Mensaje 38
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Lectura bíblica: Hch. 13:13-52
En este mensaje, continuaremos estudiando Hechos 13. Hemos visto que Pablo entró a la sinagoga para anunciar la Palabra de Dios a los judíos y a los gentiles que buscaban a Dios. El mensaje que Pablo les dio se centraba en Cristo. En Hch. 13:27-35, él habló particularmente acerca de la muerte y de la resurrección de Cristo. También vimos que la resurrección significó un nacimiento para el Señor Jesús. Aunque desde la eternidad El era el Hijo unigénito de Dios (Jn. 1:18; 3:16), después de Su encarnación y mediante Su resurrección, Dios engendró Su humanidad, a fin de que fuese hecho el Hijo primogénito de Dios. Como Hijo unigénito, Cristo es la corporificación de la vida divina, pero como Hijo primogénito, El representa la propagación de dicha vida.
En 13:34, Pablo continúa hablando sobre la resurrección de Cristo: “Y en cuanto a que le levantó de los muertos para nunca más volver a corrupción, lo dijo así: ‘Os daré las cosas santas y fieles de David’”. La expresión “las cosas santas y fieles de David” ha inquietado a muchos traductores del Nuevo Testamento. Los versículos 33 y 34 hablan acerca del Cristo resucitado. El versículo 33 declara: “La cual Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: ‘Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy’”. Hemos señalado que la resurrección de Cristo fue Su segundo nacimiento, mediante el cual fue dado a luz como el Hijo primogénito de Dios. Dios había prometido darlo a Su pueblo; por consiguiente, este Cristo resucitado es las cosas santas y fieles de David. La expresión “las cosas santas y fieles de David” indica que Cristo procedía de David, pues Dios lo levantó de la simiente de éste. Para Dios, el Cristo resucitado es el Hijo primogénito, mientras que para nosotros, El es el Salvador. Además, Cristo es una dádiva extraordinaria que Dios otorga a Su pueblo escogido; como tal El tiene por título: “las cosas santas y fieles”.
En la frase “las cosas santas y fieles”, la palabra griega traducida “las cosas santas” (Gr. ósios) aparece en plural. Esta misma expresión aparece en el versículo siguiente, en forma singular, y se tradujo “Santo”. Sin embargo, no es la misma palabra que comúnmente denota santo (la cual es ágios), sino un equivalente griego de la palabra hebrea chesed, la cual se tradujo “misericordias” en Isaías 55:3, 2 Crónicas 6:42 y Salmos 89:1, tanto en la Septuaginta como en la Versión Reina Valera. En el Salmo 89:1, el vocablo chesed se tradujo “misericordias” en plural, y “santo”, en singular, en el versículo 19 del mismo capítulo. Este Santo es Cristo, el Hijo de David, en quien se centran y mediante el cual se transmiten las misericordias de Dios. Por consiguiente, las cosas santas y fieles de David se refieren al Cristo resucitado. Esto se comprueba plenamente en el contexto, especialmente con la frase “Tu Santo” del versículo siguiente (v. 35), y por el versículo que sigue de Isaías 55:3.
El pensamiento de Pablo en 13:33 y 34 es muy profundo. El Cristo resucitado, quien nació por segunda vez en la resurrección, y llegó a ser el Hijo primogénito de Dios, es las cosas santas y fieles. En el versículo 34, la palabra “fieles” significa confiables. El Cristo resucitado mismo es las cosas santas y confiables que Dios nos da. En este versículo Pablo indica que el Cristo resucitado no solamente es nuestro Salvador, quien nos trae la salvación de Dios, y el Hijo primogénito de Dios, sino que además de esto, El es las cosas santas y fieles que Dios nos ha dado.
Es fácil entender que Cristo es nuestro Salvador, mientras que no es tan sencillo entender que El es el Hijo primogénito de Dios; pero entender que el Cristo resucitado es las cosas santas y confiables es aún mucho más difícil. A la mayoría de nosotros jamás se nos enseñó que el Cristo resucitado fuera las cosas santas y confiables que Dios nos ha dado. Las cosas santas y fieles abarcan mucho, de hecho, implican mucho más que los títulos: “el Salvador” y “el Hijo primogénito”. En realidad, la expresión “las cosas santas y fieles” es un título divino, un título de Cristo. En estos versículos, Cristo es llamado las cosas santas y confiables. El Dios Salvador, quien fue levantado de la simiente de David, ha llegado a ser las cosas santas y fieles.
¿Cuáles son estas cosas santas y confiables? Son todos los aspectos de lo que Cristo es. El Nuevo Testamento nos enseña que Cristo es vida, luz, gracia, justicia, santidad, santificación y justificación. El es también el pan de vida y el agua viva. Además, las cosas santas y confiables incluyen todos los aspectos de Cristo que se revelan en 1 de Corintios: el poder, la sabiduría, la justicia, la santificación, la redención, la gloria, las profundidades de Dios, el único fundamento del edificio de Dios, la Pascua, los panes sin levadura, el alimento espiritual, la bebida espiritual, la roca espiritual, la Cabeza, el Cuerpo, las primicias, el segundo Hombre y el postrer Adán. En el evangelio de Juan encontramos muchos otros aspectos de Cristo, tales como el Pastor y los pastos. ¡Oh, cuánto representa este Cristo para nosotros al ser las cosas santas y confiables! El Cristo resucitado es el Hijo primogénito, el Salvador, y todas las cosas santas y confiables.
En el Antiguo Testamento, las cosas santas y fieles son consideradas como misericordias. Isaías 55:3 hace referencia a “las misericordias firmes a David”. En 2 de Crónicas 6:42 dice “Tus misericordias para con David”, el siervo del Señor, y Salmos 89:1 declara: “Las misericordias de Jehová cantaré perpetuamente”. ¿Sabe usted qué son las misericordias? Las misericordias implican amor y gracia, pero van más lejos que éstos. Las misericordias se extienden adonde el amor y la gracia no logran llegar. Todas las cosas santas y fieles son Cristo mismo quien se transmite a nosotros como misericordias. La vida es una misericordia, y la luz es otra. Asimismo, la justicia, la santidad, la justificación y la santificación son misericordias. El capítulo diez del evangelio de Juan presenta la puerta, los pastos y el Pastor, los cuales son misericordias. Intente enumerar todos los aspectos que se incluyen en estas misericordias. Si lo hace, obtendrá una lista extensa de misericordias.
El amor de un esposo hacia su esposa, y la sumisión que ésta muestra hacia su esposo, son experiencias de Cristo como misericordias dadas por Dios a nosotros. Si yo amo a mi esposa en Cristo, esto es ciertamente una misericordia. Mi amor por ella es Cristo mismo, quien me es dado como misericordia. Del mismo modo, si una hermana se somete a su esposo en Cristo, esto también es una misericordia. Su sumisión es Cristo mismo, quien le es otorgado a ella como una misericordia.
Puedo testificar que el hecho de poder anunciar la palabra de Dios año tras año ciertamente es una misericordia. ¡Qué gran misericordia que yo pueda predicar la palabra sin cansarme! En el pasado, dediqué unos meses cada año para ir a las Filipinas a ministrar la Palabra. Una hermana de edad avanzada, que me hospedaba, estaba muy sorprendida de que siempre tuviera algo nuevo que decir. Ella pensaba que después de algunos años, no tendría nada más que ministrar. Un día, después de una conferencia, me dijo: “Yo pensaba que esta vez usted ya estaría cansado y no tendría nada que decir. Pero veo que su ministerio es aún más fresco y rico que nunca. ¿De dónde saca usted todo lo que habla?” Si me preguntaran esto hoy en día, contestaría que el hecho de que yo anuncie la palabra, es Cristo como misericordia para conmigo. No pienso que se deba a que posea alguna capacidad o don especial; no, esto totalmente un asunto de misericordia.
Es una misericordia que yo pueda anunciar la Palabra de Dios; además de esto, mi querido Salvador es mi hablar. Mi capacidad de hablar es Cristo mismo, y este Cristo que habla es una misericordia que recibo. No poseo un doctorado ni tengo elocuencia. No obstante, los mensajes que doy están llenos de Cristo. Esto se debe al hecho de que Cristo me es dado como una misericordia, a fin de que yo pueda anunciar la palabra de Dios.
Todos debemos ver que el Cristo resucitado es el Hijo primogénito de Dios, el Salvador, y las cosas santas y fieles de David. Todos los cristianos genuinos saben que Cristo es el Hijo unigénito de Dios, e incluso algunos han descubierto que El es el Hijo primogénito de Dios. Pero ¿había oído antes que el Cristo resucitado es también todas las cosas santas y fieles, las misericordias que Dios nos ha dado como una dádiva todo-inclusiva? Quizás nunca haya oído esto, pero este fue el Cristo que Pablo predicó en Hechos 13. Estoy muy contento de que Pablo, al presentar el evangelio, no sólo se basó en el Antiguo Testamento, sino que también predicó al Cristo resucitado como las cosas santas y fieles. En realidad, para definir lo que Pablo proclama en este mensaje, se requiere que estudiemos todas sus epístolas. Por consiguiente, si usted desea ahondar más acerca de Cristo como las cosas santas y fieles, debe estudiar las catorce epístolas de Pablo.
En este pasaje Pablo estableció un excelente modelo, el cual debemos seguir en nuestra predicación del evangelio. Al igual que él, nosotros debemos predicar a Cristo de una manera rica y elevada.
En 13:35-37, Pablo añade: “Por eso dice también en otro lugar: ‘No permitirás que Tu Santo vea corrupción’. Porque David, habiendo servido a su propia generación según el consejo de Dios, durmió, y fue sepultado con sus padres, y vio corrupción. Mas Aquel a quien Dios levantó, no vio corrupción”. La palabra “servido” en el versículo 36 indica que el reinado de David fue un servicio que él prestó a su generación por el consejo de Dios. La palabra griega traducida “sepultado” significa literalmente “agregado”. En el versículo 37, así como también en 13:30, Pablo recalca que Dios levantó al Hombre Jesús.
En 13:38 y 39, Pablo añade: “Sabed, pues, varones hermanos, que por medio de El se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en El es justificado todo aquel que cree”. Ser perdonados de los pecados corresponde al lado negativo (v. 38), y tiene como fin librarnos de la condenación; mientras que ser justificados corresponde al lado positivo (v. 39), y tiene como fin que seamos reconciliados con Dios y aceptados por El.
En los versículos 38 y 39, Pablo habla de “El”. ¿A quién se refiere cuando dice “El”? Se refiere a Aquel que resucitó y llegó a ser el Hijo primogénito de Dios, a nuestro Salvador, y a todas las cosas santas y fieles. Por tanto, por medio de El, quien es las cosas santas y fieles, las misericordias de Dios para nosotros, somos perdonados y justificados. ¿Había usted escuchado este tipo de evangelio? Por medio de El, el Hijo primogénito, el Salvador y las cosas santas y fieles, se nos ha anunciado el perdón de pecados; por medio de El, también somos justificados de todo lo que la ley de Moisés no pudo justificarnos.
Aquel que nos perdona y nos justifica, no es solamente nuestro Salvador, sino que también El mismo es nuestro perdón y nuestra justificación. Tanto el perdón de pecados como la justificación son misericordias que Dios nos otorga, y estas misericordias son aspectos del Cristo resucitado. Hoy en día, este Cristo es nuestro perdón de pecados y nuestra justificación. No considere jamás el perdón de los pecados y la justificación como asuntos separados de Cristo. Tanto el perdón como la justificación son aspectos del propio Cristo como misericordias que Dios nos otorga. Estas misericordias son las cosas santas y fieles.
¿No cree usted que el perdón de los pecados y la justificación son dones que Dios nos ha concedido? ¿No cree que son cosas santas y fieles? Ciertamente, estas dos cosas son dádivas de Dios, e indudablemente son santas y fieles. Si tenemos esta comprensión, nos daremos cuenta de que el perdón de los pecados y la justificación no son cosas comunes; antes bien, son santas, y además, fieles y seguras.
Cuánto aprecio la manera en la que Pablo predicó a Cristo en Hechos 13. Como resultado de su predicación, muchos fueron salvos.
En 13:40 y 41, Pablo pronunció una palabra de advertencia: “Mirad, pues, que no venga sobre vosotros lo que está dicho en los profetas: ‘Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y desapareced; porque Yo hago una obra en vuestros días, obra que no creeréis, si alguien os la cuenta’”. Mientras salían de la sinagoga, “el pueblo les rogó que el siguiente día de sábado les hablasen de estas cosas” (v. 42). Leamos el versículo 43: “Y despedida la congregación de la sinagoga, muchos de los judíos y de los prosélitos devotos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les exhortaban a que perseverasen en la gracia de Dios”. Al igual que en 2:10, los prosélitos eran gentiles que se había convertido al judaísmo (6:5). La gracia de Dios, en la cual debían perseverar los judíos y los prosélitos que seguían a Pablo y Bernabé, es el Dios Triuno que los creyentes reciben y disfrutan, el cual expresan a través de su salvación, el cambio de vida y modo santo de vivir.
Debemos prestar especial atención a la palabra “gracia” que aparece en 13:43. Además, debemos preguntarnos en qué consiste esta gracia. Tal vez ya estemos familiarizados con esta palabra, sin embargo, es necesario que veamos que la gracia mencionada en 13:43 es una entidad que se compone de muchos elementos. Esta gracia incluye todas las cosas santas y fieles.
Para entender esto, debemos ver que el versículo 43 forma parte de la sección que se inicia a partir del versículo 34. En el versículo 34, se presenta al Cristo resucitado como las cosas santas y fieles. Conforme a las promesas y profecías hechas en el Antiguo Testamento, estas cosas santas y fieles aluden a misericordias. Hemos indicado que estas misericordias son los diversos aspectos de Cristo. Por tanto, en el versículo 43, la palabra “gracia” equivale a “las cosas santas y fieles”. Dios nos ha dado al Cristo resucitado como las cosas santas y fieles; cuando creímos en El recibimos todas estas cosas santas y fieles. Pero, ¿qué experimentamos en nuestra vida cotidiana? Experimentamos la gracia compuesta y todo-inclusiva, la cual es el Dios Triuno procesado, es decir, el Dios que pasó por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Esta fue la razón por la cual Pablo exhortó a los creyentes a que perseverasen en la gracia de Dios.
Para perseverar en la gracia se requiere que ya la hayamos recibido. Puesto que recibimos la gracia, ahora debemos perseverar en ella. Los creyentes ya habían recibido las cosas santas y fieles mencionadas en el versículo 34; luego, éstas llegaron a ser la gracia de Dios del versículo 43. Así, podemos deducir que la gracia de Dios se compone de todas las cosas santas y fieles.
En 13:44-52, vemos que los judíos rechazaron a Pablo y a Bernabé. Leamos los versículos del 44 al 46: “El siguiente día de sábado se juntó casi toda la ciudad para oír la Palabra de Dios. Pero viendo los judíos la muchedumbre, se llenaron de celos, y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando. Entonces Pablo y Bernabé, hablando con denuedo, dijeron: A vosotros era necesario que se os hablase primero la palabra de Dios; mas puesto que la desecháis, y no os juzgáis dignos de la vida eterna, he aquí, nos volvemos a los gentiles”. Cuando alguien desecha la palabra de Dios, demuestra con esta decisión que es indigno de la vida eterna.
Hasta este momento Pablo no había mencionado la vida eterna en su predicación; él había hablado del Hijo de Dios, del Salvador, de las cosas santas y fieles, y de la gracia de Dios. Sin embargo, Pablo y Bernabé usaron esta expresión para decirle a los judíos que les rechazaban, que haciendo esto se juzgaban a sí mismos indignos de la vida eterna. El uso de dicha expresión, demuestra claramente que todo lo que Pablo predicaba acerca del Cristo resucitado —el Hijo de Dios, el Salvador, las cosas santas y fieles, y la gracia de Dios— era la vida eterna.
Si hemos de entender en qué consiste la vida eterna mencionada en 13:43, necesitamos tener la debida experiencia espiritual. Ella nos da a conocer que la vida eterna es el Salvador mismo, el Hijo primogénito de Dios, las cosas santas y fieles, y la gracia todo-inclusiva. Cuando los judíos rechazaron la palabra que anunciaban Pablo y Bernabé, se juzgaron a sí mismos indignos de la vida eterna, que en realidad es el Salvador, el Hijo de Dios, las cosas santas y fieles y la gracia de Dios.
En 13:47 Pablo le dijo a los judíos que lo rechazaban: “Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: ‘Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra’”. Estas palabras citan Isaías 49:6, y se refieren a Cristo, el Siervo de Dios, a quien Dios puso para luz de los gentiles a fin de que Su salvación llegue hasta lo último de la tierra. Debido a que el apóstol Pablo era uno con Cristo en el cumplimiento de la salvación de Dios en Cristo, se aplicó a sí mismo estas palabras proféticas al ministrar el evangelio, para que éste pasara de los judíos a los gentiles, a causa del rechazo de aquéllos. El Señor, durante Su ministerio terrenal, les dijo lo mismo a los obstinados judíos en Lucas 4:24-27.
Hechos 13:48 añade: “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna”. La palabra griega traducida “ordenados” se puede traducir también “designados”. Rechazar el evangelio es evidencia de ser indigno de la vida eterna (v. 46); mientras que creer, es una prueba de haber sido ordenados o designados por Dios para vida eterna. Dios determina o predestina soberanamente la salvación de los hombres. Sin embargo, El permite que el hombre ejerza su libre albedrío. Por ende, creer o rechazar la salvación de Dios depende de la decisión personal del hombre.
Sólo sabemos si una persona ha sido ordenada para vida eterna, cuando ésta rechaza o recibe el evangelio. Si una persona recibe la palabra del evangelio, esto demuestra que Dios la había designado para vida eterna, pero si otra persona rechaza dicha palabra, esto indica que no era digna de la vida eterna, es decir, que no había sido ordenada para vida eterna. En cuanto a este asunto, Dios ejerce Su autoridad y Su designio, y el hombre posee el libre albedrío. Por una parte, Dios tiene el poder para ordenar o designar; por otra, el hombre tiene la capacidad de aceptar o de rechazar.
Todos estos versículos nos presentan al Salvador, al Hijo de Dios, las cosas santas y fieles, la gracia de Dios y la vida eterna. Cuando disfrutamos la vida eterna, disfrutamos de la gracia de Dios; cuando disfrutamos de esta gracia, disfrutamos de las cosas santas y fieles; y cuando disfrutamos de las cosas santas y fieles, disfrutamos del Hijo primogénito de Dios y al Salvador.
Leamos Hechos 13:49-52: “Y la Palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia. Pero los judíos instigaron a los principales de la ciudad, y a mujeres distinguidas que adoraban a Dios, y levantaron persecución contra Pablo y Bernabé, y los expulsaron de sus límites. Ellos entonces, sacudiendo contra ellos el polvo de sus pies, se fueron a Iconio. Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo”. En el versículo 52, la palabra griega traducida “estaban llenos” es pleróo, que significa estar lleno interiormente. Conforme a su uso en Hechos, la palabra pleróo comunica la noción de llenar un vaso, tal como el viento llenó la casa interiormente en Hechos 2:2. En 13:52, los discípulos fueron llenos del Espíritu interior y esencialmente para su vida cristiana. Ser lleno así del Espíritu Santo es algo esencial, con el fin de recibir la vida, y no para obtener poder. El gozo comprueba esto, puesto que es un asunto de vida y no de poder.
Como hemos dicho, en los versículos del 34 al 48 se mencionan: el Salvador, el Hijo de Dios, las cosas santas y fieles, la gracia de Dios y la vida eterna. Ahora, en el versículo 52 se hace referencia al Espíritu Santo. Esto indica que el Salvador, el Hijo de Dios, las cosas santas y fieles, la gracia de Dios y la vida eterna están incluidas en el Espíritu Santo, todo-inclusivo y vivificante. Este Espíritu todo-inclusivo es como un gran “sandwich” todo-inclusivo que hoy podemos experimentar y disfrutar. Al comernos este “sandwich” maravilloso, gustamos de la vida eterna, de la gracia, de las cosas santas y fieles, del Hijo primogénito de Dios y del Salvador.
Para concluir, en este mensaje vimos cómo debemos estudiar la Biblia y predicar el evangelio. Al comienzo tenemos a Cristo Jesús, y finalmente se menciona al Espíritu Santo. Cristo Jesús nos es presentado como el Salvador, el Hijo primogénito de Dios, las cosas santas y fieles, la gracia y la vida eterna. Por último, vimos que todos estos aspectos se hallan en el Espíritu Santo, y que este Espíritu nos llena esencialmente. Alabado sea el Señor porque en el Espíritu todo-inclusivo, se halla el perdón de los pecados, la justificación, la santificación, la justicia, la santidad, el poder, la fuerza, la autoridad, la vida y la luz. ¡Alabado sea el Señor por todo lo que se encuentra en el Espíritu!