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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 37

EL SALVADOR-HOMBRE LLEVA A CABO SU MINISTERIO EN SUS VIRTUDES HUMANAS CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS DE GALILEA A JERUSALEN

(15)

  Lectura bíblica: Lc. 16:14-31

  En este mensaje estudiaremos el pasaje abarcado en 16:14-31, el cual trata dos asuntos: se enseña en cuanto a entrar en el reino de Dios (vs. 14-18) y se amonesta a los ricos (vs. 19-31).

ENSEÑA EN CUANTO A ENTRAR EN EL REINO DE DIOS

  Vimos que en 16:1-13 el Señor enseña en cuanto a la prudencia del mayordomo, refiriéndose específicamente al manejo apropiado del dinero. El Señor dijo esto dirigiéndose a los fariseos, y fue como una flecha que les penetró.

  “Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran amadores del dinero, y se mofaban de El” (v. 14). Las palabras griegas traducidas mofaban de El literalmente significa “hacer un gesto de desprecio con la nariz”. Lo que el Señor dijo penetró en lo profundo de su ser. Pero en vez de ser convencidos por ello, fueron obstinados. Debido a que lo dicho por el Señor les afectó, se mofaron de El.

  En el versículo 15 el Señor dijo a los fariseos: “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”. La autojustificación de los fariseos era una exaltación del yo; por lo tanto, era una abominación delante de Dios. Aquí el Señor decía a los fariseos que ellos eran completamente una abominación delante de Dios.

  En el versículo 16 el Señor añadió: “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces se proclama el reino de Dios como evangelio, y todos entran en él por fuerza”. La frase la ley y los profetas se refiere al Antiguo Testamento. La expresión hasta Juan indica el cambio administrativo de la ley al evangelio. Esto demuestra que la dispensación del Antiguo Testamento terminaba con la llegada de Juan.

  El Señor dijo a los fariseos que desde los tiempos de Juan “se proclama el reino de Dios como evangelio”. El Salvador predicó aquí el evangelio del reino de Dios a los fariseos, quienes amaban el dinero (v. 14). El dinero y la concupiscencia, incitada por el dinero, les impedían entrar en el reino de Dios. Por esto, la predicación del Salvador tocó a propósito y con severidad estas dos cosas en 16:18-31.

  En el versículo 16 el Señor también habló en cuanto entrar en el reino de Dios por fuerza. Para forzar la entrada al reino de Dios, los fariseos necesitaban humillarse y divorciarse de su dinero, no de sus esposas, es decir, necesitaban vencer el dinero y la lujuria causada por el dinero.

  Es como si el Señor dijera a los fariseos: “No os moféis de Mí. Se esta proclamando el reino de Dios y vosotros debéis entrar en él por la fuerza. Ya no son los tiempos de la ley y los profetas. Ahora es la hora del jubileo de la gracia y vosotros debéis entrar en el reino por la fuerza”.

  En los versículos 17 y 18 el Señor dice a los fariseos: “Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que falte una tilde de la ley. Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera”. Una “tilde” es una diminuta proyección semejante a un cuerno, que distingue a varias letras hebreas. El Señor dijo a los fariseos que más fácil era que pasen el cielo y la tierra, que falte una diminuta porción de la ley, no fuera que pensasen que ya no se necesitaba guardar la ley puesto que la ley y los profetas estaban vigentes hasta Juan.

  Cuando el Señor Jesús vio que los fariseos se mofaban de El, no se decepcionó ni se desanimó. Tampoco dejó de hablar. El Señor siguió hablándoles en cuanto a ser una abominación delante de Dios, en cuanto al reino de Dios, a guardar la ley, y al divorcio. En 16:15-18 parece que el Señor dijera: “Vosotros los fariseos os mofáis de Mí. Os justificáis delante de los hombres, pero delante de Dios sois una abominación. Entended que pasó el tiempo de la dispensación de la ley, y éste es el año agradable del Señor. Ahora es el momento para el jubileo, para las buenas nuevas del reino de Dios. En un sentido, la ley y los profetas terminaron.

  Cuando los fariseos oyeron esto, por un lado estaban tristes, pero por otro, estaban contentos ya que probablemente pensaron que, ya no era necesario guardar la ley. Ahora estaban libres para divorciarse de sus esposas. Algunos fariseos ricos se divorciaban de sus mujeres porque estaban entregados a la concupiscencia, la cual era fomentada por sus riquezas.

  Es menos probable que un hombre pobre se divorcie de su esposa que un hombre rico. Hoy en día un gran porcentaje de los hombres ricos profesionales se han divorciados por lo menos una vez, y un gran número más de una. Esto indica que cuando se usa la riqueza de manera errónea, se estimula la concupiscencia. Esto nos debe enseñar que no debemos usar las riquezas para satisfacer nuestra lujuria. Debemos usar nuestro dinero para beneficiar a los demás.

  Los fariseos, amadores de dinero, fueron incitados por sus riquezas a entregarse a la lascivia. Cuando uno no estaba satisfecho con su esposa, podía divorciarse de ella y tener otra. El Señor, conociendo la situación y dándose cuenta de que en un sentido ellos estarían contentos de que la ley se terminase, les indicó: “No penséis que ya no es necesario guardar la ley. La ley nunca pasará; permanecerá para condenaros. La ley no os da la libertad de divorciaros”. El Señor al relacionarse con los fariseos aquí, en realidad, les habló de sus riquezas y concupiscencia. Lo que El dice se relaciona con el dinero y el matrimonio.

AMONESTA A LOS RICOS

El hombre rico y Lázaro

  En el versículo 19 el Señor les dijo algo más a los fariseos. En 16:19-31 el Señor les contó la historia del hombre rico y Lázaro. Esta historia iba dirigida a los fariseos ricos, los amadores de dinero, quienes fueron incitados por sus riquezas a entregarse a la lascivia.

  Lucas 16:19 dice: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez”. Esta historia no es una parábola, porque se mencionan los nombres Abraham, Lázaro y el Hades. Es una historia que el Salvador usa para responder a los fariseos que amaban el dinero y que se justificaban a sí mismos (vs. 14-15). Mediante esta historia el Señor les amonesta, pues revela que su futuro será miserable como el del hombre rico. Tal futuro es el resultado de haber rechazado el evangelio del Salvador debido a su amor al dinero.

  En esta historia el hombre rico se vestía habitualmente de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquetes con esplendidez y suntuosidad. Pero un hombre pobre llamado Lázaro “estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de lo que caía de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas” (vs. 20-21). Luego se nos dice que el hombre pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El hombre rico también murió y fue sepultado. “Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno” (v. 23). La expresión el seno de Abraham es una frase rabínica que equivale a estar con Abraham en el Paraíso (M. R. Vincent). El Hades equivale al Seol del Antiguo Testamento (Gn. 37:35; Sal. 6:5), y es el lugar donde están las almas y los espíritus de los muertos (Hch. 2:27).

Las dos secciones del Hades

  El seno de Abraham, o sea el Paraíso, es la sección agradable del Hades donde están Abraham y todos los justos mientras esperan la resurrección, y el lugar donde el Señor Jesús fue después de Su muerte y estuvo hasta Su resurrección (Lc. 23:43; Hch. 2:24, 27, 31; Ef. 4:9; Mt. 12:40). Este paraíso difiere del Paraíso de Apocalipsis 2:7, el cual será la Nueva Jerusalén en el milenio.

  A menudo cuando los cristianos oyen la palabra Hades, piensan solamente de un lugar malo. El Hades no es una morada eterna para los que están en la próxima vida, sino un lugar donde están temporalmente los espíritus incorpóreos. Hay dos secciones en el Hades: la sección de consuelo, una sección agradable para los salvos, y la sección de tormento para los incrédulos. Por la misericordia de Dios y por medio de Su redención, en el Hades existe una sección agradable para Sus redimidos. Según 16:22-25, Abraham está en dicha sección. Sin duda, Isaac, Jacobo y todos los demás santos del Antiguo Testamento están allí. Igualmente, Lázaro, el hombre pobre fue allí después de morir. Además, el Señor dijo al ladrón en la cruz, quien rogó al Señor que se acordara de él estando en Su reino, que estaría con El en el Paraíso (23:42-43). Tal como hemos indicado, este Paraíso es la sección agradable del Hades, una sección de consuelo para los redimidos de Dios.

  Según los principios de Dios, siempre que una persona muere, su espíritu deja su cuerpo y va al Hades, y por lo general, se entierra el cuerpo. Un espíritu incorpóreo es una señal de muerte y es, por lo tanto, una vergüenza. Por consiguiente, se ha preparado un lugar para los espíritus humanos incorpóreos. Entre estos espíritus incorpóreos, algunos son los espíritus de los salvos que están en el Paraíso, el lugar agradable del Hades, y otros son los espíritus de los incrédulos que están en la sección de tormento.

  En la historia relatada en 16:19-31 vemos estas dos secciones. También vemos que hay un abismo entre ellos: “Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá cruzar a nosotros”. Esta gran sima es un abismo que divide el Hades en dos partes: la sección agradable y la sección de tormento. Estas dos secciones están separadas y no tienen ningún puente que las comunique. Pero quienes están ellos pueden verse y aun conversar con los de la otra (vs. 23-25). Por lo tanto, el hombre rico podía ver a Abraham y a Lázaro y podía hablar con Abraham.

  Los muertos permanecerán en el Hades hasta el día de la resurrección. Cuando el Señor Jesús regrese, los salvos serán resucitados. Esto tendrá lugar antes del milenio, los mil años del reinado de Dios en la tierra. Los incrédulos se quedarán en la sección de tormento en el Hades por otros mil años. Al final del milenio los incrédulos serán resucitados y sacados del Hades con un cuerpo, estarán de pie delante del trono blanco para ser juzgados y condenados a la perdición eterna. Entonces, todo su ser: cuerpo, alma y espíritu, será echado al lago del fuego.

  En la historia del hombre rico y Lázaro, el Señor Jesús reveló a los fariseos ricos su destino, su futuro. Al contarles esta historia, El decía: “Ricos, no os entreguéis a la lujuria. Daos cuenta de que vuestro destino es la sección de tormento en el Hades”.

La necesidad de oír la Palabra de Dios

  Según los versículos 27 y 28, el hombre rico dijo a Abraham: “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé solemne testimonio, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento”. A esto Abraham le respondió: “A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (v. 29). La frase Moisés y los profetas se refiere a la ley de Moisés y a los libros de los profetas, que continúan la palabra de Dios (Mt. 4:4). El oír la palabra de Dios determina la salvación o la perdición de uno. El pobre fue salvo no por ser pobre, sino por oír la palabra de Dios (Jn. 5:24; Ef. 1:13). El rico pereció no por ser rico, sino por rechazar la palabra de Dios (Hch. 13:46).

  En la conversación entre Abraham y el hombre rico vemos por qué el hombre rico fue a la sección en el tormento. Fue allí porque no escuchó ni creyó la Palabra de Dios, y no porque hubiese sido rico. Igualmente, Lázaro, el hombre pobre, fue a la sección de consuelo porque escuchó las palabras de Dios transmitidas por Moisés y los profetas, y no por ser pobre. Abraham le dijo al hombre rico que sus hermanos tenían a Moisés y a los profetas, y que debían escucharles.

  El hombre rico entonces dijo a Abraham: “No, padre Abraham; pero si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos” (vs. 30-31). Si las personas no prestan atención a la Palabra de Dios, no serán persuadidas ni siquiera por uno que haya resucitado milagrosamente de entre los muertos. Aquí la palabra del Salvador implica que si los judíos, representados por los fariseos, no oían la Palabra de Dios dada por Moisés y los profetas en el Antiguo Testamento, no serían persuadidos ni aunque El se levantara de entre los muertos. Esta tragedia ocurrió después de la resurrección del Salvador (Mt. 28:11-15; Hch. 13:30-40, 44-45).

  Lucas 16:31 indica que no debemos tener una mente que se incline a la curiosidad. Los que tienen tal mentalidad tal vez pongan atención a una persona que afirma haber resucitado de entre los muertos. No debemos escuchar las palabras que inciten nuestra curiosidad. Debemos escuchar sobriamente la Palabra escrita de Dios. Si prestamos atención a la Palabra de Dios sobriamente, y no con una mente curiosa, entenderemos la misericordia y la gracia de Dios y a Su salvación.

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