Mensaje 1
Lectura bíblica: Tit. 1:1-9
Es muy conveniente que conozcamos la secuencia en que fueron escritos los cuatro libros de 1 y 2 de Timoteo, Tito y Filemón. Filemón se escribió primero, durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma. Después de que Pablo fue liberado de la prisión, él escribió 1 Timoteo y la Epístola a Tito. Finalmente, durante su segundo encarcelamiento, cuando Nerón llevó a cabo su persecución, escribió su última epístola, 2 Timoteo.
El tema del libro de Tito es el de mantener el orden en la iglesia. Durante el primer encarcelamiento de Pablo en Roma, las iglesias estaban siendo probadas. Durante ese tiempo de prueba, resultó evidente que algunas iglesias no tenían un buen orden. Así que, después de ser puesto en libertad, Pablo visitó varios lugares, incluyendo la ciudad de Éfeso y la isla de Creta. Percatándose de cuál era la situación de las iglesias, Pablo sintió la urgencia de escribirle una epístola a Tito para darle instrucciones sobre cómo mantener el debido orden de una asamblea local. Éste es el contexto histórico de este libro y también la razón por la cual fue escrito. Si se ha de mantener el orden de la iglesia, es menester establecer en ella la autoridad. Por consiguiente, en este mensaje, basándonos en 1:1-9, examinaremos el establecimiento de la autoridad en la iglesia. Como veremos, esto tiene mucho que ver con el nombramiento de ancianos en cada ciudad (v. 5).
Examinemos primero Tito 1:1-9 versículo por versículo, y luego veamos más detalladamente algunos asuntos cruciales.
Tito 1:1 dice: “Pablo, esclavo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios, y el pleno conocimiento de la verdad, la cual es según la piedad”. Pablo fue constituido apóstol conforme a cuatro asuntos: el mandato de Dios (1 Ti. 1:1), la fe de los escogidos de Dios, la promesa de vida (2 Ti. 1:1) y el pleno conocimiento de la verdad. El mandato, por parte de Dios, habla por Él y nos exige algo de nuestra parte. La fe, por parte nuestra, responde a los requisitos de Dios y recibe Su gracia. Tener fe es proclamar que somos incapaces de cumplir los requisitos de Dios, que Dios lo ha hecho todo por nosotros y que nosotros hemos recibido lo que Él ha hecho. La vida prometida por Dios es lo que hemos recibido de Él para llevar a cabo Sus exigencias. Pablo era este tipo de apóstol para administrar la economía neotestamentaria de Dios.
En Tito 1:1 Pablo se refiere a los escogidos de Dios, o sea, a los que creen en Cristo, quienes fueron escogidos por Dios el Padre antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4) y elegidos de entre la humanidad para salvación.
Pablo era apóstol no sólo conforme a la fe de los escogidos de Dios, sino también conforme al pleno conocimiento de la verdad. La fe consiste en recibir todo lo que Dios ha planeado para nosotros, todo lo que Él ha hecho por nosotros y todo lo que Él nos ha dado. El pleno conocimiento de la verdad es una comprensión cabal de la verdad, un reconocimiento pleno y un gran aprecio por la realidad de todas las cosas espirituales y divinas que hemos recibido por medio de la fe. El apostolado concuerda con tal comprensión y aprecio de la realidad de la economía eterna de Dios.
En 1:1 Pablo indica que la verdad es según la piedad. La verdad, la realidad, de la economía eterna de Dios es según la piedad, la cual es Dios manifestado en el hombre. El apostolado imparte esta realidad en los elegidos de Dios, en aquellos que han creído en Él, y cumple tal piedad entre ellos por medio de la predicación, la enseñanza y la administración en la Palabra y en el Espíritu (1 Ti. 6:3).
En el versículo 2 Pablo dice además: “En la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes de los tiempos de los siglos”. Pablo era apóstol no solamente conforme a la fe y al conocimiento de la verdad, sino también en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió en la eternidad. Esto corresponde a la frase “según la promesa de vida”, mencionada en 2 Timoteo 1:1. “En la esperanza de la vida eterna” significa sobre la base de la vida eterna, supeditada a la vida eterna o contando con la esperanza de la vida eterna. La vida eterna, la vida increada de Dios, no solamente tiene como fin que nosotros participemos de ella y la disfrutemos hoy, sino también que la heredemos (Mt. 19:29) en toda su plenitud por la eternidad. Lo que experimentamos de la vida eterna hoy, nos hace aptos para heredarla en el futuro. El disfrute que tenemos de la vida eterna hoy es un anticipo, mientras que la vida eterna que heredaremos en la era venidera y en la eternidad será el disfrute pleno. De ahí la expresión la esperanza de la vida eterna. Ésta es la esperanza bienaventurada que se revela en 2:13, la cual incluye la libertad de la gloria de la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:21-25), la salvación que será revelada en el tiempo postrero (1 P. 1:5) y la esperanza viva de la herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible reservada para nosotros en los cielos (1 P. 1:3-4). Ésta es la bendición espiritual, divina y celestial de la vida eterna, que disfrutaremos tanto en el milenio como en el cielo nuevo y la tierra nueva (2 P. 1:11; 3:13; Ap. 21:6-7), a la cual se refiere 1 Timoteo 4:8. Pablo asumió su apostolado y cumplió su ministerio apostólico basándose en esta esperanza como una condición, y no en algún beneficio de esta vida, ni tomando algún privilegio basado en la ley. Esto indica que, con respecto a su apostolado, Pablo contaba con la vida divina y confiaba en ella con toda la esperanza de la misma. Ésta es la vida que Dios prometió en la eternidad y que nos fue traída por medio del evangelio (2 Ti. 1:10).
El tema de la Epístola a Tito es mantener el orden en las iglesias. Para ello son indispensables la fe de los escogidos de Dios, la verdad conforme a la piedad, y la vida eterna. Así que desde la introducción misma se enuncian estas tres cosas.
La vida eterna es la vida divina, la vida increada de Dios, la cual no solamente perdura para siempre, sino que también es eterna y divina en su naturaleza. La vida eterna de Dios es dada a todos los creyentes de Cristo (1 Ti. 1:16) y es el elemento principal de la gracia divina que nos fue dada (Ro. 5:17, 21). Esta vida venció la muerte (Hch. 2:24) y la sorberá (2 Co. 5:4). Fue según la promesa de tal vida que Pablo fue apóstol (2 Ti. 1:1). Esta vida y la incorrupción que se deriva de la misma han sido sacadas a la luz y hechas visibles a los hombres por medio de la predicación del evangelio.
La vida eterna fue prometida “desde antes de los tiempos de los siglos”. Ésta debe de ser la promesa que el Padre hizo al Hijo en la eternidad. El Padre nos escogió en el Hijo y nos predestinó para filiación por medio de Él (Ef. 1:5) antes de la fundación del mundo. Es probable que en la eternidad el Padre hubiera prometido al Hijo dar Su vida eterna a Sus creyentes. Al recibir esta vida, los creyentes, quienes fueron dados al Hijo en la eternidad (Jn. 17:2), llegarían a ser Sus hermanos (He. 2:11).
En el versículo 3 Pablo añade: “Pero a su debido tiempo manifestó Su palabra en la proclamación que me fue encomendada según el mandato de Dios nuestro Salvador”. La frase “a su debido tiempo” no se refiere a los tiempos de los siglos, aunque sí se refiere a la vida eterna mencionada en el versículo 2, es decir, denota el tiempo apropiado en que la vida eterna se manifestaría.
La frase “Su palabra”, que aparece en el versículo 3, corresponde a la vida eterna mencionada en el versículo 2. Esto concuerda con 1 Juan 1:1 y 2.
En el versículo 4 Pablo dice: “A Tito, verdadero hijo según la común fe: Gracia y paz, de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Salvador”. Tito, al igual que Timoteo (1 Ti. 1:2), era un verdadero hijo de Pablo, no por medio de su nacimiento natural, sino en la fe. Él era hijo de Pablo espiritualmente, en la esfera y elemento de la fe. En este versículo, la común fe es la fe en un sentido general, la fe que es común a todos los creyentes, la fe igualmente preciosa (2 P. 1:1).
Tito 1:5 dice: “Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que faltaba, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”. La expresión “cada ciudad”, comparada con la frase “cada iglesia” de Hechos 14:23, no sólo indica que la jurisdicción de una iglesia local es la ciudad donde ésta se encuentra, sino también que en una ciudad debe haber una sola iglesia. La jurisdicción de los ancianos de una iglesia local debe abarcar toda la ciudad donde está la iglesia. Este único cuerpo de ancianos en una ciudad impide que la unidad del Cuerpo de Cristo sufra daño. Una ciudad debe tener una sola iglesia con un solo cuerpo de ancianos. Sin lugar a dudas se puede ver esta práctica en el modelo que nos presenta claramente el Nuevo Testamento (Hch. 8:1; 13:1 Ro.16:1; 1 Co. 1:2; Ap. 1:11), la cual también es un requisito indispensable para mantener el debido orden en una iglesia local. Por esta razón, lo primero que el apóstol le mandó a Tito con respecto a poner las cosas en orden, fue que nombrara ancianos en cada ciudad.
En los versículos del 6 al 9 Pablo enumera los numerosos requisitos que debe cumplir un anciano: debe ser irreprensible, marido de una sola mujer, tener hijos creyentes que no hayan sido acusados de disolución ni sean indomables, ser como mayordomo de Dios, no ser contumaz, ni iracundo, no ser dado al vino, no ser pendenciero ni codicioso de viles ganancias, ser hospedador, amador del bien, sensato, justo, santo y dueño de sí mismo. Hemos examinado detalladamente muchos de estos requisitos en el mensaje cinco del Estudio-vida de 1 Timoteo, el cual se titula: “Los que vigilan y los diáconos en la administración de la iglesia”.
En el versículo 9 Pablo dice: ”Retenedor de la palabra fiel, la cual es conforme a la enseñanza de los apóstoles, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que se oponen”. Los ancianos son nombrados para que administren el gobierno de Dios en una iglesia local, a fin de que se mantenga un buen orden en la iglesia. Para lograr esto, los ancianos necesitan retener la palabra fiel, la cual es conforme a la enseñanza de los apóstoles, a fin de calmar situaciones conflictivas y poder tapar la boca de aquellos que causan problemas con sus habladurías (vs. 9-14).
La “palabra fiel” es la palabra confiable, fidedigna y verdadera que fue enseñada en las iglesias conforme a la enseñanza de los apóstoles. Los ancianos de una iglesia local deben retener esta clase de palabra sana para poder cumplir su servicio en la enseñanza (1 Ti. 3:2; 5:17).
La enseñanza de la que se habla aquí es la enseñanza de los apóstoles (Hch. 2:42), que con el tiempo llegó a ser el Nuevo Testamento. Esto indica que las iglesias fueron establecidas conforme a la enseñanza de los apóstoles y siguieron dicha enseñanza. También indica que el orden de las iglesias fue mantenido mediante la palabra fiel, la cual fue dada conforme a la enseñanza de los apóstoles. El desorden en la iglesia se debía principalmente a que los creyentes se habían desviado de la enseñanza de los apóstoles. Para contrarrestar esto, debemos retener la palabra fiel, enseñada en las iglesias conforme a la enseñanza de los apóstoles. En una situación confusa y oscura, debemos adherirnos a la palabra del Nuevo Testamento —la enseñanza de los apóstoles— la cual ilumina y guarda el orden. Para mantener el orden en la iglesia se necesita, además del cuerpo de ancianos, la palabra que es conforme a la revelación de Dios.
Hemos visto que en la frase “sana enseñanza” se halla implícita la vida. Cualquier cosa que podamos calificar como sana hace alusión a la sanidad inherente de la vida. La enseñanza de los apóstoles ministra la sana enseñanza como el suministro de vida a otros, ya sea nutriéndolos o sanándolos.
Los ancianos, al retener la palabra fiel, la cual es conforme a la enseñanza de los apóstoles, pueden “convencer a los que se oponen”. Convencer aquí significa descubrir el verdadero carácter de algo de tal modo que alguien sea convencido y, por ende, reprendido al quedar al descubierto su falta. Esta misma palabra griega se tradujo “reprender” en Efesios 5:11 y 13.
Regresemos ahora a los versículos del 1 al 3 y examinemos más detalladamente algunos asuntos cruciales.
En el versículo 1 Pablo dice que él es apóstol de Jesucristo “conforme a la fe de los escogidos de Dios y el pleno conocimiento de la verdad, la cual es según la piedad”. En este versículo vemos que el apostolado de Pablo era conforme a la fe de los escogidos de Dios y conforme al pleno conocimiento de la verdad, y que esta verdad es según la piedad. Por lo tanto, las tres palabras cruciales de este versículo son: fe, verdad y piedad. Pablo era apóstol no solamente según la piedad, sino conforme a la fe y el pleno conocimiento de la verdad, que es según la piedad. En el versículo 2 vemos que Pablo era también apóstol “en la esperanza de la vida eterna”. El pronombre relativo “la cual” del versículo 1, se refiere a la vida eterna. La vida eterna implica una esperanza. Ninguna especie de vida temporal conlleva una verdadera esperanza, pero la vida eterna sí tiene una esperanza. Puesto que la vida eterna perdura para siempre y es indestructible, ella nos da esperanza.
La esperanza de la vida eterna fue prometida por Dios, que no miente, “desde antes de los tiempos de los siglos”. La expresión “los tiempos de los siglos” es una expresión especial que denota la eternidad. En la eternidad Dios prometió la vida eterna junto con la esperanza que ésta conlleva. Al leer el versículo 3 vemos que Dios no sólo prometió la vida eterna, sino que además “a su debido tiempo manifestó Su palabra en la proclamación” que le fue encomendada a Pablo. En estos versículos vemos que Dios hizo dos cosas: prometió la vida eterna y manifestó Su palabra.
En 1 Timoteo 1:1 Pablo dice que él llegó a ser “apóstol de Cristo Jesús, según el mandato de Dios nuestro Salvador”. No obstante, en 2 Timoteo 1:1 él dice que era apóstol “según la promesa de vida, la cual es en Cristo Jesús”. Pablo fue designado apóstol por el mandato de Dios junto con Su requisito. Un mandato nos exige hacer algo, mientras que la vida nos suministra algo. Aparte de la vida eterna, Pablo no habría tenido el suministro necesario para cumplir lo que Dios requiere. Para que Pablo pudiese llevar a cabo el mandato de Dios junto con todos sus requisitos, los cuales son extremadamente altos, él necesitaba otra vida. Esta vida es en realidad la vida de Dios, la vida de Aquel que da el mandato. Aun más, esta vida es el propio Dios que nos manda y exige hacer cosas. Primero, Dios nos exige hacer algo, y luego Él mismo viene y nos suministra lo necesario para que podamos cumplir lo que Él nos ha exigido hacer. Él nos comunica Sus exigencias por medio de mandatos, y luego nos imparte el suministro siendo vida para nosotros. Cuando Pablo recibió el mandato de Dios, de que llevara a cabo Su economía neotestamentaria, quizás dijo: “Señor, ¿quién soy yo para ejecutar tal mandato? Yo no puedo cumplir este requisito”, a lo cual, el Señor probablemente le respondió: “Hijito Mío, no seas necio. Yo entraré en ti y te suministraré lo que necesitas. Si estás dispuesto a obedecer Mis requisitos, Yo entraré en ti, a fin de cumplirlos. Yo seré en ti la vida que tiene el poder para cumplir lo que te exijo”.
Ahora sería provechoso comparar 1 Corintios 15:10 con Gálatas 2:20. En 1 Corintios 15:10 Pablo dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”; y en Gálatas 2:20 dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. La gracia que estaba con Pablo y que lo capacitó para trabajar más que los demás, era nada menos que el propio Dios. El Dios que estaba en Pablo era la vida eterna, la cual lo abasteció y sostuvo para que llevara a cabo Su economía neotestamentaria. Por lo tanto, el Dios que había dado el mandato era también el Dios que impartía el suministro.
En Tito 1:1 Pablo habla nuevamente de su apostolado, pero menciona algo adicional a lo que dice en 1 Timoteo 1:1 y 2 Timoteo 1:1. Como hemos señalado, en 1:1 y 2 Pablo menciona la fe de los escogidos de Dios, la verdad que es según la piedad y la esperanza de la vida eterna. Aunque es maravilloso ver que Pablo era apóstol conforme al mandato de Dios y conforme a la promesa de la vida eterna, debemos preguntarnos, con mucha consideración, cómo entra en nosotros esta vida. Ella entra en nosotros por medio de la fe, esto es, por medio de la unión orgánica que existe entre nosotros y el Dios Triuno. Por lo tanto, en 1:1 Pablo dice que él llegó a ser apóstol, no solamente según el mandato de Dios y la vida de Dios, sino también conforme a la fe de los escogidos de Dios, la fe que lo introdujo en una unión orgánica con Dios. Fue así como Pablo obtuvo el suministro de vida y el apoyo necesarios para cumplir con el mandato de Dios.
En 1:1 Pablo hace notar que esta fe es la fe de “los escogidos de Dios”. Nosotros no escogimos a Dios; fue Él quien nos escogió a nosotros. Por consiguiente, el hecho de que hayamos creído en Cristo depende de la elección de Dios, y no de nosotros. Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo. Debemos alabarle y adorarle por habernos escogido. Hoy estamos en el recobro del Señor porque Dios nos escogió. Fue Él quien tomó la iniciativa. ¿Cómo puede explicar el hecho de que usted cree en el Señor Jesús cuando otros, quizás los mismos miembros de su familia, rehúsan creer en Él? La única explicación es que Dios nos escogió. Yo puedo testificar que sencillamente no tengo más opción que creer en Cristo. Si no creyese en Él, no tendría paz. Si no creyese en Cristo, mi vida no tendría sentido. No podría comer ni dormir bien. No importa cómo otros me traten ni cuáles sean mis circunstancias, siento que no tengo otra alternativa que creer en el Señor.
En Hechos 13, Pablo y Bernabé se volvieron a los gentiles, después de que los judíos rechazaron el evangelio. El versículo 46 dice: “A vosotros era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles”. El versículo 48 dice: “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna”. La razón por la que estos gentiles pudieron recibir la palabra del Señor y creer en ella fue que ellos habían sido destinados, incluso predestinados, para creer en Cristo. Del mismo modo, nosotros, que creemos en Cristo, somos los escogidos de Dios.
En Tito 1:1 Pablo no habla de la fe de los creyentes, sino de la fe de los escogidos de Dios. Con ello indica que aun la iniciativa de creer en Cristo proviene de Dios, y no de nosotros. Puesto que Dios nos escogió para que creyéramos en Cristo, llegamos a creer en Él. Pablo era apóstol conforme a la fe de los escogidos de Dios. Él tenía esta fe, y nosotros también la tenemos. Por medio de la fe, Pablo fue introducido en una unión orgánica con el Dios Triuno y, de esta manera, pudo recibir la suministración de la vida eterna.
Pablo se mantuvo firme ante el Imperio Romano no porque fuera una persona muy resuelta y autosuficiente, sino porque había recibido la vida eterna. Él era apóstol conforme a esta vida eterna, la vida eterna que él recibió mediante la fe que lo introdujo en una unión orgánica con el Dios Triuno.
Anteriormente dijimos que Pablo afirma que también fue hecho apóstol conforme al pleno conocimiento de la verdad. Como ya hemos visto, la verdad en 1 y 2 Timoteo y Tito denota la realidad del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. No sólo debemos tener la fe de los escogidos de Dios, sino también el pleno conocimiento de la verdad. Tenemos la fe que nos introduce en una unión orgánica con Dios, y también el pleno conocimiento de la verdad de la economía neotestamentaria de Dios, lo cual significa que conocemos a Cristo como la corporificación de Dios y la iglesia como el Cuerpo de Cristo.
En resumen, el apostolado de Pablo abarcaba cuatro factores: el mandato de Dios, la vida eterna, la fe y el pleno conocimiento de la verdad. Debido a estos cuatro elementos, Pablo turbó la religión a tal grado que llegaron a llamarle plaga y promotor de insurrecciones. De estos cuatro elementos, dos tienen que ver con Dios, el mandato y la vida eterna, y dos con nosotros, la fe y el pleno conocimiento de la verdad. Cuando recién creímos en el Señor Jesús, tuvimos fe, mas no teníamos el pleno conocimiento de la verdad. ¡Alabado sea el Señor porque en Su recobro poseemos el pleno conocimiento de la verdad!
Tito 1:2 dice que la vida eterna fue prometida “antes de los tiempos de los siglos”. Esto indica que esta promesa no fue dada directamente a los escogidos, sino que fue hecha por el Padre al Hijo en la eternidad. Juan 17:2 parece referirse a esto: “Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste”. Los creyentes, quienes fueron dados al Hijo en la eternidad, llegan a ser Sus hermanos al recibir la vida eterna. Hebreos 2:11 se refiere a los hermanos de Cristo: “Porque todos, así el que santifica como los que son santificados, de uno son; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Puesto que la promesa de la vida eterna fue hecha por el Padre al Señor Jesús en la eternidad, la Biblia dice que Dios nos escogió en Cristo. Dios no nos escogió directamente, sino que nos escogió en Cristo. De manera semejante, la promesa de la vida eterna con respecto a nosotros, le fue hecha a Cristo. Por consiguiente, nosotros podemos recibir ahora esta promesa en el Hijo.
Según el versículo 3, Dios no sólo prometió la vida eterna antes de los tiempos de los siglos, sino que “a su debido tiempo manifestó Su palabra en la proclamación”. La vida eterna fue prometida por el Padre al Hijo; sin embargo, lo que Dios el Padre manifestó no fue la vida eterna, sino Su palabra. Si leemos los versículos 2 y 3 detenidamente, nos daremos cuenta de que la palabra que fue manifestada es equivalente a la vida eterna prometida. Pablo no dice que Dios prometió la vida eterna y que luego manifestó dicha vida, sino que Dios prometió la vida eterna y que luego manifestó Su palabra. Por lo tanto, la palabra de Dios es vida eterna. Si Su palabra no es propiamente la vida eterna, cuando menos es el medio por el cual se nos transmite la vida eterna. En nuestra experiencia, obtenemos la vida eterna por medio de la palabra.
La expresión “a su debido tiempo” se refiere a la vida eterna mencionada en el versículo 2. En la eternidad, Dios nos prometió por medio del Hijo que nos daría la vida eterna; no obstante, la proclamación se llevó a cabo en diferentes épocas y en distintos momentos. Dios manifestó Su vida eterna en Su palabra por medio de la predicación, esto es, por medio de la proclamación. Esta proclamación fue hecha en Asia Menor en un tiempo y en Europa en otro tiempo.
Pablo aquí no dice que la vida eterna fue manifestada por medio de la predicación del evangelio; más bien, él nos habla de tiempos, de la palabra y de la proclamación de la misma. La vida eterna prometida fue manifestada en diferentes tiempos por medio de la proclamación, o sea, mediante la predicación del evangelio. Fue manifestada por primera vez en el día de Pentecostés en Jerusalén. Después, fue proclamada en Antioquía, en Asia Menor y en Europa. Siglos después, esta proclamación se extendió a China. De manera que, la expresión “a su debido tiempo” denota las diferentes ocasiones en que la palabra de Dios ha sido manifestada en la predicación del evangelio. A Pablo le fue encomendada esta proclamación según el mandato de Dios nuestro Salvador.