Mensaje 8
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Mt. 3:1-17; 4:1-11 trata del ungimiento del Rey. Esta sección del Evangelio de Mateo tiene tres partes: el Rey recomendado (Mt. 3:1-12), el Rey ungido (Mt. 3:13-17), y el Rey puesto a prueba (Mt. 4:1-11). En este mensaje y en el siguiente, consideraremos la recomendación del Rey.
El capítulo tres de Mateo abarca la recomendación del Rey y Su ungimiento. En este capítulo, primero se recomienda a Juan el Bautista, el que recomendó al Rey. Mateo 3:1 dice: “En aquellos días Juan el Bautista apareció”.
Juan el Bautista nació para sacerdote (Lc. 1:5, 13). En el estudio-vida de Génesis vimos que la primogenitura incluyó tres cosas: la porción doble de la tierra, el sacerdocio y el reinado. Rubén, el primogénito de Jacob, debiera haber recibido las tres cosas de la primogenitura. Sin embargo, debido a su contaminación, perdió la primogenitura. Como resultado, la porción doble de la tierra pasó a José, el sacerdocio a Leví, y el reinado a Judá. La función principal del sacerdocio es llevar a los hombres a Dios, y la función principal del reinado es llevar a Dios a los hombres. Conforme a la Biblia, los sacerdotes llevaban a los hombres a Dios para que éstos obtuvieran Su bendición. Esto es el servicio sacerdotal. Los reyes representaban a Dios y llevaban a Dios a los hombres. Así que, el reinado es el ministerio que lleva a Dios a otros para que éstos ganen más de El. Por medio de este tráfico de ir y regresar, el hombre y Dios, Dios y el hombre, disfrutan una verdadera comunión, la comunión genuina. Con el tiempo, el hombre y Dios llegan a ser uno. Este es el ministerio de los sacerdotes y de los reyes.
El primer ministerio del Antiguo Testamento fue el sacerdocio. Luego vino el reinado. Todos los libros antes de 1 Samuel tratan del sacerdocio. La segunda sección del Antiguo Testamento, la cual trata del reinado, empieza con 1 Samuel. En este libro, Samuel representa el sacerdocio y David representa el reinado. Samuel, el sacerdote, hizo entrar al rey David. El sacerdocio trae el reinado. Es lo mismo en la vida de iglesia hoy en día. Si somos sacerdotes genuinos, llegaremos a ser reyes también, porque el sacerdocio siempre trae el reinado. Primero somos sacerdotes, los que llevan a otros a la presencia de Dios. Luego llegamos a ser reyes, los que llevan a Dios a otros.
Todos los evangelistas verdaderos son reyes. Si usted no es rey, no tiene los requisitos para predicar el evangelio. En 28:18 y 19 de Mateo el Señor Jesús, el Rey del reino, dijo: “Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. Aquí el Señor dijo a los discípulos que fuesen con Su autoridad. Los que van con la autoridad del Señor son reyes en el reino del cielo. Indudablemente El comparte esta potestad con nosotros. Por eso, debemos ir y hacer discípulos a las naciones, es decir, predicar el evangelio para subyugar a los rebeldes. Cuando vamos a predicar el evangelio, debemos ir como reyes.
Muchos cristianos no conocen el secreto que Dios guarda en cuanto a Su economía. Cuando usted sienta por dentro que debe predicar el evangelio, primero tiene que llevar a cabo la función del sacerdocio. Para poder predicar el evangelio, primero debe acudir a Dios como sacerdote y llevar a los hombres a El. Usted recibirá la autoridad y será ungido, y luego procederá de la presencia de Dios como rey. La verdadera predicación del evangelio es la promulgación de un edicto regio. Es la proclamación del mandato de un rey. Consideremos la predicación hecha por Pedro el día de Pentecostés. Aunque era un pescador joven de Galilea, era en realidad un rey. Cada evangelista debe ser un rey.
Hemos visto que el sacerdote hace entrar al rey, lo cual ocurrió por primera vez cuando Samuel presentó al rey David. En el capítulo tres de Mateo vemos a otro Samuel, es decir, a Juan el Bautista, quien era sacerdote de la tribu de Leví. Mateo 3 testifica de la coherencia de la Biblia, porque aquí vemos a Juan, descendiente de la tribu sacerdotal, es decir, de la tribu de Leví, recomendando al que procedió de la tribu real, la tribu de Judá. En Mateo 3 Juan era como Samuel, y Jesús era como David. Allí en el desierto Juan llevaba la gente a Dios. Por ende, era un sacerdote auténtico. Mientras Juan llevaba a otros a Dios, el Rey vino, y Juan lo recomendó. El Rey llevó a Dios al hombre. Juan llevó al hombre a Dios, y Jesús llevó a Dios al hombre.
Nosotros somos pecadores, y como tales llegamos a Dios por medio del ministerio de Juan. Al arrepentirnos entramos en la presencia de Dios. Eso fue el ministerio del sacerdocio, el ministerio de Juan el Bautista. Todos entramos en la presencia de Dios por medio de Juan. Juan era el que nos hizo volver a Dios. Luego el nuevo rey David, Jesucristo, trajo a Dios a nosotros. Mediante el ministerio de Juan, el cual nos llevó a arrepentirnos, y a través del ministerio de Jesús, el cual nos impartió la vida, todos nosotros fuimos hechos sacerdotes y reyes. En la actualidad somos la continuación, no sólo del sacerdote Juan el Bautista, sino del Rey, Jesucristo. Si usted es un cristiano adecuado, usted es en primer lugar el Juan de hoy, y en segundo lugar el Jesús de hoy. Ustedes los jóvenes, al salir a los campos universitarios, deben ir como sacerdotes auténticos. Deben decir: “Señor, tenga misericordia de estas personas. Oh Señor, recuerda a todos estos jóvenes. Te los llevo”. Esto es el sacerdocio, el ministerio de Juan el Bautista. Después de llevar a otros a Dios, inmediatamente, en cierto sentido, ustedes llegarán a ser el Cristo que trae a Dios a ellos para que obtengan a Dios. Esto es el sacerdocio de hoy y el reinado actual.
Aunque Juan el Bautista nació como sacerdote, abandonó la posición de sacerdote. Era por nacimiento un sacerdote según las figuras y las sombras, pero no era en realidad un sacerdote verdadero. En 3:1 Juan apareció predicando en el desierto como verdadero sacerdote. La predicación de Juan el Bautista era la iniciación de la economía neotestamentaria de Dios. No predicaba en el santo templo ni en la ciudad santa, donde la gente religiosa y culta adoraba a Dios según sus ordenanzas bíblicas, sino en el desierto y de manera “salvaje”, o sea, sin observar los viejos reglamentos. Esto indica que la vieja manera de adorar a Dios según el Antiguo Testamento fue renunciada y que una manera nueva estaba a punto de manifestarse. Aquí el desierto indica que la manera nueva de la economía neotestamentaria de Dios está opuesta a la religión y a la cultura. También indica que nada de lo viejo había permanecido y que algo nuevo estaba por ser edificado.
La dispensación de la ley fue terminada con la llegada de Juan el Bautista (11:13; Lc. 16:16). Después del bautismo realizado por Juan, la predicación del evangelio de paz se comenzó (Hch. 10:36-37). La predicación de Juan fue el comienzo del evangelio (Mr. 1:1-5). Así que, la dispensación de gracia empezó con Juan.
Juan, el sacerdote nuevo, así como Jesús, el Rey nuevo, no estaba en conformidad con la vieja manera. Según ella, los sacerdotes se quedaban en el santo templo en la ciudad santa, llevaban vestiduras sacerdotales, comían el alimento sacerdotal y observaban los ritos de los sacerdotes. Pero todo esto fue terminado al llegar Juan el Bautista, pues aquello no era la realidad sino una sombra. La realidad vino con la llegada de Juan el Bautista, el verdadero sacerdote. Juan, como el sacerdote verdadero, vino para devolver a la gente a Dios. Eso fue su ministerio.
Juan cumplió su ministerio al vivir de una manera completamente opuesta a la religión y a la cultura y fuera de ellas. Mateo 3:4 dice: “Este mismo Juan tenía un vestido de pelo de camello, y un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre”. Según la ley, Juan, quien era sacerdote, debía haber llevado la vestidura sacerdotal, la cual era hecha del lino fino (Ex. 28:4, 40-41; Lv. 6:10; Ez. 44:17-18), y debía haber comido el alimento sacerdotal, el cual se componía principalmente de la harina fina y la carne de los sacrificios que el pueblo de Dios le ofrecía a El (Lv. 2:1-3; 6:6-18, 25-26; 7:31-34). No obstante, Juan hizo todo al revés. Tenía un vestido de pelo de camello, y un cinto de cuero alrededor de sus lomos, y comía langostas y miel silvestre. Todas estas cosas son incivilizadas e incultas; no están en conformidad con las reglas religiosas. El hecho de que un sacerdote llevara pelo de camello fue un gran choque para la mente religiosa, porque el camello era considerado inmundo según los preceptos levíticos (Lv. 11:4). Además, Juan no vivía en un lugar civilizado, sino en el desierto (Lc. 3:2). Todo esto indica que había abandonado por completo la dispensación antiguotestamentaria, la cual se había convertido en cierto tipo de religión mezclada con la cultura humana. Su intención era llevar la economía neotestamentaria de Dios a los hombres, la cual está constituida sólo de Cristo y del Espíritu de vida.
Hemos visto que durante los tiempos de Juan ser sacerdote tenía que ver con guardar una religión, llevar las vestiduras sacerdotales, comer el alimento sacerdotal y vivir en una morada sacerdotal. Cuando alguien actuaba como sacerdote, todo el mundo le consideraba una persona religiosa, o sea, alguien que participaba en la religión. Pero en el capítulo 3 de Mateo vemos a un sacerdote verdadero. En vez de permanecer en la morada sacerdotal, salió al desierto, a un lugar silvestre donde no existía la religión ni la cultura. Allí en el desierto vivía de manera “salvaje”, comiendo langostas y miel silvestre. La miel que comía no era la miel cultivada y procesada, la cual se vende en las tiendas hoy en día, sino una miel silvestre. Juan era un sacerdote verdadero que vivía de manera tan “salvaje”. No obstante, si uno intentara imitarlo, sería falso.
Verdaderamente Juan vivía fuera de la religión y de la cultura. Además de comer lo silvestre, se vestía de pelo de camello. Fíjese en que la Biblia no dice que se vestía de piel de camello, la cual hubiera sido algo refinado, sino de pelo de camello, el cual debía de haber sido algo tosco. Además, su cinto de cuero probablemente no era muy refinado. Juan, de verdad, era “salvaje”. No obstante, éste era el sacerdote verdadero que recomendó al Rey.
Desde los tiempos de Juan el Bautista hasta estos días, muchos han sido devueltos a Dios por medio de su ministerio. Cuando digamos a otros que se arrepientan, debemos recordar a Juan el Bautista.
El ministerio de Juan el Bautista estaba fuera de la religión y de la cultura. Cuando Juan nació, existían dos cosas principales en Jerusalén: la religión hebrea y la cultura grecorromana. Sin embargo, Juan no permaneció en Jerusalén donde, sin lugar a dudas, vivían sus padres. Salió de Jerusalén y fue al desierto donde no se encontraba la religión ni la cultura, sino la naturaleza. Juan ministró allí en el desierto llevando a los hombres a Dios y presentando al Rey, el que representaba a Dios, a ellos. Esto indica claramente que, durante los tiempos de Juan, la edad se cambió, de la vieja dispensación a la nueva, de las sombras y figuras a la realidad. Aquellos sacerdotes, los que llevaban las vestiduras sacerdotales, comían el alimento sacerdotal, y permanecían en la morada sacerdotal quemando el incienso y llevando a cabo las funciones sacerdotales, nunca llevaron a nadie a Dios. Pero Juan, el que era “salvaje”, irreligioso e inculto, llevó a centenares a El. También presentó al Rey a los hombres. Este Rey era aquel que llevó a Dios a las personas arrepentidas.
Cuando el Rey era presentado a los hombres y ellos eran verdaderamente devueltos a Dios, el reino se aparecía inmediatamente. El Rey y el pueblo constituyen el reino. El reino estaba allí porque tanto el Rey como el pueblo estaban allí. El Nuevo Testamento comienza con el sacerdocio genuino que trae el reinado genuino. El sacerdote verdadero presentó al Rey verdadero, lo cual hizo entrar el reino.
El mensaje de Juan fue: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (v. 2). Tenían que arrepentirse porque el reino venía y el Rey ya estaba. Nosotros también necesitamos arrepentirnos para que el Rey nos gane como pueblo Suyo. Después de arrepentirnos, el Rey nos obtiene y nosotros le obtenemos a El, proceso por el cual nosotros y el Rey llegamos a ser el reino. El reino viene inmediatamente después del Rey. Si recibimos al Rey y si El nos acepta como Su pueblo, el reino está presente de inmediato. ¿Por qué el reino no ha venido todavía? Porque usted no ha recibido al Rey, y El no le ha obtenido a usted. Por estar usted muy lejos de El todavía, El no ha logrado obtenerle. Por esto, el reino no ha llegado, sino que está esperando a que usted se arrepienta. Si usted se arrepiente, el Rey le obtendrá a usted, usted obtendrá al Rey, y el reino estará presente.
Muchos cristianos que predican el evangelio hoy en día, no conocen los principios divinos de la economía de Dios. Si queremos ser evangelistas auténticos, los verdaderos predicadores del evangelio, debemos primero ser Juan el Bautista. Esto significa que debemos ser sacerdotes; no los sacerdotes oficiales, los sacerdotes en sombra, sino sacerdotes genuinos, en realidad. Después de llegar a ser sacerdotes de esta índole, debemos también ser Jesucristo. Esto significa que debemos ser el Rey que lleva a Dios a otros. Cuando acudimos a Dios orando por otros, cumplimos la función sacerdotal de llevar a otros a Dios. Pero cuando salimos de la presencia de Dios y vamos al pueblo, somos los reyes y llevamos a Dios a ellos. Si hacemos esto, ellos se arrepentirán al Rey, el Rey los obtendrá y el reino estará presente.
En la actualidad la vida adecuada de iglesia es el reino. Todos nosotros nos hemos arrepentido, el Rey nos ha obtenido y nosotros lo hemos recibido. Ahora somos uno con el Rey, y el reino está aquí con nosotros. ¡Aleluya, el reino está aquí ahora mismo! Todo esto depende de aquel que recomienda.
Mi carga en este mensaje es hacer hincapié en lo relacionado con el que recomienda. ¿Es usted el recomendador de Cristo hoy en día? Si usted lo es, debe estar seguro de que no está en la religión ni en la cultura. Todos debemos estar en el desierto, en un ambiente “salvaje” y no en lo religioso ni lo culto. El ambiente adecuado es lo que está fuera de la religión y de la cultura y lleno de la presencia de Dios.
Cuando Juan estaba allí en el desierto, era un gran imán que atraía grandes multitudes a sí mismo. Es por esta razón que el versículo 5 dice: “En ese entonces salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la región de alrededor del Jordán”. Debido a su poder atrayente, muchos salieron a Juan el Bautista. Espero que los jóvenes que van a los campos universitarios estarán allí como imanes. Si son imanes, otros acudirán a ustedes en tropel. Primero ustedes serán los sacerdotes designados por Dios para introducir a otros en Su presencia. Luego podrán presentar al Rey celestial a ellos. En aquel tiempo, no sólo presentarán al Rey a otros, sino que, en realidad, ustedes serán reyes. Así, darán un mandato a otros, y muchos se volverán a Cristo. De este modo Cristo obtendrá las personas, y ellas lo obtendrán a El. Inmediatamente, el reino aparecerá en los campos universitarios. Esta es la manera apropiada de predicar el evangelio.
Hemos visto que el sitio donde se hizo la recomendación no se encontraba en la ciudad santa ni en el templo santo, sino en el desierto. El versículo 1 dice que Juan el Bautista apareció predicando en el desierto, y el versículo 3 dice: “Pues éste es aquel de quien se habló por medio del profeta Isaías, cuando se dijo: Voz de uno que clama en el desierto”. Fue según profecía que Juan el Bautista empezara su ministerio en el desierto. Esto indica que Juan el Bautista no introdujo la economía neotestamentaria de Dios por casualidad, sino según el plan de Dios, el cual fue predicho mediante el profeta Isaías. Esto implica que Dios quería que Su economía neotestamentaria empezara de manera completamente nueva.
Si consideramos la historia de los siglos recientes, veremos que cada avivamiento prevaleciente tuvo lugar en un “lugar silvestre”. Cuando John Wesley y George Whitefield fueron levantados como evangelistas hace dos siglos, predicaron mayormente en las esquinas. George Whitefield, según su biografía, predicó muchas veces en las estribaciones de una región no civilizada. Pero al mismo tiempo, la Iglesia de Inglaterra prohibía que la Santa Palabra fuese enseñada fuera del “santuario”. Todos los que predicaban o enseñaban la Biblia tenían que hacerlo en el “santuario”. No obstante, Dios levantó a George Whitefield y a John Wesley para que llevaran a cabo su predicación fuera del “santuario”. El principio es el mismo hoy. Sin embargo, esto no significa que debemos imitar a Juan el Bautista de manera superficial. No debemos valernos de la manera religiosa ni de la culta, sino de la manera que trae la plena presencia de Dios. No debemos permanecer en la ciudad santa ni en el templo santo, sino en un lugar fuera de religión y de cultura, en donde se manifieste la presencia de Dios. Espero que los jóvenes vayan al Señor con este asunto, orando: “Señor, haznos Juan el Bautista en estos días. Señor, llévanos al desierto y muéstranos cómo ser sacerdotes verdaderos que traen a otros a Ti y enséñanos cómo presentarte a otros como su Rey
El Evangelio de Mateo es completamente diferente al Evangelio de Juan. Este es un libro que trata de la vida, mientras que aquél es un libro acerca del reino. En el Evangelio de Juan Jesús es la vida, pero en Mateo El es el Rey. Según el libro de Mateo, el Jesús a quien debemos recibir es el Rey. Al considerar el Evangelio de Mateo, debemos quedarnos impresionados completa y cabalmente de que nosotros estamos ahora en el reino. Todo lo escrito en el libro de Mateo se relaciona con el reino. Por lo tanto, debemos profundizar este libro estudiándolo con la perspectiva del reino y viendo cada capítulo y cada versículo así.
El arrepentimiento exigido en el capítulo tres es para el reino. Uno tiene que arrepentirse por no estar en el reino, porque no está bajo la autoridad de Dios. Debe arrepentirse por no haberse sometido a la autoridad de Cristo ni a Su reino. Aunque usted no se sienta pecador, mientras no esté en el reino, es rebelde. Mientras no tenga nada que ver con el reinado de Cristo, es un rebelde y debe arrepentirse. ¡Arrepiéntase de no estar en el reino! Los cristianos genuinos de hoy son salvos, pero muchos de ellos todavía no están en el reino. Por eso, incluso éstos deben arrepentirse. Mientras uno no está bajo el reinado de Cristo, debe arrepentirse. Si usted no está en el reino de los cielos de manera práctica, si no está bajo el gobierno celestial, debe arrepentirse. No importa cuán espiritual, santo o bueno sea usted. Todo depende de que usted esté bajo el gobierno celestial o no. Si no, no está en el reino y debe arrepentirse. Si usted no está en el reino, está en rebelión. Siendo éste el caso, usted se cree un cristiano fundamentalista y santo, uno que se basa en la Biblia, pero en realidad es un rebelde. Aun la espiritualidad que usted posee es una forma de rebelión contra el reinado de Cristo. Se ocupa de su espiritualidad y no del reinado de Cristo. Esto indica que usted está en rebelión y no en el reino. ¡Arrepiéntase de su rebelión! ¡Arrepiéntase de no estar en el reino y de no estar sometido al reinado de Cristo ni a Su autoridad! Este es el pensamiento básico del Evangelio de Mateo.
No debemos considerar que el libro de Mateo es para los incrédulos, los de afuera, los gentiles. Muchos de nosotros nunca oímos el evangelio presentado en Mateo. No sé qué tipo de evangelio usted haya oído, pero es cierto que necesita escuchar el evangelio presentado en Mateo, el evangelio del reino, el cual exige que usted se arrepienta de no estar bajo el reinado de Cristo. Todos debemos arrepentirnos ante el Señor y decir: “Señor, perdóname. Incluso hoy sigo en la rebelión. No estoy bajo Tu señorío, Tu autoridad, ni Tu gobierno celestial. Confieso que he sido gobernado sólo por mí mismo. Señor, concédeme un verdadero arrepentimiento por mi rebelión, por no estar bajo Tu autoridad”. Todos necesitamos arrepentirnos. ¡Alabado sea el Señor porque Juan el Bautista y el ministerio del sacerdocio están con nosotros todavía! Por una parte, este sacerdocio nos lleva a Dios; por otra, recomienda al Rey celestial, quien trae a Dios a nosotros. Cuando recibimos este Rey, El nos obtiene, y el reino está presente. Este es el Evangelio de Mateo.