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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Judas»
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Mensaje 4

LA ESTRUCTURA BÁSICA DE LAS EPÍSTOLAS DE PEDRO Y JUDAS

(1)

  Lectura bíblica: 1 P. 1:2-3, 11; 2:1-3, 9; 3:4; 4:14; 5:10; 2 P. 1:14; 3:18; Jud. 1:3, 20-21

  En este mensaje quisiera añadir algo con relación al pensamiento central de las Epístolas de Pedro y Judas.

  Es muy sorprendente, incluso increíble, que un inculto pescador de Galilea como Pedro pudiera escribir las dos Epístolas de 1 y 2 Pedro. En sus escritos Pedro abarca todos los asuntos relativos a la economía eterna de Dios, los mismos que Pablo abarca en sus epístolas. Pablo, por supuesto, había recibido una alta educación. Había sido adiestrado en las Escrituras del Antiguo Testamento, y también había sido educado en las culturas griega y romana. Pedro, en cambio, no recibió este tipo de educación; con todo, escribió sus dos epístolas de una manera maravillosa.

  Pedro incluso empleó algunos términos y expresiones que Pablo no usó. Por ejemplo, Pedro habla de ser participantes de la naturaleza divina (2 P. 1:4). Esta expresión es muy profunda y no se encuentra en los escritos de Pablo. Además de usar expresiones profundas y significativas en sus epístolas, Pedro también abarcó varios detalles de importancia. De manera que, en cantidad, Pedro escribió mucho menos que Pablo, pero en algunos asuntos, el contenido de lo que escribe puede considerarse más rico que el de Pablo. Por consiguiente, debemos dedicar suficiente tiempo para estudiar las dos epístolas escritas por Pedro, y ver los asuntos y detalles cruciales que allí se abarcan.

EL DIOS TRIUNO COMO NUESTRA PORCIÓN

  El primer asunto básico que Pedro abarca en sus escritos es el Dios Triuno. Pedro señala que el Dios en quien creemos es el Dios Triuno. Al comienzo de la primera epístola escrita por Pedro podemos ver al Dios Triuno: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (v. 2). Aquí se nos habla de la presciencia de Dios Padre, de la santificación del Espíritu, y de obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo. Dios el Padre nos regeneró (v. 3), Cristo efectuó la redención con Su preciosa sangre, y el Espíritu aplica la plena salvación de Dios a Su pueblo escogido. Así, pues, en el cumplimiento de la plena salvación, vemos al Dios Triuno.

  Pedro también nos revela el hecho de que este Dios Triuno es nuestra porción. A esto se refiere la palabra participantes que se menciona en 2 Pedro 1:4. Según este versículo, nosotros hemos llegado a ser participantes de la naturaleza divina, lo cual indica que el Dios Triuno es ahora nuestra porción. Si Dios no fuese nuestra porción, no podríamos participar de Su naturaleza.

EL MEDIO POR EL CUAL PARTICIPAMOS DE DIOS

  Pedro en sus escritos también nos revela la manera en que podemos participar del Dios Triuno como nuestra porción. Esto tiene que ver con el hombre interior escondido en el corazón, y este hombre interior es nuestro espíritu (1 P. 3:4). Aunque Pablo en sus epístolas habla mucho de nuestro espíritu, no usa la expresión el hombre interior escondido en el corazón. Este hombre interior escondido en el corazón, esto es, nuestro espíritu humano, es el medio por el cual podemos disfrutar al Dios Triuno como nuestra porción.

  Aunque Pedro habla del Espíritu de Dios sólo unas cuantas veces, los términos que él usa son maravillosos. En 1 Pedro 4:14 él dice: “Si sois vituperados en el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el Espíritu de gloria, que es el de Dios, reposa sobre vosotros”. Literalmente, aquí el griego quiere decir “el Espíritu de gloria y el de Dios”. El Espíritu de gloria es el Espíritu de Dios. Pedro también habla acerca del Espíritu de Cristo (1:11). Nuestro espíritu humano, que es el hombre interior escondido en el corazón, y el Espíritu de Dios, que es el Espíritu de gloria y el Espíritu de Cristo, son los medios por los cuales podemos participar de Dios como nuestra porción.

EL DIOS TRIUNO PASÓ POR UN PROCESO PARA LLEGAR A SER NUESTRO DISFRUTE

  Hemos mencionado que el tema de las epístolas escritas por Pedro es el gobierno de Dios, y en particular, la disciplina gubernamental que Dios ejerce por medio de Sus juicios. Éste es el tema central de estos dos libros. Sin embargo, la estructura de 1 y 2 Pedro es el propio Dios Triuno, quien pasó por un proceso para llegar a ser nuestra porción, de modo que nosotros pudiéramos participar en Él, participar de Él y disfrutarle por medio de Su Espíritu —el cual es el Espíritu de Cristo y el Espíritu de gloria—, y también mediante el ejercicio de nuestro espíritu.

  Le animo a usted a estudiar todos los detalles que se abarcan en las epístolas escritas por Pedro. Pero mientras estudia todos estos detalles, no se deje distraer del pensamiento central ni de la estructura básica de los santos escritos de Dios en general, ni de las epístolas escritas por Pedro, en particular. La estructura básica es el Dios Triuno, quien pasó por un proceso para ser nuestra porción todo-inclusiva. Nosotros le disfrutamos ejercitando nuestro espíritu a fin de cooperar con el Espíritu divino y responder a Él. Nunca debemos olvidar esta estructura básica ni distraernos de ella. Si mientras estudiamos todos los demás asuntos contenidos en los escritos de Pedro, no nos dejamos mover de este pensamiento básico ni de esta estructura básica, seremos enriquecidos y experimentaremos al Dios Triuno de una manera muy rica, cabal y particular.

  Las Epístolas de 1 y 2 Pedro y Judas, estas tres, abarcan muchos asuntos; no obstante la estructura básica de ellas es el Dios Triuno que opera en Sus elegidos a fin de que ellos sean conducidos al pleno disfrute del Dios Triuno. Tanto Pedro como Judas señalan de manera enfática que el Dios Triuno pasó por un proceso a fin de realizar muchas cosas por nosotros y llegar a ser el todo para nosotros, de modo que pudiésemos participar de Él y disfrutarle.

EL DIOS TRIUNO VINO A SER NUESTRA GRACIA

  Pedro comienza su primera epístola hablando de los tres aspectos de la operación que el Dios Triuno realiza en Su pueblo escogido a fin de conducirlo a la participación y disfrute de Su persona. Luego, al comienzo de su segunda epístola, nos habla de la provisión divina. Nos dice que el divino poder nos ha concedido —y aun impartido— todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, a fin de que participemos de la naturaleza divina. Además, según el primer capítulo de 2 Pedro, la provisión divina que nos es dada no sólo incluye la vida divina sino también la luz divina (v. 19).

  Al final de su primera epístola, Pedro dice: “Mas el Dios de toda gracia, que os llamó a Su gloria eterna en Cristo Jesús, después que hayáis padecido un poco de tiempo, Él mismo os perfeccione, confirme, fortalezca y cimiente” (5:10). Pedro aquí nos da a entender que seremos cimentados en Dios mismo. Luego, al final de su segunda epístola, dice: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (3:18). Aquí el conocimiento de nuestro Señor equivale a la verdad, esto es, a la realidad de todo lo que Él es. De manera que, en este versículo Pedro nos exhorta a crecer en la gracia y en la verdad, la realidad. Aunque Pedro abarca muchos asuntos en sus epístolas, la estructura básica de sus escritos es el Dios Triuno, quien llega a ser nuestra gracia para que le disfrutemos, crezcamos en vida, y, mediante el crecimiento en vida, seamos perfeccionados, confirmados, fortalecidos y cimentados en el Dios Triuno.

  Mientras estudiamos todos los detalles contenidos en las Epístolas de Pedro y Judas, debemos recordar que dichos detalles nos ayudan a resolver nuestros problemas, con el fin de que seamos conducidos de vuelta a disfrutar al Dios Triuno. Por consiguiente, no debemos considerar estos detalles de forma aislada, ya que cada uno de ellos nos ayuda a resolver nuestros problemas a fin de que, en vez de ser distraídos del disfrute del Dios Triuno, seamos conducidos de vuelta a este disfrute.

CONTENDER POR LA FE Y VIVIR EN EL DIOS TRIUNO

  Judas, al comienzo de su epístola, nos exhorta a contender por la fe: “Amados, poniendo toda diligencia en escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos a que contendáis ardientemente por la fe que ha sido trasmitida a los santos una vez para siempre” (v. 3). Hemos visto que la fe es la herencia neotestamentaria hecha real para nosotros en sustancia y experiencia. En el Estudio-vida de 2 Pedro, hicimos notar que esta herencia es de hecho el Dios Triuno procesado para ser nuestra porción.

  Al final de su epístola, Judas dice: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (vs. 20-21). Lo que dice Judas en cuanto a edificarnos en nuestra santísima fe equivale a lo que dijo Pedro acerca de ser edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo (1 P. 2:5). Luego, Judas nos habla de vivir en el Dios Triuno, lo cual se nota en su exhortación a orar en el Espíritu Santo, a conservarnos en el amor de Dios y a esperar la misericordia de nuestro Señor Jesucristo.

PARA VIDA ETERNA

  Judas concluye el versículo 21 con las palabras para vida eterna. La preposición para aquí significa “redundando en” o “dando por resultado”. Esta frase hace alusión al disfrute que hemos de tener del Dios Triuno. La vida eterna es el Dios Triuno, y la frase para vida eterna alude al pleno disfrute de lo que el Dios Triuno es.

UN RECORDATORIO

  Es menester que quede grabado en todos nosotros que estas tres epístolas fueron escritas con una estructura básica, y que esta estructura es el Dios Triuno, quien pasó por un proceso para llegar a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo a fin de que nosotros lo disfrutáramos. Esta estructura está en conformidad con la economía de Dios, y corresponde totalmente con lo que se revela en los escritos de Pablo. Espero que estas palabras les sirvan de recordatorio. Cuando usted considere los asuntos tocantes al gobierno de Dios y los ejemplos de cómo Dios ha ejercido Su juicio en la historia, no debe distraerse con tales asuntos. En vez de ello, estos asuntos deben remitirlo a la estructura básica de estas epístolas, que es el Dios Triuno como nuestro pleno disfrute. Además, usted debe prestar atención a su espíritu, al hombre interior escondido en el corazón, y percatarse de que el Espíritu divino, que es el Espíritu de gloria y el Espíritu de Cristo, está dentro de usted. Entonces disfrutará al Dios Triuno y le expresará a Él como piedad, lo cual culminará en la gloria.

ESCOGIDOS PARA EL PROPÓSITO DE DIOS

  En el primer capítulo y medio de 1 Pedro se nos presenta un cuadro muy claro de cómo Dios, según Su presciencia, nos eligió en la eternidad pasada para que fuésemos Su pueblo escogido. ¡Alabémosle porque de entre billones de seres humanos, Él nos eligió a nosotros! Dios nos eligió con un propósito, y este propósito es que Él mismo se impartiría a nosotros como nuestra vida para que nosotros pudiéramos crecer juntamente con Él hasta convertirnos en un edificio, Su morada. Este edificio es la casa de Dios, el lugar donde Él mora. Además, este edificio llega a ser la expresión de Dios que anuncia las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable (2:9). Anunciar las virtudes de Dios equivale a expresar lo que Él es. En esto consiste el propósito de Dios y la meta de Dios.

  Si Dios ha de cumplir Su propósito y lograr Su meta, tiene que aplicarnos lo que decidió en la eternidad pasada. Para lograr esto, Dios tiene que ser el Espíritu. El Espíritu es quien nos aplica lo que Dios decidió hacer. Además, debido a que Su pueblo escogido cayó, era necesario que Dios efectuara la redención. Fue así que Dios vino en la persona del Hijo para efectuar la redención. El Señor Jesús derramó Su sangre para que nosotros pudiéramos ser rociados y redimidos para Dios.

  Así, pues, en 1 Pedro vemos que el Espíritu nos aplica lo que Dios decidió hacer, que el Hijo nos redime y que el Padre nos regenera. Por esta razón, Pedro dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos ha regenerado para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (1:3). Esto significa que Dios, a fin de regenerarnos, entró en nosotros como la vida divina, la cual contiene los “genes” divinos. Ya que hemos sido regenerados, ahora podemos gustar lo bueno que es el Señor (2:3).

EL RESULTADO DE GUSTAR AL SEÑOR

  Debido a que hemos gustado al Señor, deseamos rechazar nuestro ser natural. Es por eso que en 1 Pedro 2:1, Pedro habla de desechar “toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y toda maledicencia”. Aquí Pedro menciona cinco asuntos: la malicia, el engaño, la hipocresía, las envidias y la maledicencia. La malicia es la raíz del engaño, el engaño está relacionado con la hipocresía y la envidia, y el resultado de esto es la maledicencia. Así que, en los que hay malicia también habrá engaño. Este engaño los llevará a fingir algo que no son y a tener envidia de los demás, y, como resultado, hablarán mal de otros.

  En Romanos 1 Pablo enumera más de treinta aspectos relacionados con la humanidad pecaminosa. Pero aquí Pedro usa solamente cinco aspectos para describir la condición general del hombre caído. Sin duda alguna, lo que Pedro escribe en 2:1 lo escribe conforme a la experiencia que había tenido en la vida de iglesia.

  Una vez que hayamos sido regenerados y hayamos gustado lo bueno que es el Señor, ciertamente querremos desechar estas cinco cosas negativas. Querremos desechar toda malicia, pues no podremos tolerarla más. Al mismo tiempo, sentiremos amor por la Palabra de Dios y apetito por recibir la Palabra como nuestro alimento. Pedro habla de esto en 2:2 cuando dice: “Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación”. Al nacer por medio de la regeneración (1:3, 23), los creyentes llegan a ser niños que pueden crecer en vida al ser nutridos por la leche espiritual, la leche que es la palabra dada sin engaño. Este crecimiento tiene por objetivo el edificio de Dios. Crecer es un asunto relacionado con la vida y se lleva a cabo en la vida. Recibimos la vida divina por medio de la regeneración, y ahora necesitamos crecer en esta vida y con esta vida al ser nutridos con la leche que nos es impartida por la Palabra de Dios.

  Puedo testificar que después que fui salvo, surgió en mí un profundo anhelo por la Palabra de Dios y un deseo de ser nutrido por ella. Sin embargo, el deseo por conocer la Biblia me distrajo de este propósito. Así, en vez de ser encaminado al enfoque central de la revelación divina, otros me distrajeron alentándome a buscar el conocimiento bíblico. Por muchos años me reuní con un grupo de creyentes que eran muy conocidos por su conocimiento de la Biblia. Estos creyentes a menudo hablaban sobre la presciencia y elección de Dios, y sobre el hecho de que Cristo es la piedra preciosa que fue rechazada por los hombres pero escogida por Dios. También nos advertían diciendo que el juicio de Dios comienza por Su propia casa, y nos enseñaban acerca de la poderosa mano de Dios. Asimismo, nos exhortaban a sujetarnos a la mano poderosa de Dios. Pese a que esta enseñanza era buena, no me ayudó a conocer el propósito de Dios. Fueron muchas las enseñanzas que escuché sobre las Epístolas de Pedro, pero en ninguna de ellas vi la meta de Dios ni llegué a saber lo que Dios procuraba. Así, el buen conocimiento de la Biblia me distrajo del tema central de la revelación divina.

  Finalmente, el Señor, en Su misericordia, me permitió ver la estructura básica de las Epístolas de Pedro y Judas. En particular, comencé a ver los asuntos relacionados con el crecimiento, la transformación y la edificación. El crecimiento en la vida divina es para transformación, y la transformación redunda en la edificación.

  En las Epístolas de Pedro y Judas podemos ver la economía de Dios. También en estas epístolas vemos el propósito y la meta de Dios. El propósito de Dios fue concebido en la eternidad pasada, y la meta de Dios se logrará en plenitud en la eternidad futura. La meta de Dios es obtener para Sí un edificio que sea Su expresión, y Él logrará esta meta mediante nuestro crecimiento en la vida divina.

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