
Este libro se compone de los mensajes dados por el hermano Witness Lee en agosto y septiembre de 1990 durante un entrenamiento de tiempo completo en Anaheim, California.
El apóstol Juan y el profeta Daniel concordaban en la profecía acerca de la consumación de la era actual.
La frase tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo en Apocalipsis 12:14 es una cita de Daniel 7:25 y 12:7. “Un tiempo” es un año, “tiempos” significa dos años, y “la mitad de un tiempo” es medio año. Que Juan citara a Daniel de esta manera nos muestra que él concordaba con Daniel y que su profecía se dio con base en Daniel.
Otra evidencia de que Juan era uno con Daniel es que la bestia en Apocalipsis 13:1 corresponde a la cuarta bestia mencionada en Daniel 7:7. En Apocalipsis 13 hay dos bestias. La primera bestia, mencionada en el versículo 1, es el anticristo, y la segunda es el profeta falso. En Daniel 7 hay cuatro bestias. Estas cuatro bestias corresponden a los imperios de Babilonia, de Media y Persia, de Grecia, y de Roma. Esta cuarta bestia, la cual representa el Imperio Romano, se menciona en Apocalipsis 13 como la bestia que tiene siete cabezas y diez cuernos, los cuales representan a los diez reyes venideros del Imperio Romano avivado y restaurado.
Los diez cuernos, los diez reyes y la bestia que se mencionan en Apocalipsis 17:12 corresponden a los diez cuernos, los diez reyes, y la bestia que se encuentran en Daniel 7:23-24.
El hecho de que Juan y Daniel concuerdan en su profecía, también puede verse en que el texto de Juan 5:28 y 29 corresponde a aquel que se encuentra en Daniel 12:2. Juan 5:28 y 29 habla de las dos resurrecciones. La resurrección de vida es la resurrección de los creyentes salvos antes del milenio (Ap. 20:4, 6; 1 Co. 15:23, 52; 1 Ts. 4:16), y la resurrección para juicio es la resurrección de los incrédulos que hayan perecido, y ésta ocurre después del milenio (Ap. 20:5, 12). Daniel 12:2 también habla de estas dos resurrecciones. Una es para vida eterna y la otra, para vergüenza y desprecio eterno. Esto muestra, una vez más, la unidad de Daniel y Juan.
Para ver algo, debemos tener una posición correcta y un ángulo de enfoque adecuado. Muchos cristianos leen la Biblia, pero no reciben nada de luz ni visión. Esto se debe a que su posición y su perspectiva son erróneas. La palabra profética de Dios es muy específica. Si no tenemos la posición y orientación adecuada, no veremos la visión. Necesitamos tener la posición y perspectiva que Daniel y Juan tenían al recibir la revelación y al ver la visión.
Daniel estaba cautivo en Babilonia (Dn. 9:1-2a); su corazón se centraba completamente en Dios y Su pueblo, Su templo y Su santa ciudad para el reino de Dios en la tierra (vs. 2b-19); y él estaba en su espíritu, totalmente ocupado en oraciones y súplicas a Dios (vs. 20-23). Tal vez nos interese la profecía, pero ¿de qué se ocupa nuestro corazón? ¿Es nuestro corazón como el de Daniel? Nuestro corazón tiene que centrarse completamente en Dios y en Su deseo para que podamos recibir la revelación y ver la visión.
Juan estaba en el destierro en la isla de Patmos (Ap. 1:9b); su corazón se centraba en la palabra de Dios y el testimonio de Jesús al participar de la tribulación, el reino y la perseverancia de Jesús (v. 9a); y él estaba en su espíritu el día del Señor, buscando al Señor y esperando Su manifestación (v. 10). Daniel y Juan tenían la misma posición y perspectiva, así que ambos vieron la visión.
Setenta semanas están divididas por el bien del pueblo de Israel y de la santa ciudad, Jerusalén (Dn. 9:24-27). Cuando Daniel vio la visión de estas setenta semanas, la nación de Israel había sido entregada en manos de las naciones gentiles. Estas naciones eran Babilonia y luego el Imperio Medo-persa. La santa ciudad fue destruida, el templo santo fue desolado, y los israelitas estuvieron cautivos setenta años. Daniel estaba en tal situación. Daniel no deseaba estar allí, pero ¿qué podía hacer? No podía hacer nada más que orar. Oraba una y otra vez. Entonces, le vino una visión. Un secreto le fue revelado: las setenta semanas.
Estas setenta semanas estaban divididas para terminar la transgresión.
Estas setenta semanas también estaban divididas para poner fin a los pecados.
Además, las setenta semanas estaban divididas con el fin de hacer propiciación por la iniquidad.
Las setenta semanas estaban divididas con el fin de traer la justicia eterna (2 P. 3:13). La transgresión será terminada, los pecados llegarán a su fin, y por la iniquidad se hará propiciación. También se introducirá la justicia eterna. Esta es la justicia de la eternidad, o la justicia eterna, la cual estará en el milenio así como en el nuevo cielo y la nueva tierra. En el milenio Cristo será Aquél justo (Jer. 23:5), y El regirá el reino de mil años en justicia (Is. 11:5-6). En 2 Pedro 3:13, Pedro dice: “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Hoy en día hay injusticia por todos lados. Pero habrá una edad, la cual será la edad de las edades, la edad de los cielos nuevos y la tierra nueva, en los cuales mora la justicia.
Después de que se cumplan las setenta semanas, la visión y el profeta serán sellados. Hoy día necesitamos la visión y el profeta, pero cuando se cumplan las setenta semanas, ya no habrá necesidad de ellos.
Las setenta semanas también estaban divididas con el fin de ungir el lugar santísimo (Dn. 9:24). Antes de que terminen las setenta semanas, el templo será reedificado. Más tarde, el anticristo lo desolará y lo contaminará. Hará cesar el sacrificio y la oblación, y levantará en el templo su propia imagen como ídolo a fin de contaminar el santo templo de Dios (Mt. 24:15; Ap. 13:14-15; 2 Ts. 2:4). Después de los últimos tres años y medio de esta edad, el anticristo será completamente destruido, y el templo será limpiado y purificado. Luego el lugar santísimo será ungido. Cuando el lugar santísimo sea ungido, el servicio de ofrecer sacrificios y la oblación será recobrado.
Los tres años y medio de la gran tribulación están descritos como cuarenta y dos meses (Ap. 11:2), o mil doscientos sesenta días (12:6). Pero Daniel 12:11 y 12 dicen: “Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días”. En estos versículos se mencionan mil doscientos noventa días y mil trescientos treinta y cinco días. Los que esperen hasta el día mil trescientos treinta y cinco serán bienaventurados.
Al final de los mil doscientos sesenta días, el anticristo será completamente destruido por Cristo. Entonces se necesitan treinta días más para purificar el templo contaminado y desolado. Por lo tanto, al final de los mil doscientos noventa días, el templo habrá sido purificado. Pero todavía no habrá sacrificios ni ofrendas. Habrá necesidad de establecer este servicio. Esto tomará otros cuarenta y cinco días, lo cual asciende a mil trescientos treinta y cinco días. Una vez que se establezca este servicio, todos serán bendecidos con el ofrecimiento de sacrificios y oblaciones a Dios. Para los hijos de Israel, ser bendecidos es disfrutar las ofrendas. Tal bendición será quitada por el anticristo. Desde el momento en que el anticristo haga cesar la ofrenda hasta el día en que los israelitas vuelvan a disfrutar las ofrendas habrá mil trescientos treinta y cinco días.
Ahora necesitamos ver las secciones en las cuales están divididas las setenta semanas. Las primeras siete semanas —cuarenta y nueve años— tenían como fin la reedificación de Jerusalén, y se cumplieron (Dn. 9:25).
Las siguientes sesenta y dos semanas —cuatrocientos treinta y cuatro años— se extendieron hasta la muerte (la crucifixión) del Mesías, Cristo (Dn. 9:26a). La historia nos dice que desde la reedificación de Jerusalén hasta el año en que Cristo fue crucificado hubo exactamente cuatrocientos treinta y cuatro años.
Después de las sesenta y dos semanas y antes de la última de las setenta semanas, hubo un intervalo, cuya duración no se ha revelado; durante este intervalo la ciudad de Jerusalén y el santuario fueron destruidos por el pueblo del príncipe (el ejército romano de Tito) en 70 d. de C.; su fin sería con inundación y hasta el fin habría guerra; las desolaciones estaban determinadas (Dn. 9:26b). El intervalo después de las sesenta y dos semanas y antes de la última de las setenta semanas es la edad de la gracia y la edad de la iglesia. Esta también es la edad de misterios. En este intervalo, todo lo que Dios hizo, hace y hará es un misterio. En este intervalo Cristo es el misterio de Dios (Col. 2:2) y la iglesia es el misterio de Cristo (Ef. 3:4). Cristo y la iglesia son el gran misterio (5:32). Apocalipsis 10:7 dice que estos misterios serán completados, acabados y terminados cuando suene la séptima trompeta.
Durante este intervalo, en el año 70 d. de C., la ciudad de Jerusalén fue destruida por Tito y el ejército romano. Josefo, historiador judío, nos dice cómo Tito arrasó Jerusalén y el templo. Eso fue un cumplimiento de la profecía del Señor en Mateo 24:2 con respecto al templo: “De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”. Daniel profetiza además que habrá guerra hasta que se cumplan las setenta semanas. Desde la destrucción de Jerusalén hasta el día de hoy ha habido guerra tras guerra.
Al comienzo de los siete años de la última de las setenta semanas, el anticristo hará un pacto firme con Israel; y a la mitad de la semana él quebrantará el pacto. Daniel 9:27 dice: “Y él hará un pacto firme con muchos por una semana; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación y los reemplazará con las abominaciones del desolador, hasta que una destrucción completa, la que está determinada, se derrame sobre el desolador”. Tito era un tipo o símbolo del anticristo. Destruyó, asoló, la santa ciudad y el templo santo, y el anticristo hará lo mismo. Tito mató y persiguió al pueblo santo, y el anticristo hará lo mismo. En la profecía de Daniel se consideran como uno. La persona a la cual se refiere en el versículo 27 es el príncipe que se menciona en el versículo 26 quien destruirá la ciudad y el santuario. Ese príncipe era Tito. Pero el versículo 27 se refiere al anticristo venidero.
A la mitad de la última de las setenta semanas, el anticristo hará cesar el sacrificio y la oblación (Dn. 12:7b, 11a).
El anticristo reemplazará el sacrificio y la oblación con abominaciones o ídolos del desolador, el anticristo (Dn. 12:11b; Mt. 24:15; Ap. 13:14-15; 2 Ts. 2:4). En Mateo 24:15 el Señor habla de “la abominación desoladora, anunciada por medio del profeta Daniel, erguida en el lugar santo” (gr.). Según Apocalipsis 13:14 y 15, la abominación desoladora es la imagen del anticristo, la cual será erguida en el templo como un ídolo. Luego 2 Tesalonicenses 2:4 nos dice que el anticristo se sentará en el templo para hacerse pasar por Dios. Daniel 9:27 se refiere a las “abominaciones [plural] del desolador”. Estas abominaciones pueden referirse al anticristo mismo, a su imagen, y a los ídolos que él pone en el templo.
Estos ídolos permanecerán en el lugar santo, en el templo, aun hasta que la destrucción completa que está determinada se derrame sobre el desolador, es decir, sobre el anticristo (Dn. 9:27; 2 Ts. 2:8; Ap. 17:11; 19:19-20). En otras palabras, los ídolos permanecerán en el templo tres años y medio, hasta que el anticristo sea completamente destruido por Cristo. Cristo lo eliminará con la aparición de Su parousía, Su venida.
Los siete años de la última semana serán los últimos siete años de la edad actual de los misterios de Dios con respecto al Mesías (Cristo), los hijos de Israel, los creyentes y la iglesia.
Ahora necesitamos ver algo con respecto a las dos mitades de la última semana. La última de las setenta semanas será dividida en dos mitades cuando el anticristo quebrante el pacto de siete años que habrá hecho con Israel (Dn. 9:27).
La primera mitad tendrá lugar antes del sexto sello, el cual consta de las calamidades sobrenaturales en la tierra y en el cielo (Ap. 6:12-17). Durante el sexto sello, la tierra vendrá a ser un lugar inadecuado para que el hombre viva allí. El sexto sello será el comienzo de la gran tribulación de tres años y medio, la segunda mitad de la última semana.
La segunda mitad, también de tres años y medio, se menciona en Daniel 7:25 y 12:7.
Esta segunda mitad se calculará desde que se haga cesar el sacrificio y la oblación y desde que el anticristo los reemplace con abominaciones, ídolos, probablemente en el tiempo del sexto sello (Ap. 6:12-17). Por una parte, Dios sacudirá la tierra y el cielo, haciendo que la tierra sea inhabitable. Por otra parte, el anticristo quebrantará su pacto con Israel, y perseguirá a los judíos y desolará el templo.
La segunda mitad de la última semana, los últimos tres años y medio de esta edad, será el tiempo de la gran tribulación (15, Mt. 24:21), comenzando con el sexto de los siete sellos (Ap. 6:12-17), y terminando en la séptima de las siete copas (16:17-21), la cual será “la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (3:10). Los primeros cinco sellos no tienen nada que ver con la gran tribulación. El sexto sello dará comienzo a la gran tribulación. Las siete copas serán el último ay de la gran tribulación, y esta tribulación se describe como “la hora de la prueba”.
Antes de los tres años y medio de la gran tribulación, los vencedores entre los creyentes serán arrebatados a la presencia (parousía) de Cristo en los cielos (Ap. 12:5-6; 14:1; Lc. 21:34-36; Mt. 24:36-44).
Al fin (probablemente en el último año) de los tres años y medio de la gran tribulación, la mayoría de los creyentes, tanto los muertos que hayan resucitado como aquellos que estén vivos, serán arrebatados a la presencia (parousía) de Cristo en el aire (1 Ts. 4:16-17; Ap. 14:14-16; 2 Ts. 2:1, 3-4, 8). El Nuevo Testamento revela claramente que habrá por lo menos dos clases de arrebatamientos. Uno tendrá lugar antes de la tribulación, y el otro sucederá después. El arrebatamiento que sucede antes de la tribulación será el de los vencedores, y el arrebatamiento que viene después será el de la mayoría de los creyentes.
El hecho de que la mujer universal, quien simboliza a la mayoría de los santos, sea sustentada tres años y medio en un lugar de la tierra, que Dios habrá preparado para los santos que estén vivos (Ap. 12:6, 14), indica y prueba que la mayoría de los santos que vivan serán arrebatados después del cumplimiento de los tres años y medio de la gran tribulación; esto debe tener lugar en el último año de los tres años y medio.
Que la cosecha, la cual simboliza a la mayoría de los santos que queden vivos, sea segada (Ap. 14:14-16) después de la adoración del anticristo y su imagen (14:9-13), también indica y prueba que la mayoría de los santos que vivan durante la venida del Señor (14:14) serán arrebatados después de la gran tribulación de tres años y medio.
Durante la época de la gran tribulación, Dios preparará un sitio para alimentar a los que hayan quedado de Su pueblo. Esto muestra cuán bondadoso es nuestro Dios. Esto es semejante a la manera en que el Señor trató con los hijos de Israel cuando estaban en Egipto. Dios juzgó a los egipcios con toda clase de plagas, pero a los hijos de Israel los guardó en un lugar llamado Gosén donde los cubrió, los protegió y los preservó.
Estos hechos que han de ocurrir prueban que la mayoría de los santos, los que no habrán madurado antes de la gran tribulación, serán dejados en la tierra para que padezcan la gran tribulación. Como hemos señalado, en aquel entonces la tierra no será un lugar propicio para vivir. Los que tengan que pasar por la gran tribulación sufrirán. Los vencedores ya habrán sido arrebatados y habrá muchas calamidades sobrenaturales. Creo que en aquel entonces será difícil que los creyentes amen el mundo. ¿Creemos que la Biblia es la Palabra de Dios? Tenemos que prestar atención a todo esto. Mi carga no es enseñar la profecía. Les doy una palabra de advertencia. Los corazones de Daniel y Juan se centraban en Dios. Pero, ¿dónde está nuestro corazón hoy día?
Hay algunas lecciones espirituales que tenemos aprender mientras buscamos la aparición del Señor. Primero, necesitamos estar atentos a la palabra profética como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en nuestros corazones (2 P. 1:19; Ap. 22:16; 2:28). Antes de Su venida pública, el Señor, como el lucero que alumbra en la hora más oscura de la noche, se aparecerá a los que estén atentos y que busquen Su aparición (2 Ti. 4:8). Estos han sido iluminados por el destello de la palabra profética, la que los puede conducir al día naciente y a la salida del lucero en sus corazones.
No es posible saber el día ni la hora del arrebatamiento de los vencedores (Mt. 24:36-44), pero el año del arrebatamiento de la mayoría de los creyentes sí lo podemos calcular de acuerdo con la última de las setenta semanas, por la parábola de la higuera, que el Señor predijo en Mateo 24:32-33. Estos versículos dicen que la higuera se pondrá tierna y hará brotar las hojas. Luego el Señor dijo que cuando veamos esto, debemos saber que el verano está cerca. En Mateo 24:32-33 la higuera representa la nación de Israel; que se ponga tierna indica el retorno de la vida; y que haga brotar hojas indica las actividades exteriores.
La higuera es un símbolo de la nación de Israel (Jer. 24:2, 5, 8; Os. 9:10) y fue maldecido por el Señor en Mateo 21:19: “Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera”. La higuera estaba llena de hojas pero no tenía fruto, lo cual significa que en aquel entonces la nación de Israel estaba llena de exhibición exterior, pero no tenía nada que pudiera satisfacer a Dios. Desde ese momento, la nación de Israel estaba verdaderamente seca.
Con el tiempo, los judíos que vivían en Israel perdieron su patria y fueron esparcidos en muchas otras naciones. Parecía imposible que después de tantos siglos pudieran regresar a la tierra de sus padres y que fueran constituidos como nación. Pero en 1948 la nación de Israel fue restaurada. Fue entonces cuando la nación de Israel se puso tierna, cuando revivió.
Cuando los judíos recuperaron Jerusalén en 1967, fue cuando brotaron las hojas de la higuera. Una de las últimas señales que sucederán, será la reedificación del templo. Según informes recientes, algunos de los judíos se están preparando para la reedificación del templo junto con todos sus servicios. El templo de Dios será reedificado antes de que el Señor regrese (cfr. Mt. 24:15; 2 Ts. 2:4).
En vista del regreso del Señor, necesitamos considerar la situación mundial de hoy. La tendencia del desarrollo de la situación política, económica y militar en Europa es que se levante un hombre fuerte. Aquel hombre fuerte será el que firmará el pacto de siete años con Israel. Desde el día en que este hombre fuerte, el anticristo, firme este pacto con Israel, quedarán siete años hasta el fin de la edad actual. Después de tres años y medio, él quebrantará este pacto y la segunda mitad de tres años y medio será el tiempo de la gran tribulación. Inmediatamente antes de la tribulación, los cristianos vencedores serán arrebatados. Si los creyentes que vivan en aquel tiempo no están listos y maduros, serán dejados en la tierra para pasar por la gran tribulación. La tribulación vendrá de tres direcciones: de Dios, del anticristo y de Satanás. Dios juzgará todo el universo con calamidades sobrenaturales, haciendo que la tierra sea inhabitable. Satanás y el anticristo harán todo lo posible por destruir y hacer daño a la humanidad.
Cuando veamos que la higuera, la cual simboliza la nación de Israel, se ponga tierna y que broten sus hojas, debemos darnos cuenta de que el verano está cerca. El verano representa la edad de la restauración de la nación de Israel (Hch. 1:6).
La higuera se pondrá tierna y sus hojas brotarán antes de que el anticristo haga el pacto de siete años con la nación de Israel al llegar la edad actual a su consumación; así que, es posible calcular los siete años de la última semana.
Necesitamos velar y estar listos para ser tomados (al ser “robados” por el Señor, quien se aparecerá como el “ladrón” secreto) y llevados a Su presencia (parousía) en los cielos (Mt. 24:40-44). Un ladrón viene en el momento menos pensado para robar los objetos preciosos. El Señor vendrá secretamente como un ladrón para llevárselo a usted si usted es así de valioso.
Necesitamos mirar por nosotros mismos no sea que nuestros corazones se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre nosotros el día de la gran tribulación como un lazo, de la misma manera que vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra; además, debemos velar en todo tiempo orando que prevalezcamos para escapar de todo lo de la gran tribulación en los últimos tres años y medio de la semana final de la edad actual, y para comparecer ante el Hijo del Hombre, Cristo (Lc. 21:34-36). Necesitamos estar alerta de modo que nuestros corazones no se llenen de disolución y embriaguez y de los afanes de esta vida. La disolución es la entrega de uno mismo a la lujuria, comiendo y festejando. Si nuestro corazón está lleno de afanes, entonces no hay lugar para Dios, para Cristo. Tal vez hasta vengamos a una reunión, pero nuestro corazón no está en esa reunión porque está ocupado de las cosas mundanas. Necesitamos guardar nuestros corazones porque no queremos que el día de la gran tribulación venga inesperadamente sobre nosotros como un lazo. Ese día será como el diluvio que vino inesperadamente sobre la gente de los tiempos de Noé. Necesitamos velar y orar de modo que prevalezcamos para escapar de todas estas cosas y comparecer ante el Hijo del Hombre. Esto concuerda con Apocalipsis 14:1, lo cual indica que los vencedores arrebatados estarán de pie ante el Salvador en el monte de Sion en los cielos antes de la gran tribulación (cfr. Ap. 12:5-6, 14).
También necesitamos guardar la palabra de la perseverancia de Cristo a fin de que El nos guarde de la hora de la prueba que ha de venir sobre toda la tierra habitada, para probar a los que moran sobre la tierra (Ap. 3:10). Hoy día la palabra que guardamos es la palabra de perseverancia. Mientras guardemos la palabra de Dios, sufriremos. La gente nos perseguirá. Incluso nuestros padres y familiares tal vez nos menosprecien. Necesitamos guardar la palabra de la perseverancia del Señor para que seamos excluidos del tiempo de la gran tribulación, que vendrá sobre toda la tierra habitada, para probar a los que moran sobre la tierra. Tenemos que velar y estar listos para aprender las lecciones espirituales. La madurez no es algo que se produzca de la noche a la mañana. Por lo tanto, tenemos que prepararnos para Su venida por medio de amarlo para crecer en El de manera que podamos estar maduros cuando El venga.