Mensaje 68
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Lectura bíblica: Jn. 16:12-15; 20:22; Hch. 1:5, 8; 2:1-4, 7-18, 31; 9:17; 13:9, 52; 6:3, 5; 7:55; 11:24; 8:29, 39; 16:6-7; Ro. 8:2, 9-11; 1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17-18; Fil. 1:19-21; 3:7-10
En el mensaje anterior hicimos notar que en el libro de Hechos se habla del Espíritu tanto en Su aspecto esencial como en el económico. En el capítulo ocho de dicho libro vemos ambos aspectos del Espíritu del Señor. El versículo 29 dice: “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro”. En este pasaje, al Espíritu, el cual nos da nuestra existencia espiritual y nos capacita para llevar a cabo la economía de Dios, se le llama sencillamente el Espíritu.
Hechos 8:39 añade: “Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe”. La expresión el Espíritu del Señor indica que el Espíritu es el Señor. Tal como la expresión el amor de Dios quiere decir que el amor es Dios, y la vida de Dios indica que la vida es Dios, así el Espíritu del Señor significa que el Espíritu es el Señor. Así que, en Hechos vemos que el Espíritu en Sus dos aspectos, el esencial y el económico, es en efecto el propio Señor.
Hechos 16:6-7 dice: “Y atravesaron la región de Frigia y de Galacia, habiéndoles prohibido el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se los permitió”. Los títulos: el Espíritu de Jesús y el Espíritu Santo se usan de modo intercambiable, lo cual revela que el Espíritu de Jesús es el Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es un título general acerca del Espíritu de Dios, mientras que el Espíritu de Jesús, un título específico, y alude al Espíritu del Salvador encarnado, a Jesús en Su humanidad, quien pasó por la vida humana y la muerte en la cruz. Esto indica que el Espíritu de Jesús no solamente contiene el elemento divino de Dios, sino también el elemento humano de Jesús, así como los elementos de Su vida humana y de la muerte que sufrió.
En el libro de Hechos vemos que Cristo, después de resucitar y ascender, llegó a ser el Espíritu vivificante. En 1 Corintios 15:45 Pablo dice: “‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Por medio de la creación, Adán fue hecho alma viviente con un cuerpo anímico, o sea, del alma. Mediante la resurrección, Cristo se hizo Espíritu vivificante con un cuerpo espiritual. Adán como alma viviente es natural; Cristo como Espíritu vivificante está en resurrección. Primero, en la encarnación El se hizo carne para llevar a cabo la redención (Jn. 1:14, 29); luego, en resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante para impartir la vida (Jn. 10:10b). Ahora El es el Espíritu vivificante en resurrección, y está listo para que Sus creyentes lo reciban. Cuando creemos en Cristo, El entra en nuestro espíritu y nos unimos a El, el Espíritu vivificante, y llegamos a ser un solo espíritu con El (6:17).
A pesar de que 1 Corintios 15:45 dice que Cristo, el postrer Adán, fue hecho Espíritu vivificante en resurrección, algunos creen que enseñar que Cristo es el Espíritu es una herejía. Si usted les dice que hoy Cristo es el Espíritu, ellos dirán: “Enseñar esto va en contra de la doctrina de la Trinidad y es herético. Decir que Cristo es el Espíritu es mezclar las tres Personas de la Trinidad”. Sin embargo, nosotros no seguimos la doctrina tradicional de la Trinidad, antes bien, seguimos la Palabra de Dios, la cual dice claramente que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante.
En 2 Corintios 3:17 Pablo dice: “Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Por una parte, Pablo dice que el Señor es el Espíritu; por otra parte, habla del Espíritu del Señor. Según el contexto, el Señor en 2 Corintios 3:17 se refiere a Cristo el Señor (2 Co. 2:12, 14-15, 17; 3:3-4, 14, 16; 4:5). Este pasaje de la Biblia dice enfáticamente que Cristo es el Espíritu.
La expresión el Espíritu del Señor se emplea en 2 Corintios 3:17 y en Hechos 8:39. Según el contexto de todo el libro de Hechos, esta expresión se refiere a Jesucristo. Lo mismo es verdad en 2 Corintios 3:17, donde alude al Señor como Espíritu. En este versículo Pablo dice que el Señor es el Espíritu.
En 2 Corintios 3:18 Pablo añade: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. La expresión el Señor Espíritu puede considerarse un título compuesto, tal como el Padre Dios y el Señor Cristo. Una vez más, esta expresión demuestra que el Señor Cristo es el Espíritu y viceversa. Puesto que el Señor es el Espíritu y el Espíritu es el Señor, al Señor se le llama el Señor Espíritu. El es el Cristo pneumático.
En el Evangelio de Marcos vemos a Jesús, mientras que en el libro de Hechos figura el Espíritu del Señor y el Espíritu de Jesús. Luego, en 1 Corintios 15:45 Pablo habla de Cristo como Espíritu vivificante. Ciertamente el postrer Adán es el Jesús que presenta el Evangelio de Marcos. Pablo dice que el postrer Adán se hizo Espíritu vivificante. Esto sucedió por medio del proceso de muerte y resurrección.
Podemos decir que el Espíritu de Jesús es la transfiguración de Jesús. El Señor Jesús era la semilla que pasó por la muerte y la resurrección. En resurrección, El, el postrer Adán, “floreció” y fue hecho el Espíritu vivificante. Así que, se puede decir que el Espíritu vivificante es el florecimiento del Señor en calidad de semilla quien pasó a través de la muerte y la resurrección. Utilicemos la semilla de clavel como ejemplo. Tanto la semilla como el brote son el clavel. La diferencia es que el uno es el clavel en forma de semilla, mientras que el otro, en forma de brote. De igual manera, podemos decir que la semilla en Marcos es Jesús, y el brote en Hechos es el Espíritu de Jesús.
Al participar del Señor hoy, ¿participamos de El como semilla o como brote? La respuesta correcta es que le experimentamos como ambos; le disfrutamos como la semilla que se hizo el brote en resurrección.
En Romanos 8:2 Pablo habla del Espíritu de vida, y en 8:9, del Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo se relaciona con la muerte y la resurrección del Señor, y es el Espíritu de Aquel que pasó por la muerte y entró en resurrección. Ahora que este Espíritu mora en nosotros, no sólo tenemos a Cristo, sino a Cristo en Su muerte y Su resurrección.
La muerte del Señor fue una eliminación, y Su resurrección, una germinación. En Su muerte se nos puso fin, y en Su resurrección se nos hizo germinar. ¡Gloria al Señor que tenemos al Cristo que lo es todo junto con la eliminación y la germinación que realizó! El Espíritu de Cristo, por tanto, es la totalidad del Cristo que lo es todo, junto con Su muerte y Su resurrección que lo incluyeron todo. Tener al Espíritu como brote de Cristo es tener al Cristo todo inclusivo con la eliminación y la germinación que realizó. Como personas que se les puso fin y se les hizo germinar, nosotros estamos ahora en este maravilloso Espíritu.
Ya que hemos recibido el maravilloso Espíritu de Cristo, no sólo debemos orar a El, sino también alabarle. Alabémosle porque tenemos al Espíritu. Si sólo oramos y no alabamos, en nuestra experiencia seremos como los discípulos de los que habla el Evangelio de Marcos. En un sentido, Jacobo y Juan oraron cuando pidieron al Señor que les concediera sentarse el uno a Su izquierda y el otro a Su derecha en Su reino. Nosotros hoy no estamos en Marcos 10, ni siquiera en Marcos 16; estamos en Romanos 8. Puesto que este es el caso, no debemos decirle al Señor en oración que somos miserables ni que nuestra condición es lamentable. En lugar de pedirle que nos ayude con nuestros problemas, debemos alabarle porque estamos en el Espíritu todo inclusivo. En este Espíritu encontramos la vida, la fortaleza, el poder, la aptitud, la fuerza y la autoridad.
En Filipenses 1:19 Pablo escribe: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. Al igual que en Romanos 8, el Espíritu en este versículo se refiere a la totalidad del Espíritu. Por tanto, Pablo dice que su entorno redundaría en su salvación por la abundante suministración de la totalidad del Espíritu.
El libro de Filipenses no da ningún indicio de que cuando Pablo oraba al Señor le dijera que se sentía débil y que necesitaba que lo fortaleciera. Nada muestra que él orara: “Señor, Tú sabes que estoy en la prisión por amor a Ti. Te he sido fiel, Señor, pero soy débil, y necesito que me fortalezcas. Ten misericordia de mí para que pueda soportar este encarcelamiento”. Pablo no oró de esta manera ni en el libro de Filipenses ni en Hechos 16, cuando él y Silas se encontraban en la prisión. Según el relato de Hechos 16, ellos cantaron alabanzas al Señor.
Son demasiados los cristianos que oran lamentándose, y muy pocos los que están alegres y que alaban. Debemos ser cristianos llenos de gozo, de alabanzas y de júbilo. Pablo, inclusive mientras estaba en la prisión, hablaba de regocijarse en el Señor (Fil. 3:1). El sabía que por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, su encarcelamiento redundaría en su salvación y que él magnificaría a Cristo y le viviría (Fil. 1:20-21).
En Filipenses 3:7-10 Pablo dice: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe; a fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte”. Pablo estimó todas las cosas como pérdida por amor a Cristo. Estas cosas sin duda incluyen los diez elementos mencionados en mensajes previos: la cultura, la religión, la ética, la moralidad, la filosofía, el carácter, y el esfuerzo por ser espiritual, ortodoxo, santo y victorioso. Pablo estimó todas estas cosas como pérdida a fin de obtener la totalidad del Espíritu y así ser hallado en Cristo, y no en ninguna otra cosa.
Pablo también aspiraba conocer a Cristo y el poder de Su resurrección, y ser configurado a Su muerte. Una vez más vemos a Cristo, Su muerte y Su resurrección.
En Filipenses vemos que Pablo era la continuación del Señor Jesús. Al igual que el Señor, él llevó una vida en total conformidad con la economía neotestamentaria de Dios.
En el Nuevo Testamento, los veintiún libros desde Hechos hasta Judas revelan al Cristo pneumático que lo es todo. Como ya dijimos, debemos alabar al Señor por el Cristo que hemos recibido, porque El es el Espíritu que todo lo incluye. No obstante, quizás dirán algunos: “¿Quiere usted decir que lo único que debemos hacer es alabar al Señor? ¿Acaso no debemos hacer algo más?” Hacer una pregunta así es dar lugar a que crezca en nosotros la cizaña, los diez elementos que reemplazan a Cristo. Cuantas más preguntas hagamos en cuanto a lo que debemos hacer, más se sembrará en nosotros la cizaña.
Al igual que las semillas de ciertas clases de cizaña son llevadas por el aire, así las semillas de la cizaña diabólica son llevadas por el soplo del viento satánico. Tal vez alguien dirá: “Concuerdo que debemos alabar al Señor por ser el Espíritu todo inclusivo que está en nosotros. Pero sigo creyendo que debemos hacer algo mas”. Expresarse de esta manera muestra la influencia que tiene el soplo del viento satánico. Mientras sigamos pensando que debemos hacer algo por nosotros mismos, experimentaremos el fracaso y seremos distraídos de lo que hemos oído en estos mensajes.
Olvidémonos de nuestros esfuerzos por hacer algo, y alabemos al Señor porque hemos recibido la totalidad del Espíritu. Alabémosle porque recibimos de El el soplo del Espíritu en Su aspecto esencial y el bautismo en el Espíritu en Su aspecto económico. Ahora estamos en el Espíritu todo inclusivo, quien es la máxima consumación del Dios Triuno.