Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Mateo»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 70

JUZGADO, CRUCIFICADO Y SEPULTADO

  En este mensaje llegamos al Mt. 27. Aparentemente este capítulo no está relacionado con el reino de los cielos, pero en realidad, tiene mucho que ver con él. Si no leemos este capítulo a la luz del reino de los cielos, no podremos entenderlo adecuadamente.

  Las palabras con las que empieza el primer versículo del capítulo veintisiete indican que un asunto ha concluido y que otro está a punto de llevarse a cabo. Podemos pensar que el capítulo veintisiete es simplemente una continuación del capítulo veintiséis, pero el significado espiritual de estos capítulos es muy diferente el uno del otro. El capítulo veintiséis revela la vida capaz de vencer en el camino del reino, y a la vez pone en evidencia la vida incapaz de ser victoriosa; pero el significado espiritual del capítulo veintisiete tiene que ver con la justicia. En Mt. 27:19 la esposa de Pilato se refirió al Señor Jesús como un hombre justo, y en el versículo veinticuatro Pilato mismo también lo tuvo por justo. A pesar de esto, en este capítulo el Señor Jesús fue tratado de una manera muy injusta.

I. JUZGADO POR PILATO

A. Jesús es entregado por los líderes religiosos de los judíos a Pilato, el gobernador romano

  Los versículos 1 y 2 revelan que los líderes religiosos judíos entregaron al Señor Jesús en manos de Pilato. Pilato, oficial de Tiberio César, fue procurador romano de Judea, Palestina, desde el año 26 hasta el 35 d. de C. Su régimen terminó súbitamente poco tiempo después de haber entregado injustamente al Señor Jesús para que fuese crucificado. Pilato fue desterrado y se suicidó. En esta conspiración maligna, los judíos fanáticos convencieron al político pagano a que colaborara con ellos para matar al Señor Jesús.

B. El destino de Judas

  En los versículos del 3 al 10 vemos el destino de Judas. Cuando era joven, me turbaba el hecho de que esta narración del juicio de Cristo efectuado por Pilato mencionara el destino de Judas. Yo no podía ver la relación entre estos dos asuntos. Los versículos 1 y 2 muestran que Jesús fue entregado a Pilato por los líderes religiosos; luego, el relato del ahorcamiento de Judas comienza a partir del versículo 3. Los versículos 3 y 4 dicen que Judas “sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado traicionando sangre inocente”. Después, Judas arrojó las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes tomaron las piezas de plata, pero sabiendo que no era lícito echarlas en el erario del templo, porque era precio de sangre, compraron con ellas un campo para sepultura de los extranjeros (vs. 6-7). Ellos no quisieron tomar dinero manchado de sangre, pero en realidad lo que ellos le hicieron al Señor Jesús fue peor que lo que hizo Judas. Después de darnos un relato de todo esto, Mateo reanuda en el versículo 11 el relato del juicio de Cristo por parte de Pilato.

  Es muy significativo que Mateo haya insertado el relato del destino de Judas en la narración del juicio de Cristo efectuado por Pilato. El relato acerca de Judas también testifica de la justicia de Jesús. Aun el que traicionó al Señor Jesús comprendió al final que Jesús era un hombre justo, y que El había sido tratado injustamente. En un intento por ser justo, Judas arrojó las treinta piezas de plata, porque su conciencia no le permitió quedarse con ellas; esto es justicia. Cuando Judas devolvió el dinero, los líderes religiosos parecían decir: “No podemos aceptar este dinero para el servicio de Dios, pues es dinero manchado de sangre. Sería mejor usarlo para comprar un lote de tierra para sepultura de los extranjeros”. Esto muestra que aun los líderes religiosos tenían ciertas normas de justicia. Por tanto, este capítulo habla de la justicia.

  El reino de los cielos está edificado sobre la justicia. En Mateo 5:10 el Señor dijo: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”; y en Mateo 5:20 dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. En Mateo 6:33 el Señor nos insta a buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia. Estos versículos revelan que la justicia está íntimamente relacionada con el reino, y que el reino es edificado sobre la justicia. Debemos entender esto claramente si hemos de tocar las profundidades del capítulo veintisiete.

  En el tiempo en que Cristo fue crucificado, los judíos no tenían derecho legal para juzgarlo ni sentenciarlo. Aunque ellos podían examinar al Señor Jesús con respecto a ciertos asuntos, ellos no tenían la posición gubernamental para juzgar a nadie. Ellos eran simplemente un grupo religioso, y el gobierno no estaba bajo su control. De modo que el sanedrín de los judíos no tenía ninguna autoridad gubernamental y no tenía ninguna base para pronunciar juicio acerca de lo justo o injusto; sólo podía expresar su opinión religiosa. Por lo tanto, el verdadero juicio del Señor Jesús no se efectuó en el capítulo veintiséis, sino en el capítulo veintisiete.

C. Jesús comparece ante Pilato

  Al responder a la pregunta de Pilato, Jesús admitió que era el Rey de los judíos (v. 11). Pero ante la acusación de los líderes judíos, El no respondió nada.

  Pilato, el gobernante romano, tenía la posición para juzgar a Cristo; en principio, debería haberlo juzgado de acuerdo con la justicia. El reino de los cielos está basado en la justicia, pero el capítulo veintisiete revela que el reino de este mundo es absolutamente injusto. Este capítulo presenta un contraste entre la justicia y la injusticia: el gobierno terrenal, el reino de este mundo, es injusto; pero el reino de los cielos es justo. El Señor Jesús, el único justo, compareció ante Pilato y fue condenado a muerte por el gobierno mundano injusto. Más adelante veremos que en realidad Cristo fue juzgado y puesto a muerte por el Dios justo. Aparentemente El fue sentenciado a muerte por el gobierno terrenal injusto, cuya sentencia fue injusta; en realidad El fue condenado a muerte por Dios mismo, cuya sentencia fue justa.

  El concepto presentado en el capítulo veintisiete es verdaderamente profundo. En el capítulo veintiséis vimos un contraste entre la vida capaz de cumplir los requisitos del reino y la vida que no es capaz de ello. Ahora, en el capítulo veintisiete, vemos un contraste entre la justicia y la injusticia; el significado de este capítulo es que muestra el contraste entre el reino del mundo y el reino de los cielos. En el reino del mundo, hay injusticia; pero en el reino de los cielos, hay justicia. Por una parte, Jesús fue sentenciado y condenado injustamente a morir en la cruz; pero por otra, El fue sentenciado en justicia a morir. Jesús fue crucificado tanto justamente como injustamente. El injusto gobierno mundano lo sentenció indebidamente, puesto que Jesús era justo e inocente. Tanto Judas, que lo traicionó, como Pilato, que incluso se lavó las manos en señal de que no quería involucrarse en esa injusticia, testificaron que Cristo era un hombre justo. Como veremos más adelante, el Señor también fue sentenciado justamente a morir por la justicia de Dios. Así que, el capítulo veintisiete abarca los temas de la justicia y de la injusticia.

  Este contraste implica que el reino de este mundo no puede prevalecer, puesto que no está fundado sobre la justicia; sin embargo, el reino de los cielos y de Dios es absolutamente justo. El reino de los cielos está edificado sobre la justicia. Debido a la injusticia del gobierno terrenal, Cristo fue injustamente condenado a morir; no obstante, en realidad El fue sentenciado justamente a morir por la justicia de Dios. Por tanto, este capítulo pone en evidencia la injusticia del gobierno mundano y revela la justicia del gobierno de Dios.

  De acuerdo con la ley romana, el sanedrín actuó ilegalmente al arrestar a Cristo. Si Pilato hubiera sido justo, él habría impedido que el sanedrín hiciera esto y habría dicho: “Vosotros no tenéis el derecho de hacer esto, pues sois sólo un partido religioso. Vosotros no podéis arrestar ni juzgar a nadie; esto es ilegal”. Pero Pilato no dijo eso debido a que él era injusto y cobarde. Por temor a los líderes religiosos de los judíos actuó en contra de la ley romana, la cual era muy poderosa. El imperio romano era famoso por su ley; pero aunque su ley era poderosa, la aplicación fue débil. Pilato no alcanzó ni siquiera la justicia de Judas. Si aquel que traicionó al Señor Jesús fue capaz de decir que él había vendido sangre inocente, el gobernante de ese reino debería haber sido aun más justo que esto. No obstante, Pilato “se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este hombre” (v. 24). Esta fue una justificación cobarde e irresponsable. El versículo 26 dice: “Entonces les soltó a Barrabás; pero a Jesús, habiéndole azotado, le entregó para ser crucificado”. ¡Esto puso de manifiesto la oscuridad e injusticia de la política! Esta injusticia cumplió la profecía de Isaías 53:5 y 8.

  Cuando Jesús estaba en pie delante de Pilato, la esposa de Pilato “le mandó un recado diciendo: No tengas nada que ver con ese hombre justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de El” (v. 19). Este sueño sucedió por el arreglo soberano de Dios. La mujer de Pilato no quería que él se involucrara con este hombre justo. Según su conciencia, Pilato también sabía que Jesús era justo y que los judíos fueron injustos al arrestarlo. Además, él sabía que debía soltar a este hombre justo, pero tuvo temor de liberarlo. En el día de la fiesta se acostumbraba que el gobernador soltara a la multitud un preso, el que quisiesen. Pilato les preguntó: “¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás” (v. 21). Barrabás era uno de los peores criminales. No hay duda de que Pilato tenía la intención de liberar a Jesús y retener a Barrabás, pero el pueblo quería que liberase a Barrabás y que crucificase a Jesús. Pilato parecía estar diciendo: “Vosotros me estáis pidiendo que libere al peor de los criminales, y que crucifique a un hombre inocente”. El versículo 23 dice: “Y él dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!” Al fin, Pilato accedió por el vocerío de la multitud. Y para apaciguar su conciencia, “tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este hombre; allá vosotros” (v. 24). Luego respondió todo el pueblo y dijo: “¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!” (v. 25). Entonces Pilato les soltó a Barrabás; pero a Jesús, habiéndole azotado, le entregó para ser crucificado. ¡Qué injusticia tan grande!

  Entre los judíos la pena de muerte consistía en apedrear a la persona culpable (Lv. 20:2, 27; 24:14; Dt. 13:10; 17:5). La crucifixión era una práctica pagana (Esd. 6:11) adoptada por los romanos únicamente para la ejecución de esclavos y de los peores criminales. La crucifixión del Señor Jesús cumplió no sólo las profecías del Antiguo Testamento (Dt. 21:23; Gá. 3:13; Nm. 21:8-9), sino también las propias palabras del Señor acerca de la manera en que moriría (Jn. 3:14; 8:28; 12:32). Estas profecías no podrían haber sido cumplidas si El hubiese sido apedreado.

II. CRUCIFICADO POR LOS HOMBRES

A. Escarnecido por los soldados romanos

  Los versículos del 27 al 32 muestran cómo el Señor Jesús fue objeto de burla para los soldados paganos. Ellos lo despojaron de sus vestiduras y le echaron encima un manto de escarlata (v. 28). El versículo 29 dice: “Y trenzando una corona de espinas, la pusieron sobre Su cabeza, y en Su mano derecha una caña; y arrodillándose delante de El, le escarnecían, diciendo: ¡Alégrate, Rey de los judíos!” Las espinas son un símbolo de la maldición (Gn. 3:17-18). En la cruz el Señor Jesús fue hecho maldición por nosotros (Gá. 3:13). Después de escupirle, golpearle en la cabeza con una caña y haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron Sus vestidos y le llevaron para crucificarle (vs. 30-31). El Señor, como el Cordero pascual que iba a ser sacrificado por nuestros pecados, fue llevado como cordero al matadero, cumpliéndose así lo dicho en Isaías 53:7-8.

B. Un hombre de Cirene es obligado a llevar la cruz

  El versículo 32 dice: “Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz de Jesús”. Cirene era una ciudad colonizada por los griegos, capital de Cirenaica en el norte de Africa. Parece que Simón era un judío cireneo.

C. Llevado hasta Gólgota

  Los versículos del 33 al 44 relatan cómo el Señor fue escarnecido y puesto a muerte por los hombres. El versículo 33 dice: “Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera”. Gólgota es una palabra hebrea (Jn. 19:17) que significa calavera (Mr. 15:22; Lc. 23:33). Su equivalente latín es Calvarium, y pasó al español como Calvario. No significa lugar de calaveras, sino simplemente calavera.

D. Le dan a beber vino mezclado con hiel

  El versículo 34 dice: “Le dieron a beber vino mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo”. El vino mezclado con hiel, y también con mirra (Mr. 15:23), se usaba como bebida estupefaciente. Pero el Señor no quiso ser adormecido, pues estaba dispuesto a beber toda la amargura de la copa.

E. Crucificado

  El versículo 35 dice: “Cuando le hubieron crucificado, se repartieron Sus vestidos, echando suertes”. Los pecadores le robaron todo al Señor, cumpliéndose así lo dicho en Salmos 22:18. Esto también puso de manifiesto la oscuridad de la política romana.

F. Acusado de ser el Rey de los judíos

  Aunque los líderes religiosos judíos rechazaron al Señor Jesús como su Rey, por arreglo soberano de Dios se puso en escrito sobre la cabeza de Jesús la causa de Su condena: “EL REY DE LOS JUDIOS” (v. 37).

G. Crucificado junto con dos ladrones

  El versículo 38 dice: “Al mismo tiempo fueron crucificados con El dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda”. Esto sucedió para que se cumpliera Isaías 53:9a.

H. Lo blasfeman y escarnecen

  Los versículos 39 y 40 dicen: “Y los que pasaban blasfemaban contra El, meneando la cabeza, y diciendo: “Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, ¡sálvate a Ti mismo! Si eres Hijo de Dios, ¡desciende de la cruz!” Esto fue una repetición de la tentación del diablo en el desierto. También los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, le escarnecían, diciendo: “A otros salvó, a Sí mismo no se puede salvar. Es Rey de Israel; que descienda ahora de la cruz, y creeremos en El” (v. 42). Si el Señor se hubiera salvado a Sí mismo, no habría podido salvarnos a nosotros.

I. Recibe injurias de los ladrones que están crucificados con El

  Cuando el Señor fue crucificado, aun los ladrones que estaban crucificados con El le injuriaban, al igual que otros lo habían hecho. En Mateo 27:1-44 vemos lo que el hombre injusto hace al Justo; se mofaron de El, lo golpearon y lo crucificaron. Pilato y todos los injuriadores y perseguidores fueron injustos con El. Aun los soldados del Imperio Romano fueron injustos. Si alguno de ellos hubiera sido justo, no habría hecho nada en contra del Señor Jesús; pero el hecho de que todos actuaron contra El demuestra que todos eran injustos.

III. JUZGADO POR DIOS

A. Dios lo desampara

  Aunque todos los hombres eran injustos, a partir del versículo 45 Dios intervino de una manera justa. Este versículo dice: “Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena”. La hora sexta corresponde a las doce del día, y la hora novena a las tres de la tarde. El Señor estuvo crucificado desde la hora tercera, es decir, las nueve de la mañana (Mr. 15:25), hasta la hora novena, esto es, las tres de la tarde. Sufrió en la cruz durante seis horas. En las primeras tres horas fue perseguido por los hombres por haber hecho la voluntad de Dios. Durante las últimas tres horas fue juzgado por Dios para efectuar nuestra redención; en este período Dios lo consideró como nuestro sustituto, quien sufrió por nuestro pecado (Is. 53:10). Las tinieblas cubrieron toda la tierra (v. 45) porque nuestro pecado, nuestros pecados y todas las cosas negativas estaban siendo juzgadas allí; fue por causa de nuestro pecado que Dios lo desamparó (v. 46).

  Para el tiempo del versículo 45, los hombres concluyeron todas sus injustas acciones contra el Señor. En ese momento Dios inició Su juicio sobre este Salvador crucificado y lo desamparó. El versículo 46 dice: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” Dios desamparó a Cristo en la cruz porque El tomó el lugar de los pecadores (1 P. 3:18), es decir, El llevó nuestros pecados (1 P. 2:24; Is. 53:6) y fue hecho pecado por causa de nosotros (2 Co. 5:21).

  De acuerdo con los cuatro evangelios, el Señor Jesús estuvo en la cruz exactamente seis horas. Durante las primeras tres horas, los hombres le hicieron muchas cosas injustas, lo persiguieron y lo escarnecieron; así que, en las primeras tres horas el Señor sufrió el trato injusto por parte del hombre. Pero a la hora sexta, las doce del día, Dios intervino y hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena, es decir, las tres de la tarde. Dios causó estas tinieblas, y en medio de ellas, el Señor clamó a gran voz las palabras citadas en el versículo 46. Cuando el Señor sufría la persecución de los hombres, Dios estaba con El, y El disfrutaba la presencia de Dios. Pero al final de las primeras tres horas, Dios lo abandonó, y vinieron las tinieblas. En agonía al ser desamparado, el Señor gritó a gran voz: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” Como hemos indicado, Dios desamparó a Cristo porque El llevó nuestros pecados al ser nuestro Substituto. Isaías 53 revela que ése fue el momento en que Dios puso nuestros pecados sobre El. En las siguientes tres horas, desde las doce del día hasta las tres de la tarde, el Dios justo puso todos nuestros pecados sobre este substituto y lo juzgó rectamente por nuestros pecados. Dios lo desamparó durante esas horas sobre la cruz porque El tomó el lugar de los pecadores, e incluso fue hecho pecado. Por una parte, el Señor llevó nuestros pecados, pero por otra, El fue hecho pecado por nosotros; por tanto, Dios lo juzgó. Esto fue totalmente un asunto de justicia.

B. Como burla le ofrecen vinagre para saciar Su sed

  Cerca del final de Su crucifixión, la gente aún se burlaba de El al darle vinagre para apagar Su sed (vs. 48-49; Jn. 19:28-30; Lc. 23:36).

C. Entrega Su espíritu

  El versículo 50 dice: “Y Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó Su espíritu”. El hecho de entregar Su espíritu (Jn. 19:30) indica que el Señor cedió voluntariamente Su vida (Mr. 15:37; Lc. 23:46). Al Señor Jesús no lo mataron, más bien El mismo cedió Su vida voluntariamente. El puso Su vida al morir por nosotros.

IV. EL EFECTO DE SU MUERTE

A. El velo del templo se rasga en dos, de arriba hacia abajo

  Los versículos del 51 al 56 revelan el efecto de la crucifixión de Cristo. El versículo 51 dice: “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo...” Esto significa que la separación entre Dios y el hombre había sido abolida porque la carne de pecado (representada por el velo) de la cual Cristo se había vestido (Ro. 8:3), fue crucificada (He. 10:20). La expresión “de arriba abajo” indica que el velo fue rasgado por Dios desde lo alto. Debido a que el pecado había sido juzgado y la carne de pecado había sido crucificada, la separación entre Dios y el hombre fue quitada. Ahora el camino para entrar a la presencia de Dios está abierto a nosotros. ¡Qué efecto tan maravilloso tuvo la muerte del Señor! Su muerte no fue un martirio, sino un acto de redención.

B. La tierra tiembla y las rocas se parten

  El versículo 51 dice a continuación: “...y la tierra tembló, y las rocas se partieron”. El hecho de que la tierra temblara significa que la base de la rebelión de Satanás fue sacudida, y el hecho de que las rocas se partieran quiere decir que los baluartes del reino terrenal de Satanás fueron quebrantados. ¡Aleluya! ¡La muerte del Señor rasgó el velo, sacudió la base de la rebelión de Satanás y quebrantó los baluartes del reino del diablo! ¡Qué muerte! ¡Alabado sea el Señor por la muerte de Cristo! La muerte de Cristo pudo ser tan efectiva debido a que satisfizo por completo la justicia de Dios.

C. Se abren los sepulcros y muchos cuerpos de santos se levantan

  Los versículos 52 y 53 dicen: “Y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de El, entraron en la santa ciudad, y aparecieron a muchos”. El hecho de que se abrieran los sepulcros significa que el poder de la muerte y del Hades fue vencido y sojuzgado, y el hecho de que los cuerpos de los santos se levantaran indica que el poder de la muerte de Cristo se había liberado. El versículo 53 dice que ellos salieron de los sepulcros después de la resurrección de El, entraron en la santa ciudad y aparecieron a muchos. En tipología, las primicias de la mies (Lv. 23:10-11) no eran una sola espiga de trigo sino una gavilla entera, que tipifica no sólo al Cristo resucitado sino también a los santos que fueron resucitados de entre los muertos después de la resurrección de Cristo, según se revela en este pasaje. No es posible determinar adónde fueron los santos después de aparecer a muchos. El centurión romano y los guardias, al ver todas las cosas que sucedían por la muerte de Cristo, testificaron que El era verdaderamente el Hijo de Dios (v. 54). Además, muchas de las mujeres, incluyendo a María la magdalena, María la madre de Jacobo y de José, la madre de los hijos de Zebedeo y otras, fueron testigos de estos sucesos.

V. SEPULTADO POR UN HOMBRE RICO

  Los versículos del 57 al 66 revelan que el Señor Jesús fue sepultado por un hombre rico. El cuerpo del Señor Jesús fue envuelto en un lienzo de lino, fino y limpio, y puesto en un sepulcro nuevo (vs. 59-60). María la magdalena y la otra María se sentaron frente a la tumba para presenciar Su sepultura. Esto sucedió para que se cumpliera Isaías 53:9; el Salvador justo, sin duda, era digno de tal sepultura.

  Después de que el Señor Jesús fue sepultado, los principales sacerdotes y los escribas vinieron ante Pilato pidiéndole que asegurara la tumba hasta el tercer día (vs. 62-64). Los versículos 65 y 66 dicen: “Y Pilato les dijo: Llevad una guardia; id, aseguradlo como mejor sepáis. Entonces ellos fueron y aseguraron la tumba, sellando la piedra, con la guardia allí”. Por el lado negativo, los líderes judíos que se oponían al Señor pidieron este sello como precaución, pero, por el lado positivo, resultó ser un innegable testimonio de la resurrección del Señor. Sin el sello sobre la tumba, la resurrección de Cristo no hubiera sido tan contundente.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración