Mensaje 16
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Lectura bíblica: Sal. 34; Sal. 35; Sal. 36
En este mensaje queremos continuar nuestra comunión acerca de las expresiones mezcladas de los sentimientos del salmista en el disfrute que tiene de Dios en la casa de Dios. Si no tenemos una profunda hambre y búsqueda del Señor y Su Palabra, es posible que estos mensajes nos desanimen. Esto se debe a que en ellos está expuesto lo que a nosotros nos gusta conforme a nuestro concepto natural. Lo que vemos en la Biblia y lo que es la Biblia para nosotros depende del tipo de personas que seamos. Es por esto que necesitamos ser rectificados y conducidos al concepto divino.
En este mensaje queremos ver las expresiones mezcladas de los sentimientos de los salmistas en Salmos 34—36. En el título del salmo 34 dice que éste era un salmo de David “cuando se fingió loco delante de Abimelec, quien lo echó, y él se fue”. Podemos ver con esto que la situación en la que fue escrito el salmo 34 no era honorable. David no era normal; fingió locura porque estaba delante de un rey que tenía la capacidad de matarle. Como resultado de fingirse loco, David fue librado de Abimelec (1 S. 21:10—22:1a). Después, escribió el salmo 34. En este salmo atribuyó a Dios el mérito de su liberación, pero en realidad él se había librado a sí mismo fingiéndose loco. Fingirse algo es una clase de mentira.
En el salmo 35 David le pidió a Dios que peleara con armas contra sus enemigos (vs. 1-8). Luego en el salmo 36 le pidió a Dios que se encargara de los impíos (vs. 1-4) y aun le dio instrucciones en cuanto a la manera de tratar con ellos (vs. 11-12).
Debemos acordarnos de que es necesario interpretar el libro de los Salmos según el concepto divino de la revelación divina de toda la Biblia. Los Salmos es el libro más largo de toda la Biblia, pero no es el único libro. Se le debe interpretar a la luz del concepto divino de Dios como la revelación divina acerca de Su eterna economía en Cristo, tomando a Cristo como su centralidad y universalidad.
Necesitamos ser rectificados y volvernos del concepto humano al concepto divino. Al principio de mi vida cristiana, iba a la Biblia lleno de mis propios conceptos. A través de los años he experimentado cierta rectificación, y esta rectificación, que recibí estudiando la Biblia, ha quitado capa tras capa de mi concepto humano.
Nuestro entendimiento de la Biblia depende de la medida del crecimiento que tengamos en la vida espiritual. Aun hoy en nuestra vida humana, nuestro conocimiento depende del crecimiento que tengamos en la vida humana. Cuando alguien es niño, no se puede esperar que él entienda mucho. A medida que crece el niño, tiene más capacidad de entender. Con el tiempo, al ser un hombre maduro, puede entender las cosas en la debida manera. Es difícil entender el libro de los Salmos de manera apropiada según el concepto divino. Hemos visto que a veces lo que David habló en los Salmos era maravilloso. Luego habló algo que estaba totalmente en conformidad con el concepto humano y natural.
Para poder entender la Biblia, tenemos que basarnos en un principio. Este principio es que Dios planeó en Su economía hacerse uno con el hombre. El principio básico, el primer principio, del nacimiento de Cristo es que Dios vino a unirse con el hombre, para ser un hombre y ser uno con él. Este es el principio básico de la Biblia.
Cuando leamos la Biblia debemos tener en cuenta el principio de que Dios se hizo uno con el hombre. Debemos recordar el principio de que la Palabra de Dios como revelación divina nos muestra que el propósito principal de Dios es hacerse uno con el hombre y hacer que el hombre sea uno con El. En Juan 15 el Señor dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos ... permaneced en mí, y yo en vosotros” (vs. 5, 4). Esto nos demuestra que Dios y los que han creído en Cristo son uno. Nosotros y Dios antes estábamos separados, pero un día nosotros, las ramas silvestres, fuimos injertados en Dios en Cristo (Ro. 11:24). Hemos sido injertados en Cristo como el árbol, y este injerto nos hizo uno con El. Lo que se necesita ahora es que nosotros permanezcamos en El y que El permanezca en nosotros. Entonces El y nosotros seremos uno con una sola vida, una sola naturaleza y un solo vivir.
Si vemos esto, nuestro entendimiento de la Biblia habrá sido completamente aclarado. Necesitamos aferrarnos al concepto divino de Juan 15 donde el Señor dijo que El es la vid, que nosotros somos Sus pámpanos y que debemos permanecer en El a fin de que El permanezca en nosotros. En Salmos 34—36, podemos ver que David no actuaba como un pámpano que es uno con Dios.
En nuestro entendimiento de la Biblia, tenemos que adoptar los debidos principios. El primer principio es que Dios desea ser uno con Su pueblo escogido. Finalmente, la unidad que existe entre Dios y el hombre será completa y consumada. Todo el pueblo escogido de Dios será consumado para ser completamente uno con Dios como constituyentes de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Cuando vamos a los Salmos, necesitamos aferrarnos a este concepto; de otro modo, es posible que seamos desviados.
El salmo 34 nos muestra las expresiones mezcladas de los sentimientos del salmista en el disfrute que tiene de Dios en la casa de Dios al bendecir y alabar a Dios. Bendecir a Dios es hablar bien de El, decir cosas buenas acerca de Dios. Alabar a Dios es darle a Dios la honra y la gloria.
Es bueno bendecir y alabar a Dios, pero no debemos olvidarnos de que un salmo tan maravilloso fue escrito después de que David se había puesto una “máscara”. El escribió este salmo después de fingir locura delante de Abimelec. Esta historia consta en 1 Samuel 21:10-15. En este pasaje se ve que David fingió locura delante de ese rey filisteo para poder escapar de la muerte.
David bendijo y alabó a Dios por causa de Su respuesta y Su liberación (vs. 1-6). En el versículo 1 dice: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”. Esto es bueno, pero tenemos que acordarnos de la situación en la cual David dijo esto. Cuando se fingió loco delante de Abimelec, sin duda alguna no estaba bendiciendo a Dios en ese momento. Al contrario, 1 Samuel 21:13 dice que David escribía en las portadas de las puertas y que dejaba correr la saliva por su barba para que Abimelec pensara que él estaba loco.
Los versículos 2-6 dicen: “En Jehová se gloría mi alma; lo oyen los mansos, y se alegran. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una Su nombre. Busqué a Jehová, y El me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a El fueron alumbrados; sus rostros jamás serán avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias”.
David dijo que Jehová lo había librado. Pero yo quisiera preguntar si Jehová le libró de las manos de Abimelec o si él se libró a sí mismo. Es posible que alguien ore por varias cosas, y luego atribuya a Dios el mérito de haberlas conseguido. Pero en realidad Dios no hizo ni una de ellas. Al contrario, la persona oró según su propio deseo y luego obró por su propia cuenta. A veces tal vez engañe a otros, pero con seguridad Dios no engañaría a nadie por ellos. Tal vez oremos por algo, obtengamos aquello por lo que oramos y luego atribuyamos a Dios el mérito de haberlo logrado. Esto es un insulto a Dios. En este caso el mérito no se le debe atribuir a Dios sino a nosotros, y eso más bien como débito.
Los versículos 7-22 nos muestran que David aconseja y enseña a otros que teman a Dios y que se refugien en El. En el versículo 8 él dice: “Bienaventurado el hombre que en El se refugia”. No obstante, cuando David se fingió loco delante del rey, no se refugió en Jehová sino en su “máscara”, en su fingimiento. En el versículo 11 David dice: “Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré”. ¿Queremos que David nos enseñe a fingir en algo, a ponernos una máscara? Esto muestra que por una parte es posible que confiemos en el Señor, pero por otra, es posible que nos pongamos una máscara para librarnos. Al final, ¿quién nos libró, el Señor o nuestra máscara?
En el salmo 34 David habló del beneficio de temer a Dios y de refugiarse en El (vs. 7-10, 17-22). El versículo 10 dice: “Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien”. Algunos pueden citar estos versículos para su propio beneficio, pero es posible que con el tiempo resulte que les hacen falta las cosas materiales que desean. En 2 Corintios se nos dice que Pablo pasó por muchos sufrimientos y privaciones, incluso al punto de que le hacían falta la comida y la ropa (11:27).
En el salmo 34 David habló de la manera de temer a Dios (vs. 11-16; 1 P. 3:10-12). Los versículos 12-16 dicen: “¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios del hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela. Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos Sus oídos al clamor de ellos. La faz de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos”. Estos versículos fueron citados por Pedro en 1 Pedro 3:10-12, pero Pablo no citó tales palabras. La visión de Pablo de la economía neotestamentaria estuvo más clara que la de todos los otros apóstoles.
Cuando David pregunta: “¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien?” no hablaba de la vida eterna sino de la vida física. David fue un gran santo del Antiguo Testamento, y Pedro fue uno de los apóstoles más grandes del Nuevo Testamento, pero no creo que lo que dijo David aquí sea algo espiritual. Aun entre nosotros, ¿quién se atreve a pedirle al Señor que le dé largos días para disfrutar de muchas cosas buenas?
David dijo que si deseamos tener largos días para ver el bien, debemos guardar nuestra lengua del mal, y nuestros labios de hablar engaño. Pero ¿quién ha logrado guardar su lengua del mal? Lo que David estaba diciendo aquí concordaba con el árbol de la ciencia del bien y del mal.
El versículo 15 dice: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos Sus oídos al clamor de ellos”. Pero, ¿quién es justo en esta tierra? Pablo dijo que nadie es justo (Ro. 3:10), y también Isaías dijo que nuestras justicias son como trapos de inmundicia (Is. 64:6). Si nosotros dependemos de nuestras justicias para disfrutar que los ojos y los oídos de Dios estén sobre nosotros, no disfrutaremos nada, porque nosotros no tenemos ninguna justicia propia.
En cuanto al hombre justo, David dice: “El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado” (v. 20). Este es un versículo acerca de Cristo porque David tipificaba al Cristo sufrido. Cuando Cristo estaba en la cruz, los soldados no le quebraron las piernas al ver que ya había muerto (Jn. 19:33). Juan dijo: “Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo” (v. 36). Hubo ocasiones en las que David al describir sus sufrimientos tipificaba a Cristo.
Cuando miramos el salmo 34, podemos ver la mezcla de las expresiones de los sentimientos de David. El versículo 20 se refiere a Cristo, pero la mayor parte del salmo no concuerda con el árbol de la vida. Nuestro concepto debe cambiar para que sea el concepto divino según el árbol de la vida. A medida que crezcamos en Cristo, nuestro concepto cambiará.
En el salmo 35 David le pidió a Dios que se encargara de sus enemigos.
En primer lugar, le pide a Dios que pelee contra sus enemigos usando armas (vs. 1-8). El versículo 1 dice: “Disputa, oh Jehová, con los que contra mí contienden; pelea contra los que me combaten”. ¿Cree usted que Dios desea semejante oración? Esto no concuerda con la enseñanza del Señor en el Nuevo Testamento, la cual nos dice que amemos a nuestros enemigos y que oremos por los que nos persiguen (Mt. 5:44).
Los versículos 2-3 dicen: “Echa mano al escudo y al pavés, y levántate en mi ayuda. Saca la lanza, cierra contra mis perseguidores; di a mi alma: Yo soy tu salvación”. En lugar de pedirle a Dios algo, David aquí le enseña a Dios cómo librarlo de sus enemigos.
Los versículos 4-8 dicen: “Sean avergonzados y cubiertos de ignominia los que buscan mi vida; sean vueltos atrás y confundidos los que mi mal intentan. Sean como el tamo delante del viento, y el Angel de Jehová los acose. Sea su camino tenebroso y resbaladizo, y el Angel de Jehová los persiga. Porque sin causa escondieron para mí su red en un hoyo; sin causa cavaron hoyo para mí. Venga destrucción sobre él sin que lo sepa, y la red que él escondió lo prenda; ¡Caiga en esa misma destrucción!” ¿Es ésta una oración espiritual? Ciertamente esta oración proviene de un hombre que está en sí mismo. En la economía del Nuevo Testamento una persona espiritual jamás le pediría a Dios que viniera con escudo y pavés y con lanza contra sus enemigos.
En los versículos 9-16 David se glorió en que confiaba en Dios y en que trataba bien a los que lo maltrataban. Estos versículos dicen: “Entonces mi alma exultará en Jehová; se regocijará en Su salvación. Todos mis huesos dirán: Jehová, ¿quién como Tú, que libras al afligido del más fuerte que él, y al afligido y menesteroso del que le despoja? Se levantan testigos malvados; de lo que no sé me preguntan; me devuelven mal por bien, para afligir a mi alma. Pero yo, cuando ellos enfermaron, me vestí de cilicio; afligí con ayuno mi alma, y mi oración volvía a mi seno. Como por mi compañero, como por mi hermano andaba; como el que trae luto por madre, enlutado me humillaba. Pero ellos se alegraron en mi tropiezo, y se juntaron; las gentes despreciables, a quienes no conocía, se juntaron contra mí; me despedazaban sin cesar; como lisonjeros, escarnecedores y truhanes, crujieron contra mí sus dientes”.
Los versículos arriba citados muestran que en el concepto de David sus enemigos eran muy malos, y que él era muy bueno. Las expresiones que usó en estos versículos muestran demasiada justicia propia.
En los versículos 17-28 David insta a Dios a que le libre, y le da indicaciones según su conocimiento natural del bien y el mal.
En el salmo 35 David le pidió a Dios que tratara con sus enemigos, y en el salmo 36 le pidió que tratara con los impíos.
Los versículos 1-4 son la acusación que David hace a los impíos: “La transgresión habla al impío en el fondo de su corazón: no hay temor de Dios delante de sus ojos. Pues se lisonjea en sus propios ojos, hasta que su iniquidad sea hallada y aborrecida. Las palabras de su boca son maldad y engaño; ha dejado de ser cuerdo y de hacer el bien. Maquina iniquidad sobre su cama; está en camino no bueno, el mal no rechaza”. Aquí David no tenía el deseo ni la intención de pedirle a Dios que tuviera misericordia de los impíos, sino que los acusó.
Los versículos 5-10 son su alabanza por la benignidad, la fidelidad y la justicia de Dios, mezclada con el disfrute que tiene de Dios en la casa de Dios. Los versículos 7-9 son la porción máxima de los Salmos acerca del disfrute de Dios en Su casa, pero dicha porción está en un salmo en el cual David le pidió a Dios que tratara con los impíos. Esto nos muestra una vez más la mezcla de expresiones de los sentimientos de David.
Los versículos 11-12 dicen: “No venga pie de soberbia contra mí, y mano de impíos no me mueva. Allí caen los hacedores de iniquidad; son derribados y no pueden levantarse”. En estos versículos David le rogó a Dios que se encargara de los impíos no según el camino de Dios sino según su propia manera de pensar.
Al leer los Salmos, debemos ver el contraste que hay entre el concepto humano y el concepto divino. La mayoría de los santos no ve tal contraste. Al contrario, ellos tienen muy en alto todo lo que leen en los Salmos. En cierto sentido, parece que ellos reciben ayuda al leer los Salmos, pero en realidad no reciben verdadera ayuda, sino que son desviados.
Tengo la carga de que veamos el contraste que hay entre el concepto humano de los Salmos y el concepto divino del Nuevo Testamento. Según nuestro concepto, podemos pensar que la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, nos dice principalmente que debemos temer a Dios, refugiarnos en El, confiar en El, esperarle, poner en El nuestra esperanza, alabarle, darle gracias y adorarle. Sin embargo, este concepto no es el concepto divino que hay en el Nuevo Testamento. Lo que el Nuevo Testamento nos muestra es la economía de Dios.
Dios en Su economía tiene una sola intención, y ésta es obtener un organismo para Sí mismo. En la eternidad pasada Dios tomó la decisión de hacer una sola cosa en Su economía, lo cual fue crear para Sí un organismo, el Cuerpo de Cristo. El creó el universo y al hombre con este propósito. Luego el hombre cayó, pero Dios le prometió que El vendría como hombre por medio de una mujer, para unirse con el hombre y ser uno con él (Gn. 3:15). Con el tiempo, El se hizo hombre y vivió una vida en esta tierra que exhibía la vida de un Dios-hombre. Después, fue a la cruz y murió no sólo por nuestros pecados sino también para resolver todos los problemas del universo. Luego El resucitó. En Su encarnación introdujo a Dios en el hombre, y en Su resurrección El introdujo al hombre en Dios para que Dios y el hombre pudieran ser uno.
Aunque ésta es la revelación del Nuevo Testamento, no hay muchos que la vean. Al contrario, la mayoría de los cristianos todavía se aferra a su concepto natural y religioso de intentar hacer lo bueno. La mayoría de los cristianos diría que necesita mejorar su conducta. Por saber que son débiles y que las tentaciones son fuertes, le piden a Dios que les ayude y tratan de confiar en Dios. Pero no ven la línea central de la economía de Dios, que consiste en hacer que Dios y el hombre, el hombre y Dios, sean una sola entidad, y que los dos tengan un solo vivir por una sola vida y con una sola naturaleza. Hace falta dicha revelación entre los cristianos hoy en día.
Muchos no tienen oído para escuchar la enseñanza central de la economía de Dios. Pablo le encareció a Timoteo, delante de Dios y de Cristo, por Su manifestación y por Su reino, que proclamara la palabra (2 Ti. 4:1-2). Pablo estaba siendo derramado en libación (v. 6), así que le encargó a Timoteo que fuera fiel en proclamar la palabra sana. Luego dijo: “Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana enseñanza, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (v. 3). Los que tienen comezón de oír buscan el hablar placentero para su propio deleite. Según lo que Pablo dijo a Timoteo, la comezón de oír que hace que uno se aparte de la verdad es el factor principal de que la decadencia en las iglesias empeore. Tenemos que ser fieles para hablar las palabras sanas de la economía de Dios, y no las palabras que satisfacen la comezón de oír de la gente.
En el recobro del Señor, hemos sido iluminados para ver lo que Dios quiere. Dios quiere que nosotros seamos uno con El. Dios vive en nosotros, y El quiere que nosotros le vivamos a El. Los escritos del apóstol Pablo son muy claros acerca de este punto, y no tienen nada de ambigüedad. El punto principal de las catorce Epístolas de Pablo está afirmado en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe, la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. Estas palabras son palabras divinas. No tienen nada que ver con lo natural, lo religioso, ni lo supersticioso.
Hace casi seis mil años que Dios creó a Adán. Desde Adán hasta Abraham hubo dos mil años, desde Abraham hasta Cristo hubo dos mil años, y desde el tiempo de Cristo hasta ahora han pasado casi dos mil años. En los primeros dos mil años, Dios visitó al hombre para ayudarle comprender que éste necesitaba a Dios. En el segundo período de dos mil años, Dios le dijo a Abraham que en su simiente serían benditas todas las naciones (Gn. 22:18; 26:4). Serían benditas al ser Dios uno con ellas y al ser ellas uno con Dios. Esto es realmente misterioso y divino.
Cristo vino como la simiente de Abraham para cumplir la promesa de Dios. Cuando Cristo vino, los judíos tenían su método religioso de adorar a Dios según su propio concepto. Más tarde, los apóstoles tuvieron que afrontar dos problemas: la religión judía y la filosofía griega. Esta tierra hoy está llena de diferentes filosofías de diferentes culturas y religiones. Además de todas estas filosofías, existe cierta filosofía y cierta lógica en el cristianismo de hoy. Muchos cristianos hoy en día entienden la Biblia según su concepto natural, y no según el concepto divino.
En el ministerio del Señor hemos hablado acerca de la economía de Dios, el dispensar de Dios, y el Espíritu vivificante, el Espíritu procesado y consumado. Hemos visto que este Espíritu es el Espíritu compuesto, y que el Espíritu compuesto es la consumación del Dios Triuno procesado. Estas cosas nunca se oyen en la teología del cristianismo de hoy.
Debido a la oposición, publiqué un artículo en 1977 titulado What a Heresy—Two Divine Fathers, Two Life-giving Spirits, and Three Gods! [¡Qué herejía: dos Padres divinos, dos Espíritus vivificantes, y tres Dioses!]. Muchos de los que se nos oponen enseñan que hay tres Dioses. Esta es la enseñanza del triteísmo. También enseñan que hay dos Padres divinos. Uno es el Padre de la Deidad y el otro es el Padre mencionado en Isaías 9:6, quien, dicen ellos, es el Padre de la eternidad. También se equivocan al decir que hay dos Espíritus vivificantes. Uno es el Espíritu Santo de la Trinidad, y el otro es el Espíritu vivificante mencionado en 1 Corintios 15:45. Todas estas enseñanzas, por supuesto, son heréticas.
He hablado en los Estados Unidos por treinta años con la carga de proclamar lo que es la línea central de la revelación divina según la economía de Dios. Pero por lo que sé, muy pocos valoran esta línea central. Antes de llegar a los Estados Unidos, no había visto que el Espíritu es la consumación del Dios Triuno. Empecé a decir, principalmente en Hong Kong durante el verano de 1954, que la muerte y la resurrección de Cristo están en el Espíritu. Desde aquel año la luz con respecto al Espíritu todo-inclusivo ha resplandecido y se ha hecho cada vez más brillante.
Con el tiempo, vimos en la tipología el ungüento compuesto mencionado en Exodo 30:23-25. El ungüento compuesto tiene como base el aceite de oliva y a éste se le agrega cuatro clases de especias: la mirra, la canela, el cálamo y la casia. Estos cinco elementos, compuestos, llegan a ser un solo ungüento. El hin de aceite de oliva representa a Dios el Espíritu, y al Espíritu divino se le agregan la muerte de Cristo, junto con la eficacia de la misma, la resurrección de Cristo, junto con el poder de ésta. El Espíritu compuesto es la consumación del Dios Triuno. El Padre está incorporado en el Hijo, y el Hijo es hecho real como el Espíritu. En otras palabras, el Espíritu es la realidad del Hijo, el Hijo hecho real, y el Hijo es la incorporación del Padre. De esta manera los Tres de la Deidad no son tres Dioses; son un solo ser divino.
La Biblia revela todas estas cosas para hacernos saber que Dios puede ser uno con el hombre y que el hombre puede ser uno con Dios. Finalmente, nosotros los cristianos debemos vivir una vida de Dios y de hombre, la vida de un Dios-hombre. Hoy vivimos como hombres, pero también vivimos como Dios en Su vida y en Su naturaleza pero no en Su deidad. Su deidad es única. Tenemos Su vida y Su naturaleza, así como los hijos tienen la vida y la naturaleza de su padre. Pero ninguno de los hijos tiene la paternidad. Solamente el padre de una familia tiene la paternidad. De la misma manera, Dios es único y Su deidad es única. No podemos participar de Su deidad, pero sí tenemos la vida divina y la naturaleza divina. Participamos de esta vida y naturaleza divina para poder vivir a Dios, vivir a Cristo. Si vemos esto, nuestra manera de ver los Salmos cambiará.
Mi carga es hacer todo lo posible por ayudar a los santos que están en el recobro del Señor a deshacerse del concepto erróneo que tienen de los Salmos. Necesitamos ser librados de ser descarriados, y ser traídos a la línea central de la economía de Dios, la cual es vivir a Cristo, quien es la incorporación de Dios, por el Espíritu que lo hace real para nosotros. Hoy estamos aquí como un hombre, pero estamos viviendo al Dios Triuno en nuestra humanidad. Sin embargo, muchos hoy en día se nos oponen porque decimos que vivimos a Dios. Pero Pablo dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21a). Pablo era un hombre, pero él nos dijo que vivía a Cristo, y Cristo es Dios. Vivir a Cristo es vivir a Dios. Todos tenemos que ver esto. La vida cristiana no es cierto tipo de mejoramiento de nuestra vida humana. La vida cristiana es una vida transformada, una vida que nos transforma haciéndonos un Dios hombre. Espero que esta comunión nos ayude a buscar a Dios conforme a la debida revelación de la santa Palabra.