Mensaje 54
En Mt. 19:1-22 tenemos los requisitos del reino, y en los versículos del Mt. 19:23-30, la recompensa del reino. Mt. 20:1-16 presenta la parábola de la recompensa del reino. En este mensaje consideraremos la recompensa del reino, y la parábola acerca de esta recompensa.
Los versículos 23 y 24 dicen: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”. En el versículo 24 se menciona el reino de Dios en vez del reino de los cielos mencionado en el versículo 23, porque hasta esta coyuntura el reino de los cielos aún no había venido, pero el reino de Dios ya estaba presente. Por eso el Señor usó el término “el reino de Dios”.
La palabra del Señor acerca de que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios, indica que es imposible entrar en el reino de Dios por medio de la vida natural.
El versículo 25 dice: “Los discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?” Como la mayoría de los cristianos de hoy, los discípulos confundieron la salvación con la entrada al reino de los cielos. Lo que el Señor dijo al joven estaba relacionado con la entrada al reino de los cielos (vs. 23-24), pero los discípulos pensaron que se refería a la salvación. El concepto que tenían de la salvación era natural y común. No captaron la revelación que el Señor dio acerca de entrar en el reino de los cielos.
En el versículo 26 el Señor les dijo: “Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible”. Es imposible entrar en el reino de los cielos mediante nuestra vida humana, pero sí es posible por medio de la vida divina de Dios, la cual es Cristo mismo, quien nos es impartido para que podamos vivir la vida del reino. Por medio del Cristo que nos fortalece para hacer todas las cosas (Fil. 4:13), podemos cumplir con los requisitos del reino.
En el versículo 27 Pedro le dijo al Señor: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué habrá, pues, para nosotros?” Es como si Pedro dijera: “No importa cuán difícil sea entrar en el reino, nosotros, como el camello, hemos pasado por el ojo de la aguja. Ya que lo hemos dejado todo y te hemos seguido, ¿qué habrá para nosotros?” El concepto de Pedro era muy comercial. El Señor le contestó como solía hacerlo, de una manera clara y definida.
La recompensa del reino consta de dos partes. La primera parte pertenece a esta era, y la segunda, a la era venidera. La primera parte de la recompensa del reino se relaciona principalmente con cosas materiales y naturales. Si por causa del reino o por causa del nombre del Señor lo abandonamos todo, el Señor nos recompensará al ciento por uno. En el versículo 29 el Señor dijo: “Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por causa de Mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”. Recibir cien veces más casas, tierras y parientes, es ser recompensados en esta era (Mr. 10:30). Esto se refiere a disfrutar hoy en día la comunión de los hermanos y hermanas en el Señor, junto con sus posesiones. Yo puedo dar testimonio de que lo he dejado todo para seguir al Señor, incluyendo a mis parientes. Yo apenas tengo algún amigo fuera de la iglesia local. Pero tengo centenares de hermanos, hermanas y madres. En la vida de iglesia todos tenemos muchas madres, hermanas y hermanos. En cierto sentido, aquellos que están en la vida de iglesia me aman más que mis parientes en la carne. Esto es una recompensa. Debemos creer la promesa del Señor de que si lo dejamos todo y seguimos al Señor, recibiremos una recompensa, incluso en esta era.
En el versículo 29 el Señor también habla de heredar la vida eterna. Heredar la vida eterna es ser recompensados en la era venidera (Lc. 18:29-30) con el disfrute de la vida divina en la manifestación del reino de los cielos. En dicha manifestación participaremos en el disfrute de la vida eterna en el reino milenario junto con el Señor Jesús. Esto será más grande que el primer aspecto de la recompensa del reino, el cual recibiremos en esta era.
En el versículo 28 dice: “De cierto os digo que en la restauración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de Su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. La regeneración es la restauración que vendrá en la edad del reino (Hch. 3:21), después de la segunda venida del Señor. En el reino venidero los vencedores se sentarán en tronos para reinar sobre la tierra (Ap. 20:4). Los primeros doce apóstoles, incluyendo a Pedro, juzgarán a las doce tribus de Israel, y los demás vencedores reinarán sobre las naciones (Ap. 2:26).
Pedro, después de escuchar la respuesta del Señor, no tuvo más que decir y se quedó callado. Pero el Señor añadió: “Pero muchos postreros serán primeros, y postreros, primeros” (v. 30). Muchos cristianos usan este versículo, pero la mayoría lo usa incorrectamente. Me preocupa que muchos entre nosotros no entienden este versículo apropiadamente. Algunos dicen que una persona que recientemente ha sido salva y que tiene bastante experiencia es un ejemplo de uno que es postrero y llega a ser primero. Pero ésta es una interpretación natural. Otros dicen que los más jóvenes, quienes son postreros, han llegado a ser primeros, y que nosotros, los más viejos, estamos atrasados y llegamos a ser postreros. Este también es un entendimiento natural. El Señor, sabiendo que tomaríamos Su palabra de una manera natural, dio la parábola en Mateo 20:1-16 para explicar el significado de este versículo. La palabra “Porque”, al principio del versículo 1, indica que esta parábola es una explicación de Mateo 19:30. Además, en el versículo 16 del capítulo veinte, el Señor vuelve a decir que los últimos serán postreros y que los postreros serán los primeros. Esto también demuestra que la parábola interpreta lo que el Señor dijo en el capítulo diecinueve.
A fin de entender Mateo 19:30 y la parábola presentada en el siguiente capítulo, necesitamos ver que Pedro tenía una mentalidad muy comercial, la cual se puso a manifiesto en 19:27, cuando él preguntó: “¿Qué habrá, pues, para nosotros? En otras palabras, Pedro decía: “Señor, nosotros hemos pagado el precio. Ahora, ¿qué nos darás?” En el supermercado pagamos cierto precio y recibimos a cambio algo con cierto valor. Obtenemos el equivalente de lo que pagamos. Este era el concepto de Pedro. El dijo que ellos lo habían dejado todo para seguir al Señor, es decir, que habían pagado el precio completo. El quería saber qué obtendría a cambio por el precio que había pagado. El Señor Jesús fue justo y contestó a Pedro claramente en Mateo 19:28-29. El Señor parecía decir: “Cuando Yo me siente en el trono de Mi gloria, vosotros se sentarán en doce tronos. Pedro, esto es lo que recibirás por lo que has pagado. Todo el que haya dejado casas o parientes por causa de Mi nombre recibirá una recompensa en dos partes: la primera parte en esta era, y la segunda, en la era venidera. En esta era recibirán cien veces más para reemplazar las cosas materiales que hayan dejado. Y en la era venidera tendrán el pleno disfrute de la vida eterna”. La respuesta del Señor fue clara y justa, y yo creo que Pedro quedó satisfecho con ello.
Sin embargo, el Señor no dejó en paz a Pedro, pues él necesitaba una lección adicional. Por lo tanto, el Señor le dijo que muchos, pero no todos, de los que eran primeros, serían postreros, y los postreros, primeros, indicando que muchos, como Pedro, quienes eran primeros, serían los postreros en recibir la recompensa. El Señor dijo esto para efectuar un cambio radical en la mentalidad comercial de Pedro. Es como si el Señor le dijera a Pedro: “Aquellos que son primeros, serán los últimos, y los últimos serán los primeros. Te digo esto para mostrarte que lo que Yo te doy no está basado en tu sentido comercial. Aunque tú debes pagar para recibir la recompensa del reino, este intercambio no es un asunto comercial. En realidad el precio que tú tienes que pagar no significa nada”.
Por supuesto, lo mismo es verdad para nosotros hoy. Lo que hemos dejado no significa nada. Aun si el presidente de los Estados Unidos dejara la presidencia para recibir la recompensa del reino, eso no significaría nada. Pero lo que el Señor nos da, significa mucho. Si usted paga un dólar por algún artículo en un almacén, usted recibirá algo que valga un dólar; y si paga cien dólares, recibirá algo con un valor de cien dólares. Pero ante el Señor, el precio que pagamos por la recompensa que El nos da, son sólo unos cuantos centavos, pero la recompensa que El nos da, vale millones. ¿Qué podríamos pagar para recibir el disfrute pleno de la vida eterna? El pleno disfrute de la vida eterna en la manifestación del reino no tiene precio. El precio que pagamos no puede compararse con la recompensa que recibiremos. Recibir tal recompensa no es una transacción comercial; no es un asunto de pagar cierta cantidad y de recibir algo que iguale su valor.
En realidad, lo que pagamos es estiércol (Fil. 3:8), pues todo aparte de Cristo es estiércol. El Señor parecía estar diciendo a Pedro: “Pedro, en el reino te sentarás en un trono y reinarás sobre los hijos de Israel. Esto será el reinado. Pedro, date cuenta de que todo lo que has dejado para obtener esto es estiércol. ¿Crees que puedes comprar el reinado con estiércol? Si pretendes pagarme con estiércol, Yo no lo aceptaría. En cambio, yo te diría que te deshagas de esas cosas. Aunque el precio que pagues no sea más que estiércol, Yo te recompensaré con el reinado”. Pedro, quien tenía una mentalidad comercial, necesitó ser reeducado por el Señor Jesús. El Señor era sabio y se mostraba paciente para con él, dándole una larga parábola para explicar lo que quería decir cuando declaró que los primeros serían postreros, y los postreros, primeros.
En Mateo 20:1-2 leemos: “Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, dueño de casa, que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña”. Aquí el dueño de casa alude a Cristo. La mañana significa a las seis de la mañana, y denota la primera parte de la era de la iglesia, cuando Cristo vino para llamar a Sus discípulos a que entraran en el reino. Los obreros son los discípulos y la viña es el reino. El convenio referido en el versículo 2, indica el contrato que el Señor hizo en Mateo 19:27-29. El denario denota la recompensa que El ofreció a Pedro en el trato que hizo con él en estos versículos.
Los versículos 3 y 4 dicen: “Saliendo cerca de la hora tercera, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron”. La tercera hora era las nueve de la mañana, lo cual denota la segunda parte de la era de la iglesia. La palabra “desocupados” indica que todo el que no trabaje en el reino de los cielos se encuentra desocupado en el mundo, el cual es representado por la plaza.
El versículo 5 dice: “Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo”. La sexta hora, el mediodía, denota la parte intermedia de la era de la iglesia; y la hora novena, las tres de la tarde, denota la cuarta parte de la era de la iglesia.
Los versículos 6 y 7 dicen: “Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña”. La hora undécima son las cinco de la tarde, y denota la quinta parte de la era de la iglesia. Los que fueron contratados a la hora undécima dijeron que estaban desocupados porque nadie los había contratado. Fuera del reino de Dios, ningún ser humano ha sido empleado por Dios. Aunque la hora era tarde, el Señor aún los envió a la viña. Incluso cerca del final de la era de la iglesia, el Señor sigue llamando a la gente a laborar en Su reino.
Según el versículo 8, el señor de la viña recompensa a los obreros al caer la tarde, esto es, a las seis de la tarde. Esto denota el final de la era de la iglesia.
El versículo 8 dice: “Al caer la tarde, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros”. El hecho de que el señor comenzara por los postreros y terminara con los primeros va en contra del concepto natural y comercial, e indica que el salario pagado a los últimos obreros no corresponde a su trabajo, sino al deseo del Señor de la viña, el cual se basa en Su gracia.
Los versículos 9 y 10 dicen: “Y al venir los que habían sido contratados cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que recibirían más; pero también ellos recibieron cada uno un denario”. Aquí vemos que tanto los últimos como los primeros recibieron el mismo salario. Estos primeros obreros incluyeron a Pedro, quien hizo un trato con el Señor en Mateo 19:27-29.
Para sorpresa de los que fueron contratados primero, los últimos fueron los primeros en recibir la recompensa, aunque ellos habían trabajado sólo una hora y no durante el calor abrasador del día. Así que, cuando los que fueron contratados primero vieron que los últimos recibían un denario, ellos esperaban recibir mucho más. Sin embargo, ellos recibieron también un denario. Los versículos 11 y 12 dicen: “Y al recibirlo, murmuraban contra el dueño de la casa, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso del día y el calor abrasador”. Los que fueron contratados primero no sabían de Romanos 9:14-15 y 20. No hay injusticia alguna en el Señor. El tendrá misericordia de quien tenga misericordia. ¿Quiénes eran ellos para altercar con el Señor? El concepto natural de Pedro, el cual representa el concepto de todos los creyentes, era comercial; él no conocía el deseo ni la gracia del Señor. Así que, murmuró contra el Señor de acuerdo a la legalidad.
El versículo 13 dice: “El, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario?” Con las palabras “uno de ellos” no hay duda de que el Señor se refería a Pedro. El acuerdo mencionado en este versículo se refiere al contrato que el Señor hizo con Pedro en Mateo 19:27-29. Aquí el Señor parecía estar diciendo: “Pedro, nosotros hicimos un contrato. Yo no te debo nada, porque te he dado lo que te prometí. Pero me gustaría mostrarte que mi recompensa no tiene que ver con lo comercial, sino con la gracia. Pedro, tú necesitas aprender la lección de la gracia. La recompensa se basa en la gracia y concuerda con Mi deseo. Por causa de Mi gracia, Yo deseo dar a los que contraté al último el mismo pago que prometí darte a ti. ¿Qué hay de malo en esto?”
El versículo 14 continúa diciendo: “Toma lo que es tuyo, y vete; quiero dar a este postrero como a ti”. Con esta respuesta enfática el Señor le indicó a Pedro que le había dado lo que El pensaba que merecía. Pero el Señor tiene el derecho de dar el mismo salario a los últimos obreros que contrata, según Su propio deseo, en conformidad con Su gracia y no con las obras. Esto deshizo la mentalidad natural y comercial de Pedro, y corrigió su concepto.
El versículo 15 dice: “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?” Al hablar Pedro con el Señor en 19:27, tenía una mentalidad netamente comercial, que se basa en el principio de las obras y no en el de la gracia. En la respuesta que el Señor le dio, indicó contundentemente que El recompensa a quienes lo siguen no según valores comerciales sino según Su deseo y gracia. Los discípulos deben dejarlo todo y seguir al Señor si quieren recibir el reino de los cielos; pero lo que El les da como recompensa será mucho más de lo que ellos merecen. No corresponde, entonces, a los principios comerciales, sino al beneplácito del Señor. Esto es un incentivo para Sus seguidores.
En el versículo 16 el Señor concluye esta parábola: “Así, los postreros serán primeros, y los primeros, postreros”. Los postreros son los obreros contratados por la tarde, y los primeros son los que fueron contratados temprano. En cuanto al trabajo, los primeros anteceden a los postreros, pero en cuanto a recibir la recompensa, los postreros llegan a ser los primeros. De este modo el Señor hace que los postreros sean primeros, y los primeros, postreros. Por lo tanto, la recompensa no es un asunto legal, sino un asunto de gracia.
No debemos tener una mentalidad comercial. La salvación se basa en la gracia. El Señor Jesús ha realizado todo por nosotros, por lo que no hay necesidad de que hagamos nada. Sin embargo, la recompensa del reino corresponde a nuestra labor, según el precio que paguemos. Si pagamos el precio, entonces el Señor nos dará una recompensa. Puede parecer que la recompensa fuese comprada por nuestro trabajo. Si pensamos de esta forma, entonces seremos como Pedro con una mentalidad comercial. Necesitamos ser reeducados para ver que aun la recompensa se basa en la gracia. La manera de recibir la recompensa no es pagar por ella, sino disfrutar la gracia.
Ser salvos es recibir gracia, y ganar la recompensa es disfrutar de la gracia que hemos recibido. Cuando creímos en el Señor, recibimos la gracia y fuimos salvos. Después de recibir la gracia debemos aprender a disfrutarla. Dejar todas las cosas tras nosotros y seguir al Señor no es pagar un precio; más bien es disfrutar la gracia que hemos recibido. No debemos pensar que hemos sacrificado nada. Lo que sacrificamos es sólo estiércol; no es otra cosa que vanidad de vanidades. Todo lo que está bajo el sol es vanidad. Nuestra educación, nuestra posición, nuestro futuro, todo es pura vanidad. El estiércol no puede ser considerado como un pago. Dejar todas las cosas atrás es solamente ser descargados y liberados. Hemos estado bajo la pesada carga de nuestra posición, bienestar, y preocupación por el porvenir. Por eso, necesitamos ser descargados, y la manera de ser descargados es disfrutar de la gracia. La gracia nos descarga. Sin embargo, ser descargados por medio del disfrute de la gracia no es pagar ningún precio. En realidad no estamos pagando ningún precio. Por el contrario, estamos disfrutando de la liberación. ¡Aleluya, he sido liberado! He sido liberado de mis parientes, de mi popularidad, de mi posición, de mi futuro, y de todo; ahora estoy completamente libre. No estoy pagando ningún precio; estoy disfrutando de la gracia.
Todos necesitamos dejar nuestra mentalidad comercial. Algunos santos han dicho: “He dejado todo por la iglesia. He sufrido mucho, y ahora no tengo nada”. Siempre que he escuchado esta clase de queja, muy dentro de mí pienso: “Tú no puedes recibir nada porque todo lo que has hecho ¾abandonar todas las cosas, y sufrir¾ no lo has hecho en un espíritu apropiado. Si estuvieras en el espíritu recto, estarías agradecido, gozoso y alabando al Señor por haber sido descargado”. Si hemos dejado todo por el Señor con un espíritu recto, diríamos: “Oh Señor, te doy gracias porque no estoy llevando más la carga de posición, ambición ni preocupación por el futuro. Todos los que están ligados al mundo se hallan bajo una pesada carga, pero, Señor, yo te alabo porque he sido descargado y liberado. No estoy pagando ningún precio, sino que diariamente estoy disfrutando de la gracia. Señor, todo lo que Tú me das no es un reembolso, sino un disfrute adicional de Ti mismo”.
Pienso que nosotros nos encontramos en el último grupo de obreros, aquellos contratados a las cinco de la tarde. Pero seremos los primeros en ser recompensados, aunque no hayamos trabajado tanto como Pedro, Jacobo, Juan, y Pablo, quienes han estado trabajando durante más de veinte siglos. Ellos han laborado el día entero, bajo el calor abrasador. Pero nosotros hemos laborado por un tiempo muy corto, a lo más durante algunos años. Tal vez cuando estemos recibiendo la recompensa, Pedro le dirá a Juan: “Mira, éstos están recibiendo la recompensa antes que nosotros”. Pero eso será el cumplimiento de la palabra del Señor de que los últimos serán primeros, y los primeros, postreros. Tal vez Juan le contestará a Pedro: “Pedro, ten paciencia. Si éstos últimos están recibiendo tal recompensa, nosotros seguramente recibiremos mucho más”. No obstante, quizás Pedro y Juan se sorprendan al recibir la misma recompensa que los que fueron contratados al último. Pero el Señor tal vez dirá a Pedro y a todos los que fueron contratados primero: “¿No hice un contrato con vosotros? ¿No fue Mi promesa cumplida? No os quejéis; tomad vuestra recompensa e id al trono. ¿Acaso no tengo el derecho de hacer las cosas de acuerdo con Mi deseo? ¿Hago mal por ser bueno?” Un día recibiremos la misma recompensa que Pedro, y la recibiremos primero. La recompensa de Pedro será un denario, y la nuestra también. Este denario se refiere al pleno disfrute de la vida divina en gloria en la manifestación del reino. Esta será nuestra recompensa.