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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Pedro»
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Mensaje 5

LA PLENA SALVACIÓN DEL DIOS TRIUNO Y SUS RESULTADOS

(2)

  Lectura bíblica: 1 P. 1:5-9

  En este mensaje empezaremos estudiando 1 Pedro 1:5-9.

GUARDADOS POR EL PODER DE DIOS MEDIANTE LA FE

  El versículo 5 dice: “Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. Si queremos disfrutar de nuestra herencia celestial hoy, y participar de ella, es necesario ser guardados. Esto significa que necesitamos ser guardados en la posición correcta. A veces nos distraemos y alejamos de la posición que se requiere para disfrutar de la herencia celestial. En el pasado todos hemos experimentado, al menos en cierta medida, que cuando algo nos desvía del Señor, de inmediato perdemos el disfrute de la herencia de la vida eterna. Es por ello que necesitamos ser guardados, ser protegidos.

  Gracias al Señor, somos guardados por el poder de Dios mediante la fe. Es mediante el poder de Dios que somos guardados. En segundo lugar, la fe es el medio por el cual el poder de Dios se muestra eficaz en guardarnos. El poder de Dios tiene que ver con Dios, y la fe, con nosotros. Esto indica que nosotros tenemos que cooperar con el poder de Dios. Si cooperamos de esta manera, seremos guardados en la posición correcta para disfrutar de nuestra herencia celestial.

  Según el versículo 5, somos guardados, guarnecidos (un término militar), por el poder de Dios mediante la fe para la salvación. La salvación es el resultado de ser guardados. En este versículo se usan tres preposiciones con respecto a nuestra salvación venidera: por, mediante y para. “Por” se refiere a la causa; “mediante”, al medio; y “para”, al resultado.

EL CASTIGO DISPENSACIONAL

  La salvación mencionada en el versículo 5 es la plena salvación, la salvación suprema. Específicamente, no se refiere a ser salvos de la perdición eterna, sino a que nuestras almas sean salvas del castigo dispensacional del juicio gubernamental del Señor. La mayoría de los cristianos desconoce el castigo dispensacional del juicio gubernamental de Dios. Tal parece que no tienen ninguna luz al respecto, ni ninguna comprensión de ello. Aunque tal revelación se halla en la Biblia, la mayoría de los cristianos no tiene ningún conocimiento de ello.

  Si bien es cierto que somos salvos, debemos preguntarnos si estamos listos para comparecer ante el tribunal de Cristo. Si el Señor Jesús regresara hoy, ¿estaría usted listo para comparecer ante Su tribunal? ¿Podría presentarse ante Él y estar tranquilo? Sin duda alguna, su conciencia le diría que en muchos aspectos usted aún no ha sido salvo. En tal caso, el juicio ante el tribunal de Cristo le podría traer consecuencias negativas. Yo espero que nos traiga a todos nosotros consecuencias positivas; sin embargo, si nos trae consecuencias negativas, sufriremos cierta clase de castigo. Dicho castigo no será la perdición eterna, sino, más bien, el castigo dispensacional del juicio gubernamental de Dios.

LAS TRES ETAPAS DE LA PLENA SALVACIÓN DE DIOS

La etapa inicial

  La plena salvación del Dios Triuno consta de tres etapas y abarca muchos aspectos. La primera etapa, la etapa inicial, es la etapa de la regeneración. Esta etapa comprende la redención, la santificación (en cuanto a nuestra posición—1:2; 1 Co. 6:11), la justificación, la reconciliación y la regeneración. En esta etapa, Dios nos justificó por medio de la obra redentora de Cristo (Ro. 3:24-26), y nos regeneró en nuestro espíritu con Su vida y por Su Espíritu (Jn. 3:3-6). Como resultado, nosotros recibimos la salvación eterna de Dios (He. 5:9) y Su vida eterna (Jn. 3:15), y llegamos a ser Sus hijos (1:12-13), quienes no perecerán jamás (10:28-29). La salvación inicial nos ha librado de ser condenados por Dios y de la perdición eterna (3:18, 16).

La etapa progresiva

  La segunda etapa de la salvación, la etapa progresiva, es la etapa de la transformación. Esta etapa comprende la liberación del pecado, la santificación (principalmente de nuestro modo de ser—Ro. 6:19, 22), el crecimiento en vida, la transformación, la edificación y la madurez. En esta etapa, Dios nos libera del dominio del pecado que mora en nosotros —la ley del pecado y de la muerte— por la ley del Espíritu de vida, mediante la obra subjetiva que realiza en nosotros el elemento eficaz de la muerte de Cristo (Ro. 6:6-7; 7:16-20; 8:2); nos santifica mediante Su Espíritu Santo (Ro. 15:16) con Su naturaleza santa, y por medio de la disciplina (He. 12:10) y juicio que ejerce sobre Su propia casa (1 P. 4:17). Él nos hace crecer en Su vida (1 Co. 3:6-7) y nos transforma al renovar las partes internas de nuestra alma, mediante el Espíritu vivificante (2 Co. 3:6, 17-18; Ro. 12:2; Ef. 4:23) y con la cooperación de todas las cosas (Ro. 8:28). Él nos edifica para que seamos una casa espiritual, Su morada (1 P. 2:5; Ef. 2:22) y nos hace madurar en Su vida (Ap. 14:15) a fin de dar término a Su plena salvación. De este modo somos librados del poder del pecado, y del mundo, de la carne, del yo, del alma (la vida natural) y del individualismo, y somos llevados a la madurez en la vida divina para que el propósito eterno de Dios sea cumplido.

La etapa de culminación

  La tercera etapa, la etapa de culminación, es la etapa de la consumación. Esta etapa comprende la redención (la transfiguración) de nuestro cuerpo, el hecho de ser conformados a la imagen del Señor, la glorificación, el hecho de heredar el reino de Dios, la participación en el reinado de Cristo y el supremo disfrute que tendremos del Señor. En esta etapa Dios redimirá nuestro cuerpo caído y corrupto (Ro. 8:23) transfigurándolo al cuerpo de la gloria de Cristo (Fil. 3:21). Él nos conformará a la gloriosa imagen de Su Hijo primogénito (Ro. 8:29), haciéndonos absolutamente iguales a Él en nuestro espíritu regenerado, en nuestra alma transformada y en nuestro cuerpo transfigurado. Nos glorificará (v. 30), sumergiéndonos en Su gloria (He. 2:10) para que entremos en Su reino celestial (2 Ti. 4:18; 2 P. 1:11), al cual Él nos ha llamado (1 Ts. 2:12). Él hará que heredemos dicho reino como la porción más excelente de Su bendición (Jac. 2:5; Gá. 5:21). Incluso hará que reinemos junto con Cristo, como reyes que participan en Su reinado sobre las naciones (2 Ti. 2:12; Ap. 20:4, 6; 2:26-27; 12:5) y son partícipes de Su gozo real en Su gobierno divino (Mt. 25:21, 23). De este modo, nuestro cuerpo será liberado de la esclavitud de corrupción de la antigua creación y experimentará la libertad de la gloria de la nueva creación (Ro. 8:21). Asimismo, nuestra alma será liberada de la esfera de las pruebas y los sufrimientos (1 P. 1:6; 4:12; 3:14; 5:9) y entrará en una nueva esfera llena de gloria (4:13; 5:10), en la cual participará y disfrutará de todo lo que el Dios Triuno es, tiene y ha realizado, logrado y obtenido. Ésta es la salvación de nuestras almas, la salvación que está preparada para ser manifestada a nosotros en el tiempo postrero, la gracia que se nos traerá cuando Cristo sea manifestado en gloria (1:13; Mt. 16:27; 25:31). Éste es el fin de nuestra fe. El poder de Dios puede guardarnos para esto, a fin de que podamos obtenerlo (1 P. 1:9). Debemos esperar con anhelo esta salvación tan maravillosa (Ro. 8:23) y prepararnos para su espléndida manifestación (v. 19).

DOS ASPECTOS DE LA SANTIFICACIÓN DEL ESPÍRITU

  Ahora quisiera compartir un poco más acerca de la santificación del Espíritu. La santificación del Espíritu consta de dos aspectos: el primero, la santificación del Espíritu antes de nuestra justificación, y el segundo, la santificación del Espíritu después de nuestra justificación. El segundo aspecto de la santificación del Espíritu tiene a su vez dos aspectos: uno tiene que ver con nuestra posición, y el otro, con nuestro modo de ser. Después de que Dios nos justifica y nos regenera, inmediatamente el Espíritu santificador empieza Su obra de apartarnos, la cual se lleva a cabo fuera y dentro de nosotros. En primer lugar, el Espíritu santificador nos cambia de posición al separarnos de las cosas que son comunes y mundanas. Esta santificación, la cual tiene que ver con nuestra posición, es objetiva. Al mismo tiempo, el Espíritu santificador empieza también a santificarnos con respecto a nuestra forma de ser. Esto significa que el Espíritu nos santifica en cuanto a lo que somos por naturaleza. Éste es el aspecto subjetivo de la obra santificadora del Espíritu Santo. Así, pues, cuando hablamos de la obra de transformación nos estamos refiriendo al aspecto subjetivo de la santificación. El aspecto subjetivo de la santificación incluye la transformación de nuestro modo de ser y de nuestras partes internas. Por consiguiente, la transformación de nuestro modo de ser es la santificación de nuestro modo de ser, la cual lleva a cabo el Espíritu.

  Espero que ahora todos entendamos claramente los dos aspectos de la santificación. El primer aspecto ocurre antes de nuestra justificación, mientras que el segundo ocurre después de que somos justificados, y consta a su vez de dos aspectos. Después de que somos justificados y regenerados, el Espíritu viene a santificarnos con respecto a nuestra posición y también con respecto a nuestro modo de ser.

EXULTAR EN EL TIEMPO POSTRERO

  En 1:5 Pedro dice que somos guardados por el poder de Dios mediante la fe para salvación, y que esta salvación está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. El tiempo postrero se refiere al tiempo de la venida del Señor (1:7). Este tiempo no denota un día o una hora específicos, sino que, más bien, representa un período. Al final de este período particular, el Señor Jesús regresará.

  La plena salvación de Dios será revelada, es decir, vendrá a nosotros, con la venida del Señor. Ése será el tiempo en que experimentaremos la plena salvación de una manera completa. Aun desde ya, esta salvación está preparada para ser manifestada.

  En 1:6 Pedro añade: “En el cual vosotros exultáis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, seáis afligidos en diversas pruebas”. El pronombre relativo “el cual” se refiere aquí al “tiempo postrero” del versículo anterior. Esto significa que nosotros exultamos en el tiempo postrero. Cada vez que pensemos en el tiempo postrero, debemos exultar, es decir, debemos sentirnos llenos de gozo y regocijarnos sobremanera.

AFLIGIDOS EN DIVERSAS PRUEBAS

  En el versículo 6 Pedro no sólo habla de exultar en el tiempo postrero, sino que también nos dice que somos afligidos en diversas pruebas. Estas pruebas son sufrimientos que examinan la calidad de alguien o algo al ponerle a prueba.

  El propósito del libro de 1 Pedro es confirmar y fortalecer a los creyentes que sufren, los cuales han sido escogidos por Dios, santificados por el Espíritu al ser separados del mundo y apartados para Dios, rociados con la sangre redentora de Cristo y regenerados por Dios el Padre para una esperanza viva, para una herencia reservada en los cielos para ellos (1:1-4), pero quienes todavía son peregrinos en esta tierra (v. 1; 17:2-11). Mientras ellos peregrinan, los sufrimientos son inevitables. Dios los usa a fin de someter a prueba la fe de ellos (1:7) para ver si están dispuestos a seguir a Cristo al sufrir por hacer lo bueno (2:19-23; 3:14-18). Los sufrimientos cumplen el propósito de equiparlos con una mente que resista la carne, de modo que ellos no vivan en las concupiscencias de los hombres, sino en la voluntad de Dios (4:1-2). Esto tiene como finalidad que ellos participen de los sufrimientos de Cristo y se regocijen cuando Su gloria sea manifestada (vs. 12-19), que sean testigos de los padecimientos de Cristo (5:1), y por último, que sean perfeccionados, confirmados, fortalecidos y cimentados con miras a la gloria eterna a la cual Dios los ha llamado (vs. 8-10). Dios dispone esto en conformidad con Su gobierno, para juzgar a Su pueblo escogido (1:17), esto es, para comenzar Su juicio por Su propia casa (4:17). Por consiguiente, este libro también puede ser considerado un libro que trata del gobierno de Dios.

  En el versículo 6 Pedro inserta la frase “si es necesario”. La intención de Pedro al decir esto era dar unas palabras de consuelo a los santos que estaban sufriendo. A veces necesitamos cierta prueba, una prueba que nos causa aflicción. Cuando somos afligidos por alguna prueba, debemos darnos cuenta de que esa prueba es necesaria. No obstante, dicha prueba sólo dura “un poco de tiempo”. Entre tanto, el “tiempo postrero” se acerca. En aquel tiempo nos será manifestada la salvación de Dios. Por consiguiente, debemos exultar en el tiempo postrero.

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