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Mensajes del libro «Entrenamiento para ancianos, libro 06: Los puntos cruciales de la verdad contenida en las Epístolas de Pablo»
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CAPÍTULO CINCO

LOS PUNTOS CRUCIALES DE LA VERDAD EN GÁLATAS

  En este capítulo abordaremos los puntos cruciales de la verdad contenidos en la epístola de Pablo a los gálatas.

EL PRESENTE SIGLO MALIGNO

  En Gálatas 1:4 Pablo nos habla de Cristo, “el cual se dio a Sí mismo por nuestros pecados para rescatarnos del presente siglo maligno, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre”. El punto crucial de este versículo es el presente siglo maligno. Si bien ya tratamos este tema con toda claridad en el Estudio-vida de Gálatas así como en las notas de pie de página de la Versión Recobro, quisiera nuevamente tocar este tema de manera breve. En tiempos de Pablo imperaba una especie de era maligna, a la cual Pablo llamó el presente siglo maligno. Una era es una parte, una sección o un aspecto del mundo como sistema satánico, la cual es usada por Satanás para usurpar y ocupar a las personas manteniéndolas lejos de Dios y ajenas a Su propósito. Aquí, el presente siglo maligno, según lo contenido en este libro, se refiere al mundo religioso, la corriente religiosa del mundo, la religión judaica. Esto es confirmado por Gálatas 6:14-15, donde la circuncisión es considerada como un componente del mundo —el mundo religioso—, al cual el apóstol Pablo estaba crucificado. Aquí el apóstol enfatiza que el propósito por el cual Cristo se entregó a Sí mismo por nuestros pecados fue el de rescatarnos, extraernos, de la religión judía, del presente siglo maligno. Esto es liberar al pueblo escogido de Dios de la custodia de la ley (3:23), sacarlo del redil (Jn. 10:1, 3), conforme a la voluntad de Dios. Por tanto, en sus palabras de apertura, Pablo nos da a entender lo que desea realizar, lo cual es rescatar a las iglesias que habían sido distraídas por el judaísmo y su ley, y traerlas de regreso a la gracia del evangelio.

  Cuando el Señor Jesús estuvo en esta tierra, la religión judía fue plenamente puesta al descubierto como siglo maligno. Si la religión judía no fuese un siglo maligno, ¿cómo, entonces, sus líderes podrían haber crucificado al Señor Jesús? Crucificar a Jesús era por completo algo mucho más que maligno. Tal crucifixión puso al descubierto que la religión judía era el presente siglo maligno. Este asunto no afectaba únicamente a ciertos individuos, sino a toda una generación. Un siglo se refiere a un aspecto del mundo. El mundo está compuesto por muchos siglos, mientras que una generación se refiere al pueblo, a los judíos. Por tanto, el día de Pentecostés del cual se hace mención en Hechos 2:40, Pedro, en sus palabras de conclusión de su mensaje, no dice que es necesario ser salvos de la condenación de Dios, ni de la perdición eterna, ¡sino que debemos ser salvos de esta perversa generación! Esto se refiere a los judíos corrompidos de dicha era, los cuales rechazaron al Cristo de Dios (v. 36) y cuya religión fue considerada por Dios como el presente siglo maligno. No se puede considerar al pueblo judío aparte de la religión judía.

LA REVELACIÓN DEL HIJO DE DIOS EN NOSOTROS

  Otro punto crucial en el primer capítulo de Gálatas es la revelación del Hijo de Dios en nosotros (v. 16). Este punto implica que Cristo es contrario a la religión, a la tradición y a la ley. El Hijo de Dios, como corporificación y expresión de Dios Padre (Jn. 1:18; 14:9-11; He. 1:3), es vida para nosotros (Jn. 10:10; 1 Jn. 5:12; Col. 3:4). El deseo del corazón de Dios es revelar a Su Hijo en nosotros a fin de que le conozcamos, le recibamos como nuestra vida (Jn. 17:3; 3:16) y lleguemos a ser hijos de Dios (1:12; Gá. 4:5-6). Por ser el Hijo del Dios viviente (Mt. 16:16), Él es muy superior al judaísmo y su tradición (Gá. 1:13-14). Los judaizantes fascinaron tanto a los gálatas que éstos incluso llegaron a considerar que las ordenanzas de la ley estaban por encima del propio Hijo del Dios viviente. Por tanto, el apóstol, en sus palabras de apertura de esta epístola, testificó que él mismo había estado profundamente inmerso en el ámbito de la ley y que había logrado avanzar mucho en ese campo. Pero Dios le había rescatado de tal corriente mundana, la cual era maligna a los ojos de Dios, al revelar a Su Hijo en él. En su experiencia, Pablo comprendió que no había comparación alguna entre el Hijo del Dios viviente y el judaísmo con sus tradiciones muertas, las cuales ellos habían recibido de sus padres.

  El hecho de que Cristo sea contrario a la religión, a la tradición y a la ley puede ser cabalmente aplicado a nuestra situación actual. En un sentido muy positivo, a los ojos de Dios, la religión de nuestros días es un siglo maligno, una generación torcida. No obstante, incluso en medio de un siglo tan maligno, Cristo viene siendo revelado en nuestro ser. Por tanto, este Cristo que nos ha sido revelado está en contraposición a la religión, a la tradición, a las normas, a las reglas y a las ordenanzas. Dios revela a Su Hijo en nosotros, no como algo externo y ajeno a nuestro propio ser, sino que nos lo revela internamente: no por medio de una visión que podamos ver con nuestros ojos externamente, sino por medio de algo que percibimos internamente. Así pues, ésta no es una revelación objetiva, sino una revelación subjetiva para nosotros.

LA VERDAD DEL EVANGELIO

  En Gálatas 2:5 encontramos un punto crucial: la verdad del evangelio. Pablo se opuso rotundamente a los judaizantes que hacían de la circuncisión un requisito para ser salvos. Pablo nos dice que a ellos “ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros” (v. 5). Tenemos que dedicar algún tiempo para captar todos los puntos relacionados con este tema a fin de poder presentar este ítem del evangelio a otros como conocimiento básico. En Gálatas 2:5 y 14 Pablo nos habla de la verdad del evangelio. La palabra verdad en este versículo no quiere decir doctrina o enseñanza del evangelio, sino que ella denota la realidad del evangelio. Aunque Gálatas es un libro muy breve, en él podemos encontrar una revelación completa de la realidad del evangelio en forma de ciertos principios fundamentales.

  El primer principio de la verdad del evangelio es que el hombre caído no puede ser justificado por las obras de la ley (2:16; 3:11); más bien, somos justificados por la fe en Cristo. La fe en Cristo denota una unión orgánica producida al creer en Él. El evangelio solamente especifica una condición o requisito: creer en el Señor Jesús. Además de creer en Él no debiera haber otra condición o requisito. Tienen que dedicar cierto tiempo al estudio de este pasaje de la Palabra referido a la verdad del evangelio y preparar un bosquejo respecto al mismo.

MUERTOS AL PECADO A FIN DE VIVIR PARA DIOS

  El siguiente punto crucial se halla en los versículos 19 y 20 del capítulo 2, donde Pablo dice: “Porque yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. El punto crucial que se nos presenta aquí es que hemos muerto a la ley a fin de vivir para Dios. Este punto incluye el hecho de que estamos en Cristo, y por tanto, no se nos exige guardar la ley. Hemos muerto a la ley. Esto quiere decir que somos libres de la ley. Una persona muerta es libre de la ley y no tiene la obligación de guardarla, no es responsable por ello. Hemos sido libertados de toda ordenanza, de toda ley y atadura, al haber sido crucificados juntamente con Cristo. Así que, ya no tenemos la obligación de guardar la ley, sino que únicamente somos responsables ante Dios y es para Él que vivimos. Ahora, ya no vivimos nosotros, sino que Cristo vive en nosotros por Su resurrección. Su vivir en nuestro ser se lleva a cabo íntegramente en virtud de que Él es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45).

  Este punto ha sido abarcado de manera completa y apropiada en los mensajes correspondientes del Estudio-vida, por lo cual es necesario que acudan a dichos mensajes para estudiar estos asuntos. Dichos mensajes en especial hacen notar que la vida cristiana no es una vida intercambiada, es decir, no consiste en cambiar una vida inferior por una vida superior, sino que consiste en llevar una vida de unión con Cristo, una vida injertada, o sea, es injertar la vida humana en la vida de Cristo. Este punto merece ser estudiado concienzudamente por todos nosotros. Este punto también requerirá de dos o tres reuniones para ser debidamente tratado.

RECIBIR EL ESPÍRITU POR EL OÍR CON FE

  El capítulo 3 de Gálatas es un capítulo muy largo y difícil de entender. El punto crucial de gran singularidad en este capítulo se refiere al asunto de recibir el Espíritu por el oír con fe. En el versículo 2 dice: “Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”. Hoy en día, entre los cristianos se discute mucho sobre recibir el Espíritu. Los santos pentecostales dirán que se recibe el Espíritu por medio del bautismo del Espíritu Santo. Ellos incluso afirman que la única señal del bautismo del Espíritu Santo es hablar en lenguas. Sin embargo, nosotros hemos recibido el Espíritu por el oír con fe.

  ¿En qué consiste la fe por la cual oímos? La fe implica nuestro acto de creer en Cristo, tomando Su persona y Su obra redentora como el objeto de nuestra fe. Esto reemplaza a la ley —la cual era el principio según el cual Dios se relacionaba con los Suyos en el Antiguo Testamento—, y se convierte en el principio según el cual Dios se relaciona con los Suyos en el Nuevo Testamento. Esta fe caracteriza a los creyentes en Cristo y los distingue de los que observan la ley. Éste es el énfasis principal del libro de Gálatas.

  Otros versículos en Gálatas 3 nos muestran que la fe es algo maravilloso. El versículo 23 dice: “Pero antes que viniese la fe, estábamos bajo la custodia de la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada”. Hasta que la fe vino, la ley era nuestro ayo, guardián, escolta y custodio, y fue usada por Dios para cuidar a Su pueblo escogido (v. 24). En el versículo 25 Pablo dice: “Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo”. Puesto que la fe en Cristo ha venido, ya no tenemos que estar bajo la tutela de la ley. Pablo nos dice que es por el oír con fe que recibimos el Espíritu. En el versículo 14, este Espíritu llega a ser la bendición misma que nos imparte el evangelio, la cual fue prometida a Abraham.

  La ley fijaba los términos básicos según los cuales se llevaba a cabo la relación entre el hombre y Dios en la economía de Dios propia del Antiguo Testamento (3:23); ahora, en la economía neotestamentaria de Dios, la fe es el único requisito para que el hombre se ponga en contacto con Dios (He. 11:6), y esto tiene como finalidad que podamos participar de la bendición prometida por Dios y que vivamos a Cristo. La fe aquí representa la escena completa presentada por el Nuevo Testamento. La ley en el Antiguo Testamento siempre está acompañada por las obras, no por la fe. La ley no es un asunto de fe, sino de obras. Cuando Juan el Bautista vino, en su predicación él hizo a un lado la ley. En otras palabras, su predicación puso a un lado todo el Antiguo Testamento. Al predicar él dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Juan también predicó que “el que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Jn. 3:36). Primero, Juan predicó el arrepentimiento, y después el Señor Jesús siguió a Juan. Después que Juan fue entregado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios (Mr. 1:14). En Marcos 1:15 el Señor Jesús dijo: “Arrepentíos, y creed en el evangelio”. A partir de este versículo, la palabra clave para todo el Nuevo Testamento es fe, refiriéndose al acto de creer. Juan 3:14-16 dice: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en Él cree, tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”. En el Evangelio de Juan, la palabra creer es usada en alguna de sus formas más de ochenta veces. La fe tiene dos sentidos: la fe que es objetiva para nosotros, con lo cual se hace referencia a las cosas en las cuales creemos; y la fe que es subjetiva para nosotros, con lo cual se hace referencia a la acción de creer.

  La fe puede ser ilustrada del siguiente modo. Para la actividad fotográfica siempre se requiere de una escena. Dentro de la cámara está la película. Es indispensable que haya luz para que la escena sea captada en la película. Además, también se requiere que la cámara haga “clic”. Cuando la cámara hace “clic”, ello significa que la cámara se abrió a la luz y que ahora la luz puede hacer que la película perciba la escena con lo cual se producirá una foto. Esta foto será exactamente igual a la escena. Al exponer la película a dicha escena, ello causa una reacción, y esa reacción es una ilustración cabal de nuestra fe. Nuestra fe es una reacción a la escena que nos presenta todo el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento nos dice que Cristo fue Dios desde el principio, que Él como el Verbo se hizo carne y llegó a ser un hombre, el cual vivió en esta tierra; también nos dice que Él murió una muerte todo-inclusiva a fin de resolver todos los problemas y liberar la vida divina de Dios que se hallaba confinada en Él; además, nos dice que Él resucitó para llegar a ser el Espíritu vivificante y, como tal, entrara en nosotros. El Nuevo Testamento también nos dice que Cristo ascendió a los cielos, que Él fue glorificado, entronizado y hecho Señor y Cristo, y que Él se derramó sobre todos nosotros como el Espíritu consumado. El Nuevo Testamento nos muestra que la plena salvación que el Dios Triuno efectúa ha sido completada plenamente mediante siete pasos o procesos principales por los cuales Él pasó: la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección, la impartición del Espíritu mediante Su soplo, la ascensión de Cristo y el derramamiento del Espíritu. El Nuevo Testamento también procede a decirnos que somos pecadores y que tenemos que arrepentirnos. Todo aquel que se arrepienta y crea en Cristo será perdonado, reconciliado, justificado y regenerado para tener vida eterna. Ésta es la escena que el Nuevo Testamento presenta.

  Cuando predicamos el evangelio, mostramos a las personas esta escena contenida en el Nuevo Testamento. Cuanto más usted les muestre a las personas esta escena de manera detallada, mejor. Cuando ustedes muestren dicha escena por medio de la Palabra, el Espíritu Santo operará juntamente con la Palabra no solamente como el poder sino también como la luz. Cuando su audiencia escuche la Palabra, la escena estará allí y también el Espíritu Santo estará presente como el poder y la luz. De improviso, se producirá un “clic” interno en los oyentes. Este “clic” implica arrepentimiento. Esto quiere decir que ellos se han abierto un poco y que les ha sido mostrada la escena contenida en el Nuevo Testamento. Al ver tal escena, esto produce cierta reacción en ellos, y esta reacción es su fe. Ahora, la escena contenida en el Nuevo Testamento ha sido introducida al espíritu de los oyentes, es decir, a “la película” que se halla en su ser.

  La fe mencionada en Gálatas y en los otros libros del Nuevo Testamento equivale a la economía, la administración familiar, la dispensación de Dios. La verdad es los contenidos, la realidad, de la fe, en concordancia con la economía de Dios. La fe (subjetiva) es la respuesta a la verdad de la fe (objetiva), respuesta mediante la cual se reciben las realidades divinas y se es partícipe de ellas. La fe se produce al sernos mostrada la escena del Nuevo Testamento juntamente con el poder y la luz del Espíritu Santo. Una vez que la fe es producida en ustedes, no puede serles quitada. Aun si ustedes se lamentaran de haber creído y decidieran no creer más, esta fe seguiría presente en ustedes. La manera apropiada de recibir el Espíritu es por el oír con fe.

  Efesios 1:13 dice: “En Él también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y en Él habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Después de escuchar y creer, uno es inmediatamente sellado con el Espíritu Santo. En otras palabras, este versículo también nos dice que recibimos el Espíritu al creer. La fe es la reacción a toda la escena contenida en el Nuevo Testamento. Mediante tal reacción, recibimos el Espíritu.

LA BENDICIÓN DEL EVANGELIO

  En Gálatas 3:14 Pablo dice: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. Este versículo dice que el Espíritu es la bendición del evangelio del Nuevo Testamento. Ésta es la bendición prometida por Dios a Abraham para todas las naciones de la tierra (Gn. 12:3).

  El contexto de Gálatas 3:14 indica que el Espíritu es la bendición que Dios prometió a Abraham para todas las naciones, y que esta bendición ha sido recibida por los creyentes mediante la fe en Cristo. La expresión el Espíritu se refiere al Espíritu compuesto, el cual es Dios mismo procesado en Su Trinidad mediante la encarnación, la crucifixión, la resurrección, la ascensión y el descenso a nosotros para que le recibamos como nuestra vida y nuestro todo. El evangelio se concentra en esto.

  El aspecto físico de la bendición que Dios le prometió a Abraham fue la buena tierra (Gn. 12:7; 13:15; 17:8; 26:3-4), la cual es un tipo del Cristo todo-inclusivo (Col. 1:12). Puesto que Cristo, a la postre, llega a ser real para nosotros como el Espíritu todo-inclusivo y vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17), la bendición del Espíritu prometido corresponde a la bendición de la buena tierra. De hecho, el Espíritu como Aquel que hace real a Cristo en términos de nuestra experiencia es la buena tierra, la misma que, a su vez, es la fuente del suministro inagotable de Dios para nuestro disfrute.

  El Espíritu, mencionado en Gálatas 3:14, es la consumación del Dios Triuno que llega a nosotros. Este Espíritu consumado que llega a nosotros es ahora la realidad misma del Dios Triuno como nuestra bendición en el evangelio. Por esto, después que el Señor Jesús resucitó, Él le dijo a Sus discípulos que salieran a hacer discípulos a las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt. 28:19), sumergiéndolos en todo lo que el Dios Triuno es como su porción. Éste es un punto muy importante en el Nuevo Testamento.

BAUTIZADOS EN CRISTO Y REVESTIDOS DE CRISTO

  En Gálatas 3:27 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Aquí encontramos otro punto crucial, esto es, que hemos sido bautizados en Cristo, y que todo aquel que ha sido bautizado en Cristo se ha revestido de Cristo. Ahora, el Espíritu como la bendición del evangelio está dentro de nosotros y Cristo mismo está sobre nosotros. En términos de Su esencia, Él es la vida en nuestro interior; y en términos de Su economía, Él es el vestido que nos cubre externamente. Así pues, por dentro, Él es nuestra vida y nuestro suministro de vida, el cual satisface nuestro ser; y por fuera, Él es nuestro vestido que nos embellece. En términos de Su esencia, Él es nuestra vida y suministro de vida; y en términos de Su economía, Él es nuestra belleza.

LA FILIACIÓN

  En Gálatas 4:4-7 encontramos un punto crucial: la filiación. Estos versículos dicen: “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la filiación. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios”.

  La redención de Cristo hace que seamos partícipes de la filiación divina a fin de que disfrutemos de la vida divina. La economía de Dios no consiste en hacer de nosotros personas que guardan la ley, que obedecen los mandamientos y ordenanzas de la ley, la cual nos fuera dada únicamente con un propósito temporal; más bien, la economía de Dios consiste en hacernos hijos de Dios, herederos de la bendición de la promesa de Dios, promesa que fue hecha con miras al cumplimiento de Su propósito eterno. Su propósito eterno es obtener muchos hijos que conformen Su expresión corporativa (He. 2:10; Ro. 8:19). Por tanto, Él nos predestinó para filiación (Ef. 1:5) y nos regeneró para que fuésemos hijos Suyos (Jn. 1:13). Debemos, pues, permanecer en la realidad de Su filiación para que lleguemos a ser herederos que hereden todo cuanto Él planeó con miras a Su expresión eterna; para ello, es menester que no seamos distraídos por el judaísmo con el correspondiente aprecio por la ley. El Dios Triuno viene produciendo muchos hijos para el cumplimiento de Su propósito eterno. Dios Padre envió a Dios Hijo para redimirnos de la ley a fin de que recibiésemos la filiación. Él también envió a Dios Espíritu para impartir Su vida en nuestro ser de tal modo que lleguemos a ser Sus hijos en realidad.

CRISTO FORMADO EN NOSOTROS

  En Gálatas 1 vemos que Cristo es revelado en nosotros (v. 16), en el capítulo 2, que Cristo vive en nosotros (v. 20), y en el capítulo 4, que Cristo es formado en nosotros (v. 19). Cristo nació en el ser de los creyentes gálatas —aunque no fue formado en ellos—, cuando ellos experimentaron la regeneración al predicarles Pablo el evangelio la primera vez. Ahora, el apóstol sufría nuevamente para que Cristo fuese formado en ellos. Cristo es formado en nosotros cuando Él ha crecido plenamente en nosotros. Cristo primero nació en nosotros, nos fue revelado, en el momento de nuestra conversión; ahora, Él vive en nosotros durante el curso de nuestra vida cristiana, y será formado en nosotros cuando maduremos. Todo esto es necesario para que podamos ser hijos maduros, herederos que hereden la bendición prometida por Dios y aquellos que han alcanzado la madurez en términos de la filiación divina.

LAS DOS MUJERES QUE SIMBOLIZAN LOS DOS PACTOS

  El último punto crucial en el capítulo 4 está representado por las dos mujeres que simbolizan los dos pactos (vs. 21-31). Agar, la concubina de Abraham, simboliza el viejo pacto, y Sara, la esposa de Abraham, simboliza el nuevo pacto. Agar, la concubina de Abraham, simboliza la ley. Por tanto, la posición de la ley es la que corresponde a una concubina. Sara, la esposa de Abraham, simboliza la gracia de Dios (Jn. 1:17), la cual tiene la posición correcta en la economía de Dios. La ley, al igual que Agar, produce hijos para esclavitud, como los judaizantes. La gracia, al igual que Sara, produce hijos para filiación, los cuales son los creyentes neotestamentarios. Ellos ya no están bajo la ley, sino bajo la gracia (Ro. 6:14). Ellos deben permanecer en esta gracia (5:2) y no caer de la misma (Gá. 5:4).

  La Jerusalén de arriba, que es libre, es nuestra madre (4:26). Ésta es una prueba contundente de que la Nueva Jerusalén venidera no será una ciudad física, pues ella es nuestra madre y es libre. Estoy seguro que las notas de pie de página en la Versión Recobro así como los mensajes correspondientes del Estudio-vida serán lo suficientemente adecuados para ayudarles a estudiar este punto crucial. Este punto en particular es más que crucial y debemos estudiarlo.

REDUCIDOS A NADA AL SER SEPARADOS DE CRISTO

  Gálatas 5:4-6 es el pasaje particular que nos presenta este punto crucial. El versículo 4 dice: “Habéis sido reducidos a nada, separados de Cristo, los que buscáis ser justificados por la ley; de la gracia habéis caído”. Este versículo afirma, primero, que algunos fueron reducidos a nada al separarse de Cristo, pues procuraron ser justificados por la ley, y en segundo lugar, afirma que ellos cayeron de la gracia. El versículo 5 dice: “Pues nosotros, por el Espíritu y por fe, aguardamos con anhelo la esperanza de la justicia”. En este versículo, el Espíritu y la fe están en aposición. El Espíritu es la fe, y la fe es el Espíritu. El versículo 6 dice: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe, que obra por medio del amor”. En el libro de Gálatas, Pablo recalca continuamente el Espíritu y la fe.

  El punto crucial en estos tres versículos es que nosotros podríamos ser reducidos a nada al ser separados de Cristo y que también podríamos caer de la gracia. Ser reducidos a nada al ser separados de Cristo equivale a ser privados de todo el beneficio que nos brinda Cristo y, así, ser separados de Él (Darby’s New Translation [Nueva Traducción de Darby]), haciendo que de nada nos sirva Cristo. Retornar a la ley es desligarse de Cristo, ser reducidos a nada al ser separados de Cristo, lo cual equivale a haber caído de la gracia.

  Es muy posible para un creyente ser reducido a nada en cuanto concierne al disfrute de Cristo. Estos versículos tratan sobre el disfrute de Cristo. Ser reducidos a nada al ser separados de Cristo no quiere decir que uno perecerá; más bien, significa que su disfrute de Cristo le ha sido confiscado. Si usted recurre a cosas tales como la ley o al esfuerzo por mejorar su carácter, y no permanece asido a Cristo a fin de disfrutarle todo el tiempo, será reducido a nada al ser privado del disfrute de Cristo. Esto quiere decir que usted habrá caído de la gracia. Los arminianos interpretan este versículo como anunciando una especie de perdición eterna; tal vez ellos digan que puesto que usted cayó de la gracia, usted ha perdido la gracia, con lo cual quieren decir que perdió su salvación. Pero nosotros sabemos por el contexto que el versículo 4 no tiene tal sentido. Caer de la gracia significa haber perdido el disfrute de la gracia. Repito, este punto crucial ha sido abarcado en su integridad y de manera adecuada en las notas de pie de página en la Versión Recobro así como en los mensajes del Estudio-vida. Sería de ayuda para ustedes que estudiaran ese material.

DOS CLASES DE ANDAR POR EL ESPÍRITU

  En Gálatas 5, el último punto crucial es las dos clases de andar por el Espíritu. En Gálatas 5:16 Pablo dijo: “Digo, pues: Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”. Gálatas 5:25 dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. En estos dos versículos, Pablo usó dos palabras griegas diferentes que, ambas, se tradujeron andar. Es menester que ustedes presten mucha atención a las notas de pie de página en la Versión Recobro y a los mensajes del Estudio-vida que hablan de estos versículos.

  El término griego peripatéo, que se traduce “andar” en el versículo 16, se refiere a nuestro andar común, diario y habitual. El término griego stoicéo, que se traduce “andar” en el versículo 25, denota una manera formal de andar oficial, un andar cuyo propósito es ejecutar una determinada comisión. Al comparar ambas maneras de andar veremos que la

  segunda implica mayores restricciones, pues según ella debemos andar como un ejército que desfila conservando el paso, mientras que la primera manera de andar nos permite andar por todas partes. Sin embargo, ambas maneras de andar —tanto aquella que es nuestra manera común y corriente de andar, como la que se ciñe a un determinado orden— se llevan a cabo por el Espíritu.

  Según la Biblia, todo aquel que cree en Cristo debe ejercitarse en ambas maneras de andar por el Espíritu. La primera manera de andar se refiere a nuestro andar diario, la segunda consiste en andar conforme a las normas y procedimientos divinos. Nosotros los cristianos no somos de aquellos que andan sobre la tierra carentes de propósito. Por el contrario, fue con un propósito definido que fuimos creados por Dios, y luego recreados y regenerados por Él. Por tanto, es imprescindible que nos ejercitemos en la segunda manera de andar, un andar mediante el cual se lleva a cabo el propósito de Dios y logramos el propósito de nuestra vida aquí en la tierra.

SEMBRAR PARA EL ESPÍRITU

  En Gálatas 6 el primer punto crucial es que debemos sembrar para el Espíritu, tal como se menciona en el versículo 8. Sembrar para el Espíritu es sembrar con miras al Espíritu. Aquí, la preposición para significa “con miras a” o “hacia”. Así pues, sembrar para la carne es sembrar para el provecho de la carne, con miras al propósito de la carne, procurando alcanzar lo que la carne ansía. Sembrar para el Espíritu es sembrar para el provecho del Espíritu, teniendo en mira el objetivo del Espíritu, logrando aquello que el Espíritu desea. Deben considerar su vida, su trabajo y su comportamiento como una siembra. Todo cuanto ustedes hacen, lo que son y la manera en que se comportan, implica sembrar algo. Puesto que siembran algo, también cosecharán algo al final. No piensen que enojarse con alguien por un determinado período de tiempo es algo insignificante. En realidad, eso es sembrar. De tal siembra, ustedes obtendrán una cosecha. Ustedes tienen que sembrar, lo cual quiere decir que tienen que comportarse, actuar, hacer las cosas y laborar todo el tiempo teniendo en mira al Espíritu como la meta que desean alcanzar. Esto implica que uno siempre tiene que sembrar por el Espíritu y con miras a cosechar el Espíritu. Si en todas las cosas ustedes siembran por el Espíritu, juntamente con el Espíritu y para el Espíritu, cosecharán el Espíritu como su cosecha.

CRUCIFICADOS AL MUNDO RELIGIOSO

  Gálatas 6:14 y 15 dice: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. Estos versículos indican que uno tiene que mantenerse en la cruz en cuanto concierne al mundo religioso. Que el versículo 15 comience con la palabra porque nos muestra que este versículo es una explicación del versículo anterior, y puesto que la circuncisión es un asunto religioso, ello indica que el mundo mencionado en el versículo 14 debe ser principalmente el mundo religioso.

LA GRACIA CON NUESTRO ESPÍRITU

  Todo el libro de Gálatas termina con Gálatas 6:18: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu, hermanos. Amén”. Debido a las circunstancias que conforman la situación actual, hemos recalcado una y otra vez que la gracia de nuestro Señor Jesucristo está en nuestro espíritu. Si hemos de experimentar la gracia, disfrutar de la gracia, tenemos que estar en nuestro espíritu. Tenemos que ejercitar nuestro espíritu. Ya abordamos en el pasado todos los puntos concernientes a ejercitar nuestro espíritu, pero cuando abordamos el libro de Gálatas, tenemos que recalcar este punto y hacer de él un punto principal, un punto crucial. Todos los cristianos, incluyéndonos a nosotros mismos, tenemos que aprender durante todos los días de nuestra vida que es al ejercitar nuestro espíritu que verdaderamente podemos disfrutar de la gracia de Cristo y hacerla real para nosotros. De hecho, la gracia de Cristo es Cristo mismo.

  El libro de Gálatas, sin duda alguna, tiene más puntos que los que les hemos dado en este capítulo. En este capítulo simplemente he querido dejar establecido un modelo para mostrarles la manera de captar los puntos cruciales. Cuando ayudemos a los santos a conocer la verdad, jamás podríamos abarcar todos los puntos; más bien, nos limitamos a tomar aquellos puntos que consideramos los más cruciales a fin de elevar nuestro estándar en cuanto al conocimiento de la verdad en las iglesias y, en general, entre todos los hijos del Señor.

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