Mensaje 36
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Lectura bíblica: Hch. 13:1-12
En este mensaje, seguiremos estudiando Hechos 13:1-12. En 13:1-4a vemos que el Espíritu Santo aparta y envía a Bernabé y a Pablo. Hechos 13:4b-12 describe el viaje que ellos hicieron a Pafos de Chipre.
Leamos Hechos 13:1 y 2: “Había entonces en Antioquía, en la iglesia local, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el hermano de crianza de Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”. En estos versículos no dice que los profetas y maestros conferenciaban con los hombres ni que se organizaban, sino que ministraban al Señor y ayunaban.
Estos cinco hermanos ministraban directamente al Señor. En términos espirituales, esto significa que ellos no estaban en el atrio frente al altar, sino ante el altar del incienso, en el Lugar Santo. En el Antiguo Testamento, los sacerdotes ministraban en dos lugares. Cuando servían al pueblo, ministraban en el altar, que estaba en el atrio, en donde ofrecían sacrificios a Dios por el pueblo; pero cuando servían directamente al Señor, estaban en otro lugar, ante el altar del Lugar Santo, en donde quemaban el incienso. Esto indica que los cinco hermanos de Antioquía se encontraban frente al altar del incienso, en el Lugar Santo, ministrando directamente al Señor por medio de sus oraciones.
Mientras ellos ministraban al Señor de esta manera, El Señor vino como Espíritu y les habló, diciendo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo”. Esto indica que el Espíritu Santo es el Señor.
Sin embargo, muchos cristianos piensan que el Espíritu y el Señor no son lo mismo. Algunos incluso afirman que el Espíritu es el agente o el representante del Señor. Si este fuese el caso, entonces el Espíritu Santo no habría dicho en 13:2: “Apartadme a Bernabé y a Saulo”, sino que más bien habría dicho: “Yo, el Espíritu, soy un agente del Señor. Represento al Señor y laboro para El. Por eso no les pido que aparten estos hermanos para Mí, sino para el Señor, para quien Yo laboro”.
En 13:2, vemos que el Espíritu Santo, quien es el Señor mismo, dijo “apartadme”. ¿Quién hablaba en este versículo? ¿Era solamente el Espíritu Santo y no el Señor? Sin duda alguna quien hablaba era el Señor.
Mientras los cinco profetas y maestros ministraban al Señor, el Espíritu Santo, quien es en realidad el Señor, les habló. Este pasaje concuerda con las palabras de Pablo: “Y el Señor es el Espíritu” (2 Co. 3:17). Por esta razón, el Espíritu podía decirles: “Apartadme”. Quien hablaba en 13:2 era el Señor y a la vez el Espíritu Santo. Por tanto, no debemos pensar que el Espíritu Santo y el Señor sean dos personas distintas. No, el Espíritu Santo es el mismo Señor a quien ministramos. Cuando ministramos, ministramos al Señor, pero cuando el Señor nos responde, El es el Espíritu Santo. Ya que el Espíritu Santo era el Señor mismo, podía decir: “Apartadme a Bernabé y a Saulo”.
En 13:2, el Espíritu Santo, quien es el Cristo neumático, la Cabeza del Cuerpo, dijo a los cinco que apartaran a Bernabé y a Saulo para la obra a que El los había llamado. Este fue un gran paso que el Señor dio a fin de extender el evangelio de Su reino al mundo gentil. Dicho paso comenzó desde Antioquía, un centro gentil de Siria, sin haberse organizado ninguna misión, sin recaudar fondos, sin nombrar ministros y sin contar con ningún plan ni métodos humanos. Todo fue iniciado por cinco fieles y diligentes miembros del Cuerpo, quienes ministrando y ayunando, le proporcionaron a la Cabeza del Cuerpo una oportunidad para que El, como el Espíritu, los apartara a fin de que llevaran a cabo la gran comisión de propagar el reino de Dios para el establecimiento de Su iglesia en el mundo gentil mediante la predicación del evangelio.
Este gran paso no tuvo nada que ver con la iglesia en Jerusalén en cuanto a organización, ni fue efectuado bajo la autoridad ni la dirección de Pedro, ni de ninguno de los otros once apóstoles de Jerusalén. Tuvo un comienzo puro en un centro gentil, lejos de la atmósfera e influencia de cualquier antecedente y práctica judíos, y aún de la práctica e influencia de la iglesia en Jerusalén. Fue un mover efectuado absolutamente por el Espíritu, en el Espíritu y con el Espíritu, mediante la coordinación de los miembros fieles y diligentes del Cuerpo de Cristo, que están en la tierra, y la Cabeza, que está en los cielos. Por consiguiente, no fue un movimiento religioso con un programa establecido por el hombre. A partir de Antioquía, el mover del Señor en la tierra tuvo un comienzo totalmente nuevo, con miras a cumplir la economía neotestamentaria de Dios. Aunque el fluir del mover del Señor empezó en Jerusalén el día de Pentecostés, y más tarde llegó a Antioquía, y de allí pasó al mundo gentil, tuvo un comienzo puro por el Espíritu al cambiar su curso en Antioquía.
Hechos 13:3 añade: “Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron”. Este versículo declara que ellos ayunaron y oraron; en ninguna parte leemos que se hubieran reunido a conferenciar y a tomar decisiones.
Este versículo también nos dice que les impusieron las manos. La imposición de manos denota identificación, y significa que los que les imponían las manos se hacían uno con aquéllos a quienes imponían las manos. Con esto declaraban a todos que eran uno con los enviados, al ir ellos a llevar a cabo la gran comisión del Señor.
La primera parte de 13:4 declara: “Ellos, entonces, enviados por el Espíritu Santo”. Conforme al versículo 3, Bernabé y Saulo fueron enviados por los otros tres, pero ahora este versículo declara que ellos fueron enviados por el Espíritu. Esto demuestra que los tres hermanos eran uno con el Espíritu en el mover del Señor, y que el Espíritu respaldaba el envío de ellos como si El mismo lo hubiese hecho.
La imposición de manos mencionada en 13:3 no implica en lo absoluto que Pablo y Bernabé hubieran sido ordenado ministros. Los tres hermanos que les impusieron las manos no eran miembros de una junta de misiones ni de ninguna organización religiosa que asumiera el sostenimiento de ellos. No obstante, esto es lo que muchos grupos cristianos de hoy acostumbran hacer. Las personas que son enviadas por sus juntas misioneras no están seguras de que recibirán sostenimiento económico sino hasta cuando los miembros de la junta les imponen las manos. Una vez que les imponen las manos, ellos saben que recibirán el apoyo necesario. Esta situación es muy común hoy en día.
Si hemos de imponer las manos sobre los que el Señor envía, jamás debemos hacerlo para indicar apoyo económico. Antes bien, debemos hacerlo en unidad con el Dios Triuno, no como una forma de ordenar a los que son enviados, sino para identificarnos con ellos. Si lo hacemos así, la imposición de manos indicará que nuestro espíritu, nuestras oraciones y todo nuestro ser interior, irán con los enviados. Por consiguiente, no se trata de una ordenación sino de una identificación.
En el recobro del Señor, cada vez que impongamos las manos sobre una persona que el Señor envía, debemos hacerlo de esta manera. De lo contrario, debemos abstenernos de esta práctica.
La imposición de manos no es un ritual ni una forma de ordenar ministros, sino un asunto de vida en el Espíritu. En Hechos 13, los tres hermanos sintieron la carga de participar en la comisión de Bernabé y Saulo y, debido a esto, les impusieron las manos. Al hacerlo indicaron que irían con ellos en el Espíritu y que sus oraciones los acompañarían. Además, indicaban que serían uno con ellos y que los apoyarían incondicionalmente.
Debido a la influencia religiosa y al daño causado al convertir la imposición de las manos en un ritual, muchas veces nos hemos abstenido de hacerlo. Aunque en ocasiones he sentido la carga de imponer las manos sobre cierto hermano, no lo he hecho, debido a que muchos lo considerarían un ritual o una ordenación. No debemos efectuar ceremonias de ordenación ni tener dichos rituales, sino más bien, identificarnos genuina y adecuadamente con los que son enviados. Considero que sí es necesario practicar la imposición de manos, pero jamás debemos hacerlo como si fuera un ritual. Debemos seguir la guía interior y el sentir genuino del Espíritu al hacerlo. Nuestra práctica debe distar de la del cristianismo tradicional, la cual se ha desviado mucho del modelo presentado en Hechos 13.
En Hechos 13 tenemos un excelente modelo. No vimos este modelo en Jerusalén porque la iglesia aún se hallaba en su etapa inicial. Lo que el Señor hizo en Jerusalén en realidad empezó cuando El llamó a los discípulos. Cuando el Señor Jesús caminaba cerca del mar de Galilea, El vio a dos hermanos, Simón y Andrés, y los llamó para que le siguieran (Mt. 4:18-19). Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, y también los llamó (Mt. 4:21-22). Después de llamar a estos cuatro hermanos y a los demás discípulos, el Señor estuvo con ellos por tres años y medio. Ellos presenciaron Su crucifixión y también Su resurrección. Luego, estando el Señor en resurrección, se les apareció repetidas veces durante cuarenta días. Finalmente, El los llevó al monte de los Olivos y ascendió al cielo ante ellos. Después de este trasfondo y adiestramiento espiritual, los discípulos oraron por diez días, y finalmente, en el día de Pentecostés, Pedro inició su ministerio.
Lo que el Señor llevó a cabo con los discípulos en los evangelios y en los dos primeros capítulos de Hechos no puede volver a repetirse. El Señor no llama a Sus discípulos hoy de la misma forma en que llamó a Pedro, a Andrés, a Jacobo y a Juan. Por tanto, los discípulos de Jerusalén no nos proporcionan un modelo que podamos repetir hoy en día. Sin embargo, el modelo que vemos en Hechos 13, sí puede repetirse hoy.
Cuando el Señor Jesús llamó a Pedro y a Andrés, El les dijo: “Venid en pos de Mí, y os haré pescadores de hombres” (Mt. 4:19). Sin embargo, cuando llamó a Saulo de Tarso, le indicó por medio de Ananías que haría de él, no un pescador de hombres, sino un vaso. En Hechos 9:15, el Señor, refiriéndose a Pablo, le dijo a Ananías: “Porque vaso escogido me es éste, para llevar Mi Nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel”. Pedro fue hecho un pescador de hombres, pero Pablo fue hecho un vaso. Ser un pescador no es lo mismo que ser un vaso.
Lo que sucedió en Hechos 13 no tiene que ver con pescadores, sino con vasos. Pablo fue enviado en calidad de vaso, lo cual significaba que él tendría a Cristo como su contenido y lo llevaría al mundo gentil. Adondequiera que fuese, su ministerio consistiría en impartir en los demás al Cristo que él mismo contenía. El era un vaso que contenía a Cristo y lo ministraba a los demás.
El inicio que tuvo lugar en Antioquía es muy distinto del que ocurrió en Jerusalén. El inicio de Jerusalén no constituye un modelo para nosotros hoy en día, en cambio, el inicio que se dio en Antioquía ciertamente es nuestro modelo y debemos seguirlo.
Hechos 13:4b declara que Bernabé y Pablo “descendieron a Seleucia, y de allí navegaron a Chipre”. Este fue el principio del primer viaje ministerial de Pablo, el cual termina en 14:27.
Leamos Hechos 13:5a: “Y llegados a Salamina, anunciaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos”. Bernabé y Pablo asistieron a la reunión de la sinagoga judía para valerse de esa reunión con el fin de anunciar la Palabra de Dios, tal como lo hizo el Señor en Su ministerio terrenal (Mt. 4:23; Lc. 4:16). Tanto aquí como en Hechos 13:14, los apóstoles fueron a la sinagoga para aprovechar la oportunidad de predicar el evangelio.
Hemos visto que la palabra “sinagogé” es la forma hispanizada de la palabra griega sunagogé. Esta palabra griega se compone de sun, juntos y ago, traer; por lo tanto, significa juntarse, reunirse o congregarse; por consiguiente, denota el lugar de reunión. Se usa en el Nuevo Testamento para denotar la congregación de los judíos (Hch. 13:43; 9:2; Lc. 12:11), y su lugar de reunión (Lc. 7:5), donde buscaban el conocimiento de Dios estudiando las Sagradas Escrituras (Lc. 4:16-17; Hch. 13:14-15).
Según 13:5b, Bernabé y Pablo tenían a Juan de ayudante. Esto fue más bien un defecto en el modelo, debido a la inexperiencia de ellos. Bernabé y Pablo no debieron haber llevado a Juan consigo. De hecho, como veremos, él finalmente los abandonó y regresó a Jerusalén (v. 13). Probablemente lo hizo debido a su incapacidad para afrontar las dificultades del viaje.
Cuando Bernabé y Pablo estuvieron a punto de iniciar su segundo viaje, “Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos” (15:37), pero “a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra” (v. 38). Como veremos luego, esto produjo un agudo conflicto entre Bernabé y Pablo. Bernabé quería llevar a Juan consigo, pues éste era su primo, pero Pablo no estuvo de acuerdo. Lo que queremos resaltar es que el problema comenzó por el error de haber llevado a Marcos consigo la primera vez.
Los que sirven al Señor de tiempo completo, deben tener cuidado al escoger quién los acompañará. No todos son capaces de soportar las dificultades que se presentan en el servicio de tiempo completo. Si usted escoge a alguien a la ligera, se pueden causar problemas. El error que cometieron Bernabé y Pablo en el primer viaje finalmente los separó. Esto constituyó un grave error.
Leamos Hechos 13:6 y 7: “Y habiendo atravesado toda la isla hasta Pafos hallaron a cierto mago, falso profeta judío, llamado Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Paulo, varón prudente. Este, llamando a Bernabé y a Saulo, deseaba oír la palabra de Dios”. Este procónsul era el gobernador local del Imperio Romano.
El versículo 8 añade: “Pero se le oponía Elimas, el mago (pues así se traduce su nombre), procurando apartar de la fe al procónsul”. Esta fe es objetiva y se refiere al contenido del evangelio en el cual creen los creyentes de Cristo.
Hechos 13:9 añade: “Entonces Saulo, que también es Pablo, lleno del Espíritu Santo, fijando en él los ojos”. El cambio de nombre de Saulo a Pablo tal vez indique un cambio de vida. En cualquier caso, una vez que Pablo fue lleno del Espíritu Santo, de allí en adelante tomó la iniciativa en el ministerio apostólico. El llenar del Espíritu Santo aquí se refiere al llenar exterior para obtener poder, como se menciona en 2:4; 4:8, 31; y 9:17.
Hechos 13:10 relata que Pablo le dijo a Elimas: “¡Oh, lleno de todo engaño y de toda maldad, hijo del diablo, enemigo de toda justicia! ¿No cesarás de trastornar los caminos rectos del Señor?” Los caminos rectos del Señor son el camino de la verdad y el camino de la justicia (2 P. 2:2, 15, 21).
Hechos 13:11 y 12 concluyen: “Ahora, pues, he aquí la mano del Señor está contra ti, y serás ciego y no verás el sol por algún tiempo. E inmediatamente cayeron sobre él niebla y oscuridad; y andando alrededor, buscaba quién le condujese de la mano. Entonces el procónsul, viendo lo que había sucedido, creyó, maravillado de las enseñanzas del Señor”. Elimas el mago fue castigado y expuesto a vergüenza. Luego, el Señor mostró Sus caminos rectos al procónsul y éste creyó y fue salvo. A partir de esto, se levantó un testimonio en esa localidad.