Mensaje 6
Lectura bíblica: Jl. 1:4; 2:28-29; 3:11-21
En Joel vemos la historia de Dios, del hombre y de la economía de Dios. Fue en conformidad con la economía de Dios que las cuatro clases de langostas fueron producidas a fin de consumir a Israel por tantos años, de modo que Dios pudiera llevar a cabo Su economía al encarnarse en la humanidad a través de Israel. Después, con la ayuda del Imperio romano, Cristo vivió en la tierra, fue crucificado y fue resucitado para expandirse, para producir la iglesia. Todo esto se logró mediante estos dos factores —las langostas que consumen e Israel que sufre—, a fin de que Dios pudiera llevar a cabo Su economía para obtener una expresión: el Cuerpo orgánico de Cristo. Nosotros somos este Cuerpo, esta expresión. Ésta es la historia universal conforme a la economía de Dios. En este mensaje quisiera dar una palabra adicional sobre esta historia universal.
No debiéramos pensar que la humanidad tiene una historia, pero que Dios no la tiene. En este universo hay dos historias: la historia del hombre, la historia humana, y la historia de Dios, la historia divina. Podríamos comparar la historia del hombre a la cáscara de una nuez, y la historia de Dios al núcleo dentro del cascarón. En los Profetas Menores “el cascarón” está claramente definido, y el “núcleo” también es revelado detalladamente. Sin embargo, lamentablemente, la mayoría de los lectores de la Biblia sólo prestan atención al cascarón y no a su núcleo.
El cascarón, la historia del hombre, puede ser visto fácilmente. En Daniel 2 dicha historia está representada por una gran imagen humana, con las cuatro secciones de esta imagen que corresponden, respectivamente, al Imperio babilónico, el Imperio medo-persa, el Imperio griego y el Imperio romano. Aunque es fácil para nosotros ver el cascarón, el cual es algo externo y material, es imprescindible que tengamos la perspicacia intrínseca para ver el núcleo escondido dentro del cascarón, esto es, para conocer la historia divina dentro de la historia humana.
Si hemos de conocer la historia divina que tiene lugar dentro de la historia humana, primero tenemos que comprender que el Dios Triuno es eterno. Que Dios sea eterno significa que Él no tiene principio. En Sí mismo, el Eterno concibió una economía. Conforme a Su economía, Dios desea forjarse en el hombre para ser uno con el hombre, para ser la vida del hombre, el suministro de vida del hombre y su todo, de modo que el hombre sea Su expresión. Por tanto, la intención de Dios en Su economía es obtener una entidad corporativa, compuesta de Dios y el hombre, que sea Su expresión por la eternidad. La historia divina tuvo su inicio en la eternidad pasada con el Dios eterno y Su economía.
La historia divina continuó con la encarnación de Cristo y Su vivir humano. Un día, el mismo Dios que creó el universo se encarnó al ser concebido del Espíritu Santo en el vientre de una virgen humana para después nacer de esta virgen a fin de llegar a ser el Dios-hombre, Aquel que es el Dios completo y un hombre perfecto. Es maravilloso que Dios se hiciera un hombre llamado Jesús, quien vivió en Nazaret y trabajó como carpintero hasta que tenía treinta años. La encarnación de Cristo y Su vivir humano forman parte de la historia divina, la historia de Dios dentro de la historia del hombre.
Al final de Su vida y ministerio en la tierra, el Señor Jesús fue a la cruz voluntariamente. Su crucifixión fue una muerte vicaria y todo-inclusiva que puso fin a la vieja creación y resolvió todos los problemas. Su muerte lo introdujo en resurrección. Por un lado, en Su resurrección Él fue engendrado para ser el Hijo primogénito de Dios (Hch. 13:33; Ro. 1:4; 8:29); por otro, en Su resurrección y a través de Su resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45).
Además, mediante la resurrección de Cristo millones fueron engendrados, regenerados, por Dios (1 P. 1:3) para ser hechos hijos de Dios y miembros del Cuerpo de Cristo, la iglesia. El Cristo que se encarnó, fue crucificado y resucitó, el Cristo que ascendió a los cielos y descendió como el Espíritu, ha producido la iglesia como expresión corporativa del Dios Triuno. La iglesia hoy en día es el agrandamiento de la manifestación de Cristo. Por tanto, la iglesia también es parte de la historia divina, la historia intrínseca del misterio divino escondido en la historia humana que es visible y externa. Esta parte de la historia de Dios ha durado por más de mil novecientos años y continúa siendo llevada a cabo.
Al final de esta parte de la historia divina, Cristo vendrá al descender con Sus vencedores, quienes son Su ejército (Jl. 3:11), a fin de derrotar al anticristo y su ejército. Allí se encontrarán dos figuras: el anticristo, una figura en la historia humana y externa, y Cristo con Sus vencedores, la Figura en la historia divina e intrínseca. La Figura en la historia divina derrotará a la figura en la historia humana para después arrojarla al lago de fuego (Ap. 19:20). Después de esto vendrá el reino de mil años. Finalmente, el reino tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad. La Nueva Jerusalén será la última etapa, la consumación, de la historia de Dios.
Es necesario que tengamos una clara perspectiva de estas dos historias —la historia humana física y la historia divina misteriosa—, y espero que todos tengamos tal perspectiva. La historia del hombre, la historia del mundo, es externa. La historia divina, la historia de Dios en la humanidad y con la humanidad, es interna. Esta historia se relaciona con el misterio divino del Dios Triuno en la humanidad.
Todos nacimos en la historia humana, pero hemos nacido de nuevo, hemos sido regenerados, en la historia divina. Ahora debemos plantearnos esta pregunta: ¿Vivimos en la historia divina o vivimos meramente en la historia humana? Si nuestro vivir es en el mundo, vivimos en la historia humana. Pero si vivimos en la iglesia, vivimos en la historia divina. En la vida de iglesia, la historia de Dios es nuestra historia. Ahora ambas partes —Dios y nosotros— tenemos una sola historia, la historia divina. Esto es la vida de iglesia.
Con la historia divina tenemos la nueva creación: el nuevo hombre con un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva vida, una nueva naturaleza, una nueva historia y una nueva consumación. Alabamos al Señor por ser partícipes de la historia divina, donde experimentamos y disfrutamos cosas divinas y misteriosas.