Mensaje 12
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Lectura bíblica: Zac. 12:1-9; 14:1-7, 12-15
El Cristo revelado en el libro de Zacarías es un Cristo que está íntimamente involucrado con la historia humana. Los primeros seis capítulos revelan que Él está involucrado con el Imperio persa, y los seis últimos revelan que Él está involucrado con el Imperio griego y el Imperio romano. Como hemos visto, el centro de las profecías presentadas en los capítulos del 9 al 11 es Cristo como Mesías que fue rechazado. En los capítulos del 12 al 14, Cristo es revelado como el Mesías que regresa para ser entronizado en calidad de Rey que regirá no sólo sobre Israel, sino también sobre el mundo entero. Su primera venida, descrita en Zacarías 9—11, fue humilde e íntima; Su retorno, descrito en los capítulos 12—14, será con poder y autoridad.
Zacarías 12—14 abarca la profecía con respecto al destino de Israel en tres asuntos: en la gran guerra de Armagedón (12:1-9; 14:1-7, 12-15), en la salvación de toda su casa (12:10— 13:9) y en el milenio (14:8-11, 16-21). En este mensaje consideraremos la profecía de aliento con respecto al destino de Israel en la gran guerra de Armagedón. No obstante, primero quisiera hablarles sobre el significado del espíritu humano según es revelado en 12:1.
Este versículo dice: “La carga de la palabra de Jehová con respecto a Israel. Así declara Jehová, que extiende los cielos, pone los cimientos de la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él”. Los cielos fueron hechos para la tierra, la tierra fue hecha para el hombre, y el hombre fue creado por Dios con un espíritu a fin de que pudiese contactar Dios, recibir a Dios, vivir a Dios, cumplir el propósito divino en pro de Dios y ser uno con Dios. Es maravilloso que exista tal versículo en un libro del Antiguo Testamento que revele a Cristo como Aquel que está tan involucrado con la historia y política humanas. Esto indica que en Su economía, Dios planeó que Cristo fuese la centralidad y universalidad de Su mover sobre la tierra. Dios mismo es quien ha gobernado sobre todo el linaje humano, administrando la situación mundial era tras era por miles de años. Era necesario que para Su pueblo escogido –cuyo interés estaría puesto en Cristo como su Creador y Redentor– Dios crease un órgano receptor, de modo que ellos estuviesen capacitados para recibir todo cuanto Dios planeó que Cristo fuese para ellos. Cristo es maravilloso, pero si no tuviésemos un espíritu, ¿cómo podríamos recibirle? Actualmente, en todo sector de la sociedad las personas no ejercitan su espíritu. Incluso en los círculos religiosos, las personas pasan por alto el espíritu humano o se oponen a ello y niegan su existencia. Si pasamos por alto nuestro espíritu humano, no habrá manera de contactar a Dios.
En Juan 4:24 el Señor Jesús dijo claramente que Dios es Espíritu y que los que le adoran, es necesario que adoren en espíritu. Éste es el principio básico. Adorar a Dios es simplemente tener contacto con Dios, recibir a Dios, disfrutar a Dios y experimentar a Dios. Sin embargo, entre la humanidad son muy pocos los que saben que Dios es Espíritu y que nosotros fuimos creados por Dios con un espíritu. Dios ha establecido que nosotros lo contactemos y lo recibamos al ejercitar nuestro espíritu humano.
Existen principios rectores en la obra creadora de Dios. Por ejemplo, si queremos ver distintos colores, tenemos que usar los ojos. Supongamos que soy ciego. ¿Podría oír los colores? ¿Podría olerlos? ¡Por supuesto que no! Para ver los colores, tengo que usar el órgano apropiado. Este mismo principio se aplica con respecto a Dios y nosotros. Dios es real, pero algunas personas osan afirmar que Dios no existe. Claro, si no ejercitáramos nuestro espíritu, para nosotros Dios no existiría. No podemos tocar a Dios por medio de nuestro cuerpo físico. Tampoco podemos percibir a Dios por medio de nuestra mentalidad, nuestra mente, ya que ésta no es el órgano apropiado que se usa para contactar a Dios. Dios es Espíritu. Si hemos de adorarlo, contactarlo y recibirlo, tenemos que ejercitar nuestro espíritu. Damos gracias a Dios que, en Su obra creadora, Él hizo tres cosas cruciales y de igual importancia: los cielos, la tierra y nuestro espíritu. Por consiguiente, nuestro espíritu humano es tan crucial, tan importante, como los cielos y la tierra.
Zacarías es un libro que revela a Cristo como centro y circunferencia de Dios, pero tal Cristo está íntimamente involucrado con la historia humana. No cualquiera puede conocer a este Cristo, pero el pueblo escogido de Dios que se percata de su espíritu humano, sí puede conocerle. Al leer el libro de Zacarías y contactar al Cristo revelado en este libro, debemos primero saber que poseemos un espíritu. Después, debemos ejercitar nuestro espíritu para orar, diciendo: “Señor, quiero ganar al Cristo revelado en Zacarías”. Si ejercitamos nuestro espíritu de esta manera, percibiremos algo viviente que nos toca en lo profundo de nuestro ser. Ésta es la razón por la cual existe en este libro tal versículo, Zacarías 12:1, el cual nos encarga prestar suma atención al órgano receptor que está en nosotros, nuestro espíritu humano, a fin de que podamos recibir al Cristo revelado en el libro de Zacarías.
El propósito de Dios es que nosotros recibamos a Cristo. Sin embargo, Cristo es complejo en todo lo que Él es. Él es todo-inclusivo, porque Él es muchos ítems. Además, este Cristo todo-inclusivo está muy involucrado con la historia, la política y los gobiernos. ¿Cómo podemos entender a tal Persona? La única manera, tras una lectura y estudio concienzudos, consiste en volvernos a la oración. Cuando nos volvemos a la oración, ejercitamos nuestro espíritu. En ese momento, Cristo se imparte en nuestro ser. Ésta es la impartición divina y celestial. Mediante esta impartición, recibimos a Cristo como nuestra vida, nuestra luz, nuestra paciencia, nuestro amor, nuestro todo.
Aunque Zacarías era joven, él conocía el secreto de contactar a Dios a fin de recibir lo que Dios había revelado. Todos debemos aprender de él a ejercitar nuestro espíritu para recibir a Dios y recibir lo que Él ha revelado.
Prosigamos ahora a considerar la profecía presentada en el capítulo 12.
Los capítulos 12 y 14 nos muestran muchos aspectos del destino de Israel en la gran guerra de Armagedón.
La guerra de Armagedón será la guerra más grande que la humanidad haya experimentado jamás. Dicha guerra dará fin al gobierno humano en la tierra al final de la gran tribulación venidera, en el período breve de tiempo que llevará la era presente a su consumación.
Esta guerra tendrá lugar al final de los tres años y medio de la gran tribulación (Mt. 24:21; Dn. 7:25; 12:7; Ap. 11:2; 13:5).
La guerra de Armagedón será suscitada por el anticristo con la intención de destruir a Israel (Ap. 16:12-16; 9:13-16; 19:19).
Aunque esta guerra será suscitada por el anticristo, será una guerra librada por el propio Satanás por intermedio de sus seguidores entre los hombres en contra de Dios con Sus santos (Ap. 16:13-14; 17:14; 19:14; Zac. 14:5b). Satanás tiene a sus seguidores, y Dios tiene a Sus santos. Durante miles de años, Satanás se ha servido de sus estratagemas para ganar personas que conformen su ejército. Dios también ha estado laborando para preparar a Sus escogidos a fin de que conformen Su ejército. Al final, en la gran guerra de Armagedón, habrá dos ejércitos: el ejército terrenal de Satanás y el ejército celestial de Dios.
La guerra de Armagedón será librada por el anticristo y sus seguidores, quienes lucharán directamente contra Cristo y Sus vencedores (11, 14, Ap. 19:19; 17:14). El anticristo, la corporificación de Satanás, será el comandante en jefe del ejército de Satanás, y Cristo, la corporificación de Dios, será el comandante en jefe del ejército de Dios. Así que, por un lado, será una guerra diabólica, pero por otro, será una guerra divina. En esta guerra divina, Cristo destruirá al anticristo mediante “el aliento de Su boca” y lo aniquilará mediante “la manifestación de Su venida” (2 Ts. 2:8). Éstas serán las armas que Cristo usará para derrotar al anticristo.
Esta guerra será el gran lagar de la ira de Dios que Cristo pisará a Su retorno, cuando Él regrese a juzgar el mundo (Ap. 14:17-20; Is. 63:1-6). Muchas de las personas malignas que aborrecen a Dios se unirán al anticristo para luchar contra Dios. Cuando estas personas malignas se hallen reunidas en Armagedón, constituirán las uvas que Dios pisará en el lagar del ardor de Su ira. Al reunir a su ejército con tanta gente maligna, en realidad el anticristo llevará a cabo una obra en beneficio de Dios.
Las naciones que participarán en esta guerra internacional para combatir contra Jerusalén serán reunidas por Dios. La mitad de la ciudad de Jerusalén irá al cautiverio, pero el resto del pueblo no será cortado de la ciudad (Zac. 14:2). En Su misericordia Dios guardará la mitad de Sus elegidos.
Jehová pondrá a Jerusalén por copa de vértigo y por piedra pesada para todos los pueblos de alrededor, esto es, para los ejércitos del anticristo y toda la gente maligna con él. Dios herirá con confusión a todo caballo y con locura a su jinete (12:2-4). Jerusalén necesitará protección divina no sólo contra el anticristo y sus ejércitos, sino también contra Satanás, sus demonios y sus espíritus malignos. Quizás no sepamos cómo Dios pondrá a Jerusalén por copa de vértigo y piedra pesada, pero sí sabemos que Él lo hará.
Jehová herirá a todos aquellos que peleen contra Jerusalén en la guerra de Armagedón. Su carne se pudrirá estando ellos sobre sus pies, se pudrirán en las cuencas sus ojos y su lengua se pudrirá en la boca. En aquel día habrá entre ellos gran pánico enviado por Jehová; y cada uno agarrará la mano de su prójimo, y levantará su mano contra la mano de su prójimo. Además, serán reunidas las riquezas de todas las naciones de alrededor: oro y plata y ropa de vestir, en gran abundancia. Y como aquella plaga, así será la plaga del caballo, del mulo, del camello, del asno y de todo el ganado que esté en aquellos campamentos (14:12-15).
Jehová de los ejércitos será la fuerza de los habitantes de Jerusalén y pondrá a los líderes de Judá como brasero de fuego entre la leña y como antorcha de fuego entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra a todos los pueblos alrededor. Jerusalén morará de nuevo en su lugar. Jehová salvará primero las tiendas de Judá, y después la casa de David y Jerusalén. En aquel día Jehová defenderá a los habitantes de Jerusalén; el que entre ellos sea débil, en aquel día será como David, y la casa de David será como Dios, como el Ángel de Jehová (Cristo) delante de ellos. (En 12:8 Ángel de Jehová se encuentra en aposición a Dios). Además, Jehová procurará destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén (12:5-9).
Zacarías 14:3-7 revela que Jehová como Cristo vendrá junto con Sus santos y saldrá a combatir contra Satanás, corporificado en el anticristo, y contra sus seguidores, las naciones.
Los pies de Jehová como Cristo se afirmarán en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente. El monte de los Olivos se partirá por la mitad, de oriente a occidente, formando un valle muy grande, de modo que la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur (v. 4).
El remanente de Israel huirá al valle de los montes de Jehová (v. 5).
En aquel día no habrá luz; las luminarias (el sol, la luna y las estrellas) se retirarán. Será un tipo de día sólo conocido por Jehová, ni día ni noche, pero al caer la tarde habrá luz (vs. 6-7). Esto indica que Dios cambiará una serie de cosas en el universo a fin de juzgar a los seres humanos malvados y salvar a Sus elegidos.