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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 20

LA SERPIENTE, LA MUJER Y LA SIMIENTE DE LA MUJER

  En este mensaje tengo la carga de presentar, a modo de paréntesis, unas palabras adicionales sobre Gn. 3:15. Como vimos en el mensaje anterior, Génesis 3:15 es el evangelio. Génesis 3:15 es el primer caso de proclamación del evangelio en toda la Biblia. En este versículo, Dios mismo le predicó al hombre las buenas nuevas al juzgar a la serpiente. Así que debemos dedicarle más tiempo a este versículo.

  En mensajes anteriores he repetido varias veces que casi todo lo que encontramos en Génesis, del capítulo 1 al 3, es una semilla que crece en los siguientes libros de la Biblia, aparece como un cultivo en las epístolas del Nuevo Testamento y llega a ser la cosecha madura en el libro de Apocalipsis. Ya vimos que este principio se aplica a muchas cosas. En este mensaje quisiera subrayar nuevamente este principio mientras consideramos las tres figuras principales mencionadas en Génesis 3:15: la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer.

I. LA SERPIENTE

  Cuando leemos las Escrituras, descubrimos que la serpiente no se menciona únicamente en Génesis, sino también en los demás libros de la Biblia. Ap. 12:9 y Ap. 20:2 también aluden a la serpiente. En Ap. 12 y Ap. 20 vemos que Satanás tiene varios nombres: el dragón, la serpiente antigua, el diablo y Satanás. Entre esos nombres, se encuentra la expresión “la serpiente antigua”. Juan usa esta expresión porque cuando escribió el libro de Apocalipsis, la serpiente había envejecido, por lo menos cuatro mil años. ¿Quién es esta “serpiente antigua”? Sólo podríamos contestar esta pregunta consultando el tercer capítulo de Génesis donde se menciona la serpiente por primera vez.

  En Juan 3:14 vemos otra referencia a la serpiente. Cuando Nicodemo, un caballero de clase alta y con logros superiores, acudió al Señor Jesús con una actitud positiva, el Señor le dijo que necesitaba nacer de nuevo con una nueva vida (Jn. 3:3, 5). El Señor le dijo que su espíritu humano necesitaba nacer de nuevo, del Espíritu Santo, pues “lo nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:6). No obstante, pocos cristianos han observado que en la conversación del Señor con Nicodemo, a éste se le mencionó la serpiente (Jn. 3:14). Aunque Nicodemo era todo un caballero, un erudito, “un maestro de Israel”, el Señor le dio a entender que era una serpiente.

  En cierto momento de la conversación entre el Señor Jesús y Nicodemo, le dijo: “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado”. ¿Qué significa eso? Era la respuesta del Señor a la pregunta de Nicodemo. Nicodemo había preguntado: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?” y: “¿Cómo puede hacerse esto?” Nicodemo preguntó cómo podía nacer de nuevo. El Señor contestó: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?” Aunque Nicodemo enseñaba el Antiguo Testamento al pueblo, no sabía qué era nacer de nuevo. Por consiguiente, el Señor se refirió a la tipología de la serpiente de bronce que fue levantada sobre un asta por Moisés (Nm. 21:9). El Señor parecía decirle: “Todos tus padres fueron mordidos por las serpientes venenosas, y el veneno de éstas entró en ellos. Tus padres se convirtieron en serpientes a los ojos de Dios. Puesto que estaban muriendo, Moisés oró a Dios por ellos, y Dios le pidió a Moisés que levantara una serpiente de bronce sobre un asta para traer Su juicio sobre los israelitas envenenados. Todo aquel que había sido envenenado por las serpientes y que miraba a la serpiente de bronce alzada en el asta sobrevivía. Muchos israelitas hicieron eso, y sus vidas fueron preservadas. Esto tipifica la regeneración. El Señor parecía decir a Nicodemo: “No te consideres todo un caballero. Debes entender que eres una de las personas que fueron envenenadas por la serpiente y que tienes naturaleza serpentina. Aparentemente eres un hombre, pero en realidad eres una serpiente. A los ojos de Dios eres una de las serpientes. Aunque tú eres una serpiente, Yo he venido a morir por ti. Moriré en la cruz en forma de serpiente. Cuando Yo esté en la cruz, a los ojos de Dios sólo seré un sustituto por los pecadores, y allí seré juzgado en forma de serpiente por Dios. La única diferencia es ésta: la verdadera serpiente tiene veneno, pero Yo sólo tendré la forma de la serpiente. No tengo ni la naturaleza ni el veneno de la serpiente. He venido en semejanza de carne de pecado, en forma de serpiente, a fin de morir por todos los que han sido envenenados por la serpiente”.

  La primera mención de la serpiente, en Génesis 3, es una semilla que se desarrolla en los siguientes libros de la Biblia. Vemos la serpiente en Génesis 3 y también en Juan 3:14. Casi todos los cristianos han visto la vida eterna en Juan 3:16, pero son pocos los que han visto la serpiente en Juan 3:14. No obstante, si hemos de entender lo que es la vida eterna, necesitamos comprender lo que es la serpiente. Debemos ver la serpiente. La serpiente no está solamente en Génesis y en Juan, sino que también se explica claramente en el libro de Apocalipsis. En Génesis 3:15 la serpiente es una pequeña semilla, en el Evangelio de Juan esta semilla ha crecido, y en el libro de Apocalipsis la semilla llega a ser una cosecha. Al leer toda la Biblia, podemos ver que en cada generación la obra de Dios ha tenido una meta: edificar el Cuerpo para expresar a Su Hijo, Cristo, y también eliminar a la serpiente. Dios tiene la intención de expulsar a la serpiente. Por consiguiente, todos debemos entender dónde está la serpiente ahora.

A. Se ha inyectado en la humanidad

  Mediante la caída del hombre, la serpiente se inyectó en la humanidad. ¿Dónde se encuentra esta serpiente ahora? Está en nuestra carne. En el huerto, antes de la caída del hombre, la serpiente estaba fuera del hombre. Pero desde la caída, la serpiente insidiosa y astuta está en el hombre, en su carne.

  Un día el Señor Jesús preguntó a Sus discípulos: “¿Quién decís que soy Yo?” Y Pedro contestó inmediatamente: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16:15-16). Poco después, el Señor reprendió a Pedro, llamándolo “Satanás” (Mt. 16:23). ¿Puede creer usted que en un instante él era Pedro, una persona santa, y que poco después él se convirtió en Satanás? Si yo hubiera sido Andrés, el hermano de Pedro, le habría preguntado al Señor Jesús: “¿Dónde está Satanás? Yo soy Andrés, el hermano de Pedro, pero ¿dónde está Satanás?” El Señor Jesús podría haberle contestado: “Satanás está dentro de él. Satanás está dentro de Pedro”. Cuando usted habla con maldad, ¿quién es? Es Satanás. Cuando actúa vilmente con su cónyuge, ¿quién es usted? Satanás. En ese momento, el Señor Jesús podría llamarlo a usted: “¡Satanás!” ¿Dónde está Satanás? Está dentro de la humanidad caída. Hoy en día Satanás está en la carne del hombre. Todos debemos estar alerta porque Satanás, aquel que tentó y perjudicó a la primera generación de la humanidad, ahora está dentro de nosotros.

B. Los hombres se convierten en “serpientes”

  Satanás se ha inyectado en el hombre, y por esta razón todos los hombres se convierten en serpientes a los ojos de Dios. Aunque usted piense que es un hombre, a los ojos de Dios, es una serpiente. En Mateo 3:7 vemos que Juan el Bautista llamó a los judíos religiosos “cría de víboras”. Eran serpientes. Juan parecía decirles: “Vosotros pensáis que sois religiosos. Sois muy religiosos, pero no entendéis que sois una cría de víboras”. En la explicación que dio el Señor Jesús con respecto a la parábola del sembrador, usó la expresión “los hijos del maligno” (Mt. 13:38). ¿Quién es el maligno? La serpiente, Satanás; él es el maligno y todos sus seguidores son hijos suyos. Los seguidores de Satanás no son sus hijos adoptivos; son sus hijos por nacimiento. Es por eso que en Juan 8:44 el Señor Jesús dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo”. El Señor parecía decir: “Vuestro padre es el diablo porque vosotros tenéis su vida. La vida y naturaleza del diablo está en vosotros. Nacisteis de vuestro padre y ahora tenéis su vida y naturaleza”. El apóstol Juan menciona “los hijos del diablo” y dice: “El que practica el pecado es del diablo” (8, 1 Jn. 3:10). Por esta misma razón Pablo llamó a Elimas el mago “hijo del diablo” (Hch. 13:10). Aun un hombre como Nicodemo, una persona de tanta categoría, era una serpiente a los ojos de Dios, y tenía naturaleza serpentina. Esta es la razón por la cual toda la gente serpentina necesita que el Señor Jesús sea su sustituto y tome forma de serpiente.

C. Los hombres tienen naturaleza y vida de serpiente

  Todos nosotros, por ser hijos del diablo, nacidos de la serpiente, tenemos la naturaleza y la vida de una serpiente (1 Jn. 3:12). Nadie puede negar ni refutar esto, pues vemos la naturaleza y la vida de Satanás en nuestros hijos. Aparentemente los niños pequeños son agradables; pero cuanto más crecen, más queda expuesta la naturaleza serpentina que tienen. Aunque no se les enseña a exhibir la naturaleza y la vida serpentinas, las manifiestan espontáneamente. He observado eso en muchos niños, incluyendo a los míos. Debemos recordar que todos somos así. No sólo somos así, ¡somos eso mismo! Tenemos una naturaleza y una vida serpentinas dentro de nosotros.

D. Como el espíritu maligno que obra en el hombre caído

  Satanás, la serpiente, es el espíritu maligno que obra en el hombre caído (Ef. 2:2). Este espíritu maligno no está dormido, sino que obra activamente en los hijos de desobediencia. Por ejemplo, considere cómo Satanás obró en Judas, el hombre que traicionó al Señor Jesús (Jn. 13:2, 27; 6:70). ¡Cuánto laboró Satanás en ese pobre hombre! Ya vimos que a Pedro se le llamó Satanás (Mt. 16:23). Si no tuviéramos este relato de Mateo 16, nadie creería que Pedro, un apóstol principal, podía convertirse en Satanás. Además, después del día de Pentecostés, Ananías y Safira se llenaron de Satanás y mintieron al Espíritu Santo (Hch. 5:3). Ananías y Safira no estaban en una casa de juego, sino en la iglesia después del día de Pentecostés. No obstante, estaban llenos de Satanás.

  Ahora conocemos el paradero de Satanás. El no está lejos; está dentro de nosotros. Algunos cristianos piensan: “Después de ser salvos y de estar en el Cuerpo de Cristo, Satanás no tiene nada que ver con nosotros”. Este pensamiento no es la voz del Espíritu Santo, sino la voz de la serpiente astuta, y la predicación de este concepto es una mentira de la serpiente. Todos debemos estar alerta porque el astuto enemigo todavía está entre nosotros. Mientras estamos en la vieja creación, la serpiente permanece en nosotros.

II. LA MUJER

A. Representa a todo el pueblo de Dios

  Ahora veamos quién es la mujer. Indudablemente, la mujer de Génesis 3:15 es en primer lugar Eva. En segundo lugar, como todos los maestros ortodoxos concuerdan, esta mujer también alude a María, la madre de Jesús, porque la simiente de la mujer era el Señor Jesús. El Señor Jesús no nació de un hombre, sino de una mujer, una virgen. Por consiguiente, Su título es “la simiente de la mujer”. No obstante, la mujer tiene un triple significado, y no representa solamente a Eva y a la virgen María, sino también a la mujer revelada en Apocalipsis 12.

  La mujer de Apocalipsis 12:1 es una mujer universal que incluye a todo el pueblo de Dios. Por tanto, es una mujer corporativa. No obstante, algunas personas tienen otra interpretación de lo que es la mujer de Apocalipsis; para ellos se trata de María, la madre del Señor Jesús. Pero María era una virgen individual, local. Si leemos Apocalipsis 12, podemos ver que la mujer mencionada allí es universal y no local. Tiene doce estrellas sobre la cabeza, la luna debajo de sus pies, y está vestida del sol. Todo eso indica sin duda que es universal y corporativa. La mejor manera de interpretar la Biblia es consultar otros pasajes de la Palabra santa. Vemos algo similar en el sueño de José (Gn. 37:9). En aquel sueño José vio el sol, la luna y once estrellas. El sol representaba a Jacob, el padre de José; la luna representaba a la madre de José; y las once estrellas representaban a los hermanos de José. Por consiguiente, en principio, el sol, la luna y las estrellas representan en conjunto todo el pueblo de Dios. Así que la mujer de Apocalipsis 12 no es una virgen individual y local, sino que es universal y corporativa e incluye a todo el pueblo de Dios.

  Según la Biblia el pueblo de Dios cabe en tres categorías: los patriarcas, Israel y la iglesia. Los patriarcas, que vivieron antes de la nación de Israel, son representados por las estrellas de Apocalipsis 12. Israel, que vivía en tiempos de oscuridad, es representado por la luna que yace debajo de los pies de la mujer. Cuando el Señor Jesús vino, brilló el sol (Lc. 1:78-79), y la iglesia llegó a existir. En cierto sentido, durante la edad actual, la iglesia es el sol, en el día. Por tanto, la iglesia es representada por el sol. Ahora podemos ver que esta mujer se compone de los patriarcas, de Israel, incluyendo a María la madre de Jesús, y de todos los que constituyen la iglesia. Incluye a todo el pueblo de Dios empezando con Adán y continuando a lo largo de los períodos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento hasta el regreso del Señor Jesús. Todos estamos incluidos en esta mujer.

  He afirmado reiteradas veces que nuestra posición delante de Dios es la de mujer. Nuestra condición no es de hombre, sino de mujer, pues todos somos una mujer delante de Dios. No se considere un hombre sabio, fuerte y capaz. Si asume esta clase de posición, se halla inmediatamente en una condición caída. Todos tenemos la misma posición, la de mujer, seamos hermanos o hermanas. Debemos decir: “Señor, permanezco en la posición de mujer. No sé nada y no puedo hacer nada. Señor, pongo mi confianza en Ti. Tú eres mi marido”: Cuando tomamos esta posición, y nos apoyamos en el Señor Jesús, formamos parte de la mujer. Todos los patriarcas eran personas así. Los verdaderos israelitas y todos los que conforman la iglesia a través de las generaciones han constituido esta clase de personas. Nosotros también debemos ser tales. Debemos decir: “Señor, fuera de Ti estamos desamparados y no podemos hacer nada. Ponemos nuestra confianza en Ti”. Debemos entender que, según la Biblia, la mujer es el vaso débil (1 P. 3:7).

B. Es atacada por la serpiente

  En todas las generaciones, la mujer, el pueblo de Dios, ha sido atacada por la serpiente. La serpiente atacó a Job (Job 1:6-12; 2:1-7). Atacó también a Israel, a David (1 Cr. 21:1), y a Josué el sumo sacerdote (Zac. 3:1-2). Por tanto, en Apocalipsis 12 vemos que la serpiente se opone, persigue y combate a la mujer (Ap. 12:4, 13-17).

  Aunque la mujer es el vaso débil, dentro de ella se encuentra una parte fuerte, el hijo varón. Ahora consideremos a este hijo varón, la simiente de la mujer.

III. LA SIMIENTE DE LA MUJER

  ¿Quién es el hijo varón? Como dijimos en el mensaje diecinueve, algunos cristianos ortodoxos dicen que el hijo varón es el Señor Jesucristo. Estoy de acuerdo con eso en cierto sentido, aunque no completamente. Existen dos razones por las cuales no creo que en todos los aspectos el hijo varón de Apocalipsis 12 se refiera a Cristo. Ya mencioné que la madre del hijo varón no es una mujer local e individual, sino una mujer universal y corporativa. Puesto que la madre es corporativa, su hijo también debe ser corporativo. Segundo, si leemos Apocalipsis 12 con detenimiento, veremos que el hijo varón es arrebatado en el versículo 5. El no es arrebatado a los aires, sino al trono de Dios. Algunas personas dicen que eso describe la ascensión del Señor Jesús a los cielos. No obstante, en el siguiente versículo dice que después del arrebatamiento del hijo varón, habrá un período de “mil doscientos sesenta días”. Este es un lapso de cuarenta y dos meses, pues cuarenta y dos meses multiplicados por treinta equivalen a mil doscientos sesenta días. Este período de mil doscientos sesenta días o de cuarenta y dos meses es el lapso de “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” (Ap. 12:14). “Tiempo” representa un año, “tiempos” representan dos años, y “medio tiempo”, medio año, lo cual suma tres años y medio en total. Esto equivale a cuarenta y dos meses o mil doscientos sesenta días. Estos tres años y medio constituyen la segunda mitad de los últimos siete años, que es la última semana de las setenta mencionadas en Daniel 9:25-27. La expresión “una semana” de Daniel 9:27 especifica un lapso de siete años, considerado por todos los maestros bíblicos como el período de la gran tribulación. La gran tribulación será intensificada durante la última mitad de esos siete años, la cual se refiere a los cuarenta y dos meses o a los mil doscientos sesenta días. A lo que me refiero cuando menciono esto es lo siguiente: si usted dice que el hijo varón es solamente el Señor Jesús, quien ascendió a los cielos hace más de mil novecientos años, ¿cómo podría entenderse que después de Su ascensión a los cielos sólo transcurran tres años y medio? Esto es imposible. No obstante, después del arrebatamiento del hijo varón al trono de Dios, sólo transcurrirá la última mitad de los últimos siete años. Así podemos entender que el hijo varón no debe de ser Cristo.

  El hijo varón de Apocalipsis 12 es el cumplimiento completo de la profecía acerca de la simiente de la mujer que se dio en Génesis 3:15. En el mensaje diecinueve mostré la manera en que Génesis 3:15 y Apocalipsis 12 constituyen dos porciones de la Palabra divina que se correlacionan. En Génesis 3:15 vemos tres figuras principales: la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer. En Apocalipsis 12 vemos estas tres figuras cruciales: la serpiente, la mujer y el hijo varón. Como vimos en el mensaje anterior, la simiente de la mujer, mencionada en Génesis 3:15, es indudablemente Cristo. Sin embargo, cuando esta simiente llega al punto de ser el hijo varón descrito en Apocalipsis 12, ya no es solamente el Señor Jesús, sino el Señor en compañía de la parte vencedora de Su Cuerpo. Lo que era anteriormente una simiente individual llega a ser una entidad corporativa en Apocalipsis 12. Cuando el Señor Jesús nació en el pesebre, era la simiente individual de la mujer, y cuando fue crucificado para ser nuestro Redentor, todavía era esa simiente individual. Pero después de Su resurrección, El se reprodujo y se multiplicó. El grano de trigo que estaba solo, se convirtió en los muchos granos (Jn. 12:24). Antes El era el único, el Unigénito (Jn. 1:14), pero mediante la muerte y la resurrección, llegó a ser el Primogénito entre muchos hermanos, el primer Hijo entre muchos hijos (Ro. 8:29; He. 2:10). El Primogénito es la Cabeza del Cuerpo, y todos los hermanos, los muchos hijos, son los miembros del Cuerpo. Ahora la simiente de la mujer no es un individuo, sino una persona corporativa constituida del Cristo individual como Cabeza y de todos Sus miembros como Cuerpo. Por consiguiente, Cristo es la Cabeza de este hijo varón. El también es el centro, la realidad, la vida y la naturaleza del hijo varón. La Cabeza fue a los cielos, pero Su Cuerpo permanece en la tierra. Por lo que a la Cabeza se refiere, ella ascendió a los cielos hace más de mil novecientos años. Pero nosotros Su Cuerpo todavía estamos aquí esperando el arrebatamiento venidero. Después del arrebatamiento del hijo varón, habrá un tiempo de tres años y medio.

  El hijo varón, igual que la mujer, es universal y corporativo. La virgen María forma parte de esta madre universal. Así que, inicialmente tenemos una madre individual con una simiente individual, pero al final tenemos una madre corporativa con un hijo varón corporativo. Somos como El. El es el vencedor que va adelante, y nosotros somos los vencedores que lo seguimos. El es la Cabeza del hijo varón, y nosotros somos el Cuerpo. El es el centro del hijo varón, y nosotros somos la circunferencia. El es la realidad del hijo varón, y nosotros somos la expresión del hijo varón. El es la vida y naturaleza del hijo varón, y nosotros somos el hijo varón.

A. Cristo

  Vimos que la simiente de la mujer es primeramente Cristo. Cristo nació de una mujer, una virgen (Is. 7:14; Mt. 1:23; Gá. 4:4). Cuando la simiente de la mujer estaba en la tierra, ató a la serpiente, o sea, al hombre fuerte (Mt. 12:29). Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Satanás, la serpiente, era el hombre fuerte, y el Señor ejerció Su autoridad para atarlo. Jesús, la simiente de la mujer, ató a la serpiente y saqueó todos sus bienes. En Juan 14:30 El dijo a Sus discípulos que la serpiente, el príncipe del mundo, no tenía nada en El. Aunque la serpiente hizo todo lo posible, no pudo encontrar nada para sí en la simiente de la mujer. Cuando el Señor Jesús fue a la cruz, aplastó la cabeza de la serpiente, y la destruyó completamente. Esta es la razón por la cual Hebreos 2:14 dice que por medio de la muerte, Cristo destruyó al diablo, quien tiene el imperio de la muerte, y deshizo las obras del diablo (1 Jn. 3:8). En el futuro Cristo regirá las naciones con vara de hierro (Sal. 2:8-9; Ap. 12:5).

  Todo lo que se relaciona con Cristo como simiente de la mujer es algo maravilloso, aunque sigue estando fuera de nosotros. Todavía no ha entrado en nosotros. No obstante, después de que Jesús nació, ató al hombre fuerte, no cedió nada de terreno al príncipe del mundo, y después de destruir al enemigo en la cruz, resucitó; y en resurrección fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En cualquier tiempo y lugar que una persona diga: “Señor Jesús”, el Espíritu vivificante entrará inmediatamente en ella. Esto es un misterio y también un hecho. Al entrar Cristo en los creyentes como Espíritu vivificante, se forja en ellos como simiente vencedora.

  Cristo fue sembrado en nosotros como semilla. La parábola del sembrador narrada en Mateo 13, muestra que Cristo se sembró como una semilla en nuestros corazones. Como resultado, fuimos regenerados. Pedro dice que fuimos regenerados, no por una simiente corruptible ni corrupta, sino por una simiente incorruptible, la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P. 1:23). Esta Palabra es Cristo, y Cristo es la simiente. Además, el apóstol Juan dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn. 3:9). Esta simiente es Cristo, la simiente de la mujer. La simiente del vencedor es esta misma simiente. La simiente es el principal vencedor. Tenemos en nosotros una simiente vencedora. Si dejamos crecer esta simiente, ella vencerá. Todos debemos clamar: “¡Aleluya, tenemos en nosotros la simiente vencedora!”

  Un día quedé sorprendido al leer la última estrofa de “¡Escuchad! Los ángeles pregoneros cantan”, un himno escrito por Carlos Wesley hace más de doscientos años. En esa estrofa, encontramos una referencia clara a la simiente vencedora de la mujer:

  ¡Ven, Deseado de naciones, ven!     Fija en nosotros Tu humilde hogar: Elévate, vencedora simiente de la mujer,     Aplasta en nosotros la cabeza de la serpiente; Borra ahora la semejanza de Adán,     Forja Tu imagen en su lugar: Postrer Adán, Adán de arriba,     Restablécenos en Tu amor.

  Esta estrofa empieza con un llamado al “Deseado de naciones”, una alusión a Hageo 2:7. Cristo es el deseado de todas las naciones. El autor no pide que Cristo, el deseado de las naciones, venga a morir en la cruz por nosotros, sino que fije en nosotros Su humilde hogar. La siguiente línea no dice: “Elévate Emanuel, elévate Jesucristo, Hijo de Dios”. Dice: “Elévate, vencedora simiente de la mujer”. Me agrada esta línea. Luego el autor implora a esta vencedora simiente” que aplaste en nosotros la cabeza de la serpiente. Aunque El aplastó la serpiente en la cruz, ahora debe aplastar la cabeza de esa serpiente en nosotros. Además, la semejanza de Adán debe ser borrada porque se ha llenado de la naturaleza serpentina. Y Wesley añade: “Forja Tu imagen en su lugar”, lo cual significa que somos transformados a la imagen del Señor. El himno termina con una oración: que el “postrer Adán” nos restablezca en Su amor. Todos debemos alabar al Señor por haber fijado Su humilde hogar en nosotros y por aplastar ahora la cabeza de la serpiente en nosotros. El es “la vencedora simiente de la mujer”.

B. Los vencedores

  Esta simiente vencedora también nos hace vencedores. Somos los que vencen juntamente con Cristo porque llevamos la simiente vencedora dentro de nosotros. En Romanos 16:20 tenemos la promesa de que Dios pronto aplastará a Satanás debajo de nuestros pies. No obstante, nosotros los que vencemos juntamente con Cristo, somos atacados y acusados por la serpiente (2 Co. 12:7; Ap. 12:10). La serpiente también intentará devorarnos (Ap. 12:4), pero nosotros podemos vencerla. No vencemos por nuestro mérito, sino por la sangre del Cordero y por la palabra de nuestro testimonio (Ap. 12:11). Debemos declarar la palabra de nuestro testimonio y decir a la serpiente: “Ya fuiste aplastada”. No sólo debemos predicar el evangelio a los seres humanos, sino que también debemos declarar a la serpiente los hechos relacionados con la simiente conquistadora de la mujer. Si usted está a punto de enojarse, no intente vencer su ira. Sólo hable con Satanás: “Satanás, no me tientes. ¿No sabes que fuiste aplastado?” Diga eso la próxima vez que Satanás le incite a enojarse. No ore, sólo recuérdele a la serpiente que ya fue aplastada. Dígale: “Satanás, lee la Biblia. Lee Hebreos 2:14. Quiero recordarte que fuiste destruido”. Nosotros lo vencemos por la palabra de nuestro testimonio al declarar lo que Jesús hizo. Esta es nuestra victoria. Además, los vencedores aborrecen la vida de su alma hasta la muerte.

  Por último, seremos correyes con Cristo y regiremos las naciones con vara de hierro (Ap. 2:26-27). Apocalipsis 2:26-27 es una cita del salmo 2, una profecía acerca de Cristo, que predice Su dominio sobre las naciones. Sin embargo, el cumplimiento de esta profecía concierne a los vencedores. Así podemos ver que la Biblia en realidad combina a Cristo con todos Sus vencedores como un solo Cuerpo. Eso nos proporciona más base para decir que el hijo varón de Apocalipsis 12 no es solamente Cristo, sino Cristo como Cabeza junto con todos los vencedores como Su Cuerpo. En la profecía del salmo 2 Cristo es profetizado como Aquel que rige las naciones con vara de hierro. En el cumplimiento de Apocalipsis 2:26-27, los vencedores son revelados como aquellos que regirán las naciones con vara de hierro. La profecía y su cumplimiento traen a Cristo juntamente con Sus vencedores como un solo hijo varón. Por consiguiente, Apocalipsis 12:5 dice que el hijo varón regirá todas las naciones con vara de hierro. ¡Aleluya! Regiremos juntamente con Cristo. Apocalipsis 20:1-6 nos muestra que también seremos correyes de Cristo, pues reinaremos con El en el reino milenario.

IV. EL RESULTADO

  Ahora llegamos al resultado. La semilla se encuentra en Génesis 3:15, y el resultado, la cosecha, se halla en Apocalipsis, del capítulo 20 al 22. Cada uno de estos tres seres ha pasado de una semilla a una forma altamente desarrollada. La serpiente ha crecido y ha llegado a ser un dragón (Ap. 12:9; 20:2), la mujer individual se ha convertido en una mujer corporativa, y la simiente individual de la mujer ha crecido hasta ser un hijo varón corporativo.

A. La serpiente será echada al lago de fuego

  Apocalipsis 20:10 declara que la serpiente finalmente será echada al lago de fuego. Esta es la cosecha de Satanás. El destino de Satanás es el lago de fuego.

B. La mujer dará por resultado la Nueva Jerusalén

  La mujer dará por resultado la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2, 9-10). Esta es la cosecha de la mujer. El destino de la mujer es la Nueva Jerusalén.

C. La simiente de la mujer será el centro de la Nueva Jerusalén

  ¿Qué diremos de la simiente de la mujer? La simiente de la mujer será el centro de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:22-23; 22:1). Esta es la cosecha de la simiente de la mujer. El destino de la simiente de la mujer es llegar a ser el centro de la Nueva Jerusalén.

  Creo que el Señor nos ha mostrado claramente la serpiente, la mujer y la simiente de la mujer. La simiente de estas entidades se halla en Génesis 3:15, y la cosecha se encuentra en Apocalipsis en los capítulos del 20 al 22.

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