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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(2)

  Lectura bíblica: 2 Co. 4:1-7

  En 2 Corintios 3:12-18 se trata el primer aspecto de la descripción de los ministros del Nuevo Testamento. Hemos visto que el Señor, como Espíritu que da vida y que transforma, los constituyó ministros y es también el elemento constitutivo forjado en ellos. Luego, en los capítulos del cuatro al siete vemos una descripción más detallada acerca de los ministros neotestamentarios. Según 4:1-6, estos ministros se conducen con miras a que resplandezca el evangelio de la gloria de Cristo. Por tanto, el segundo aspecto relacionado con los ministros del nuevo pacto consiste en la manera en que ellos se conducen.

II. SE CONDUCEN CON MIRAS A QUE RESPLANDEZCA EL EVANGELIO DE LA GLORIA DE CRISTO

  Antes de considerar cómo se conducen los ministros del nuevo pacto, primero veamos la meta, el objetivo y el propósito de su conducta. La conducta de estos ministros está gobernada y controlada por un propósito, el cual consiste en que resplandezca la gloria del evangelio de Cristo. Los ministros del nuevo pacto se conducen de tal manera para que el evangelio de Cristo resplandezca por medio de ellos y desde el interior de su ser. Esta es la meta, el propósito, de su vivir. Por consiguiente, ellos no sólo predican el evangelio, sino que también por su conducta logran que el evangelio de la gloria de Cristo resplandezca.

  El evangelio que Pablo predicaba era un evangelio de gloria, un evangelio lleno de luz y de gloria. Esta gloria no se trasmite por el hecho de que uno hable o predique el evangelio, sino que ha de expresarse mediante un resplandor. Además, este resplandor debe ser el vivir de los ministros neotestamentarios, es decir, que el vivir de ellos es el resplandor mismo del evangelio que predican. Para ellos, el evangelio no es una mera doctrina, ya que una doctrina no exige ningún resplandor. El evangelio que ellos predican, el evangelio de gloria, rebosa de resplandor. Esta gloria es Dios mismo, o sea, Dios corporificado en el evangelio que predican. Por consiguiente, el evangelio que predican los ministros del nuevo pacto no es una teoría, una filosofía ni una mera doctrina, sino que es la corporificación del Dios de la gloria. No se puede dar a conocer este evangelio simplemente mediante la predicación; más bien, debe de haber cierto resplandor.

  Los ministros que llevan a cabo este evangelio de gloria son como luminares, es decir, son personas que resplandecen. Por ser luminares, ellos no tienen luz propia, pero sí tienen la capacidad de reflejar la luz que proviene de otra fuente, así como la luna que refleja la luz del sol.

  El evangelio puede compararse con el Cristo que resplandece como el sol, el Dios de la gloria corporificado en Su obra redentora. Todos debemos entender el evangelio de esta manera. No piensen que el evangelio es una filosofía o una enseñanza. No, el evangelio es la corporificación del Dios de la gloria, y este evangelio necesita muchas personas que resplandezcan, muchos luminares, para que reflejen su luz. El reflejar la luz del evangelio de gloria es el vivir mismo de todos los ministros del nuevo pacto. Este acto de reflejar la luz del evangelio constituye la conducta misma de los apóstoles.

  En el versículo 4, Pablo usa la palabra iluminación. En lo profundo de su espíritu, Pablo se consideraba a sí mismo y a sus colaboradores como luminares. Hoy nosotros también debemos ser los luminares que reflejan la gloria del evangelio de Cristo. La meta, el objetivo y el propósito del vivir de los ministros neotestamentarios consiste en resplandecer de esta manera. La meta de la conducta de Pablo consistía en hacer resplandecer por su conducta, su vivir, el evangelio. Tanto él como sus colaboradores, los ministros del nuevo pacto, se conducían con el fin de hacer resplandecer el evangelio de la gloria de Cristo.

A. Su conducta

  En 2 Corintios 4:1 Pablo dice: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no nos desanimamos”. En 3:12-18, el apóstol describe la manera en que están constituidos los ministros del nuevo pacto. En este capítulo, del versículo 1 al versículo 6, nos sigue describiendo la manera en que ellos, como ministros del nuevo pacto, se conducían para llevar a cabo su ministerio y, del versículo 7 al versículo 18, la clase de vida que ellos vivían.

1. Tienen el ministerio del nuevo pacto

  En 4:1 Pablo habla de tener “este ministerio”. Este es el ministerio descrito en 2:12—3:18. La expresión “este ministerio” indica que todos nosotros, los apóstoles de Cristo, aunque somos muchos, tenemos un solo ministerio: el ministerio del nuevo pacto, cuyo fin es cumplir la economía neotestamentaria de Dios. Todas las obras de los apóstoles tienen como fin llevar a cabo este ministerio único, es decir, ministrar a Cristo en las personas para la edificación del Cuerpo de Cristo.

  En el versículo 1, Pablo habla de un solo ministerio, en singular. Esto es una prueba contundente de que todos los colaboradores tenían un solo ministerio, el ministerio único. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo hay un solo ministerio. El ministerio único del Nuevo Testamento es el ministerio de la justicia y del Espíritu. En este ministerio, Cristo es ministrado en las personas.

  Hoy en día es común que los predicadores hablen de distintos ministerios. Aunque yo no digo que sea erróneo hablar de ministerios, debemos ser muy cuidadosos al referirnos a ello de esta manera. Lo crucial aquí es lo que queremos decir con el uso de las palabras “ministerio” y “ministerios”. En 2 Corintios el ministerio es único; no se habla de varios ministerios. En otras palabras, “este ministerio” es el único y solo ministerio del Nuevo Testamento.

  En el capítulo uno de Hechos, Pedro también hace referencia al ministerio, al decir que era necesario que alguien ocupara el lugar que faltaba entre los apóstoles, alguien que se uniera a los once para que tomara parte de este ministerio. Los doce apóstoles tenían un solo ministerio, y este ministerio consistía en predicar a Cristo en resurrección. Asimismo, en 2 Corintios, los apóstoles también tienen un solo ministerio, el cual es ministrar a Cristo en las personas.

2. No se desaniman

  El primer aspecto de la conducta de los apóstoles es que ellos no se desanimaban. Puedo testificar que por tener parte en este ministerio, no me desanimo. El ministerio es un incentivo y una motivación; me fortalece, me sostiene, me respalda y hace que no me desanime. Incluso la oposición que hay contra este ministerio es una señal de que está bajo la bendición del Señor y que es eficaz. No nos desanimamos, no importa cuánta oposición se levante contra nosotros.

3. Renuncian a lo oculto y vergonzoso

  En el versículo 2 Pablo declara: “Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios”. Debemos tener una conciencia que pueda declarar a los ángeles y a los demonios que no tenemos nada que ocultar ni avergonzarnos; más bien, somos transparentes y diáfanos.

  La palabra griega traducida “adulterar” significa principalmente poner una trampa. Además también significa corromper, como en la adulteración del oro o del vino. Pero su significado aquí es más limitado que la expresión “medran adulterando” de 2:17, la cual implica hacer algo para ganancia propia. Adulterar el oro consiste en mezclarlo con algún metal inferior con el propósito de venderlo a un precio más alto que el de su verdadero valor. Asimismo, adulterar el vino consiste en mezclarlo con otra clase de líquido con el propósito de presentarlo como si fuera vino de buena calidad. Incluso en el primer siglo, algunos llamados predicadores adulteraron la Palabra de Dios de esta manera. Añadieron cosas inferiores a la Palabra.

  Hoy hay algunos predicadores que adulteran la Palabra de Dios. A pesar de que usan versículos bíblicos en sus sermones, los adulteran añadiendo otros elementos. Afirman que lo que predican es la Palabra de Dios, pero en realidad, sólo un pequeño porcentaje de lo que predican es la Palabra y el resto son elementos que ellos han añadido. De esta manera, adulteran el oro divino y el vino divino contenidos en la Biblia. La manera en que Pablo se conducía era totalmente opuesta. Con toda certeza, él no adulteró la palabra de Dios; más bien presentó el oro puro, el oro refinado, de la Palabra.

  Por la manifestación de la verdad, Pablo y sus colaboradores se recomendaban a sí mismos a toda conciencia humana delante de Dios. Aquí, “la verdad” es otra manera de denominar la palabra de Dios (Jn. 17:17). Ella significa la realidad, lo cual alude a todas las cosas verdaderas reveladas en la palabra de Dios, las cuales son principalmente Cristo como la realidad de todas las cosas de Dios. La expresión “la manifestación de la verdad” se refiere a la manera en que los apóstoles vivían a Cristo. Cuando ellos vivían a Cristo, quien es la verdad (Jn. 14:6), manifestaban la verdad. Mientras Cristo era expresado en el vivir de ellos, la verdad era manifestada en ellos. De esta manera ellos se recomendaban a toda conciencia humana delante de Dios. Los apóstoles no adulteraban la palabra de Dios, sino que manifestaban la verdad para que resplandeciera el evangelio de la gloria de Cristo, por medio del poder excelente del tesoro inestimable, el propio Cristo que había entrado en ellos y llegado a ser su contenido (2 Co. 4:7) mediante la iluminación del resplandor de Dios (v. 6).

B. El resplandor del evangelio de la gloria de Cristo

1. Su evangelio está encubierto entre los que perecen

  En el versículo, 3 Pablo añade: “Y aun si nuestro evangelio está encubierto, entre los que perecen está encubierto”. Para algunos, el evangelio está encubierto debido a los viejos conceptos, especialmente los conceptos que uno tiene acerca de la ley (3:14-15). En principio, un velo es todo aquello que impide que la gente aprehenda el evangelio de Cristo, ya sea la filosofía o las tradiciones culturales. Así que, cuando predicamos a Cristo, esto debe quitarles el velo, así como quitamos la tapa que protege la lente de una cámara fotográfica para tomar una foto.

  Lo que dice Pablo en el versículo 3 da a entender que el evangelio que el apóstol predicaba no debiera estar encubierto; no existe motivo alguno por el cual debe estar encubierto. No obstante, si está encubierto, lo está en los que perecen, es decir, en aquellos para quienes el aroma del conocimiento de Cristo es muerte para muerte.

  En el versículo 4, Pablo dice además: “En los cuales el dios de este siglo cegó las mentes de los incrédulos, para que no les resplandezca la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. El dios de este siglo es Satanás, el engañador, el príncipe del siglo actual, y es él, quien domina el mundo de hoy y ciega las mentes y los pensamientos de las personas con el fin de que le adoren. En este versículo, la palabra “cegó” significa poner un velo sobre el entendimiento de las personas. Además, la expresión “las mentes” aquí denota entendimiento y pensamiento.

  Cristo, como imagen de Dios, es el resplandor de Su gloria (He. 1:3). Por consiguiente, el evangelio de Cristo es el evangelio de Su gloria que ilumina y resplandece. Satanás, el dios de este siglo, ha cegado los pensamientos y las mentes de los incrédulos, para que no resplandezca en sus corazones la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo. Esto es semejante a cubrir la lente de una cámara fotográfica para que la luz no penetre en ella.

  Lo que Pablo describe en el versículo 4 es una clase de fotografía espiritual. Nosotros somos como cámaras fotográficas; tenemos “un lente” y “un obturador”. Cuando oprimimos el obturador, la luz junto con la imagen del objeto entra en la cámara, y la imagen queda fijada en el rollo de película. La luz, en efecto, trae la imagen del objeto a la cámara donde queda registrada en la película. No obstante, si cubrimos la lente de la cámara, la luz no podrá entrar en ella. A veces, las personas a las que predicamos el evangelio parecen ser cámaras fotográficas, pero con la lente tapada; por consiguiente, la luz no puede resplandecer en ellos. ¡Alabado sea el Señor que, por Su misericordia y gracia, Él ha quitado de nuestras mentes la tapa satánica! No sólo tenemos una cara descubierta, sino también una mente sin velos.

  En 3:18 “a cara descubierta” alude a la mente sin velos del capítulo cuatro. Según el concepto de Pablo, estas dos cosas son una sola. Por consiguiente, tener una cara descubierta equivale a tener una mente sin velos. Es igual que una cámara fotográfica que está abierta al resplandor de la luz.

  Cuando la luz penetra en nosotros, la luz nos trae la imagen de Cristo. Esta iluminación entra a nuestro espíritu a través de nuestra mente. Podemos comparar nuestro espíritu con una película fotográfica. Cuando el resplandor entra en nosotros por medio de nuestra mente abierta, llega a nuestro espíritu y trae consigo la figura de Cristo, la imagen de Dios. En la iglesia tomamos fotos espirituales y celestiales de esta manera.

  Literalmente, la palabra griega traducida “resplandezca” en el versículo 4, significa principalmente ver claramente, discernir; segundo, también significa resplandecer. Por tanto, la segunda parte de este versículo podría traducirse: “Para que no vean la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”. Puesto que el dios de este siglo ha cegado la mente de los incrédulos, éstos no pueden ver la iluminación de la gloria del evangelio, al igual que un ciego, o un hombre que tiene los ojos tapados, no puede ver la luz del sol.

2. No se predican a sí mismos, sino a Cristo como Señor

  El versículo 5 dice: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús”. La palabra “porque” explica el motivo por el cual el evangelio de los apóstoles, que es el evangelio de la gloria de Cristo, no debe estar encubierto. La razón se debe a que ellos no se predicaban ni se exaltaban a sí mismos, sino a Cristo Jesús como Señor de todo, y a que ellos se conducían como esclavos de los creyentes por amor de Jesús, como lo hizo Jesús, quien siendo Maestro, vino a servir como esclavo (Mt. 20:26-28).

  La expresión “Cristo Jesús como Señor” incluye a Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito para siempre (Ro. 9:5), al Verbo eterno encarnado para ser un hombre (Jn 1:14), a Jesús crucificado como hombre para ser nuestro Salvador (Hch. 4:10-12) y resucitado para ser el Hijo de Dios (Hch. 13:33), y a Cristo exaltado para ser el Señor (Hch. 2:36), el Señor de todos los hombres (Hch. 10:36; Ro. 10:12; Jn. 20:28; 1 Co. 12:3), quien es la imagen de Dios, el resplandor de la gloria de Dios (He. 1:3). Esto es el contenido mismo del evangelio. Por tanto, el evangelio es el evangelio de la gloria de Cristo, la cual ilumina, irradia y resplandece en el corazón del hombre. Si el corazón del hombre no está encubierto con ningún velo ni está cegado por Satanás, quien es el dios de este siglo, el hombre puede ver la iluminación del evangelio.

  La palabra “esclavos” del versículo 5 está en contraste con “Señor”. Los apóstoles exaltaban a Cristo como Señor, pero se consideraban a sí mismos como simples esclavos que servían a los creyentes. Por tanto, ellos no solamente eran esclavos de Cristo, sino también de los creyentes.

3. Dios resplandece en sus corazones

  El versículo 6 declara: “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. Esto explica lo que se mencionó en el versículo anterior. Los apóstoles predicaban a Cristo como Señor y a sí mismos como esclavos de los creyentes porque el propio Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, fue el que resplandeció en sus corazones. Cuando Dios resplandeció en el universo, fue producida la antigua creación. Pero al resplandecer en los corazones de los apóstoles, los hizo una nueva creación. Por lo tanto, en su predicación, podían exaltar a Cristo como Señor, y en su servicio, se conducían como esclavos de los creyentes. Lo que los apóstoles hacen por Cristo y lo que ellos son para los creyentes es el resultado del resplandor de Dios. El resplandor de Dios produce los ministros del nuevo pacto y el ministerio de ellos.

  La expresión “en nuestros corazones” se refiere a algo mucho más profundo que la piel del rostro de Moisés (3:7; Ex. 34:29-30). Esto presenta un contraste entre la gloria del ministerio apostólico del evangelio y la gloria del ministerio mosaico de la ley. El hecho de que se trata del corazón indica que tiene que ver con la vida interior, mientras que el cutis del rostro no tiene nada que ver con ella. La gloria del antiguo pacto se manifiesta de forma externa, mientras que la gloria del nuevo pacto tiene gran profundidad.

  La expresión “nuestros corazones” denota los corazones de los apóstoles, quienes representan a todos los creyentes del nuevo pacto.

  El resplandor de Dios en nuestros corazones da por resultado la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo, es decir, en la iluminación que nos permite conocer la gloria del evangelio de Cristo. La iluminación que nos da a conocer la gloria del evangelio de Cristo tiene su origen en el resplandor de Dios en nuestros corazones.

  La faz de Jesucristo está en contraste con el rostro de Moisés (3:7). La gloria del evangelio en la faz de Jesucristo es muy superior a la gloria de la ley en el rostro de Moisés. La gloria del evangelio resplandece en la faz de Aquel por quien vinieron la gracia y la realidad. La gloria de la ley resplandeció en el rostro de aquel por quien fue dada la ley (Jn. 1:17), la cual produjo condenación y muerte (3:7, 9). Dios resplandece en nuestros corazones para iluminarnos, no para que conozcamos la gloria que se halla en el rostro de Moisés, sino la gloria que está en la faz de Cristo; este resplandor tiene como fin iluminarnos no para que conozcamos la ley de Moisés del antiguo pacto, sino el evangelio de Cristo del nuevo pacto.

  Dios produjo dos creaciones: la vieja y la nueva. La vieja creación se produjo al resplandecer Dios en las tinieblas externamente, mientras que la nueva creación se lleva a cabo al resplandecer Dios en nuestros corazones interiormente. Llegamos a ser una nueva creación cuando Dios resplandeció en nuestros corazones, y este resplandor se encuentra en la faz de Cristo. Ahora, si queremos que esto llegue a ser nuestra experiencia, debemos tener un contacto directo, personal e íntimo con Cristo, ya que cuando lo hacemos, esto hará que Dios resplandezca en nuestro corazón. Dios puede resplandecer sobre nosotros, pero si queremos que resplandezca en nosotros, debemos tener un contacto directo, personal e íntimo con Él. Esta es la razón por la cual lo invocamos, diciendo: “¡Oh Señor Jesús!” Por ejemplo, Saulo de Tarso fue salvo al invocar el nombre del Señor. Cuando él invocó al Señor, se halló delante de Él, cara a cara con Él. Y cuando dijo: “¿Quién eres, Señor?”, el Señor contestó inmediatamente: “Yo soy Jesús”. Esta es una manera muy íntima y personal de responder. No fue algo dicho desde lejos, sino una conversación de cara a cara. Saulo de Tarso experimentó el resplandor de Dios en su corazón.

  Supongamos que usted le predica el evangelio a un incrédulo. Aunque él asienta con la cabeza y diga que cree en el Señor Jesús y lo recibe como su Salvador, no dé por sentado que él haya sido verdaderamente salvo. Usted debe preguntarle si ha invocado al Señor, de manera que él haya tenido un contacto personal con Él. Si dicho incrédulo invoca el nombre del Señor Jesús, él verá la faz de Cristo y tendrá inmediatamente un contacto personal con Él.

  Solamente teniendo un contacto tan directo, personal e íntimo con el Señor, podremos experimentar el resplandor interior. Esto sucede lo mismo con nosotros que con un incrédulo que se acerca por primera vez al Señor. Si queremos que el Señor resplandezca en nosotros de nuevo, nuestro contacto con el Señor deber ser íntimo. Cuando invocamos al Señor de una manera tierna e íntima, nos hallamos delante de Su faz, y Dios resplandece en nuestro corazón. Es así como los apóstoles recibieron el resplandor interior. Luego, ellos irradiaron lo que habían recibido. Así se conducían ellos con miras a que resplandeciera la gloria del evangelio de Cristo. El poder que propicia este resplandor se menciona en el versículo 7.

4. Dios resplandece en sus corazones e introduce un tesoro en ellos, los vasos de barro

  En el versículo 7 Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Cuando Dios resplandece en nuestros corazones, se introduce en nosotros un tesoro, el Cristo de gloria, quien es la corporificación de Dios para ser nuestra vida y nuestro todo. Pero los que contenemos este tesoro somos vasos de barro, frágiles y sin ningún valor. No obstante, en estos vasos sin valor se halla un tesoro inestimable. Esto ha hecho que los vasos sin valor sean ministros del nuevo pacto, con un ministerio inestimable. Esto ha sido llevado a cabo por el poder divino en resurrección. La excelencia del poder ciertamente es de Dios, y no de nosotros.

  Los apóstoles, al hablar de su ministerio, el cual realiza el nuevo pacto de Dios, usaron cinco metáforas significativas y expresivas para describir la manera en que ellos como ministros del nuevo pacto, junto con su ministerio, fueron constituidos, cómo se comportaban y vivían, y cómo su ministerio era llevado a cabo. Estas metáforas son: cautivos en un desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo (2:14a); portadores de incienso que difunden el olor de Cristo (2:14b-16); cartas escritas con Cristo como contenido (3:1-3); espejos que miran y reflejan la gloria de Cristo a fin de ser transformados en Su imagen gloriosa (3:18); vasos de barro que contienen al Cristo de gloria, el tesoro excelente (4:7). Estos vasos son como una cámara fotográfica moderna, en los cuales entra la imagen de Cristo por medio del destello del resplandor de Dios (4:4, 6).

  Este tesoro, el Cristo que mora en nosotros los vasos de barro, es la fuente divina de la provisión necesaria para la vida cristiana. Es por medio del poder excelente de este tesoro que los apóstoles, como ministros del nuevo pacto, pueden llevar una vida crucificada, de tal modo que se manifieste la vida de resurrección de Cristo, a quien ellos ministran. De esta manera, ellos manifiestan la verdad para que resplandezca el evangelio.

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