Mensaje 39
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En la Biblia el número siete se compone de seis más uno, tres más cuatro o cuatro más tres. Las siete iglesias mencionadas en Ap. 2 y Ap. 3 se componen de tres más cuatro. Pero las siete parábolas dadas en Mt. 13 están compuestas de cuatro más tres. Las primeras cuatro parábolas fueron dadas por el Señor desde la barca, al aire libre. Estas son la parábola del sembrador, la de la cizaña, la de la semilla de mostaza y la de la levadura. Las últimas tres parábolas fueron dadas a los discípulos en la casa, en privado. Las parábolas referentes a la apariencia externa del reino fueron habladas públicamente por el Rey celestial desde la barca a las multitudes (vs. 2, 34), mientras que las tres parábolas siguientes fueron dadas en privado a los discípulos en la casa (v. 36). Esto indica que las cosas mencionadas en las últimas tres parábolas están aun más escondidas.
En cada una de las primeras cuatro parábolas se menciona algo relacionado con el comer. De manera que podemos ver que el tema de estas parábolas es el alimento. Dios quiere obtener un pueblo sobre la tierra que constituya Su reino, y que sea como alimento bueno para satisfacer a Dios y a los hombres. Pero el enemigo vino y sembró cizaña entre el trigo para impedir el crecimiento del trigo y hacerle daño. No obstante, algo de trigo ha crecido y se ha multiplicado, de manera que en la cuarta parábola tenemos la harina fina de trigo. El Señor Jesús sembró semillas de trigo porque Dios desea tener harina fina. Aunque Satanás, el enemigo de Dios, sembró cizaña entre el trigo para impedir su crecimiento, Dios no fue derrotado. Algo de trigo creció y produjo grano, y el grano fue molido hasta que fuese harina fina para hacer un pan. Mientras esto sucedía, Satanás hizo crecer anormalmente la hierba de mostaza, la que se esperaba fuera una fuente de alimento, y ésta se convirtió en un gran árbol. Como resultado, la mostaza perdió su función de producir alimento y se convirtió en un lugar de alojamiento para lo maligno. Este es un cuadro de la cristiandad de hoy. En las diferentes organizaciones cristianas podemos ver grandes edificios, numerosas oficinas y un sistema jerárquico complejo. Allí vemos las ramas del gran árbol, pero no encontramos harina fina ni hierba de mostaza. De acuerdo con la cuarta parábola Satanás hizo algo más, a saber, añadió levadura a la harina fina. Aquí vemos la sutileza de Satanás. Primeramente sembró cizaña entre el trigo para impedir su crecimiento; después hizo que la hierba de la mostaza creciera anormalmente hasta que perdió su función; y en tercer lugar, viendo que algo de trigo creció y produjo harina fina para hacer un pan que satisficiera a Dios y a los hombres, Satanás añadió levadura a la harina.
Las primeras cuatro parábolas están relacionadas con la labranza, o el campo de cultivo. En 1 Corintios 3:9 Pablo dice: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. En este capítulo vemos que la labranza de Dios finalmente produce oro, plata y piedras preciosas. ¡Cuán misterioso es que la producción del cultivo de Dios llega a ser oro, plata y piedras preciosas, los materiales que sirven como componentes del edificio de Dios. El cultivo de Dios produce fruto de vida, y ese fruto se convierte en los materiales que se usan en la edificación. Así que, la labranza de Dios produce el edificio de Dios.
En las primeras cuatro parábolas de Mateo tenemos la vida que crece, y en la parábola siguiente, el tesoro escondido en el campo. El tesoro debe de consistir en oro, plata y piedras preciosas; es probable que consisten principalmente en piedras preciosas. En la parábola siguiente encontramos la perla. La Nueva Jerusalén está edificada con oro, piedras preciosas y perla. El oro, las piedras preciosas y las perlas son los materiales apropiados para la edificación de la ciudad de Dios. En las primeras cuatro parábolas, el Señor reveló la vida que propicia que Cristo crezca para la formación del reino. En las siguientes dos parábolas El reveló el asunto de la transformación para la edificación. Esto nos regresa al pensamiento básico de la Biblia, que es vida y edificación. Las parábolas en Mateo 13 revelan los asuntos de la vida y la edificación. La vida es Cristo mismo como la semilla sembrada en nuestro ser. Esta vida crece dentro de nosotros y logra que Cristo crezca para la formación del reino. El crecimiento de esta vida finalmente produce piedras preciosas y perlas.
Después de invertir mucho tiempo en Mateo 13 me di cuenta de que el pensamiento básico de este capítulo es el mismo que vemos en 1 Corintios 3. En ambos capítulos tenemos la labranza o cultivo de Dios y Su edificación. Las primeras cuatro parábolas se relacionan con la labranza de Dios en la cual Cristo puede crecer para el establecimiento de Su reino, y las siguientes dos parábolas tienen que ver con la transformación que produce los materiales preciosos para la edificación de Dios. Si este asunto no nos impresiona, no podremos entender la quinta y sexta parábolas.
Hemos consultado en un buen número de libros acerca de Mateo 13, pero ninguno de ellos toca las profundidades de este capítulo. Ninguna de las interpretaciones ofrecidas por esos libros nos satisficieron. Si D.M. Panton dice que el tesoro escondido en el campo es el reino y que la perla es la justicia, entonces ¿por qué en Mateo 6:33 se nos pide buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia? La enseñanza prevaleciente en las Asambleas de los Hermanos no tocaba las profundidades de este capítulo. A pesar de que D.M. Panton vio que el tesoro escondido en el campo se refería al reino, no tuvo la visión clara acerca de la perla. En este mensaje veremos estas dos parábolas claramente.
El versículo 44 dice: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halló y luego escondió. Y gozoso por ello, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. El tesoro escondido en el campo debe consistir en oro o piedras preciosas, los materiales usados para la edificación de la iglesia y de la Nueva Jerusalén (1 Co. 3:12; Ap. 21:18-20). Puesto que la iglesia es el reino práctico hoy en día, y la Nueva Jerusalén será el reino manifestado en la era venidera, el tesoro escondido en el campo debe de representar al reino escondido en la tierra creada por Dios.
El campo mencionado en el versículo 44 es la tierra creada por Dios para Su reino (Gn. 1:26-28). En la Biblia la tierra representa el mundo creado por Dios, y el mar representa el mundo corrompido por Satanás. La tierra también representa a Israel, la nación judía, porque Israel fue escogido y apartado por Dios, y puesto en una situación específica por el Señor. Por lo tanto, el pueblo judío está delante de Dios al igual que la tierra creada por El. Según el mismo principio el mar también representa al mundo gentil, pues los gentiles son los pueblos que Satanás ha corrompido. Por tanto, en la Biblia la tierra y el mar representan dos cosas distintas cada uno.
Las primeras cuatro parábolas en Mateo 13 presentan una clara descripción del llamado cristianismo. Después de declarar estas parábolas, el Señor les dio privadamente a Sus discípulos las parábolas del tesoro escondido en el campo y de la perla procedente del mar. Si entendemos el significado que la Biblia le da a la tierra, sabremos que el tesoro escondido en el campo debe ser el reino, y que la perla producida en el mar debe ser la iglesia. El reino es verdaderamente un tesoro para el Señor. ¡Cuán precioso es el reino para El! La iglesia es también una perla de gran valor para El. El Señor está en constante búsqueda por dos cosas, el reino como el tesoro y la iglesia como la perla. Efesios 5:27 dice que Cristo se presentará a Sí mismo una iglesia gloriosa, que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante. Esta es la iglesia como la perla preciosa proveniente del mundo gentil.
El capítulo uno de Génesis dice que Dios creó la tierra y que creó al hombre a Su imagen con la intención de que éste ejerciera Su dominio sobre los animales, las aves y los peces. Este es el reino terrenal. No obstante, el hombre falló. Pero en el salmo 8 se presenta una profecía. El primer versículo de este salmo dice: “¡Oh Jehová, Señor nuestro. Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!” Cuando Dios extienda Su dominio en toda la tierra Su nombre será santificado y exaltado sobre ella. Salmos 8:6 dice, refiriéndose al hombre: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies”. Los versículos posteriores revelan que el hombre tiene el dominio sobre las bestias del campo, las aves de los cielos, y los peces del mar. Hebreos 2 revela que el hombre descrito en el salmo 8 es Cristo. Cristo es el hombre que introduce el dominio de Dios a la tierra y hace que el nombre de Dios sea excelente sobre ella. De manera que este hombre es el Cuerpo de Cristo, el tesoro sobre la tierra, el reino.
Daniel 2 indica que la tierra estará bajo varias clases de poder mundano, y que Cristo será la piedra que vendrá de los cielos y destruirá esos poderes mundanos (Dn. 2:34-35, 44-45). Esta piedra finalmente llegará a ser un gran monte que llenará toda la tierra. La piedra es Cristo y el gran monte es Cristo agrandado para ser el reino universal sobre la tierra. Todo esto está relacionado con el tesoro en la tierra. Apocalipsis 11:15 dice: “El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y El reinará por los siglos de los siglos”. Esto se cumplirá durante el milenio, cuando el reino de Cristo llene toda la tierra. Sin duda alguna éste es el tesoro escondido en el campo “el cual un hombre halló y luego escondió. Y gozoso por ello, va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. Este hombre es Cristo, quien encontró el reino de los cielos en Mateo 4:12—12:23. Lo escondió en Mateo 12:24—13:43, y gozoso por ello fue a la cruz en Mateo 16:21; 17:22-23; 20:18-19; y 26:1—27:52, para vender todo lo que tenía y comprar el campo, es decir, redimir para el reino la tierra creada que se había perdido. Cristo primero encontró el tesoro cuando salió a predicar y declaró: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado”. Cuando el rechazo de los judíos hacia el Señor llegó a su punto culminante, El los abandonó. De ahí en adelante el Señor escondió el tesoro. Entonces fue a la cruz a comprar no sólo el tesoro sino también el campo, y de esta manera redimir la tierra creada por Dios.
Cristo fue a la cruz a redimir la tierra creada por Dios porque en ella se encontraba el reino, el tesoro. Por causa del reino, el tesoro, Cristo redimió la tierra creada por Dios. Para poder tener el reino sobre la tierra El debía redimirla, pues ésta había sido contaminada y dañada por la caída de Satanás y por el pecado del hombre. El Señor vendió todo lo que tenía y compró la tierra, o sea que en la cruz El sacrificó todo lo que tenía, con el fin de redimir la tierra, por causa del tesoro del reino. Sin duda la práctica de este reino es la vida de la iglesia. Pero su manifestación está relacionada con la redención de la nación de Israel. Durante el milenio la tierra será el reino de Cristo. En ese tiempo, la nación de Israel será el centro de este reino. Por lo tanto, el reino se relaciona principalmente con la nación de Israel.
Los versículos 45 y 46 dicen: “También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas, y habiendo hallado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”. El comerciante aquí es Cristo, quien busca la iglesia para Su reino. Después de encontrarla en Mateo 16:18 y 18:17, fue a la cruz y vendió todo lo que tenía y la compró para obtener el reino.
En el versículo 46 vemos la obra del Rey celestial al obtener la perla de gran precio. En la cruz El vendió todo lo que tenía y compró la perla. La perla se produce en las aguas muertas (el mundo saturado de muerte) por la ostra viva (el Cristo viviente), que cuando es herida por un grano de arena (el pecador) y segrega su jugo vital sobre el grano de arena que la hiere (el creyente); esta perla es también uno de los materiales usados en la edificación de la Nueva Jerusalén. Puesto que la perla proviene del mar, que representa el mundo corrompido por Satanás (Is. 57:20; Ap. 17:15), debe de referirse a la iglesia, la cual está constituida principalmente por creyentes regenerados provenientes del mundo gentil y es de gran valor.
El Señor no sólo desea tener el reino, sino también una iglesia gloriosa, la perla. Hemos señalado que de acuerdo con Apocalipsis 21, la Nueva Jerusalén se edifica con piedras preciosas y perlas. En otras palabras, la Nueva Jerusalén es una combinación del tesoro y de la perla. En Mateo 13, tanto el tesoro en el campo como la perla que es producida en el mar, representan lo mismo. Pero en Apocalipsis 21 éstos están combinados en una sólo entidad. La Nueva Jerusalén es ambos, el reino y la iglesia. En Mateo 16 los términos” iglesia” y “reino” se utilizan para expresar la misma entidad. Primero el Señor dijo: “Yo edificaré Mi iglesia”; y luego: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. El hecho de que estos términos sean usados indistintamente significa que la iglesia y el reino son una misma cosa. Finalmente, en la Nueva Jerusalén el reino y la iglesia llegan a ser una entidad.
Hasta este punto algunos deben estar preguntándose. Ya que el reino es la iglesia y la iglesia es el reino, ¿cuál es la diferencia entre ambos? Esto nos introduce a un asunto difícil de entender. Permítanme abordar dicho asunto preguntándoles lo siguiente: “Los que pertenecemos al recobro del Señor, ¿en dónde estamos, en la iglesia o en el reino?” Es correcto decir que estamos en ambos, en la iglesia y en el reino, pero debemos saber en qué sentido estamos en la iglesia y en qué sentido estamos en el reino. Dicho de otra manera, debemos saber en qué aspecto somos el tesoro y en qué aspecto somos la perla. Como el reino, somos algo de la tierra creada por Dios y redimida por Cristo; y como la iglesia, somos algo que emerge del mundo corrompido por Satanás y condenado por Dios. El tesoro, el símbolo del reino, está escondido en la tierra. De manera que está totalmente relacionado con la tierra. Pero la perla, el símbolo de la iglesia, no tiene nada que ver con la tierra, pues es algo producido en el mar. Esta perla, tan fina y maravillosa, es producida en el mar, el cual está corrompido por Satanás y condenado por Dios. Como la iglesia, somos aquellos que hemos emergido del mundo, pero no tenemos ninguna relación con éste. Aunque somos la perla que salió del mar, no estamos más en el mar. Hemos sido regenerados para ser convertidos en una preciosa perla. Ya que cambiamos de naturaleza no tenemos nada que ver con el mundo corrupto. Además, como somos el reino, no tenemos nada que ver con el mundo corrompido de Satanás, sino que estamos relacionados con la tierra creada por Dios y redimida por Cristo. Por un lado, hemos terminado con el mundo; por otro, estamos edificando algo sobre la tierra. No estamos edificando una torre de Babel, sino el reino de los cielos. Como dice Mateo 6:10: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. El reino de Dios no puede ser establecido en el mar, y la voluntad de Dios no puede ser cumplida en el mundo corrompido por Satanás. La voluntad de Dios debe ser cumplida en la tierra que El creó, y Su reino debe ser establecido en la tierra redimida por Cristo. Al mismo tiempo estamos en ambos, en el reino y en la iglesia, en la perla y en el tesoro.
Cuando la Nueva Jerusalén venga, no habrá más mar, y aun la tierra será renovada (Ap. 21:1). En la nueva tierra habrá una combinación del tesoro y la perla, del reino y la iglesia. En la Nueva Jerusalén el tesoro ya no estará escondido en el campo, sino edificado sobre el terreno del campo. En esa combinación de tesoro y perla, el tesoro estará edificado junto con la perla. Si tienen esta visión, podrán ver que aun entre nosotros hoy, el reino y la iglesia están edificados juntos. No tenemos dos entidades sino solamente una. Por un lado, esta entidad es el tesoro, el reino; pero por otro, es la perla, la iglesia.
Entre nosotros en el recobro del Señor no debe haber mar. En lugar de mar debemos tener la tierra renovada. Pero suponga que usted visita la iglesia en Anaheim, y en muchos de los hogares no escucha otra cosa que chismes. Esta sería una señal de que el mar está presente en esos hermanos y hermanas. Aunque una iglesia esté llena de chismes, sigue siendo la iglesia, es una iglesia que se encuentra en las aguas del océano. Tal iglesia no puede ser el reino. Es la perla, pero no el tesoro. Pero suponga que en todos los hogares de la iglesia en Anaheim no hay chismes, criticas ni palabras ociosas, sino por el contrario, encontramos sólo la experiencia de Cristo y de la iglesia. En tal caso, no habrá mar, sino vida, luz y transformación. Tal iglesia es la tierra renovada para el reino. En cada hogar usted encontrará la vida humana apropiada, e inmediatamente tendrá la sensación de que allí no hay más mar, sólo la tierra renovada. Sobre esta tierra renovada está la Nueva Jerusalén compuesta por la perla y el tesoro. Esta no es únicamente la iglesia sino también el reino. En tal iglesia usted encontrará el tesoro en el campo y la perla que provino del mar.
Por medio de este cuadro podemos ver que la iglesia puede ser ambos, la perla y el tesoro. Cuando somos la perla estamos fuera del mar, fuera del mundo; y cuando somos el reino, estamos sobre la tierra. Sin embargo, no estamos en la tierra en una manera subyugada sino en una manera reinante, pues estamos sobre la tierra como el reino de los cielos. Esta no debe ser una mera doctrina para nosotros; debe ser nuestra práctica diaria genuina. Si nuestra conversación está llena del hablar mundano, acerca del dinero o de las películas, será una señal de que estamos llenos de las cosas del mundo corrompido de Satanás. Esto es el mar. Pero si entre nosotros no hay chismes ni críticas, sino Cristo, la iglesia y la transformación, esto será una señal de que estamos en la nueva tierra. Entre nosotros aquí en Anaheim tenemos la nueva tierra. En esta nueva tierra tenemos el tesoro, que es el reino, y la vida humana apropiada. Hoy este tesoro ya no está escondido, sino que se encuentra en la superficie de la tierra. Para la gente mundana y para los judíos cegados, este tesoro está escondido en la tierra. ¡Alabado sea el Señor porque nosotros tenemos este tesoro en la tierra renovada! Nadie de los que están afuera o en incredulidad entienden esto. En ocasiones ellos dicen: “No entendemos a estos hermanos. No sabemos lo que están haciendo. Sin embargo, nos damos cuenta de que son gente buena”. Este es el tesoro, la evidencia de que nosotros llevamos una vida humana apropiada sobre la tierra creada por Dios y redimida por Cristo. Durante el milenio, ante los ojos de Dios la tierra entera será un tesoro.
En la primera de las cuatro parábolas descritas en Mateo 13 vemos únicamente el crecimiento en vida, no vemos nada de transformación. En esas parábolas tenemos el trigo, la semilla, la mostaza, y la harina fina. ¡Alabado sea el Señor por las dos parábolas siguientes! No tenemos únicamente cuatro parábolas acerca del crecimiento en vida, sino también dos parábolas acerca de la transformación. La transformación nos hace perlas y piedras preciosas, perlas para la iglesia y piedras preciosas para el reino. Por un lado, estamos fuera del mundo y no tenemos nada que ver con este mundo corrupto. Por otro, estamos viviendo sobre la tierra con la vida humana apropiada. Para nosotros no hay más mar, sino sólo la tierra seca creada por Dios y redimida por Cristo, en la cual vivimos. Esto no es sólo la iglesia como la perla, sino también el reino como el tesoro. Alabo al Señor porque soy parte de la perla y del tesoro. Como parte de la perla no tengo ninguna relación con el mundo corrupto. Pero como parte del tesoro estoy muy interesado en esta tierra. Yo no deseo ir al cielo. Prefiero estar aquí en esta buena tierra donde no hay más mar. Nosotros somos la perla y también el tesoro. Estamos fuera del mundo pero permanecemos sobre la tierra. Esta es la interpretación correcta de estas dos parábolas.