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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Judas»
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Mensaje 2

LAS MALDADES DE LOS APÓSTATAS Y SU CASTIGO BAJO EL JUICIO DEL SEÑOR

  Lectura bíblica: Jud. 1:8-19

  En el mensaje anterior vimos que el tema de la Epístola de Judas es: Contender por la fe. Judas nos exhorta a que contendamos por la fe, y luego nos habla acerca de la apostasía (v. 4). Luego, en los versículos del 5 al 7, nos da algunos ejemplos históricos del juicio que el Señor ejerció sobre la apostasía. Ahora, en los versículos del 8 al 19, señala las maldades de los apóstatas y el castigo que reciben bajo el juicio del Señor. Examinemos estos versículos uno por uno, y prestemos atención a algunos asuntos cruciales.

MENOSPRECIAR EL SEÑORÍO

  El versículo 8 dice: “No obstante, de la misma manera también estos soñadores contaminan la carne, menosprecian el señorío e injurian a las potestades superiores”. Los hombres impíos mencionados en el versículo 4 eran soñadores que se decían cristianos pero hacían cosas como si estuvieran soñando, tales como convertir la gracia de Dios en libertinaje contaminando así su propia carne, y negar que Jesucristo es nuestro único Amo y Señor, menospreciando así Su señorío e injuriando a las potestades de Su gobierno celestial.

  Según lo que hemos observado a través de los años, los que niegan al Señor Jesús y rehúsan creer en la Palabra santa, terminan por desechar el sentir de su conciencia. En las palabras de Pablo, tienen su conciencia cauterizada como con un hierro candente (1 Ti. 4:2), por lo cual no funciona debidamente. Como resultado, hasta se vuelven inmundos e inmorales. Una vez que la conciencia de una persona ha sido cauterizada, pierde toda protección o salvaguardia.

  Los apóstatas contaminan la carne, menosprecian el señorío e injurian a las potestades superiores debido a que no les importa el gobierno de Dios. Puesto que no respetan la autoridad de Dios, se comportan como si no hubiera ley. Asimismo menosprecian el señorío, es decir, menosprecian el señorío de Cristo, el cual es el centro del gobierno, dominio y autoridad divinos (Hch. 2:36; Ef. 1:21; Col. 1:16). También injurian a las potestades superiores, las cuales probablemente se refieren tanto a los ángeles como a los hombres que ejercen poder y autoridad.

  En el versículo 9 Judas añade: “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda”. El Señor sepultó el cuerpo de Moisés en un valle en la tierra de Moab, en un lugar que nadie conoce (Dt. 34:6). El Señor debe de haber hecho esto a propósito. Cuando Moisés y Elías se aparecieron junto con Cristo en el monte de la transfiguración (Mt. 17:3), Moisés debe de haberse manifestado en su cuerpo, el cual fue guardado por el Señor y después resucitado. Por lo mismo, es probable que el diablo haya intentado hacerle daño al cuerpo de Moisés, por lo cual el arcángel disputó con él al respecto. La referencia de 2 Pedro 2:11 tiene un sentido general, pero este caso, tocante al cuerpo de Moisés, es específico.

  Judas hace notar que Miguel no profirió juicio de maldición contra el diablo, sino que dijo: “El Señor te reprenda”. Esto indica que en el gobierno celestial del Señor, el diablo, Satanás, tenía una posición más elevada que la del arcángel Miguel. Dios nombró y estableció a Satanás en esa posición (Ez. 28:14). En cualquier caso, Satanás estaba bajo la autoridad del Señor, y fue por eso que Miguel le dijo: “El Señor te reprenda”. De este modo, Miguel mantuvo su posición según el orden de autoridad divina.

MALDICEN LO QUE NO CONOCEN

  El versículo 10 dice: “Pero éstos maldicen lo que no conocen; y en lo que por naturaleza entienden, se corrompen como animales irracionales”. La palabra éstos del versículo 10 se refiere a los soñadores mencionados en el versículo 8. La palabra griega traducida “conocen” denota una percepción más profunda de las cosas invisibles, y la palabra traducida “entender” denota un entendimiento superficial de los objetos visibles. Necesitamos tanto un entendimiento de lo visible como un conocimiento de lo invisible.

  La palabra griega traducida “por naturaleza” también significa “por instinto”. Estos soñadores injurian lo que no conocen pero que deberían conocer, y lo que entienden, lo entienden de modo natural e instintivo, sin uso de razón, como animales irracionales. Ellos no recurren a la razón para hacer uso del conocimiento humano, que es más profundo y más elevado e incluye la percepción de la conciencia del hombre; en vez de ello, practican un entendimiento instintivo, superficial y rudimentario, como el de los animales, los cuales carecen de razonamiento. Al comportarse de esta manera, se corrompen, o son destruidos.

EL CAMINO DE CAÍN, EL ERROR DE BALAAM Y LA REBELIÓN DE CORÉ

  El versículo 11 dice: “¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré”. Aquí Judas se refiere al camino de Caín, al error de Balaam y a la rebelión de Coré. El camino de Caín es el camino de servir a Dios religiosamente según su propia voluntad, cometiendo la herejía de rechazar la redención requerida y provista por Dios, la cual debía efectuarse con sangre. Los que siguen el camino de Caín actúan según la carne y envidian al verdadero pueblo de Dios por el fiel testimonio que éste tiene ante Dios (Gn. 4:2-8).

  Hoy en día hay algunos que, llamándose cristianos, siguen el camino de Caín al servir a Dios según su propia voluntad. Tal como a ellos les gusta hacer las cosas de cierta forma, así mismo las hacen. Esto es servir a Dios de manera religiosa, en conformidad con su propia voluntad.

  Hemos señalado que Caín rechazó la redención requerida por Dios, la cual se efectuó con sangre, y que tuvo envidia de su hermano Abel. Abel fue un verdadero hijo de Dios, y su testimonio fue tenido por fiel delante de Dios y fue aceptado por Él. A Dios le agradó la ofrenda de Abel. Pero Caín envidió a su hermano a tal grado, que lo mató. En principio, esto ha sucedido a través de los pasados diecinueve siglos. Las personas que Dios acepta sufren a manos de los que sirven a Dios religiosamente y según su propia voluntad.

  En el versículo 11 Judas dice que los apóstatas se “lanzaron por lucro en el error de Balaam”. La acción de lanzarse de esta manera deja implícito que los apóstatas se entregaron a ese error, se lanzaron en él precipitadamente, se metieron en él corriendo en tropel.

  El error de Balaam es el error de enseñar una doctrina errónea a cambio de una recompensa, sabiendo que es contraria a la verdad y que va en contra del pueblo de Dios. También es el error de abusar de ciertos dones para influir en el pueblo de Dios y así descarriarlo, sacándolo de la adoración pura del Señor y llevándolo a la adoración de ídolos (Nm. 22:7, 21; 31:16; Ap. 2:14). Balaam sabía que lo que enseñaba iba en contra de la verdad de Dios y en contra del pueblo de Dios, y aun así, lo enseñó por lucro.

  En la actualidad algunos maestros y predicadores de la Biblia han caído en el error de Balaam. Aunque conocen las verdades profundas de la Palabra, no se atreven a enseñarlas por temor a perder su sostenimiento económico. Por ejemplo, en 1963 tuve una comunión muy agradable con cierto predicador, quien me dijo que conocía la verdad respecto a la iglesia. Pero luego reconoció que no podía enseñar esta verdad, porque si lo hacía, su organización perdería el apoyo económico. Esto indica que él enseñaba únicamente aquello que le generara ayuda económica. En cierta medida, él había incurrido en el error de Balaam.

  Si conocemos la verdad, debemos enseñarla y predicarla a cualquier costo. Pero si no nos atrevemos a enseñarla ni a predicarla por temor a sufrir pérdida o por deseo de ganancia, estaremos incurriendo en el error de Balaam. ¡Qué vergüenza que algunos predicadores no prediquen la verdad por temor a perder su sostenimiento! En principio, en esto consiste el error de Balaam.

  En el versículo 11 Judas también habla de los que perecieron en la rebelión de Coré. Aquí la palabra griega traducida “rebelión” literalmente significa “contradicción” o “hablar en contra”. La rebelión de Coré fue una rebelión contra la autoridad delegada por Dios en Su gobierno y contra Su palabra hablada por medio de Su delegado (como por ejemplo, Moisés). Esto acarrea destrucción (Nm. 16:1-40).

  Moisés representaba la autoridad de Dios y también lo representaba al hablar la palabra de Dios. Pero Coré y un grupo de doscientos cincuenta varones se rebelaron en contra de la autoridad de Moisés y de lo que él hablaba. En realidad, la autoridad de Moisés y lo que él hablaba no provenían de él, sino de Dios. La autoridad de Moisés era la autoridad de Dios, y lo que él hablaba era lo que Dios hablaba. No obstante, Coré y su grupo se rebelaron en contra de esto. Como resultado, Coré y los que con él estaban sufrieron un juicio severo: la tierra se abrió y se los tragó a todos.

  La historia nos muestra que Dios siempre habla por medio de una autoridad delegada. Rebelarse en contra de esa autoridad y de lo que ella habla es, en principio, participar de la rebelión de Coré.

ESCOLLOS OCULTOS

  En los versículos 12 y 13 Judas dice: “Éstos son escollos ocultos en vuestros ágapes, que comiendo con vosotros sin temor se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, arrastradas por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas”. La palabra griega traducida “escollos ocultos” es spilades, que originalmente significaba “roca”. Tal vez se refiera a una roca sumergida, cubierta por el mar (Darby); de ahí, escollos ocultos. La palabra griega spiloi, traducida “manchas” en 2 Pedro 1:13, es muy parecida a spilades; es por eso que en algunas traducciones dice “manchas”. En realidad, estas dos palabras se refieren a dos cosas diferentes. Las manchas son defectos en la superficie de piedras preciosas, mientras que los escollos ocultos están en el fondo del agua. Los primeros herejes no solamente eran manchas que estaban en la superficie, sino también escollos ocultos en el fondo; y en ambos sentidos ellos perjudicaban a los que creían en Cristo.

  Los ágapes mencionados en el versículo 12 eran banquetes de amor motivados por el amor de Dios (agápe, 1 Jn. 4:10-11, 21). En los primeros días, los creyentes a menudo comían juntos en amor para tener comunión y adorar a Dios (Hch. 2:46). Estas reuniones eran parte de la cena del Señor (1 Co. 11:20-21, 33) y se les llamaba ágapes.

  Judas dijo que los apóstatas “se apacientan a sí mismos”. Los herejes ávidos de placeres (2 P. 2:13) se hacían pasar por pastores, pero en los ágapes sólo se alimentaban a sí mismos y no se preocupaban por los demás. Con respecto a los demás, ellos eran nubes sin agua, pues no podían suministrar vida.

ÁRBOLES SIN FRUTO

  A estos herejes también se les llama “árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados”. El otoño es la estación en que se cosecha la fruta. Los apóstatas egoístas parecían ser árboles frutales en tiempo de cosecha, pero no tenían fruto para satisfacer a otros. Habían muerto dos veces, no solamente externamente, en apariencia, como la mayoría de los árboles en el otoño, sino también interiormente, en naturaleza. Estaban totalmente muertos; por consiguiente, debían ser desarraigados.

FIERAS ONDAS DEL MAR Y ESTRELLAS ERRANTES

  En el versículo 13 Judas se refiere a los heréticos como “fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas”. Los pastores, las nubes, los árboles y las estrellas son figuras positivas en la metáfora bíblica, pero los escollos ocultos, las ondas y el mar son figuras negativas. Estos apóstatas son falsos pastores, nubes sin agua, árboles muertos y estrellas errantes; también son escollos ocultos y fieras ondas del mar que espuman sin restricción su propia vergüenza. La metáfora de las estrellas errantes indica que los maestros errantes, los apóstatas, no están sólidamente arraigados en las inmutables verdades de la revelación celestial, sino que vagan entre el pueblo de Dios, del cual las estrellas son figura (Dn. 12:3; Fil. 2:15). El destino de ellos será la oscuridad de las tinieblas, las cuales les han sido reservadas para la eternidad.

EL SEÑOR VIENE CON MILLARES DE SANTOS

  En el versículo 14 Judas añade: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con millares de Sus santos”. La venida del Señor de la que se habla aquí debe de referirse a la manifestación de la parousía (la venida) del Señor, que se menciona en 2 Tesalonicenses 2:8, Mateo 24:27, 30 y Zacarías 14:4-5. Las palabras griegas traducidas “millares de Sus santos” también se pueden traducir “Sus santas miríadas”. Estas miríadas probablemente incluyen, como en Zacarías 14:5, a los santos (1 Ts. 3:13) y a los ángeles (Mt. 16:27; 25:31; Mr. 8:38).

  Hay diferentes opiniones con respecto a los millares de los santos —o las santas miríadas— mencionados en el versículo 14. Algunos tal vez dicen que aquí la palabra santos se refiere a los ángeles, mientras que otros quizás afirman que se refiere a los creyentes. Según las Escrituras, cuando el Señor Jesús regrese a juzgar a todas las personas y todas las cosas, Él regresará con los santos ángeles y con los santos creyentes. A Sus ojos, estos ángeles y estos creyentes son santos. Cuando el Señor Jesús regrese, Él vendrá con Sus ángeles y con los vencedores. Los vencedores conformarán la novia de Cristo, quien también será Su ejército. Por lo tanto, el Señor vendrá con estos santos y con estos ángeles para pelear contra el anticristo y su ejército.

JUICIO SOBRE LOS IMPÍOS

  En el versículo 15 vemos que el Señor vendrá “para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra Él”. El Señor vendrá para ejecutar el juicio gubernamental de Dios, en el cual recibirán su paga todos los impíos.

  En el versículo 15 Judas usa las palabras impío,impía e impíamente. Habla de todos los impíos y de todas las obras impías que ellos han hecho impíamente. También habla de las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra el Señor. Todo esto será juzgado por el Señor a Su venida.

  En el versículo 16 Judas dice que estos impíos son murmuradores y quejumbrosos, que andan según sus propias concupiscencias, y cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho. Luego, en los versículos 17 y 18, Judas les recuerda a los creyentes las palabras dichas por los apóstoles del Señor Jesucristo, de que en el postrer tiempo habrá burladores que andarán según sus impías concupiscencias.

NO TIENEN ESPÍRITU

  En el versículo 19 Judas dice: “Éstos son los que causan divisiones; los anímicos, que no tienen espíritu”. La palabra griega traducida “anímicos” es psujikós, adjetivo de psujé, que significa “alma”. “Psujé (alma) es el centro de la persona de uno, el yo de cada individuo. Está en cada hombre ligada al espíritu, la parte más elevada del hombre, y al cuerpo, la parte más baja del hombre; así que, es elevada por uno y rebajada por el otro. El que se entrega a los apetitos más bajos, es carnal; pero el que por la comunión que tiene su espíritu con el Espíritu de Dios es empleado para las intenciones más elevadas de su ser, es espiritual. El que se queda en medio, pensando solamente en sí mismo y en sus propios intereses, ya sea de carácter físico o intelectual, es psujikós, el hombre egoísta (anímico), el hombre en quien el espíritu se ha hundido y degradado hasta quedar subordinado al psujé (alma)” (Alford).

  En el versículo 19 Judas, refiriéndose a los apóstatas, dice que “no tienen espíritu”. Esto se refiere al espíritu humano, no al Espíritu de Dios. Los apóstatas no tienen espíritu. No es que ellos “en realidad hayan dejado de tener espíritu, como parte de su propia naturaleza tripartita (1 Ts. 5:23), sino que éste ha dejado de tener eficacia en ellos; su espíritu se ha degradado y está bajo el poder del psujé (el alma), la vida personal, de tal modo que no tiene verdadera vitalidad por sí mismo” (Alford). Ellos no prestan atención a su espíritu ni lo usan. No usan su espíritu en comunión con el Espíritu de Dios para tener contacto con Dios, ni tampoco viven ni andan en su espíritu. En lugar de ello, han sido rebajados por su carne y han llegado a ser carnales, de modo que su conciencia ha perdido toda sensibilidad, y ellos mismos han llegado a ser como animales irracionales (Jud. 1:10).

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