
Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; Ap. 21:6; 22:17c; Hch. 16:7; Ro. 8:9b; Fil. 1:19b; 2 Co. 3:17-18; Ro. 12:2b; 1 Co. 3:6, 9b, 12a; Ef. 4:16b; Mt. 28:19b; Jn. 14:16-17; 15:26b; 16:13; 1 Jn. 5:6b; Ef. 2:18; 2 Co. 13:14
Ya vimos que Juan 7:39 dice: “Aún no había el Espíritu” (gr.). Es difícil explicar por qué Juan 7:39 dice esto. Vimos que Jesús fue ungido con el Espíritu y que el Espíritu estaba en los movimientos de Jesús el hombre en Su ministerio para Dios en Sus últimos tres años y medio en la tierra. Además, el Señor Jesús les dijo a los discípulos que serían llenos del Espíritu y que el Espíritu fluiría de ellos como ríos de agua viva. Luego Juan nos dice que en ese tiempo todavía no había el Espíritu porque Jesús no había sido aún glorificado. El Espíritu de Dios estaba presente desde el principio, pero cuando el Señor dijo esto, el Espíritu como el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9), el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19), todavía no estaba porque el Señor no había sido aún glorificado.
El hecho de que Jesús fue glorificado significa que El fue resucitado (Lc. 24:26). Antes de que Cristo fuera resucitado, todavía no había el Espíritu que habría de fluir de los creyentes como ríos de agua viva. La glorificación del Señor puede compararse al brote de una flor. La glorificación de la flor ocurre cuando la flor brota. Jesús fue glorificado en la resurrección. El Espíritu que había de fluir en los creyentes y de ellos como ríos de agua viva no existiría sino hasta después de la resurrección de Jesús. Fue mediante la resurrección y después de la resurrección de Jesús que el Espíritu llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para entrar en los creyentes y fluir de ellos como ríos de agua viva.
Hemos visto que en el Antiguo Testamento el Espíritu era el Espíritu de Dios al crear Dios el universo, el Espíritu de Jehová al llegar Dios al hombre y cuidar de él, y el Espíritu de santidad al escoger Dios al hombre y santificarlo para Sí mismo. Ahora llegamos al Nuevo Testamento, el cual es mucho más importante que el Antiguo Testamento.
En el Nuevo Testamento, el Espíritu primero era el Espíritu Santo en dos concepciones: la concepción de Juan el Bautista, el antecesor de Cristo, y la concepción de Cristo, quien era Dios nacido en la humanidad. El propio Dios que entró en el vientre de María era el Espíritu Santo. Así que Mateo 1:20 dice que lo engendrado en el vientre de María era del Espíritu Santo. Esto difiere mucho de la creación de Dios, de la relación de Dios con el hombre, y de la santificación que Dios efectúa en Su pueblo. Aquí vemos que Dios como el Santo, “el Espíritu el Santo”, entra en una virgen humana para nacer de ella. Dios nació como hombre. Dios mismo, el Santo, entró en una virgen humana y permaneció en su vientre por nueve meses. Luego nació un niño que fue llamado Jesús. Isaías 9:6 dice que este niño es llamado Dios fuerte y Padre eterno. Dios fue engendrado en el vientre de María, y Jesús nació de María para ser el niño llamado Dios fuerte, el Creador en Su obra de creación y Padre eterno, el origen de todo lo positivo.
Al final del mensaje anterior señalamos que mediante Su resurrección y en ella Cristo como el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante para entrar en Sus creyentes y fluir de ellos como ríos de agua viva. El postrer Adán significa la conclusión de la humanidad, el fin de la humanidad. Sólo hubo dos Adán: el primero y el postrero. El primer Adán es el comienzo de la humanidad, y el postrer Adán es el fin de la humanidad. Primero éramos parte del primer Adán, pero ahora somos parte del postrero.
Debemos ver la revelación de la Biblia de una manera intrínseca. Pongamos como ejemplo un árbol grande. En ese árbol hay un fluir, una corriente. Tal corriente es la savia de ese árbol. La historia del árbol no depende de su estructura externa sino de su fluir intrínseco, su corriente intrínseca. La Biblia es la revelación divina y está compuesta de sesenta y seis libros. En este libro se habla de muchas cosas pero, ¿cuál es la corriente intrínseca de la Biblia? La corriente intrínseca de la Biblia es el Espíritu.
La Biblia comenzó a fluir a partir de Génesis 1:2. Inmediatamente después de que Dios comenzó la obra de la creación, el Espíritu comenzó a moverse. Este es el comienzo de la corriente de la Biblia a lo largo de los sesenta y seis libros que la componen. Esta corriente se consuma en Apocalipsis 22:17, donde se menciona “el Espíritu”. Así que, el fluir del Espíritu comenzó en Génesis 1:2 y tendrá su consumación en Apocalipsis 22:17. Entre estos dos extremos de la Biblia existe una gran corriente. Esta gran corriente es la historia del mover de Dios entre los hombres y dentro del hombre. La historia de Dios entre los hombres y dentro del hombre es una corriente del fluir del Espíritu. La definición del Espíritu incluye toda la historia del mover de Dios entre los hombres y dentro del hombre. Si vemos esto, podremos entender intrínsecamente la Biblia y entender su verdadero significado.
Ahora el Espíritu es el Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante es una Persona maravillosa que llegó a existir mediante dos pasos en las cuales El “llegó a ser”. El primero de ellos ocurrió cuando Dios se hizo hombre (Jn. 1:14). El llegó a ser el postrer Adán, y se le conoció por el nombre Jesús. Luego este hombre llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Estos dos sucesos constituyen dos grandes eventos en la historia de la humanidad y también en la historia de Dios. En la historia de todo el universo, nada es más grandioso que la encarnación de Dios. En la encarnación Dios se hizo hombre. Después de treinta y tres años y medio, este hombre llegó a ser algo más. El era Dios, El se hizo hombre, y este hombre llegó a ser el Espíritu vivificante.
En el Nuevo Testamento, al Espíritu vivificante se le llama el Espíritu de Jesús (Hch. 16:7). Este título del Espíritu tiene que ver con Jesús en Su humanidad, quien pasó por la vida humana y la muerte en la cruz. Esto indica que en el Espíritu no sólo está el elemento divino de Dios, sino también el elemento humano de Jesús así como los elementos de Su vida humana y de sufrir la muerte.
El título el Espíritu de Cristo está relacionada con Cristo en Su divinidad, quien venció la muerte y llegó a ser la vida en resurrección y posee el poder de resurrección, lo cual indica que en el Espíritu está el elemento de la divinidad, que vino a ser el Espíritu que vence la muerte e imparte la vida (Ro. 8:9b).
El título el Espíritu de Jesucristo se refiere al Espíritu, y abarca todos los elementos de la humanidad de Jesús junto con Su muerte, y la divinidad de Cristo con Su resurrección. Este Espíritu llega a ser la abundante suministración del Cristo inescrutable para el sustento de Sus creyentes (Fil. 1:19b).
El Señor Espíritu es un título compuesto (2 Co. 3:18) que se refiere al Cristo pneumático. Es similar al título compuesto el Padre Dios. Esto no significa que el Padre y Dios son separadamente dos. El Padre y Dios son uno solo. El título el Cristo pneumático se refiere a Cristo como el Espíritu. Cristo y el Espíritu no son dos por separado sino uno solo. El Señor Espíritu es el Cristo pneumático.
El Señor Espíritu, el Cristo pneumático, es para que los creyentes sean transformados metabólicamente en la imagen del Señor, de gloria en gloria (2 Co. 3:17-18). Esta transformación se efectúa mediante la renovación de la mente (Ro. 12:2b), lo cual tiene como fin que el Cuerpo de Cristo crezca y sea edificado (1 Co. 3:6, 9b, 12a; Ef. 4:16b).
En el Antiguo Testamento hay muchos indicios que nos ayudan a conocer que Dios es triuno, pero es difícil ver allí que el Dios Triuno es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sólo hasta el final del primer evangelio del Nuevo Testamento podemos ver la composición de la Trinidad Divina (Mt. 28:19b). La composición del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo no fue revelada clara y completamente sino hasta después de la resurrección de Cristo. Después de Su resurrección y antes de Su ascensión, El volvió a los discípulos y les mandó que hicieran discípulos entre las naciones y que bautizaran a los nuevos creyentes en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. En Hechos, los apóstoles bautizaban a la gente en el nombre de Jesucristo (8:16; 19:5). Esto significa que Jesucristo iguala al Padre, al Hijo y al Espíritu. Antes de que el hombre Jesús llegase a ser el Espíritu vivificante, la Trinidad Divina no estaba totalmente consumada.
El Segundo de la Trinidad Divina es el Hijo. El es el Unigénito de Dios (Jn. 3:16) y el Primogénito de Dios (Ro. 8:29). Antes de encarnarse, Cristo no tenía la naturaleza humana; antes de Su encarnación, el Hijo era solamente divino. Además, antes de Su resurrección el Hijo era el Unigénito de Dios, no el Primogénito. En este sentido, el Segundo de la Trinidad Divina no estaba totalmente consumado antes de Su resurrección. El necesitaba adquirir la naturaleza humana mediante la encarnación, y necesitaba ser el Primogénito de Dios mediante la resurrección (Hch. 13:33). De este modo, después de Su encarnación y resurrección, el Segundo de la Trinidad fue completado, consumado.
Ahora debemos considerar al Tercero de la Trinidad Divina, al Espíritu. Antes de la encarnación y la resurrección, el Espíritu era solamente el Espíritu de Dios, no el Espíritu del Hombre. El Espíritu de Jesús es el Espíritu del Hombre. Antes de la encarnación, el Espíritu de Dios no tenía el vivir humano, ni la muerte todo-inclusiva, ni el elemento de la resurrección. En otras palabras, antes de la encarnación y la resurrección, el Espíritu de Dios no estaba compuesto. Fue mediante la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección que el Espíritu de Dios fue compuesto con la humanidad y con la muerte y la resurrección de Cristo. Así que después de la resurrección de Cristo, el Tercero de la Trinidad Divina también fue consumado. Después de la resurrección, el Espíritu de Dios es el Espíritu vivificante, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Señor Espíritu. Todos estos aspectos del Espíritu tienen como fin la consumación del Dios Triuno. El Dios Triuno fue consumado en la resurrección de Cristo, de modo que después de Su resurrección el Señor regresó y dijo que debemos bautizar a la gente en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
El Dios Triuno ha sido consumado en el Espíritu vivificante, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Señor Espíritu. Así que hoy día el Espíritu es la consumación del Dios Triuno.
El Espíritu como la consumación del Dios Triuno procesado es el Paracletos, el Consolador, de los creyentes (Jn. 14:16-17). En Juan 14:16 el Señor dijo que El le pediría al Padre que nos diera otro Consolador. El consolador es el Paracletos. La palabra griega significa “un abogado, alguien que está a nuestro lado atendiendo nuestra causa y nuestros asuntos”. El Espíritu que es el Espíritu vivificante, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Señor Espíritu, es nuestro Paracletos, alguien que siempre está a nuestro lado atendiendo nuestro caso, nuestros asuntos y nuestras necesidades.
El Espíritu vivificante es la realidad del Dios Triuno procesado (Jn. 14:17a; 15:26b; 16:13; 1 Jn. 5:6b). Si tenemos este Espíritu, tenemos la realidad de la Trinidad Divina, quien se ha procesado y consumado.
El Espíritu vivificante es el medio por el cual el Dios Triuno procesado llega a los creyentes. Si no existiese este Espíritu, el Dios Triuno no tendría manera de llegar a nosotros. El Padre es la fuente; el Hijo es el canal; y el Espíritu es el medio de alcance. El Dios Triuno llega a nosotros por medio del Espíritu que da vida.
El Espíritu es, además, el acceso de los creyentes al Padre (Ef. 2:18), quien es el origen de la Trinidad Divina. Que el Espíritu sea el “medio de alcance” significa que El llega a nosotros. Que sea el “acceso” significa que nosotros vamos a El. Esta es la comunicación adecuada: ir y venir. El Espíritu es la llegada de Dios, y este Espíritu es también nuestra entrada, el acceso. Sin el Espíritu no tenemos entrada, no tenemos acceso al Dios Triuno. Para que el Dios Triuno llegue a nosotros, necesitamos el Espíritu. Para entrar en el Dios Triuno, necesitamos el Espíritu. El Espíritu es el medio por el cual Dios llega a nosotros; El es además nuestra entrada, nuestro acceso, a la Trinidad Divina.
En 2 Corintios 13:14 se revela que el Espíritu es la comunión que existe entre el Dios Triuno procesado y los creyentes, la cual tiene como fin que ellos disfruten las riquezas de la Trinidad Divina. Cuando El llega a nosotros, y cuando nosotros entramos en El, hay comunión. Luego permanecemos en la comunión, para disfrutar todas las riquezas del Dios Triuno corporificado en Cristo.