Mensaje 45
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Lectura bíblica: Hch. 16:6-40
En 16:6-40, leemos sobre del viaje de Pablo y sus colaboradores a Filipo de Macedonia. Los versículos 6-10 relatan la visión que Pablo recibió acerca del varón macedonio; los versículos 11-18 presentan la predicación y su fruto, y los versículos 19-40, el encarcelamiento y la liberación de Pablo y de Silas.
A Pablo y a sus colaboradores les prohibió “el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia” (v. 6), y “el Espíritu de Jesús no les permitió” entrar en Bitinia (v. 7). Después de llegar a Troas, “se le mostró a Pablo una visión durante la noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciéndole: Pasa a Macedonia y ayúdanos” (v. 9). Esta visión no fue ni un sueño ni un éxtasis. Es diferente de la experiencia que tuvo Pedro en 10:9-16, donde dice que “le sobrevino un éxtasis” (v. 10). En la visión de 16:9, un varón macedonio le rogaba a Pablo que fuese a Macedonia. Macedonia era una provincia del Imperio Romano en el sureste de Europa, cerca del mar Egeo, entre Tracia y Acaya.
Hechos 16:10 declara: “Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio”. Este versículo indica que después de recibir la visión enviada por Dios, aún era necesario llegar a una conclusión, es decir, llegar a entender su significado, ejercitando la mente —una mente saturada por el Espíritu y dirigida por El (Ef. 4:23)— conforme a la situación presente.
En 16:10, se usa por primera vez el pronombre “nosotros”, lo cual incluye al escritor, Lucas. Esto indica que desde Troas, Lucas se unió al apóstol Pablo en su viaje ministerial.
Después de concluir que Dios los llamaba para que anunciaran el evangelio a los macedonios, Pablo y sus colaboradores procuraron entrar en Macedonia. Este fue un gran paso en el mover del Señor que propagaría Su reino a otro continente, a Europa. Esto explica la razón por la que el Espíritu Santo les prohibió ir en una dirección, y el Espíritu de Jesús no les permitió ir en otra, y también explica el propósito de la visión nocturna. Pero a fin de que el mover estratégico del Señor se llevase a cabo, se requería que el apóstol Pablo y sus colaboradores se esforzaran, lo cual hicieron de inmediato.
Leamos Hechos 16:11 hasta 12a: “Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de aquella parte de Macedonia, y una colonia romana”. Troas era un puerto marítimo en el mar Egeo, en el extremo noroeste de Asia Menor, al otro lado de Macedonia. Samotracia era una isla en el mar Egeo, entre Troas y Filipos; y Neápolis era el puerto marítimo de Filipos. Hechos 16:12 declara que Filipos era una colonia. Esto indica que dicha ciudad era una base fortificada del Imperio Romano en un país extranjero, donde los ciudadanos tenían iguales derechos que los habitantes de la capital, Roma. Por consiguiente, Filipos era un punto estratégico para el inicio de la propagación del evangelio en Europa.
Leamos el versículo 13: “Y el día de sábado salimos fuera de la puerta, junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido”. La expresión “día de sábado” indica cuánto se había extendido el judaísmo y su influencia, aun en Europa. Este versículo además menciona un lugar de oración. La oración del hombre le proporciona a Dios la oportunidad de obrar entre los hombres en la tierra.
En 16:13, Pablo siguió el principio de buscar primero al pueblo escogido de Dios. Pero en Filipos, vemos que él no fue a la sinagoga, sino a un lugar de oración, en el día de sábado. Es muy probable que los judíos y los prosélitos griegos que buscaban al Señor, se reunieran en ese lugar. Esta fue la razón por la cual Pablo se dirigió allí.
Hechos 16:14 declara: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de telas de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía”. Aquí el Señor, quien abrió el corazón de Lidia para que estuviese atenta a la predicación del evangelio, debe referirse al Espíritu, quien es el Señor mismo (2 Co. 3:17). No sabemos si Lidia era judía o una mujer griega que buscaba a Dios, pues muchas mujeres griegas, y en especial las de la clase alta, buscaban a Dios. La primera persona que el Señor ganó en Europa no fue un hombre, sino una mujer.
Leamos Hechos 16:15: “Y cuando fue bautizada ella, lo mismo que su familia, nos rogó, diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”. En este versículo vemos que el bautismo siguió inmediatamente al hecho de creer, tal como el Señor lo mandó en Marcos 16:16. Lidia, después de creer y ser bautizada, entró en la comunión del apóstol y sus colaboradores —la comunión del Cuerpo de Cristo— lo cual era evidencia de que fue salva. Ella los invitó y ellos entraron en su casa y posaron allí. Esta fue la primera casa que el Señor ganó en Europa mediante Su evangelio y para Su evangelio (v. 40).
Hechos 16:16 dice: “Aconteció que mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía espíritu de Pitón, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando”. Dicho espíritu no era un ángel caído, sino un demonio (Mr. 1:23, 32, 34, 39; Lc. 4:33), un espíritu incorpóreo de los seres vivientes que existieron en la época preadámica y que fueron juzgados por Dios cuando se unieron a la rebelión de Satanás (véase Estudio-vida de Génesis, mensaje dos). Los ángeles caídos operan con Satanás en el aire (Ef. 2:2; 6:11-12), y los espíritus inmundos, los demonios, se mueven con él en la tierra. Ambos operan en el hombre de modo maligno a favor del reino de Satanás. El hecho de que los demonios posean a las personas significa que Satanás usurpa al hombre, a quien Dios creó para Su propósito.
En Hechos 16:16 vemos a esta joven esclava que tenía un espíritu de Pitón, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando. El nombre “Pitón” se usaba para denotar un demonio que profetiza, y también para referirse a un adivino. La adivinación es el arte o práctica en la que, con la ayuda de poderes sobrenaturales, se intenta ver de antemano o predecir eventos futuros o descubrir conocimientos ocultos.
Los versículos 17 y 18, dicen: “Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian un camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas turbado Pablo, se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora”. Tal mujer poseída de aquel espíritu maligno, se convirtió en un estorbo para la predicación de Pablo. El apóstol toleró esta situación por algún tiempo, pero finalmente echó fuera al espíritu maligno. Según lo indica el versículo 19, una vez salido el demonio, la mujer ya no pudo producir ganancias a sus amos.
En Hechos 16:19, leemos: “Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los arrastraron a la plaza pública, ante las autoridades; y presentándolos a los magistrados dijeron: Estos hombres, siendo judíos alborotan nuestra ciudad, y anuncian costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos” (vs. 19-21). Dichas autoridades eran pretores romanos.
Leamos los versículos 22-24: “Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas. Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad. El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo”. La palabra griega traducida “cepo” significa literalmente, madero; un instrumento de tortura con aberturas para sujetar las muñecas, los tobillos y el cuello de los prisioneros. La misma palabra se usa para referirse a la cruz en 5:30; 10:39; Gálatas 3:13 y 1 Pedro 2:24.
Los apóstoles fueron echados en el calabozo de más adentro, lo cual le proveyó al Señor una excelente oportunidad para darse a conocer como Señor de los reyes. Leamos los versículos 25 y 26: “Hacia la medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos de alabanza a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron”. Mientras Pablo y Silas oraban y cantaban, el Señor sacudió la cárcel y todos los prisioneros fueron liberados de sus cadenas. Cuando el carcelero vio abiertas las puertas de la cárcel, “se iba a matar, pensando que los presos habían huido” (v. 27), pero Pablo clamó a gran voz y le dijo: “No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí” (v. 28).
En el versículo 30, el carcelero preguntó a Pablo y a Silas: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” Ellos le contestaron: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa” (v. 31). La palabra “casa” indica que la familia del creyente constituye una unidad completa para la salvación de Dios, como vemos en la familia de Noé (Gn. 7:1), las familias que participaron de la Pascua (Éx. 12:3-4), la familia de Rahab la ramera (Jos. 2:18-19), la familia de Zaqueo (Lc. 19:9), la familia de Cornelio (Hch. 11:14), la familia de Lidia (16:15), la familia del carcelero en este caso, y la familia de Crispo en 18:8.
Pablo y Silas “le hablaron la palabra de Dios a él y a todos los que estaban en su casa” (v. 32). Luego, él, “tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas” (v. 33a). Las palabras griegas traducidas “les lavó las heridas” significan literalmente “los lavó de sus heridas”. Según el versículo 33b, “y en seguida se bautizó él con todos los suyos”. Así como en el caso de Lidia, el bautismo se realizó inmediatamente después de que el carcelero y los de su casa creyeron y fueron salvos.
El versículo 34 declara: “Y haciéndolos subir a su casa, les puso la mesa; y se regocijó de que toda su casa hubiera creído en Dios”. El carcelero, después de creer y ser bautizado, también entró en la comunión con los apóstoles, la comunión del Cuerpo de Cristo, lo cual fue una evidencia de que había sido salvo.
Quizás nos parezca extraño el hecho que el carcelero y su casa hubieran creído, sido bautizados e introducidos a la comunión de los apóstoles en esa misma noche. ¡Qué conversión tan maravillosa! Espero que hoy en día sucedan más casos como estos, en los cuales los que creen, sean bautizados e introducidos de inmediato a la comunión del Cuerpo de Cristo.
Leamos Hechos 16:35: “Cuando fue de día, los magistrados enviaron lictores a decir: Suelta a aquellos hombres”. Los lictores eran romanos, quienes llevaban las fasces para abrir el camino a los magistrados y ejecutar el castigo a los criminales.
En el versículo 36, el carcelero le hizo saber esto a Pablo: “Los magistrados han mandado decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz”. Pero en el versículo 37, tenemos la respuesta firme que Pablo dio: “Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo nosotros romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos”. Pablo en esta ocasión no se comportó como un cordero que es llevado al matadero. Por el contrario, apeló a sus derechos como ciudadano romano. Tal vez algunos, al leer esto, dirán: “Parece que en esta situación Pablo no fue muy espiritual, pues actuó como un león, y no como un cordero”. Podríamos decir además que en este caso él no obró como una “paloma” sino más bien como un “halcón”. Por años no pude entender por qué Pablo actuó de esta forma, en Hechos 16.
No obstante, después de que padecí persecuciones, críticas y oposición, llegué a entender que no siempre uno debe acceder. Por una parte, hemos tratado de ser fieles y sinceros al seguir a Jesús. Nos hemos esforzado por seguir Sus pisadas, sufriendo persecución así como El lo hizo. Pero finalmente, aprendí que esto no es siempre lo más sabio, y que Dios tampoco espera que siempre respondamos de esta manera a la persecución y a la oposición.
En realidad, lo importante en 16:35-39, no es si Pablo actuó como una paloma o como un halcón, sino su obra evangélica. Pablo estaba consciente de que debía reclamar sus derechos como ciudadano romano, para el futuro provecho de su obra evangélica. El gobierno romano daba gran importancia a sus leyes y brindaba protección a sus ciudadanos. Por consiguiente, Pablo fue muy sabio al reaccionar como lo hizo en el versículo 37, pues esto ayudó al futuro de su obra. Su actitud impidió que los oficiales romanos, por tratarse de un judío, lo trataran sin consideración alguna.
En el versículo 37, Pablo parecía decir: “No estamos dispuestos a salir encubiertamente. Somos ciudadanos romanos, y no se nos ha juzgado culpables de ningún crimen. Primero vosotros nos encarcelasteis, echándonos en el calabozo de más adentro, y ahora nos pedís que salgamos en secreto. No haremos tal cosa. Pedimos que los magistrados vengan y ellos sean los que nos saquen de la cárcel. No saldremos como si fuésemos criminales prófugos. Queremos que nos saquen de la cárcel de una manera digna, como ciudadanos romanos que somos. Por tanto, pide a los magistrados que vengan y ellos mismos nos saquen de la cárcel”.
El relato de Hechos 16 indica que los magistrados romanos no tuvieron más opción que acceder a la petición de Pablo.
“Y los lictores hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos. Y viniendo les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad” (vs. 38-39). Los magistrados acompañaron a Pablo y a Silas al salir de la cárcel, tal como lo había demandado Pablo. El versículo 40 concluye: “Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, les exhortaron, y se fueron”.
En el pasaje de 16:35-39, vemos que Pablo no trató de ser espiritual de una manera religiosa. No actuó religiosamente, como una paloma, sino como un halcón, reclamando sus derechos. Por el bien del futuro de su obra evangélica, Pablo apeló a sus derechos como ciudadano romano. Nosotros podemos testificar, sin ningún afán de vindicarnos, que hemos aprendido de Pablo y que también nos tocó reclamar nuestros derechos, apelando al “Cesar” actual, a la ley de este país democrático, con el fin de que se retiraran del mercado los libros malignos que fueron publicados con fines difamatorios. Este país le da mucha importancia a las leyes, y en la constitución existen leyes contra la difamación. Pablo tuvo que reclamar sus derechos como ciudadano romano y apeló al Cesar, lo hizo por el bien de su obra evangélica. Asimismo, nosotros también, por causa de los intereses del Señor y no de los nuestros, nos vimos forzados a reclamar nuestros derechos como ciudadanos, por lo cual apelamos a la ley, al “Cesar” de hoy.