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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 11

LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL: SER SATISFECHA POR LA VIDA

(1)

  En este mensaje llegamos al caso de la mujer samaritana presentado en el capítulo 4 de Juan. Éste es el segundo de los nueve casos que se mencionan en este Evangelio. Existe un gran contraste entre este caso y el caso de Nicodemo descrito en el capítulo 3. Nicodemo era un hombre moral, un hombre de la clase alta; pero la samaritana era una mujer inmoral de clase baja. El primer caso presenta a un hombre con logros superiores, mientras que el segundo habla de una mujer con un comportamiento deshonroso. El hombre era un judío, mientras que la mujer era una samaritana. La religión judía era muy sana, apropiada, real y genuina, pero la religión samaritana era falsa y decadente. Además, es interesante notar que el Señor habló con el hombre por la noche, pero con la mujer habló al mediodía. El hombre vino al Señor de noche; el Señor fue a la mujer, de día. El Señor habló con Nicodemo en una casa, o edificio, pero con la mujer habló al aire libre.

  Con el caso de Nicodemo se cubre la primera necesidad de la humanidad. De acuerdo con nuestra experiencia espiritual, la necesidad principal de la humanidad es la regeneración. En la economía de Dios la primera necesidad es la regeneración. La economía de Dios consiste en que el hombre obtenga la vida divina de Dios y que sea uno con Él en vida y en naturaleza para el cumplimiento y realización de Su propósito eterno. El propósito eterno de Dios es obtener a un grupo de personas que han sido regeneradas por Su vida divina y que sean iguales a Él en vida y naturaleza, a fin de llegar a ser Su expresión corporativa por la eternidad. Éste es el propósito eterno de Dios y la economía de Dios. Para cumplir este propósito primero debemos ser regenerados para que podamos tener Su vida divina.

  Sólo por nacimiento podemos entrar en el reino de Dios, nunca por medio de obras. Por ejemplo, un pájaro está en el reino de las aves simplemente por su nacimiento; un pez nunca podrá entrar en el reino de las aves por ningún tipo de obra que pueda efectuar. La única manera posible para entrar en cualquier clase de reino es tener cierta clase de nacimiento. Por lo tanto, con respecto a que el Señor llegue a ser nuestra vida, el primer aspecto consiste en que nos imparta la vida divina por medio de un nacimiento divino. Ésta es la única manera de participar de las cosas del reino de Dios.

  ¿Cuál es la segunda necesidad del hombre? ¿Qué necesita después de la regeneración? La segunda necesidad del hombre es la satisfacción. En el capítulo 3 el problema consistía en que el hombre carecía de la vida divina. El hecho de que uno sea muy bueno y excelente no significa nada en cuanto al propósito eterno de Dios. Si uno no ha sido regenerado, no posee la vida divina; sólo tiene la vida humana. La vida humana es simplemente un vaso cuyo fin es contener la vida divina. Si uno no tiene la vida divina, está vacío; es un simple vaso vacío. Aunque su vida humana sea maravillosa, le falta la vida divina. La vida divina es Dios mismo. Necesitamos que esta vida divina nos llene y sea nuestro contenido. Nuestra vida humana es un recipiente cuyo fin es contener esta vida divina. Cuando esta vida divina entra en nosotros llega a ser nuestro contenido. Este contenido será también nuestra satisfacción. Antes de ser salvos, todos tuvimos la experiencia de estar vacíos. Aunque tuviéramos éxitos y logros, interiormente había un continuo vacío, una sensación de que nada nos satisfacía. Ya sea que fuéremos buenos o malos, estábamos vacíos. Aunque contábamos con el recipiente, el vaso, no teníamos el contenido. Estábamos vacíos. Jóvenes y viejos, ricos y pobres, de clase alta y clase baja; todos estábamos vacíos. Un día recibimos al Señor Jesús, y no sólo obtuvimos la salvación de Dios, sino que también recibimos la vida divina, la cual de inmediato llegó a ser nuestro contenido. Ahora tenemos satisfacción. Por lo tanto, después del caso que muestra la necesidad de regeneración, tenemos un caso que presenta la satisfacción genuina. Nada puede satisfacer al hombre excepto Cristo mismo. Mientras Cristo no sea la satisfacción de nuestra vida humana, nada podrá satisfacernos. No hay satisfacción aparte de Cristo. Como seres humanos siempre tenemos sed y únicamente Cristo puede apagar nuestra sed.

I. UN SALVADOR SEDIENTO Y UNA PECADORA SEDIENTA

  El caso de la mujer samaritana revela que Cristo es la satisfacción verdadera. Mientras Nicodemo era un judío con sangre israelita pura, la samaritana era una mujer de sangre mezclada. Todo lo relacionado con ella estaba arruinado; nada era puro ni nada era bueno. Los samaritanos pretendían ser descendientes de Jacob. En el mejor de los casos eran sus descendientes, pero tenían sangre mezclada. El nombre de Nicodemo aparece en la narración, pero nadie sabe el nombre de la mujer samaritana. La Biblia no divulga su nombre debido a que ella era común y de la clase baja. Ella era una persona completamente mezclada, un caso extraordinario entre los demás casos. Si usted lee la Biblia cuidadosamente, encontrará que todo respecto a ella era fuera de lo común. Aun su salida al pozo a sacar agua fue extraordinaria. Según la costumbre del Medio Oriente, las mujeres salían por agua al caer la tarde, no al mediodía. Cuando el sol empezaba a caer las mujeres samaritanas solían salir a sacar agua en grupos. Sin embargo, esta mujer samaritana fue a sacar agua al mediodía, y sola. ¿Cuál fue la razón de esto? Debido a que ella tenía mala fama, y nadie quería relacionarse con ella. La mujer temía que hablaran de ella y que la criticaran; por lo tanto, no se atrevía a salir al caer la tarde cuando mucha gente estaría allí. Ella fue al mediodía cuando el sol estaba ardiente y cuando nadie saldría de su casa. Esta mujer era pobre e inmoral. Había tenido cinco maridos y vivía con uno que no era su marido. Nadie la quería. Ella, sabiendo esto, salió a sacar agua en un momento tan solitario, esperando que nadie la viera.

  En el caso de la mujer samaritana se encuentran muchas señales. El caso mismo es una señal, y dentro de este caso también hay muchas otras señales. El caso mismo significa que Cristo es nuestra satisfacción, y una de las señales de este caso es la mujer misma.

  Conforme a los tipos y figuras de la Escritura, ¿qué significa una mujer? Primeramente, una mujer significa que la humanidad necesita depender de Dios. El hombre nunca podrá prevalecer por sí sólo, necesita depender de Dios, quien es no sólo Su Hacedor sino además Su Esposo (Is. 54:5). Hermanos, permítanme preguntarles lo siguiente: Su posición delante de Dios ¿es la de un hombre o la de una mujer? Si usted me preguntara, yo le diría que, aunque soy un hombre de más de sesenta años de edad, entiendo que mi posición delante de Dios es la de una mujer. Mi posición ante Dios no es la de un hombre, sino la de una mujer, porque soy incapaz de mantenerme solo. Necesito depender de Dios. Una mujer representa a una persona que no puede mantenerse sola. Esta es nuestra posición. Conforme a la figura bíblica, somos hombres o mujeres, pero en realidad todos somos mujeres. Ninguno de nosotros puede mantenerse por sí mismo. El hombre jamás podrá ser independiente. Actualmente la gente proclama ser independiente, pero debo decirles que ustedes nunca podrán ser independientes. Ustedes fueron creados para depender de Dios. Siempre que alguien trata de ser independiente, estará insatisfecho, porque Dios creó al hombre inherentemente dependiente.

  Una mujer también representa debilidad (1 P. 3:7). Nosotros los seres humanos debemos reconocer que somos débiles. Somos débiles porque somos humanos. No piense que su esposa es un vaso débil y que usted es uno fuerte. Aunque esto puede ser cierto figurativamente, de hecho, ambos, el hombre y la mujer, son débiles. En algunos casos, en lo que atañe a las cosas espirituales, los hermanos son más débiles que las hermanas. Cuando el Señor estaba próximo a ser traicionado y llevado a la muerte, las hermanas mencionadas en el Nuevo Testamento fueron más fuertes que los hermanos. Las hermanas fueron mucho más fuertes durante la muerte, resurrección y ascensión del Señor. Incluso con respecto a amar al Señor, María fue la más fuerte. Así que, hermanos, no piensen orgullosamente que ustedes son los más fuertes. Todos somos humanos y como humanos fuimos hechos débiles y dependientes para que tengamos que confiar en el Señor.

  El significado de una mujer también incluye un anhelo y una sed interior, las cuales fueron creadas por Dios. Por supuesto, el hombre tiene necesidad de una mujer como su ayuda idónea, pero la mujer necesita al hombre mucho más. Una mujer siempre tiene el anhelo y el deseo de tener satisfacción. En la naturaleza humana, tanto en el hombre como en la mujer, siempre existe una sed interior por la satisfacción. El Señor creó esta sed para que lo buscáramos a Él. Si usted a menudo siente sed y una carencia interior, éstas son señales de que usted es una mujer. Su necesidad de confiar en los demás, su sentido de dependencia, su debilidad, su anhelo por satisfacción, todo ello es un indicio de que usted es una mujer.

A. Al Salvador “le era necesario pasar” por el lugar donde se encontraba la pecadora

  Debemos prestar mucha atención a Juan 4:4: “Y le era necesario pasar por Samaria”. La expresión clave de este versículo es “le era necesario”. Sin duda, esta mujer samaritana era conocida de antemano y predestinada por Dios el Padre en la eternidad pasada (Ro. 8:29). Ciertamente ella había sido dada por el Padre al Señor Jesús (Jn. 6:39). Esta mujer samaritana tan baja, común e inmoral, le fue dada al Señor por el Padre. Por lo tanto, el Señor tenía la carga de ir a Samaria para cumplir la voluntad del Padre. Más tarde, Él le dijo a Sus discípulos: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra” (4:34). El Señor fue a Samaria a hacer la voluntad de Dios, la cual era encontrar a esa inmoral mujer samaritana. Él la buscaba para convertirla en una adoradora del Padre. Valía la pena que el Señor fuera a Samaria por esta única alma. Conforme a la historia, ningún judío pasaría jamás por Samaria. Samaria era la ciudad principal del reino del norte de Israel, y el lugar donde estaba su capital (1 R. 16:24, 29). Antes del año 700 a. de C. los asirios tomaron Samaria y llevaron gente de Babilonia y de otros países paganos a las ciudades de Samaria (2 R. 17:6, 24). Desde ese tiempo los samaritanos vinieron a ser un pueblo de sangre mezclada, paganos mezclados con judíos. La historia relata que ellos tenían el Pentateuco (los cinco libros de Moisés) y que adoraban a Dios conforme a esa parte del Antiguo Testamento, pero nunca fueron reconocidos por los judíos como parte de su pueblo.

  Aunque los judíos jamás pasarían por Samaria, el Señor Jesús tuvo la carga de hacerlo. Le era necesario pasar por ahí, no porque geográficamente le fuera necesario, sino por causa de la voluntad del Padre. Por esta causa, le era necesario pasar por aquella región. El Señor sabía que, a mediodía, una mujer inmoral estaría junto al pozo.

B. El Señor llegó a la herencia tradicional religiosa de la pecadora: el pozo de Jacob

  Leamos los versículos 5 y 6: “Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta”. Dígame, ¿quién fue el primero en llegar al pozo de Jacob, la pecadora o el Salvador? ¡Qué maravilloso es el hecho de que el Señor llegó allí primero! En mis primeros años de creyente cuando leía este pasaje, me emocionaba con muchos de sus detalles. Más tarde, al predicar el evangelio una vez, di un largo mensaje acerca de la mujer samaritana, incluyendo cada detalle. Vi en ese tiempo que el Señor Jesús tenía que llegar al pozo antes que aquella inmoral y caída mujer samaritana. Él llegó al pozo, y la esperó.

  El Señor era soberano y muy sabio. Antes de que la mujer llegara, Él encontró una buena excusa para enviar a todos Sus discípulos a la ciudad. Si alguno de los discípulos hubiera estado allí, no hubiera sido muy bueno. Si Sus discípulos hubieran estado presentes no le habría sido muy oportuno al Señor hablarle a la mujer inmoral acerca de Sus maridos. Así que, el Señor en Su soberanía y sabiduría, envió a los discípulos a la ciudad a comprar comida. Tal vez el Señor pensaba: “Por favor, dejadme solo, estoy esperando a esa mujer inmoral. Debido a que es inmoral, no quiere ver a nadie ni hablar con nadie, pero Yo voy a tocar su conciencia con la historia de todos sus esposos. Vosotros, los discípulos, debéis iros”. Sin la excusa de comprar alimento ¿cómo hubiera podido enviar a los discípulos a otra parte? Mientras los discípulos fueron a comprar comida, la mujer vino. Cuando era joven y vi ese cuadro, adoré al Señor. Supongamos que el Señor estuviera en una casa a medianoche, y esta mujer fuera a esa hora para hablar con Él, y los discípulos vieran esto. Ellos probablemente habrían dicho: “¿Qué estáis haciendo aquí? Jesús, Tú eres un hombre de poco más de treinta años, y ella es semejante mujer. ¿Qué está pasando aquí?”. El Señor, en Su soberanía y Su sabiduría, esperó a que llegara la mujer en la plena luz del día y en un lugar público. Aunque estaban al aire libre no había nadie más allí que escuchara la conversación. Cuando el Señor Jesús y la mujer samaritana terminaron de hablar, los discípulos regresaron y los vieron, pero no tuvieron nada que decir. Aquella entrevista no sucedió en un cuarto privado, sino al aire libre. ¡Cuán sabio era el Señor Jesús!

  El punto aquí es el siguiente: el Salvador sabe dónde está el pecador y conoce su verdadera situación. El Señor Jesús fue al pozo, envió lejos a todos Sus discípulos, y se sentó junto al pozo para esperar a que la mujer se acercara. Si usted mira retrospectivamente a su experiencia de salvación, se dará cuenta de que, al menos hasta cierto grado, este mismo principio operaba allí. Usted no fue al cielo, sino que el Señor vino a usted. Él descendió al mismo lugar donde usted estaba. Yo nací en China, pero el Señor Jesús fue ahí. Un día Él me esperaba en cierto lugar, y yo fui capturado por Él. ¿Y qué diría usted acerca de su experiencia? Usted tampoco fue a encontrar al Salvador, ¿no es cierto? El Salvador vino a usted. Algunos han sido salvos como resultado de un accidente automovilístico. No obstante, ellos deben entender que antes de que el accidente ocurriera, el Señor ya estaba esperando tener un encuentro con ellos. Todos fuimos salvos de esta manera. Esto es maravilloso.

  Mientras el Señor Jesús esperaba que la pecadora llegara, Él tenía sed. Así que, en este segundo caso vemos a un Salvador sediento y a una pecadora sedienta. Usted puede pensar que tiene sed, pero su sed es una señal de que el Salvador está sediento. El Salvador está sediento de nosotros, porque para Él nosotros somos el agua que apaga Su sed. ¿Se da cuenta de que usted es el agua que apaga la sed del Salvador? Parece que el Salvador dijera: “Nada puede satisfacerme, sino tú. Yo tengo millones de ángeles en los cielos, pero ninguno de ellos puede satisfacerme. Yo he venido a la tierra a buscar el agua que apaga la sed. Tú eres esa agua”. Tal vez usted sea muy humilde y diga: “No. Él es mi agua viviente. ¿Cómo puedo yo ser el agua que apaga Su sed?”. No obstante, el Señor Jesús lo necesita, porque sin usted, nunca podrá estar satisfecho.

  Al principio, tanto el Salvador como la pecadora tenían sed, y el Salvador además tenía hambre. La pecadora estaba sedienta y fue a sacar agua para saciar su sed. El Salvador tenía hambre y sed. Él envió a los discípulos a comprar comida para alimentarse y pidió a la pecadora que le diera de beber. Finalmente ni el Salvador ni la pecadora bebieron ni comieron nada, sin embargo, ambos fueron satisfechos. ¡Esto es maravilloso! La pecadora bebió del Salvador, y el Salvador bebió de la pecadora, y ambos fueron satisfechos. Los discípulos estaban sorprendidos. Cuando ellos regresaron con la comida, le instaron a que comiera, pero Él dijo: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis” (4:32). La pecadora fue satisfecha con el agua viva del Salvador, y el Salvador fue satisfecho con la voluntad de Dios, al satisfacer a la pecadora. Hacer la voluntad de Dios, la cual es satisfacer al pecador, es el alimento del Salvador. ¡Oh, el Señor como el Salvador tenía sed de usted y de mí! Un día Él nos obtuvo, y eso lo satisfizo.

C. La pecadora se acerca a su herencia religiosa

  La pecadora vino a su herencia religiosa a fin de sacar agua para su satisfacción. Cuando ella iba a sacar el agua, el Salvador le pidió que le diera agua para satisfacerle a Él. Siempre que el Señor nos pide algo, es un indicio de que Él lo necesita de la misma forma que usted lo necesita. Cuando usted tiene sed, el Señor también la tiene. Cuando el Señor le pide algo, usted también necesita lo mismo. Esto es muy significativo. Cuando usted está sin hogar, Él también lo está; y cuando Él está sin hogar, usted también lo está.

II. EL VACÍO DE LA TRADICIÓN RELIGIOSA Y LA PLENITUD DEL AGUA DE VIDA

  En los versículos del 9 al 14 vemos el contraste entre el vacío de la tradición religiosa y la plenitud del agua de vida. La mujer samaritana preguntó al Señor Jesús: “¿Acaso eres Tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (4:12). Por esta pregunta vemos que al padre de una religión se le concede la más alta posición. Para los samaritanos Jacob era lo más grande. Lo tomaban como su abuelo, considerándolo el más grande.

  La mujer samaritana también consideraba que el pozo de Jacob era el mejor. Esto significa que la herencia de la religión es considerada como la mejor.

  La mujer samaritana dijo al Señor: “Señor, no tienes vasija ... ¿De dónde, pues, sacas esa agua viva?” (v. 11). Esto significa que la tradición religiosa es considerada como lo más prevaleciente. Aunque la religión considera que su ortodoxia es lo más prevaleciente, no obstante, el “agua” de la religión nunca satisface la sed de los religiosos. Esto se comprueba con la respuesta del Señor en el versículo 13, donde dice: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed”.

  Cristo es más grande que el padre de cualquier religión. El versículo 10 dice: “Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido y Él te abría dado agua viva”. Si usted predica el evangelio en China, la gente le hablará acerca de Confucio. Cada raza y tribu afirma tener a alguien grande. Pero ninguno es superior a Cristo. Cristo es mayor que Jacob, Confucio, Platón y cualquier otro tipo de líder.

  Además, el don de Dios es mayor que la herencia de la religión. ¿Qué prefiere, el pozo de Jacob o el don de Dios? ¿Qué es el don de Dios? Si usted dice que el don de Dios es Cristo, ésa no es una respuesta del todo acertada. El don de Dios es la vida divina, porque en Romanos 6:23 dice que la dádiva de Dios es vida eterna. Esta vida divina será en nosotros una fuente de agua que salte para vida eterna (Jn. 4:14). Esta vida divina es mucho mejor que el pozo de Jacob. Si usted visita hoy el pozo de Jacob en Palestina, lo encontrará bajo el control de un monje armenio. Cuando yo visité este pozo, todo el que deseaba beber un vaso de agua de tal pozo tenía que pagar dos dólares. Sin embargo, todo eso es tradición hueca, sin ningún contenido. El agua de esa fuente es igual a cualquier otra.

  “Pedir” es mucho más eficaz que las prácticas tradicionales de la religión. El agua viva de Dios satisface nuestra sed y llega a ser una fuente de agua que salta para vida eterna. La sed producida por la muerte se sacia con la vida. En principio, esto también es convertir la muerte en vida.

  El Señor Jesús dijo a la mujer samaritana: “Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed” (v. 13). Esta declaración es simple pero su significado es muy profundo. El agua aquí representa el disfrute de las cosas materiales y el placer que se obtiene con el entretenimiento mundano. Nada de esto puede apagar la intensa sed del hombre. Por más “agua” material y mundana que tome uno, seguirá con sed. Cuanto más beba de esta “agua”, más sediento estará. Por ejemplo, con respecto a la educación, al hombre le gusta obtener títulos cada vez mayores. Después de recibir una licenciatura, procuran una maestría y después de eso, un doctorado. Otros pueden desear acumular diez mil dólares en una cuenta de ahorros, pero después de lograrlo desean tener cien mil, y después de los cien mil, un millón. Mientras más beba usted del agua terrenal, más sediento estará. Nunca trate de apagar su sed con ninguna clase de agua mundana. Aunque la mujer samaritana había tenido cinco esposos y vivía con un hombre que no era su esposo, ella todavía no estaba satisfecha. Nada podía apagar su sed. Algunas hermanas están obsesionadas con los vestidos. Sin embargo, ninguna mujer queda satisfecha con ningún tipo de vestido. Después de comprar uno, querrá un segundo y un tercero. Si usted tiene diez pares de zapatos, querrá quince pares. Algunas mujeres que tienen más de quince pares de zapatos aún no están satisfechas. Esta clase de agua jamás satisface a la gente. Sólo existe una “agua” que satisface a la gente por la eternidad, y es Jesucristo. Cristo satisface hoy, mañana y por la eternidad. Él es siempre nuevo y siempre fresco. Él siempre satisface. Así que, el Señor pudo decir a la mujer samaritana que todo el que beba del agua que Él da, no tendrá sed, porque esa agua será en él una fuente que salte para vida eterna.

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