Mensaje 3
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Lectura bíblica: Jl. 2:12-32; 3:1-21
Joel es un breve libro de tres capítulos, pero abarca la historia humana desde el año 606 a. C. hasta el milenio. Una importante revelación en Joel es que Dios hizo surgir cuatro imperios simbolizados por cuatro clases de langostas, comenzando con Babilonia y continuando con Medo-Persia, Grecia y el Imperio romano, con la finalidad de devastar la pequeña nación de Israel, los elegidos de Dios. Al presente esta devastación continúa. En el camino, mientras tal historia transcurría, Dios se derramó —como Aquel que se encarnó, fue crucificado, resucitó y ascendió, el Dios Triuno procesado y consumado como el Espíritu— sobre los creyentes de Cristo. Ese derramamiento produjo la iglesia y dio inicio a la era de misterio. Todo lo relacionado con la iglesia es un misterio, y este misterio es la manifestación de Cristo. Ahora, estamos aquí en la iglesia haciendo cosas en una manera misteriosa a fin de dar lugar a la aparición final de Cristo que traerá la era de la restauración, el reino de los mil años, el cual es el preludio al cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén. Ésta es la revelación contenida en el libro de Joel.
Consideremos ahora más detalladamente el contenido de Joel en 2:12—3:21. En este pasaje vemos lo siguiente: Jehová se vuelve a Su elegido, Israel (2:12-32); el juicio que Cristo ejecuta sobre las naciones (3:1-15); y la victoria de Cristo con Sus vencedores sobre las naciones y Su reinado en medio de Israel en la era de la restauración (3:9-13, 16-21).
Jehová deseaba que Sus elegidos se volvieran a Él. Los versículos del 12 al 17 del capítulo 2 revelan de qué manera ellos debían retornar a su Dios.
Jehová deseaba que Sus elegidos se convirtieran a Él con todo su corazón (v. 12a).
Él deseaba que ellos se volvieran a Él con ayuno, con lloro y con duelo (v. 12b).
Al retornar a su Dios, los elegidos de Jehová debían rasgar sus corazones y no sus vestidos (v. 13). Ellos debían hacer esto a fin de que Dios se volviera, se arrepintiera y dejara bendición tras Sí, es decir, ofrenda de harina y libación (v. 14).
La ofrenda de harina y la libación son bendiciones para Israel. Cuando Nabucodonosor destruyó Jerusalén y el templo, Israel perdió el lugar designado por Dios donde ellos podían presentar sus ofrendas a Dios (Dt. 12:5-6). Además, el ejército de langostas enviado por Dios destruyó el producto de la tierra, dejándola así sin grano para hacer una ofrenda de harina y sin uvas para hacer el vino necesario para la libación. Por consiguiente, Israel perdió tanto el terreno como los materiales necesarios para presentar la ofrenda de harina que alimenta a Dios y la libación que alegra a Dios. Hoy en día, tanto Dios como Israel continúan sufriendo la pérdida de esta bendición.
En Joel 2:15a Jehová dice: “Tocad trompeta en Sion”. Tocar trompeta es hacer una declaración con un espíritu triunfante.
El versículo 15b procede a decir: “Santificad ayuno”. Este ayuno no debía ser un ayuno común; más bien, debía ser santificado, separado para Dios.
Además, Jehová quería que Sus elegidos convocasen una asamblea solemne, esto es: que reuniesen al pueblo, santificasen la congregación, juntasen a los ancianos y que el novio saliese de su cámara y la novia de su dosel (vs. 15c-16). La convocación de tal asamblea es una gran bendición, algo a lo que no deberíamos faltar.
El versículo 17 dice: “Lloren los sacerdotes, ministros de Jehová, / entre el vestíbulo y el altar, / y digan: / Mira con piedad, oh Jehová, a Tu pueblo, / y no entregues al oprobio Tu heredad / para que las naciones se enseñoreen de ella. / ¿Por qué han de decir entre los pueblos: / Dónde está su Dios?”. El vestíbulo y el altar estaban afuera del templo, y los sacerdotes debían llorar entre el vestíbulo y el altar debido a que Israel había perdido la bendición. No obstante, el pueblo, habiendo sido llevado de regreso a Dios, tenía la base para disfrutar de bendición. Ellos tenían el altar, ordenado por Dios, en el cual podía ofrendar lo deseado por Dios para satisfacerle.
En los versículos del 18 al 27 vemos que Dios desea bendecir Su propia tierra. La Tierra Santa, una extensión territorial particular, es la tierra de Dios.
Dios desea bendecir Su propia tierra con el rico producto de la misma (vs. 19, 21-22, 25-27).
Dios desea bendecir Su tierra también por medio de las lluvias: la lluvia temprana y la lluvia tardía (v. 23).
Finalmente, Dios desea bendecir Su tierra alejando del pueblo a los enemigos enviados por Él como langosta que pulula, langosta que lame, langosta que consume y langosta que corta, los cuales eran Su gran ejército (vs. 20, 25).
Los versículos del 28 al 32 revelan que Dios está dispuesto a salvar a Su elegido, Israel.
Jehová está dispuesto a salvar a Israel al derramar Su Espíritu (como lluvia tardía) sobre ellos (vs. 28-29). Esta profecía fue cumplida a manera de anticipo el día de Pentecostés (Hch. 2:1-4, 16-21), y será cumplida en plenitud antes de la gran tribulación para la salvación y regeneración de muchos israelitas que habrán retornado. Este derramamiento es diferente del derramamiento del Espíritu el último día de la tribulación para la salvación del remanente de judíos sitiado por el anticristo (Zac. 12:10).
El Espíritu derramado el día de Pentecostés fue el Espíritu de Dios compuesto con la humanidad de Cristo, Su muerte, Su resurrección y Su ascensión. Este Espíritu compuesto que ha sido derramado es la realización de Cristo y la consumación del Dios Triuno. Dios se derramó a Sí mismo sobre aquellos que invocaban el nombre del Señor. Este derramamiento produjo la iglesia. Anteriormente, únicamente había judíos y gentiles, pero ahora existe una tercera entidad: la iglesia (1 Co. 10:32). La iglesia es misteriosa, pues es en la iglesia que Cristo es manifestado.
El derramamiento del Espíritu consumado es la venida de Cristo. Cristo vino por medio de la encarnación. A la postre, Él murió y fue resucitado para, en cierto sentido, irse; pero mediante el derramamiento del Espíritu Él regresó para Su manifestación. Por medio de este derramamiento todos los discípulos y los que fueron salvos el día de Pentecostés llegaron a formar parte del Cristo corporativo. El Cristo individual ahora se ha convertido en el Cristo corporativo, el Cristo agrandado y aumentado, el cual es la iglesia como manifestación de Dios en la carne (1 Ti. 3:15-16).
De lo que hemos abordado hasta ahora en este estudio- vida de Joel, podemos ver que este libro trata sobre la historia mundial. El libro de texto para nuestro estudio de la historia es la Biblia, en particular el breve libro de Joel. En este libro vemos las naciones en calidad de langostas así como la devastación de Israel efectuada por estas langostas. En este libro también vemos que un gran derramamiento del Espíritu, el Dios Triuno consumado, vendrá sobre aquellos judíos que invoquen el nombre de Jehová los cuales, por tanto, serán regenerados para llegar a formar parte de la iglesia con miras a la manifestación de Cristo.
Joel 2:32 indica que el pueblo elegido de Dios será salvo al invocar el nombre de Jehová. En el Nuevo Testamento esto equivale a invocar el nombre del Señor Jesús.
La salvación que Dios efectuará de Israel al derramar Su Espíritu sobre ellos estará acompañada por las calamidades naturales del sexto sello y las primeras cuatro trompetas (Ap. 6:12-17; 8:7-12), calamidades que afectarán los cielos, el sol, las estrellas y la tierra (Jl. 2:30-31a) como preludio a la gran tribulación (Mt. 24:21).
El segundo derramamiento del Espíritu para la salvación de los judíos que habrán retornado tendrá lugar antes que suene la quita trompeta, o sea, antes del primero de los tres ayes (Ap. 8:13—9:19; 11:14; 15:5—16:21), los cuales constituyen la principal estructura de la gran tribulación, lo cual tiene lugar en el día grande y terrible de Jehová (Jl. 2:31b). Sin embargo, muchos de los judíos que habrán retornado no creerán, sino que permanecerán en su obstinación. Finalmente, durante la tribulación, Jerusalén será rodeada por los ejércitos gentiles al mando del anticristo, cuya intención será destruir a Israel por completo. En tales circunstancias, el Señor Jesucristo descenderá junto con Sus vencedores. Además, según Zacarías 12, en ese tiempo el Espíritu consumado nuevamente será derramado, y el remanente de los hijos de Israel será salvo.
Por tanto, hay tres derramamientos del Espíritu Santo: primero, el derramamiento en el día de Pentecostés; segundo, el derramamiento sobre los judíos justo antes de la gran tribulación; y tercero, el derramamiento sobre los judíos asediados, quienes no tendrán un camino de escapatoria para huir de la persecución del anticristo. Estos tres derramamientos operan conjuntamente para la salvación de Israel.
Joel 3:1-15 habla sobre el juicio que Cristo ejecutará sobre las naciones: el juicio de los que estén vivos (Hch. 10:42; 17:31).
Este juicio tendrá lugar en el valle de Josafat, que es el valle de la decisión (Jl. 3:2, 12, 14).
El propósito del juicio que Cristo ejecuta sobre los que estén vivos será dar pago a las naciones por el maltrato que infligieron a Israel durante la gran tribulación (vs. 2b-8; Ap. 12:17; 13:7, 10; Mt. 25:41-46a). Después que Cristo arroje al anticristo y al falso profeta en el lago de fuego, Él establecerá Su trono en Jerusalén, y todos lo que hayan quedado vivos de entre las naciones, en calidad de cabritos y ovejas, serán reunidos delante de Cristo para ser juzgados por Él. Los cabritos serán los malos, aquellos que persiguieron a los judíos, y las ovejas serán los buenos, quienes ayudaron a los judíos perseguidos durante la tribulación.
Finalmente, Joel habla sobre la victoria que Cristo y Sus vencedores obtienen sobre las naciones y sobre Su reinado en medio de Israel durante la era de la restauración (3:9-13, 16-21).
Primero, según los versículos del 9 al 13, Cristo con Sus vencedores, quienes son los valientes (Ap. 17:14; 19:11-14), derrotarán al anticristo y sus ejércitos (las naciones) en Armagedón.
Después de la derrota del anticristo, Cristo reinará en medio de Israel sobre el santo monte Sion dentro de Jerusalén (Jl. 3:16a, 17, 21b).
Al reinar en Jerusalén, Cristo será albergue y fortaleza para los hijos de Israel (v. 16b). Debido a esto, nadie podrá dañar nunca más a Israel.
El reinado de Cristo en medio de Israel sobre el santo monte Sion dentro de Jerusalén tendrá lugar durante la restauración (v. 18; Mt. 19:28).
Joel 3:18a nos dice que en la restauración los montes destilarán mosto y los collados fluirán leche. Esto describe la situación de riqueza que habrá entonces.
En la restauración no habrá escasez de agua, pues por todos los cauces de Judá correrán aguas (v. 18b). Allí donde haya un cauce, habrá un río que rebose agua.
Saldrá una fuente de la casa de Jehová, el templo, y regará toda la Tierra Santa (v. 18c). Esto alude a la situación que imperará en la Nueva Jerusalén, donde un río fluirá del trono de Dios y del Cordero para regar la ciudad santa.
Joel 3:19-21a nos dice que todos los enemigos que rodearon a Israel serán castigados. Por tanto, las naciones serán castigadas, Israel será restaurado y Cristo será manifestado. Éste será un preludio al cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén.
