
En este mensaje continuaremos considerando a Cristo en calidad de Sacerdote que despabila los candeleros, las iglesias.
Apocalipsis 2:26-27 dice: “Al que venza y guarde Mis obras hasta el fin, Yo le daré autoridad sobre las naciones, y las pastoreará con vara de hierro, y serán quebradas como vasijas de barro; como Yo también la he recibido de Mi Padre”. Esto indica que Cristo es Aquel que recibió del Padre autoridad sobre las naciones y que los vencedores participarán en tal autoridad. En el reino milenario, el que reina es un pastor. En Salmos 2:9 Dios le dio a Cristo autoridad para gobernar a las naciones. Aquí Cristo les da la misma autoridad a Sus vencedores.
Reinar con Cristo sobre las naciones en el reino milenario es un premio para los vencedores (Ap. 20:4, 6). Esta promesa del Señor implica claramente que los que no respondan a Su llamado para vencer al cristianismo degradado no participarán en el reinado del reino milenario. Primero debemos reinar como reyes en la actualidad. Para reinar como reyes en la actualidad, tenemos que recibir la abundante gracia del Señor (Ro. 5:17). Si no reinamos como reyes hoy día en la vida de Cristo, no podremos ser reyes en la era venidera para reinar sobre las naciones.
A Su regreso, el Señor asignará a los vencedores la responsabilidad de reinar sobre todas las naciones. En aquel día, cesarán las declaraciones insensatas. Todos hablarán lo correcto porque estarán bajo el gobierno apropiado. Toda la tierra espera con gemidos ser liberada de los gobernantes incorrectos. La tierra será libertada de tal clase de gobierno cuando el Señor Jesús regrese. Las naciones en la tierra ciertamente precisan ser gobernadas por los vencedores.
Nuestra obra, nuestro ejercicio y cómo usemos el talento que Dios nos dio determinarán si hemos de tener parte o no en el reinado del Señor. La palabra talento usada en Mateo 25 equivale a la palabra don usada en las Epístolas. Pablo insta a Timoteo a avivar “el fuego del don de Dios que está en ti” (2 Ti. 1:6). En relación con la vida, debemos crecer; y en relación con la obra, debemos hacer uso de nuestro don. La parábola de las diez vírgenes revela la necesidad que tenemos de ser transformados por el Espíritu vivificante, y la parábola de los talentos revela que debemos usar apropiadamente los dones espirituales. Necesitamos ser transformados por la porción adicional de aceite (el Espíritu) en nuestras vasijas (nuestra alma), y debemos ejercitarnos en usar nuestro don a fin de obtener alguna ganancia para el Señor. Por un lado, debemos crecer; por otro, debemos obtener ciertas ganancias en la economía de Dios. Nuestro crecimiento determinará el tiempo de nuestra madurez, y que nos ejercitemos en el uso de nuestros dones determinará la posición que compartiremos con Cristo en el reino milenario. Si no maduramos ni nos ejercitamos en el uso de nuestros dones, entonces perderemos el disfrute que conlleva reinar con Cristo en el reino venidero.
En la parábola de los talentos, el Señor le dijo al esclavo fiel que tenía cinco talentos: “Bien, esclavo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mt. 25:21). Esto es reinar juntamente con el Señor Jesús y disfrutar el verdadero reposo, el Sábado durante el reino milenario. En Lucas 19:17 el Señor dijo: “Bien, buen esclavo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”. En el reino milenario algunos gobernarán sobre diez ciudades, y otros, sobre cinco ciudades (v. 19). Tal vez no seamos solamente un alcalde de una ciudad, sino un gobernador de diez ciudades.
Apocalipsis 2:28 dice que Cristo dará la estrella de la mañana a los vencedores. El Nuevo Testamento revela que Cristo, quien es representado por los luminares celestiales, las luces, es la estrella resplandeciente de la mañana (22:16). Con respecto a los tipos de Cristo, la Biblia entera comienza con Él como luz (Gn. 1:3) y termina con Él como estrella de la mañana, un luminar. La estrella de la mañana aparece en la hora más oscura de la noche, después de la medianoche y poco antes del amanecer. Esto indica que Cristo aparecerá como estrella resplandeciente de la mañana en la hora más oscura, antes del cierre de esta era.
Su aparición como estrella de la mañana (Ap. 2:28) y Su aparición como Sol de justicia (Mal. 4:2) no ocurrirán simultáneamente. Aquélla ocurre antes del amanecer, y ésta ocurre después del amanecer. Como Sol de justicia después del amanecer del día, Él se aparecerá públicamente a todos los pueblos de la tierra. Como estrella resplandeciente de la mañana antes del amanecer del día, Él se aparecerá en privado a los vencedores que están velando, preparándose y esperando por Él. Mientras las personas están profundamente dormidas durante la noche, Él secretamente se dará a Sí mismo como estrella de la mañana a quienes le aman, están velando y esperan por Él (Ap. 2:28), de modo que ellos sean los primeros en gustar del frescor de Su presencia a Su regreso después de Su larga ausencia. Esto los alentará a buscar fervientemente la presencia del Señor y a velar de modo que puedan estar en pie delante de Él en la sección secreta de Su venida, cuando Él vendrá como un ladrón (Lc. 21:36; Mt. 24:43). La estrella de la mañana, Cristo, será dado a los vencedores como su primera recompensa, el premio que se da más temprano (Ap. 2:26-29). Tenemos que prepararnos para la aparición secreta del Señor como estrella de la mañana.
La “Estrella de Jacob” (Nm. 24:17) y la estrella que aparece en el nacimiento del Señor (Mt. 2:7, 9-10) tienen por consumación la estrella de la mañana mencionada en Apocalipsis 2:28. Ninguna estrella es tan resplandeciente como la estrella de la mañana. En la hora más oscura, dentro de los vencedores hay una estrella que resplandece. Los vencedores tendrán y disfrutarán esta luz particular: Cristo como estrella de la mañana.
Al inicio del Nuevo Testamento la estrella estaba fuera de la religión (Mt. 2:1-6), pero al final del Nuevo Testamento la estrella está dentro de la iglesia. Si hemos de ver la estrella en la actualidad, no tenemos necesidad de mirar al cielo, como hicieron los magos gentiles. Hoy en día la estrella está en la iglesia y entre las iglesias. Jesucristo, quien es la estrella de la mañana, actualmente anda en medio de las iglesias locales. Para ver la estrella, tenemos que venir a las iglesias locales. Si somos partidarios de la religión, no podremos ver a Cristo como estrella. Pero si estamos en la iglesia local genuina, veremos la estrella. Cuando estamos en la religión, tenemos el sentir de estar en oscuridad; pero cuando el Señor nos introduce en las iglesias, vemos la estrella resplandeciente. La estrella celestial en la actualidad está en las iglesias locales.
Según 2 Pedro 1:19, la estrella de la mañana está asociada con la Biblia. Pedro nos insta a estar atentos a la palabra profética. Si estamos atentos a la palabra profética, el día amanecerá en nuestro interior y la estrella de la mañana nacerá en nuestros corazones. Estar atentos a la palabra profética equivale a estar atentos a la Palabra viviente. No es simplemente leer la Palabra, sino profundizar en la Palabra hasta que algo nazca en nuestro interior. Podemos llamar a esto un amanecer o la estrella de la mañana. En 2 Pedro 1:19 la expresión estrella de la mañana en el griego es fosfóros, una sustancia portadora de luz. El fósforo, un elemento químico, puede resplandecer en medio de la oscuridad. Cristo es el verdadero fosfóros que resplandece en la oscuridad actual. Sin embargo, la Palabra no podrá resplandecer sobre nosotros a menos que estemos atentos a ella. Tenemos que estar atentos hasta que algo comience a resplandecer en nuestro interior. Ese resplandor se convertirá en el “fósforo” divino en nuestro corazón. Entonces tendremos la estrella de la mañana. Seremos como aquellos magos, y algo procedente de los cielos resplandecerá sobre nosotros. Tenemos que acudir a la Palabra más segura y abrir todo nuestro ser a ella —nuestra boca, nuestros ojos, nuestra mente, nuestro espíritu y nuestro corazón— hasta que Cristo como estrella de la mañana nazca en nosotros y nos alumbre.
Según Apocalipsis 3:1, Cristo es Aquel “que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas”. Este versículo implica que los siete Espíritus son para las siete estrellas. Los siete Espíritus de Dios corresponden a las siete estrellas. Una estrella es el mensajero de una iglesia, uno que lleva la delantera en una iglesia local. Tal mensajero debe ser uno con los siete Espíritus de Dios.
Los siete Espíritus de Dios hacen que la iglesia esté llena de vida, y las siete estrellas hacen que brille intensamente. Para la iglesia en Sardis, el Señor es Aquel que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. La iglesia, que el Señor consideraba muerta, necesitaba los Espíritus vivientes y las estrellas resplandecientes, es decir, el Espíritu de Dios siete veces intensificado y los líderes resplandecientes. El Espíritu siete veces intensificado es viviente y no puede ser reemplazado por la letra muerta del conocimiento (2 Co. 3:6).
Aquel que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas le habló a la iglesia en Sardis (Ap. 3:1). Las estrellas son los mensajeros; esto significa que los mensajeros deben resplandecer como estrellas. A fin de resplandecer, ellos tienen que estar llenos del Espíritu intensificado, los siete Espíritus. Cristo tiene las siete estrellas, y Él posee los siete Espíritus como suministro para las estrellas a fin de que las estrellas puedan resplandecer. Los siete Espíritus son uno con las siete estrellas, y las siete estrellas son uno con los siete Espíritus. Si tenemos la palabra viviente como estrella de la mañana en nuestro interior y somos uno con los siete Espíritus, con el tiempo llegaremos a ser las estrellas. No solamente tendremos a la estrella resplandeciendo en nuestro ser, sino que además llegaremos a ser estrellas al tener la mirada puesta en Cristo, la verdadera estrella, y al seguirle en el Espíritu.
Daniel 12:3 dice: “Los que tienen perspicacia resplandecerán como el resplandor de la expansión celestial, y los que hagan volver a muchos a la justicia, como las estrellas, eternamente y para siempre”. Las estrellas son aquellos que resplandecen en la oscuridad y hacen que la gente se vuelva del camino equivocado al camino correcto. La actual era de la iglesia es el tiempo de la noche; por tanto, necesitamos experimentar el resplandor de las estrellas, los creyentes que resplandecen. Es en virtud de tal resplandor que en la oscuridad actual la gente es guiada y se vuelve del camino equivocado al camino correcto. Todo cuanto es erróneo es injusticia, y todo cuanto es correcto es justicia. Aquellos que hacen que muchos se vuelvan a la justicia son estrellas que resplandecen eternamente y para siempre.
Al principio del Nuevo Testamento había solamente una estrella en los cielos que condujo a los magos al lugar donde estaba Cristo. Pero al final del Nuevo Testamento hay siete estrellas en siete iglesias locales. Además, inmediatamente después de Apocalipsis 22:16, que dice que el Señor Jesús es la estrella de la mañana, el siguiente versículo dice: “El Espíritu y la novia dicen”. Esto implica que, como estrella de la mañana, el Señor Jesús está vinculado al Espíritu y a la iglesia, la cual es la novia. Apocalipsis 3:1 dice que el Señor Jesús es quien tiene los siete Espíritus y las siete estrellas, y Apocalipsis 1:20 dice que las siete estrellas son los mensajeros de las siete iglesias. Estos versículos muestran que las estrellas no sólo están vinculadas al Espíritu, sino también a las iglesias. Si hemos de tener la estrella viviente o las estrellas vivientes, necesitamos del Espíritu y de la iglesia.
Apocalipsis 3:3 dice: “Pues si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. Este versículo indica que Cristo es Aquel que vendrá como ladrón para arrebatar Sus tesoros, Sus buscadores preciosos. Un ladrón roba cosas valiosas a una hora que nadie sabe. Puesto que muchos creyentes están muertos desde el punto de vista espiritual, no se percatarán cuando el Señor venga como ladrón, cuando Él se manifieste en secreto a los que le buscan. Por tanto, es necesario velar.
La revelación contenida en el Nuevo Testamento con respecto a la segunda venida del Señor no se conforma a nuestro entendimiento natural. Según nuestra manera natural de pensar, el Señor descenderá súbitamente del trono en los cielos a la tierra. Sin embargo, según la Palabra pura de Dios, el regreso del Señor es un proceso. Su regreso comenzará en el trono y pasará por un proceso hasta que Él descienda a combatir en la batalla de Armagedón. El Señor descenderá del trono a los aires, donde realizará muchas cosas: el arrebatamiento de la mayoría de santos, el juicio desde Su tribunal y las bodas del Cordero. Después que todo esto haya sido realizado en los aires, el Señor descenderá a la tierra. El arrebatamiento de los primeros vencedores, incluyendo al hijo varón (cap. 12) y las primicias (cap. 14), tendrá lugar al inicio del proceso del regreso del Señor. En otras palabras, cuando ellos sean arrebatados se dará inicio al proceso del regreso del Señor.
Cristo regresará secretamente como ladrón (3:3b; 16:15). Ningún ladrón le dirá a usted por anticipado el tiempo de su venida. En Su segunda venida como ladrón, Cristo vendrá a robar las cosas preciosas. Ningún ladrón roba cosas sin valor. Los ladrones vienen a robar únicamente lo que es valioso. Debemos ser un tesoro a los ojos del Señor. Debemos ser preciosos al ser maduros de modo que Él venga y nos arrebate en secreto. Únicamente quienes han madurado en vida y han sido transformados en su alma serán lo suficientemente preciosos para ser robados por el Señor. Mientras no hayamos sido transformados, podemos tener la certeza de que el Ladrón no vendrá a visitarnos. El tiempo de Su venida secreta es desconocido. Todos tenemos que preguntarnos si somos preciosos y si somos dignos de ser robados por Cristo en Su venida secreta.
De improviso, algunos de los creyentes que sean los primeros vencedores serán arrebatados por el Señor que viene como ladrón (Mt. 24:43). Nadie sabe cuándo se dará inicio al proceso del regreso del Señor y al arrebatamiento de los primeros vencedores. Cuando suceda, ya no habrá tiempo para que nos preparemos. Tenemos que estar íntegramente preparados antes que llegue ese tiempo. Por tanto, debemos estar preparados y velar.
En Mateo 24:40-41 el Señor se refirió a Su venida en secreto al decir: “Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una será tomada, y la otra será dejada”. El Señor Jesús fue muy sabio al valerse de dos hermanos que están en el campo y de dos hermanas que muelen en el molino a manera de ilustraciones. Aparentemente los dos hermanos son iguales y las dos hermanas son iguales; pero de improviso uno de los hermanos y una de las hermanas son arrebatados. Después de presentar esta ilustración, el Señor dijo: “Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Pero sabed esto, que si el dueño de casa supiese en qué vigilia el ladrón habría de venir, velaría, y no permitiría que penetrasen en su casa. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (vs. 42-44). Mientras trabajamos, sin tener plena conciencia de que Cristo está viniendo, algunos de nosotros seremos arrebatados. Puesto que Él viene como ladrón, tenemos que velar.
En Apocalipsis 3:5 el Señor le dijo a la iglesia en Sardis que “el que venza será vestido de vestiduras blancas”. Esto indica que Cristo es las vestiduras blancas que los vencedores visten. Aquí vencer se refiere a vencer la muerte que prevalece en las iglesias protestantes, es decir, vencer al protestantismo muerto. Andar vestido de vestiduras blancas es tener un vivir que no ha sido manchado por la muerte y que es justificado y aprobado en vida por el Señor. Ser vestido de vestiduras blancas, como es prometido aquí, será un premio para los vencedores en el reino milenario. Aquello en lo que han andado en esta era será el premio que recibirán en la era venidera.
Las vestiduras blancas se refieren a la condición de ser vivientes. Ser vivientes equivale a estar vestidos de vestiduras blancas. Si estamos muertos en términos espirituales, entonces estamos sucios; la persona muerta de este modo es la más inmunda. Además, si estamos muertos, estamos desnudos. Tenemos necesidad de la vestimenta viviente para cubrir nuestra desnudez; esta vestimenta viviente es Cristo mismo, quien ha sido forjado en nosotros por el Espíritu viviente. La única manera de obtener esta vestimenta consiste en volvernos al espíritu.
Todo cristiano necesita dos vestiduras. La primera vestidura es la de la salvación, la cual representa a Cristo como nuestra justicia en términos objetivos. En Lucas 15, cuando el hijo pródigo regresó al hogar, lo primero que el padre hizo fue hacerle vestir con el mejor vestido. Al vestir tal vestidura, el hijo pródigo se hallaba justificado en presencia de su padre. Él había sido un pobre mendigo, que ya no era digno de estar con el padre; pero una vez le vistieron con la vestidura, él fue justificado y aprobado. Esto significa que él fue justificado en Cristo y que Cristo se convirtió en su cobertura justificadora. Él estaba cubierto con Cristo como su justicia. Por tanto, la vestidura de justificación tiene por finalidad nuestra salvación.
Sin embargo, además de esta vestidura de justificación, necesitamos de otra vestidura para ser aprobados por el Señor y serle gratos a Él. El “lino fino, resplandeciente y limpio” mencionado en Apocalipsis 19:8 denota esta segunda vestidura. Según la tipología, la reina en el salmo 45 tiene dos vestiduras: una para salvación, y la otra para que ella pueda estar con el rey en Su reinado (vs. 8, 13-14). Tenemos que correr la carrera y llegar a la meta. Al correr la carrera, hay muchas cosas que podrían impedirnos llegar a la meta. Pero después que hemos sido salvos, necesitamos madurar y vencer todo obstáculo y distracción. Sí, hemos sido salvos y justificados, y tenemos la primera vestidura para nuestra salvación; pero tenemos que avanzar a la madurez y alcanzar nuestro destino (He. 6:1). Si lo hacemos, recibiremos una recompensa. Esto no es cuestión de tener a Cristo como nuestra justicia en términos objetivos, sino de experimentar a Cristo como nuestra justicia en términos subjetivos. Ya estamos vestidos de Cristo como nuestra justicia en términos objetivos, mientras que Cristo como nuestra justicia en términos subjetivos sale de nosotros. Tenemos que expresar en nuestro vivir al Cristo que es nuestra segunda vestidura; dicha vestidura sirve al propósito de que seamos recompensados. Las vestiduras blancas mencionadas en Apocalipsis 3:5 se refieren a la segunda vestidura. Cuando tenemos esta segunda vestidura, somos gratos para el Señor y recibiremos el galardón.
En Lucas 15 el mejor vestido es para nuestra justificación, nuestra salvación. En Apocalipsis 19 el lino fino es el vestido nupcial de la novia. En Apocalipsis 3 las vestiduras blancas son vestidas por los vencedores a fin de expresar a Cristo. Por tanto, Cristo es nuestra vestimenta para nuestra justificación, para nuestro matrimonio con Cristo y para cubrirnos de modo que podamos expresar a Cristo, no a nosotros mismos.
En el versículo 4 el Señor dijo: “Tienes unas pocas personas en Sardis que no han contaminado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas”. Las vestiduras contaminadas denotan la presencia de la muerte o la ausencia de la vida. Ser un vencedor en medio de ese tipo de situación consiste en guardarse de la muerte. Esto significa que debemos ser personas vivientes y fuertes, y que tenemos que causar cierto impacto. Incluso cuando nos ponemos de pie para compartir un testimonio, no debemos hablar de una manera carente de vida; más bien, debemos hablar con nuestro espíritu fortalecido y liberado. Debemos vencer la situación de mortandad imperante en la religión, conquistar todo tipo de muerte y estar vestidos de vestiduras blancas, las cuales no tienen ninguna mancha de muerte.