Mensaje 43
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Lectura bíblica: Lc. 19:1-27
En este mensaje estudiaremos 19:1-27. Esta porción de Lucas abarca dos asuntos: Zaqueo se salva en Jericó (vs. 1-10) y el Señor enseña en cuanto a la fidelidad (vs. 11-27).
En Lucas 19:1 y 2 dice: “Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y he aquí había un varón llamado Zaqueo, jefe de los recaudadores de impuestos, y rico”. Por ser jefe de los recaudadores de impuestos, Zaqueo era un pecador notable. Se enriqueció mediante sus prácticas fraudulentas como recaudador de impuestos.
Zaqueo al confesar al Señor en relación con la restitución y la resolución de su vida pasada, dijo: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (v. 8). Podemos considerar la expresión si en algo he defraudado a alguno como un eufemismo, es decir, una manera sutil de referirse a la extorsión. Los recaudadores de impuestos ponían un valor más alto a la propiedad o aumentaban los impuestos a los que no podían pagar y luego cobraban altos intereses. Esta era la manera en que extorsionaban. Ya que Zaqueo deseaba restituir lo apropiado, se refirió a su extorsión. Lo que Zaqueo hizo al restituir cuadruplicado la cantidad que había obtenido fue muy honesto. Aún así se refirió a sus actos de extorsión de manera atenuada. Zaqueo, que se enriqueció por medios fraudulentos, quería ahora restituir lo robado para poner fin su pasado.
En Lucas 19:3 y 4 dice: “Y procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí”. Aunque Zaqueo subió a un árbol para ver al Señor Jesús, no se nos dice que él vio al Señor Jesús sino que el Señor le vio a él: “Cuando Jesús llegó al lugar, mirando hacia arriba, le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me quede en tu casa” (v. 5). Zaqueo no fue quien vio al Señor, sino el Señor a él. Una vez más vemos el supremo nivel de moral del Salvador-Hombre al salvar a los pecadores. El pecador no hizo nada; el Salvador lo hizo todo, incluso el acto de ver. En el versículo 6 se nos dice que Zaqueo “descendió aprisa, y le recibió gozoso”.
Ciertamente Zaqueo era una persona marginada. Era sumamente despreciado por la comunidad judía y se le marginaba más que a un leproso. No era bien acogido, especialmente por los fariseos, los hipócritas del rango más alto de la religión judía. A sus ojos él era más inmundo que un leproso. Por consiguiente, ante una gran multitud, el Señor le dijo: “Hoy es necesario que me quede en tu casa”. ¡Qué gran sorpresa le fue esto a Zaqueo y a toda la multitud! Esto debió haber sacudido a la ciudad de Jericó. El versículo 7 dice: “Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Ha entrado a posar con un hombre pecador”.
En los versículos del 1 al 7 no se nos dice que el Señor haya hablado mucho con Zaqueo. Sin embargo, Zaqueo, respondió de modo categórico al reconocer al Salvador como su Señor. “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (v. 8). Zaqueo pudo decir estas palabras aunque él no había oído lo que el Salvador-Hombre enseñó en cuanto a los bienes materiales.
En camino de Galilea a Jerusalén, el Salvador habló varias veces de los bienes materiales. La primera vez fue en el capítulo doce cuando alguien de entre las multitudes le pidió decir a su hermano que dividiera la herencia. El les dijo: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de sus bienes” (12:15). Luego, en 14:33 el Salvador añadió: “Así, pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser Mi discípulo”. En el capítulo dieciséis habló a los discípulos de las riquezas de injusticia y luego amonestó a los ricos. En el capítulo diecisiete habló de los bienes materiales en relación con el arrebatamiento de los vencedores: “En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva a las cosas que dejó atrás” (v. 31). Después de esto, en 18:22 le dijo al hombre rico: “Vende todo lo que tienes, y repártelo a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme”. En todos estos casos vemos que el Salvador-Hombre habló repetidamente refiriéndose a los bienes materiales. Zaqueo, por supuesto, no oyó nada de esto. Sin embargo, respondiendo a las palabras del Señor, dijo que daría la mitad de sus bienes a los pobres.
En el versículo 8 vimos que Zaqueo dijo al Señor: “Y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”. Lo que Zaqueo hizo aquí concuerda con los requisitos de la ley en cuanto a la restitución (Ex. 22:1; 2 S. 12:6). Este fue el resultado espontáneo del poder dinámico de la obra salvadora del Señor.
En el caso de la salvación de Zaqueo en Jericó, vemos que la obra salvadora del Señor es en realidad, el Señor mismo. En el versículo 5 El dice: “Hoy es necesario que me quede en tu casa”. Pero en el versículo 9 dice a Zaqueo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa”. Cuando juntamos estos dos versículos, vemos que El es la “salvación” mencionada en el versículo 9. Esto indica que la salvación es en realidad el Señor mismo. Cuando El viene, la salvación viene. Dondequiera que El pose, ahí posa la salvación.
Ya dijimos que la manera en que Zaqueo respondió al Salvador-Hombre se debió al poder dinámico de la obra salvadora del Señor. El Salvador-Hombre tiene un poder dinámico, el cual es el Espíritu Santo. El trajo el jubileo por el Espíritu Santo. En el capítulo cuatro El declaró que el Espíritu del Señor estaba sobre El porque había sido ungido para proclamar la liberación de los cautivos. El Señor fue nombrado y ungido para proclamar el jubileo a todos los oprimidos.
Delante de los religiosos, especialmente de los fariseos, Zaqueo era un pecador notario, pues era el jefe de los recaudadores de impuestos. Pero delante del Salvador-Hombre él era un hombre cautivo y oprimido. Antes de subirse al árbol para ver al Salvador, Zaqueo pudo haber pensado mucho en cómo liberarse de su condición pecaminosa. Por ser judío, seguramente se sentía condenado en su conciencia por trabajar como recaudador de impuestos y cobrar impuestos para los imperialistas romanos. Por consiguiente, su propia conciencia le condenaba por traicionar a su país. Así que, es posible que haya tratado de salir de su condición pecaminosa; pero no pudo hacerlo, ya que era cautivo y estaba bajo opresión.
Lucas 19:10 dice: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Aquí vemos que Zaqueo no sólo era un pecador, sino que también estaba perdido. El Salvador vino a Jericó con el propósito de buscar y salvar a este hombre perdido.
El hecho de que el Señor buscara a Zaqueo en Lucas 19 puede compararse con el hecho de que en Juan 4 El busca a la mujer samaritana. El Salvador dijo a Zaqueo: “Es necesario que me quede en tu casa” y Juan 4:4 dice que “le era necesario pasar por Samaria”. Le fue necesario pasar por Samaria para encontrarse con la mujer samaritana. El Señor fue allí para buscarla y salvarla. En Lucas 19 lo mismo sucedió, el Señor tenía que quedarse en la casa de Zaqueo para salvar a esta persona perdida.
En 19:1-10 vemos que dondequiera que está el Salvador-Hombre ahí está la salvación, porque El es la salvación. Además, cuando la salvación está presente, el reino de Dios también está presente, y el reino de Dios es el jubileo. Por lo tanto, cuando el Señor entró a la casa de Zaqueo, el jubileo no era para un solo individuo sino para la familia entera. Cuando el Señor entró en la casa, salvación llegó a toda esa familia.
Podemos decir que el caso del hombre ciego que fue sanado cerca de Jericó y el caso de Zaqueo, quien fue salvo en Jericó son uno solo. En el primero, el hombre ciego recibe la vista y en el segundo, Zaqueo recibe al Salvador como salvación dinámica. Esto indica que lo primero que recibimos del Salvador es la vista y luego al Salvador mismo. El Salvador es la salvación, la cual, a su vez, es el reino de Dios como jubileo. Podemos entender que en 19:1-10 un pecador prominente es introducido en el jubileo de gracia. Ahora él puede disfrutar al Salvador y el reino de Dios, pues se halla en dicho reino y lo disfruta como su jubileo.
Lucas 19:11 dice: “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios aparecería inmediatamente”. Desde el punto de vista espiritual, esta parábola adicional es una continuación del caso anterior de salvación. Describe cómo los salvos deben servir al Señor para heredar el reino venidero.
El versículo 12 añade: “Dijo, pues: Un hombre de noble estirpe se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver”. Este hombre de noble estirpe representa al Salvador, quien tiene la más elevada condición, la condición de Dios-hombre. La expresión se fue significa la ida del Salvador al cielo después de Su muerte y resurrección (24:51; 1 P. 3:22), y la palabra volver indica el regreso del Salvador cuando venga con el reino (Dn. 7:13-14; Ap. 11:15; 2 Ti. 4:1).
En el versículo 13 la parábola dice: “Y llamando a diez esclavos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad hasta que yo vuelva”. En la parábola de Mateo 25:14-30 se les da un número variable de talentos a los esclavos según su habilidad individual; esta parábola recalca la porción común dada a cada esclavo por igual con base en la salvación común a ellos. Sin embargo, el fin de ambas parábolas es mostrar lo mismo: la fidelidad de los esclavos determinará su porción o recompensa en el reino venidero.
Según el versículo 13, el hombre de noble estirpe dio a los esclavos diez minas. Esta es una suma de dinero que equivale cien dracmas, el salario de cien días.
El versículo 14 dice: “Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros”. Aquellos hombres representan a los judíos incrédulos. El hecho de que declararon que no querían que el Señor reinara sobre ellos se cumplió en Hechos del capítulo dos al nueve.
Los versículos del 15 al 17 añaden: “Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos esclavos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que habían negociado. Se presentó el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas. El le dijo: Bien, buen esclavo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”. Esto significa que los vencedores reinarán sobre las naciones (Ap. 2:26; 20:4, 6).
Los versículos 18 y 19 dicen: “Vino el segundo, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas. Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades”. Esto indica que la recompensa de los santos vencedores, reinar en el reino venidero, diferirá en extensión.
Los versículos 20 y 21 dicen: “Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo; tomas lo que no depositaste, y siegas lo que no sembraste”. La expresión tenido guardada del versículo 20 indica que los creyentes infieles mantienen su salvación en una forma ociosa, en vez de usarla productivamente. La palabra miedo del versículo 21 es una palabra negativa. Debemos ser positivos y activos al usar el don del Señor.
Los versículos 22 y 23 dicen: “Entonces él le dijo: Mal esclavo, por tu propia boca te juzgaré. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no deposité y que siego lo que no sembré; ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?” Aparentemente, la obra del Señor siempre empieza de cero; parecer exigir que trabajemos por El sin tener nada, como si El no hubiese depositado, y segara lo que no sembró. No deberíamos tomar esto como pretexto para descuidar el uso de nuestro don. Más bien, deberíamos sentirnos obligados a ejercitar nuestra fe para usar nuestro don al máximo.
Poner el dinero en el banco se refiere usar el don del Señor para salvar a la gente y suministrar Sus riquezas. La expresión los intereses mencionada en el versículo 23 indica el provecho que obtenemos para la obra del Señor al usar Su don.
Los versículos del 24 al 26 dicen: “Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo el que tiene, más se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”. Quitar las minas significa que en el reino venidero a los creyentes perezosos se les quitará el don que el Señor les había dado. Dar las minas al que tiene diez significa que el don de los creyentes fieles será aumentado. A todo aquel que produzca ganancia en la era de la iglesia, se le dará más dones en la era del reino venidero; pero al que no ha ganado nada en la era de la iglesia, aún el don que tenga se le quitará en el reino venidero.
En el versículo 27 la parábola concluye diciendo: “Pero a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y degolladlos delante de mí”. Esto significa que todos los judíos incrédulos que rechazaron al Salvador perecerán.
Debemos entender por qué la parábola mencionada en 19:11-27 sigue al caso de Zaqueo. Esto se debe que después de que somos salvos, debemos servir al Señor fielmente. Vemos el mismo asunto en el capítulo diez, en el caso de Marta y María, que viene después de la parábola del buen samaritano. Esto indica que después de que obtenemos la salvación tenemos que servir. La misma idea aparece en los capítulos catorce, dieciséis y diecisiete. Vemos una vez más en el capítulo diecinueve que después de que obtenemos la salvación tenemos que ocuparnos del servicio que rendimos al Señor.
Ya dijimos que esta parábola comienza con la frase “un hombre de noble estirpe”. Sin duda, este hombre es el Dios-hombre. Ciertamente El era de noble estirpe. Me gusta la expresión noble estirpe. Ninguno de nosotros es de noble estirpe. El Señor Jesús es el único de noble estirpe porque Su nacimiento fue el nacimiento del Dios-hombre.
La parábola narrada en 19:11-27 se asemeja a la de Mateo 25:14-30. Sin embargo, en Mateo 25 el Señor dio talentos a Sus esclavos según la habilidad de cada uno (Mt. 25:14-15). Pero en Lucas 19:11-27 los dones, las minas, son dadas en porciones iguales, puesto que esta parábola recalca la porción común dada a cada esclavo con base en la salvación común a todos. Sin embargo, ambas parábolas hacen hincapié en que después de ser salvos, tenemos que servir fielmente. Tenemos que usar lo que se nos ha dado. Ya recibimos la vida divina con sus atributos y al Espíritu Santo con Sus dones. Quienes hemos recibido los dones de la vida divina y al Espíritu Santo, debemos usar estos dones como “capital” a fin de “hacer negocios” y obtener “ganancias” para el Señor.
Según 19:16-19 los que obtienen ganancias reciben una recompensa. El que ganó diez minas recibió autoridad sobre diez ciudades y él que ganó cinco minas, sobre cinco ciudades. Esto es una evidencia de que los santos que vencen serán recompensados con el poder de regir en el reino venidero. Aquella recompensa será una gran parte de su disfrute de la herencia perdida, de su jubileo. Regir sobre diez ciudades o cinco ciudades es parte del disfrute del jubileo, parte del recobro de la primogenitura.
Ya indicamos que el jubileo de hoy es un anticipo. y el jubileo en la era venidera será un disfrute más completo. En la era venidera los vencedores disfrutarán la tierra, la heredarán, tal como dice el Señor en Mateo 5:5. Disfrutaremos a Dios, a Cristo y el jubileo heredando la tierra y rigiendo sobre las ciudades.
Esta parábola también indica que algunos no recibieran ninguna recompensa, o sea que algunos de los que son genuinamente salvos no participaran en el jubileo venidero. En la era del reino ellos no regirán en la tierra.
La enseñanza predominante entre los cristianos de hoy, ignora que algunos de los salvos no participarán del jubileo en la era venidera del reino. Sin embargo, Lucas recalca esto reiteradas veces en los capítulos catorce, dieciséis, diecisiete, dieciocho y diecinueve. El Evangelio de Lucas revela claramente que los salvos tienen que ser fieles en el servicio que rinden al Señor. De lo contrario, no recibieran la recompensa en el reino venidero. Algunos de los salvos no disfrutarán el jubileo en la era venidera. Debemos tomar esto como una advertencia y ser diligentes en el servicio que rendimos al Señor.