Mensaje 41
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Lectura bíblica: Sal. 120; Sal. 121; Sal. 122; Sal. 123; Sal. 124; Sal. 125; Sal. 126; Sal. 127
En este mensaje comenzaremos a considerar un grupo particular de salmos, los salmos 120 al 134, los cuales son conocidos como Salmos de ascensión.
Mientras que el salmo 119 habla acerca de la ley, en estos quince salmos la ley no es mencionada. En vez de hablar tocante a la ley, estos salmos hablan del asunto de la cautividad. El pueblo de Israel amaba la ley, pero no vivía de acuerdo a la ley. Sus pecados, ofensas y transgresiones aumentaron después de que recibieron la ley. Llegaron a tal punto que abandonaron a Dios y adoraron ídolos. Por ejemplo, Jueces 17 habla de un hombre que puso ídolos en su casa, nombró a uno de sus hijos como sacerdote, y que después contrató a un Levita para que fuera sacerdote en su casa. Puesto que el pueblo de Israel quería adorar ídolos, Dios hizo que cayeran en cautividad en una tierra de ídolos. Mientras el pueblo sufría en la cautividad, olvidaron muchas cosas, pero no pudieron olvidar a Sion y a Jerusalén.
En ese tiempo, el Monte de Sion y Jerusalén, que fue edificada sobre Sion, eran las únicas señales que quedaban en la tierra de Dios. Sion fue el lugar donde Abraham ofreció a su hijo Isaac; también fue el lugar escogido por David. Dios es invisible, misterioso y muy profundo. Nadie lo ha visto a El. Sin embargo, Sion y Jerusalén eran señales terrenales de la existencia de Dios. Como indican los salmos 120 al 134, Sion, el centro, y Jerusalén, la circunferencia, permanecieron profundamente en la memoria del pueblo de Israel. Por esta razón, a los dos mensajes sobre estos salmos puse por título: “Cuán preciosas son Sion y Jerusalén en las experiencias y alabanzas de los santos”. Debido a sus experiencias, los santos no pudieron olvidar a Sion ni a Jerusalén, y en sus alabanzas no las pasaron por alto. A los santos no les interesaba la piedad ni la comodidad, sino el destino de Sion y Jerusalén.
Israel primero fue invadido por los asirlos y después por los babilonios. A diferencia de los babilonios, los asirlos no destruyeron la ciudad de Jerusalén ni devastaron el templo. Cuando los Salmos de ascensión fueron escritos, tanto la ciudad como el templo permanecían, y los santos en cautividad los recordaban como símbolos, como señales, del mismo Dios a quien ellos adoraban.
¿Por qué estos quince salmos se llaman Salmos de ascensión? Para responder a esta pregunta necesitamos ver que cuando el pueblo de Israel fue capturado, estaba en decadencia. Volver a Jerusalén y a Sion era estar en una condición elevada. Además, tenían que subir, ascender, al monte de Sion, y mientras ascendían, cantaban un canto gradual de ascensión.
Cuando fuimos salvos, estábamos en una condición elevada, así que no cantamos un canto de ascensión. Sin embargo, es posible que con el tiempo hayamos llegado a estar “abajo” o “caídos” por un tiempo. En tal situación estamos en una especie de cautividad. Pero cuando el Señor nos gana de nuevo y somos avivados, cantamos un canto de ascensión. Como resultado de pasar por estas subidas y bajadas, ya no elevamos la ley, apreciándola de una manera natural. Nos damos cuenta de que la ley no nos ayuda. Más bien, lo que verdaderamente nos ayuda son Sion y Jerusalén.
Consideremos estos quince salmos uno por uno.
El salmo 120 es la alabanza de un santo al subir a Sion, por haberlo librado Jehová de sus angustias.
Según la historia, los salmos 120 a 134, quince Salmos de ascensión, eran los cantos favoritos de Ezequías (cfr. Is. 38:20). El solía cantar estos salmos con instrumentos de cuerda en el templo de Jerusalén.
Salmos 120:5 dice: “¡Ay de mí, porque soy peregrino en Mesec, y habito entre las tiendas de Cedar!” Aquí tenemos dos nombres propios, Mesec y Cedar, que se refieren a dos lugares. Mesec era un lugar al norte, en Asiría, y Cedar era un lugar al sur, en Arabia (Is. 21:13, 16; Ez. 27:21). Ambos lugares tal vez se refieran a los lugares adonde el salmista fue llevado cautivo en la invasión asiría (2 R. 18:11; 2 Cr. 32:1). Esto indica que el salmo 120 está relacionado con la invasión asiría. Los asirlos invadieron Israel y tomaron su capital, Samaria. El escritor de este salmo estaba entre los cautivos en Mesec y Cedar.
¿Cómo podía un israelita piadoso haber estado en Mesec, un lugar al norte, y en Cedar, un lugar al sur? La respuesta debe ser que el salmista era uno de los judíos piadosos que fueron llevados cautivos por los asirlos. La “angustia” mencionada en el versículo 1 quizá se refiera a las aflicciones que el salmista sufrió en el cautiverio. Aquí el salmista dijo: “En mi angustia clamé a Jehová, y El me respondió”. El versículo 6 parece indicar que su cautiverio duró mucho tiempo: “Mucho tiempo ha morado mi alma con el que aborrece la paz”. Los que aborrecían la paz fueron primero los asirlos y luego los babilonios y los persas, quienes invadieron Israel. Los invasores asirlos no buscaban la paz, sino la guerra. Por lo tanto, en el versículo 7 el salmista dijo: “Yo soy pacífico; mas cuando hablo, ellos están por la guerra”. Debido a que los invasores también eran mentirosos, el salmista oró, diciendo: “Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua engañosa” (v. 2). Por consiguiente, el primero de los Salmos de ascensión describe el sufrimiento del salmista en su cautiverio.
El salmo 121 es la alabanza de un santo al subir a Sion, con respecto a que Jehová le guarda de todo mal y de los desastres.
El versículo 5 dice: “Jehová es tu Guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha”. De acuerdo a la historia, el “Guardador” se refiere a Jehová como el Guardador de Ezequías (2 R. 19:14-19). Sin la protección de Jehová, Ezequías sin duda habría sido asesinado por los asirios.
Salmos 121:1 y 2 dice: “Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”. La frase “a los montes” del versículo 1 se refiere a Jehová, quien creó los cielos y la tierra, incluyendo los montes (2 R. 19:15).
En Salmos 121:6 el salmista dice: “El sol no te herirá de día, ni la luna de noche”. Aquí, “sol” y “luna” se refieren a la creación de Dios, y ambos llegan a ser instrumentos del cuidado de Dios.
Durante la invasión Japonesa en China en 1937, tuve una experiencia especial de ver este versículo cumplido. Los colaboradores me pidieron que volviera de Hangkow en China central, a mi pueblo natal de Chifú, en la extremo de la península de Chantung. Esto requería un largo y complicado viaje por tren. El país estaba en confusión, y por la posibilidad de un ataque aéreo japonés, era peligroso viajar por tren. Cuando el cielo estaba despejado, los aviones podían atacar ya fuera durante el día o durante la noche. Siempre que la alarma sonara, teníamos que abandonar el tren y escondernos en el monte. Los pasajeros se tranquilizaron porque el cielo estaba nublado durante el día. Sin embargo, en la noche el cielo estaba despejado, la luna brillaba, y las personas tenían miedo. En ese entonces, yo estaba leyendo el salmo 121 y alabé al Señor por lo que dice el versículo 6. Después testifiqué a otros pasajeros diciendo: “Soy cristiano y acabo de leer en la Biblia, la Palabra de Dios, que el sol no me herirá de día, ni la luna de noche. Creo que Dios me cuidará. Todos los que viajan conmigo también estarán a salvo. Estén tranquilos”. Algunos de ellos se rieron de mí. Pero después de haber hecho a salvo un viaje tan largo hasta la capital de la provincia de Chantung sin ninguna alarma, les pregunté acerca de lo que les había dicho, y admitieron que era verdad. En esa situación, yo, igual que Ezequías, experimenté a Dios como mi Guardador.
El salmo 122 es la alabanza de un santo al subir a Sion, con respecto al amor por la casa de Dios que está en Jerusalén. Este es un salmo lleno de ternura con respecto al amor que el salmista tiene por la casa de Dios. A este salmista no le importaba la ley, sino Sion y Jerusalén.
El salmista se alegró cuanto otros le dijeron: “A la casa de Jehová iremos” (v. 1). Hoy día, los que amamos la iglesia debemos regocijarnos cuando alguien nos diga: “Vamos a la reunión”.
En los versículos 2 al 4 vemos que el salmista alaba a Jerusalén, a donde suben las tribus de Jehová.
“Porque allá están los tronos del juicio, los tronos de la casa de David” (v. 5). Aquí, David tipifica a Cristo.
Los versículos 6 al 9 son la oración y la bendición del salmista por la paz y la prosperidad de Jerusalén. En el versículo 6 el salmista dice: “Pedid por la paz de Jerusalén; serán prosperados los que te aman”. El pronombre “te” se refiere a Jerusalén. Este versículo expresa el sentimiento íntimo del salmista con respecto a Jerusalén. El versículo 7 indica que el salmista no se preocupa por su comodidad personal, sino por la paz y la prosperidad de Jerusalén. Así que, en los versículos 8 y 9 dice: “Por amor de mis hermanos y mis compañeros, diré yo: La paz sea contigo. Por amor a la casa de Jehová nuestro Dios buscaré tu bien”.
El salmo 123 es la alabanza de un santo al subir a Sion, con respecto a la compasión que Dios tiene de los cautivos que regresaron. Este salmo es corto, pero de mucho significado.
El salmista dijo que alzaba los ojos a Jehová, quien está sentado en el trono en los cielos (v. 1). Después dice que así como los ojos de los siervos miran a la mano de su señor y como los ojos de la sierva miran a la mano de su señora, así los ojos de los santos miran a Jehová hasta que tiene compasión de ellos (v. 2).
El versículo 3a dice: “Ten compasión de nosotros, oh Jehová, ten compasión de nosotros”. En este salmo la palabra más impresionante es “compasión”. No es un asunto de nuestro amor por la ley de Dios sino de que El tenga compasión de nosotros. La compasión es más profunda que la misericordia, porque la misericordia es externa mientras que la compasión es interna.
Jehová tuvo compasión de los cautivos que regresaron a causa del menosprecio y el escarnio de los que los tenían cautivos. Con respecto a esto, los versículos 3b y 4 dicen: “Porque estamos muy hastiados de menosprecio. Hastiada está nuestra alma del escarnio de los que están en holgura, y del menosprecio de los soberbios”. Esto significa que ellos todavía recordaban lo que les había sucedido en su cautividad. Ellos recordaban que día tras día fueron escarnecidos, despreciados, y menospreciados. Mientras pasaban por tal experiencia, no podían olvidar a Sion y Jerusalén, y cuando regresaron, ascendieron al monte de Sion.
El salmo 124 es la alabanza de Israel al subir a Sion, con respecto a la ayuda que recibieron de Jehová cuando los invadieron sus enemigos.
Cuando sus enemigos se levantaron en su furor contra ellos como aguas impetuosas que pasaban sobre ellos para devorarlos, Jehová no los dio por presa a los dientes de ellos (vs. 1-6). El salmista dijo que si Jehová no hubiera estado de su lado, las aguas impetuosas habrían pasado sobre sus almas. El salmista entonces alabó a Jehová por Su ayuda. “Bendito sea Jehová, que no nos dio por presa a los dientes de ellos” (v. 6).
Hablando en poesía, el salmista dijo: “Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo, y escapamos nosotros” (v. 7). Ellos eran como aves amenazadas por los cazadores, pero debido al socorro de Jehová, escaparon del lazo. Así que, el salmista concluyó así: “Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, que hizo el cielo y la tierra” (v. 8).
El salmo 125 es la alabanza de los santos al subir a Sion, con respecto a que Jehová está en torno a Su pueblo.
En el versículo 1 el salmista dice que los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre. Ellos amaban el monte de Sion y se comparaban con él.
El versículo 2 nos dice que como los montes están en torno a Jerusalén, así Jehová está en torno a Su pueblo desde ahora y para siempre.
El salmista dijo a continuación que Jehová juzga con justicia a los que son rectos en su corazón y a los que se apartan tras sus caminos torcidos (vs. 3-5a). En el versículo 4a el salmista dice: “Haz bien, oh Jehová, a los buenos”. La expresión “los buenos” indica que el salmista todavía tenía un concepto según el principio del bien y el mal. Nadie es bueno excepto Dios (Mr. 10:18). ¿Cómo puede entonces el salmista pedirle a Dios que haga bien al bueno? Esta oración nos muestra la influencia que la tradición antigua ejercía sobre el salmista.
Este salmo concluye con la bendición del salmista para Israel, diciendo: “Paz sea sobre Israel” (v. 5b).
En el salmo 126 vemos que los cautivos que regresaron alaban mientras suben a Sion, por las grandes cosas que Jehová hizo con ellos.
El salmista dijo que cuando Jehová hizo volver la cautividad de Sion, eran como los que sueñan. Su boca se llenó de risa y su lengua con gritos de alegría (vs. 1-2a). “Entonces dijeron entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; estamos alegres” (vs. 2b-3).
“Haz volver nuestra cautividad, oh, Jehová, como los arroyos en el sur” (v. 4). Aunque una parte del pueblo había regresado, muchos permanecieron en cautividad y aquí el salmista oró por ellos. En su oración, el salmista le pidió a Jehová que hiciera volver a la cautividad como los arroyos del sur. En contraste con los arroyos del norte, que pueden congelarse, los arroyos del sur fluyen.
“Los que siembran con lágrimas, segarán con gritos de júbilo. El que va andando y llorando llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus gavillas” (vs. 5-6). Creo que esto se refiere a los cautivos. En un sentido humano, su cautividad en países extranjeros fue un sufrimiento. Sin embargo, en un sentido divino, esto fue una siembra por medio de su predicación a los gentiles con respecto a Dios. Aparentemente, el pueblo de Dios era cautivo; en realidad, eran predicadores. Muchos de los cautivos, tales como Daniel y sus compañeros, fueron excelentes predicadores. Su predicación fue una siembra. Como resultado, muchos gentiles fueron llevados a Dios por medio de estos cautivos. Por ejemplo, Nabucodonosor tuvo que admitir ante Daniel y sus compañeros, que el Dios de ellos era el Dios verdadero (Dn. 2:47; 3:28-29; 4:34-35). Esto indica que los cautivos sembraron la semilla del conocimiento de Dios entre los paganos.
El versículo 5 del salmo 126 habla de segar con gritos de júbilo, y el versículo 6, de venir con gritos de alegría. Un grito de alegría es un grito de gozo, un ruido gozoso. Aunque los cautivos sembraron con lágrimas, regresaron con gritos de alegría, llevando con ellos sus “gavillas”.
El salmo 127 es la alabanza que ofrecen los santos al subir a Sion, por el cuidado y la bendición de Jehová para con Su pueblo. Este Salmo de ascensión fue escrito por Salomón.
En los versículos 1 y 2 vemos el cuidado de Jehová por Su pueblo.
“Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guarda la ciudad, en vano vela la guardia” (v. 1). Esta es una palabra de consuelo, especialmente para los ancianos y para los que se consideran como guardias que protegen la iglesia. Si el Señor no edifica la iglesia, los que la edifican trabajan en vano. Si el Señor no guarda la ciudad —es decir, si no guarda la iglesia como el reino— los que guardan la iglesia vigilan en vano.
“Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues El da a Sus amados mientras duermen” (v. 2). Esto significa que si el Señor no hace nada por nosotros, todo lo que hagamos será en vano. En lugar de afanarnos y esforzarnos por nosotros mismos, debemos confiar en El, porque El da a Sus amados aún cuando duermen. ¿Cree que lo que usted hace tiene algún significado? Debemos comprender que todo lo que hagamos sin confiar en el Señor carece de significado. Si comprendemos esto, descansaremos en el Señor.
Los versículos 3 al 5 constituyen la bendición de Jehová a Su pueblo.
En el versículo 3 el salmista dice que los hijos son herencia de Jehová y que el fruto del vientre es un premio.
“Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llena su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hable con los enemigos en la puerta” (vs. 4-5). Esto significa que en lugar de esforzarse sin confiar en el Señor, debemos simplemente ser un buen padre que produce hijos. No podemos obtener mucho con nuestro afán, pero sí podemos producir hijos. Algunas personas son inteligentes y muy diligentes en su trabajo, pero no tienen hijos. No tienen ninguna “saeta” en su “aljaba”. Esto es una vergüenza. Necesitamos considerar qué escogeremos: afanarnos o descansar y producir hijos.
El salmo 127 es un salmo de reposo, un salmo que nos libera de nuestro trabajo. Este salmo nos enseña que Dios nos cuida y nos bendice. Ya sea que trabajemos o no, la situación es la misma, pues El nos da mientras dormimos. Además de cuidarnos, nos bendice con incremento, con hijos. Todos debemos creer esto. Aunque soy una persona que trabaja mucho, creo que el resultado no depende de mi trabajo, sino del cuidado y de la bendición de Dios.
Lo que Salomón dijo en este salmo está dirigido a los que trabajan y se esfuerzan en hacer cosas pero no confían en Dios. En lugar de trabajar por sí mismo, debe usted confiar en Dios. El lo cuidará y lo bendecirá.
Es menester que lo descrito en este Salmo de ascensión llegue a ser nuestra experiencia. Hoy día hablamos del incremento. Sin embargo, cuánto más hablamos, más nos desanimamos. Cuánto más esperamos tener un incremento, menos incremento tenemos. Como resultado, no tenemos paz ni descanso, ni tampoco tenemos este Salmo de ascensión. Por lo tanto, nuestro concepto debe cambiar. El incremento no depende de lo que hagamos, sino de cuánto nos dé Dios. El cuidado y la bendición provienen de El. Aprendamos a ser el Salomón de hoy, sabiendo que todo lo que hagamos sin confiar en el Señor es en vano, pero que mientras confiemos en El, habrá un buen resultado. Si aprendemos a ser como Salomón, oraremos así: “Señor, no tengo ninguna confianza en mí mismo. Confío en Tu misericordia, en Tu bendición, en Tu presencia, y en Tu Espíritu”. Esta es la experiencia descrita en el salmo 127.