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Mensajes del libro «Caos Satánico en la vieja creación y la economía divina para la nueva creación, El»
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CAPITULO CUATRO

LA ECONOMIA DE DIOS

  Lectura bíblica: Col. 3:10-11; 1:15-19; Ef. 1:22-23; Ro. 12:5; 2, Ef. 3:8-11; 4:15-16; 1:10; 1 Ti. 3:15-16; Ro. 8:29; He. 2:10-12; Mt. 16:18-19; Ro. 14:17; He. 1:8; Ap. 21:1-3; 22:1-2

BOSQUEJO

  1. Tiene a Cristo como su centralidad y su universalidad—Col. 3:10-11.
  2. Hace a Cristo preeminente en todas las cosas—Col. 1:15-19:
    1. En la Deidad—v. 15a.
    2. En la creación—vs. 15b-17.
    3. En la resurrección para la nueva creación, que es la iglesia, el Cuerpo de Cristo—v. 18.
    4. En la plenitud de la Deidad—v. 19.
  3. Produce la iglesia para que sea:
    1. El Cuerpo de Cristo—Ef. 1:22-23:
      1. La plenitud de Aquel que todo lo llena en todo para ser Su expresión.
      2. Un organismo constituido de Sus miembros—Ro. 12:5.
      3. Edificado:
        1. Con las inescrutables riquezas de Cristo por medio del dispensar divino—2, Ef. 3:8-11.
        2. Por los miembros dotados como coyunturas del rico suministro y por cada miembro operando en su medida—Ef. 4:16.
        3. Por medio de que el Cuerpo crezca en vida, asido de Cristo, la Cabeza—Ef. 4:15-16.
      4. Para que Cristo, como Cabeza, reúna todas las cosas en Sí mismo—Ef. 1:10.
    2. La casa de Dios—1 Ti. 3:15-16:
      1. Compuesta de los muchos hijos de Dios como los muchos hermanos de Cristo, el Hijo primogénito de Dios—Ro. 8:29; He. 2:10-12.
      2. Columna y fundamento de la verdad.
      3. La manifestación de Dios en la carne: el gran misterio de la piedad.
    3. El reino de Dios—Mt. 16:18-19; Ro. 14:17:
      1. Para la administración divina.
      2. Para expresar la autoridad divina—He. 1:8.
    4. Tiene su consumación en la ciudad santa, la Nueva Jerusalén—Ap. 21—22.

  En el capítulo anterior vimos que a los ojos de Dios hay cuatro razas: la raza de Adán, la raza de Abraham según la carne, la raza de Abraham según el Espíritu, y la raza de los vencedores. Hoy día estamos cerca del final del período de seis mil años que comenzó con la creación de Adán. La edad de la raza de Adán duró dos mil años, hasta los tiempos de Abraham. En la raza de Adán, el primer personaje fue Adán, y el último personaje prominente fue Nimrod, quien edificó Asiria, de la cual Nínive fue capital, y también edificó Babilonia, cuya capital fue Babel. Babel fue el fin de la edad de la raza adámica.

  Entonces Dios escogió a Abraham de entre la raza idólatra de Caldea, que fue el asiento de la antigua Babilonia (Gn. 15:7; Hch. 7:2-4). La edad cambió de la raza de Adán a la raza de Abraham según la carne. Esta edad también duró dos mil años. La primera figura de dicha edad fue Abraham, y la última figura fue Juan el Bautista. Juan el Bautista fue una persona que vivió en la transición del Antiguo Testamento al Nuevo. En el Antiguo Testamento se profetizó claramente en cuanto a él (Is. 40:3; Mal. 3:1; 4:5). El debe ser considerado el último de la edad de la raza de Abraham según la carne, y el primero de la raza de Abraham según el Espíritu.

  Cuando Dios llamó a Abraham, le dijo que su simiente sería en número como el polvo de la tierra (Gn. 13:16) y como las estrellas del cielo (15:5). Esto significaba que Dios le daría a Abraham dos clases de descendientes. Los descendientes de Abraham según la carne serían como el polvo de la tierra. Estos descendientes son incontables puesto que no hay manera de contar el polvo. Los otros descendientes de Abraham son como las estrellas del cielo. Estos son los descendientes espirituales, los que creen en Cristo. En Gálatas 6:16 Pablo se refiere a los descendientes espirituales de Abraham en una forma colectiva como el Israel de Dios. Este es el verdadero Israel (Ro. 9:6b; 2:28-29; Fil. 3:3), que incluye a todos los que creen en Cristo, gentiles y judíos, quienes son los verdaderos hijos de Abraham (Gá. 3:7, 29).

  Desde el punto de vista divino, la raza de Adán ocupó dos mil años de la historia, y la raza de Abraham según la carne también tuvo dos mil años de historia. Los descendientes espirituales de Abraham, aquellos que son el Israel espiritual y celestial, también han ocupado hasta ahora casi dos mil años. Por lo tanto, la economía de Dios ha estado entre la raza humana durante tres períodos: dos mil años para la raza de Adán, dos mil años para los descendientes físicos de Abraham, y dos mil años para sus descendientes espirituales. Esta es la historia de la humanidad desde la perspectiva divina. Ningún historiador secular podría decirnos que la historia humana está dividida en estos tres períodos. Finalmente, la historia humana entrará a otra edad. Esta será la edad del milenio, el reino de mil años.

  Lo más importante de estos seis mil años de historia humana es la economía divina. Debido a que estamos cerca del final de este período de seis mil años, estamos en el umbral de la manifestación del reino. La economía de Dios ha pasado por unos seis mil años de historia humana. Durante este período, el enemigo de Dios, que es Satanás, ha hecho todo lo posible por impedir que se lleve a cabo la economía de Dios.

  El libro de Job nos muestra que junto con la economía divina está también el caos satánico. Job 1:6 dice: “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás”. A Satanás se le permitió entrar a la morada de Dios en los cielos. Job pasa a hablarnos de la conversación de Jehová con Satanás (vs. 9-12). También se le dio permiso a Satanás de tocar todo lo de Job, excepto su vida. Esto muestra que Dios tiene un adversario. Este adversario siempre va al lado de la economía de Dios. Donde está la economía de Dios, allí también está el caos satánico.

  La economía divina y el caos satánico pueden verse desde el primer capítulo de Génesis hasta el último capítulo de Apocalipsis. Cuando Dios creó los cielos y la tierra, los ángeles cantaron y a dieron voces de gozo (Gn. 1:1; Job 38:4-7), pero inmediatamente Satanás se rebeló contra Dios, lo cual produjo caos (Is. 14:12-15; Gn. 1:2a). Esta historia de la economía divina y el caos satánico se ha estado dando a lo largo de la historia del universo. El Nuevo Testamento empieza con Cristo como incorporación del Dios Triuno, encarnado para ser un Dios-hombre (Jn. 1:1, 14). ¡Qué maravilla fue la encarnación del Dios Triuno! Pero inmediatamente apareció allí el caos satánico. Herodes procuró matar a Cristo en Su infancia (Mt. 2:1-22).

  Aun en el nuevo cielo y la nueva tierra habrá señales del caos satánico y la economía divina. La gran señal, la única señal, de la economía de Dios será la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es la máxima consumación de la economía de Dios. Fuera de la ciudad está el “basurero”, llamado el lago de fuego. El lago de fuego es una clara señal de todo el caos que ha habido de generación en generación, por todas las edades. Por la eternidad habrá dos cosas: una ciudad de agua, y un lago de fuego, los cuales representan la economía de Dios y el caos satánico respectivamente.

NO SOMOS LIBRADOS DEL CAOS SATANICO, SINO QUE LO VENCEMOS Y OBTENEMOS LA VICTORIA SOBRE EL PARA TRIUNFAR EN LA ECONOMIA CONSTRUCTIVA UNICA DE DIOS

  En una reunión oí que alguien oró diciendo: “Señor, líbranos del caos”. Me gustaría preguntarles si esta oración es correcta o no. Algunos dirían que es correcta porque el Señor Jesús nos dijo que le pidiéramos al Padre que no nos pusiera en tentación sino que nos librara del maligno (Mt. 6:13). Sin embargo, es posible que tengamos un concepto equivocado de lo que es este tipo de liberación. Dios no quiere que seamos librados del caos satánico. Lo que El quiere está implícito en las palabras vencer y obtener la victoria. Si Dios nos librara del caos satánico, El no necesitaría que venciéramos dicho caos, ni que obtuviéramos la victoria sobre el mismo. Dios desea que venzamos el caos satánico. La verdadera liberación que recibimos de Dios es la victoria que obtenemos. En Efesios 6 Pablo nos dijo que necesitábamos revestirnos de poder en el Señor para estar firmes en contra de las artimañas del diablo (vs. 10-11). Luego dijo: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (v. 13). No necesitamos ser librados del caos, sino que necesitamos estar firmes contra él.

  Mientras que la economía de Dios se ha estado realizando, el caos satánico se ha estado acumulando a lo largo de casi seis mil años de historia de la humanidad. Esta acumulación ha tenido su consumación en el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo. El judaísmo no procedió de la economía de Dios; el judaísmo es parte del caos satánico. En Apocalipsis 2:9 el Señor le habló a la iglesia en Esmirna acerca de la “sinagoga de Satanás”.

  Hemos visto que la iglesia, debido a su degradación, finalmente se casó con el mundo en tiempos de Constantino. En ese entonces, la iglesia se convirtió en cierta clase de “ismo”, es decir: el cristianismo. Ese “ismo” también era una acumulación del caos satánico. El matrimonio de la iglesia con el mundo, según se ve en el caso de la iglesia en Pérgamo (Ap. 2:12-17), con el tiempo produjo el catolicismo romano, como se ve en el caso de la iglesia en Tiatira (vs. 18-29). En el catolicismo romano tienen la jerarquía de obispos, arzobispos, cardenales y el papa. El sistema de un papa universal fue establecido a fines del siglo sexto. En la Iglesia Católica hay mucha herejía, mucha superstición y muchas prácticas paganas. El catolicismo es una acumulación del caos satánico. El judaísmo es la primera acumulación, y el catolicismo es la segunda.

  Los que buscaron seriamente al Señor no estuvieron dispuestos a tolerar la degradación de la iglesia, así que ellos se levantaron una y otra vez en diferentes siglos para llevar a cabo cierta medida del recobro del Señor. Con el tiempo, en el siglo dieciséis se levantó Martín Lutero, y el Señor lo usó para recobrar la verdad de la justificación por fe. Finalmente, apareció el protestantismo en ese período de reforma. El resultado de la Reforma fue las iglesias estatales, tales como la Iglesia de Alemania, la Iglesia de Noruega y la Iglesia de Inglaterra, llamada hoy día la Iglesia Anglicana. Más adelante algunos que amaban al Señor empezaron a ver en las Escrituras verdades que no tenían las iglesias estatales. Entonces se formaron las iglesias privadas, tales como la iglesia Presbiteriana, la iglesia Bautista y la iglesia Metodista.

  En el siglo dieciocho el Señor usó a Zinzendorf para recobrar algo de la práctica de la vida de iglesia apropiada. Luego en el siglo diecinueve, la asamblea de los Hermanos, bajo el liderazgo de John Nelson Darby, avanzó y recobró la vida de iglesia en un mayor grado. Los Hermanos tuvieron su comienzo en 1828, pero noventa años después, se habían dividido en unos cien grupos.

  A principios del siglo veinte el Señor capturó en China a un joven llamado Watchman Nee, y lo usó para continuar Su recobro. El hermano Nee me dijo una vez que tanto Europa como los Estados Unidos habían sido arruinados en lo que al mover del Señor se refería en ese entonces. Aquello forzó al Señor a ir a China, de la cual el hermano Nee decía que era “suelo virgen” para que el Señor tuviera un nuevo comienzo de la vida de iglesia. Nosotros ahora estamos en el recobro que el Señor está haciendo de la vida de iglesia adecuada, para la edificación del Cuerpo orgánico de Cristo.

  La economía de Dios ha pasado por la raza de Adán y también por la raza física y la raza espiritual de Abraham. Al lado de esta economía ha estado el caos de Satanás, el cual ha dado como resultado tres acumulaciones, que son estos tres “ismos”: el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo. Por causa del fracaso de las primeras tres razas, y por causa de las acumulaciones del caos satánico —el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo—, el Señor necesita una cuarta raza, la raza de los vencedores. En el último libro de la Biblia, el libro de Apocalipsis, el Señor tiene un llamado séptuple para los vencedores.

  Según la historia de la iglesia, el recobro del Señor con Sus vencedores empezó en el siglo segundo. La revelación divina se completó en el siglo primero con el ministerio de Pablo y el ministerio restaurador de Juan. No obstante, en ese mismo siglo también hubo la degradación de la vida de iglesia. A pesar de que había pasado muy poco tiempo después de que la revelación divina fuera completada, la iglesia cayó en degradación, así que era necesario que hubiera vencedores. El hermano E. H. Broadbent en su libro The Pilgrim Church [La iglesia peregrina] hizo notar que la línea de vencedores comenzó en el siglo segundo y ha continuado a lo largo de los siglos.

  Yo nací en China, muy lejos del cristianismo occidental. Pero gracias a Dios, hace unos ciento cincuenta años El envió algunos de los mejores misioneros a aquel antiguo país que era tan conservador. Ellos eran verdaderos hombres de Dios que fueron honorables, fieles y excelentes en su carácter. Ellos abrieron la puerta para el evangelio. Mi madre fue bautizada como resultado de la obra que ellos hicieron. Fue por medio de esto que yo llegué a ser cristiano. Después de que fui salvo, el Señor gradualmente me abrió los ojos. Vi que puesto que era un hombre, debía ser cristiano, y si iba a ser cristiano, tenía que ser un vencedor; tenía que salir del judaísmo, del catolicismo y del protestantismo para levantarme con los vencedores.

  Nací en el norte de China, y el hermano Nee nació en el sur. Finalmente, bajo el arreglo del Señor, nos pusimos en contacto. Cuando yo era un creyente joven, llegué a leer el periódico que él publicaba, que se llamaba El Cristiano. Cuando lo leí, el Señor me capturó. Me di cuenta de que ya que era cristiano, tenía que ser el mismo tipo de cristiano que era el hermano Watchman Nee: un vencedor. Hace como setenta años el hermano Nee y yo estábamos entre los jóvenes progresistas de China. Estudiamos en escuelas modernas y aprendimos inglés. También éramos muy patrióticos, pero el Señor nos capturó para que fuéramos vencedores.

  El Señor nos llamó a ser uno con El para obtener la victoria sobre Su enemigo y vencerlo. Quizá algunos de nosotros pensemos que hay demasiado caos hoy. El judaísmo, el catolicismo y el protestantismo son un caos triple. Tal vez deseemos pedirle al Señor que nos libre de esto. Sin embargo, el Señor en vez de librarnos tal vez permita que venga caos al lugar donde estamos para que aprendamos a ser uno con El para obtener la victoria sobre el caos y vencerlo. Estamos en el recobro del Señor, el cual tiene como fin llevar a cabo la economía de Dios sobre esta tierra. Por esta causa el caos satánico está también aquí. Los vencedores no son librados del caos actual, sino que ellos obtienen la victoria sobre el caos destructivo y triunfan en la economía constructiva única.

UN VENCEDOR QUE TIENE LA VICTORIA SOBRE EL JUDAISMO, EL CATOLICISMO Y EL PROTESTANTISMO

  Mi carga en este capítulo es que veamos cómo vencer el caos satánico y qué es lo que debemos vencer. Es posible que pensemos que como cristianos debemos vencer el pecado, el mundo, nuestra carne y nuestro yo. Pero Apocalipsis 2 y 3 muestra que el Señor desea que obtengamos la victoria sobre tres cosas: el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo. El Señor se refirió a los que están el judaísmo como a aquellos que eran de la sinagoga de Satanás. Si todavía queda algo del judaísmo en nosotros, seremos derrotados. Tenemos que vencer todo lo que sea judaico.

  También tenemos que vencer tres tipos de enseñanzas: la enseñanza de Balaam (Ap. 2:14), la enseñanza de los nicolaítas (v. 15), y la enseñanza de Jezabel (v. 20). En las siete epístolas enviadas a las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3, éstas son tres enseñanzas diferentes de la enseñanza de los apóstoles. La enseñanza de Balaam y la enseñanza de los nicolaítas son las enseñanzas de las iglesias protestantes de hoy. Estas enseñanzas desarrollan el sistema organizado del cristianismo. Si hemos de ser vencedores, tenemos que vencer la enseñanza de Balaam y la enseñanza de los nicolaítas.

  La enseñanza de Jezabel es la enseñanza de la Iglesia Católica. A los ojos de Dios, la Iglesia Católica es una prostituta malvada, una gran ramera (Ap. 17:1). Según Apocalipsis 17:5 esta gran ramera tiene hijas. Las hijas de la iglesia apóstata deben de ser todas las diferentes sectas y grupos del cristianismo que retienen en cierta medida la enseñanza, las prácticas y la tradición de la Iglesia Romana apóstata.

  El contenido de la enseñanza de la Iglesia Romana, la enseñanza de Jezabel, consiste primeramente en adorar ídolos. Las catedrales católicas están llenas de ídolos. G. H. Pember en su libro The Great Prophecies [Las grandes profecías], muestra cómo Buda ha entrado al catolicismo. En el calendario católico hay un santo llamado Josafat, cuya historia es en realidad la historia de Buda (véase el mensaje cincuenta y uno de Life-study of Revelation [Estudio-vida de Apocalipsis], pág. 585). Alexander Hislop, en su libro The Two Babylons [Las dos Babilonias], expone el origen de las cosas malignas, demoníacas y paganas que han sido introducidas en la iglesia apóstata. También en la Iglesia Católica están las profundidades de Satanás (Ap. 2:24).

  Nosotros tenemos que ser los vencedores que obtienen la victoria sobre todo lo que sea del judaísmo, del catolicismo y del protestantismo. A los ojos del Señor, estos tres “ismos” son más malignos que el pecado, que el mundo y que nuestro yo. El judaísmo, el catolicismo y el protestantismo deben ser la primera categoría de cosas que usted y yo debemos vencer. Vale la pena estudiar el bosquejo que está al comienzo del capítulo tres, el cual trata de los vencedores de los que se habla en las epístolas enviadas a las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3. El Señor nos manda en estas epístolas que obtengamos la victoria sobre el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo, que los venzamos.

  El libro de Apocalipsis nos dice que el anticristo destruirá todas las religiones al comienzo de la gran tribulación; se exaltará sobre todos los dioses y obligará a la gente a adorarlo (Dn. 8:9-11; 11:36-37; 2 Ts. 2:3-4; Ap. 13:4-6, 12, 14-15); perseguirá a la Iglesia Romana y la destruirá. Apocalipsis 17:16 dice: “Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego”. Esta ramera es la Iglesia Católica, y la bestia es el anticristo. Este versículo profetiza claramente que el anticristo quemará la Iglesia Católica, la dejará desolada y desnuda y comerá sus carnes. Pedro nos dice que debemos atender a la palabra profética como a una lámpara que alumbra en lugar oscuro (2 P. 1:19). Dicha profecía es una lámpara para nuestros pies (Sal. 119:105).

  Por supuesto que no debemos permanecer en nada del judaísmo, del catolicismo ni del protestantismo. Si hemos de ser vencedores, tenemos que vencer estos tres “ismos”. Es por esto que he invertido siete años en derribar el sistema de un solo orador en las iglesias. Dicho sistema corresponde a la enseñanza de los nicolaítas (en cuanto a los nicolaítas, véanse Ap. 2:6 y la nota 1 y Ap. 2:15 y la nota 1). En 1937 el hermano Watchman Nee vio la necesidad de que la iglesia tuviera sus reuniones en mutualidad, como se revela en 1 Corintios 14. Esto consta en el libro La vida cristiana normal de la iglesia. Sin embargo, en ese entonces no pudimos hallar la forma de reemplazar el servicio matutino del domingo donde sólo un orador hablaba. Más de diez años después, en 1948, el hermano Nee habló de esto nuevamente en su libro Los asuntos de la iglesia. Dijo que este sistema es difícil de derribar, pero si usted hace presión y yo también, y todos ejercen presión, a la postre este sistema será quitado de en medio.

  El verdadero factor del reciente conflicto fue que yo estaba laborando para quitar de nuestro medio la práctica de que sea una sola persona la que hable y las demás escuchen, es decir, la reunión dominical que teníamos en las iglesias en la cual se daba un mensaje. Los principales disidentes no iban a decir que se oponían a esto, pero de hecho éste era el caso. Ellos pensaban que si esta práctica desaparecía, ellos perderían sus “empleos”. Ellos estaban apegados a eso de predicarle a una congregación. No es un asunto insignificante deshacerse de la práctica de un solo orador, la práctica dominical de tener una reunión para oír un mensaje. El hermano Nee dijo que esta práctica concordaba con las costumbres de las naciones (2 R. 17:8). Esto es parte de los “ismos” que tenemos que vencer.

  Para poder erradicar el sistema de clérigos y laicos, el sistema donde una sola persona habla y las demás escuchan, tenemos que ser aquellos que hablan por el Señor. Si todos nos levantamos para hablar por el Señor, el sistema de clérigos y laicos será eliminado. Si llegamos a la reunión del día del Señor por la mañana en una forma pasiva sin ninguna intención de hablar por el Señor, estamos fomentando ese sistema. Guardar silencio, no ejercer nuestra función, no abrir la boca para hablar en la reunión, es lo que constituye el sistema de un solo orador.

  Todos nosotros debemos levantarnos a hablar por el Señor. Cuanto más hablamos, más jóvenes nos ponemos. Si deseamos disminuir nuestra vejez, debemos hablar. Si no hablamos en la reunión, tal vez pensemos que la reunión fue pobre. La reunión fue pobre porque nosotros no hablamos. Toda reunión en la cual hablamos es una reunión que está en los cielos. Cuanto más nos ejercitamos en hablar por el Señor en las reuniones, más elevadas serán las reuniones para nosotros y más nos gustarán.

  El Señor se complace con nuestro hablar porque así vencemos y anulamos el caos destructivo. Después de estos últimos siete años, varias iglesias han gustado la riqueza y la dulzura de la reunión de profetizar, la reunión de la iglesia en mutualidad. Con esta práctica muchos de los jóvenes en nuestro medio serán entrenados a hablar. Si el Señor no nos hubiese guiado a tomar la manera ordenada por Dios de reunirnos en una forma en que todos ejerzan su función, no habría manera alguna de que pudiéramos llevar la obra a Rusia hoy. Todos los santos que están sirviendo en Rusia, están hablando por el Señor. Quisiera decir una vez más que en todo aspecto de la vida práctica de iglesia tenemos que recordar que tenemos que vencer el judaísmo, el catolicismo y el protestantismo.

I. TIENE A CRISTO COMO SU CENTRALIDAD Y SU UNIVERSALIDAD

  Si hemos de ser vencedores, debemos tener claridad en cuanto a la economía de Dios. Cristo es la centralidad y la universalidad de la economía divina (Col. 3:10-11). De hecho, la economía de Dios es simplemente Cristo. Lo que Dios desea es tener a Cristo. Cristo es el beneplácito de Dios y es Su única meta.

  El Nuevo Testamento nos muestra esto en Efesios 1 y 3. Estos capítulos hablan del beneplácito de Dios (1:5, 9) y de Su propósito eterno, el deseo que hay en Su corazón (3:11). El beneplácito de Dios es Cristo. Una iglesia sin Cristo como su centralidad y su universalidad no le agrada a Dios. Dios jamás se agradaría de una iglesia que no tenga a Cristo. Dios no quiere ver meramente un grupo de personas que se reúnen y sirven juntas; El desea ver a Cristo en medio de ellas y lo que le interesa es qué tanto de Cristo hay entre ellos. Qué tanto se agradará Dios depende de qué tanto Cristo tengamos. Todo lo que hacemos debe ser hecho en Cristo, con Cristo, por Cristo, mediante Cristo y para Cristo.

  El fin de la predicación del evangelio que se practica en el cristianismo es ganar almas; pero nuestra predicación es la práctica del sacerdocio neotestamentario del evangelio, el cual tiene como fin salvar a los pecadores para hacerlos miembros de Cristo y parte de El. Luego presentamos los miembros de Cristo como ofrenda a Dios (Ro. 15:16). En el Antiguo Testamento los sacrificios que ofrecían los sacerdotes, eran tipo de Cristo. Hoy en la economía neotestamentaria, ofrecemos los miembros de Cristo. En otras palabras, ofrecemos el Cuerpo de Cristo. Predicar el evangelio con el mero objetivo de ganar almas no es suficiente. Nosotros predicamos el evangelio para hacer de los pecadores miembros vivos de Cristo, aquellos que constituyen el Cuerpo de Cristo, a fin de poderlos ofrecer a Dios para que constituyan el Cuerpo de Cristo.

  Nosotros como sacerdotes del evangelio debemos visitar a otros con regularidad para llevarles el evangelio. D. L. Moody en cierta ocasión tomó la decisión de que iba a predicarle el evangelio por lo menos a una persona cada día. Una noche después de acostarse, recordó que no le había predicado el evangelio a nadie ese día. Salió a la calle, y la única persona que vio fue un policía. Se le acercó al policía y le instó a que creyera en el Señor Jesús. Luego Moody corrió a casa. Más adelante, el policía tuvo el deseo de conocer a la persona que le había hablado de creer en el Señor. El policía se enteró de que tal persona era D. L. Moody. Entonces fue a verlo, y fue salvo. Esto nos muestra que nosotros debemos cumplir el deber que tenemos como sacerdotes del evangelio de visitar a otros con regularidad para poder hacerles miembros de Cristo con miras al aumento y la edificación del Cuerpo de Cristo.

II. HACE A CRISTO PREEMINENTE EN TODAS LAS COSAS

  La economía de Dios también hace a Cristo preeminente en todas las cosas (Col. 1:15-19). Tener la preeminencia es tener el primer lugar.

A. En la Deidad

  En todo el universo Cristo es el primero. El es el primero aun en la Deidad (v. 15a). En la Deidad hay tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. De los tres, el Hijo es el centro. La incorporación del Dios Triuno es Cristo, el Hijo; por consiguiente, El es el centro. Colosenses 1:18b dice que Cristo tiene el primer lugar, la preeminencia, en todo. El es la imagen del Dios Triuno. Si uno tiene la imagen, tiene la persona. Esto nos muestra que Cristo es el centro mismo de la Trinidad Divina. El es la imagen y la incorporación del Dios Triuno.

  Cristo, el preeminente, es una persona viviente y orgánica, y el Cuerpo de Cristo es un organismo, no una organización. Una mesa de madera es una organización de piezas de madera, pero una persona viviente es un organismo. La iglesia no es mecánica; no es un robot. La iglesia es un organismo. Si deseamos que la iglesia sea viviente, entonces cuando vayamos a las reuniones no debemos quedarnos sentados en nuestra silla durante toda la reunión meramente escuchando a otros. Esto nos hace mecánicos, no orgánicos. Necesitamos ejercitar nuestro espíritu para cantar al Señor, alabarle y hablar por El. Cuando decimos “amén”, debemos decirlo de un modo vivo ejercitando nuestro espíritu. No solamente el profetizar requiere práctica; hasta para decir “amén” es necesario practicar.

  Algunas veces la mejor parte de la mesa del Señor es cuando todos hacen una “algarabía” para el Señor. Si todos somos siempre muy ordenados y organizados en lo que hacemos, nuestra reunión podría parecer un cementerio. En un cementerio no hay ruido alguno, y todo permanece ordenado. Pero la iglesia es un ser vivo; así que la iglesia tiene que hacer una algarabía de gozo para el Señor (Sal. 98:4, 6; 100:1). Si no ejercitamos nuestro espíritu en las reuniones de la iglesia, moriremos. El ejercicio es la clave para estar sanos. En las reuniones de la iglesia, debemos ser vivientes y activos en el Espíritu. De este modo Cristo tendrá la preeminencia en nuestras reuniones.

B. En la creación

  Cristo también tiene la preeminencia, el primer lugar, en la creación (Col. 1:15b-17). El es el Primogénito de toda la creación, Aquel que tiene la preeminencia entre todas las criaturas.

C. En la resurrección para la nueva creación, que es la iglesia, el Cuerpo de Cristo

  Cristo también tiene la preeminencia en la resurrección para la nueva creación, que es la iglesia, el Cuerpo de Cristo (v. 18). En la antigua creación El es el Primogénito; en la nueva creación, es decir, en la resurrección, en el Cuerpo de Cristo, El también es el Primogénito. Cristo es el primero en la resurrección como la Cabeza del Cuerpo. Como tal, El tiene el primer lugar en la iglesia, la nueva creación (2 Co. 5:17; Gá. 6:15).

D. En la plenitud de la Deidad

  Cristo también tiene la preeminencia en la plenitud de la de Deidad. Colosenses 1:19 dice que “agradó a toda la plenitud habitar en El”. De hecho, la plenitud en este versículo es Cristo mismo. Cristo es el centro, Cristo es la incorporación, Cristo es la imagen y Cristo es la plenitud. Por lo tanto, en todo aspecto y en todas las cosas, Cristo debe tener el primer lugar, la preeminencia. En la vida de iglesia todo debe tener como objetivo que se le dé a El la preeminencia, el primer lugar.

III. PRODUCE LA IGLESIA

  La economía de Dios tiene a Cristo como su centralidad y universalidad; hace a Cristo preeminente en todas las cosas, y también produce la iglesia como Cuerpo de Cristo, como casa de Dios y como reino de Dios, lo cual tiene su consumación en la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Todo lo que hagamos en la manera ordenada por Dios tiene como fin que Cristo produzca la iglesia. Estamos aquí practicando la vida de iglesia para tomar a Cristo como centro y para hacer que El sea preeminente con el fin de producir la iglesia, la cual es Su Cuerpo.

A. El Cuerpo de Cristo

1. La plenitud de Aquel que todo lo llena en todo para ser Su expresión

  El Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo, Aquel que todo lo llena en todo, para ser Su expresión (Ef. 1:22-23). Cristo es inmensurablemente pleno, vasto y grande. Efesios 3:18 habla de que comprendamos las dimensiones universales de Cristo, a saber: la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. ¿Qué tan ancho, qué tan largo, qué tan alto y qué tan profundo es el universo? La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son las dimensiones inmensurables del universo, y son también las dimensiones de Cristo. Ya que Cristo es tan vasto, El necesita Su Cuerpo, para tener Su plenitud, Su expresión.

  Necesitamos ser aquellos que viven a Cristo y le magnifican para ser Su expresión. Si Cristo no es pleno en nosotros, nosotros no podemos ser Su expresión. Un ejemplo con el que podemos mostrar esto es la cantidad de agua que cabe en una taza. Si la taza no está llena de agua, nadie puede ver el agua. De esta manera el agua está escondida, encerrada, y no está expresada. Cuando la copa se llena de agua hasta el punto de rebosar, este rebosamiento es la expresión. Cuando la copa rebosa de agua, todos pueden ver la expresión. Nadie sabe que Cristo está en nosotros, así que debemos rebosar de Cristo.

  Nosotros rebosamos de Cristo al hablar este mismo Cristo. Cuando nosotros rebosamos, Cristo fluye. Este rebosamiento es la expresión de Cristo, y esta expresión es la plenitud. La Biblia no nos dice que vayamos a las reuniones a estar allí callados. Esta es la práctica del cristianismo degradado. La arquitectura de las catedrales y de muchos edificios que las denominaciones usan para reunirse, con sus ventanas de mosaicos de vidrio que no permiten que penetre mucha luz, y con sus elevados techos, obliga a la gente a permanecer en silencio. Nuestros lugares de reunión no son así. Nuestras reuniones no deben estar invadidas por el silencio, sino que deben estar llenas del hablar divino para exhibir a Cristo, para expresarle.

2. Un organismo constituido de Sus miembros

  El Cuerpo de Cristo es un organismo constituido de Sus miembros (Ro. 12:5). Nosotros los que estamos en el Cuerpo de Cristo somos miembros vivientes de Cristo.

3. Edificado:

a. Con las inescrutables riquezas de Cristo

  El Cuerpo de Cristo necesita ser edificado con las inescrutables riquezas de Cristo por medio del dispensar divino (2, Ef. 3:8-11). Este es el énfasis de la Biblia.

b. Por los miembros dotados y por cada miembro

  El Cuerpo de Cristo es edificado mediante el dispensar divino por los miembros dotados como coyunturas del rico suministro, y por cada miembro que opera en su medida (Ef. 4:16). Los miembros dotados deben ser miembros activos y vivientes. Ellos dispensan el rico suministro, que es el suministro de Cristo. Cada miembro necesita operar en su medida. Es posible que pensemos que no somos miembros dotados y que, por ende, no somos necesarios. Pero todos nosotros somos miembros del Cuerpo y debemos operar según nuestra medida. No debemos meramente funcionar, sino funcionar en plenitud.

c. Por medio de que el Cuerpo crezca en vida

  El Cuerpo de Cristo también es edificado por medio de que el Cuerpo crezca en vida, asido de Cristo como Cabeza (Ef. 4:15-16). Mediante el crecimiento en vida, la iglesia es edificada. Para edificar algo necesitamos primero los materiales. Los materiales para la edificación de la iglesia son las riquezas de Cristo. Para poder edificar también necesitamos la destreza. En la iglesia necesitamos muchos “artesanos”, es decir, personas capacitadas. Las personas dotadas son “artesanos” y los miembros que operan son pequeños “artesanos”. También necesitamos la manera de edificar, la cual es crecer. Si no crecemos no hay edificación de la iglesia. La edificación de la iglesia se constituye de las riquezas de Cristo, llevada a cabo por las personas dotadas y los miembros que operan, y por medio de que crezcan en vida todos los santos.

4. Para que Cristo, como Cabeza, reúna todas las cosas en Sí mismo

  Finalmente, el objetivo de la iglesia edificada es que Cristo como Cabeza reúna todas las cosas en Sí mismo (Ef. 1:10).

B. La casa de Dios

1. Compuesta de los muchos hijos de Dios como los muchos hermanos de Cristo, el Hijo primogénito de Dios

  La iglesia también es la casa de Dios (1 Ti. 3:15-16). La casa de Dios está compuesta de los muchos hijos de Dios, que son los muchos hermanos de Cristo, el Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29; He. 2:10-12). Nosotros somos el Cuerpo, y Cristo es la Cabeza. Nosotros también somos una casa en la que Cristo es el Hijo primogénito entre muchos hijos, Sus muchos hermanos.

2. Columna y fundamento de la verdad

La iglesia como casa de Dios también es columna y fundamento de la verdad. La iglesia como columna sostiene la verdad, y como fundamento sustenta la verdad. La verdad es el Dios Triuno con Cristo como incorporación, como centro y como imagen para producir la iglesia como organismo del Cuerpo de Cristo, como el hogar de Dios, y como el reino de Dios. Ninguna otra cosa es la verdad, y enseñar alguna otra cosa es traer otras enseñanzas. Doctrinas tales como cubrirse la cabeza, lavar los pies, y formas de bautizar son simplemente eso, doctrinas; pero no son la verdad que debemos enseñar. La verdad es una sola cosa: el Dios Triuno con Cristo como centro, como incorporación, como imagen y como expresión, para producir la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, la casa de Dios y el reino de Dios. Nosotros somos uno en esta verdad; nuestra unidad no se basa en puntos bíblicos secundarios.

3. La manifestación de Dios en la carne: el gran misterio de la piedad

  La iglesia como columna y fundamento de la verdad es la manifestación de Dios en la carne, y éste es el gran misterio de la piedad (1 Ti. 3:15-16). La iglesia es la continuación de Cristo como manifestación de Dios en la carne.

C. El reino de Dios

  La iglesia es el reino de Dios (Mt. 16:18-19; Ro. 14:17). El reino de Dios tiene como fin la administración divina que expresa la autoridad divina (He. 1:8). Nosotros debemos ser personas que están bajo autoridad, y entre nosotros debe darse la administración divina. Romanos 14:17 dice que hoy la vida de iglesia es el reino de Dios.

D. Tiene su consumación en la ciudad santa, la Nueva Jerusalén

  Con el tiempo, la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, la casa de Dios y el reino de Dios, tendrá su consumación en la ciudad santa, la Nueva Jerusalén (Ap. 21—22). Apocalipsis 21:2 dice que la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, descenderá del cielo de Dios. En primer lugar, la Nueva Jerusalén estará en los cielos en el reino de mil años. Los vencedores estarán allí como correyes de Cristo en la parte celestial de la manifestación del reino de los cielos. Después del reino de mil años, todos los santos habrán madurado y serán incluidos en la Nueva Jerusalén. Entonces la Nueva Jerusalén descenderá del cielo, y será nuestra morada por la eternidad sobre la tierra nueva. Estamos en la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo, la casa de Dios y el reino de Dios, y vamos en camino a ser la nueva ciudad, la Nueva Jerusalén.

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