
La administración de Dios en la tierra está íntimamente relacionada con la administración de la iglesia. Si queremos ver la administración de Dios en la tierra, tenemos que ver la administración de la iglesia. Debemos ir al principio mismo del mover de Dios entre los hombres en el Antiguo Testamento para estudiar este asunto.
En el libro de Génesis, después de la caída de Adán, Dios ha obrado en la tierra entre Su pueblo escogido. Por medio de Sus actos en el libro de Génesis, Dios obtuvo a algunas personas importantes y finalmente obtuvo la casa de Israel. Las personas cruciales que obtuvo fueron Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob junto con José. Dios obtuvo la casa de Israel, unas cuantas personas, mediante Jacob junto con José, pero en esa casa no vemos mucho de la administración de Dios hasta que llegamos a los tiempos de Moisés, relatados en Exodo.
En Exodo 19 el Señor dijo a los hijos de Israel en el monte Sinaí que El quería que fueran un reino de sacerdotes y una nación santa (v. 6). En aquellos tiempos la nación de Israel constaba probablemente de más de dos millones de personas. Los hijos de Israel no salieron de Egipto individualmente. Fueron liberados corporativamente como un linaje entero. No salieron de Egipto uno por uno, sino como un pueblo, más aún, como una nación y un reino. Cuando llegaron a Sinaí, Dios les llamó “un reino de sacerdotes” y “una nación santa”. En este reino en el monte Sinaí, empezó la administración de Dios entre Su pueblo en la tierra.
La administración de Dios entre los hijos de Israel no era una autocracia dirigida por un dictador ni una democracia del pueblo, sino una teocracia, lo cual indica que Dios mismo vino a gobernar, a regir, a administrar a Su pueblo directamente, pero mediante algunos representantes. Entre los hijos de Israel, estos representantes eran los sacerdotes y los ancianos que trabajaban juntos para Dios en Su teocracia. Los sacerdotes recibían la palabra y las instrucciones de Dios, y lo que hablaba. Lo que Dios decía, Sus palabras específicas para el momento, era lo que constituía a los hijos de Israel. Las palabras constantes de Dios no estaban presentes antes de que se dio la ley, pero siempre existían Sus palabras específicas para el momento. La ley constaba de las palabras que Dios dio para el momento. Así como la constitución de los Estados Unidos, la ley puede considerarse la primera constitución escrita del pueblo de Dios, escrita por Dios mismo. Sin embargo, el Antiguo Testamento nos muestra que esta constitución por sí misma no era suficiente. Se necesitaba la constitución instantánea de Dios, o sea, Sus palabras dadas para el momento. Las palabras que Dios habla para el momento siempre acompañan Su Palabra escrita. La teocracia entre la nación de Israel era un gobierno que estaba en conformidad con las palabras constantes escritas en la ley, o las palabras que Dios hablaba para el momento según eran reveladas por medio del pectoral del sumo sacerdote por el Urim y el Tumim (Ex. 28:30; Lv. 8:8; Nm. 27:21; Dt. 33:8; 1 S. 28:6; Esd. 2:63; Neh. 7:65).
La parte crucial del gobierno de Dios era las palabras que El hablaba para el momento por medio del Urim y el Tumim en el pectoral del sumo sacerdote. Entre el pueblo de Israel existían, por una parte los ancianos, y por otra, los sacerdotes. Aunque las Escrituras no indican claramente cómo habían surgido los ancianos, sí se nos dice cómo eran establecidos los sacerdotes. Dios escogió toda la nación de Israel para que fuera un reino de sacerdotes. El tenía la intención de que todo varón israelita fuera sacerdote. Pero los hijos de Israel cayeron y se alejaron del propósito de Dios. Así, Dios escogió una familia, la casa de Aarón, en vez de escoger toda la nación de Israel, para que fuera un cuerpo de sacerdotes, la cual reemplazaría la nación de sacerdotes. Aarón, el padre, fue nombrado por Dios como sumo sacerdote, y todos sus hijos eran los sacerdotes (Ex. 28:1). De este modo se produjeron los sacerdotes en el Antiguo Testamento.
Entre los sacerdotes estaba el sumo sacerdote con sus vestiduras sacerdotales. La parte más importante de estas vestiduras era el pectoral del efod (Ex. 28:15-30), pues en él había doce piedras preciosas en las cuales estaban inscritos los nombres de las doce tribus de Israel (vs. 17-21). Hace años leí un artículo en cuanto al Urim y al Tumim escrito por un erudito hebreo. Según ese artículo, los doce nombres de las doce tribus de Israel se componían de dieciocho de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Las otras cuatro letras eran puestos en una pieza llamada el Tumim. La palabra Tumim indica perfección o culminación. Por consiguiente, en el pectoral con la pieza adicional llamada el Tumim, se hallaban las veintidós letras del alfabeto hebreo.
Además, según este artículo, el Urim, que significa luz, era un iluminador insertado en el pectoral debajo de las doce piedras. Normalmente las doce piedras del pectoral estaban bajo la iluminación del Urim. Cuando el sacerdote entraba en la presencia de Dios con el pectoral, de repente una piedra en la cual estaba escrito un nombre oscurecía. El hecho de que una piedra específica se oscureciera constituía las palabras que Dios daba para el momento. De este modo, letra por letra, el sumo sacerdote podía deletrear una palabra, luego una oración, después un párrafo, hasta que se determinaba el juicio completo de Dios. Era necesario tener el alfabeto hebreo completo de veintidós letras para que se pudiera escribir cualquiera palabra.
El escritor de este artículo dijo que mediante el Urim y el Tumim el pecado de Acán fue descubierto en Josué 7. Por medio del Urim y el Tumim supieron que el que había pecado pertenecía a la tribu de Judá. Luego la familia y la persona fueron descubiertas (vs. 16-18). El pectoral del sumo sacerdote es llamado el pectoral de juicio en Exodo 28:30 porque habla por Dios en circunstancias específicas. Cuando había un problema que no se podía resolver según la ley escrita, el sumo sacerdote llevaba el pectoral a la presencia de Dios para esperarle y leer las letras. Entonces recibía las palabras de Dios. De este modo se recibía la revelación instantánea de Dios en cuanto a Su administración. Además, por esta razón algunos eruditos han llamado a esta administración divina descrita en el Antiguo Testamento una teocracia.
Después de que el sumo sacerdote recibía las palabras que Dios daba para el momento, no ejecutaba ni llevaba a cabo directamente lo que Dios había dicho, sino que informaba a los ancianos lo que Dios decía, y éstos eran los administradores directos entre el pueblo de Dios. En los días de Josué, éste podía considerarse un anciano principal entre el pueblo de Dios. El sumo sacerdote que acompañaba a Josué era Eleazar, descendiente de Aarón. Dios pidió a Moisés que dijera a Josué que si quería saber la voluntad de Dios o lo que El quería, tenía que ir al sacerdote Eleazar, quien consultaría “el juicio del Urim delante de Jehová” (Nm. 27:21). Estas dos personas avanzaban juntas en el mover de Dios. Uno llevaba la responsabilidad de entrar en la presencia de Dios a fin de recibir lo que El decía para el momento, y el otro recibía las palabras divinas para ejecutarlas entre el pueblo de Dios. En general, los ancianos siempre llevaban a cabo la administración de Dios conforme a las palabras divinas recibidas mediante el Urim y el Tumim. Cuando los sacerdotes estaban débiles, tal como en los días de Elí (1 S. 1:12; 3:12-14), Dios levantaba profetas para fortalecer Sus palabras (3:20-21). Las palabras que Dios daba para el momento mediante los sacerdotes venían por el Urim y el Tumim, pero las que daba para el momento por medio de los profetas las daba el Espíritu de Dios que venía sobre ciertas personas para inspirarlas a hablar la palabra de Dios.
Más tarde en el Antiguo Testamento, los hijos de Israel siguieron al mundo al querer tener un rey, lo cual ofendió a Dios (1 S. 8:4-7). Su deseo de tener un rey desagradó a Dios porque querían que un hombre reinase sobre ellos en vez de Dios. Dios les concedió un rey, pero como resultado sufrieron (vs. 10-18). Después del rey Saúl, Dios estableció a un hombre como rey que estaba en conformidad con Su corazón, un hombre llamado David (Hch. 13:21-22). Incluso en el caso de David todavía se necesitaba el efod (1 S. 23:9-12; 30:7-8; 2 S. 6:14; 1 Cr. 15:27).
Cuando los reyes se debilitaban, los profetas eran levantados. Cuando David pecó, Natán vino a reprenderle y a ayudarle en la administración de Dios (2 S. 12:1-25). Todos los profetas desde los tiempos de David hasta los tiempos de Malaquías (Mal. 1:1) fueron usados por Dios para hablar a Su pueblo la palabra específica para el momento, a fin de ayudar a los administradores, o sea los reyes, a llevar a cabo la administración de Dios entre Su pueblo.
Todo lo que sucedió en el Antiguo Testamento tipificaba el gobierno neotestamentario. Si queremos entender la administración de Dios en Su mover en el Nuevo Testamento hoy, tenemos que regresar al Antiguo Testamento para entender bien la práctica de la administración de Dios. En la administración de Dios El rige y gobierna directamente, lo cual constituye una teocracia. Debemos ver el delineamiento del gobierno de Dios entre Su pueblo. El gobierna con lo que habla para el momento y con la Palabra constante escrita. La palabra era dada para el momento mediante los sacerdotes o los profetas, pero ningunos de éstos era administrador directo. Los administradores directos eran los ancianos, los jueces o los reyes.
Ahora llegamos al Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento no se nos dijo cómo fue producido el primer grupo de ancianos. En el Nuevo Testamento tampoco se nos indica directamente cómo fue producido el primer grupo de ancianos de la iglesia. Tanto Pedro como Juan eran ancianos de la iglesia en Jerusalén (1 P. 5:1; 2 Jn. 1; 3 Jn. 1) lo mismo que Jacobo (Gá. 2:9; Hch. 12:17; 15:2, 13; 21:18). Este era hermano carnal del Señor Jesús (Gá. 1:19; Mt. 13:55) y sólo fue salvo después de la muerte del Señor (Jn. 7:3, 5). Jacobo creyó en el Señor al ver Su muerte o al aparecérsele en Su resurrección (1 Co. 15:7). Por tanto, no pasó mucho tiempo entre el momento en que fue salvo y el momento en que llegó a ser anciano. Con el tiempo, llegó a ser un anciano notable en la iglesia en Jerusalén. La iglesia en Jerusalén está representada por el nombre Jacobo en Gálatas 2:12, y en el libro de los Hechos Jacobo es el más destacado entre los ancianos de Jerusalén (12:17; 15:13; 21:18). ¿Cómo fueron establecidos Jacobo, Pedro y Juan como ancianos? La Biblia no nos da una respuesta directa.
Cuando el apóstol Pablo fue levantado por el Señor y enviado por el Espíritu Santo, el Señor le utilizó para establecer nuevas iglesias. Hechos 14:23 nos dice que probablemente ese mismo año Pablo regresó para nombrar ancianos en cada una de estas nuevas iglesias locales. El nombramiento de los ancianos se relata claramente en Hechos 14:23. Los ancianos fueron establecidos entre los santos por los apóstoles que les habían predicado el evangelio y que habían hecho de ellos una iglesia local. Tito 1:5 nos dice que los apóstoles que establecieron las iglesias tenían la posición y el derecho de enviar un representante para que estableciera ancianos. Este fue el caso de Tito. Tito representaba al apóstol Pablo al establecer ancianos en las ciudades de la isla de Creta. Estos versículos nos muestran que los ancianos fueron producidos debidamente en el Nuevo Testamento al nombrarlos los que les habían predicado el evangelio, les habían enseñado la verdad y habían hecho de ellos, junto con los santos, una iglesia local. Los apóstoles deben ser los que nombran ancianos para que efectúe la administración de Dios en cada iglesia local.
Cuando llegó el recobro del Señor en la China continental, adoptamos por lo menos el ochenta por ciento de las prácticas de las Asambleas de los Hermanos. En 1935 nos dimos cuenta de que no podíamos seguirles cien por ciento, porque reconocimos su grave error en cuanto a la práctica de la iglesia. La luz que el hermano Nee recibió durante ese tiempo se halla en el libro titulado The Assembly Life [La vida de asamblea]. El dio estos mensajes por primera vez en 1934.
Cuando el hermano Nee empezó a ver la luz relacionada con la práctica bíblica de la vida de iglesia, todavía estaba limitado por nuestra humildad. Dijo: “Hoy somos los apóstoles extraoficiales, pero los apóstoles extraoficiales de todos modos tienen el derecho extraoficial de nombrar los ancianos extraoficiales”. Eramos muy humildes. No nos atrevíamos a reconocer que éramos los ancianos. Pero dijimos: “Si no somos los apóstoles hoy, por lo menos somos los apóstoles extraoficiales. Si no fuera así, ¿de dónde vinieron las iglesias?” Sin duda, todas las iglesias de China surgieron de la enseñanza del hermano Nee. Si él no era un apóstol, era por lo menos un apóstol extraoficial.
Poco después, el hermano Nee publicó otro libro en chino titulado La vida cristiana normal de la iglesia. Allí el hermano Nee fue franco. Dijo que si los que predicamos el evangelio, enseñamos la verdad y establecemos iglesias no somos los apóstoles, entonces ¿quiénes los son? El fue muy firme en este asunto. Eliminó el prefijo extra de la palabra extraoficial y dijo que éramos apóstoles oficiales y que los ancianos establecidos por nosotros eran ancianos oficiales. Por tanto, no somos ancianos extraoficiales sino oficiales. Ya sé que algunos de ustedes son todavía jóvenes, aunque no lo son tanto en comparación con los ancianos establecidos por Pablo en Hechos 14:23. Pablo nombró aquellos ancianos en el mismo año que sus iglesias fueron establecidas.
Hemos visto que en el Antiguo Testamento la ley podía considerarse la constitución escrita del pueblo de Dios. En el Nuevo Testamento, ¿qué reemplazó la ley en la administración de Dios entre Su pueblo? Sabemos que Cristo reemplazó la ley, pero nos referimos al aspecto y al significado de reemplazar la ley en la administración de Dios. En el Nuevo Testamento la enseñanza de los apóstoles reemplazó la ley. Hechos 2:42 dice: “Y perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles”. Inmediatamente después de que los tres mil fueron salvos en el día de Pentecostés, empezaron a perseverar en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles. En el reino antiguotestamentario de Dios, cuya constitución era la ley, y en el reino neotestamentario de Dios, cuya constitución es la enseñanza de los apóstoles.
La enseñanza de los apóstoles es el Nuevo Testamento en su totalidad. Comprende primeramente la enseñanza del Señor Jesús en los cuatro evangelios. El Señor Jesús mandó al primer grupo de apóstoles que enseñara a los creyentes nuevos lo que El les había enseñado. Mateo 28:19-20 declara esto claramente. La enseñanza de los apóstoles también incluye lo que se relata en Hechos, en las epístolas y en Apocalipsis. Al final del libro de Apocalipsis, Juan nos dice que nadie debe añadir ni quitar nada de la revelación divina (Ap. 22:18-19). Esto significa que la enseñanza de los apóstoles terminó en el libro de Apocalipsis. De allí en adelante nadie podía añadir ni quitar nada. Si uno añade algo, se le añadirán las plagas; si quita algo, se le quitará la bendición divina. Todo el Nuevo Testamento, la enseñanza completa de los apóstoles, debe considerarse la constitución del reino neotestamentario de Dios.
Pablo, en su Primera Epístola a los Corintios, dejó muy claro el asunto de la administración de Dios en el Nuevo Testamento. Mandó a los hermanos de Corinto que quitaran a cierto perverso de la comunión de la iglesia (5:13), la cual también es la comunión de los apóstoles y de los santos. El deseaba que erradicaran a esa persona perversa de la iglesia, pero no quería hacerlo él mismo porque no era el administrador directo. Por tanto, exhortó a los administradores directos en la iglesia para que ellos lo hicieran. Podemos entender por la enseñanza y el ejemplo del Nuevo Testamento, que algunos ancianos fueron establecidos en la iglesia en Corinto. Pablo dio esta exhortación a los hermanos, pero no ejecutó él la administración. Los ancianos eran los administradores directos de la iglesia allí. La constitución escrita del reino neotestamentario de Dios es la enseñanza de los apóstoles, el Nuevo Testamento completo, y los administradores directos de este reino son los ancianos.
Además, en la era neotestamentaria, todavía existen las palabras dadas para el momento. En el Nuevo Testamento, tenemos la realidad del sumo sacerdote y de los sacerdotes. En el Antiguo Testamento los sacerdotes constituyen un grupo, y los ancianos otro. Pero en el Nuevo Testamento tenemos uno solo. Todos los creyentes de Cristo son sacerdotes de Dios (1 P. 2:5; Ap. 1:6), incluyendo a los ancianos. Todos los ancianos son sacerdotes, y Cristo es el Sumo Sacerdote (He. 3:1). ¿Dónde está Cristo? Sabemos que está sentado a la diestra de Dios en los cielos (Ro. 8:34), pero debemos ver que Cristo nuestro Sumo Sacerdote está en nosotros para llevar a cabo el mover de Dios en la tierra (8:10). Todos los ancianos necesitan declarar que Cristo, el Sumo Sacerdote, está en ellos. Tenemos tal Sumo Sacerdote (He. 8:1). Los ancianos, que también son los sacerdotes, deben administrar la iglesia manteniéndose en el gobierno de Dios. Si existe algún problema en la iglesia bajo la administración de los ancianos, ¿cómo deben resolverlo? En el Antiguo Testamento, era necesario consultar la ley para determinar lo que debían hacer a fin de resolver el problema. Si existe un problema en la iglesia, debemos estudiar nuestra constitución neotestamentaria.
Los Estados Unidos es un buen ejemplo de un país regido por su constitución. En los Estados Unidos el poder más elevado no reside en el presidente ni en el congreso, sino en la constitución. El presidente Nixon fue obligado a renunciar, debido al poder de la constitución de dicho país. La constitución es más poderosa que el presidente. Debemos admitir que hoy el poder más elevado de la iglesia reside en la enseñanza de los apóstoles. Si existe un problema en la iglesia, debemos acudir al Nuevo Testamento para ver lo que dice de dicho problema. No debemos decir que estamos a favor ni en contra de algo hasta que vayamos a la constitución neotestamentaria y veamos lo que dice. Cuando surja algún problema, debemos aprender a guardar silencio y acudir a la Palabra escrita de Dios, la constitución neotestamentaria, sin opinión alguna. Tenemos una constitución completa con muchos más detalles que la constitución de los Estados Unidos.
Si no encontramos nada específico en nuestra constitución relacionado con el problema, o si encontramos algo pero no sabemos cómo aplicarlo, necesitamos las palabras específicas para el momento. Para saber el momento y la manera de llevar a cabo la constitución escrita se necesitan las palabras que el Señor da para el momento. ¿Cómo podemos obtener estas palabras? Tenemos que entrar a la presencia del Señor, permanecer allí y esperar, pidiendo que nos diga qué debemos hacer. Luego tenemos que leer el pectoral con todas sus letras. Las piedras que están en el pectoral con las letras se refieren a los santos, el pueblo de Dios. Debemos leer el pueblo, la iglesia, y al hacerlo en la presencia del Señor, con El y con Su capacidad de amar, tipificada por el pecho, recibiremos instrucciones en cuanto al momento de llevar a cabo lo que está en la constitución escrita y la manera de hacerlo. En esto consiste recibir las palabras habladas para el momento conforme a la enseñanza escrita de los apóstoles. Por supuesto, no debemos hacer nada que esté en contra de la enseñanza de los apóstoles. En el Antiguo Testamento, nadie podía hacer nada contrario a la ley, pero para guardar la ley también se necesitaba que Dios diera las palabras para el momento. Cuando El nos da las palabras para el momento, no hablamos nuestras propias palabras. Lo que hablamos no viene de una democracia ni de una autocracia, sino de una teocracia, puesto que Dios mismo habla para el momento específico según la constitución escrita con la cual gobierna y rige a Su pueblo.
Todos los ancianos de la iglesia necesitan entender que ellos son verdaderos sacerdotes. Son ancianos y sacerdotes. Usted, como anciano, tiene al Sumo Sacerdote en su interior, y puede tomar parte en Su capacidad de amar, simbolizado por Su pecho. Usted ama a los santos con el amor de Cristo y entra en la presencia de El con esta capacidad, esperándole y leyendo las letras en las piedras del pectoral, es decir, leyendo a todos los miembros de la iglesia. Al hacerlo, tomándolos como las letras de una máquina de escribir divina, le vendrán a usted una palabra, una frase, una oración, un párrafo e incluso un capítulo, los cuales le dirán lo que se debe hacer y cómo hacerlo.
También debemos recordar el principio del oficio de los ancianos. Siempre tenemos una pluralidad de ancianos. Puesto que hay pluralidad, se necesita mucha comunión. La comunión genuina debe llevarse a cabo en la presencia del Señor. Si la comunión que los ancianos tienen entre sí no está en la presencia del Señor, no es genuina. Por eso, todos los ancianos deben mantenerse en la presencia del Señor y en la comunión. En esta clase de comunión, ciertamente hablarán el “Urim” y el “Tumim” que están en la capacidad que Cristo tiene de amar. Entonces los ancianos sabrán lo que tiene el Señor en Su corazón relacionado con Su pueblo y lo que El desea administrar en su localidad para la iglesia. Los ancianos son tanto los sacerdotes que reciben las palabras específicas de Dios, como los que administran lo que han recibido del Señor. El principio fundamental en el Antiguo Testamento en cuanto a la administración de Dios es el mismo del Nuevo Testamento.
Además de los ancianos como sacerdotes y como administradores, tenemos a los profetas y a los maestros, descritos en Hechos 13:1-4. En Hechos 13 había profetas y maestros en la iglesia en Antioquía. Estos profetas y maestros pueden ayudar en el sacerdocio y en el oficio de los ancianos. Son como los profetas del Antiguo Testamento que ayudaban a los ancianos, a los reyes y a los sacerdotes. Hoy en la administración de Dios en la tierra, se aplica el mismo principio. Además de los sacerdotes, quienes reciben la revelación directamente del Señor, y de los administradores, quienes llevan a cabo lo que Dios habló, existen los profetas y los maestros, quienes ayudan a los ancianos y a los sacerdotes.
Después de que los apóstoles nombran a los ancianos y encomiendan la iglesia en sus manos, ¿qué deben hacer los apóstoles? Algunos dicen que los apóstoles ya no tienen nada que ver con la iglesia. Según su parecer, cuando los apóstoles nombraban los ancianos, terminaba su relación con las iglesias. Dicen esto utilizando como base lo que el hermano Nee dijo en La vida cristiana normal de la iglesia. En la página 66 de dicho libro, el hermano Nee dice: “Una vez que una iglesia era establecida, toda la responsabilidad era encomendada a los ancianos locales, y desde ese día los apóstoles no ejercían ningún control sobre ella en sus asuntos prácticos”. En esta cita debemos prestar atención a la frase “en sus asuntos prácticos”. Algunos citan las palabras del hermano Nee sin darse cuenta del significado. (El hermano Nee corrigió este posible mal empleo de sus palabras en su libro titulado Los asuntos de la iglesia, págs. 149, 14-20). Los apóstoles no debían participar en la administración de la iglesia local en asuntos prácticos, pero sí en cuanto a la necesidad que ella tenía de que ellos le enseñaran, la instruyeran y la exhortaran.
Vimos que Pablo escribió una carta a la iglesia en Corinto exhortándola a que quitara de la comunión a cierta persona perversa. El apóstol mandó que la iglesia hiciera esto: “Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad a ese perverso de entre vosotros” (1 Co. 5:13). ¿Significa esto que el apóstol sujetó la iglesia bajo su administración? No, en absoluto. Si ése hubiera sido el caso, no habría necesidad de decir que quitaran al perverso; lo habría hecho directamente. En este sentido, Pablo como apóstol no participó en la administración de la iglesia, pero sí le enseñó, le instruyó y le exhortó.
Existe otro aspecto de la relación que los apóstoles tienen con una iglesia local, en 1 Timoteo 5 de la cual el hermano Nee nos habló. En 1 Timoteo 5:19-20 dice: “Contra un anciano no admitas acusación si no está apoyada por dos o tres testigos. A los que pecan, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”. El apóstol Pablo exhortó a Timoteo a que [en ciertas circunstancias] recibiera acusación contra un anciano. Esto indica que los apóstoles tienen la autoridad de juzgar a los ancianos incluso después de nombrarlos. Si existe un problema entre los ancianos, este caso debe ser presentado a los apóstoles, y éstos tienen que juzgar. Los apóstoles tienen la autoridad de reprender delante de otros a un anciano que peque. Los apóstoles no deben participar en la administración de la iglesia, pero esto no significa que no tengan nada que ver con una iglesia local después de que los ancianos hayan sido establecidos.
Los ancianos que cometan errores y pequen pueden ser acusados por los santos, y esta acusación debe presentarse a los apóstoles. De esta manera, los apóstoles llegan a ser una pequeña corte donde pueden juzgar la situación. Según 1 Corintios 6, los santos mismos pueden formar una pequeña corte para juzgar casos entre sí (vs. 1-3). Los apóstoles deben juzgar en casos relacionados con los ancianos y pueden justificarlos o condenarlos. Según 1 Timoteo 5:20, si un anciano es juzgado pecaminoso, puede ser reprendido delante de otros. Un anciano que peca debe ser reprendido públicamente debido a su posición pública. Según lo que Pablo dijo a Timoteo en cuanto a este asunto, ¿cómo podemos decir que los apóstoles, quienes nombraron a los ancianos y les encomendaron la iglesia, no tienen nada que ver con la iglesia ni con los ancianos una vez que hayan sido establecidos?
El libro de 1 Corintios es un libro inquietante. El apóstol que lo escribió inquietó la iglesia en Corinto. El libro puede considerarse un mandamiento a la iglesia local. En 1 Corintios 11:34 dice: “Si alguno tiene hambre, coma en su casa, para que no os reunáis para juicio. Las demás cosas las pondré en orden cuando yo vaya”. Aun después de exhortar a la iglesia en muchas cosas, Pablo dijo que se encargaría de los demás asuntos cuando fuera. Necesitamos regresar a la Palabra. La Palabra es nuestra máxima autoridad, nuestra constitución. Este versículo nos dice que algunas cosas no fueron ordenadas por el apóstol Pablo. En su epístola a la iglesia en Corinto, muchas cosas fueron puestas en orden por las exhortaciones de Pablo, tales como el asunto de matrimonio, no comer cosas sacrificadas a los ídolos, cubrirse la cabeza, la mesa del Señor, etc. Pablo exhortó a los corintios resolver por lo menos once problemas en la comunión que tuvo con ellos. Exhortó a la iglesia a hacer muchas cosas. Como apóstol no tenía la posición de administrar la iglesia, pero sí tenía el derecho y la responsabilidad de exhortar a los ancianos a que lo hicieran.
Existe otro punto importante de la Palabra que tenemos que entender. Las iglesias ciertamente son locales en su administración, pero no son absolutamente independientes. En nuestra historia en el recobro del Señor, nos sirve de advertencia la práctica de autonomía mantenida por las Asambleas de los Hermanos. Todos los estados de los Estados Unidos tienen su propia administración y gobierno, pero no son completamente independientes. Los estados están separados hasta cierto punto, pero esto no significa que son absolutamente independientes. Si los estados fueran absolutamente independientes, Estados Unidos en sí no sería un solo país. Se convertiría en cincuenta países. Las iglesias locales no son independientes en absoluto. Cuando los apóstoles no intervenían en los asuntos prácticos de las iglesias, esto no significaba que cada iglesia local se convertiría en una entidad independiente. Tampoco quería decir que puesto que las iglesias estaban bajo la enseñanza de los apóstoles, se convertían en una federación.
En 1 Corintios 4:17 Pablo dice: “Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes, en todas las iglesias”. El apóstol Pablo enseñaba lo mismo en todas las iglesias. Su enseñanza era universalmente la misma, sin variar en ningún lugar. En cuanto a esto, debemos observar las siete epístolas escritas a las siete iglesias locales mencionadas en Apocalipsis 2 y 3. Lo que el Espíritu habló a todas las iglesias es la palabra del Señor a una iglesia (Ap. 2:1, 7). Al principio de cada epístola, el Señor habla a una iglesia determinada (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14), pero al final de todas las epístolas, la Palabra dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Lo que el Señor dijo a la iglesia en Efeso lo debían oír todas las iglesias. Cada epístola constituyó una palabra específica para cierta iglesia, pero esta palabra debía ser escuchada y acatada por todas las iglesias.
Por una parte, los ancianos de las iglesias tienen el derecho y la posición de llevar a cabo la administración local de las iglesias independientemente; por otra, todas las iglesias deben escuchar lo que los apóstoles recibieron de Dios, lo cual es la enseñanza del Nuevo Testamento. Por un lado, las iglesias son locales separadas; por otro, todas las iglesias locales son el Cuerpo de Cristo, el cual es un organismo y no una federación, una organización. Nos reunimos como iglesias locales separadamente conforme a lo que dice el Nuevo Testamento, pero todas las iglesias locales son el Cuerpo de Cristo.
Me gustaría añadir que en nuestra comunión muchos de nosotros estamos acostumbrados a decir: “El hermano Lee dice...” Les ruego que de aquí en adelante no digan: “El hermano Lee dice...”, sino que debemos decir: “En 1 Timoteo dice...”; o: “En 1 Corintios dice...”. Desde que llegó el recobro del Señor a los Estados Unidos, les he transmitido la palabra del Señor. Ustedes habían recibido la palabra del Señor por medio de lo que yo decía, por medio de mi enseñanza, pero lo que hablé era palabra del Señor. Todos necesitamos regresar a la Palabra pura de Dios y discernir exactamente lo que dice.
En 1986 convocamos un entrenamiento de ancianos para hablar sobre la unanimidad (véase Elders’ Training—Book 7—One Accord for the Lord’s Move [Entrenamiento de ancianos, libro 7: La unanimidad para el mover del Señor], publicado por Living Stream Ministry). Durante esa conferencia hablé del liderazgo de los apóstoles en el ministerio del Señor, pero creo que algunos no entendieron exactamente lo que dije. Debido a este malentendido, di los últimas dos mensajes en el entrenamiento del verano de 1987 sobre este asunto (véase los capítulos dieciocho y diecinueve de La manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, publicado por Living Stream Ministry). En aquellos mensajes mencioné que el liderazgo en el ministerio neotestamentario en realidad no es llevado a cabo por una sola persona que ejerza control. Al contrario, tenemos una revelación que nos controla, la cual está en un solo ministerio que se lleva a cabo mediante los que introducen la revelación del ministerio.
En los cuatro evangelios, el Señor Jesús era quien dirigía. Ese era el liderazgo que se hallaba en una persona. El Señor Jesús era el dirigente y tomaba la iniciativa. El Señor Jesús envió a Sus discípulos a ciertos lugares. Sus discípulos debían obedecer todo lo que El decía. En los Hechos y en las epístolas, Pedro y Pablo debían ser los dirigentes, pero casi nunca enviaban a nadie a hacer la obra. Todos los obreros que salían eran enviados por el Espíritu Santo. Hechos 13 nos dice que en Antioquía Bernabé y Saulo fueron “enviados por el Espíritu Santo” (v. 4) a los gentiles. Por supuesto, Pablo mandó que algunos de los hermanos jóvenes que estaban íntimamente relacionados con él, como Timoteo y Tito, fueran a ciertos lugares e hicieran ciertas cosas (1 Co. 4:17; Tit. 1:5). Pablo les dijo a Timoteo y a Tito que vinieran, y ellos recibieron estas órdenes (2 Ti. 4:9; Tit. 3:12). Pero hay por lo menos un caso en 1 Corintios 16:12 que debemos ver: “Acerca de nuestro hermano Apolos, mucho le rogué que fuese a vosotros con los hermanos, mas de ninguna manera quiso ir por ahora; pero irá cuando tenga oportunidad”. Pablo tenía una gran carga de ayudar a los corintios a resolver sus problemas, los cuales estaban relacionados con él y con Apolos. Por eso Pablo esperaba que Apolos fuera a los corintios personalmente. Pablo no dice que mandó a Apolos. Dijo: “Le rogué”. Rogar a alguien que haga algo es muy distinto de darle una orden. Pablo dijo: “Mucho le rogué ... mas de ninguna manera quiso ir”. Aunque Pablo le rogó, Apolos tenía la libertad de no hacerle caso. Y no hizo lo que Pablo quería. Apolos dijo que iría cuando tuviera la oportunidad. Parece que éste es un versículo insignificante, pero es esencial para la verdad en cuanto al liderazgo. Este versículo comprueba firmemente que Pablo no ejercía ningún control sobre la obra del Señor.
Pablo no era el líder del mover neotestamentario de Dios en el sentido de mandar a los colaboradores a que hicieran ciertas cosas. Pedro y Pablo no eran estrictos en cuanto a vigilar las acciones de los colaboradores. No había problema si rogaban a algún colaborador que hiciera algo, y éste no quería hacerlo. Pero todos los apóstoles eran muy estrictos en cuanto a su enseñanza. En 1 Timoteo 1:3-4 Pablo rogó a Timoteo a quedarse en Efeso para que mandara a ciertas personas que no enseñaran cosas diferentes a la economía neotestamentaria de Dios. Los apóstoles no toleraban ninguna enseñanza que fuera distinta de la economía neotestamentaria de Dios. El apóstol Juan, ya de edad avanzada, dijo en su segunda epístola a los santos que no recibieran a nadie que trajera una enseñanza que no concordase con la enseñanza de Cristo (vs. 9-10). Dijo que estas personas iban más allá de la enseñanza de Cristo. Esto significa que fueron más allá de la enseñanza en cuanto a Cristo, la cual es la enseñanza fundamental del Nuevo Testamento, la enseñanza de los apóstoles. Juan era estricto hasta el punto que incluso mandó a los santos que ni siquiera saludaran a tales personas. En la enseñanza, los apóstoles eran muy estrictos. Esto comprueba que la enseñanza de los apóstoles es el verdadero liderazgo en el Nuevo Testamento.