Mensaje 7
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Lectura bíblica: Lc. 3:1-22
En este mensaje consideraremos la investidura del Salvador-Hombre (3:1-22). Primero fue presentado por Juan el Bautista (vs. 1-20), y luego fue bautizado (v. 21) y ungido (v. 22).
Como veremos, la investidura del Salvador-Hombre se relaciona principalmente con el hecho de que fue bautizado por Juan el Bautista y que fue ungido por el Padre. En realidad, esta investidura es una presentación, pero es más que simplemente una presentación. Presentar a una persona no quiere decir que tome oficialmente posesión de un cargo. Pero investir a una persona no sólo significa presentarle, sino también hacerle tomar oficialmente posesión de su cargo.
En los capítulos anteriores, vimos que el Salvador-Hombre fue concebido por el Espíritu Santo y nació de una virgen. Mediante Su concepción, nacimiento y juventud, fue preparado como una persona completa para ser nuestro Salvador en Su humanidad y con Su divinidad. Ahora en el capítulo tres es necesario que El sea presentado e introducido en Su ministerio. Por lo tanto, en 3:1-22 tenemos un relato de la investidura del Salvador-Hombre. Tanto Juan el Bautista como Dios el Padre desempeñaron un papel con respecto a esta investidura. Juan hizo algo por el lado del hombre, y el Padre hizo algo por el lado de Dios.
En 3:3-14 vemos que Juan el Bautista vino predicando el bautismo del arrepentimiento. El versículo 3 dice que “él fue por toda la región contigua al Jordán, proclamando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados”. El arrepentimiento es un cambio en la manera de pensar, es volver la mente al Salvador-Hombre. El bautismo es la sepultura de las personas arrepentidas; son terminadas para que el Salvador-Hombre las haga germinar por medio de la regeneración (Jn. 3:3, 5-6).
Según 3:3, el bautismo del arrepentimiento tenía como fin el de perdón de pecados. La palabra griega traducida para también significa hacia. El objeto y resultado del arrepentimiento con el bautismo es el perdón de pecados, lo cual quita el obstáculo producido por la caída del hombre y reconcilia a éste con Dios.
Lucas 3:4-6 dice: “Como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dice: ‘Voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad Sus sendas. Todo valle será rellenado, y todo monte y collado nivelado; lo torcido será enderezado, y los caminos ásperos allanados; y verá toda carne la salvación de Dios’ ”. Preparar el camino del Señor y enderezar Sus sendas en 3:4 significa que la gente cambie su manera de pensar, que vuelvan la mente hacia el Salvador-Hombre. También significa hacer recto el corazón de ellos, al enderezar cada parte de su corazón por medio del arrepentimiento, para que el Salvador-Hombre pueda entrar en ellos a fin de ser su vida y poseerlos.
En 3:5 valle, monte, lo torcido y los caminos ásperos son figuras retóricas que describen la condición de los corazones de los hombres para con Dios y para con los demás, y también las relaciones entre los hombres (1:16-17). Tanto la condición de los corazones de los hombres como sus relaciones con otros deben ser rectificados a fin de que el camino esté preparado para la venida del Salvador.
El versículo 6 dice que toda carne verá la salvación de Dios. Aquí la palabra carne se refiere a los hombres caídos, y la palabra salvación denota el Salvador como la salvación de Dios.
En 3:7-9 Juan dijo a las multitudes que vinieron a ser bautizados por él: “¡Cría de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede, de estas piedras, levantar hijos a Abraham. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego”. La frase cría de víboras mencionada en el versículo 7 equivale a hijos del diablo en 1 Juan 3:10.
En el versículo 8 Juan el Bautista dijo a la gente que Dios podía, de las piedras, levantar hijos a Abraham. Debido a la impenitencia de los judíos, tanto esto como lo dicho en el versículo 9 se ha cumplido. Dios los excluyó y levantó a los creyentes gentiles, para que fueran hijos de Abraham en la fe (Ro. 11:15, 19-20, 22; Gá. 3:7, 28-29). Esto también indica que el reino de Dios no está constituido de los que son hijos de Abraham por nacimiento, sino de los que lo son por fe.
En el versículo 9 Juan dice que todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego. Este es el fuego del lago de fuego (Ap. 20:15), donde los incrédulos sufrirán la perdición eterna.
En 3:10-14 tenemos un relato de lo que Juan dijo a las multitudes, a los recaudadores de impuestos y a algunos que estaban sirviendo en la milicia. A los que le preguntaron qué debían hacer, Juan dijo: “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga lo mismo” (v. 11). A los recaudadores de impuestos que vinieron a ser bautizados, Juan dijo: “No exijáis más de lo que os está ordenado” (v. 13). A los que estaban sirviendo en la milicia, les dijo: “No hagáis extorsión a nadie, ni toméis nada mediante falsa acusación; y contentaos con vuestro salario” (v. 14). Lo que Juan dice aquí se relaciona con la moralidad. Con esto vemos que Lucas resalta la moralidad en su evangelio porque su intención consiste en presentar al Salvador-Hombre, quien posee el más alto nivel de moralidad.
En 3:15-17 vemos que Juan el Bautista recomienda al Salvador-Hombre. El versículo 15 dice: “Como el pueblo estaba en expectativa, cavilando todos en sus corazones acerca de Juan, si acaso sería el Cristo”. Aquí vemos que el pueblo esperaba saber si Juan sería el Cristo, el Mesías (Jn. 1:19-27).
En los versículos 16 y 17 Juan dijo: “Yo os bautizo en agua; pero viene el que es más fuerte que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de Sus sandalias; El os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. Su aventador está en Su mano, y limpiará completamente Su era, y recogerá el trigo en Su granero, y quemará la paja con fuego inextinguible”. Aquí vemos que aunque Juan predicaba un bautismo de arrepentimiento, la meta de su ministerio era una persona maravillosa, Jesucristo, el Hijo de Dios. Juan no se hizo a sí mismo el centro de su ministerio, como si fuera un imán que atraía a otros. El comprendió que sólo era un mensajero enviado por Jehová de los ejércitos para traer a la gente a Jesucristo, y para exaltarlo como la meta de su ministerio.
En el versículo 16 Juan dijo que él bautizaba en agua, pero Aquel que vendría, el Salvador-Hombre, bautizaría a la gente en el Espíritu Santo y en fuego. El agua representa la muerte y la sepultura, cuyo propósito es darle fin al pueblo arrepentido; el Espíritu Santo es el Espíritu de vida y resurrección cuyo fin es hacer germinar al pueblo aniquilado. El agua era señal del ministerio del arrepentimiento llevado a cabo por Juan; el Espíritu Santo era señal del ministerio de vida llevado a cabo por el Salvador-Hombre. Juan sepultaba a las personas arrepentidas poniéndolas en las aguas de la muerte; el Salvador-Hombre las resucitaba para regenerarlas en el Espíritu por Su vida de resurrección.
Las aguas de la muerte, las cuales representan la muerte todo-inclusiva de Cristo en la cual Sus creyentes son bautizados (Ro. 6:3), no sólo sepultaban a las personas bautizadas sino también sus pecados, el mundo, su vida pasada y su historia (tal como el mar Rojo sepultó a Faraón y al ejército egipcio por el bien de los hijos de Israel, Ex. 14:26-28; 1 Co. 10:2). También los separaban del mundo corrupto que había abandonado a Dios (tal como el diluvio lo hizo con Noé y su familia, 1 P. 3:20-21).
El Espíritu Santo, en quien el Salvador-Hombre bautiza a los que creen en El, es el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Dios (Ro. 8:9). Así que, ser bautizado en el Espíritu Santo es ser bautizado en Cristo (Gá. 3:27; Ro. 6:3), en el Dios Triuno (Mt. 28:19) y en el Cuerpo de Cristo (1 Co. 12:13), el cual está unido a Cristo en el único Espíritu (1 Co. 6:17). Al ser bautizados en tales aguas y en tal Espíritu, los creyentes de Cristo son regenerados y entran en el reino de Dios, en la esfera de la vida divina y el gobierno divino (Jn. 3:3, 5), para vivir por la vida eterna de Dios en Su reino eterno.
Según el contexto, el fuego mencionado en 3:16 y 17 no es el fuego mencionado en Hechos 2:3, el cual está relacionado con el Espíritu Santo. Más bien, el fuego de estos versículos es el fuego del lago de fuego (Ap. 20:15). Lo que Juan el Bautista dijo aquí implica que si la gente verdaderamente se arrepiente y cree en el Señor Jesús, el Señor le bautizará en el Espíritu Santo para que tenga vida eterna. De lo contrario, los bautizará en fuego, echándole en el lago de fuego como castigo eterno. El bautismo efectuado por Juan sólo tenía como fin que el hombre se arrepintiera y fuera conducido a la fe en el Señor. El bautismo realizado por el Señor puede traer vida eterna en el Espíritu Santo o perdición eterna en fuego.
En estos versículos hay tres clases de bautismo: el bautismo en agua, el bautismo en el Espíritu Santo y el bautismo en fuego. El bautismo en agua tiene como fin que uno se arrepienta, el bautismo en el Espíritu Santo tiene como fin dar vida, y el bautismo en fuego tiene como fin llevar a uno a la perdición.
Lucas 3:17 indica que el Señor recogerá el trigo en Su granero, pero quemará la paja con fuego inextinguible. Aquéllos que son tipificados por el trigo, tienen vida por dentro. El Señor los bautizará en el Espíritu Santo y los recogerá en Su “granero” en el cielo por medio del arrebatamiento. Aquéllos que son tipificados por la paja, al igual que la cizaña en 13:24-30, no tienen vida. El Señor los bautizará en fuego, echándolos en el lago del fuego. La paja de 3:17 se refiere a los judíos impenitentes, mientras que la cizaña de Mateo 13 se refiere a los cristianos nominales. El destino eterno de ambos será el mismo, perdición en el lago de fuego (Mt. 13:40-42).
Lucas 3:18 dice: “Con otras muchas exhortaciones anunciaba el evangelio al pueblo”. La palabra griega traducida anunciar el evangelio es euaggelízo. Esta palabra significa anunciar buenas noticias, declarar o llevar buenas nuevas, predicar el evangelio. Anunciar el evangelio del reino de Dios (4:43) es predicar el reino de Dios como evangelio, como buenas noticias.
En 3:21 y 22 tenemos el bautismo y el ungimiento del Salvador-Hombre: “Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre El en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres Mi Hijo, el Amado; en Ti me he complacido”. El Señor Jesús fue bautizado no sólo para cumplir la justicia conforme al plan de Dios (Mt. 3:16), sino también para dejarse llevar a la muerte y a la resurrección a fin de poder ministrar, no según lo natural, sino según la resurrección. Al ser bautizado, El vivía y ministraba en resurrección aun antes de que ocurriera Su muerte y resurrección tres años y medio después.
Cuando el Señor fue bautizado para cumplir la justicia de Dios y ser puesto en la muerte y la resurrección, se puso a Su disposición tres cosas: los cielos abiertos, el Espíritu de Dios que descendió y el hablar del Padre. Esto debería suceder hoy con nosotros en nuestra experiencia.
Lucas 3:22 dice que el Espíritu Santo descendió sobre el Salvador-Hombre en forma corporal como paloma. Antes de que el Espíritu de Dios descendiera y viniera sobre el Señor Jesús, El había sido concebido por el Espíritu Santo y nació de El (Lc. 1:35). Esto demuestra que El ya tenía el Espíritu de Dios dentro de El para Su nacimiento. Ahora, para Su ministerio, el Espíritu de Dios descendió sobre El. Esto fue el cumplimiento de Isaías 61:1; 42:1; y Salmos 45:7 para ungir al Salvador-Hombre y presentarle a Su pueblo.
Lucas 3:22 dice que el Espíritu Santo descendió en forma corporal como paloma. Una paloma es dócil, y sus ojos sólo pueden ver una cosa a la vez. Por lo tanto, la paloma representa docilidad y pureza en visión y propósito. Por haber descendido el Espíritu de Dios como paloma sobre el Señor Jesús, El pudo ministrar con docilidad y con un sólo propósito, centrándose únicamente en la voluntad de Dios.
En 3:22 también se nos dice que una voz vino del cielo diciendo: “Tú eres Mi Hijo, el Amado; en Ti me he complacido”. Mientras que el descenso del Espíritu es el ungimiento de Cristo, el hablar del Padre atestigua que Cristo es el Hijo amado. Aquí tenemos un cuadro de la Trinidad Divina: el Hijo está de pie en la tierra, el Espíritu desciende sobre el Hijo, y el Padre habla del Hijo. Esto demuestra que el Padre, el Hijo y el Espíritu existen simultáneamente, lo cual tiene como fin la realización de la economía de Dios.