo en nosotros, mezclándose con nosotros para que lleguemos a ser Su expresión y Su manifestación.

  El Señor realizó todo esto por medio de Su muerte y resurrección. Él era el grano de trigo que fue multiplicado en muchos granos por medio de la muerte y la resurrección (Jn. 12:24). Él era el Hijo unigénito de Dios, quien se reprodujo y multiplicó en muchos hijos (He. 2:10). Él se multiplicó por medio de Su resurrección y después de la resurrección le reveló a María que los discípulos eran ahora Sus hermanos (Jn. 20:17). Él era el Hijo unigénito de Dios, pero ahora era el Primogénito entre muchos hijos. Antes de Su muerte Él era el único Hijo de Dios, o sea, no tenía hermanos. Pero después de Su resurrección, el Hijo unigénito llegó a ser “el Primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29). Consideremos el ejemplo del grano de trigo. Después de caer en tierra y morir, resucita y se multiplica en muchos granos. Pero ahora, ¿dónde está el grano original de trigo? Éste se encuentra en los muchos granos; de hecho, Él es los muchos granos. En el capítulo 12 Cristo era el único grano, y en el capítulo 20 Él llegó a ser los muchos granos. Esto fue posible solamente por la muerte y la resurrección. Antes del capítulo 18, vemos que Él era el Hijo unigénito de Dios, la única manifestación de Dios. Por todo el universo y en todo el género humano, había una sola Persona que era la precisa imagen y manifestación de Dios. Sin embargo, después de los capítulos 18 y 19 tenemos los muchos hijos de Dios, las muchas manifestaciones de Dios. Mediante la muerte y la resurrección del Hijo unigénito de Dios, los muchos hijos fueron producidos. Ahora Aquel grano único se ha multiplicado en muchos granos; por lo cual, todos los discípulos del Señor han llegado a ser Sus hermanos. Éstos pueden ahora ser la manifestación de Dios y pueden representar al Dios Triuno. Son ellos los que han recibido la comisión divina y celestial para realizar algo en esta tierra por medio de lo cual pueden expresar y manifestar a Dios. Éste es el significado del Evangelio de Juan.

  Al final del capítulo 20 todo es maravilloso y completo. Parece que hemos tocado algo divino, espiritual, celestial y eterno que va más allá de nuestro entendimiento, y que no se necesita el capítulo 21. Entonces, ¿cuál es el significado y propósito de este capítulo adicional? Al final del capítulo 20 el Señor regresó como Espíritu para estar con los discípulos y para ser todo para ellos. Por lo tanto, este evangelio concluye ahí (20:30-31). Hasta este punto, el Evangelio de Juan presenta algo divino, pero nosotros somos humanos; revela algo celestial, pero nosotros aún nos encontramos en la tierra; revela algo eterno, pero nosotros todavía estamos en el tiempo. En otras palabras, aunque ya nacimos de nuevo como hijos de Dios, aún permanecemos en este cuerpo físico. Somos los hijos de Dios y, sin embargo, todavía seguimos siendo hijos de hombre. Hemos recibido la comisión celestial, pero aún tenemos que proveer alimento para nuestra nutrición y diario vivir. ¿Cómo pueden los discípulos ganarse la vida? ¿Qué deben hacer ellos para llevar a cabo la comisión del Señor? ¿Cómo deben ellos seguirle después de Su resurrección? ¿Cuál será su futuro? Para tratar estos problemas fue necesario tener un capítulo adicional. El capítulo 21 toca algunos asuntos muy prácticos. No podemos simplemente quedarnos sentados aquí, alabando al Señor y gritando: “¡Aleluya! ¡Todo es maravilloso, celestial, divino y eterno! ¡Ahora somos hijos de Dios! ¡Tenemos la vida y naturaleza de Dios, tenemos Su gloria, y somos la representación y manifestación de Dios!”. Pero ¿qué diremos de mañana? ¿Qué comeremos? ¿De dónde obtenemos dinero para comprar alimento? No podemos ayunar todo el tiempo. Debido a estos problemas adicionales, tenemos el capítulo 21; éste nos ayuda a cuidar de nuestra subsistencia, nuestra familia y de las muchas otras necesidades propias de esta tierra.

  Si comparamos los niveles de los capítulos 20 y 21, veremos que el nivel del capítulo 20 es muy alto, pero el del capítulo 21 parece muy bajo. Esto se debe a que en este capítulo se tratan asuntos muy prácticos, como vivir y comer. El asunto de cómo ganarse la vida es muy práctico. Debemos entender por qué después del capítulo 20 existe el capítulo 21, y por qué tenemos un capítulo adicional después de la conclusión. Este capítulo simplemente muestra que después de ser regenerados como hijos de Dios, de una manera tan maravillosa y divina, todavía permanecemos en este mundo, en esta tierra, regidos por el tiempo, y con algunas necesidades y problemas prácticos que debemos resolver. Debido a esto, el Espíritu Santo escribió otro capítulo.

V. ACTÚA Y VIVE CON LOS CREYENTES

  En Juan 21:1-14 vemos que el Señor actúa y vive con los creyentes. En resurrección, el Señor no sólo se reunió con los hermanos, sino que también actuó y vivió con ellos. Él no sólo está con nosotros cuando nos reunimos, sino también en nuestro andar diario. Adonde nosotros vayamos, Él va. En cualquier cosa que hagamos, Él está ahí con nosotros. Ya sea que estemos bien o mal, el Señor está con nosotros.

A. Va con los discípulos al mar

  En Juan 21:1-11 el Señor fue con los discípulos y se manifestó otra vez a ellos junto al mar de Tiberias. Pedro, el hermano que tomaba la delantera, fue el primero en regresar al mundo cuando dijo: “Voy a pescar” (21:3). Seis de los otros discípulos dijeron: “Vamos nosotros también contigo”. No sólo los seis discípulos siguieron a Pedro, sino también el Señor Jesús lo siguió. El Señor no le dijo: “Pedro, ¿qué estás haciendo? ¡Estás abandonando Mi llamamiento! ¿Vas a regresar al mar? Yo nunca iré contigo si vas ahí; irás tú solo”. Algunos tal vez pregunten: “Si voy al cine, ¿irá el Señor Jesús conmigo?”. Sí; Él irá con usted. No sólo está con usted en el lugar de reunión, sino incluso en una sala de cine. Sin embargo, no irá con usted al cine a darle paz, sino a incomodarlo, a perturbarle y a decirle que salga de ese lugar. Debido a que Él estará con usted en ese teatro, usted no podrá pasar un tiempo agradable y gozoso mientras se encuentre allí. Finalmente usted dirá: “Debo olvidarme de esta película, porque Jesús no me deja tranquilo”. Ésta es la vida en resurrección; en resurrección el Señor Jesús fue con los discípulos al mar.

1. Se manifiesta de nuevo para entrenar a los discípulos a conocer Su presencia invisible

  El versículo 1 dice: “Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberias”. Esto demuestra que Su venida a los discípulos en Juan 20:26 era en realidad una manifestación, ya que en el versículo dice que Él “se manifestó otra vez a los discípulos”. De nuevo, Él estaba entrenándolos a vivir en Su presencia invisible. No era un asunto de Su venida, sino de Su manifestación. Ya fuera que ellos estuvieran conscientes de Su presencia o no, Él estaba con ellos continuamente. Por la debilidad de ellos, algunas veces manifestó Su presencia a fin de fortalecer la fe que tenían en Él.

2. Entrena a los discípulos a vivir por la fe en Él

  El Señor se manifestó a los discípulos en el capítulo 21, y en especial a Pedro, con el fin de entrenarlos para vivir por la fe en Él. Juan 21:2-14 revela dos asuntos principales: la debilidad de los que fueron regenerados, quienes habían recibido la comisión divina de Dios, y la provisión todo-suficiente del Señor, quien puede ayudarnos a vivir en esta tierra para llevar a cabo Su comisión, Su propósito y Su testimonio. Consideremos primeramente la debilidad de aquellos que habían sido regenerados y comisionados por Dios.

a. Pedro y otros discípulos regresan a su antigua ocupación, desviándose del llamamiento del Señor

  Al principio de este capítulo, vemos un cuadro de siete discípulos bajo el liderazgo de Pedro (vs. 2-3). Junto con Pedro estaban Tomás, Natanael, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. El número siete representa a todo el Cuerpo. ¿Qué estaba haciendo todo el Cuerpo junto con su líder? Ellos se estaban desviando del llamamiento del Señor y regresando a su vieja ocupación (Mt. 4:19-20; Lc. 5:3-11). Pedro dijo a los otros seis discípulos: “Voy a pescar” (v. 3). Él fue a pescar con el propósito de ganarse la vida, de conseguir algo con que alimentarse. Los demás discípulos dijeron: “Vamos nosotros también contigo” (v. 3). Debido a que Pedro era el líder, los otros fueron a pescar bajo su liderazgo. De manera que, todo el Cuerpo se fue a pescar olvidándose de su comisión divina. El Señor les había dado instrucciones de que se quedaran en Jerusalén, porque ellos habían sido comisionados (Lc. 24:49). El Señor les había dicho que esperaran en Jerusalén hasta el día en que fueran investidos con el poder celestial desde lo alto. Pero lo descrito en el capítulo 21 revela que los discípulos habían abandonado su posición, cediendo dicho terreno. Al dejar Jerusalén e ir a Galilea, ellos abandonaron su posición. Ellos decidieron ir al mar a pescar. Pedro y los otros discípulos fueron a pescar para ganarse la vida. Ellos debían de haber carecido del sustento adecuado y estaban preocupados por ello. Tal vez Pedro hubiera dicho: “Sólo tenemos comida para el día de hoy, y no sé de dónde obtendremos comida para mañana. Voy a pescar”. Pero no sólo los seis discípulos fueron con él, sino que también el Señor Jesús fue con ellos.

b. El milagro de los pescadores profesionales que no pescaron nada

  En el versículo 3 se nos dice que los discípulos “fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada”. Pedro y los hijos de Zebedeo (Juan y Jacobo) eran pescadores profesionales, y aunque todo estaba a su favor —el mar de Tiberias era grande y estaba lleno de peces y la noche era el tiempo ideal para pescar— ellos no pescaron nada en toda la noche. ¡Esto fue un milagro! Ellos echaron la red una y otra vez durante toda la noche, pero no pescaron ni un solo pez. Ciertamente el Señor les mandó a todos los peces que se apartaran de la red. Tal vez el Señor Jesús mandó a los peces diciendo: “Peces, manténganse alejados de esta red”.

  El milagro de no atrapar ningún pez les enseñó algo a Pedro y a los otros discípulos, y también nos enseña algo a nosotros el día de hoy. No debemos pensar que podemos simplemente alejarnos del Señor, buscar un trabajo y ganarnos la vida. Si el Señor dispone que todos los trabajos se alejen de nosotros, jamás podremos hallar uno. No debemos pensar que podemos irnos al mar tan fácilmente y obtener una gran cantidad de pescados. Si pescamos bajo la dirección del Señor y conforme a Su voluntad, ciertamente pescaremos algo. Pero si no lo hacemos en conformidad con la voluntad del Señor y salimos por nosotros mismos, es posible que todos los peces sean alejados de nosotros y por la soberanía de Dios se aparten de nosotros. Como creyentes regenerados y comisionados por el Señor, debemos ir y hacer las cosas en conformidad con Su voluntad, incluso en lo tocante a ganarnos la vida. Puesto que fuimos regenerados y el Señor nos dio una comisión divina y celestial, debemos andar conforme a Su voluntad. No debemos tener un concepto natural acerca de cómo ganarnos la vida. Otros podrán hacerlo, pero nosotros no. Tal vez había muchos incrédulos pescando en el mar de Tiberias al mismo tiempo que los discípulos, y puede ser que ellos tuvieran una pesca exitosa. Sin embargo, estos discípulos creyentes laboraron toda la noche y fueron los únicos a quienes los peces les fueron ahuyentados. Esto fue un milagro. Por lo tanto, no debemos pensar que podemos simplemente irnos al mar y pescaremos muchos peces. Si lo hacemos por nosotros mismos, probablemente no obtendremos nada.

  Los versículos 4 y 5 dicen: “Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿no tenéis algo de comer? Le respondieron: No”. El Señor Jesús se apareció cuando “ya iba amaneciendo”. El Señor no vino, sino que se apareció. En el versículo 14 vemos que Jesús “se manifestaba a Sus discípulos”. Antes de que el Señor se presentara en la playa, Él ya estaba ahí. Cuando los discípulos estaban en la barca pescando, el Señor también se encontraba ahí, porque Él estaba dentro de ellos. Pero en este momento en particular, el Señor se apareció y se mostró a ellos.

c. Los discípulos pescan abundantemente cuando regresan a la posición correcta

  Podemos comparar Juan 21:5 con Lucas 24:41-43. Cuando los discípulos estaban en la posición correcta, como en Lucas 24:41-43, ellos tenían incluso en la casa más peces de los que necesitaban, por lo que le ofrecieron una porción al Señor. Sin embargo, aquí se habían apartado del camino. De manera que, después de pescar toda la noche, no habían pescado nada —y eso que estaban en el mar— ¡no tenían ni un solo pescado! No sólo no tenían nada que ofrecer al Señor, sino que no tenían ni para alimentarse ellos mismos. El Señor les preguntó si tenían pescado para alimentarse, y ellos dijeron: “No”. Su respuesta debe haberles provocado mucha vergüenza. Si yo hubiera sido Pedro, me habría avergonzado al responder a la pregunta del Señor.

d. El milagro de pescar una gran cantidad de peces al obedecer la palabra del Señor

  El versículo 6 dice: “Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces”. La mañana (v. 4) no era el tiempo apropiado para la pesca; no obstante, cuando ellos obedecieron la palabra del Señor y echaron la red, cogieron peces en abundancia. ¡Esto indudablemente fue un milagro! Seguramente el Señor ordenó a los peces que entraran a la red. Este milagro les abrió los ojos, y “aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!” (21:7). Juan fue el primero en reconocer que era el Señor. Cuando Pedro supo que era el Señor, se echó al mar y se le acercó. Los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red llena de peces.

e. El Señor llama y restaura a Pedro valiéndose de los milagros de la pesca

  En Lucas 5:3-11, el Señor llamó a Pedro al hacer un milagro de pesca. Aquí lo recobró a Su llamamiento con otro milagro de pesca. El Señor es consistente en Su propósito.

f. El milagro de tener preparado un pescado en la tierra

  Cuando los discípulos descendieron a tierra, “vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan” (v. 9). Pedro y los discípulos vieron claramente el pescado sobre las brazas y el pan. No había necesidad de pescar ningún pez del mar, porque ya el pescado estaba listo en la tierra. El Señor realizó este milagro para enseñarle a los discípulos que si estaban bajo Su voluntad encontrarían peces en cualquier lugar, incluso en la tierra. Pero si no estaban bajo Su voluntad, no encontrarían peces ni aun en el mar. Atrapar peces no depende de nuestra habilidad natural, sino de Su voluntad, pues Él es soberano y todo se encuentra bajo Su control. Aun en un lugar donde la gente piensa que normalmente no hay peces, el Señor preparará pescados para nosotros, no directamente del mar, sino ya cocinado y preparado para nosotros.

  En este capítulo vemos tres milagros, los cuales indican tres señales: el milagro de no pescar nada (v. 3), el milagro de la pesca abundante (v. 6) y el milagro del pescado sobre el fuego y el pan (v. 9). Aquí el Señor entrenaba a Pedro para que tuviera fe en Él en cuanto al sustento. Pedro y los que estaban con él intentaron pescar toda la noche, pero no obtuvieron nada. Luego, al obedecer la palabra del Señor cogieron una gran cantidad de peces. No obstante, sin estos peces e incluso estando en tierra firme donde no hay peces, el Señor preparó pescado y hasta pan para los discípulos. Esto fue un milagro. Con esto el Señor los entrenó para que reconocieran que si Él no los guiaba, no pescarían nada aunque fueran al mismo mar, donde siempre hay peces, y lo hicieran en la noche, el mejor tiempo para pescar; debían comprender que si seguían la dirección del Señor, Él podría proveer peces para ellos, aunque fuera en tierra firma, donde no hay peces, y aunque fuera en la mañana, que es el peor momento para pescar. Aunque ellos recogieron muchos peces conforme a la palabra del Señor, Él no usó esos peces para alimentarlos. Esto fue una verdadera lección para Pedro. En cuanto a procurar su sustento, él necesitaba creer en el Señor, quien “llama las cosas que no son, como existentes” (Ro. 4:17).

B. Vive con los discípulos

  El Señor no sólo se movía con los discípulos, sino que vivía con ellos. En los versículos del 12 al 14 Él preparó el desayuno y lo sirvió a Sus discípulos. Las palabras del Señor: “Venid, comed” indican el cuidado y la gracia de Su parte para suplir las necesidades de Sus llamados. El Señor no dijo: “Pedro, el desayuno está listo, ven y sírvete”. No; el versículo 13 dice: “Vino Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado”. En la provisión del Señor, el pan representa las riquezas de la tierra, y los peces, las riquezas del mar. ¡Cuán bueno es el Señor! Él sirvió el alimento a los discípulos. Este cuadro dice más que mil palabras. Aunque el Señor no reprendió a Pedro, yo creo que Pedro jamás olvidó esta lección.

  ¿Cómo se habría sentido si usted fuera Pedro? Si yo fuera Pedro, me habría cubierto el rostro de vergüenza. No habría sabido ni qué decir al Señor. ¿Podría acaso Pedro haber dicho: “Señor, ¿cómo estás?”. O haber dicho: “Señor, discúlpame por haber abandonado la posición correcta y haber venido aquí a pescar”. Aunque Pedro no tenía cara para comer, probablemente tenía tanta hambre que tuvo que hacerlo. Probablemente Pedro no comió mucho y, si comió, quizás lo hizo avergonzado. Pedro estaba en una situación difícil. Por un lado, el pescado que tenía en la mano había sido cocinado por el Señor; por otro, él miraba la cantidad de peces que había en la red. Esto fue una gloria para el Señor, pero fue una lección para Pedro.

  Ésta es una lección muy interesante. No necesitamos palabras descriptivas; basta con mirar este cuadro. El Señor les mostró que algunos pescados habían sido ya preparados. Así que, no había más necesidad de que ellos fueran al mar. En realidad, el Señor les decía: “Si Yo deseo que vayáis al mar a pescar, os diré que lo hagáis. Mirad estos ciento cincuenta y tres pescados. No eran necesarios todos estos pescados, porque Yo ya tenía cocinado suficiente pescado para vosotros”. De nuevo, si yo hubiera sido Pedro, me habría sentido muy avergonzado. Por un lado, le habría agradecido al Señor, pero por otro, me habría dicho a mí mismo: “¡Qué insensato soy! No es necesario venir aquí a pescar poniendo a un lado la voluntad del Señor”.

  Lo relacionado con nuestro sustento diario es muy práctico. Por esto el Evangelio de Juan tiene este capítulo adicional. Ya que somos los hijos regenerados de Dios, quienes recibimos la comisión divina, el Señor ciertamente cuidará de nuestro sustento diario. Debemos aprender la lección de no abandonar la comisión del Señor por ganarnos la vida. No debemos dejar la carga del Señor para ocuparnos de nuestra subsistencia. No somos gente del mundo; somos hijos de Dios. Debemos buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia, y entonces el Señor añadirá la provisión necesaria para nosotros (Mt. 6:33). Él se ocupará de nuestras necesidades. Si verdaderamente fuimos comisionados por el Señor para llevar Su carga, Su obra y Su testimonio, podemos estar en paz y tener la seguridad de que el Señor nos dará todo lo que necesitamos. Ésta es la lección que recibimos en esta porción de Juan 21.

  Miremos este cuadro una vez más. Los discípulos se esforzaron toda la noche y no pescaron nada. Entonces el Señor se presentó a ellos y les dijo que echaran la red a la derecha de la barca, y ellos obtuvieron una gran cantidad de peces. Aquellos pescados fueron innecesarios, pues el Señor ya tenía preparado pescado y pan para ellos. Esta lección fue inculcada por medio de milagros y no de palabras solamente. El Señor no instruyó a Pedro y a los demás discípulos dándoles un discurso, un sermón o un mensaje. Él les dio una lección por medio de tres milagros. El primer milagro consistió en que siete hombres no pescaron ni un solo pez en toda la noche; el segundo, en que ellos finalmente pescaron ciento cincuenta y tres peces en una sola red al obedecer la palabra del Señor; y el tercero, en que sin utilizar ninguno de los peces que sacaron del mar, algo de pescado y pan ya había sido preparado en tierra. El Señor les enseñó una lección a Sus discípulos por medio de estos tres milagros.

  Los discípulos aprendieron que sobre todo debían encargarse de la comisión del Señor y confiar en Él para su sustento diario. Así pues, debemos ocuparnos de la obra y del testimonio del Señor en lugar de preocuparnos por nuestro sustento. Si descuidamos la comisión del Señor por ocuparnos de ganarnos la vida, fracasaremos. En Juan 21:2-14 el Señor dio a Sus discípulos una gran lección acerca de su sustento, mostrándoles que no depende de su habilidad natural, sino de la voluntad del Señor. Si estamos en la voluntad del Señor y sometida a ella, Él proveerá el medio de vida para nosotros aun en las situaciones más difíciles. No obstante, si seguimos la manera natural y nos vamos al mar, es decir, al mundo, a buscar un empleo para ganarnos la vida, fracasaremos. Si el Señor nos llamó, no debemos preocuparnos por nuestro sustento. El Señor Jesús tiene la manera de preparar pescado sin ir a pescar. Él se ocupará de suplirnos alimento, porque Él llama las cosas que no son como existentes. El Señor, quien nos llamó, nos cuidará y nos sustentará.

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