Mensaje 18
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En este mensaje tengo la carga de compartir algo adicional con respecto a la ley. Los creyentes han debatido mucho acerca de la ley, principalmente porque han recibido muy poca luz de la Biblia al respecto. Según la economía del Antiguo Testamento, la relación que Dios tenía con Su pueblo era basada en la ley, o sea, conforme al principio de la ley. Pero en la economía del Nuevo Testamento, Dios no se relaciona hoy con Su pueblo según la ley, sino según la fe. Así que, la ley era el principio sobre el cual Dios se relacionaba con Su pueblo en el Antiguo Testamento, mientras que la fe es el principio sobre el cual El se relaciona con nosotros en el Nuevo Testamento. Conforme a la economía antiguotestamentaria, era necesario guardar la ley para ser aceptable ante Dios. Pero en la actualidad ser aceptable a Dios tiene que ver con la fe.
El principio de la ley ha sido abolido, pero los mandamientos de la ley no. No debemos concluir que los mandamientos de la ley, tales como honrar a los padres o no robar, fueron abolidos solamente porque el principio sí lo fue. Los mandamientos de la ley, en lugar de ser abolidos, fueron elevados. Aunque nuestro contacto con Dios no se basa en el principio de la ley, es menester que nosotros observemos los mandamientos elevados de la ley.
Al llegar a este punto los adventistas del séptimo día dirían: “Sí, debemos guardar todos los mandamientos de la ley. Uno de estos mandamientos es guardar el sábado. Basándonos en lo que usted dijo acerca de no abolir los mandamientos de la ley, nosotros le decimos que debemos guardar el sábado”. Aunque los mandamientos de Dios no fueron abolidos, uno de estos mandamientos, la ley acerca de guardar el sábado, no está relacionado con la moralidad. Más bien, es una ley ritual. Un rito es una formalidad, una sombra, que ya no necesitamos observar en la actualidad. Por ejemplo, no es necesario ofrecer los sacrificios de animales, ¿verdad? Asimismo, ya no necesitamos guardar el sábado. En el Antiguo Testamento, o sea en la edad de las sombras, eran necesarios los sacrificios, las fiestas, y la observancia del sábado. Pero ahora estamos en la era de realidad. Nuestro sacrificio no es un cordero ni un macho cabrío, sino Cristo, la realidad de todos los sacrificios del Antiguo Testamento. Del mismo modo, nuestro reposo no es un día específico, sino Cristo. Debido a que Cristo, la realidad, está presente, se han acabado todas las sombras. Puesto que el mandamiento acerca de guardar el sábado es un mandamiento ritual, y no un mandamiento moral, no tenemos la obligación de guardarlo hoy en día. Este mandamiento no está relacionado con la moralidad, sino con la sombra, la formalidad, la cual ya pasó.
El principio de la ley debe dejar una impresión profunda en nosotros. La manera en que Dios se relaciona con Su pueblo siempre depende de cierto principio. Por ejemplo, Dios se relacionó con Abraham basándose en Su promesa. No le dio a Abraham los mandamientos de la ley, sino sólo le dio la promesa. Por lo tanto, Dios hizo con Abraham conforme a Su promesa. La promesa que Dios hizo a Abraham llegó a ser el principio según el cual Dios se relacionó con él. Más tarde, Dios dio la ley a los hijos de Israel por medio de Moisés. La ley dada en el monte Sinaí llegó a ser el principio sobre el cual Dios se relacionó con los hijos de Israel. De esta manera la ley vino a ser el principio sobre el cual Dios se relacionó con Su pueblo en el Antiguo Testamento. Ahora en el Nuevo Testamento Dios se relaciona con los creyentes según la fe, y no según la ley. Este punto se desarrolla en los libros de Romanos y Gálatas. Si usted lee estos libros, verá que Dios trata con los creyentes en Cristo no según la ley, sino según la fe. En los tiempos antiguotestamentarios, Dios aceptó a la gente conforme a la ley. Si alguien quería que Dios lo aceptara, tenía que satisfacer los requisitos de la ley. Pero ahora Dios nos acepta, no según la ley, sino según nuestra fe en Cristo, o sea, si hemos creído en El o no. Por lo tanto, el hecho de que Dios nos acepte se basa en la fe.
El hecho de que Dios ya no trate con nosotros los creyentes conforme al principio de la ley, no significa que los mandamientos de la ley antigua fueron abolidos. Por ejemplo, los primeros dos mandamientos de la ley antigua tenían que ver con que no tengamos otros dioses ni hagamos imágenes. Decir que el principio de la ley fue abolido no significa que sus mandamientos fueron abolidos. Por el contrario, según el Nuevo Testamento, estos mandamientos son recalcados, fortalecidos y elevados. En el Antiguo Testamento se nos dice que no debemos hacer una imagen material, pero en el Nuevo Testamento, se nos dice que la codicia es una forma de idolatría (Col. 3:5). La avaricia es un ídolo. Con esto vemos la elevación del mandamiento referente a la idolatría. Sí, el principio de la ley fue abolido, pero no los mandamientos de la ley. El mandamiento acerca de honrar a nuestros padres nunca fue abolido. En el Nuevo Testamento este mandamiento se repite, y es fortalecido y elevado. En estos días debemos honrar a nuestros padres mucho más que lo hicieron anteriormente los hijos de Israel.
Hemos visto que el Señor Jesús también elevó los mandamientos acerca del asesinato y del adulterio. Debido a que los mandamientos del Antiguo Testamento referente al asesinato y al adulterio no eran adecuados, el Señor los complementó. El antiguo mandamiento en cuanto al asesinato no abarcó el odio y el enojo. Así que, el Señor complementó la ley antigua acerca del asesinato diciendo que cualquiera que se enoje con su hermano será reo de juicio. También complementó el mandamiento referente al adulterio diciendo que cualquiera que mire a una mujer lujuriosamente ha cometido adulterio en su corazón. Con estos ejemplos vemos que las leyes morales nunca fueron abolidas; más bien, fueron elevadas. Los diez mandamientos han sido repetidos y elevados en el Nuevo Testamento excepto el cuarto mandamiento, el de guardar el sábado. Este mandamiento se ha terminado porque no está relacionado con la moralidad. Al contrario, es un mandamiento ritual.
Ahora llegamos a la verdadera carga de este mensaje. Sí, en el Nuevo Testamento la salvación se basa en el principio de la fe; no tiene nada que ver con la ley. Todos fuimos salvos por la fe, y no por guardar la ley. Pero después de ser salvos, debemos vivir según una norma más alta que la de la ley antigua. Nunca debemos pensar que tenemos plena libertad para ser indisciplinados, descuidados, o aun inmorales sólo porque nuestra salvación no se basa en la ley. El hecho de que Dios no se relacione con nosotros conforme al principio de la ley, no debe servirnos como base para pensar que no es necesario prestar atención a los mandamientos de la ley. Todos los que creen esto han sido embotados por lo que se enseña en cierta parte del cristianismo de hoy. Debemos ser sobrios. Repito, después de haber sido salvos, necesitamos vivir según una norma más elevada que la de la ley antigua. Nuestra norma tiene que ser más alta que los requisitos de la ley. La ley requiere que no asesinemos a nadie, pero ni siquiera debemos enojarnos con otros. Aun si decimos a nuestro hermano: “Raca”, una expresión de menosprecio, o: “Moreh”, una palabra de condenación que significa rebelde, estaremos en peligro de juicio. Aunque no matemos a nuestro hermano, si tan sólo le llamamos necio o rebelde, nos encontraremos en serios problemas.
En Mateo 5 el Señor Jesús habló del asesinato y del adulterio. El asesinato tiene que ver con nuestro mal genio, y el adulterio con nuestra lujuria. Nuestro mal genio y nuestra lujuria constantemente nos perjudican y perturban. Si fuéramos piedras, no nos molestarían estas dos cosas. Por mucho que uno moleste, insulte u ofenda a una piedra, ella nunca reaccionará, porque no tiene genio. Además, una piedra no tiene concupiscencia. Por lo tanto, nunca es tentada por la lujuria. Pero a diario nuestro mal genio o nuestra concupiscencia nos perturba. ¡Cuán fácil es que nos irritemos o que seamos ofendidos! Es posible que algunos de nosotros seamos ofendidos al menos diez veces al día. Tal vez usted sea ofendido por su cónyuge, por sus hijos, por sus vecinos o por sus parientes políticos. Aun es posible que sus zapatos, la estufa o la tetera le ofendan. Conozco a algunas hermanas que han sido ofendidas por sus cocinas; parece que su enojo nunca se podrá agotar. Otros tienen problemas con la lujuria. Por eso, señalé en uno de los mensajes de estudio-vida de Génesis, que nadie debe estar solo con un miembro del sexo opuesto por algún período de tiempo. Si lo hace, será tentado por su feroz lujuria.
Uno debe vencer su mal genio y sus concupiscencias si quiere vivir según una norma de moralidad más elevada que la de la ley antigua. Puede ser que usted diga que esto no es fácil de hacer. Es cierto, no es fácil. Es por eso que necesitamos a Cristo. Es por eso que necesitamos otra vida. ¡Cuánto necesitamos permanecer con Cristo! Tenemos que hacer contacto con El no sólo día tras día, sino hora tras hora. Debido al mal genio y a la concupiscencia que están en nuestro interior, necesitamos permanecer en una comunión continua con El. Debemos reconocer que no somos ni madera ni piedra. Si fuéramos madera o piedra, no tendríamos nada por lo cual preocuparnos en lo tocante al enojo y a los deseos carnales. Pero, puesto que somos seres vivientes, tenemos estas dos cosas en nuestro ser. ¿Acaso no tiene usted tanto el mal genio como la lujuria en su interior? En cualquier momento es posible tropezar por causa del mal genio o ser tentados por la lujuria. ¡Estemos alerta! Vigilemos y oremos con respecto a estos dos “demonios”, nuestro mal genio y nuestra lujuria. Después de ser salvos conforme al principio de la fe, necesitamos llevar una vida más elevada, una vida con la norma moral más alta. Esta vida, con su norma superior, es la que vence nuestro mal genio y nuestra concupiscencia.
Semana tras semana muchos son embotados por las enseñanzas del cristianismo, las cuales ni advierten a los cristianos ni les dicen la verdad. Pocos reciben la advertencia de que el enojo y el menosprecio o condenación a otros les causará muchos problemas, así como la entrega a sus lujurias. Aun por menospreciar en algo a nuestro hermano, seremos reos de juicio (5:22). Esto no significa que pereceremos. No, una persona salva nunca perecerá, y nadie que está perdido tendrá los requisitos para presentarse ante el tribunal de Cristo. Sólo los que han sido salvos según el principio de la fe, estarán capacitados para estar allí. Pero no pensemos que es imposible que usted tenga un problema ante el tribunal de Cristo. Tal vez diga al Señor: “Nunca robé un banco ni asesiné a nadie”. Pero el mero acto de perder la paciencia podría traerle a usted condenación.
En Mateo 5:22 el juicio de los creyentes en el tribunal de Cristo se describe con tres clases de juicio según la historia del pueblo judío: el juicio en la puerta de la ciudad, el juicio ante el sanedrín y el juicio de la Gehena de fuego. Estos tres niveles de juicio se refieren a un solo juicio: el del tribunal de Cristo. Nosotros los cristianos, quienes hemos sido salvos conforme al principio de la fe, no seremos juzgados en el trono blanco mencionado en Apocalipsis 20. Al contrario, seremos juzgados en el tribunal de Cristo mil años antes del juicio en el trono blanco. El juicio que se ejecuta en el gran trono blanco será para los incrédulos y tendrá que ver con su perdición eterna. Pero el juicio ejecutado en el tribunal de Cristo será para los creyentes y tratará sobre si recibirán un galardón o un castigo.
Aunque muchos de ustedes estuvieron en el cristianismo por muchos años, probablemente nunca oyeron un mensaje tan serio. ¿Acaso oyó usted un sermón en el cual se le dijo que, aunque usted es salvo por la fe mediante la gracia, es necesario que viva conforme a una norma moral más elevada que la que se requiere bajo la ley antigua? ¿Acaso le dijeron a usted que debe vivir una vida en la que nunca se enoje ni mire a una mujer para codiciarla? La ley superior, la del reino de los cielos, no sólo toca los actos externos, sino también los motivos internos. ¡Cuán alta es la norma de esta ley! La advertencia dada por el Señor con respecto a la norma de esta ley es seria. Incluso habla de ser echado en la Gehena de fuego. Vuelvo a decir que esto no significa que los creyentes perecerán. El pobre cristianismo sólo dice a los hombres que van a ir a los cielos o al infierno. Pero la Biblia afirma claramente que después de haber sido salvos conforme al principio de la fe, debemos cumplir todos los requisitos de la nueva ley. La ley ya no es el principio según el cual somos salvos, pero sí es la norma de moralidad que debemos satisfacer. El principio de la ley fue abolido, pero la moralidad que los mandamientos de la ley requieren permanece y ha sido elevada. No debemos pensar que no es necesario ocuparnos de la moralidad porque no somos salvos por la ley. Este es un concepto completamente erróneo. El punto crítico de la promulgación del Señor con respecto a la ley es que no necesitamos guardar la ley para poder ser salvos, pero sí es necesario que mantengamos una norma de moralidad mucha más elevada que la norma de la ley antigua después de ser salvos por la fe.
Después de escuchar todo esto, es posible que usted diga que no puede cumplir con ello. Es bueno decir que no podemos hacerlo, porque es necesario que Cristo entre en nosotros. Aquel que plenamente satisfizo la ley y que murió por nosotros ha entrado en nosotros en resurrección para ser nuestra vida. La advertencia que el Señor da en Mateo 5 debe obligarnos a permanecer con Cristo. Debemos vivir diariamente con temor y temblor. Debemos decir: “Tengo que quedarme muy cerca al Cristo resucitado. Debo ser uno con El. Necesito confiar en El y depender de El. Debido a que la norma de moralidad del reino de los cielos es demasiado alta para que yo la satisfaga, tengo que permanecer con el Señor. Tan sólo por enojarme con mi hermano, podría quemarme en el fuego”. ¡Cuán serio es esto!
Cuando algunos maestros cristianos oigan esto, tal vez dirán: “Es herético enseñar que los salvos se quemarán en el fuego”. Vuelva a leer Mateo 5. Las palabras de este capítulo no fueron dirigidas a los incrédulos, sino a los discípulos, los salvos, los hijos de Dios. Si ellos no refrenan su enojo, serán echados en la Gehena de fuego. Quizás algunos dirían: “Esta es la Gehena de fuego y no el lago de fuego”. No discutamos acerca de cuál fuego es, porque aun el fuego más pequeño puede causarnos mucho sufrimiento. Cada domingo, muchísimos cristianos se llenan de las enseñanzas azucaradas. Nunca han oído la palabra de cordura hallada en Mateo 5. Agradecemos al Señor por Su misericordia y Su gracia y por la fe que nos dio mediante la cual somos salvos. ¡Cuán maravilloso es ser salvo por la fe! Pero como personas salvas, debemos escuchar lo seria que es la palabra de advertencia! Incluso el enojo para con nuestro hermano puede llevarnos a ser quemados en la Gehena de fuego.
El pensamiento de ser quemado por fuego se halla tanto en 1 Corintios 3 como en Hebreos 6. En 1 Corintios 3:15 dice: “Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Aunque éste será salvo, lo será pasado por fuego. Hebreos 6:7 y 8 dicen: “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos para los cuales es labrada, participa de la bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. En estos versículos los creyentes son comparados con la tierra, la cual tiene la capacidad de producir hierba aprobada por Dios o espinos y abrojos que serán quemados. ¡Cuán terrible sería pasar por tal fuego! Más aún, en Apocalipsis 2:11 el Señor dijo: “El que venza, no sufrirá ningún daño de la segunda muerte”. Con esta palabra se da a entender que los cristianos derrotados sufrirán daño de la segunda muerte, el lago de fuego (Ap. 20:15). Sufrir daño de la segunda muerte equivale a ser tocado por el lago de fuego. Ciertamente ninguno de nosotros quiere que el lago de fuego le toque.
La idea de que los creyentes sean juzgados y posiblemente sufran daño por el fuego no es compartido por el calvinismo ni por el arminianismo. Según el calvinismo, una vez que seamos salvos, así seremos para siempre, y no habrá ningún otro problema. En cierto sentido esto está correcto, pues una vez que somos salvos, lo somos eternamente. Sin embargo, no debemos decir que no habrá otros problemas. Existe la posibilidad de ser quemados en el fuego. Según el arminianismo, algunos pueden ser salvos por la mañana y perder su salvación en la noche. Su salvación sube y baja como un ascensor. Ni el calvinismo ni el arminianismo concuerda con la palabra pura de la Biblia. La Biblia revela que somos salvos por la eternidad; pero después de ser salvos, necesitamos vencer toda cosa pecaminosa. Si no, recibiremos disciplina, castigo. Si usted no se arrepiente confesando su pecado, sino que se queda en el adulterio, en la era venidera será echado en el fuego y quemado, no como perdición eterna, sino como un castigo limitado a la dispensación.
La edad en que vivimos es una edad de fornicación y de adulterio. Todos los países están llenos de inmoralidad. Muchísimos han sido embotados por el “ajo” y han perdido su capacidad para sentir lo pecaminoso que es. ¡Que esto nos haga sobrios! Tenemos que apartarnos y guardarnos de esta tendencia. Nada ofende más a Dios que la fornicación, la cual perjudica al hombre que El creó a Su imagen. Todos debemos huir de nuestro mal genio y de nuestra lujuria. ¡Huya de su mal genio! ¡Huya de su lujuria! No es cosa insignificante que nos enojemos o que nos entreguemos a la lujuria. Entregarnos a estas cosas podría hacer que seamos quemados. Así que, necesitamos prestar atención a esta palabra de cordura, la cual nos obligará a estar cerca de Cristo. Necesitamos orar: “Señor, tengo el mal genio y la lujuria dentro de mí. Pero, Señor, te doy las gracias porque Tú estás en mi espíritu. Señor, no quiero permanecer en mi lujuria física, ni en mi enojo psicológico. Quiero permanecer en mi espíritu junto a Ti, querido Señor Jesús”. Aquí tenemos nuestra salvación, nuestro rescate, nuestra santidad: día y noche tenemos que permanecer con el Señor Jesús en nuestro espíritu, acudiendo a El, haciendo contacto con El y confiando en El.
El mal genio, un problema para todos los cristianos, es como una ardilla terrestre: está escondido, es sutil y prevaleciente. Todos debemos estar alerta al respecto. La lujuria también es un gran problema. Siento decir que aun entre los santos han habido varios casos de fornicación. ¡Qué vergüenza es ésta! Entre los santos nada es más vergonzoso que la fornicación o el adulterio. Esto perjudica a las personas que Dios creó, daña la vida de iglesia y también el testimonio de la iglesia. El apóstol Pablo nos advirtió una y otra vez que ningún fornicario tendrá parte en el reino de Dios (1 Co. 6:9-10; Gá. 5:19-21; Ef. 5:5). Los creyentes que cometen adulterio o fornicación están acabados con respecto al reino de los cielos. El pueblo del reino debe tener el nivel más alto de justicia. No se enoje ni mire a una mujer para codiciarla. ¡Tenga cuidado! Necesita considerar estos asuntos con toda seriedad y terminar con su raíz. Esta palabra no es una amenaza, sino una advertencia que nos obliga a permanecer cerca de Cristo.
Gracias al Señor porque tenemos el Evangelio de Mateo así como el Evangelio de Juan. Necesitamos confiar en la vida revelada en el Evangelio de Juan. ¡Aleluya, tenemos esta vida! Es la vida de resurrección, la vida vencedora. Cristo ya venció y ahora, en resurrección, El vive en nosotros. Esta es la vida por la cual satisfacemos los requisitos más altos del reino de los cielos.
Debemos entender muy claramente el hecho de que en realidad no estamos guardando la ley. Por el contrario, estamos andando conforme al espíritu. Romanos 8:4 dice que cuando andamos conforme al espíritu, espontáneamente satisfacemos todos los justos requisitos de la ley. No intentamos guardar la ley, porque cuanto más tratamos de guardarla, más la quebrantamos. Este hecho se revela plenamente en Romanos 7 donde lo hallamos registrado. Hoy en día no estamos bajo la ley ni estamos obligados a guardarla. Estamos libres de la ley y ahora andamos conforme al espíritu. Dentro del espíritu está el Rey, Cristo, quien es nuestra vida de resurrección. Al andar nosotros conforme al espíritu, cumplimos con los requisitos de la ley superior.
Creo que ahora tenemos un concepto claro acerca de la ley. Podemos decir a otros que el principio de la ley ya pasó, pero los mandamientos de la ley permanecen y han sido elevados. Aunque nosotros no somos capaces de satisfacer la norma de estos requisitos, tenemos la vida de resurrección en nuestro espíritu. Por lo tanto, no es necesario que guardemos la ley en el sentido de esforzarnos por hacerlo, sino que andemos conforme al espíritu. Cuando andamos conforme al espíritu, espontáneamente satisfacemos todos los requisitos de la ley y tenemos la norma de moralidad más alta. Este es el testimonio de Jesús, el testimonio de la iglesia. Esta es la vida adecuada de iglesia, la realidad del reino de los cielos.